• Las bisagras se quejaron cuando la puerta se abrió de un golpe seco. El mercenario entró sin pedir permiso, la capa húmeda arrastrando polvo y barro. Tras de sí, arrastraba un saco que dejó caer con violencia sobre la alfombra. El impacto fue húmedo, pesado, y del interior se deslizó un brazo rígido, con la piel aún tibia y las uñas ennegrecidas por la sangre seca. El hedor llenó la sala.
    -El pago.
    Las bisagras se quejaron cuando la puerta se abrió de un golpe seco. El mercenario entró sin pedir permiso, la capa húmeda arrastrando polvo y barro. Tras de sí, arrastraba un saco que dejó caer con violencia sobre la alfombra. El impacto fue húmedo, pesado, y del interior se deslizó un brazo rígido, con la piel aún tibia y las uñas ennegrecidas por la sangre seca. El hedor llenó la sala. -El pago.
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  • 𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒]

    Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio.

    Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él.

    𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞

    Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero.

    𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞

    Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello.

    Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro.

    El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞

    Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞

    La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞

    Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa.

    Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
    𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒] Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio. Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él. 𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞ Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero. 𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞ Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello. Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro. El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞ Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞ La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞ Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa. Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
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    Isshiki Ōtsutsuki vs Yhwach
    Choque de dos deidades del poder absoluto

    Escenario
    La batalla ocurre en una dimensión desolada, un vacío cósmico donde el tiempo parece fragmentarse y el espacio se rompe con cada paso. Cubos negros de Daikokuten flotan alrededor de Isshiki, mientras Yhwach abre grietas en la realidad con la presencia de su Almighty, distorsionando futuros y destinos.

    El Choque
    Isshiki desciende con su mirada de Dojutsu, reduciendo armas y estructuras a polvo en segundos, mientras despliega sus cubos dimensionales. Yhwach, sin inmutarse, observa cada futuro posible con el Almighty, esquivando y contrarrestando los ataques antes de que sucedan.
    El primer choque ocurre cuando Isshiki lanza una lluvia de proyectiles reducidos a microscópicos que vuelven a su tamaño original al impactar, pero Yhwach los corta con una espada espiritual forjada en pura energía de oscuridad azulada.

    Habilidades
    ✡ Isshiki Ōtsutsuki (Boruto)
    ♦ Sukunahikona: Reduce cualquier objeto a tamaño microscópico.
    ♦ Daikokuten: Almacena objetos en una dimensión atemporal y los invoca al instante.
    ♦ Fuerza y velocidad sobrehumanas: Supera con facilidad a los shinobis más poderosos.
    ♦ Regeneración y resistencia alienígena.

    ♕ Yhwach (Bleach TYBW)
    ✸ The Almighty: Control absoluto sobre todos los futuros posibles; conoce y cambia los resultados de cualquier evento.
    ✸ Absorción de poder: Puede robar habilidades y fuerza vital de otros.
    ✸ Durabilidad y fuerza divina: Cuerpo casi imposible de destruir.
    ✸ Manipulación espiritual: Control sobre reishi para crear armas, barreras y reconstruir su cuerpo.
    ⚔️ Isshiki Ōtsutsuki vs Yhwach ⚔️ Choque de dos deidades del poder absoluto 🌌 Escenario La batalla ocurre en una dimensión desolada, un vacío cósmico donde el tiempo parece fragmentarse y el espacio se rompe con cada paso. Cubos negros de Daikokuten flotan alrededor de Isshiki, mientras Yhwach abre grietas en la realidad con la presencia de su Almighty, distorsionando futuros y destinos. 🔥 El Choque Isshiki desciende con su mirada de Dojutsu, reduciendo armas y estructuras a polvo en segundos, mientras despliega sus cubos dimensionales. Yhwach, sin inmutarse, observa cada futuro posible con el Almighty, esquivando y contrarrestando los ataques antes de que sucedan. El primer choque ocurre cuando Isshiki lanza una lluvia de proyectiles reducidos a microscópicos que vuelven a su tamaño original al impactar, pero Yhwach los corta con una espada espiritual forjada en pura energía de oscuridad azulada. 🌀 Habilidades ✡ Isshiki Ōtsutsuki (Boruto) ♦ Sukunahikona: Reduce cualquier objeto a tamaño microscópico. ♦ Daikokuten: Almacena objetos en una dimensión atemporal y los invoca al instante. ♦ Fuerza y velocidad sobrehumanas: Supera con facilidad a los shinobis más poderosos. ♦ Regeneración y resistencia alienígena. ♕ Yhwach (Bleach TYBW) ✸ The Almighty: Control absoluto sobre todos los futuros posibles; conoce y cambia los resultados de cualquier evento. ✸ Absorción de poder: Puede robar habilidades y fuerza vital de otros. ✸ Durabilidad y fuerza divina: Cuerpo casi imposible de destruir. ✸ Manipulación espiritual: Control sobre reishi para crear armas, barreras y reconstruir su cuerpo.
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  • Los años 50s, sin duda una época llena de glamour, buena música e innovación, así como también el despertar de la Guerra Fría y algunos movimientos sociales y políticos.

    Lianna en aquella época se había ausentado un rato de los matrimonios, en su lugar había descubierto una fascinación por el mundo de la salud, no porque realmente le importaran las personas, sino por la curiosidad que le causaba entender la ciencia de las enfermedades, cómo afectaban a la fisiología, la psicología y las emociones humanas en las personas... sin contar la sangre que provenía de ellos.

