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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La Cachorrita y la Loba

    Ryu y el Primer Encuentro**

    A la mañana siguiente, después del desayuno,
    salgo disparada hacia el castillo Ishtar.

    Tengo una misión:
    demostrarle a Akane lo fuerte que soy.

    En mi mente sigo escuchando la voz de ese hombre misterioso
    diciendo “eres una florecilla indestructible”.
    Lo creo.
    Lo siento.
    Y pienso probarlo.

    He oído que Akane ha luchado contra su hermana Azuka,
    así que yo voy a hacer lo mismo: retar a Akane y vencerla.
    Así de sencilla soy.

    Pero al llegar al jardín Ishtar,
    en lugar de encontrarme con Akane…

    me estrello contra alguien
    y caigo al suelo de culo.

    Una voz ronca, peligrosa y cómoda como un abrazo oscuro dice:

    Ryu:
    —¿A dónde vas tan rápido, cachorrita?

    La reconozco al instante.

    En la presentación familiar, cuando todos me miraban
    como sangre fresca, relamiéndose,
    ella fue la única que dio un paso al frente.
    Dijo exactamente:

    “Nadie va a tocar a la cachorrita.”

    Aquello me calmó más que cualquier hechizo.

    Ella me da una paz indescriptible,
    como si su presencia fuera un refugio.
    Así que, sin pensar, le cuento mi plan:

    Lili:
    —¡Voy a buscar a Akane!
    ¡La retaré a un combate y la venceré!

    Ryu abre los ojos con diversión y chispas ferales.

    Ryu:
    —Uuuhh pero qué chica más peligrosa…

    Saca los colmillos y se relame.

    Yo doy un pequeño paso atrás,
    pero intento ponerme firme:

    Lili:
    —¡Así es!
    Voy a ser la Queen y la Ishtar más poderosa de todas,
    ¡lo llevo en la sangre!

    Ryu ladea la cabeza,
    y de pronto su expresión cambia a una sonrisa cruel,
    lenta, predadora.

    Ryu:
    —Entonces… ¿vas a ser más poderosa que yo?
    En ese caso debería eliminarte cuanto antes.

    Mi corazón se me cae a los pies.
    Su cara es macabra,
    sus labios negros y afilados parecen hechos para devorar,
    y sus garras podrían abrirme en canal.
    Me mira como si pudiera ver mis huesos moverse bajo la piel.

    Lili:
    —P-pero… ¡e-eso es trampa! ¡No-no—!

    Retrocedo, casi llorando,
    mientras ella avanza con pasos lentos.

    Y de pronto,
    cuando creo que va a arrancarme la vida…

    se agacha, me toma de la cara,
    y me besa la frente.

    Caigo sentada de nuevo,
    y Ryu se ríe con ganas.

    Mi cara se vuelve roja como un tomate.
    Cruzo los brazos con un puchero monumental,
    indignada como la cría malcriada que soy.

    Lili:
    —¡No te rías!

    Eso solo hace que se ría más.
    Mucho más.

    Me levanto de golpe
    y me voy andando con un paso exagerado,
    como si desfilara indignada ante el universo.

    A mis espaldas escucho su voz:

    Ryu:
    —Oye… cachorrita.
    Ten cuidado.

    Lo dice con una seriedad
    que no encaja con la burla anterior.
    Es un aviso real.
    Un cuidado sincero.
    Pero también…
    una promesa.

    Mientras sigo andando pienso:

    Se ríe de mí…
    se preocupa por mí…
    ¿Será esta la loca de la familia?

