• Se quedó pensativo, tomando asiento en el balcón mientras trataba de intuir sobre aquella nueva tarea.

    —Un guardián... Supongo que lo más lógico sería él, aunque estoy entre tres... posiblemente cuatro...

    Musitaba, sin ningún sentido aparente, suspirando mientras apoyaba el mentón a la mano y el brazo a la vez en su pierna.

    —¿Cómo se supone que lo identificaré?
    Ahh, tocará a prueba y error...

    Y terminó saltando del balcón, ayudándose de sus recién crecidas alas, al menos el primer par, para frenar el impacto contra el suelo y quedar en pie, volviendo a plegarlas mientras iba a empezar su búsqueda.
    Se quedó pensativo, tomando asiento en el balcón mientras trataba de intuir sobre aquella nueva tarea. —Un guardián... Supongo que lo más lógico sería él, aunque estoy entre tres... posiblemente cuatro... Musitaba, sin ningún sentido aparente, suspirando mientras apoyaba el mentón a la mano y el brazo a la vez en su pierna. —¿Cómo se supone que lo identificaré? Ahh, tocará a prueba y error... Y terminó saltando del balcón, ayudándose de sus recién crecidas alas, al menos el primer par, para frenar el impacto contra el suelo y quedar en pie, volviendo a plegarlas mientras iba a empezar su búsqueda.
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  • Un encuentro fortuito
    Fandom Hajime no Ippo
    Categoría Acción
    — ¡𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢! —

    Decía el joven boxeador por cada vez que golpeaba al aire durante esa solitaria sesión de boxeo de sombra. El sonido simulaba el impacto de sus puños contra un oponente imaginario que, la gran mayoría de las veces, tenía el rostro y los movimientos concretos de Ichiro Miyata.

    — ¡𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢! —

    El paso de la ribera era su lugar predilecto para trotar y, esporádicamente, parar a practicar sus jabs, ganchos, uppercuts.

    Ese sitio guardaba un significado sumamente especial para él ; allí conoció a Takamura-san, allí entrenó por primera vez para afinar la velocidad de sus puños frente al árbol donde todo inició.

    — ¡𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢! —

    Golpeaba sin parar, con un ritmo fijo. Hasta ese instante creía estar solo, pero de pronto cierta sensación en su nuca le dijo que estaba siendo observado, por lo que bajó los puños y miró sobre su hombro, para averiguar.

    — ¡𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢! — Decía el joven boxeador por cada vez que golpeaba al aire durante esa solitaria sesión de boxeo de sombra. El sonido simulaba el impacto de sus puños contra un oponente imaginario que, la gran mayoría de las veces, tenía el rostro y los movimientos concretos de Ichiro Miyata. — ¡𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢! — El paso de la ribera era su lugar predilecto para trotar y, esporádicamente, parar a practicar sus jabs, ganchos, uppercuts. Ese sitio guardaba un significado sumamente especial para él ; allí conoció a Takamura-san, allí entrenó por primera vez para afinar la velocidad de sus puños frente al árbol donde todo inició. — ¡𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢, 𝐒𝐡𝐢! — Golpeaba sin parar, con un ritmo fijo. Hasta ese instante creía estar solo, pero de pronto cierta sensación en su nuca le dijo que estaba siendo observado, por lo que bajó los puños y miró sobre su hombro, para averiguar.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • La coronación de Adrián estaba por comenzar, pero en su mente, todo era un caos. Apenas el domingo había recibido la impactante noticia de que su hermana mayor, Alía, quien era la reina del reino, había desaparecido sin dejar rastro. No había tenido tiempo de procesar lo sucedido, y ahora, tan solo dos días después, el martes, se encontraba de pie frente a una multitud que esperaba que asumiera el trono.

    El peso de la situación se sentía aplastante sobre sus hombros. Sabía que desde ese momento, su vida cambiaría por completo. Las aventuras despreocupadas, las bromas compartidas, las noches sin preocupaciones sobre el mañana... todo eso quedaba atrás. Ahora debía enfocarse en algo mucho más grande: el reino, su gente y las expectativas que todos habían puesto sobre él, aunque nadie le hubiera preguntado si estaba listo. La verdad era que ni siquiera él había tenido tiempo para asimilar lo que estaba ocurriendo. Todo había sucedido demasiado rápido.

    Los preparativos para su coronación comenzaron casi inmediatamente después de la desaparición de Alía, y Adrián apenas había tenido un momento para detenerse a pensar. Se sentía atrapado en una mezcla de confusión, tristeza y un sentido de responsabilidad que lo abrumaba, pero sabía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por esas emociones. El reino necesitaba un líder, y a él lo habían elegido, estuviera preparado o no.

    Junto a él, caminaba su hermana gemela, Adriana. Ella, a pesar de compartir la preocupación y el peso emocional del momento, intentaba infundirle ánimos con una ligera sonrisa y un toque de complicidad. Ambos avanzaban hacia el Gran Salón del Castillo Real, y en su trayecto, Adrián no pudo evitar notar algunas caras conocidas entre la multitud. Cerca de la entrada, sus ojos se encontraron brevemente con Alexa y Daniel Selene, quienes observaban la escena con una mezcla de preocupación y apoyo. Saber que ellos estaban presentes le brindó un leve consuelo, recordándole que, a pesar de todo, no estaba completamente solo en esta travesía.

    El Gran Salón estaba repleto de personas, y aunque trataba de mantener una fachada de compostura, cada vez le resultaba más difícil ignorar el peso de las miradas que lo observaban con duda, escepticismo, e incluso desdén. Después de todo, Adrián era conocido como el hijo ilegítimo del antiguo rey, y muchos todavía no aceptaban que alguien con su origen pudiera sentarse en el trono.