    En 1952, un caso llegó a sus manos. Un hombre joven, de unos 30 años, fue ingresado en el hospital con síntomas que desconcertaron a los médicos: fiebre alta, debilidad muscular y parálisis progresiva. Los diagnósticos iniciales apuntaban a una infección viral, pero el cuadro clínico no encajaba con ninguna enfermedad conocida.

    Lianna, con su aguda observación, notó algo peculiar en el paciente. Sus ojos, aunque febrilmente nublados, mostraban una desesperación profunda. No solo sufría físicamente; su mente estaba atrapada en un laberinto de terror y confusión.

    Tras semanas de estudios e investigación, Lianna llegó a una conclusión : el hombre padecía una rara fiebre hemorrágica, posiblemente relacionada con una variante desconocida del virus de la influenza. Pero lo que realmente la cautivó fue el impacto psicológico de la enfermedad. La parálisis no solo afectaba su cuerpo, sino también su mente, sumiéndolo en una angustia existencial.

    Lianna comenzó a experimentar con el paciente, administrándole dosis controladas de sedantes y estimulantes para observar sus reacciones. Quería entender cómo la mente humana respondía al sufrimiento extremo, cómo el dolor físico podía desencadenar una tormenta emocional y psicológica.

    Una noche, mientras el paciente deliraba por la fiebre, Lianna se acercó a él. Sus palabras eran incoherentes, pero en medio del delirio, mencionó algo que la hizo emocionarse: "No quiero morir... pero el dolor... el dolor me consume". Fue en ese momento que Lianna comprendió la profundidad del sufrimiento humano, una comprensión que solo alguien como ella, con su naturaleza vampírica, podía alcanzar.

    El paciente murió días después, su cuerpo consumido por la fiebre y su mente perdida en la oscuridad. Pero para Lianna, su muerte no fue en vano. Había obtenido lo que buscaba: algo por el cual "vivir y experimentar" el sufrimiento de otros sería su placer.

    — Los humanos...son tan susceptibles.

    A partir de ese momento, Lianna se dedicó a estudiar enfermedades raras y sus efectos psicológicos.

    #Semanaderecuerdos
    Los años 50s, sin duda una época llena de glamour, buena música e innovación, así como también el despertar de la Guerra Fría y algunos movimientos sociales y políticos. Lianna en aquella época se había ausentado un rato de los matrimonios, en su lugar había descubierto una fascinación por el mundo de la salud, no porque realmente le importaran las personas, sino por la curiosidad que le causaba entender la ciencia de las enfermedades, cómo afectaban a la fisiología, la psicología y las emociones humanas en las personas... sin contar la sangre que provenía de ellos. En 1952, un caso llegó a sus manos. Un hombre joven, de unos 30 años, fue ingresado en el hospital con síntomas que desconcertaron a los médicos: fiebre alta, debilidad muscular y parálisis progresiva. Los diagnósticos iniciales apuntaban a una infección viral, pero el cuadro clínico no encajaba con ninguna enfermedad conocida. Lianna, con su aguda observación, notó algo peculiar en el paciente. Sus ojos, aunque febrilmente nublados, mostraban una desesperación profunda. No solo sufría físicamente; su mente estaba atrapada en un laberinto de terror y confusión. Tras semanas de estudios e investigación, Lianna llegó a una conclusión : el hombre padecía una rara fiebre hemorrágica, posiblemente relacionada con una variante desconocida del virus de la influenza. Pero lo que realmente la cautivó fue el impacto psicológico de la enfermedad. La parálisis no solo afectaba su cuerpo, sino también su mente, sumiéndolo en una angustia existencial. Lianna comenzó a experimentar con el paciente, administrándole dosis controladas de sedantes y estimulantes para observar sus reacciones. Quería entender cómo la mente humana respondía al sufrimiento extremo, cómo el dolor físico podía desencadenar una tormenta emocional y psicológica. Una noche, mientras el paciente deliraba por la fiebre, Lianna se acercó a él. Sus palabras eran incoherentes, pero en medio del delirio, mencionó algo que la hizo emocionarse: "No quiero morir... pero el dolor... el dolor me consume". Fue en ese momento que Lianna comprendió la profundidad del sufrimiento humano, una comprensión que solo alguien como ella, con su naturaleza vampírica, podía alcanzar. El paciente murió días después, su cuerpo consumido por la fiebre y su mente perdida en la oscuridad. Pero para Lianna, su muerte no fue en vano. Había obtenido lo que buscaba: algo por el cual "vivir y experimentar" el sufrimiento de otros sería su placer. — Los humanos...son tan susceptibles. A partir de ese momento, Lianna se dedicó a estudiar enfermedades raras y sus efectos psicológicos. #Semanaderecuerdos
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  • 𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐄𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    Los cielos sangraban. Columnas humeantes y cenizas ascendían hasta perderse en la noche, mientras los gritos de guerra resonaban como ecos que rasgaban la noche. Fuego y oscuridad fundidos en uno solo.

