• 𝗡𝗘𝗪 𝗬𝗢𝗥𝗞 𝗙𝗔𝗦𝗛𝗜𝗢𝗡 𝗪𝗘𝗘𝗞
    Categoría Original
    * Si había cosa que le encantaba a June era hacerse un hueco en la agenda y acudir a un evento de moda. La semana de la moda de Nueva York tenía un sitio especial en el corazón de la primera hija de los estados unidos y moviendo un par de hilos se las apañó para estar allí.

    Le habían concedido un sitio de privilegio en las primeras filas frente a la pasarela mientras su gente de seguridad, Cash y Amy, estaban a pocos metros procurando por el bienestar de la hija de su presidenta. La morena posó para algunas fotos, saludó cortésmente a todo aquel que quisiera un minuto de su atención, y cuando las luces se apagaron los ojos castaños de June fueron absorbidos por la maravillosa colección que se estaba presentando en dicha ocasión. Las diferentes pasadas eran un sueño para ella que se deshizo en aplausos cuando el desfile concluyó. No obstante la noche era joven, y tras un poco de persuasión, consiguió que Amy le acompañará a una de las fiestas que siempre se hacían al final de los eventos, la revista Vogue siempre le enviaba una invitación y casi nunca tenía tiempo para aceptarlo.

    Esa noche procuró pasárselo muy bien entre algunas celebridades con las que entabló entretenidas conversaciones.

    Cuando tuvo sed fue en búsqueda de una copa, y al parecer no fue la única con la misma intención. El mesero más cercano solo tenía una copa en su bandeja, cuando la morena estiró la mano para cogerla alguien más intentaba lo mismo. June se rió con buen ánimo y se la cedió.


    — Adelante, cogela tú.

    𝐕𝐞𝐧𝐢𝐜𝐞 𝐉𝐨𝐧𝐞𝐬
    * Si había cosa que le encantaba a June era hacerse un hueco en la agenda y acudir a un evento de moda. La semana de la moda de Nueva York tenía un sitio especial en el corazón de la primera hija de los estados unidos y moviendo un par de hilos se las apañó para estar allí. Le habían concedido un sitio de privilegio en las primeras filas frente a la pasarela mientras su gente de seguridad, Cash y Amy, estaban a pocos metros procurando por el bienestar de la hija de su presidenta. La morena posó para algunas fotos, saludó cortésmente a todo aquel que quisiera un minuto de su atención, y cuando las luces se apagaron los ojos castaños de June fueron absorbidos por la maravillosa colección que se estaba presentando en dicha ocasión. Las diferentes pasadas eran un sueño para ella que se deshizo en aplausos cuando el desfile concluyó. No obstante la noche era joven, y tras un poco de persuasión, consiguió que Amy le acompañará a una de las fiestas que siempre se hacían al final de los eventos, la revista Vogue siempre le enviaba una invitación y casi nunca tenía tiempo para aceptarlo. Esa noche procuró pasárselo muy bien entre algunas celebridades con las que entabló entretenidas conversaciones. Cuando tuvo sed fue en búsqueda de una copa, y al parecer no fue la única con la misma intención. El mesero más cercano solo tenía una copa en su bandeja, cuando la morena estiró la mano para cogerla alguien más intentaba lo mismo. June se rió con buen ánimo y se la cedió. — Adelante, cogela tú. [Jones_V]
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  • -Buscando un respiro, me dirigí a la quietud de la sala de eventos, donde un modesto piano aguardaba sobre un pequeño escenario. No era solo aliviar el estrés; era un sueño melancólico de evocar algo perdido: el vibrante, cascabeleño espíritu de SINSMAS.
    Tomé asiento, dejando que la yema de mis dedos se posara sobre el marfil. Al pulsar las primeras notas, la melodía se derramó en el aire, una dulce añoranza que llenó el vacío. En cada acorde latía la esperanza de que, por un instante fugaz, el lugar y sus huéspedes pudieran sentir la alegría que una vez conocimos. Y así fue: el sonido abrazó el espacio, y vi cómo las almas que me escuchaban compartían, conmigo, ese hermoso y efímero recuerdo.-

    https://youtube.com/shorts/gvPnQ88VwpA?si=t7HxPrITkvlBWvLB
    -Buscando un respiro, me dirigí a la quietud de la sala de eventos, donde un modesto piano aguardaba sobre un pequeño escenario. No era solo aliviar el estrés; era un sueño melancólico de evocar algo perdido: el vibrante, cascabeleño espíritu de SINSMAS. Tomé asiento, dejando que la yema de mis dedos se posara sobre el marfil. Al pulsar las primeras notas, la melodía se derramó en el aire, una dulce añoranza que llenó el vacío. En cada acorde latía la esperanza de que, por un instante fugaz, el lugar y sus huéspedes pudieran sentir la alegría que una vez conocimos. Y así fue: el sonido abrazó el espacio, y vi cómo las almas que me escuchaban compartían, conmigo, ese hermoso y efímero recuerdo.- https://youtube.com/shorts/gvPnQ88VwpA?si=t7HxPrITkvlBWvLB
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    NOTA PARA LA AGENCIA
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    Portada Oficial — “Forbidden Desire”
    Modelos Estelares:
    Lilith Ishtar — “The Allure of the Alpha”
    Kairi Ishtar Yokin — “Unveiling the Enigma”

    La sesión de portada se posiciona como una de las más impactantes del ciclo editorial, capturando la esencia dual del linaje Ishtar: poder, magnetismo, misterio y una unión que trasciende los velos de la sombra.

    Las modelos Lilith Ishtar y Kairi Ishtar Yokin brillan con una sinergia hipnótica que resalta los conceptos clave del número:
    Atracción prohibida
    Elegancia oscura
    Un vínculo tejido entre fuego y sombra

    ──────────────────────────

    Destacados de la portada:
    • “Deepest Secrets: A Bond Forged in Shadow” — La conexión oculta entre ambas.
    • “Golden Threads: Weaving Destinies Together” — El entrelazo simbólico de dos fuerzas alfa.

    ──────────────────────────

    Mensaje para la Agencia:
    Esta portada consolida la imagen de Lilith y Kairi Ishtar como la dupla más poderosa y seductora del catálogo. Su química visual, acompañada por la estética refinada del linaje Ishtar, garantiza impacto mediático, alta retención y proyección en campañas futuras.