    El sumo sacerdote, encargado de presidir la ceremonia, se acercó a Adrián para comenzar el ritual de coronación. Mientras las oraciones y ofrendas a los dioses ancestrales resonaban en todo el salón, Adrián permanecía en silencio, con sus pensamientos acelerados. ¿Realmente estaba preparado para asumir ese papel? Sabía que su vida de libertad había llegado a su fin, y que ahora debía convertirse en el rey que su pueblo necesitaba, a pesar de que muchos no lo querían allí.

    — "Que los dioses antiguos bendigan este día y guíen al nuevo rey en su reinado,"—

    proclamó el sumo sacerdote con voz firme, mientras encendía una antorcha que simbolizaba el inicio de una nueva era. Adrián observó la llama con atención y, por un instante, se sintió reflejado en esa luz: rodeado por la oscuridad, pero tratando de brillar a pesar de todo.

    El sumo sacerdote, al terminar sus oraciones, se dirigió entonces a la multitud

    — "Hoy, el destino del reino está en las manos de Adrián Salvatore. Aunque su historia esté llena de sombras y secretos, ha sido llamado a guiar a su pueblo. Que la sabiduría de los dioses lo acompañe en cada paso que dé.—


    Estas palabras resonaron en el salón, provocando murmullos entre los presentes, pero la ceremonia continuaba imperturbable. Adrián sabía que el momento de hablar había llegado. Se acercó al estrado, tomó aire profundamente y enfrentó a la multitud, consciente de que debía elegir bien sus palabras, que debían ser sinceras y transmitir firmeza.


    — Gente del reino—

    comenzó con voz firme pero cargada de emoción

    — sé que esta situación ha sido inesperada para todos, incluyéndome a mí. Hace apenas unos dias, éramos gobernados por mi hermana Alía, y hoy me encuentro ante vosotros, asumiendo una responsabilidad que jamás imaginé que llegaría tan rápido—

    Hizo una pausa, permitiéndose observar a las personas frente a él. Sabía que muchos aún dudaban de su capacidad para gobernar, y eso lo motivaba a ser más honesto.

    — No tuve tiempo para prepararme, y soy consciente de que algunos de vosotros habéis dudado de mi habilidad para ser rey. También sé lo que significa mi origen para muchos de vosotros. Sin embargo, os prometo que mi compromiso con este reino es inquebrantable. No os fallaré.—

    Con cada palabra que pronunciaba, su voz se volvía más segura, aunque en su interior aún batallaba con el nerviosismo y la presión del momento.

    — Mi hermana, Alía, dejó un legado que siempre recordaré. Aunque ya no esté aquí para guiarme, sé que su espíritu me acompañará en cada decisión que tome. A partir de hoy, no caminaré solo, porque caminaré junto a vosotros. Juntos construiremos un futuro mejor para este reino.—

    El silencio que siguió a sus palabras estaba cargado de tensión, pero también de una nueva esperanza que comenzaba a surgir entre la multitud.

    El sumo sacerdote, entonces, se acercó con la corona dorada en sus manos, el símbolo máximo de poder y responsabilidad. Con un gesto solemne, la colocó sobre la cabeza de Adrián, declarando con voz ceremoniosa:

    — "Con esta corona, te declaro Adrián Salvatore, Rey de este...nuestro reino...nuestro hogar. Que gobiernes con justicia, fortaleza y compasión.—


    Una luz del sol entró por las grandes ventanas del salón, iluminando a Adrián con un resplandor dorado mientras la corona reposaba sobre su cabeza.

    Adrián levantó la mano derecha, preparándose para hacer el juramento que sellaría su destino


    — Yo, Adrián Salvatore, juro gobernar con justicia, defender este reino y a su gente con todo mi ser. No descansaré hasta demostrar que soy digno de vuestra confianza, y juntos construiremos un futuro mejor—

    Sus palabras resonaron en cada rincón del salón, cargadas de convicción. El sumo sacerdote, levantando sus manos hacia el cielo, finalizó el rito con un grito imponente

    — "¡Larga vida al Rey Adrián!"—

    La respuesta de la multitud fue inmediata y unánime, una explosión de voces que llenó el salón

    — "¡Larga vida al Rey Adrián! ¡Larga vida al Rey Adrián!"—

    Todos, desde los nobles hasta los ciudadanos más humildes, se arrodillaron ante su nuevo rey, inclinando la cabeza en señal de respeto.

    Adrián, observando cómo su pueblo se inclinaba ante él, sintió finalmente el verdadero peso de la corona sobre sus hombros. Su vida había cambiado de forma radical, y el destino de todo el reino descansaba ahora en sus manos.

    Con paso decidido, avanzó entre la multitud postrada, pero en lugar de dirigirse al Gran Salón donde comenzaba la celebración, optó por caminar hacia los Jardines Reales. Allí, el aire fresco lo recibió, proporcionándole unos momentos de tranquilidad en medio del caos que ahora era su vida. Sabía que su reinado apenas estaba comenzando, y que el camino por delante sería largo y arduo, pero, por primera vez en el día, sintió que tal vez, solo tal vez, estaba preparado para lo que vendría..

