• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Por milenios, había sido un espíritu distante, abstraído en su tarea de crear realidades efímeras para los mortales. No sentía apego por nada de lo que soñaba, porque sabía que al despertar, todo desaparecería. Era su maldición y su don: todo lo que amaba solo existía en el espacio entre un latido y otro.

    Hasta que la vio a ella.

    Ella no aparecía en los sueños, porque su esencia no podía ser contenida por lo onírico. Era vida pura, juventud perpetua, energía renovada. Su risa no se disolvía al amanecer. Sus pasos no se desvanecían al abrir los ojos. Ella era real, y eso le dolía a Morfeo de una manera que nunca antes había sentido.

    Este día, como castigo por su padre, dormía, y soñaba.


    >> Comienzo del sueño:

    Todo comenzaba en la casa de los dios, la observó en el Olimpo sirviendo néctar a los dioses, su andar despreocupado, su voz que parecía despertar incluso a las estatuas dormidas. No era solo su belleza, sino la forma en que existía: sin miedo al tiempo, sin miedo al error. Ella era todo lo que los sueños no eran... ella era presente.

    Sin previo aviso, ella lo miró.

    —¿Tú... eres Morfeo? —le preguntó Hebe con una mezcla de sorpresa y ternura.

    Él titubeó. Acostumbrado a ser visto solo en sueños, sentirse mirado en la vigilia lo desarmó.

    —Lo soy. —respondió con voz baja, como si temiera despertar de ella.

    Hebe sonrió, esa sonrisa suya que parecía un amanecer recién inventado.

    —Pensé que solo aparecías cuando uno dormía... Pero creo que te soñé despierta.—

    Fue entonces cuando algo cambió. Morfeo, por primera vez en toda su eternidad, sintió que él era el sueño de alguien más. No un capricho pasajero, sino una ilusión con sentido.

    Ella le enseñaba a reír sin temor al ridículo. Él le mostraba paisajes imposibles, estrellas que bailaban con el mar, cielos que se desbordaban en flores. Morfeo no sabía si estaba robando instantes al destino o si el destino finalmente le estaba sonriendo.

    Y se enamoró. Como solo un dios que nunca había amado puede hacerlo. Sin medida, sin defensa, sin lógica.

    Pero sabía también que Hebe no era suya. No podía encerrarla en un sueño, no podía darle cadenas de eternidad disfrazadas de caricias. Hebe pertenecía a la vida, al ahora, al correr del tiempo que no toca a los dioses, pero que ella hacía danzar a su antojo.

    Fin del sueño <<

    Por milenios, había sido un espíritu distante, abstraído en su tarea de crear realidades efímeras para los mortales. No sentía apego por nada de lo que soñaba, porque sabía que al despertar, todo desaparecería. Era su maldición y su don: todo lo que amaba solo existía en el espacio entre un latido y otro. Hasta que la vio a ella. Ella no aparecía en los sueños, porque su esencia no podía ser contenida por lo onírico. Era vida pura, juventud perpetua, energía renovada. Su risa no se disolvía al amanecer. Sus pasos no se desvanecían al abrir los ojos. Ella era real, y eso le dolía a Morfeo de una manera que nunca antes había sentido. Este día, como castigo por su padre, dormía, y soñaba. >> Comienzo del sueño: Todo comenzaba en la casa de los dios, la observó en el Olimpo sirviendo néctar a los dioses, su andar despreocupado, su voz que parecía despertar incluso a las estatuas dormidas. No era solo su belleza, sino la forma en que existía: sin miedo al tiempo, sin miedo al error. Ella era todo lo que los sueños no eran... ella era presente. Sin previo aviso, ella lo miró. —¿Tú... eres Morfeo? —le preguntó Hebe con una mezcla de sorpresa y ternura. Él titubeó. Acostumbrado a ser visto solo en sueños, sentirse mirado en la vigilia lo desarmó. —Lo soy. —respondió con voz baja, como si temiera despertar de ella. Hebe sonrió, esa sonrisa suya que parecía un amanecer recién inventado. —Pensé que solo aparecías cuando uno dormía... Pero creo que te soñé despierta.— Fue entonces cuando algo cambió. Morfeo, por primera vez en toda su eternidad, sintió que él era el sueño de alguien más. No un capricho pasajero, sino una ilusión con sentido. Ella le enseñaba a reír sin temor al ridículo. Él le mostraba paisajes imposibles, estrellas que bailaban con el mar, cielos que se desbordaban en flores. Morfeo no sabía si estaba robando instantes al destino o si el destino finalmente le estaba sonriendo. Y se enamoró. Como solo un dios que nunca había amado puede hacerlo. Sin medida, sin defensa, sin lógica. Pero sabía también que Hebe no era suya. No podía encerrarla en un sueño, no podía darle cadenas de eternidad disfrazadas de caricias. Hebe pertenecía a la vida, al ahora, al correr del tiempo que no toca a los dioses, pero que ella hacía danzar a su antojo. Fin del sueño <<
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  • Aunque le daba dolor de cabeza llegar hasta Hipnos, se quedó varada en su propio sueño. Rememorando un poco, ella no podía ir donde Hipnos estaba, eso suponía tener un encuentro disgustante, no por el Dios, sino porque se podría cruzar con su primo idiota. Por lo que se sentó en una roca pensativa, en su propio sueño.