    Recomendamos utilizar esta edición como pieza central para:
    Lanzamientos de temporada
    Promociones de alto perfil
    Presentaciones premium del Clan Ishtar
    Material publicitario para próximos eventos y desfiles

    ──────────────────────────
    “Dos almas alfa… un mismo deseo prohibido.”
    ──────────────────────────

    ────────────────────────── ✨ NOTA PARA LA AGENCIA ✨ ────────────────────────── 🌑 Portada Oficial — “Forbidden Desire” ⭐ Modelos Estelares: 🔸 Lilith Ishtar — “The Allure of the Alpha” 🔸 Kairi Ishtar Yokin — “Unveiling the Enigma” La sesión de portada se posiciona como una de las más impactantes del ciclo editorial, capturando la esencia dual del linaje Ishtar: poder, magnetismo, misterio y una unión que trasciende los velos de la sombra. Las modelos Lilith Ishtar y Kairi Ishtar Yokin brillan con una sinergia hipnótica que resalta los conceptos clave del número: ✨ Atracción prohibida ✨ Elegancia oscura ✨ Un vínculo tejido entre fuego y sombra ────────────────────────── 💠 Destacados de la portada: • “Deepest Secrets: A Bond Forged in Shadow” — La conexión oculta entre ambas. • “Golden Threads: Weaving Destinies Together” — El entrelazo simbólico de dos fuerzas alfa. ────────────────────────── 🔥 Mensaje para la Agencia: Esta portada consolida la imagen de Lilith y Kairi Ishtar como la dupla más poderosa y seductora del catálogo. Su química visual, acompañada por la estética refinada del linaje Ishtar, garantiza impacto mediático, alta retención y proyección en campañas futuras. Recomendamos utilizar esta edición como pieza central para: 💠 Lanzamientos de temporada 💠 Promociones de alto perfil 💠 Presentaciones premium del Clan Ishtar 💠 Material publicitario para próximos eventos y desfiles ────────────────────────── ✨ “Dos almas alfa… un mismo deseo prohibido.” ✨ ──────────────────────────
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  • 𝙞𝙛 𝙬𝙚 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙚𝙣𝙙 𝙬𝙖𝙧, 𝙬𝙖𝙧 𝙬𝙞𝙡𝙡 𝙚𝙣𝙙 𝙪𝙨.
    Fandom The Boys
    Categoría Acción
    El sol de mediodía iluminaba la enorme bandera estadounidense pulcramente estirada y anclada en el escenario con el fin de ser el fondo en una de las últimas presentaciones del soldado favorito de América en ese lugar.

    Estados Unidos se proclamaba vencedor de la guerra, confiados en que Alemania aun estaba intentado componerse de la paliza que habían recibido. El hecho de que su mejor arma humana estuviese en Bayeux, no solo tranquilizaba a las personas de ese lugar, también dejaba una buena imagen del gobierno ante el mundo, con tal de hacerles creer que ellos eran los buenos del cuento cuando en realidad eran iguales o peores que sus enemigos.

    La prueba viviente de ello, estaba conformado por Ben a la cabeza y sus bailarinas, sin contar con el despilfarro de miles de dólares en sonido, iluminación, confeti y fuegos artificiales que bien podrían haber sido utilizados para ayudar a quienes decían proteger.

    Detrás de la imponente estructura de hierros ensamblados, montaron un par de carpas para uso exclusivo. Seis en total contando la del super, su equipo y la de las enfermeras. En esos eventos nunca faltaban los que se desmayaban, los que se golpeaban un ojo por accidente al tratar de descorchar una botella por cual utinselio no apto para esa tarea. Sin contar la cantidad de niños que se golpeaban entre ellos o se raspaban las rodillas tratando de imitar las piruetas que hacía su héroe favorito sobre el escenario a pesar que por contrato tuviera que decir la clásica frase: No intenten hacer esto en casa.

    Vought decidio ser lo más precavido posible y poner a disposición un lugar en el que tratar los accidentes tontos antes de que pudieran costarles la imagen que tanto se esforzaban por cuidar.

    Pese a ser temprano, ese sector en la plaza principal era el más caótico del pueblo. Todo mundo tenía prisa, todo el personal del evento corría de un lado a otro buscando y trayendo cosas mientras que otros se abocaban a una única tarea. El nuevo asistente de Ben entro en la carpa del super y le dejo el informe en el perchero junto a una segunda opción de vestuario para que escogiera cual usar aunque cambiar de uniforme en ese momento era algo osado cuando todos en ese lugar ya estaban acostumbrados a su uniforme clásico.

    El hombre se acerco hasta el tocador y le entrego una copia del programa del evento, lo dejo sobre la superficie de madera. El super bajo la mirada hacia el papel y sin mucho ánimo busco su horario, era quien cerraba el evento, lo cual le daba exactamente igual. Sus presentaciones no varíaban mucho entre si, lo único que importaba era lo que decía, el mensaje esperanzador que les daba.

    Su trabajo era mantener fuerte la mente de quienes habían elegido dar la vida por su país y para quienes habían esperado su regreso. Abuelas, madres, hermanas, esposas, hijas; hijos, padres, abuelos, hermanos, tíos... Todos ellos habían aportado su grano de arena en la guerra, no era un trabajo fácil convencer a las masas de que lo peor ya había pasado y Ben comenzaba a sospechar el motivo por el cual permanecía en ese lugar, no era por agradar a la prensa o al público en general, deseaba equivocarse pero algo le decía que esperaban un contrataque.

    Sin embargo, no pensaba demasiado en eso. Creía que su nombre artístico era suficiente para mantener al enemigo alejado, nadie es su sano juicio enviaría a sus soldados a darle pelea a un hombre con una fuerza descomunal, no por nada la prensa lo llamaban el Sansón moderno.

    Por otro lado, se sentía egoísta al no pensar en todas esas personas que creían y confiaban en él. Lo único en lo que pensaba era en una mujer, en Vanya, era su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir, todo giraba alredor de ella y era el único motivo porque el cual estaba feliz de permanecer en Bayeux porque si la guerra terminaba, ambos tendrían que tomar caminos diferentes y era probable que no volvieran a verse jamás.

    Quito la vista del papel cuando se dio cuenta de que lo había pasado demasiado tiempo mirándolo, aunque había dejado de lado las drogas, no quería que su asistente pensara que había desayunado un coctel de polvos blancos en la previa del show.

    ──¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te traiga algo de comer o beber? ── Pregunto el hombre mirando a soldier boy en el reflejo del espejo.

    Ben estaba harto de los asistentes. Y si, era su culpa que los cambiaran rápido aunque este le caía un poco mejor que los anteriores. Hacía lo que le pedía, hablaba poco, no hacía preguntas estúpidas, no le cuestionaba nada; solo cumplía con los caprichos del super y eso, ya era ganancia.

    ──Ahora que lo preguntas, si... Necesito algo más. ¿Larry, verdad? ── Giro el cuerpo sobre la silla y apoyo el brazo sobre el respaldo, mirándolo directo a los ojos.

    ──Soy... Harry... Pero no importa, dime que necesitas ── Avanzo un paso más, sosteniendo una libreta que le quedaba minúscula en sus manos regordetas, evitando el contacto visual.

    En el rostro del super se dibujo una pequeña sonrisa, bien disimulada. Siempre que veía a su nuevo asistente no podía evitar imaginarlo como Gus, el ratón panzon de la película Cenicienta pero no lo decía en voz alta, gracias a Vanya había dejado de ser tan cruel con los demás.

    Harry apoyo el lápiz sobre la hoja en blanco, listo para apuntar lo que saliera de los labios del héroe.

    ──Desperte con un incómodo dolor de muelas, Harry. ¿Podrías pedirle a una de las enfermeras que me revise? Quiero estar comodo para el show ── El asiente asintió varias veces, escribiendo quien sabe que.

    Ben prosiguió, procurando hacerse el desentendido para tratar de traer a Vanya a su carpa pero cuidando de no exponerla, de no exponerlos a los dos, pero su deseo por verla antes del show era mayor que cualquier otra necesidad.