    //aqui pongan las reacciones si quieren y en el siguiente publicacion sera la comida con todos los invitados
    La coronación de Adrián estaba por comenzar, pero en su mente, todo era un caos. Apenas el domingo había recibido la impactante noticia de que su hermana mayor, Alía, quien era la reina del reino, había desaparecido sin dejar rastro. No había tenido tiempo de procesar lo sucedido, y ahora, tan solo dos días después, el martes, se encontraba de pie frente a una multitud que esperaba que asumiera el trono. El peso de la situación se sentía aplastante sobre sus hombros. Sabía que desde ese momento, su vida cambiaría por completo. Las aventuras despreocupadas, las bromas compartidas, las noches sin preocupaciones sobre el mañana... todo eso quedaba atrás. Ahora debía enfocarse en algo mucho más grande: el reino, su gente y las expectativas que todos habían puesto sobre él, aunque nadie le hubiera preguntado si estaba listo. La verdad era que ni siquiera él había tenido tiempo para asimilar lo que estaba ocurriendo. Todo había sucedido demasiado rápido. Los preparativos para su coronación comenzaron casi inmediatamente después de la desaparición de Alía, y Adrián apenas había tenido un momento para detenerse a pensar. Se sentía atrapado en una mezcla de confusión, tristeza y un sentido de responsabilidad que lo abrumaba, pero sabía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por esas emociones. El reino necesitaba un líder, y a él lo habían elegido, estuviera preparado o no. Junto a él, caminaba su hermana gemela, Adriana. Ella, a pesar de compartir la preocupación y el peso emocional del momento, intentaba infundirle ánimos con una ligera sonrisa y un toque de complicidad. Ambos avanzaban hacia el Gran Salón del Castillo Real, y en su trayecto, Adrián no pudo evitar notar algunas caras conocidas entre la multitud. Cerca de la entrada, sus ojos se encontraron brevemente con Alexa y Daniel Selene, quienes observaban la escena con una mezcla de preocupación y apoyo. Saber que ellos estaban presentes le brindó un leve consuelo, recordándole que, a pesar de todo, no estaba completamente solo en esta travesía. El Gran Salón estaba repleto de personas, y aunque trataba de mantener una fachada de compostura, cada vez le resultaba más difícil ignorar el peso de las miradas que lo observaban con duda, escepticismo, e incluso desdén. Después de todo, Adrián era conocido como el hijo ilegítimo del antiguo rey, y muchos todavía no aceptaban que alguien con su origen pudiera sentarse en el trono. El sumo sacerdote, encargado de presidir la ceremonia, se acercó a Adrián para comenzar el ritual de coronación. Mientras las oraciones y ofrendas a los dioses ancestrales resonaban en todo el salón, Adrián permanecía en silencio, con sus pensamientos acelerados. ¿Realmente estaba preparado para asumir ese papel? Sabía que su vida de libertad había llegado a su fin, y que ahora debía convertirse en el rey que su pueblo necesitaba, a pesar de que muchos no lo querían allí. — "Que los dioses antiguos bendigan este día y guíen al nuevo rey en su reinado,"— proclamó el sumo sacerdote con voz firme, mientras encendía una antorcha que simbolizaba el inicio de una nueva era. Adrián observó la llama con atención y, por un instante, se sintió reflejado en esa luz: rodeado por la oscuridad, pero tratando de brillar a pesar de todo. El sumo sacerdote, al terminar sus oraciones, se dirigió entonces a la multitud — "Hoy, el destino del reino está en las manos de Adrián Salvatore. Aunque su historia esté llena de sombras y secretos, ha sido llamado a guiar a su pueblo. Que la sabiduría de los dioses lo acompañe en cada paso que dé.— Estas palabras resonaron en el salón, provocando murmullos entre los presentes, pero la ceremonia continuaba imperturbable. Adrián sabía que el momento de hablar había llegado. Se acercó al estrado, tomó aire profundamente y enfrentó a la multitud, consciente de que debía elegir bien sus palabras, que debían ser sinceras y transmitir firmeza. — Gente del reino— comenzó con voz firme pero cargada de emoción — sé que esta situación ha sido inesperada para todos, incluyéndome a mí. Hace apenas unos dias, éramos gobernados por mi hermana Alía, y hoy me encuentro ante vosotros, asumiendo una responsabilidad que jamás imaginé que llegaría tan rápido— Hizo una pausa, permitiéndose observar a las personas frente a él. Sabía que muchos aún dudaban de su capacidad para gobernar, y eso lo motivaba a ser más honesto. — No tuve tiempo para prepararme, y soy consciente de que algunos de vosotros habéis dudado de mi habilidad para ser rey. También sé lo que significa mi origen para muchos de vosotros. Sin embargo, os prometo que mi compromiso con este reino es inquebrantable. No os fallaré.— Con cada palabra que pronunciaba, su voz se volvía más segura, aunque en su interior aún batallaba con el nerviosismo y la presión del momento. — Mi hermana, Alía, dejó un legado que siempre recordaré. Aunque ya no esté aquí para guiarme, sé que su espíritu me acompañará en cada decisión que tome. A partir de hoy, no caminaré solo, porque caminaré junto a vosotros. Juntos construiremos un futuro mejor para este reino.— El silencio que siguió a sus palabras estaba cargado de tensión, pero también de una nueva esperanza que comenzaba a surgir entre la multitud. El sumo sacerdote, entonces, se acercó con la corona dorada en sus manos, el símbolo máximo de poder y responsabilidad. Con un gesto solemne, la colocó sobre la cabeza de Adrián, declarando con voz ceremoniosa: — "Con esta corona, te declaro Adrián Salvatore, Rey de este...nuestro reino...nuestro hogar. Que gobiernes con justicia, fortaleza y compasión.— Una luz del sol entró por las grandes ventanas del salón, iluminando a Adrián con un resplandor dorado mientras la corona reposaba sobre su cabeza. Adrián levantó la mano derecha, preparándose para hacer el juramento que sellaría su destino — Yo, Adrián Salvatore, juro gobernar con justicia, defender este reino y a su gente con todo mi ser. No descansaré hasta demostrar que soy digno de vuestra confianza, y juntos construiremos un futuro mejor— Sus palabras resonaron en cada rincón del salón, cargadas de convicción. El sumo sacerdote, levantando sus manos hacia el cielo, finalizó el rito con un grito imponente — "¡Larga vida al Rey Adrián!"— La respuesta de la multitud fue inmediata y unánime, una explosión de voces que llenó el salón — "¡Larga vida al Rey Adrián! ¡Larga vida al Rey Adrián!"— Todos, desde los nobles hasta los ciudadanos más humildes, se arrodillaron ante su nuevo rey, inclinando la cabeza en señal de respeto. Adrián, observando cómo su pueblo se inclinaba ante él, sintió finalmente el verdadero peso de la corona sobre sus hombros. Su vida había cambiado de forma radical, y el destino de todo el reino descansaba ahora en sus manos. Con paso decidido, avanzó entre la multitud postrada, pero en lugar de dirigirse al Gran Salón donde comenzaba la celebración, optó por caminar hacia los Jardines Reales. Allí, el aire fresco lo recibió, proporcionándole unos momentos de tranquilidad en medio del caos que ahora era su vida. Sabía que su reinado apenas estaba comenzando, y que el camino por delante sería largo y arduo, pero, por primera vez en el día, sintió que tal vez, solo tal vez, estaba preparado para lo que vendría.. //aqui pongan las reacciones si quieren y en el siguiente publicacion sera la comida con todos los invitados
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  • [Masacre]