    Entre las ruinas, un carro de guerra se abría paso entre los escombros, atravesando una ciudad que estaba condenada y que pronto, lo único que quedaría de ella era un nombre y un recuerdo distante. El suelo temblaba bajo sus ruedas, que esquivaban flechas, espadas, cuerpos y piedras que caían a su alrededor.

    Las llamas recortaron la silueta cálida de un jinete que se abalanzó por el costado del carro. Su espada descendió con furia contra el escudo del héroe abordo, haciéndolo vibrar como un trueno cruzando en el cielo al absorber el impacto.

    El héroe alzó su brazo, arrastrando ambas armas y dejando el espacio suficiente para que el filo de bronce celestial de su espada abriera el abdomen desprotegido del jinete, que cayó desplomado de su montura.

    ────¡Rápido! –gruñó a su compañero que sujetaba las riendas– Tenemos que salir de aquí.

    ────No falta mucho para que lleguemos. Acates nos está esperando del otro lado.

    A lo lejos, la muralla se erigió sobre la ciudad. Un gigante imperturbable a la masacre que se suscitó en el interior de sus muros. El héroe apretó el puño.

    No había podido salvar a su gente. Ni a su ciudad. Ellos los habían abordado durante la noche, arrancándoles la vida en medio de sus sueños. Que tontos, que ilusos fueron al creer que tenían la victoria en sus manos.

    «Más rápido».

    Las enormes puertas del norte estaban abiertas de par en par. Una última oportunidad. El viento silbaba entre las llamas. La ciudad ardía a su alrededor convertida en una tumba. Su tumba.

    ────¡Los muelles cayeron! –su compañero apretó los dientes. Las ruedas saltaron sobre los escombros–. Tomaremos el río subterráneo. Si no nos traga primero, nos escupirá libres a...

    El aire silbó. Un destello de hierro.

    No pudo terminar. Una lanza afilada atravesó su pecho y su grito se quebró en la sangre. Su cuerpo trastabilló y rodó sin vida al suelo.

    Se quedó helado. Todo a su alrededor parecía desvanecerse: el choque de las espadas, las flechas surcando la noche, el rugido de las llamas. Solo escuchaba el golpe seco del cuerpo de su amigo contra las piedras, repitiéndose una y otra vez.

    «No».

    El héroe se inclinó y jaló las riendas con un rugido de furia. Los caballos relincharon, encabritándose y por un instante, el carro se elevó entre la cenizas antes de detenerse en seco.

    El héroe saltó del carro y corrió hacia su compañero caído. Sus dedos, helados y temblorosos, retiraron el casco de su cabeza y apretaron con fuerza aquella mano que pronto comenzaba a enfriarse.

    Su compañero, el hombre que había compartido con él tantas batallas. El que sabía cuándo callar. Cuándo reírse de la muerte para no dejarse tragar por el miedo a ella. Un hermano forjado en el campo de batalla y que en ese momento, se le escapaba de entre los dedos.

    «No...»

    En el borde de la plaza central, una figura gloriosa se alzó entre las sombras y el fuego. El general Diomedes contemplaba la escena con una calma cruel, mortal. Era un agila majestuosa, vigilando desde lo alto, aguardando el momento de descender sobre su presa.

    ────Ustedes vayan por los demás –ordenó a sus hombres, sin apartar la mirada–. El chico es mío.

    Diomedes se inclinó y arrancó una lanza enemiga del suelo, con un movimiento elegante, solemne. La sostuvo como si fuera el cetro de un heraldo de la muerte y sus labios se curvaron en una sonrisa fría, letal.

    ────¡Ah! No temas hijo de la Tejedora de Engaños –dijo con falsa dulzura. Cada palabra destilando burla–. No sufrirás mucho. Pronto te reunirás con tu pobre amigo en el mundo de los muertos.

    Diomedes arrojó la lanza.

    Una voz femenina resonó en el humo denso, llamando al héroe.

    ────¡Eneas!

    El corazón del héroe latió con fuerza. La lanza cortó el aire, la punta reflejando la ciudad sangrando en ruinas.

    ────¡Eneas!

    Alzó la mirada. Entre la bruma espesa y partículas ardientes de cenizas, una figura avanzaba. La habría reconocido en la más densa oscuridad. Pequeña, grácil. Con su cabello color vino flotando con cada paso, sus sandalias doradas corriendo en el caos.

    Era ella. Aquella mujer que lo crío bajo el disfraz de una dulce nodriza. La que lo escuchó en sus noches más oscuras. La que sostuvo su mano cuando nadie más lo hizo. Su confidente. Su guardiana.

    Afro.

    Y ahora corría hacia el sin pensar en el peligro, su rostro celestial pálido del terror.