    Recurrio a una táctica ya aplicada antes y que funcionaba bien, pedir a las enfermeras que eran amigas de Vanya para que ellas enviaran a la pelirroja en su lugar; una regla no impuesta, como una especie de pacto entre ellas y él para que pudiera ver a su amada.

    ──Pregunta por Mona en la enfermería, es quien me revisa a veces. Tiene conocimiento en estas cosas de supers, pero si no me crees puedes hablar con alguien de vought ── Dejo esa última propuesta en el aire y giro de nuevo hacia el espejo, acercando al centro de la mesa lo que iba a utilizar para afeitarse.

    Por supuesto que Ben no era idiota, sabía que Harry no iba a preguntarle nada a nadie. En ese lugar, pedir hablar directamente con alguien de vought por algo sin relevancia, era un sinónimo de despido inmediato y al parecer el sujeto quería mucho ese empleo.

    El asistente no dijo nada, se marcho de la carpa decidido a cumplir con la petición del super soldado. No tuvo problemas en dar con la enfermería, era la única carpa de color blanco con una cruz roja en un costado.

    Al entrar, vio a un grupo de mujeres alistando algunas camillas y acomodando en una mesa lo necesario para curar heridas.

    ──Buenas tardes, disculpen las interrupción pero... ── Levanto la voz mientras se adentraba en la carpa, leyó una vez más el nombre que tenía anotado en el papel y clavo la vista en el grupo de enfermeras, tratando de dar con la mujer que le habían enviado a buscar. ──Soldier boy necesita que Mona lo revise y si es necesario, que le de alguna medicación para que pueda actuar en unas horas. Si no es ninguna de ustedes, por favor, díganle que se acerque a la carpa principal lo más rápido posible.

    El hombre no espero respuesta, dio media vuelta y se dirigió a revisar otros sectores en el predio.

    Mientras tanto, Ben había terminado de afeitarse y se encontraba contemplando el par de uniformes en el perchero. El nuevo y el viejo, sin poder decidirse por uno de los dos. Optó por esperar a Vanya para que le ayudara a elegir, pero antes, guardo en el bolsillo del pantalón un obsequio; incapaz de contener la alegría por verla antes del show.

    Para él no era cualquier día, era un día especial, un día que marcaría un antes y un después en su relación. No tenía idea que les deparaba el futuro pero al menos el presente parecía prometedor.
    𝚅𝙰𝙽𝚈𝙰 𝚂𝚃𝙰𝚁𝙺𝙾𝚅𝙰
    El sol de mediodía iluminaba la enorme bandera estadounidense pulcramente estirada y anclada en el escenario con el fin de ser el fondo en una de las últimas presentaciones del soldado favorito de América en ese lugar. Estados Unidos se proclamaba vencedor de la guerra, confiados en que Alemania aun estaba intentado componerse de la paliza que habían recibido. El hecho de que su mejor arma humana estuviese en Bayeux, no solo tranquilizaba a las personas de ese lugar, también dejaba una buena imagen del gobierno ante el mundo, con tal de hacerles creer que ellos eran los buenos del cuento cuando en realidad eran iguales o peores que sus enemigos. La prueba viviente de ello, estaba conformado por Ben a la cabeza y sus bailarinas, sin contar con el despilfarro de miles de dólares en sonido, iluminación, confeti y fuegos artificiales que bien podrían haber sido utilizados para ayudar a quienes decían proteger. Detrás de la imponente estructura de hierros ensamblados, montaron un par de carpas para uso exclusivo. Seis en total contando la del super, su equipo y la de las enfermeras. En esos eventos nunca faltaban los que se desmayaban, los que se golpeaban un ojo por accidente al tratar de descorchar una botella por cual utinselio no apto para esa tarea. Sin contar la cantidad de niños que se golpeaban entre ellos o se raspaban las rodillas tratando de imitar las piruetas que hacía su héroe favorito sobre el escenario a pesar que por contrato tuviera que decir la clásica frase: No intenten hacer esto en casa. Vought decidio ser lo más precavido posible y poner a disposición un lugar en el que tratar los accidentes tontos antes de que pudieran costarles la imagen que tanto se esforzaban por cuidar. Pese a ser temprano, ese sector en la plaza principal era el más caótico del pueblo. Todo mundo tenía prisa, todo el personal del evento corría de un lado a otro buscando y trayendo cosas mientras que otros se abocaban a una única tarea. El nuevo asistente de Ben entro en la carpa del super y le dejo el informe en el perchero junto a una segunda opción de vestuario para que escogiera cual usar aunque cambiar de uniforme en ese momento era algo osado cuando todos en ese lugar ya estaban acostumbrados a su uniforme clásico. El hombre se acerco hasta el tocador y le entrego una copia del programa del evento, lo dejo sobre la superficie de madera. El super bajo la mirada hacia el papel y sin mucho ánimo busco su horario, era quien cerraba el evento, lo cual le daba exactamente igual. Sus presentaciones no varíaban mucho entre si, lo único que importaba era lo que decía, el mensaje esperanzador que les daba. Su trabajo era mantener fuerte la mente de quienes habían elegido dar la vida por su país y para quienes habían esperado su regreso. Abuelas, madres, hermanas, esposas, hijas; hijos, padres, abuelos, hermanos, tíos... Todos ellos habían aportado su grano de arena en la guerra, no era un trabajo fácil convencer a las masas de que lo peor ya había pasado y Ben comenzaba a sospechar el motivo por el cual permanecía en ese lugar, no era por agradar a la prensa o al público en general, deseaba equivocarse pero algo le decía que esperaban un contrataque. Sin embargo, no pensaba demasiado en eso. Creía que su nombre artístico era suficiente para mantener al enemigo alejado, nadie es su sano juicio enviaría a sus soldados a darle pelea a un hombre con una fuerza descomunal, no por nada la prensa lo llamaban el Sansón moderno. Por otro lado, se sentía egoísta al no pensar en todas esas personas que creían y confiaban en él. Lo único en lo que pensaba era en una mujer, en Vanya, era su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir, todo giraba alredor de ella y era el único motivo porque el cual estaba feliz de permanecer en Bayeux porque si la guerra terminaba, ambos tendrían que tomar caminos diferentes y era probable que no volvieran a verse jamás. Quito la vista del papel cuando se dio cuenta de que lo había pasado demasiado tiempo mirándolo, aunque había dejado de lado las drogas, no quería que su asistente pensara que había desayunado un coctel de polvos blancos en la previa del show. ──¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te traiga algo de comer o beber? ── Pregunto el hombre mirando a soldier boy en el reflejo del espejo. Ben estaba harto de los asistentes. Y si, era su culpa que los cambiaran rápido aunque este le caía un poco mejor que los anteriores. Hacía lo que le pedía, hablaba poco, no hacía preguntas estúpidas, no le cuestionaba nada; solo cumplía con los caprichos del super y eso, ya era ganancia. ──Ahora que lo preguntas, si... Necesito algo más. ¿Larry, verdad? ── Giro el cuerpo sobre la silla y apoyo el brazo sobre el respaldo, mirándolo directo a los ojos. ──Soy... Harry... Pero no importa, dime que necesitas ── Avanzo un paso más, sosteniendo una libreta que le quedaba minúscula en sus manos regordetas, evitando el contacto visual. En el rostro del super se dibujo una pequeña sonrisa, bien disimulada. Siempre que veía a su nuevo asistente no podía evitar imaginarlo como Gus, el ratón panzon de la película Cenicienta pero no lo decía en voz alta, gracias a Vanya había dejado de ser tan cruel con los demás. Harry apoyo el lápiz sobre la hoja en blanco, listo para apuntar lo que saliera de los labios del héroe. ──Desperte con un incómodo dolor de muelas, Harry. ¿Podrías pedirle a una de las enfermeras que me revise? Quiero estar comodo para el show ── El asiente asintió varias veces, escribiendo quien sabe que. Ben prosiguió, procurando hacerse el desentendido para tratar de traer a Vanya a su carpa pero cuidando de no exponerla, de no exponerlos a los dos, pero su deseo por verla antes del show era mayor que cualquier otra necesidad. Recurrio a una táctica ya aplicada antes y que funcionaba bien, pedir a las enfermeras que eran amigas de Vanya para que ellas enviaran a la pelirroja en su lugar; una regla no impuesta, como una especie de pacto entre ellas y él para que pudiera ver a su amada. ──Pregunta por Mona en la enfermería, es quien me revisa a veces. Tiene conocimiento en estas cosas de supers, pero si no me crees puedes hablar con alguien de vought ── Dejo esa última propuesta en el aire y giro de nuevo hacia el espejo, acercando al centro de la mesa lo que iba a utilizar para afeitarse. Por supuesto que Ben no era idiota, sabía que Harry no iba a preguntarle nada a nadie. En ese lugar, pedir hablar directamente con alguien de vought por algo sin relevancia, era un sinónimo de despido inmediato y al parecer el sujeto quería mucho ese empleo. El asistente no dijo nada, se marcho de la carpa decidido a cumplir con la petición del super soldado. No tuvo problemas en dar con la enfermería, era la única carpa de color blanco con una cruz roja en un costado. Al entrar, vio a un grupo de mujeres alistando algunas camillas y acomodando en una mesa lo necesario para curar heridas. ──Buenas tardes, disculpen las interrupción pero... ── Levanto la voz mientras se adentraba en la carpa, leyó una vez más el nombre que tenía anotado en el papel y clavo la vista en el grupo de enfermeras, tratando de dar con la mujer que le habían enviado a buscar. ──Soldier boy necesita que Mona lo revise y si es necesario, que le de alguna medicación para que pueda actuar en unas horas. Si no es ninguna de ustedes, por favor, díganle que se acerque a la carpa principal lo más rápido posible. El hombre no espero respuesta, dio media vuelta y se dirigió a revisar otros sectores en el predio. Mientras tanto, Ben había terminado de afeitarse y se encontraba contemplando el par de uniformes en el perchero. El nuevo y el viejo, sin poder decidirse por uno de los dos. Optó por esperar a Vanya para que le ayudara a elegir, pero antes, guardo en el bolsillo del pantalón un obsequio; incapaz de contener la alegría por verla antes del show. Para él no era cualquier día, era un día especial, un día que marcaría un antes y un después en su relación. No tenía idea que les deparaba el futuro pero al menos el presente parecía prometedor. [THE.REDSUPER]
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  • Bestiae et Moda
    Fandom Prakliaty
    Categoría Suspenso
    Hay misiones que atiende con gusto y otras tantas que aborrece con toda su existencias, atender los eventos sociales del grupo empresarial entra entre estas últimas. Es por ello que casi siempre pasa de ellas. Desafortunadamente para él, esta vez no tiene cómo escaparse.