    Y sin saberlo,
    ese fue el primer hilo que unió mi destino al de ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La Cachorrita y la Loba Ryu y el Primer Encuentro** A la mañana siguiente, después del desayuno, salgo disparada hacia el castillo Ishtar. Tengo una misión: demostrarle a Akane lo fuerte que soy. En mi mente sigo escuchando la voz de ese hombre misterioso diciendo “eres una florecilla indestructible”. Lo creo. Lo siento. Y pienso probarlo. He oído que Akane ha luchado contra su hermana Azuka, así que yo voy a hacer lo mismo: retar a Akane y vencerla. Así de sencilla soy. Pero al llegar al jardín Ishtar, en lugar de encontrarme con Akane… me estrello contra alguien y caigo al suelo de culo. Una voz ronca, peligrosa y cómoda como un abrazo oscuro dice: Ryu: —¿A dónde vas tan rápido, cachorrita? La reconozco al instante. En la presentación familiar, cuando todos me miraban como sangre fresca, relamiéndose, ella fue la única que dio un paso al frente. Dijo exactamente: “Nadie va a tocar a la cachorrita.” Aquello me calmó más que cualquier hechizo. Ella me da una paz indescriptible, como si su presencia fuera un refugio. Así que, sin pensar, le cuento mi plan: Lili: —¡Voy a buscar a Akane! ¡La retaré a un combate y la venceré! Ryu abre los ojos con diversión y chispas ferales. Ryu: —Uuuhh pero qué chica más peligrosa… Saca los colmillos y se relame. Yo doy un pequeño paso atrás, pero intento ponerme firme: Lili: —¡Así es! Voy a ser la Queen y la Ishtar más poderosa de todas, ¡lo llevo en la sangre! Ryu ladea la cabeza, y de pronto su expresión cambia a una sonrisa cruel, lenta, predadora. Ryu: —Entonces… ¿vas a ser más poderosa que yo? En ese caso debería eliminarte cuanto antes. Mi corazón se me cae a los pies. Su cara es macabra, sus labios negros y afilados parecen hechos para devorar, y sus garras podrían abrirme en canal. Me mira como si pudiera ver mis huesos moverse bajo la piel. Lili: —P-pero… ¡e-eso es trampa! ¡No-no—! Retrocedo, casi llorando, mientras ella avanza con pasos lentos. Y de pronto, cuando creo que va a arrancarme la vida… se agacha, me toma de la cara, y me besa la frente. Caigo sentada de nuevo, y Ryu se ríe con ganas. Mi cara se vuelve roja como un tomate. Cruzo los brazos con un puchero monumental, indignada como la cría malcriada que soy. Lili: —¡No te rías! Eso solo hace que se ría más. Mucho más. Me levanto de golpe y me voy andando con un paso exagerado, como si desfilara indignada ante el universo. A mis espaldas escucho su voz: Ryu: —Oye… cachorrita. Ten cuidado. Lo dice con una seriedad que no encaja con la burla anterior. Es un aviso real. Un cuidado sincero. Pero también… una promesa. Mientras sigo andando pienso: Se ríe de mí… se preocupa por mí… ¿Será esta la loca de la familia? Y sin saberlo, ese fue el primer hilo que unió mi destino al de ella.
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    La Cachorrita y la Loba

    Ryu y el Primer Encuentro**

    A la mañana siguiente, después del desayuno,
    salgo disparada hacia el castillo Ishtar.

    Tengo una misión:
    demostrarle a Akane lo fuerte que soy.

    En mi mente sigo escuchando la voz de ese hombre misterioso
    diciendo “eres una florecilla indestructible”.
    Lo creo.
    Lo siento.
    Y pienso probarlo.

    He oído que Akane ha luchado contra su hermana Azuka,
    así que yo voy a hacer lo mismo: retar a Akane y vencerla.
    Así de sencilla soy.

    Pero al llegar al jardín Ishtar,
    en lugar de encontrarme con Akane…

    me estrello contra alguien
    y caigo al suelo de culo.

    Una voz ronca, peligrosa y cómoda como un abrazo oscuro dice:

    Ryu:
    —¿A dónde vas tan rápido, cachorrita?

    La reconozco al instante.

    En la presentación familiar, cuando todos me miraban
    como sangre fresca, relamiéndose,
    ella fue la única que dio un paso al frente.
    Dijo exactamente:

    “Nadie va a tocar a la cachorrita.”

    Aquello me calmó más que cualquier hechizo.

    Ella me da una paz indescriptible,
    como si su presencia fuera un refugio.
    Así que, sin pensar, le cuento mi plan:

    Lili:
    —¡Voy a buscar a Akane!
    ¡La retaré a un combate y la venceré!

    Ryu abre los ojos con diversión y chispas ferales.

    Ryu:
    —Uuuhh pero qué chica más peligrosa…

    Saca los colmillos y se relame.

    Yo doy un pequeño paso atrás,
    pero intento ponerme firme:

    Lili:
    —¡Así es!
    Voy a ser la Queen y la Ishtar más poderosa de todas,
    ¡lo llevo en la sangre!

    Ryu ladea la cabeza,
    y de pronto su expresión cambia a una sonrisa cruel,
    lenta, predadora.

    Ryu:
    —Entonces… ¿vas a ser más poderosa que yo?
    En ese caso debería eliminarte cuanto antes.