    «Si soy una Diosa menor, pero de una generación antes que ellos, podría intentar llamar al Dios Hipnos para habalr... Después de todo será una disculpa totalmente propia, no tengo miedo de pedir disculpas, pero si me enojo, uff.. no quiero ni pebsar que catastrofe puedo hacer; pero si es en son de paz»pendó fuertemente, plasmando sus intenciones.

    Porque estaba claro que tal vez le negarían a Morfeo que llegara hasta ella, esa noche.

    «DIOS DEL SUEÑO, HIPNOS, he aquí Hebe, desea con las mas puras intenciones hablar con usted, por favor, si escucha mi llamado.»pensó adormilada, si se quedaba profundamente dormida, estaba segura que el Dios no saldría de su cabeza hasta que ella le hablase, despues de todo, no iba a sobrevivir en este propio mundo de ensueño de su cabeza
    Aunque le daba dolor de cabeza llegar hasta Hipnos, se quedó varada en su propio sueño. Rememorando un poco, ella no podía ir donde Hipnos estaba, eso suponía tener un encuentro disgustante, no por el Dios, sino porque se podría cruzar con su primo idiota. Por lo que se sentó en una roca pensativa, en su propio sueño. «Si soy una Diosa menor, pero de una generación antes que ellos, podría intentar llamar al Dios Hipnos para habalr... Después de todo será una disculpa totalmente propia, no tengo miedo de pedir disculpas, pero si me enojo, uff.. no quiero ni pebsar que catastrofe puedo hacer; pero si es en son de paz»pendó fuertemente, plasmando sus intenciones. Porque estaba claro que tal vez le negarían a Morfeo que llegara hasta ella, esa noche. «DIOS DEL SUEÑO, HIPNOS, he aquí Hebe, desea con las mas puras intenciones hablar con usted, por favor, si escucha mi llamado.»pensó adormilada, si se quedaba profundamente dormida, estaba segura que el Dios no saldría de su cabeza hasta que ella le hablase, despues de todo, no iba a sobrevivir en este propio mundo de ensueño de su cabeza
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  • La vibra de vitalidad fluyó mucho más fuerte que cualquier otra luciérnaga cercana a ella, mortal, criatura salvaje, bicho, planta... todo lo que la rodeaba fue desplazada a segundo plano, cuando sus ojos celestes como el cielo fueron reemplazados con unos preciosos ojos dorados como el nectar, pudiendo notar ese hilo particular que siempre danzaba flojita en la vida eterna divina. Era ese hilo vital, de Morfeo, que siempre lo vió gris... un color ni malo ni bueno, pero si le dolía el corazón ver...

    ¡Por fin vibró!, cobró sentido, tembló como una gota de lluvia que se fusiona con un charco, con el mar, con la vida.

    Ella sonrió.

    Sin poder siquiera despertar del todo, soltó una risa plena, una risa de travesura y rebeldía, una risa de encanto y admiración.

    Abrió los brazos en cuánto salió al hermoso prado verde, fuera de la casa, y volvió a tararear su melodía. La melodía creada para Morfeo.

    Danzando por el pasto, con una sonrisa de dicha.

    Tal vez no era nada, para ningún Dios, tal vez no era siquiera nada para nadie. Pero para ella, Hebe, la Diosa de la vitalidad, saber que había conseguido un instante de vitalidad y luz para quien si merecía tenerlo, era bello, la verdadera luz de esperanza.