    Así que con cara de pocos amigos revisa los últimos detalles para la publicación de la campaña. La presentación de la línea detalles ropa especial de la temporada de invierno está a la vuelta de la esquina y aún queda el espacio vacío de las modelos.

    Con total aburrimiento revisa los documentos que su hermana le ha dejado en el departamento y decide que está tan aburrido que no le importa seguir revisando. Toma el teléfono y hace una sola llamada a Baal. Tendría que molestar al inútil de Karl pero sabe que Lyanna dijo expresamente que no se involucraría en ello pues se encuentra en otro tipo de misiones, maldito tuerto con suerte, da su visto bueno y cuelga sin escuchar nada más allá del “de acuerdo" que ha dicho la pequeña peli negra.

    De inmediato le llega la confirmación, la campaña fue lanzada y ha comenzado el reclutamiento de las modelos para el evento. Al menos eso será divertido, el ir y venir de chicas bellas y ambiciosas queriendo participar en aquella pasarela tan exclusiva.

    — Demasiado trabajo aburrido por esta noche, maldita Lyanna (?)

    Se bebe de golpe un trago y decide que hoy no saldrá a acosar incautos, mejor se tira en la cama y se apaga hasta el día siguiente.
    Hay misiones que atiende con gusto y otras tantas que aborrece con toda su existencias, atender los eventos sociales del grupo empresarial entra entre estas últimas. Es por ello que casi siempre pasa de ellas. Desafortunadamente para él, esta vez no tiene cómo escaparse. Así que con cara de pocos amigos revisa los últimos detalles para la publicación de la campaña. La presentación de la línea detalles ropa especial de la temporada de invierno está a la vuelta de la esquina y aún queda el espacio vacío de las modelos. Con total aburrimiento revisa los documentos que su hermana le ha dejado en el departamento y decide que está tan aburrido que no le importa seguir revisando. Toma el teléfono y hace una sola llamada a Baal. Tendría que molestar al inútil de Karl pero sabe que Lyanna dijo expresamente que no se involucraría en ello pues se encuentra en otro tipo de misiones, maldito tuerto con suerte, da su visto bueno y cuelga sin escuchar nada más allá del “de acuerdo" que ha dicho la pequeña peli negra. De inmediato le llega la confirmación, la campaña fue lanzada y ha comenzado el reclutamiento de las modelos para el evento. Al menos eso será divertido, el ir y venir de chicas bellas y ambiciosas queriendo participar en aquella pasarela tan exclusiva. — Demasiado trabajo aburrido por esta noche, maldita Lyanna (?) Se bebe de golpe un trago y decide que hoy no saldrá a acosar incautos, mejor se tira en la cama y se apaga hasta el día siguiente.
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  • FLYER – “7th Heaven Bar & Games”
    https://ficrol.com/groups/SeptimoCielo
    ¡¡¡¡Únete al grupo!!!!
    ---

    ¡ABRIMOS EL BAR!
    Nuevos cócteles, nuevas camareras… ¡y muchas historias por contar!

    Ven al 7th Heaven, el rincón donde los aventureros descansan, beben y se confiesan bajo la luna.
    Servido por las Princesas Ishtar

    ¡Atrévete a entrar, pedir tu trago y dejar que la noche decida el resto!


    ---


    Las Princesas Ishtar te invitan al nuevo “7th Heaven Bar & Games”

    El bar de Seieki abre sus puertas… y tras la barra, las Ishtar te serviremos tragos, palabras y risas.
    ¿Te atreves a entrar?