    Mi corazón se me cae a los pies.
    Su cara es macabra,
    sus labios negros y afilados parecen hechos para devorar,
    y sus garras podrían abrirme en canal.
    Me mira como si pudiera ver mis huesos moverse bajo la piel.

    Lili:
    —P-pero… ¡e-eso es trampa! ¡No-no—!

    Retrocedo, casi llorando,
    mientras ella avanza con pasos lentos.

    Y de pronto,
    cuando creo que va a arrancarme la vida…

    se agacha, me toma de la cara,
    y me besa la frente.

    Caigo sentada de nuevo,
    y Ryu se ríe con ganas.

    Mi cara se vuelve roja como un tomate.
    Cruzo los brazos con un puchero monumental,
    indignada como la cría malcriada que soy.

    Lili:
    —¡No te rías!

    Eso solo hace que se ría más.
    Mucho más.

    Me levanto de golpe
    y me voy andando con un paso exagerado,
    como si desfilara indignada ante el universo.

    A mis espaldas escucho su voz:

    Ryu:
    —Oye… cachorrita.
    Ten cuidado.

    Lo dice con una seriedad
    que no encaja con la burla anterior.
    Es un aviso real.
    Un cuidado sincero.
    Pero también…
    una promesa.

    Mientras sigo andando pienso:

    Se ríe de mí…
    se preocupa por mí…
    ¿Será esta la loca de la familia?

    Y sin saberlo,
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    Ryu y el Primer Encuentro**

    A la mañana siguiente, después del desayuno,
    salgo disparada hacia el castillo Ishtar.

    Tengo una misión:
    demostrarle a Akane lo fuerte que soy.

    En mi mente sigo escuchando la voz de ese hombre misterioso
    diciendo “eres una florecilla indestructible”.
    Lo creo.
    Lo siento.
    Y pienso probarlo.

    He oído que Akane ha luchado contra su hermana Azuka,
    así que yo voy a hacer lo mismo: retar a Akane y vencerla.
    Así de sencilla soy.

    Pero al llegar al jardín Ishtar,
    en lugar de encontrarme con Akane…

    me estrello contra alguien
    y caigo al suelo de culo.

    Una voz ronca, peligrosa y cómoda como un abrazo oscuro dice:

    Ryu:
    —¿A dónde vas tan rápido, cachorrita?

    La reconozco al instante.

    En la presentación familiar, cuando todos me miraban
    como sangre fresca, relamiéndose,
    ella fue la única que dio un paso al frente.
    Dijo exactamente:

    “Nadie va a tocar a la cachorrita.”

    Aquello me calmó más que cualquier hechizo.

    Ella me da una paz indescriptible,
    como si su presencia fuera un refugio.
    Así que, sin pensar, le cuento mi plan:

    Lili:
    —¡Voy a buscar a Akane!
    ¡La retaré a un combate y la venceré!

    Ryu abre los ojos con diversión y chispas ferales.

    Ryu:
    —Uuuhh pero qué chica más peligrosa…

    Saca los colmillos y se relame.

    Yo doy un pequeño paso atrás,
    pero intento ponerme firme:

    Lili:
    —¡Así es!
    Voy a ser la Queen y la Ishtar más poderosa de todas,
    ¡lo llevo en la sangre!

    Ryu ladea la cabeza,
    y de pronto su expresión cambia a una sonrisa cruel,
    lenta, predadora.

    Ryu:
    —Entonces… ¿vas a ser más poderosa que yo?
    En ese caso debería eliminarte cuanto antes.

    Mi corazón se me cae a los pies.
    Su cara es macabra,
    sus labios negros y afilados parecen hechos para devorar,
    y sus garras podrían abrirme en canal.
    Me mira como si pudiera ver mis huesos moverse bajo la piel.

    Lili:
    —P-pero… ¡e-eso es trampa! ¡No-no—!

    Retrocedo, casi llorando,
    mientras ella avanza con pasos lentos.

    Y de pronto,
    cuando creo que va a arrancarme la vida…

    se agacha, me toma de la cara,
    y me besa la frente.

    Caigo sentada de nuevo,
    y Ryu se ríe con ganas.

    Mi cara se vuelve roja como un tomate.
    Cruzo los brazos con un puchero monumental,
    indignada como la cría malcriada que soy.

    Lili:
    —¡No te rías!

    Eso solo hace que se ría más.
    Mucho más.

    Me levanto de golpe
    y me voy andando con un paso exagerado,
    como si desfilara indignada ante el universo.