    << Una tremenda escandalera se oyó a través de los muros de ladrillo rojo, los cuales retumbaban cada vez que el impacto de los cuerpos se encontraban con su sólida y fría superficie, raspando así la piel de los que tuvieron el infortunio de encontrars cara a cara con aquella sólida estructura. Era un milagro que no se desprendieran los bloques debido a la fuerza con que los mismos cuerpos impactaban, pues las cajas de madera cedieron hasta despedazarse y regar todo el producto que contenían.

    Leves pujidos se escapaban de los labios de aquellos que fueron amedrentados por la fuerza de los dos individuos que buscaban doblegar en un intento por intimidarles, pretendiendo arrebatarles territorio y clientes. Algunos pudieron salir a través de las ventanas que se hicieron añicos por la fuerza de proyección. Incluso la pequeña puerta de acceso se había doblado al quebrarse la madera por el medio, dejando aquella puerta totalmente inútil. Y junto con el sonar de los huesos romperse, las telas desgarrarse y la sangre escaparse de sus cuerpos, hacía de aquella escandalera una sinfonía de destrucción y violencia.

    Giovanni y Dimitri se hallaban en el centro de aquel almacén habían tenido un momento difícil el cual se habían enfrentado a varios sujetos de los cuales no respondieron a sus preguntas, parecían bastante empeñados en terminar con ellos. Y, repentinamente, reinó el silencio que cualquier cosa, incluso el simple paso de una hormiga haría tanto escándalo que se haría evidente.

    —Hmm, bueno... ese fue un giro desafortunado de los acontecimientos, lago menos que ideal... — comenzó Giovanni con cierto desdén. Dimitri estuvo a punto de hablar pero fue interceptado por la continuación del jefe. — ... quiero decir, fue un asunto bastante decepcionante, ¿No crees? — Buscaba la aprobación de su compañero.

    Dimitri tan solo se limitó a hacer algunos ademanes en los que eestaba de acuerdo con Giovanni, incluso movió sus manos en ello, pero... — ... No, decepcionante, esa no es la palabra correcta, ¿Qué tal, desagradable? — Dimitri pensó en ello y comenzó a buscar alguna palabra totalmente acorde para poder ayudar a su líder en la descripción de dicho evento.

    — Estoy disgustado, esta angustiada, angustiada y afligida, inconsolable, probablemente consolable, pero yo... — Continuó Giovanni en su dilema con el vocabulario.

    — No me importó particularmente y, francamente, estoy indignado. ¿Qué es? Hum dinger... Qué granero... Estoy nervioso por todo este revuelo.... — Miró a Dimitri y con ello apuntó al desastre en aquel almacén con ambas manos de una manera enfática.

    — ¡¿Qué quieres de mí?! ¡Detente de que estás tratando de confundirme de todos modos! Y no quiero discutir semántica contigo, lo importante es que nadie resultó herido...— menciona mientras Dimitri había hallado el interruptor de las luces, subiendo la intensidad de estas para ver a un grupo de al menos 50 sujetos en el suelo, totalmente destrozados y fuera de combate, algunos quizás habían muerto, otros fácilmente estaban inconscientes. —... nadie que cuente...— Agregó Gio al ver la escena con gran indiferencia.