    Su corazón y emociones la estaban asfixiando en la garganta, lo sentía como un pelotón de sonidos fuertes alocar su inocente corazón.

    Sus ojos dorados, sus verdaderos ojos, brillaron, desplegando sus eternas vibras de energía, danzarinas, la felicidad de compartir su luz ... Era más de lo que su propio corazón latiente podía manejar, ella no arrebató vitalidad como era el miedo común en mortales...

    Esta vez había conseguido dar, lo que por tanto tiempo esperó obsequiar.

    Porque si, ella siempre tuvo miedo de que los mortales olvidaran a Morfeo, de que no lo vieran, de que por su culpa, alguien tan especial se perdiera.

    Porque perderse para alguien eterno, no era la muerte. Perderse era no saber si realmente existes, no saber si eres una marioneta del destino, o no saber si siquiera eres... simplemente un hilo más donde las Moiras juegan en contra de la propia voluntad de uno mismo...

    —¡Hoy si me merezco comer mucho helado!~ —exclamó entre risas, mientras seguía danzando para calmar a su tonto corazón.

    La felicidad era sencilla de conseguir...
    O tal vez ella era fácil de hacer feliz.
    La vibra de vitalidad fluyó mucho más fuerte que cualquier otra luciérnaga cercana a ella, mortal, criatura salvaje, bicho, planta... todo lo que la rodeaba fue desplazada a segundo plano, cuando sus ojos celestes como el cielo fueron reemplazados con unos preciosos ojos dorados como el nectar, pudiendo notar ese hilo particular que siempre danzaba flojita en la vida eterna divina. Era ese hilo vital, de Morfeo, que siempre lo vió gris... un color ni malo ni bueno, pero si le dolía el corazón ver... ¡Por fin vibró!, cobró sentido, tembló como una gota de lluvia que se fusiona con un charco, con el mar, con la vida. Ella sonrió. Sin poder siquiera despertar del todo, soltó una risa plena, una risa de travesura y rebeldía, una risa de encanto y admiración. Abrió los brazos en cuánto salió al hermoso prado verde, fuera de la casa, y volvió a tararear su melodía. La melodía creada para Morfeo. Danzando por el pasto, con una sonrisa de dicha. Tal vez no era nada, para ningún Dios, tal vez no era siquiera nada para nadie. Pero para ella, Hebe, la Diosa de la vitalidad, saber que había conseguido un instante de vitalidad y luz para quien si merecía tenerlo, era bello, la verdadera luz de esperanza. Su corazón y emociones la estaban asfixiando en la garganta, lo sentía como un pelotón de sonidos fuertes alocar su inocente corazón. Sus ojos dorados, sus verdaderos ojos, brillaron, desplegando sus eternas vibras de energía, danzarinas, la felicidad de compartir su luz ... Era más de lo que su propio corazón latiente podía manejar, ella no arrebató vitalidad como era el miedo común en mortales... Esta vez había conseguido dar, lo que por tanto tiempo esperó obsequiar. Porque si, ella siempre tuvo miedo de que los mortales olvidaran a Morfeo, de que no lo vieran, de que por su culpa, alguien tan especial se perdiera. Porque perderse para alguien eterno, no era la muerte. Perderse era no saber si realmente existes, no saber si eres una marioneta del destino, o no saber si siquiera eres... simplemente un hilo más donde las Moiras juegan en contra de la propia voluntad de uno mismo... —¡Hoy si me merezco comer mucho helado!~ —exclamó entre risas, mientras seguía danzando para calmar a su tonto corazón. La felicidad era sencilla de conseguir... O tal vez ella era fácil de hacer feliz.
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  • https://suno.com/song/7609d936-eaf7-475d-9c75-6571ce285861?sh=IvYLELe8aAIIx8ov

    Ahí se encontraba Hebe, curando un daño que jamás había visto. La tierra que estaba descubriendo, cada día conocía cosas mas graves de los que pudiera haber visto en el Olimpo. Su ceño fruncido, y aspecto violaceo empezó a cantar para sanar al herido a su cuidado.
    https://suno.com/song/7609d936-eaf7-475d-9c75-6571ce285861?sh=IvYLELe8aAIIx8ov Ahí se encontraba Hebe, curando un daño que jamás había visto. La tierra que estaba descubriendo, cada día conocía cosas mas graves de los que pudiera haber visto en el Olimpo. Su ceño fruncido, y aspecto violaceo empezó a cantar para sanar al herido a su cuidado.
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  • «Espero que hikaru no se asuste ante el cambio de color en mi, pero es necesario si debo hacer una curación seria. Espero todo lo que haga, algún día tenga la recompensa de ver a este polluelo que curo en un radiante Alcón fuerte y lejos de locuras masoquistas....»piensa con algo de sueño, hubiera querido seguir durmiendo a lado de Hikaru, pero la sanación que haría no era para estarlo haciendo de forma espiritual.