    A mis espaldas escucho su voz:

    Ryu:
    —Oye… cachorrita.
    Ten cuidado.

    Lo dice con una seriedad
    que no encaja con la burla anterior.
    Es un aviso real.
    Un cuidado sincero.
    Pero también…
    una promesa.

    Mientras sigo andando pienso:

    Se ríe de mí…
    se preocupa por mí…
    ¿Será esta la loca de la familia?

    Y sin saberlo,
    ese fue el primer hilo que unió mi destino al de ella.
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  • — Cariño conserva un poco de dignidad no le haces promoción al apellido familiar del que tanto hablan. —
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    ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧

    Pequeña aclaración de personaje.
    Si bien Telemachus es originario de La odisea, esta versión es una mezcla entre el musical EPIC y no canónico.
    La ficha será trabajada y publicada luego~
    Sumado a ello, no se seguirá como tal la historia que propone la obra original, tendrá sus pequeñas modificaciones, en este caso, considerando que Odiseo no llega a tiempo para salvar a su familia, pero no termina como se esperaría.

    ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧
    ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧ Pequeña aclaración de personaje. Si bien Telemachus es originario de La odisea, esta versión es una mezcla entre el musical EPIC y no canónico. La ficha será trabajada y publicada luego~ Sumado a ello, no se seguirá como tal la historia que propone la obra original, tendrá sus pequeñas modificaciones, en este caso, considerando que Odiseo no llega a tiempo para salvar a su familia, pero no termina como se esperaría. ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧
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    //Desde el lunes hasta el jueves no podré ir al PC ya que debo acompañar a un familiar a deligencias médicas... No podré devolver roles largos y rezagados hasta el viernes. Lamento mucho las molestias, creo que estoy quedando en el olvido, ¿No?. Se me cuidan, besos...
    //Desde el lunes hasta el jueves no podré ir al PC ya que debo acompañar a un familiar a deligencias médicas... No podré devolver roles largos y rezagados hasta el viernes. Lamento mucho las molestias, creo que estoy quedando en el olvido, ¿No?. Se me cuidan, besos...
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  • El sol de Florencia bañaba las calles empedradas mientras Maia Leone recorría la alfombra roja del estreno. Su vestido atrapaba la luz de los focos, haciéndola brillar con un resplandor que parecía venir de dentro. Sonreía con naturalidad a los periodistas, respondía a las preguntas con gracia y gesticulaba suavemente mientras hablaba, irradiando una energía cálida y magnética que atraía las miradas de todos sin esfuerzo.

    Después de las entrevistas, se detuvo junto a la barrera donde los fans esperaban. Firmaba autógrafos con delicadeza y hablaba con cada persona unos segundos, escuchando sus palabras con atención genuina. Su voz era cálida, su risa ligera, y su manera de mirar a cada fan hacía que cada encuentro se sintiera único.

    Mientras firmaba, levantó la vista un momento y lo vio: un hombre apartado entre la multitud, observándola con calma contenida. Su mirada era distinta, intensa, y por un instante sintió un calor extraño en el pecho, como si algo en él le resultara vagamente familiar. Frunció ligeramente el ceño, intrigada, pero volvió a sonreír y a agacharse para firmar otro autógrafo.

    No había nada que explicara la sensación, no lo conocía, no había motivo para reconocerlo. Y, aun así, mientras sus manos seguían moviéndose sobre los carteles y papeles, el eco de aquel instante quedó flotando en el aire. Maia continuó sonriendo, saludando, interactuando con los fans, perfecta en su papel de actriz brillante y humana… pero sin saber que algo antiguo y poderoso la estaba observando, despertando lentamente bajo la luz del atardecer florentino.
    El sol de Florencia bañaba las calles empedradas mientras Maia Leone recorría la alfombra roja del estreno. Su vestido atrapaba la luz de los focos, haciéndola brillar con un resplandor que parecía venir de dentro. Sonreía con naturalidad a los periodistas, respondía a las preguntas con gracia y gesticulaba suavemente mientras hablaba, irradiando una energía cálida y magnética que atraía las miradas de todos sin esfuerzo. Después de las entrevistas, se detuvo junto a la barrera donde los fans esperaban. Firmaba autógrafos con delicadeza y hablaba con cada persona unos segundos, escuchando sus palabras con atención genuina. Su voz era cálida, su risa ligera, y su manera de mirar a cada fan hacía que cada encuentro se sintiera único. Mientras firmaba, levantó la vista un momento y lo vio: un hombre apartado entre la multitud, observándola con calma contenida. Su mirada era distinta, intensa, y por un instante sintió un calor extraño en el pecho, como si algo en él le resultara vagamente familiar. Frunció ligeramente el ceño, intrigada, pero volvió a sonreír y a agacharse para firmar otro autógrafo. No había nada que explicara la sensación, no lo conocía, no había motivo para reconocerlo. Y, aun así, mientras sus manos seguían moviéndose sobre los carteles y papeles, el eco de aquel instante quedó flotando en el aire. Maia continuó sonriendo, saludando, interactuando con los fans, perfecta en su papel de actriz brillante y humana… pero sin saber que algo antiguo y poderoso la estaba observando, despertando lentamente bajo la luz del atardecer florentino.
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    El campo de entrenamiento