    Su madre, la diosa del amor había llegado para salvar a su hijo.
    𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 🔥 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐄𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 Los cielos sangraban. Columnas humeantes y cenizas ascendían hasta perderse en la noche, mientras los gritos de guerra resonaban como ecos que rasgaban la noche. Fuego y oscuridad fundidos en uno solo. Entre las ruinas, un carro de guerra se abría paso entre los escombros, atravesando una ciudad que estaba condenada y que pronto, lo único que quedaría de ella era un nombre y un recuerdo distante. El suelo temblaba bajo sus ruedas, que esquivaban flechas, espadas, cuerpos y piedras que caían a su alrededor. Las llamas recortaron la silueta cálida de un jinete que se abalanzó por el costado del carro. Su espada descendió con furia contra el escudo del héroe abordo, haciéndolo vibrar como un trueno cruzando en el cielo al absorber el impacto. El héroe alzó su brazo, arrastrando ambas armas y dejando el espacio suficiente para que el filo de bronce celestial de su espada abriera el abdomen desprotegido del jinete, que cayó desplomado de su montura. ────¡Rápido! –gruñó a su compañero que sujetaba las riendas– Tenemos que salir de aquí. ────No falta mucho para que lleguemos. Acates nos está esperando del otro lado. A lo lejos, la muralla se erigió sobre la ciudad. Un gigante imperturbable a la masacre que se suscitó en el interior de sus muros. El héroe apretó el puño. No había podido salvar a su gente. Ni a su ciudad. Ellos los habían abordado durante la noche, arrancándoles la vida en medio de sus sueños. Que tontos, que ilusos fueron al creer que tenían la victoria en sus manos. «Más rápido». Las enormes puertas del norte estaban abiertas de par en par. Una última oportunidad. El viento silbaba entre las llamas. La ciudad ardía a su alrededor convertida en una tumba. Su tumba. ────¡Los muelles cayeron! –su compañero apretó los dientes. Las ruedas saltaron sobre los escombros–. Tomaremos el río subterráneo. Si no nos traga primero, nos escupirá libres a... El aire silbó. Un destello de hierro. No pudo terminar. Una lanza afilada atravesó su pecho y su grito se quebró en la sangre. Su cuerpo trastabilló y rodó sin vida al suelo. Se quedó helado. Todo a su alrededor parecía desvanecerse: el choque de las espadas, las flechas surcando la noche, el rugido de las llamas. Solo escuchaba el golpe seco del cuerpo de su amigo contra las piedras, repitiéndose una y otra vez. «No». El héroe se inclinó y jaló las riendas con un rugido de furia. Los caballos relincharon, encabritándose y por un instante, el carro se elevó entre la cenizas antes de detenerse en seco. El héroe saltó del carro y corrió hacia su compañero caído. Sus dedos, helados y temblorosos, retiraron el casco de su cabeza y apretaron con fuerza aquella mano que pronto comenzaba a enfriarse. Su compañero, el hombre que había compartido con él tantas batallas. El que sabía cuándo callar. Cuándo reírse de la muerte para no dejarse tragar por el miedo a ella. Un hermano forjado en el campo de batalla y que en ese momento, se le escapaba de entre los dedos. «No...» En el borde de la plaza central, una figura gloriosa se alzó entre las sombras y el fuego. El general Diomedes contemplaba la escena con una calma cruel, mortal. Era un agila majestuosa, vigilando desde lo alto, aguardando el momento de descender sobre su presa. ────Ustedes vayan por los demás –ordenó a sus hombres, sin apartar la mirada–. El chico es mío. Diomedes se inclinó y arrancó una lanza enemiga del suelo, con un movimiento elegante, solemne. La sostuvo como si fuera el cetro de un heraldo de la muerte y sus labios se curvaron en una sonrisa fría, letal. ────¡Ah! No temas hijo de la Tejedora de Engaños –dijo con falsa dulzura. Cada palabra destilando burla–. No sufrirás mucho. Pronto te reunirás con tu pobre amigo en el mundo de los muertos. Diomedes arrojó la lanza. Una voz femenina resonó en el humo denso, llamando al héroe. ────¡Eneas! El corazón del héroe latió con fuerza. La lanza cortó el aire, la punta reflejando la ciudad sangrando en ruinas. ────¡Eneas! Alzó la mirada. Entre la bruma espesa y partículas ardientes de cenizas, una figura avanzaba. La habría reconocido en la más densa oscuridad. Pequeña, grácil. Con su cabello color vino flotando con cada paso, sus sandalias doradas corriendo en el caos. Era ella. Aquella mujer que lo crío bajo el disfraz de una dulce nodriza. La que lo escuchó en sus noches más oscuras. La que sostuvo su mano cuando nadie más lo hizo. Su confidente. Su guardiana. Afro. Y ahora corría hacia el sin pensar en el peligro, su rostro celestial pálido del terror. Su madre, la diosa del amor había llegado para salvar a su hijo.
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  • ──── Aún resuena en mi mente aquella batalla. Nunca había enfrentado a alguien como él, ni sentido el impacto de un poder tan peculiar, y envolvente. Fue el primero en mucho tiempo en herirme de esa forma. ¿Qué otras sorpresas escondes? Debo admitir, que no me equivoqué contigo. Ansío volver a verte.
    ──── Aún resuena en mi mente aquella batalla. Nunca había enfrentado a alguien como él, ni sentido el impacto de un poder tan peculiar, y envolvente. Fue el primero en mucho tiempo en herirme de esa forma. ¿Qué otras sorpresas escondes? Debo admitir, que no me equivoqué contigo. Ansío volver a verte.
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  • La Cámara del Tercer Guardián: Nymira, la Soberana de las Mareas Emocionales

    La cámara es una cúpula de cristal azul oscuro. El agua flota en el aire como si estuviera viva, formando espirales, esferas y corrientes suspendidas. El suelo refleja no solo sus cuerpos, sino sus emociones más intensas.