    Aquí los aventureros comparten historias, los mercenarios buscan contratos, los solitarios encuentran compañía… y los cócteles brillan con magia lunar.

    ¿Qué encontrarás en el 7th Heaven?

    Nuevos cócteles con nombres legendarios.

    Camareras Ishtar encantadas de escuchar tus aventuras.

    Eventos temáticos: noches de cosplay, fiestas de máscaras y cenas clandestinas entre asesinos a sueldo.

    Conversaciones entre héroes, villanos y soñadores.


    Dinámica:
    Cuando una camarera publique que el local abre, el bar estará oficialmente activo.
    Entra, pide tu trago y charla. Todo vale: rol, bromas, confesiones o planes para tu próxima aventura.
    Recuerda… las Ishtar no somos monjas

    Únete al grupo del 7th Heaven y déjate llevar por la noche.
    Entre copas y risas, quizás encuentres lo que no sabías que buscabas.
    FLYER – “7th Heaven Bar & Games” https://ficrol.com/groups/SeptimoCielo ¡¡¡¡Únete al grupo!!!! --- 🎉 ¡ABRIMOS EL BAR! 🍸 Nuevos cócteles, nuevas camareras… ¡y muchas historias por contar! Ven al 7th Heaven, el rincón donde los aventureros descansan, beben y se confiesan bajo la luna. 👑 Servido por las Princesas Ishtar 👑 ✨ ¡Atrévete a entrar, pedir tu trago y dejar que la noche decida el resto! ✨ --- 🌙✨ Las Princesas Ishtar te invitan al nuevo “7th Heaven Bar & Games” ✨🌙 El bar de Seieki abre sus puertas… y tras la barra, las Ishtar te serviremos tragos, palabras y risas. ¿Te atreves a entrar? Aquí los aventureros comparten historias, los mercenarios buscan contratos, los solitarios encuentran compañía… y los cócteles brillan con magia lunar. 🍹🌌 👑 ¿Qué encontrarás en el 7th Heaven? Nuevos cócteles con nombres legendarios. Camareras Ishtar encantadas de escuchar tus aventuras. Eventos temáticos: noches de cosplay, fiestas de máscaras y cenas clandestinas entre asesinos a sueldo. Conversaciones entre héroes, villanos y soñadores. 🔥 Dinámica: Cuando una camarera publique que el local abre, el bar estará oficialmente activo. Entra, pide tu trago y charla. Todo vale: rol, bromas, confesiones o planes para tu próxima aventura. Recuerda… las Ishtar no somos monjas 😈 🍸 Únete al grupo del 7th Heaven y déjate llevar por la noche. Entre copas y risas, quizás encuentres lo que no sabías que buscabas.
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  • 𝐒𝐔 𝐑𝐀𝐙Ó𝐍 - 𝐕𝐈𝐈
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    Se dejó caer de espaldas sobre la cama y se pasó una mano por el rostro agotado. La larga llama dorada de la lámpara de aceite en el tocador parpadeó suavemente, ofreciéndole consuelo. La habitación estaba quieta, el pasillo en silencio; la tranquilidad reinaba en la noche. Soltó un suspiro. Eneas por fin había dejado de llorar.

    La maternidad fue una de las peores batallas que jamás enfrentó. Ni siquiera aquellos meses de diversión junto a Anquises, cuando se hacía pasar por princesa o campesina la habían preparado para los cuidados que exigía la vida mortal. Creía haber aprendido lo esencial: la importancia del descanso, las comidas a tiempo y la fragilidad humana. Le habría gustado decir que lo hizo de maravilla, que fue una nodriza ejemplar y que todo salió bien. Pero nada más lejos de la realidad.

    Con cada día que pasaba, se convencía de que lo hacía terriblemente peor. No tenía un minuto de descanso, el niño siempre necesitaba algo nuevo: cambiar de pañales, dormirlo, apaciguar sus llantos interminables mientras trataba de descifrar si lloraba de hambre o de frío. No era madre primeriza… pero la experiencia de cuidar un bebé mortal no se podía comparar con la de una deidad, era algo completamente distinto.

    A eso se sumaba el hecho de que, además, debía ser cautelosa y medir muy bien cada acción que hiciera para no levantar sospechas. Absolutamente nadie en el palacio debía descubrir que ella no era la nodriza experimentada que decía ser, y mucho menos, que era una diosa.

    A veces ese pensamiento la llenaba de frustración. En ocasiones, por más que meciera a su hijo en brazos, le cantara una canción, lo arropara o lo alimentara, la rabia de sus lagrimas no cesaba. En su interior se agitaba un mar tormentoso de aflicción al que ella no siempre podía oponerse. Su paciencia se evaporaba, y la tentación de encender su Aión, de acceder a su divinidad se volvía casi irresistible. Podría usar su aura sobre él, envolverlo con ella, un truco que llegó a hacer en su momento con sus gemelos divinos para calmarlos. Un atajo que le haría las cosas más fáciles y que, sin embargo, le obligaba a cuestionarse que tan dependiente se había vuelto de su poder.

    Las noches pasaban y aunque Afro había atravesado incontables eventos a lo largo de su vida, ni siquiera la eternidad le pareció tan larga como la infancia de Eneas.

    Eneas odiaba el interior del palacio. Detestaba el sol, pero tampoco soportaba pasar demasiado tiempo bajo la sombra. Protestaba con el aroma del incienso y gritaba cuando ella dejaba de moverse. No le permitía quedarse quieta demasiado tiempo, eso, lejos de ayudar, lo alteraba. Probó suerte con algunos de los consejos de la reina Temiste y de thithē Ligeia, la anciana nodriza de Anquises, pero ninguno dio resultado. Lo único que realmente parecía funcionar eran los paseos por el jardín del palacio, que más que jardín, más bien era un frondoso bosque de hojas verdes escondido entre las murallas y las visitas a la playa. Le encantaba cuando ella le sumergía los pies en la espuma marina que oscurecía la arena al romper las olas, eso lograba arrancarle una sonrisa.

    Sus parpados comenzaban a cerrarse cuando el llanto de Eneas la despertó de golpe. Su pecho se sacudió, se frotó los ojos con los dedos antes de deslizarse fuera de la cama y salir al solitario pasillo. A menudo pensaba en su antigua vida y en todo lo que había dejado atrás al renunciar temporalmente a su divinidad, como en ese instante en el que se acercó a la cuna de su hijo para tomarlo entre sus brazos. Si aún fuera una diosa y no una mortal, aquel cansancio que le pesaba en los hombros y parpados grises no existiría.

    ────Oh, mi dulce príncipe… ¿qué ocurre? Ven, deja que te cargue un poco ─y aun con todo ese agotamiento, no dejó de sonreírle. Jamás dejaría de hacerlo.

    Se aseguró de alimentarlo y permaneció un largo rato junto a él. Le cantó una canción mientras caminaba en la oscuridad, y al recostarlo nuevamente en su cuna, le hizo cosquillas en la pancita. Como respuesta, el pequeño balbuceó algo, le sonrió y rio. Era la risa más preciosa y melodiosa que había escuchado jamás. El cansancio se disipó de su cuerpo; soltó una risa entrecortada y permitió que el sonido de su voz la llenara de fuerza, haciendo brotar desde lo más profundo de su pecho un amor tan intenso que le costaba creer que su corazón pudiera contenerlo sin romperse.