    El campo es enorme.
    Solitario.
    Las sombras se estiran largas sobre la tierra.

    Hay pesas gigantescas, imposibles,
    como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses,
    no para una recién nacida con cuerpo adolescente.

    Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando.

    Las tomo, una por una,
    blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica.

    Y entonces las veo:
    los postes.

    Negros.
    De un metal más oscuro que el carbón.
    Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí.

    Caos.
    Un latido familiar.
    Me llaman.
    Me retan.

    Sonrío.
    Agarro una guadaña.
    Cargo con todas mis fuerzas
    y golpeo.

    El arma rebota.
    El poste no vibra.
    Ni un suspiro.
    Ni un arañazo.

    Miro mis manos.
    Aprieto los puños.
    Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer:

    "El poder que late en ti."

    Mi pecho se contrae.

    Mentirosa…
    no soy nada…

    Le doy un puñetazo al poste.
    Luego otro.
    Y otro.
    Y otro.

    Hasta que siento cómo mis nudillos crujen
    y la piel se abre
    y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra.

    Miro alrededor.
    El cielo está oscureciendo.
    Mi madre no ha venido.
    Ni vendrá.

    Me beso las manos heridas, inútil consuelo,
    y sin pensarlo dos veces
    sigo golpeando.

    Golpeo por rabia.
    Golpeo por abandono.
    Golpeo por no ser como Akane.
    Golpeo por no ser suficiente.
    Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro—
    despierta cada vez que me hiero.

    Golpeo.
    Golpeo.
    Golpeo.

    Como un mantra:
    no soy fuerte
    no soy ella
    no soy suficiente
    no tengo poder
    no soy nada

    Hasta que un susurro extraño corta el aire.
    Frío, elegante, desconocido.

    Un susurro que hace que
    todos mis golpes se detengan.

    Un susurro que no pertenece ni a Ayane,
    ni a Akane,
    ni a Jennifer.

    Un susurro que viene…
    del poste mismo.
    Relato en el post y en comentarios de la imagen 🩷 El campo de entrenamiento El campo es enorme. Solitario. Las sombras se estiran largas sobre la tierra. Hay pesas gigantescas, imposibles, como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses, no para una recién nacida con cuerpo adolescente. Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando. Las tomo, una por una, blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica. Y entonces las veo: los postes. Negros. De un metal más oscuro que el carbón. Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí. Caos. Un latido familiar. Me llaman. Me retan. Sonrío. Agarro una guadaña. Cargo con todas mis fuerzas y golpeo. El arma rebota. El poste no vibra. Ni un suspiro. Ni un arañazo. Miro mis manos. Aprieto los puños. Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer: "El poder que late en ti." Mi pecho se contrae. Mentirosa… no soy nada… Le doy un puñetazo al poste. Luego otro. Y otro. Y otro. Hasta que siento cómo mis nudillos crujen y la piel se abre y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra. Miro alrededor. El cielo está oscureciendo. Mi madre no ha venido. Ni vendrá. Me beso las manos heridas, inútil consuelo, y sin pensarlo dos veces sigo golpeando. Golpeo por rabia. Golpeo por abandono. Golpeo por no ser como Akane. Golpeo por no ser suficiente. Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro— despierta cada vez que me hiero. Golpeo. Golpeo. Golpeo. Como un mantra: no soy fuerte no soy ella no soy suficiente no tengo poder no soy nada Hasta que un susurro extraño corta el aire. Frío, elegante, desconocido. Un susurro que hace que todos mis golpes se detengan. Un susurro que no pertenece ni a Ayane, ni a Akane, ni a Jennifer. Un susurro que viene… del poste mismo.
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    El campo de entrenamiento

    El campo es enorme.
    Solitario.
    Las sombras se estiran largas sobre la tierra.