    Hebe había dejado atrás su cabello albino por su color original, su cabello violeta. Sus ojos celestes por el dorado nectar o como la propia eternidad. Y ahora solo se materializó a auxiliar al malherido.
    «Espero que hikaru no se asuste ante el cambio de color en mi, pero es necesario si debo hacer una curación seria. Espero todo lo que haga, algún día tenga la recompensa de ver a este polluelo que curo en un radiante Alcón fuerte y lejos de locuras masoquistas....»piensa con algo de sueño, hubiera querido seguir durmiendo a lado de Hikaru, pero la sanación que haría no era para estarlo haciendo de forma espiritual. Hebe había dejado atrás su cabello albino por su color original, su cabello violeta. Sus ojos celestes por el dorado nectar o como la propia eternidad. Y ahora solo se materializó a auxiliar al malherido.
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  • «Es hora, ahorita me toca a mi. ¡ah! Pero mi corazon esta loquito otra vez, ¡Por Zeus que no me muerda la lengua! Non, ¡Por Athena, bendiceme con tu sabiduría!»pensó antes de que Hikaru escuchara su respuesta. Todo estaba dicho sin palabras, pero ella ansiaba darle algo justo aunque no sabía como decirle todo lo que su corazón y alma significaba para todo lo dicho por él.

    Se rascó la nuca con nervios, desordenando con frustracion su larga melena blanca. «¡debo! ¡yo debo ser valiente también! ¡vamos, Hebe! ¡que la juventud nos ilumine que hoy para mi misma debo sacar vitalidad!»se echó ánimos a sí misma.
    «Es hora, ahorita me toca a mi. ¡ah! Pero mi corazon esta loquito otra vez, ¡Por Zeus que no me muerda la lengua! Non, ¡Por Athena, bendiceme con tu sabiduría!»pensó antes de que Hikaru escuchara su respuesta. Todo estaba dicho sin palabras, pero ella ansiaba darle algo justo aunque no sabía como decirle todo lo que su corazón y alma significaba para todo lo dicho por él. Se rascó la nuca con nervios, desordenando con frustracion su larga melena blanca. «¡debo! ¡yo debo ser valiente también! ¡vamos, Hebe! ¡que la juventud nos ilumine que hoy para mi misma debo sacar vitalidad!»se echó ánimos a sí misma. :STK-26:
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  • Tal vez sus palabras no estaban contestando a nada, pero muy fuera de la casa, una gran oleada de aurora boreal de colores iluminó los cielos. Mientras destellos dorados caen a la tierra, cayendo sobre todos una lluvia de euforia, alegría y vitalidad. Pues la Diosa Hebe, estaba sintiendo su primer gran explosión monumental de colores y luces a raíz de su estado emocional. Al estar con Hikaru.
    Tal vez sus palabras no estaban contestando a nada, pero muy fuera de la casa, una gran oleada de aurora boreal de colores iluminó los cielos. Mientras destellos dorados caen a la tierra, cayendo sobre todos una lluvia de euforia, alegría y vitalidad. Pues la Diosa Hebe, estaba sintiendo su primer gran explosión monumental de colores y luces a raíz de su estado emocional. Al estar con Hikaru.
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  • Hebe se encontraba en medio de un encuentro familiar siendo el puente. En vez te estar en el Olimpo como anfitriona. Mentiría si dijera que esto era aburrido, no, no, era mucho mas interesante. Aunque esperaba que todo lo que veía con intriga terminara en buenas condiciones. «Ahora se disipó el enojo que sentía por culpa de Zag» pensó mientras seguía mirando al albino, hermano de Hikaru... Y bueno hikaru con esos ojos bermello castaños era interesante de ver y al mismo tiempo no sabía que pensar.
    Hebe se encontraba en medio de un encuentro familiar siendo el puente. En vez te estar en el Olimpo como anfitriona. Mentiría si dijera que esto era aburrido, no, no, era mucho mas interesante. Aunque esperaba que todo lo que veía con intriga terminara en buenas condiciones. «Ahora se disipó el enojo que sentía por culpa de Zag» pensó mientras seguía mirando al albino, hermano de Hikaru... Y bueno hikaru con esos ojos bermello castaños era interesante de ver y al mismo tiempo no sabía que pensar.
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  • - Espero no me extrañen mucho...