    —En serio, nunca los entenderé... tipos sentimentales....— Se estaba vistiendo colocando su camisa de vestir nuevamente para emprender la retirada hasta que... —¡No mis gemelos! ¡Ayúdame a encontrarlos!— en el tumulto de la pelea con aquella banda, había perdido las mancuernillas de oro que un tiempo atrás su hermano Flavio le había regalado. Dimitri en ningún momento tuvo la oportunidad de dialogar, tan solo se mantuv al borde de haerlo, pero Gio siempre añadía algo más. >>
    [Masacre] << Una tremenda escandalera se oyó a través de los muros de ladrillo rojo, los cuales retumbaban cada vez que el impacto de los cuerpos se encontraban con su sólida y fría superficie, raspando así la piel de los que tuvieron el infortunio de encontrars cara a cara con aquella sólida estructura. Era un milagro que no se desprendieran los bloques debido a la fuerza con que los mismos cuerpos impactaban, pues las cajas de madera cedieron hasta despedazarse y regar todo el producto que contenían. Leves pujidos se escapaban de los labios de aquellos que fueron amedrentados por la fuerza de los dos individuos que buscaban doblegar en un intento por intimidarles, pretendiendo arrebatarles territorio y clientes. Algunos pudieron salir a través de las ventanas que se hicieron añicos por la fuerza de proyección. Incluso la pequeña puerta de acceso se había doblado al quebrarse la madera por el medio, dejando aquella puerta totalmente inútil. Y junto con el sonar de los huesos romperse, las telas desgarrarse y la sangre escaparse de sus cuerpos, hacía de aquella escandalera una sinfonía de destrucción y violencia. Giovanni y Dimitri se hallaban en el centro de aquel almacén habían tenido un momento difícil el cual se habían enfrentado a varios sujetos de los cuales no respondieron a sus preguntas, parecían bastante empeñados en terminar con ellos. Y, repentinamente, reinó el silencio que cualquier cosa, incluso el simple paso de una hormiga haría tanto escándalo que se haría evidente. —Hmm, bueno... ese fue un giro desafortunado de los acontecimientos, lago menos que ideal... — comenzó Giovanni con cierto desdén. Dimitri estuvo a punto de hablar pero fue interceptado por la continuación del jefe. — ... quiero decir, fue un asunto bastante decepcionante, ¿No crees? — Buscaba la aprobación de su compañero. Dimitri tan solo se limitó a hacer algunos ademanes en los que eestaba de acuerdo con Giovanni, incluso movió sus manos en ello, pero... — ... No, decepcionante, esa no es la palabra correcta, ¿Qué tal, desagradable? — Dimitri pensó en ello y comenzó a buscar alguna palabra totalmente acorde para poder ayudar a su líder en la descripción de dicho evento. — Estoy disgustado, esta angustiada, angustiada y afligida, inconsolable, probablemente consolable, pero yo... — Continuó Giovanni en su dilema con el vocabulario. — No me importó particularmente y, francamente, estoy indignado. ¿Qué es? Hum dinger... Qué granero... Estoy nervioso por todo este revuelo.... — Miró a Dimitri y con ello apuntó al desastre en aquel almacén con ambas manos de una manera enfática. — ¡¿Qué quieres de mí?! ¡Detente de que estás tratando de confundirme de todos modos! Y no quiero discutir semántica contigo, lo importante es que nadie resultó herido...— menciona mientras Dimitri había hallado el interruptor de las luces, subiendo la intensidad de estas para ver a un grupo de al menos 50 sujetos en el suelo, totalmente destrozados y fuera de combate, algunos quizás habían muerto, otros fácilmente estaban inconscientes. —... nadie que cuente...— Agregó Gio al ver la escena con gran indiferencia. —En serio, nunca los entenderé... tipos sentimentales....— Se estaba vistiendo colocando su camisa de vestir nuevamente para emprender la retirada hasta que... —¡No mis gemelos! ¡Ayúdame a encontrarlos!— en el tumulto de la pelea con aquella banda, había perdido las mancuernillas de oro que un tiempo atrás su hermano Flavio le había regalado. Dimitri en ningún momento tuvo la oportunidad de dialogar, tan solo se mantuv al borde de haerlo, pero Gio siempre añadía algo más. >>
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  • Valerian se adentra en el Jardín Fantasma, donde todo parece envuelto en una quietud irreal. Un vaho fragante se arremolina a su alrededor, como un suspiro persistente de las flores pálidas que se extienden a su paso. Todo es blanco: las hojas, los tallos, las rosas. La monotonía del paisaje, tan perfecta y estéril, comienza a pesar en su espíritu.

    Cada paso que da lo hunde más en una extraña melancolía, como si el jardín fuera un cementerio. No hay pasión en ese lugar, solo una quietud abrumadora.

    En un impulso tan viejo como su vida inmortal, Valerian saca un pequeño alfiler de su cabello y, sin dudarlo, hiere su propia mano. Observa la sangre roja, vibrante, escurrir lentamente por sus dedos.

    Deja caer una única gota sobre una de las rosas. El impacto de su sangre sobre la flor parece resonar en el aire. La rosa blanca comienza a temblar, su tallo se retuerce, y de repente gira, como si estuviera viva. Las hojas danzan, contorsionándose, y la rosa muta en un rojísimo lirio de araña, una mancha escarlata que contrasta con la blancura sofocante del entorno.

    Valerian sonríe levemente, contemplando el resultado de su acción.

    "Una pequeña rebelión".

    Murmura para sí mismo, mientras contempla la mutación con un aire de satisfacción. El lirio de araña parece latir con una vida propia, alimentado por su sangre, como si él hubiera insuflado una parte de su propio espíritu en la flor.
    Valerian se adentra en el Jardín Fantasma, donde todo parece envuelto en una quietud irreal. Un vaho fragante se arremolina a su alrededor, como un suspiro persistente de las flores pálidas que se extienden a su paso. Todo es blanco: las hojas, los tallos, las rosas. La monotonía del paisaje, tan perfecta y estéril, comienza a pesar en su espíritu. Cada paso que da lo hunde más en una extraña melancolía, como si el jardín fuera un cementerio. No hay pasión en ese lugar, solo una quietud abrumadora. En un impulso tan viejo como su vida inmortal, Valerian saca un pequeño alfiler de su cabello y, sin dudarlo, hiere su propia mano. Observa la sangre roja, vibrante, escurrir lentamente por sus dedos. Deja caer una única gota sobre una de las rosas. El impacto de su sangre sobre la flor parece resonar en el aire. La rosa blanca comienza a temblar, su tallo se retuerce, y de repente gira, como si estuviera viva. Las hojas danzan, contorsionándose, y la rosa muta en un rojísimo lirio de araña, una mancha escarlata que contrasta con la blancura sofocante del entorno. Valerian sonríe levemente, contemplando el resultado de su acción. "Una pequeña rebelión". Murmura para sí mismo, mientras contempla la mutación con un aire de satisfacción. El lirio de araña parece latir con una vida propia, alimentado por su sangre, como si él hubiera insuflado una parte de su propio espíritu en la flor.
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  • ¿Como se supone que haga ahora? ¿Como se movera si tendrá que mantenerse acostada? Sobre todo para ir a hacer sus necesidades, de alguna forma necesitaba hacerlo, observó las muletas que estaba apoyada a su costado, recostado en la pared. El doctor habría dicho que con eso le ayudará a moverse cuando requiera salir para algún sitio.