    Hay pesas gigantescas, imposibles,
    como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses,
    no para una recién nacida con cuerpo adolescente.

    Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando.

    Las tomo, una por una,
    blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica.

    Y entonces las veo:
    los postes.

    Negros.
    De un metal más oscuro que el carbón.
    Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí.

    Caos.
    Un latido familiar.
    Me llaman.
    Me retan.

    Sonrío.
    Agarro una guadaña.
    Cargo con todas mis fuerzas
    y golpeo.

    El arma rebota.
    El poste no vibra.
    Ni un suspiro.
    Ni un arañazo.

    Miro mis manos.
    Aprieto los puños.
    Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer:

    "El poder que late en ti."

    Mi pecho se contrae.

    Mentirosa…
    no soy nada…

    Le doy un puñetazo al poste.
    Luego otro.
    Y otro.
    Y otro.

    Hasta que siento cómo mis nudillos crujen
    y la piel se abre
    y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra.

    Miro alrededor.
    El cielo está oscureciendo.
    Mi madre no ha venido.
    Ni vendrá.

    Me beso las manos heridas, inútil consuelo,
    y sin pensarlo dos veces
    sigo golpeando.

    Golpeo por rabia.
    Golpeo por abandono.
    Golpeo por no ser como Akane.
    Golpeo por no ser suficiente.
    Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro—
    despierta cada vez que me hiero.

    Golpeo.
    Golpeo.
    Golpeo.

    Como un mantra:
    no soy fuerte
    no soy ella
    no soy suficiente
    no tengo poder
    no soy nada

    Hasta que un susurro extraño corta el aire.
    Frío, elegante, desconocido.

    Un susurro que hace que
    todos mis golpes se detengan.

    Un susurro que no pertenece ni a Ayane,
    ni a Akane,
    ni a Jennifer.

    Un susurro que viene…
    del poste mismo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en el post y en comentarios de la imagen 🩷

    El campo de entrenamiento

    El campo es enorme.
    Solitario.
    Las sombras se estiran largas sobre la tierra.

    Hay pesas gigantescas, imposibles,
    como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses,
    no para una recién nacida con cuerpo adolescente.

    Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando.

    Las tomo, una por una,
    blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica.

    Y entonces las veo:
    los postes.

    Negros.
    De un metal más oscuro que el carbón.
    Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí.

    Caos.
    Un latido familiar.
    Me llaman.
    Me retan.

    Sonrío.
    Agarro una guadaña.
    Cargo con todas mis fuerzas
    y golpeo.

    El arma rebota.
    El poste no vibra.
    Ni un suspiro.
    Ni un arañazo.

    Miro mis manos.
    Aprieto los puños.
    Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer:

    "El poder que late en ti."

    Mi pecho se contrae.

    Mentirosa…
    no soy nada…

    Le doy un puñetazo al poste.
    Luego otro.
    Y otro.
    Y otro.

    Hasta que siento cómo mis nudillos crujen
    y la piel se abre
    y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra.

    Miro alrededor.
    El cielo está oscureciendo.
    Mi madre no ha venido.
    Ni vendrá.

    Me beso las manos heridas, inútil consuelo,
    y sin pensarlo dos veces
    sigo golpeando.

    Golpeo por rabia.
    Golpeo por abandono.
    Golpeo por no ser como Akane.
    Golpeo por no ser suficiente.
    Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro—
    despierta cada vez que me hiero.

    Golpeo.
    Golpeo.
    Golpeo.

    Como un mantra:
    no soy fuerte
    no soy ella
    no soy suficiente
    no tengo poder
    no soy nada

    Hasta que un susurro extraño corta el aire.
    Frío, elegante, desconocido.

    Un susurro que hace que
    todos mis golpes se detengan.

    Un susurro que no pertenece ni a Ayane,
    ni a Akane,
    ni a Jennifer.