    *Fueron mis palabras mientras terminaba de guardar el último abrigo en el bolso de viaje. Después de varios retrasos (uno bastante vergonzoso que incluyó alcohol y una declaración de amor que no fue correspondida), por fin iniciaria mi viaje al norte ¿El objetivo? Conseguir Mithirl, un material necesario para reparar mi espada.*

    - Debería dejar un mensaje por las dudas - Nuevamente me hablé a mi mismo, mirando a la ventana y lancé un suspiro, acompañado de una sonrisa - Creo que ella se enfadaría si parto sin aviso, en especial después que dije que la acompañaría.

    *Hablaba de Hebe, la pequeña juventud del Olimpo, a quien por esa misma ventana solía ver correr de aquí para allá organizando eventos, ahora con un tigre(cosas raras del Olimpo). La imagen me hizo sonreir, incluso flaqueé un poco en mi determinación pero me negué: Debía ser egoísta al menos por unos días. Con eso en mente, haciendo que a mi maleta la cargue y cubra el viento, tomé mi espada, maltrecha por batallas anteriores, para salir de mi habitación hacia el salón principal, donde deje un mensaje a la diosa de la noche.*

    "Querida familia del Olimpo, me iré dos días al norte, ni uno más, ni uno menos. Esperadme, si tienen algun mensaje que dar, Febo o la miama noche os ayudaran.

    Hermes"

    *Dejado el mensaje a la bella noche, sonreí con calma y partí del Olimpo, habiendo ya hecho mi sacrificio a Hestia para la buena ventura de la familia, mientras Febo asomaba sus rayos. Me despedí con un discreto saludo, encarando al frio norte.*
    - Espero no me extrañen mucho... *Fueron mis palabras mientras terminaba de guardar el último abrigo en el bolso de viaje. Después de varios retrasos (uno bastante vergonzoso que incluyó alcohol y una declaración de amor que no fue correspondida), por fin iniciaria mi viaje al norte ¿El objetivo? Conseguir Mithirl, un material necesario para reparar mi espada.* - Debería dejar un mensaje por las dudas - Nuevamente me hablé a mi mismo, mirando a la ventana y lancé un suspiro, acompañado de una sonrisa - Creo que ella se enfadaría si parto sin aviso, en especial después que dije que la acompañaría. *Hablaba de Hebe, la pequeña juventud del Olimpo, a quien por esa misma ventana solía ver correr de aquí para allá organizando eventos, ahora con un tigre(cosas raras del Olimpo). La imagen me hizo sonreir, incluso flaqueé un poco en mi determinación pero me negué: Debía ser egoísta al menos por unos días. Con eso en mente, haciendo que a mi maleta la cargue y cubra el viento, tomé mi espada, maltrecha por batallas anteriores, para salir de mi habitación hacia el salón principal, donde deje un mensaje a la diosa de la noche.* "Querida familia del Olimpo, me iré dos días al norte, ni uno más, ni uno menos. Esperadme, si tienen algun mensaje que dar, Febo o la miama noche os ayudaran. Hermes" *Dejado el mensaje a la bella noche, sonreí con calma y partí del Olimpo, habiendo ya hecho mi sacrificio a Hestia para la buena ventura de la familia, mientras Febo asomaba sus rayos. Me despedí con un discreto saludo, encarando al frio norte.*
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  • Hebe corría de un lado a otro, su túnica ondeando como una nube blanca mientras sus pies apenas tocaban el suelo. Hoy era un dia importante en el Olimpo: se harían ofrendas a los Dioses y todo debía estar perfecto; aunque debía terminar cada guía sencilla para los nuevos en el Olimpo. Con una sonrisa radiante, revisó cada rincón del palacio celestial, asegurándose de que los dormitorios estuvieran ordenados, que los pasillos relucieran y que las fuentes manaran néctar fresco para los visitantes. Era un trabajo que adoraba, porque nada la hacía más feliz que ver a los demás disfrutar del Olimpo en todo su esplendor.