    Ya estaba cansada de estar en cama, quería ir a divertirse, aunque dudaba mucho que podría hacer algo teniendo en cuenta de su pierna en recuperación. Tampoco lo pensó, así que decidió tomar las muletas con ambos brazos, ¿Sabe usar muletas? No, no pero puede intentar, solto un suave suspiro, antes de incorporarse con la ayuda de sus muletas. Sonrió pensado que por fin podría levantarse de aquella cama, soltando una carcajada. Pero lo que nunca que pensó es que su cuerpo se inclinaba hacia adelante, sus ojos se abrieron completo por el susto, su corazón latía rápidamente— ¿Eh? ¡Oooh, Oooh, Oooh, aaaah! — Cae el suelo haciendo que también hacen que las muletas caigan a sus costados, ambas muletas causaron un sonido al impactar contra el piso.

    Soltó un suspiro, genial. No sabe cómo usar las muletas. ¿Se quedará en el piso tirada? Sí, no puede fincar su pie vendada, menos hacer un esfuerzo y tratar de volver a ir a la cama por su cuenta.

    ¿Como se supone que haga ahora? ¿Como se movera si tendrá que mantenerse acostada? Sobre todo para ir a hacer sus necesidades, de alguna forma necesitaba hacerlo, observó las muletas que estaba apoyada a su costado, recostado en la pared. El doctor habría dicho que con eso le ayudará a moverse cuando requiera salir para algún sitio. Ya estaba cansada de estar en cama, quería ir a divertirse, aunque dudaba mucho que podría hacer algo teniendo en cuenta de su pierna en recuperación. Tampoco lo pensó, así que decidió tomar las muletas con ambos brazos, ¿Sabe usar muletas? No, no pero puede intentar, solto un suave suspiro, antes de incorporarse con la ayuda de sus muletas. Sonrió pensado que por fin podría levantarse de aquella cama, soltando una carcajada. Pero lo que nunca que pensó es que su cuerpo se inclinaba hacia adelante, sus ojos se abrieron completo por el susto, su corazón latía rápidamente— ¿Eh? ¡Oooh, Oooh, Oooh, aaaah! — Cae el suelo haciendo que también hacen que las muletas caigan a sus costados, ambas muletas causaron un sonido al impactar contra el piso. Soltó un suspiro, genial. No sabe cómo usar las muletas. ¿Se quedará en el piso tirada? Sí, no puede fincar su pie vendada, menos hacer un esfuerzo y tratar de volver a ir a la cama por su cuenta.
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  • —No se le ha acabado de pasar el impacto que los piropos de Husk tenían sobre él—

    #HazbinHotel
    —No se le ha acabado de pasar el impacto que los piropos de [barcat75] tenían sobre él— #HazbinHotel
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  • 𖨂 𝘛𝘩𝘦 𝘧𝘪𝘳𝘴𝘵 𝘵𝘪𝘮𝘦. ㅤ ; ㅤFB - Texas. (c/ Caleb Galloway)
    Fandom Lord Seventh ; AHS
    Categoría Slice of Life
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona.

    ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena.

    ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados.

    ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba.

    ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso.
    Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie.

    ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa.
    No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento.

    ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable.

    ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos.

    ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra.

    ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura.

    ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera.

    ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente.

    ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él.

    ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí?

    ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían.

    Caleb Galloway
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona. ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena. ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados. ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba. ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso. Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie. ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa. No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento. ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable. ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos. ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra. ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura. ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera. ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente. ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él. ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí? ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían. [Otterlie_gj]
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  • (Analepsis.)

    "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏𝒛𝒂" _ 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 1

    Se había vengado. ¿Por qué entonces se sentía tan vacío?

    Aquella mañana había salido a recolectar madera, tal como su madre le había pedido; era necesaria para calentar el hogar por las noches y para preparar la comida. Su vida era sencilla; no necesitaba más. Tenía una familia que lo amaba, y para él, eso era suficiente. Lo querían como si fuera de su propia sangre. Al haberse convertido en el mayor de los cuatro hermanos, asumió la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos de cualquier amenaza.

    Se agachaba para coger otra rama cuando lo olió. Ese olor pesado que dejaba un regusto metálico en la boca: sangre. Se incorporó y dejó caer la carga de madera que había recogido, desperdigando todo su esfuerzo por el suelo. Corrió. Corrió hasta que sus pulmones ardieron por el esfuerzo. Recordó esa misma sensación que había experimentado años atrás, cuando siendo un zorro, había huido de las llamas. El olor se hacía cada vez más intenso.

    —No, no, no... —murmuraba sin dejar de correr, sintiendo cómo su mandíbula se tensaba con cada segundo.

    Llegó al claro donde se encontraba su pequeña casa, respirando de forma irregular, con una mano en el pecho, luchando contra las náuseas. La lluvia comenzó a caer tímidamente, como si presagiara la tragedia, intensificándose a medida que pasaban los minutos.