    Un susurro que viene…
    del poste mismo.
    Relato en el post y en comentarios de la imagen 🩷 El campo de entrenamiento El campo es enorme. Solitario. Las sombras se estiran largas sobre la tierra. Hay pesas gigantescas, imposibles, como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses, no para una recién nacida con cuerpo adolescente. Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando. Las tomo, una por una, blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica. Y entonces las veo: los postes. Negros. De un metal más oscuro que el carbón. Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí. Caos. Un latido familiar. Me llaman. Me retan. Sonrío. Agarro una guadaña. Cargo con todas mis fuerzas y golpeo. El arma rebota. El poste no vibra. Ni un suspiro. Ni un arañazo. Miro mis manos. Aprieto los puños. Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer: "El poder que late en ti." Mi pecho se contrae. Mentirosa… no soy nada… Le doy un puñetazo al poste. Luego otro. Y otro. Y otro. Hasta que siento cómo mis nudillos crujen y la piel se abre y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra. Miro alrededor. El cielo está oscureciendo. Mi madre no ha venido. Ni vendrá. Me beso las manos heridas, inútil consuelo, y sin pensarlo dos veces sigo golpeando. Golpeo por rabia. Golpeo por abandono. Golpeo por no ser como Akane. Golpeo por no ser suficiente. Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro— despierta cada vez que me hiero. Golpeo. Golpeo. Golpeo. Como un mantra: no soy fuerte no soy ella no soy suficiente no tengo poder no soy nada Hasta que un susurro extraño corta el aire. Frío, elegante, desconocido. Un susurro que hace que todos mis golpes se detengan. Un susurro que no pertenece ni a Ayane, ni a Akane, ni a Jennifer. Un susurro que viene… del poste mismo.
    Me shockea
    Me entristece
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  • 【El joven había ido a la librería ya que debía buscar algunos libros que le faltaban para sus trabajos tomo algunos sobre animales marinos, historia y otros que él quería leer se tomó su tiempo revisando que si fueran todos lo que necesitaba entonces los fue a pagar en cuanto los pago salió de ahí muy emocionado le apasionaba lo que aprendía aunque a veces su mente divagaba en su familia sobre todo en su padre le dolía que no lo apoyara en su sueño, pero ya había decidido que no seguiría los deseos de su familia y seria feliz haciendo lo que más ama mientras caminaba tenia los audífonos puestos escuchando música mientras leía uno de los libros sobre los animales marinos estaba tranquilo era de los pocos momentos en donde tenía paz libero un poco de su aroma flores blancas y brisa marina de forma inconsciente ya que estaba muy concentrado y feliz leyendo】
    【El joven había ido a la librería ya que debía buscar algunos libros que le faltaban para sus trabajos tomo algunos sobre animales marinos, historia y otros que él quería leer se tomó su tiempo revisando que si fueran todos lo que necesitaba entonces los fue a pagar en cuanto los pago salió de ahí muy emocionado le apasionaba lo que aprendía aunque a veces su mente divagaba en su familia sobre todo en su padre le dolía que no lo apoyara en su sueño, pero ya había decidido que no seguiría los deseos de su familia y seria feliz haciendo lo que más ama mientras caminaba tenia los audífonos puestos escuchando música mientras leía uno de los libros sobre los animales marinos estaba tranquilo era de los pocos momentos en donde tenía paz libero un poco de su aroma flores blancas y brisa marina de forma inconsciente ya que estaba muy concentrado y feliz leyendo】
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  • Al amanecer, la pequeña campana sobre la puerta de la Bottega Valenti tintinea débilmente con la primera corriente fría del día. Carmina ya está despierta desde mucho antes: abre las persianas metálicas mientras el aire otoñal le eriza la piel, ese tipo de frío que no duele, pero sí avisa que el verano ya es un recuerdo.

    La calle huele a leña húmeda, a pan recién horneado en la panadería de la esquina y a hojas secas que el viento arrastra sin prisa. Carmina se frota las manos para calentárselas y entra a la tienda, donde el silencio es tan acogedor como una cobija vieja. Enciende las luces cálidas, que contra las sombras parecen pequeñas fogatas repartidas entre los estantes.

    Lo primero es preparar el café. La máquina antigua resopla con su gruñido familiar, y el aroma empieza a llenar la tienda. Carmina siempre guarda la primera taza para su abuela, quien baja las escaleras unos minutos después, envuelta en un suéter grueso de color mostaza.

    —Fa freddo oggi… —murmura Lucia, frotándose los brazos.
    Carmina sonríe.
    —Te lo dije, nonna, ya viene el invierno escondido entre las hojas.

    Mientras la abuela se sienta detrás del mostrador, Carmina revisa los productos recién llegados: mermeladas caseras, galletas de avellana, jabones artesanales que la gente empieza a comprar porque “huelen a hogar”. Organiza las manzanas rojas en una pequeña cesta de madera; algunas aún conservan esa frescura crujiente típica de octubre.