    Sin mover un dedo, Nymira convoca esferas líquidas que rodean a Yukine y Lidica. Al tocarlas, cada esfera se convierte en una escena emocional hiperrealista:

    - Yukine ve a Lidica entregándolo al enemigo. La escena es tan vívida que su corazón se acelera, su respiración se corta, y por un instante, duda de ella.

    - Lidica ve a Yukine huyendo del Laberinto, dejándola atrás. Siente traición, abandono, y su cuerpo se tensa como si fuera a atacar.

    Ambos están al borde de enfrentarse entre sí. Nymira no ataca directamente: los obliga a destruirse desde dentro. La cámara amplifica cada emoción, y el agua vibra con sus pensamientos. Cuanto más intensa la emoción, más agresivo se vuelve el entorno.

    Yukine, con esfuerzo, lanza un hechizo de “Separación de Esencia”, que corta temporalmente los vínculos emocionales falsos. Lidica, aferrándose a un recuerdo real —la promesa que Yukine le hizo en la Sala de las Ilusiones— logra romper la ilusión. Pero ambos quedan emocionalmente drenados.

    La cámara comienza a inundarse. El agua sube hasta las rodillas, luego al pecho. Corrientes invisibles arrastran objetos, y el suelo se vuelve resbaladizo. Nymira se funde con el agua, atacando desde múltiples direcciones.

    - Invocando Espectros de Agua: figuras hechas de líquido que adoptan la forma de personas amadas por Yukine y Lidica.

    - Yukine ve a su madre, que lo abraza mientras lo ahoga lentamente.

    - Lidica ve a su hermana, que le pide ayuda mientras la arrastra al fondo.

    - Yukine intenta lanzar hechizos, pero el agua distorsiona las palabras mágicas. Cada intento le cuesta energía vital.

    - Lidica lucha por moverse. Sus dagas son lentas bajo el agua, y cada golpe se siente como si cortara recuerdos.

    Yukine logra lanzar un hechizo de “Claridad Emocional”, que crea una burbuja de aire y lucidez. El costo es alto: su pecho se contrae, su visión se nubla.

    Lidica, con un grito de dolor, destruye los espectros con una onda de energía emocional, pero queda con quemaduras internas provocadas por la presión mágica.

    Para este punto la cámara se había transformado en un océano suspendido. Nymira, ahora convertida en una Serpiente Marina de Emoción Pura, giraba alrededor de Yukine y Lidica, lanzando chorros de agua cargados con recuerdos distorsionados.

    Cada impacto no solo dolía, sino que desestabilizaba la mente.
    Yukine y Lidica estaban al borde del colapso. Sus cuerpos temblaban, sus emociones eran un caos. Nymira se alimentaba de su vínculo, amplificando cada duda, cada herida emocional.

    —“¿Creen que su conexión los salvará? Yo la romperé… y los ahogaré en ella.” —susurró Nymira, con voz líquida.

    Yukine, con voz quebrada, miró a Lidica.

    —“¡Tú me fallaste! ¡Siempre lo supe! ¡Tu lealtad es falsa”

    Lidica, con los ojos llenos de rabia, respondió:

    —“¡Y tú no eres más que un mago débil que se esconde tras una transformación! ¡Nunca confiaste en mí!”

    Yukine lanzó un hechizo de impacto, que golpeó a Lidica y la arrojó contra una columna de agua.

    Lidica se levantó, sangrando, y arrojó una de sus dagas, que rozó el rostro de Yukine.

    Nymira se detuvo. Observaba con deleite. Las emociones eran reales. El vínculo se rompía. Su poder crecía.

    —“Sí… así es como termina. El amor, la confianza… todo se disuelve.”

    Pero entonces, Yukine susurró una palabra mágica que solo Lidica conocía: “Aequor.”

    Lidica sonrió apenas. Era la señal.

    Yukine lanzó un hechizo de protección mental, magia defensiva para liberar la mente del control enemigo, costándole una gran cantidad poder magico, tanto que lo hizo toser sangre, pero esto seria lo necesario para que LIdica, con la mente clara lanzara sus dagas que atravesaron las corrientes emocionales que protegían el núcleo de Nymira.

    Nymira gritó. No entendía. El vínculo no se había roto. Había sido usado como arma.

    —“¡Imposible! ¡No pueden… sentir tanto y aún luchar juntos!”
    Yukine, con voz firme, respondió:

    —“Sentir no es debilidad. Es estrategia.”

    Lidica, con una última pirueta, atravesó el núcleo líquido de Nymira. El agua se congeló por un instante, luego explotó en una lluvia de luz azul.

    La cámara se secó. Yukine y Lidica cayeron al suelo, exhaustos, heridos, pero victoriosos. La puerta final apareció, tallada en cristal y viento.

    —“Nunca pensé que tendría que herirte para salvarnos.” —dijo Yukine, tocando el brazo de Lidica.