    Caminaba apresuradamente hacia la casa, tropezando varias veces en el trayecto, mientras su mente iba más rápido de lo que su cuerpo podía seguir. Cuando llegó, la puerta estaba abierta, y el hedor de la sangre le impacto como una bofetada en la cara, haciéndole sentir que iba a devolver lo que había desayunado esa mañana. Se acercó y asomó la cabeza, encontrando una escena grotesca.

    Su respiración, agitada, se cortó de golpe, como si el filo de un cuchillo hubiese cortado el conducto que llevaba de aire sus pulmones. Su padre yacía boca abajo en el suelo, inmóvil, en un charco de sangre. En su mano sostenía una hoz impecable, lo que indicaba que ni siquiera había tenido la oportunidad de defenderse. Al fondo su madre, aferrada sobre los cuerpos de sus tres hermanos, como si hubiera intentado protegerlos a toda costa, sin éxito. Al igual que su padre, todos tenían múltiples heridas, incompatibles con la vida. Kazuo cayó de rodillas, impotente ante la escena. Un grito contenido salió de su garganta, desgarrador, sintiendo cómo su voz arañaba su traquea por dentro.

    Estaban muertos. Su amada familia estaba muerta. "¿Por qué?, ¿Por qué ellos?, ¿Qué habían hecho?". Las preguntas se agolpaban en la mente del zorro, entrando en un bucle inconexo mientras intentaba comprender lo sucedido. La tristeza se entrelazaba con una furia creciente, una furia que hacía brotar llamas azules a su alrededor mientras este se ponía en pie. Las llamas emitían un calor abrasador y voraz. La madera bajo sus pies crepitaba, y pronto la casa que había sido su hogar ardió engullida por las llamas. Kazuo caminó fuera lentamente, con el rostro empapado por la lluvia y sus lágrimas. Por primera vez, sus ojos habían perdido ese brillo característico, esa luz que los hacía tan especiales. Su cuerpo comenzó a transformarse. Las llamas danzaban por su piel, dejando una estela de pelaje color de luna, blanco y brillante. Su tamaño aumentó hasta que una criatura celestial emergió de las llamas: un gigantesco zorro blanco con dos colas oscilantes. Después tantos años su instinto lo había devuelto a su forma más primitiva, y también más poderosa.

    Olfateó el aire, y de inmediato su rostro se dirigió hacia una dirección concreta. Un gruñido gutural resonó en el bosque, proveniente de su pecho. Tras eso emprende una frenética carrera en esa dirección, donde había detectado el rastro de los culpables de tal agravio. Flanqueado por sus llamas color zafiro, este corría a través del bosque de una forma rápida y salvaje. Su juicio, nublado por la rabia, solo podía pensar en una cosa: "venganza".
    (Analepsis.) "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏𝒛𝒂" _ 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 1 Se había vengado. ¿Por qué entonces se sentía tan vacío? Aquella mañana había salido a recolectar madera, tal como su madre le había pedido; era necesaria para calentar el hogar por las noches y para preparar la comida. Su vida era sencilla; no necesitaba más. Tenía una familia que lo amaba, y para él, eso era suficiente. Lo querían como si fuera de su propia sangre. Al haberse convertido en el mayor de los cuatro hermanos, asumió la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos de cualquier amenaza. Se agachaba para coger otra rama cuando lo olió. Ese olor pesado que dejaba un regusto metálico en la boca: sangre. Se incorporó y dejó caer la carga de madera que había recogido, desperdigando todo su esfuerzo por el suelo. Corrió. Corrió hasta que sus pulmones ardieron por el esfuerzo. Recordó esa misma sensación que había experimentado años atrás, cuando siendo un zorro, había huido de las llamas. El olor se hacía cada vez más intenso. —No, no, no... —murmuraba sin dejar de correr, sintiendo cómo su mandíbula se tensaba con cada segundo. Llegó al claro donde se encontraba su pequeña casa, respirando de forma irregular, con una mano en el pecho, luchando contra las náuseas. La lluvia comenzó a caer tímidamente, como si presagiara la tragedia, intensificándose a medida que pasaban los minutos. Caminaba apresuradamente hacia la casa, tropezando varias veces en el trayecto, mientras su mente iba más rápido de lo que su cuerpo podía seguir. Cuando llegó, la puerta estaba abierta, y el hedor de la sangre le impacto como una bofetada en la cara, haciéndole sentir que iba a devolver lo que había desayunado esa mañana. Se acercó y asomó la cabeza, encontrando una escena grotesca. Su respiración, agitada, se cortó de golpe, como si el filo de un cuchillo hubiese cortado el conducto que llevaba de aire sus pulmones. Su padre yacía boca abajo en el suelo, inmóvil, en un charco de sangre. En su mano sostenía una hoz impecable, lo que indicaba que ni siquiera había tenido la oportunidad de defenderse. Al fondo su madre, aferrada sobre los cuerpos de sus tres hermanos, como si hubiera intentado protegerlos a toda costa, sin éxito. Al igual que su padre, todos tenían múltiples heridas, incompatibles con la vida. Kazuo cayó de rodillas, impotente ante la escena. Un grito contenido salió de su garganta, desgarrador, sintiendo cómo su voz arañaba su traquea por dentro. Estaban muertos. Su amada familia estaba muerta. "¿Por qué?, ¿Por qué ellos?, ¿Qué habían hecho?". Las preguntas se agolpaban en la mente del zorro, entrando en un bucle inconexo mientras intentaba comprender lo sucedido. La tristeza se entrelazaba con una furia creciente, una furia que hacía brotar llamas azules a su alrededor mientras este se ponía en pie. Las llamas emitían un calor abrasador y voraz. La madera bajo sus pies crepitaba, y pronto la casa que había sido su hogar ardió engullida por las llamas. Kazuo caminó fuera lentamente, con el rostro empapado por la lluvia y sus lágrimas. Por primera vez, sus ojos habían perdido ese brillo característico, esa luz que los hacía tan especiales. Su cuerpo comenzó a transformarse. Las llamas danzaban por su piel, dejando una estela de pelaje color de luna, blanco y brillante. Su tamaño aumentó hasta que una criatura celestial emergió de las llamas: un gigantesco zorro blanco con dos colas oscilantes. Después tantos años su instinto lo había devuelto a su forma más primitiva, y también más poderosa. Olfateó el aire, y de inmediato su rostro se dirigió hacia una dirección concreta. Un gruñido gutural resonó en el bosque, proveniente de su pecho. Tras eso emprende una frenética carrera en esa dirección, donde había detectado el rastro de los culpables de tal agravio. Flanqueado por sus llamas color zafiro, este corría a través del bosque de una forma rápida y salvaje. Su juicio, nublado por la rabia, solo podía pensar en una cosa: "venganza".
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  • Iona, conocida entre unos pocos como Lepus, es una entidad mística que elige cuándo y cómo revelarse a los humanos. Habita en la ciudad moderna, oculta entre la multitud, pero su verdadera naturaleza solo es perceptible bajo condiciones muy particulares. Existen varias formas en las que alguien puede verla o interactuar con ella:

    1. Cuando ella lo decide: Iona controla cuándo desea ser vista. Si decide mostrarse, lo hará con intención, permitiendo que una persona la perciba. Sin embargo, su presencia no es fácil de retener en la memoria: aquellos que la ven suelen olvidarla poco después, como si su mente se negase a reconocer lo sobrenatural de su existencia.

    2. Buscando sus servicios: Hay quienes, sin saber cómo, encuentran el camino hacia su tienda de flores, atraídos por la necesidad de olvidar algo: un recuerdo doloroso, un secreto imposible de cargar, o la esperanza de liberarse de un pasado que los atormenta. Estas personas no saben conscientemente que buscan a Iona, pero el destino parece guiarlos hasta su puerta. Al cruzar el umbral de su tienda, sienten una extraña familiaridad, aunque el cómo llegaron hasta allí se disuelve en un vacío de memoria.

    3. Iona te encuentra: En ocasiones, Iona misma toma la iniciativa. Si su papel como guardiana del olvido es necesario, puede aparecer en la vida de alguien sin previo aviso. A veces lo hace a través de sutiles señales, otras, de manera más directa. Su llegada puede manifestarse en sueños o en momentos de confusión, dejando una huella difícil de definir pero imposible de ignorar.

    4. A través de un ritual: Solo aquellos que conocen el verdadero nombre de Iona y los secretos de la constelación Lepus pueden invocarla mediante un ritual esotérico. Este ritual requiere precisión y ciertos objetos específicos, como una máscara de conejo, para llamarla. Si la invocación es realizada correctamente, Iona siempre aparece. Sin embargo, sus servicios como guardiana del olvido tienen un precio, aunque este no siempre es de naturaleza tangible.

    Independientemente de cómo ocurra el encuentro, Iona siempre es la que tiene el control. La mayoría de las personas que interactúan con ella no son plenamente conscientes de su naturaleza ni del impacto que tiene en sus vidas, y cuando el trabajo de Iona concluye, el olvido vuelve a sellar la experiencia, tal y como ella lo prefiere.
    Iona, conocida entre unos pocos como Lepus, es una entidad mística que elige cuándo y cómo revelarse a los humanos. Habita en la ciudad moderna, oculta entre la multitud, pero su verdadera naturaleza solo es perceptible bajo condiciones muy particulares. Existen varias formas en las que alguien puede verla o interactuar con ella: 1. Cuando ella lo decide: Iona controla cuándo desea ser vista. Si decide mostrarse, lo hará con intención, permitiendo que una persona la perciba. Sin embargo, su presencia no es fácil de retener en la memoria: aquellos que la ven suelen olvidarla poco después, como si su mente se negase a reconocer lo sobrenatural de su existencia. 2. Buscando sus servicios: Hay quienes, sin saber cómo, encuentran el camino hacia su tienda de flores, atraídos por la necesidad de olvidar algo: un recuerdo doloroso, un secreto imposible de cargar, o la esperanza de liberarse de un pasado que los atormenta. Estas personas no saben conscientemente que buscan a Iona, pero el destino parece guiarlos hasta su puerta. Al cruzar el umbral de su tienda, sienten una extraña familiaridad, aunque el cómo llegaron hasta allí se disuelve en un vacío de memoria. 3. Iona te encuentra: En ocasiones, Iona misma toma la iniciativa. Si su papel como guardiana del olvido es necesario, puede aparecer en la vida de alguien sin previo aviso. A veces lo hace a través de sutiles señales, otras, de manera más directa. Su llegada puede manifestarse en sueños o en momentos de confusión, dejando una huella difícil de definir pero imposible de ignorar. 4. A través de un ritual: Solo aquellos que conocen el verdadero nombre de Iona y los secretos de la constelación Lepus pueden invocarla mediante un ritual esotérico. Este ritual requiere precisión y ciertos objetos específicos, como una máscara de conejo, para llamarla. Si la invocación es realizada correctamente, Iona siempre aparece. Sin embargo, sus servicios como guardiana del olvido tienen un precio, aunque este no siempre es de naturaleza tangible. Independientemente de cómo ocurra el encuentro, Iona siempre es la que tiene el control. La mayoría de las personas que interactúan con ella no son plenamente conscientes de su naturaleza ni del impacto que tiene en sus vidas, y cuando el trabajo de Iona concluye, el olvido vuelve a sellar la experiencia, tal y como ella lo prefiere.
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