    —¡Ah! Casi olvido dejar indicaciones en el Salón de "Banquete Divino"… ¡Algunos ni saben cómo sostener una copa correctamente! —murmuró con un pequeño puchero, mientras escribía unas notas llenas de dibujos y colores, para que hasta el más distraído entendiera las reglas.

    Pero por mucho que Hebe amara su labor, últimamente le estaba costando dormir. Se acostaba, cerraba los ojos, y su mente seguía corriendo como un riachuelo desbocado. ¿Y si mañana hacía una ceremonia de bienvenida más divertida? ¿Y si ponía guías doradas en el suelo para evitar que los recién llegados se perdieran? ¿Y si alguien se sentía solo y necesitaba compañía?

    —¡Graaah! —se revolvió entre las sábanas con frustración, hasta que un ronroneo pesado la distrajo.

    Su tigre amigo, Hikaru, enorme y majestuoso, descansaba a su lado, estirando sus patas con pereza y con una mirada profunda pareció decirle su preocupación sincera. Hebe sonrió con ternura, abrazando su suave pelaje.

    —Esa mirada, uff, tienes razón, sí que pienso demasiado —susurró, cerrando los ojos con una sonrisa traviesa—. Pero solo un ratito más… ¡Y luego dormiré, lo prometo!

    El tigre bufó, como si no le creyera, y Hebe soltó una risa juguetona. Tal vez mañana organizaría un juego para animar a los nuevos. O una pequeña competencia de danzas divinas. O… Bueno, ya lo pensaría mejor al despertar. Le dolía la cabeza, tenía hambre y su cuerpo gritaba querer dormir, Esta vez, dejaría que la brisa de la tierra la arrullara, y estar a lado de Hikaru fuera motivo de ordenarse a si misma para descansar, al menos hasta la próxima gran idea.
    Hebe corría de un lado a otro, su túnica ondeando como una nube blanca mientras sus pies apenas tocaban el suelo. Hoy era un dia importante en el Olimpo: se harían ofrendas a los Dioses y todo debía estar perfecto; aunque debía terminar cada guía sencilla para los nuevos en el Olimpo. Con una sonrisa radiante, revisó cada rincón del palacio celestial, asegurándose de que los dormitorios estuvieran ordenados, que los pasillos relucieran y que las fuentes manaran néctar fresco para los visitantes. Era un trabajo que adoraba, porque nada la hacía más feliz que ver a los demás disfrutar del Olimpo en todo su esplendor. —¡Ah! Casi olvido dejar indicaciones en el Salón de "Banquete Divino"… ¡Algunos ni saben cómo sostener una copa correctamente! —murmuró con un pequeño puchero, mientras escribía unas notas llenas de dibujos y colores, para que hasta el más distraído entendiera las reglas. Pero por mucho que Hebe amara su labor, últimamente le estaba costando dormir. Se acostaba, cerraba los ojos, y su mente seguía corriendo como un riachuelo desbocado. ¿Y si mañana hacía una ceremonia de bienvenida más divertida? ¿Y si ponía guías doradas en el suelo para evitar que los recién llegados se perdieran? ¿Y si alguien se sentía solo y necesitaba compañía? —¡Graaah! —se revolvió entre las sábanas con frustración, hasta que un ronroneo pesado la distrajo. Su tigre amigo, Hikaru, enorme y majestuoso, descansaba a su lado, estirando sus patas con pereza y con una mirada profunda pareció decirle su preocupación sincera. Hebe sonrió con ternura, abrazando su suave pelaje. —Esa mirada, uff, tienes razón, sí que pienso demasiado —susurró, cerrando los ojos con una sonrisa traviesa—. Pero solo un ratito más… ¡Y luego dormiré, lo prometo! El tigre bufó, como si no le creyera, y Hebe soltó una risa juguetona. Tal vez mañana organizaría un juego para animar a los nuevos. O una pequeña competencia de danzas divinas. O… Bueno, ya lo pensaría mejor al despertar. Le dolía la cabeza, tenía hambre y su cuerpo gritaba querer dormir, Esta vez, dejaría que la brisa de la tierra la arrullara, y estar a lado de Hikaru fuera motivo de ordenarse a si misma para descansar, al menos hasta la próxima gran idea.
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