    —“Y yo nunca pensé que confiaría en ti… incluso cuando me atacaras.” —respondió ella, con una sonrisa rota.
    La Cámara del Tercer Guardián: Nymira, la Soberana de las Mareas Emocionales La cámara es una cúpula de cristal azul oscuro. El agua flota en el aire como si estuviera viva, formando espirales, esferas y corrientes suspendidas. El suelo refleja no solo sus cuerpos, sino sus emociones más intensas. Sin mover un dedo, Nymira convoca esferas líquidas que rodean a Yukine y Lidica. Al tocarlas, cada esfera se convierte en una escena emocional hiperrealista: - Yukine ve a Lidica entregándolo al enemigo. La escena es tan vívida que su corazón se acelera, su respiración se corta, y por un instante, duda de ella. - Lidica ve a Yukine huyendo del Laberinto, dejándola atrás. Siente traición, abandono, y su cuerpo se tensa como si fuera a atacar. Ambos están al borde de enfrentarse entre sí. Nymira no ataca directamente: los obliga a destruirse desde dentro. La cámara amplifica cada emoción, y el agua vibra con sus pensamientos. Cuanto más intensa la emoción, más agresivo se vuelve el entorno. Yukine, con esfuerzo, lanza un hechizo de “Separación de Esencia”, que corta temporalmente los vínculos emocionales falsos. Lidica, aferrándose a un recuerdo real —la promesa que Yukine le hizo en la Sala de las Ilusiones— logra romper la ilusión. Pero ambos quedan emocionalmente drenados. La cámara comienza a inundarse. El agua sube hasta las rodillas, luego al pecho. Corrientes invisibles arrastran objetos, y el suelo se vuelve resbaladizo. Nymira se funde con el agua, atacando desde múltiples direcciones. - Invocando Espectros de Agua: figuras hechas de líquido que adoptan la forma de personas amadas por Yukine y Lidica. - Yukine ve a su madre, que lo abraza mientras lo ahoga lentamente. - Lidica ve a su hermana, que le pide ayuda mientras la arrastra al fondo. - Yukine intenta lanzar hechizos, pero el agua distorsiona las palabras mágicas. Cada intento le cuesta energía vital. - Lidica lucha por moverse. Sus dagas son lentas bajo el agua, y cada golpe se siente como si cortara recuerdos. Yukine logra lanzar un hechizo de “Claridad Emocional”, que crea una burbuja de aire y lucidez. El costo es alto: su pecho se contrae, su visión se nubla. Lidica, con un grito de dolor, destruye los espectros con una onda de energía emocional, pero queda con quemaduras internas provocadas por la presión mágica. Para este punto la cámara se había transformado en un océano suspendido. Nymira, ahora convertida en una Serpiente Marina de Emoción Pura, giraba alrededor de Yukine y Lidica, lanzando chorros de agua cargados con recuerdos distorsionados. Cada impacto no solo dolía, sino que desestabilizaba la mente. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso. Sus cuerpos temblaban, sus emociones eran un caos. Nymira se alimentaba de su vínculo, amplificando cada duda, cada herida emocional. —“¿Creen que su conexión los salvará? Yo la romperé… y los ahogaré en ella.” —susurró Nymira, con voz líquida. Yukine, con voz quebrada, miró a Lidica. —“¡Tú me fallaste! ¡Siempre lo supe! ¡Tu lealtad es falsa” Lidica, con los ojos llenos de rabia, respondió: —“¡Y tú no eres más que un mago débil que se esconde tras una transformación! ¡Nunca confiaste en mí!” Yukine lanzó un hechizo de impacto, que golpeó a Lidica y la arrojó contra una columna de agua. Lidica se levantó, sangrando, y arrojó una de sus dagas, que rozó el rostro de Yukine. Nymira se detuvo. Observaba con deleite. Las emociones eran reales. El vínculo se rompía. Su poder crecía. —“Sí… así es como termina. El amor, la confianza… todo se disuelve.” Pero entonces, Yukine susurró una palabra mágica que solo Lidica conocía: “Aequor.” Lidica sonrió apenas. Era la señal. Yukine lanzó un hechizo de protección mental, magia defensiva para liberar la mente del control enemigo, costándole una gran cantidad poder magico, tanto que lo hizo toser sangre, pero esto seria lo necesario para que LIdica, con la mente clara lanzara sus dagas que atravesaron las corrientes emocionales que protegían el núcleo de Nymira. Nymira gritó. No entendía. El vínculo no se había roto. Había sido usado como arma. —“¡Imposible! ¡No pueden… sentir tanto y aún luchar juntos!” Yukine, con voz firme, respondió: —“Sentir no es debilidad. Es estrategia.” Lidica, con una última pirueta, atravesó el núcleo líquido de Nymira. El agua se congeló por un instante, luego explotó en una lluvia de luz azul. La cámara se secó. Yukine y Lidica cayeron al suelo, exhaustos, heridos, pero victoriosos. La puerta final apareció, tallada en cristal y viento. —“Nunca pensé que tendría que herirte para salvarnos.” —dijo Yukine, tocando el brazo de Lidica. —“Y yo nunca pensé que confiaría en ti… incluso cuando me atacaras.” —respondió ella, con una sonrisa rota.
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  • El impacto ante la situación que pase con Mark Grayson 士 fue tanta que ni siquiera estuve presente cuando el despertó. Está sentada afuera del hospital mientras sostenía un cigarrillo ( sin encender) entre mis dedos y los acercaba y alejaba de mi boca.°

    –(" Se supone que me prometió que esto no pasaría...")

    –(" Prometió que el estaría bien... Y en lugar de eso tiene la cara destrozada y su cuerpo agotado..")