    Entonces comprendió que el amor de una madre no conocía límites. Sería capaz de hacer sangrar a este mundo por su hijo, caminar entre las brasas del fuego con los pies desnudos y desafiar a cualquier monstruo o deidad. Los convertiría en polvo de estrellas y lo esparciría en la inmensidad de la bóveda celeste si eso aseguraba la felicidad y bienestar de su pequeño.

    No advirtió el momento en que se quedó dormida junto a la cuna de su hijo, rodeándola con los brazos. Su corazón mortal latía débilmente, pero en paz.

    El amor que corría por sus venas era de una clase que los dioses no comprendían. No pertenecía a su naturaleza inmortal, tan distante del corazón humano, y sin embargo era la devoción que codiciaban con tanta hambre y anhelo. Un amor que no pedía adoración, ni ofrendas de vino o miel, ni templos con altares humeantes. Era un sentimiento sin medida, sin pausa ni descanso. Le exigía entregarse por completo en cuerpo y alma; exponerla a una peligrosa mezcla entre la ternura y el miedo a no tener nada bajo control, una mezcla tan intensa que la desbordaba cada vez que Eneas la miraba con sus ojitos brillantes, asomando la cabecita curiosa mientras ella preparaba ungüentos, aceites, baños o pañales.

    Sí, añoraba su antigua vida. Era cierto. Y aún así, jamás cambiaría ese cansancio por la calma inmortal que una vez conoció. Haría ese y mil sacrificios más por él.

    Durmió plácidamente en un dulce sueño. Tenía una razón para levantarse y luchar un día más.
    𝐒𝐔 𝐑𝐀𝐙Ó𝐍 - 𝐕𝐈𝐈 🐚 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 Se dejó caer de espaldas sobre la cama y se pasó una mano por el rostro agotado. La larga llama dorada de la lámpara de aceite en el tocador parpadeó suavemente, ofreciéndole consuelo. La habitación estaba quieta, el pasillo en silencio; la tranquilidad reinaba en la noche. Soltó un suspiro. Eneas por fin había dejado de llorar. La maternidad fue una de las peores batallas que jamás enfrentó. Ni siquiera aquellos meses de diversión junto a Anquises, cuando se hacía pasar por princesa o campesina la habían preparado para los cuidados que exigía la vida mortal. Creía haber aprendido lo esencial: la importancia del descanso, las comidas a tiempo y la fragilidad humana. Le habría gustado decir que lo hizo de maravilla, que fue una nodriza ejemplar y que todo salió bien. Pero nada más lejos de la realidad. Con cada día que pasaba, se convencía de que lo hacía terriblemente peor. No tenía un minuto de descanso, el niño siempre necesitaba algo nuevo: cambiar de pañales, dormirlo, apaciguar sus llantos interminables mientras trataba de descifrar si lloraba de hambre o de frío. No era madre primeriza… pero la experiencia de cuidar un bebé mortal no se podía comparar con la de una deidad, era algo completamente distinto. A eso se sumaba el hecho de que, además, debía ser cautelosa y medir muy bien cada acción que hiciera para no levantar sospechas. Absolutamente nadie en el palacio debía descubrir que ella no era la nodriza experimentada que decía ser, y mucho menos, que era una diosa. A veces ese pensamiento la llenaba de frustración. En ocasiones, por más que meciera a su hijo en brazos, le cantara una canción, lo arropara o lo alimentara, la rabia de sus lagrimas no cesaba. En su interior se agitaba un mar tormentoso de aflicción al que ella no siempre podía oponerse. Su paciencia se evaporaba, y la tentación de encender su Aión, de acceder a su divinidad se volvía casi irresistible. Podría usar su aura sobre él, envolverlo con ella, un truco que llegó a hacer en su momento con sus gemelos divinos para calmarlos. Un atajo que le haría las cosas más fáciles y que, sin embargo, le obligaba a cuestionarse que tan dependiente se había vuelto de su poder. Las noches pasaban y aunque Afro había atravesado incontables eventos a lo largo de su vida, ni siquiera la eternidad le pareció tan larga como la infancia de Eneas. Eneas odiaba el interior del palacio. Detestaba el sol, pero tampoco soportaba pasar demasiado tiempo bajo la sombra. Protestaba con el aroma del incienso y gritaba cuando ella dejaba de moverse. No le permitía quedarse quieta demasiado tiempo, eso, lejos de ayudar, lo alteraba. Probó suerte con algunos de los consejos de la reina Temiste y de thithē Ligeia, la anciana nodriza de Anquises, pero ninguno dio resultado. Lo único que realmente parecía funcionar eran los paseos por el jardín del palacio, que más que jardín, más bien era un frondoso bosque de hojas verdes escondido entre las murallas y las visitas a la playa. Le encantaba cuando ella le sumergía los pies en la espuma marina que oscurecía la arena al romper las olas, eso lograba arrancarle una sonrisa. Sus parpados comenzaban a cerrarse cuando el llanto de Eneas la despertó de golpe. Su pecho se sacudió, se frotó los ojos con los dedos antes de deslizarse fuera de la cama y salir al solitario pasillo. A menudo pensaba en su antigua vida y en todo lo que había dejado atrás al renunciar temporalmente a su divinidad, como en ese instante en el que se acercó a la cuna de su hijo para tomarlo entre sus brazos. Si aún fuera una diosa y no una mortal, aquel cansancio que le pesaba en los hombros y parpados grises no existiría. ────Oh, mi dulce príncipe… ¿qué ocurre? Ven, deja que te cargue un poco ─y aun con todo ese agotamiento, no dejó de sonreírle. Jamás dejaría de hacerlo. Se aseguró de alimentarlo y permaneció un largo rato junto a él. Le cantó una canción mientras caminaba en la oscuridad, y al recostarlo nuevamente en su cuna, le hizo cosquillas en la pancita. Como respuesta, el pequeño balbuceó algo, le sonrió y rio. Era la risa más preciosa y melodiosa que había escuchado jamás. El cansancio se disipó de su cuerpo; soltó una risa entrecortada y permitió que el sonido de su voz la llenara de fuerza, haciendo brotar desde lo más profundo de su pecho un amor tan intenso que le costaba creer que su corazón pudiera contenerlo sin romperse. Entonces comprendió que el amor de una madre no conocía límites. Sería capaz de hacer sangrar a este mundo por su hijo, caminar entre las brasas del fuego con los pies desnudos y desafiar a cualquier monstruo o deidad. Los convertiría en polvo de estrellas y lo esparciría en la inmensidad de la bóveda celeste si eso aseguraba la felicidad y bienestar de su pequeño. No advirtió el momento en que se quedó dormida junto a la cuna de su hijo, rodeándola con los brazos. Su corazón mortal latía débilmente, pero en paz. El amor que corría por sus venas era de una clase que los dioses no comprendían. No pertenecía a su naturaleza inmortal, tan distante del corazón humano, y sin embargo era la devoción que codiciaban con tanta hambre y anhelo. Un amor que no pedía adoración, ni ofrendas de vino o miel, ni templos con altares humeantes. Era un sentimiento sin medida, sin pausa ni descanso. Le exigía entregarse por completo en cuerpo y alma; exponerla a una peligrosa mezcla entre la ternura y el miedo a no tener nada bajo control, una mezcla tan intensa que la desbordaba cada vez que Eneas la miraba con sus ojitos brillantes, asomando la cabecita curiosa mientras ella preparaba ungüentos, aceites, baños o pañales. Sí, añoraba su antigua vida. Era cierto. Y aún así, jamás cambiaría ese cansancio por la calma inmortal que una vez conoció. Haría ese y mil sacrificios más por él. Durmió plácidamente en un dulce sueño. Tenía una razón para levantarse y luchar un día más.
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    Categoría Aventura
    Jose