    A media mañana, los clientes habituales empiezan a entrar, sacudiéndose hojas del cabello, comentando el clima, pidiendo un café caliente para el camino. La campana de la puerta no deja de sonar. Carmina reconoce cada voz, cada paso.

    —¿Ya pusiste las decoraciones de otoño? —pregunta la señora Fiorini.
    Carmina señala el ventanal: unas guirnaldas de hojas secas y pequeñas calabazas pintadas a mano.
    —Las hice anoche —responde.
    —Se siente más acogedor aquí que en mi propia casa —ríe la señora.

    Por la tarde, el cielo se vuelve gris, y el viento trae el olor a lluvia. Carmina sale un momento a sujetar el cartel de ofertas para que no se lo lleve el aire. El clima cambia rápido: el viento helado le enrojece las mejillas y hace que su bufanda se infle como un pequeño paracaídas. Sin embargo, ella disfruta de esa sensación: el otoño siempre la ha hecho sentir acompañada, como si el mundo se encogiera un poco hacia adentro, volviéndose más íntimo.

    De vuelta en la tienda, ve a su abuela adormecida en la silla, las manos tibias alrededor de una taza de té ya frío. Carmina se acerca, le coloca suavemente una bufanda sobre los hombros y baja las luces, dejando solo las necesarias para que el lugar permanezca cálido y vivo.

    La tarde se disuelve despacio, y la Bottega Valenti respira con ella: crujidos de madera, olor a café, susurro de hojas al chocar contra la puerta. Carmina cierra los ojos un segundo, escuchando.
    Otoño siempre les sienta bien.
    Al amanecer, la pequeña campana sobre la puerta de la Bottega Valenti tintinea débilmente con la primera corriente fría del día. Carmina ya está despierta desde mucho antes: abre las persianas metálicas mientras el aire otoñal le eriza la piel, ese tipo de frío que no duele, pero sí avisa que el verano ya es un recuerdo. La calle huele a leña húmeda, a pan recién horneado en la panadería de la esquina y a hojas secas que el viento arrastra sin prisa. Carmina se frota las manos para calentárselas y entra a la tienda, donde el silencio es tan acogedor como una cobija vieja. Enciende las luces cálidas, que contra las sombras parecen pequeñas fogatas repartidas entre los estantes. Lo primero es preparar el café. La máquina antigua resopla con su gruñido familiar, y el aroma empieza a llenar la tienda. Carmina siempre guarda la primera taza para su abuela, quien baja las escaleras unos minutos después, envuelta en un suéter grueso de color mostaza. —Fa freddo oggi… —murmura Lucia, frotándose los brazos. Carmina sonríe. —Te lo dije, nonna, ya viene el invierno escondido entre las hojas. Mientras la abuela se sienta detrás del mostrador, Carmina revisa los productos recién llegados: mermeladas caseras, galletas de avellana, jabones artesanales que la gente empieza a comprar porque “huelen a hogar”. Organiza las manzanas rojas en una pequeña cesta de madera; algunas aún conservan esa frescura crujiente típica de octubre. A media mañana, los clientes habituales empiezan a entrar, sacudiéndose hojas del cabello, comentando el clima, pidiendo un café caliente para el camino. La campana de la puerta no deja de sonar. Carmina reconoce cada voz, cada paso. —¿Ya pusiste las decoraciones de otoño? —pregunta la señora Fiorini. Carmina señala el ventanal: unas guirnaldas de hojas secas y pequeñas calabazas pintadas a mano. —Las hice anoche —responde. —Se siente más acogedor aquí que en mi propia casa —ríe la señora. Por la tarde, el cielo se vuelve gris, y el viento trae el olor a lluvia. Carmina sale un momento a sujetar el cartel de ofertas para que no se lo lleve el aire. El clima cambia rápido: el viento helado le enrojece las mejillas y hace que su bufanda se infle como un pequeño paracaídas. Sin embargo, ella disfruta de esa sensación: el otoño siempre la ha hecho sentir acompañada, como si el mundo se encogiera un poco hacia adentro, volviéndose más íntimo. De vuelta en la tienda, ve a su abuela adormecida en la silla, las manos tibias alrededor de una taza de té ya frío. Carmina se acerca, le coloca suavemente una bufanda sobre los hombros y baja las luces, dejando solo las necesarias para que el lugar permanezca cálido y vivo. La tarde se disuelve despacio, y la Bottega Valenti respira con ella: crujidos de madera, olor a café, susurro de hojas al chocar contra la puerta. Carmina cierra los ojos un segundo, escuchando. Otoño siempre les sienta bien.
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