    ° En ese momento realmente estaba contestandome muchas cosas y una de esas fue.°

    –(" ¿Debería dejarlo?")

    –" ¡No!"

    –(" Eso es más que un no , yo lo amo , prefería morir a dejarlo... Pero no quiero que sus aventuras terminen con el..")

    –"¿Que debo hacer?"

    –(" Quiero que siga con su libertad Pero no quiero que lo maten..")
    El impacto ante la situación que pase con [ripple_green_whale_824] fue tanta que ni siquiera estuve presente cuando el despertó. Está sentada afuera del hospital mientras sostenía un cigarrillo ( sin encender) entre mis dedos y los acercaba y alejaba de mi boca.° 💭–(" Se supone que me prometió que esto no pasaría...") 💭–(" Prometió que el estaría bien... Y en lugar de eso tiene la cara destrozada y su cuerpo agotado..") ° En ese momento realmente estaba contestandome muchas cosas y una de esas fue.° 💭–(" ¿Debería dejarlo?") –" ¡No!" 💭–(" Eso es más que un no , yo lo amo , prefería morir a dejarlo... Pero no quiero que sus aventuras terminen con el..") –"¿Que debo hacer?" 💭–(" Quiero que siga con su libertad Pero no quiero que lo maten..")
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  • {Haku avanzaba con pasos sigilosos, y ligeros. Desde que había dejado de usar los hechizos del libro para disfrazar su apariencia con la de una humana, esa sensación no la abandonaba. La constante presión de ser observada, acechada… cazada. Aquella noche solo había querido caminar, respirar el aire frío de la ciudad vacía. La luna se alzaba más llena con cada noche.}

    {El viento nocturno la envolvió de pronto, obligándola a abrazarse a sí misma, como si quisiera proteger su cuerpo del escalofrío que la atravesó. Entonces escuchó pasos. Lentos. Pesados. No eran humanos. Su piel se erizó por completo. Sabía que estaba en peligro. No pensó demasiado, simplemente echó a correr hacia el único sitio cercano que ofrecía refugio: un callejón angosto, oscuro y apestoso. Un error.}

    {El callejón terminaba en muros altos, sin salida. Maldijo en voz baja, con la respiración agitada, girándose de golpe para retroceder. Pero ya era demasiado tarde. La cosa que la había seguido estaba allí, bloqueando la entrada.}

    {Un monstruo apareció de las sombras, arrastrando su repulsivo cuerpo. Era descomunal, con el torso alargado como una gigantesca escolopendra, y en su extremo, una cabeza monstruosa semejante a la de una mantis. De su garganta escapó un chillido insoportable, mezcla entre el alarido de un cerdo degollado y el frenazo de un camión oxidado. El sonido le desgarró los oídos, obligándola a cubrirse un instante.}

    {La criatura abrió sus mandíbulas dentadas, largas y afiladas como cuchillas, en una mueca de amenaza, como si quisiera disfrutar del pánico de su presa antes de devorarla. Su cuerpo se incorporó lentamente, elevándose sobre sí mismo; la mitad superior se alzó hacia el cielo, mientras la inferior se mantenía firme en el suelo.}

    {Haku retrocedió hasta sentir la pared fría contra su espalda. No tenía su espada. Esta vez no habría nada que la protegiera. Su única opción era la magia, su propia fuerza. Debía actuar con rapidez, porque el monstruo no dudaría, si se dejaba atrapar por el miedo, en cuestión de segundos sería desgarrada y devorada.}

    {Sus dedos temblaron al extender las manos, trazando en el aire los símbolos que conocía de memoria. El monstruo dio un paso. La sombra del cuerpo inmenso la envolvía por completo.}

    {Una esfera luminosa y palpitante, creció entre sus manos. El aire a su alrededor se cargó de energía, levantando polvo y papeles viejos del callejón. El monstruo pareció resentir la fuerza de esa luz, y un crujido ensordecedor salió de su garganta. Se abalanzó, veloz, con sus fauces abiertas.}

    {Haku lanzó el hechizo. Un rayo violeta rasgó la oscuridad, impactando de lleno contra el rostro de la criatura. El aire explotó con un estallido que sacudió los muros. El monstruo se retorció, chillando con furia y dolor, golpeando los muros con tanta fuerza que cayeron fragmentos de piedra.}

    {Solo se enfureció. Y, aunque su piel se había abierto en una herida ardiente que chisporroteaba con magia, seguía avanzando, más rápido, con rabia descontrolada. Haku volvió a alzar sus manos, aunque sabía que un solo error sería suficiente para que aquella bestia la partiera en dos.}

    "Si no lo detengo aquí… nadie podrá hacerlo."

    {La criatura golpeó con una de sus patas delanteras, largas como lanzas, contra el muro a su lado. La piedra estallo y una de ellas rozó el brazo de Haku, abriéndole un corte. Ella contuvo un grito, apretando los dientes, y canalizó ese dolor hacia el círculo de energía que formaba entre sus manos.}

    —¡No pienso convertirme en tu cena!