    Un año más el ,agradable cosquilleo inicial se instalaba en la base del estómago al cruzar las puertas de la residencia, cargada de maletas y el móvil pegado a la oreja, Kassy al otro lado de la línea.- Te prometo que llamaré todos los días sin falta. -Su voz sonaba tranquila , segura y emocionada mientras se las apañas para subir las escaleras que llevaban a las habitaciones.
    Tras los eventos acontecidos las últimas semanas entendía la preocupación de la mujer, quien había sido su único apoyo desde que huyeran del Sunrise, pero aún así ,era consciente de que no podía vivir siempre con miedo.- Además, tengo la oficina de Carl a dos manzanas si pasa cualquier cosa.- Aguardó al suspirito de resignación como un pequeño triunfo.- También te echaré de menos. Anda, tengo que dejarte, que sino ya sabes que el sitio bueno para la barbacoa de bienvenida vuela. Te quiero.- Tras colgar dedicó unos minutos a adecentar la habitación , a guardar cosas aquí y allá y darse una ducha rápida antes de bajar al salón principal.
    Allí saludó a alguna que otra cara conocida, como Kayla, Tay o Adrián, compañeros de planta con quienes solía pasar horas charlando en el sofá antes de dormir, o a los chicos de teatro, retomando la costumbre de hacer buena cuenta del dispensador de agua de sabores de la entrada. En concreto, esa día se decantaron por el sabor a naranja y arándanos .
    Al caer la noche el salón comenzó a llenarse con los recién llegados y el aroma a carne y verduras asadas que se hacía notar desde el porche.
    Rosie decidió ausentarse unos segundos aprovechando que el resto estaba demasiado ocupado jugando al billar para acercarse a saludar al último recién llegado, quizás por mera curiosidad, o por que lo vio tan perdido que quiso echar una mano.-¡ Hey! Bienvenido a la residencia Orión.

    [ember_garnet_crab_449] Un año más el ,agradable cosquilleo inicial se instalaba en la base del estómago al cruzar las puertas de la residencia, cargada de maletas y el móvil pegado a la oreja, Kassy al otro lado de la línea.- Te prometo que llamaré todos los días sin falta. -Su voz sonaba tranquila , segura y emocionada mientras se las apañas para subir las escaleras que llevaban a las habitaciones. Tras los eventos acontecidos las últimas semanas entendía la preocupación de la mujer, quien había sido su único apoyo desde que huyeran del Sunrise, pero aún así ,era consciente de que no podía vivir siempre con miedo.- Además, tengo la oficina de Carl a dos manzanas si pasa cualquier cosa.- Aguardó al suspirito de resignación como un pequeño triunfo.- También te echaré de menos. Anda, tengo que dejarte, que sino ya sabes que el sitio bueno para la barbacoa de bienvenida vuela. Te quiero.- Tras colgar dedicó unos minutos a adecentar la habitación , a guardar cosas aquí y allá y darse una ducha rápida antes de bajar al salón principal. Allí saludó a alguna que otra cara conocida, como Kayla, Tay o Adrián, compañeros de planta con quienes solía pasar horas charlando en el sofá antes de dormir, o a los chicos de teatro, retomando la costumbre de hacer buena cuenta del dispensador de agua de sabores de la entrada. En concreto, esa día se decantaron por el sabor a naranja y arándanos . Al caer la noche el salón comenzó a llenarse con los recién llegados y el aroma a carne y verduras asadas que se hacía notar desde el porche. Rosie decidió ausentarse unos segundos aprovechando que el resto estaba demasiado ocupado jugando al billar para acercarse a saludar al último recién llegado, quizás por mera curiosidad, o por que lo vio tan perdido que quiso echar una mano.-¡ Hey! Bienvenido a la residencia Orión.
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    Cualquier línea
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || Orden cronológico de escritorios hasta ahora (?) :

    I) 𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈
    II) 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃𝐈𝐃𝐀𝐒 𝐘 𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐒𝐀𝐒
    III) 𝐉𝐀𝐍𝐄 𝐅𝐑𝐀𝐘
    IV) 𝐄𝐋 𝐉𝐔𝐑𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐅𝐑𝐎
    V) 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐍𝐎 𝐏𝐔𝐄𝐃𝐄𝐍 𝐕𝐄𝐑

    Esta serie de historias se desarrollan durante los eventos de la guerra de Troya, siguiendo a Afro hasta la antigua ciudad de Dardania. Ciudad hermana de Troya y uno de sus grandes aliados durante la guerra, y con quién Afro guardaría cierta relación y relevancia al ser ella madre de su más grande héroe: Eneas.

    Estos escritos no deben considerarse una replica exacta de los sucesos que se describen en la Iliada, ya que estoy metiendo parte de mi cuchara. Aquí, Afro poco a poco irá descubriendo su propia humanidad y aprenderá algunas lecciones que la llevarán a ser la diosa que conocemos hoy en día uwu
    || Orden cronológico de escritorios hasta ahora (?) : I) 𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 🔥 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈 II) 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃𝐈𝐃𝐀𝐒 𝐘 𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐒𝐀𝐒 🌸 III) 𝐉𝐀𝐍𝐄 𝐅𝐑𝐀𝐘 🍃 IV) 𝐄𝐋 𝐉𝐔𝐑𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐅𝐑𝐎 🌿 V) 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐍𝐎 𝐏𝐔𝐄𝐃𝐄𝐍 𝐕𝐄𝐑🌺 Esta serie de historias se desarrollan durante los eventos de la guerra de Troya, siguiendo a Afro hasta la antigua ciudad de Dardania. Ciudad hermana de Troya y uno de sus grandes aliados durante la guerra, y con quién Afro guardaría cierta relación y relevancia al ser ella madre de su más grande héroe: Eneas. Estos escritos no deben considerarse una replica exacta de los sucesos que se describen en la Iliada, ya que estoy metiendo parte de mi cuchara. Aquí, Afro poco a poco irá descubriendo su propia humanidad y aprenderá algunas lecciones que la llevarán a ser la diosa que conocemos hoy en día uwu :STK-5:
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  • 𝐄𝐋 𝐉𝐔𝐑𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐅𝐑𝐎
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    Una de las mayores alegrías para una madre es el instante en el que carga en brazos a su hijo por primera vez. Esa vida pequeña que llevaba cuidando en el interior de su vientre abre los ojos y conoce el mundo por primera vez.