    {Un segundo círculo mágico apareció bajo sus pies, girando lentamente como una constelación en movimiento.}

    {El monstruo, al percibir la magnitud de lo que estaba a punto de ocurrir, abrió sus fauces en un chillido ensordecedor, y embistió, movido por puro instinto. Sus patas retumbaron contra el suelo como martillos.}

    {Haku alzó sus manos hacia adelante y gritó el conjuro final. La esfera de energía explotó en una lluvia de relámpagos violetas que envolvieron al monstruo de pies a cabeza. El aire se incendió con el fulgor del hechizo. La criatura se agitó con violencia, golpeando muros y suelo, hasta que finalmente, con un crujido, se desplomó en el suelo.}

    {Haku jadeaba, sus rodillas temblaban bajo el peso de la magia gastada. Su cuerpo entero estaba empapado en sudor frío. Finalmente, sin fuerzas, se desplomó en el suelo perdiendo el conocimiento.}
    {Haku avanzaba con pasos sigilosos, y ligeros. Desde que había dejado de usar los hechizos del libro para disfrazar su apariencia con la de una humana, esa sensación no la abandonaba. La constante presión de ser observada, acechada… cazada. Aquella noche solo había querido caminar, respirar el aire frío de la ciudad vacía. La luna se alzaba más llena con cada noche.} {El viento nocturno la envolvió de pronto, obligándola a abrazarse a sí misma, como si quisiera proteger su cuerpo del escalofrío que la atravesó. Entonces escuchó pasos. Lentos. Pesados. No eran humanos. Su piel se erizó por completo. Sabía que estaba en peligro. No pensó demasiado, simplemente echó a correr hacia el único sitio cercano que ofrecía refugio: un callejón angosto, oscuro y apestoso. Un error.} {El callejón terminaba en muros altos, sin salida. Maldijo en voz baja, con la respiración agitada, girándose de golpe para retroceder. Pero ya era demasiado tarde. La cosa que la había seguido estaba allí, bloqueando la entrada.} {Un monstruo apareció de las sombras, arrastrando su repulsivo cuerpo. Era descomunal, con el torso alargado como una gigantesca escolopendra, y en su extremo, una cabeza monstruosa semejante a la de una mantis. De su garganta escapó un chillido insoportable, mezcla entre el alarido de un cerdo degollado y el frenazo de un camión oxidado. El sonido le desgarró los oídos, obligándola a cubrirse un instante.} {La criatura abrió sus mandíbulas dentadas, largas y afiladas como cuchillas, en una mueca de amenaza, como si quisiera disfrutar del pánico de su presa antes de devorarla. Su cuerpo se incorporó lentamente, elevándose sobre sí mismo; la mitad superior se alzó hacia el cielo, mientras la inferior se mantenía firme en el suelo.} {Haku retrocedió hasta sentir la pared fría contra su espalda. No tenía su espada. Esta vez no habría nada que la protegiera. Su única opción era la magia, su propia fuerza. Debía actuar con rapidez, porque el monstruo no dudaría, si se dejaba atrapar por el miedo, en cuestión de segundos sería desgarrada y devorada.} {Sus dedos temblaron al extender las manos, trazando en el aire los símbolos que conocía de memoria. El monstruo dio un paso. La sombra del cuerpo inmenso la envolvía por completo.} {Una esfera luminosa y palpitante, creció entre sus manos. El aire a su alrededor se cargó de energía, levantando polvo y papeles viejos del callejón. El monstruo pareció resentir la fuerza de esa luz, y un crujido ensordecedor salió de su garganta. Se abalanzó, veloz, con sus fauces abiertas.} {Haku lanzó el hechizo. Un rayo violeta rasgó la oscuridad, impactando de lleno contra el rostro de la criatura. El aire explotó con un estallido que sacudió los muros. El monstruo se retorció, chillando con furia y dolor, golpeando los muros con tanta fuerza que cayeron fragmentos de piedra.} {Solo se enfureció. Y, aunque su piel se había abierto en una herida ardiente que chisporroteaba con magia, seguía avanzando, más rápido, con rabia descontrolada. Haku volvió a alzar sus manos, aunque sabía que un solo error sería suficiente para que aquella bestia la partiera en dos.} "Si no lo detengo aquí… nadie podrá hacerlo." {La criatura golpeó con una de sus patas delanteras, largas como lanzas, contra el muro a su lado. La piedra estallo y una de ellas rozó el brazo de Haku, abriéndole un corte. Ella contuvo un grito, apretando los dientes, y canalizó ese dolor hacia el círculo de energía que formaba entre sus manos.} —¡No pienso convertirme en tu cena! {Un segundo círculo mágico apareció bajo sus pies, girando lentamente como una constelación en movimiento.} {El monstruo, al percibir la magnitud de lo que estaba a punto de ocurrir, abrió sus fauces en un chillido ensordecedor, y embistió, movido por puro instinto. Sus patas retumbaron contra el suelo como martillos.} {Haku alzó sus manos hacia adelante y gritó el conjuro final. La esfera de energía explotó en una lluvia de relámpagos violetas que envolvieron al monstruo de pies a cabeza. El aire se incendió con el fulgor del hechizo. La criatura se agitó con violencia, golpeando muros y suelo, hasta que finalmente, con un crujido, se desplomó en el suelo.} {Haku jadeaba, sus rodillas temblaban bajo el peso de la magia gastada. Su cuerpo entero estaba empapado en sudor frío. Finalmente, sin fuerzas, se desplomó en el suelo perdiendo el conocimiento.}
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