    ────Tranquila, tranquila. Sigue respirando… y… ¡empuja!

    Y así lo hizo con todas sus fuerzas. Echó la cabeza hacia atrás, apretando la mandíbula y los puños, hasta que los nudillos se le pusieron blancos por el esfuerzo. No había palabras para describir el inmenso dolor que la atravesó en esos instantes. Tampoco el alivio que sintió cuando escuchó el llanto de Eneas por primera vez.

    ────¡Es un varón! ──anunció la partera.

    La lagrimas rodaron por sus mejillas y jadeó una risa entrecortada. Solía decir que su hijo era un niño del verano: nació durante el solsticio que marcaba el fin de la primavera, esas fechas en la que los campos se volvían fértiles y los cielos estaban despejados y brillantes. Cuando lo sostuvo en sus brazos, envuelto en la manta con la que la partera lo había cubierto con cuidado, Afro le sonrió.

    ────Hola, hola…

    Tenía el cabello dorado y el rostro salpicado de pecas tostadas de su padre; los rasgos de la familia real de Dardania, la Casa de los Leones. Y esos ojos… esos ojos claro que los reconocía, eran los suyos: iris del color rosa del cielo del amanecer. Lo meció con amor y él pronto dejó de llorar, acurrucándose contra el pecho de su madre.

    Las puertas de la habitación se abrieron de par en par. El príncipe Anquises se detuvo lentamente en el umbral. Estaba tan quieto y callado que Afro habría pensado que la gorgona lo había convertido en piedra. Ella le sonrió y como respuesta, en el rostro del príncipe poco a poco una sonrisa comenzó a curvarse en sus labios, hasta que volverse amplia, orgullosa.

    ────Llegaste justo a tiempo ─murmuró la diosa con suavidad.

    ────Has hecho un buen trabajo, hija ─dijo la reina Temiste a la partera, apretando su hombro con suavidad en señal de agradecimiento por su labor─. Ven, deja que te ayude a buscar las mantas, mientras tú te encargas de traer el agua caliente.

    La partera hizo una pequeña reverencia al salir de la habitación y antes de que la reina cerrara la puerta tras de sí, asomó su cabeza y sonrió a la diosa con complicidad, diciéndole: “este es su espacio”. El príncipe se acercó al lecho, sus ojos avellana brillaban. Le acarició el cabello color vino; estaba apelmazado, sucio y cubierto de sudor y ella deseaba un baño caliente como era debido, aun así, su tacto cálido le resultó reconfortante. A él eso no le importaba.

    ────Lo hiciste bien, Afro ─musitó con suavidad.

    ────¿Quieres cargarlo?

    Anquises extendió sus manos y ella, con cuidado, depositó a su hijo recién nacido en los brazos fuertes de su padre. Sus ojos avellana no pudieron evitar la alegría que apareció en ellos, en su sonrisa. A ella se le aceleró el corazón.

    ────Hola, pequeño.

    Esa imagen terminó por desmoronarla. Derritió su pecho y lo llenó de calidez. Realmente no creía que estuviera viviendo ese momento.

    Afro no conocía lo que era tener una familia. Nació habiendo quedado huérfana de padre, no tenía madre, pues su cuna habían sido las profundidades del mar. Había ocasiones, aunque no demasiadas, en las que Afro se decía si misma que ser huérfana tenía sus ventajas. No respondía a casi nadie por sus acciones, no tenía una voz que le dictara qué era lo que debía hacer. Nadie le lanzaba una mirada de advertencia cuando se llevaba una copa de vino a la boca durante las reuniones y fiestas sagradas. No era que ella se excediera en ese sentido… pero había observado a algunas deidades tener ese gesto protector para con sus hijos inmortales.

    Esa ausencia le ayudó a volverse independiente y aprender algunas cosas por cuenta propia. Pero también la hacían sentirse increíblemente sola. No tenía a quién acudir por un consejo cuando lo necesitaba, tampoco había quién la escuchara. No tenía a quién abrazar, tampoco quién la abrazara a ella.

    A veces, cerraba los ojos e imaginaba que tenía una familia. Su padre estaba vivo y tenía una mamá. Otras solo eran padre e hija. La criaba bajo su ala, era la clase de padre que era severo, fiel a las historias que escuchó sobre él, pero enérgico cuando se trataba de velar por ella. Su madre… ella era dulce, comprensiva, protectora, de carácter tranquilo pero firme. Le enseñaba a tejer y trenzaba su cabello en las noches, mientras le tarareaba una canción.

    Afro no tenía nada de eso. Pero su hijo no pasaría por lo mismo.

    Los dioses no participaban en la crianza de sus hijos mortales de forma activa, normalmente, cuando un semidios nacía, era entregado a su progenitor mortal o a un familiar cercano para que se ocupara de esa labor. Intervenían en sus vidas como figuras protectoras, no como un padre o una madre.

    No existía una regla estricta que prohibiera las relaciones entre humanos y mortales, pero se decía que, cuando un mortal y un dios interactuaban por mucho tiempo, los hilos del destino se movían, ocurrían eventos cuyos resultados nadie podía predecir.

    Y los dioses temían a esos resultados.

    Habían visto incontables veces a lo largo del tiempo cómo, cada vez que un dios se unía a un mortal, el desenlace era el mismo: el amor entre lo divino y lo mortal terminaba en tragedia.

    Y ella no quería dejar el sello de la tragedia sobre aquellos que amaba.

    Pero tampoco quería dejarlos. Ella quería quedarse para cuidar a su hijo, verlo crecer. Darle la familia y el hogar que ella no pudo tener.

    Lo pensó, dudó, pero su convicción era más grande. Cuidaría a su hijo bajo el disfraz de una nodriza. No podía declarar abiertamente que su hijo era hijo de la diosa del amor, pero asumiendo otra identidad, podría protegerlo. Si el destino no podía identificar su huella divina, su “Aión”, no podía intervenir. Le dolía no poder presentarse tal cual era, actuar como alguien que estaba cuidando al hijo de otra persona... pero estaba dispuesta a hacer ese sacrificio por él, por su hijo.

    Anquises se sentó en el borde de la cama y le pasó un brazo detrás de los hombros, Afro se ahuecó a su lado, a su calor. Su oreja estaba pegada a su pecho, escuchaba los latidos de su corazón, tan constantes como los suyos.

    Una suave brisa entró a la habitación, el sol brillaba sobre las montañas. Era un día precioso.
    𝐄𝐋 𝐉𝐔𝐑𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐅𝐑𝐎 🌿 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 Una de las mayores alegrías para una madre es el instante en el que carga en brazos a su hijo por primera vez. Esa vida pequeña que llevaba cuidando en el interior de su vientre abre los ojos y conoce el mundo por primera vez. ────Tranquila, tranquila. Sigue respirando… y… ¡empuja! Y así lo hizo con todas sus fuerzas. Echó la cabeza hacia atrás, apretando la mandíbula y los puños, hasta que los nudillos se le pusieron blancos por el esfuerzo. No había palabras para describir el inmenso dolor que la atravesó en esos instantes. Tampoco el alivio que sintió cuando escuchó el llanto de Eneas por primera vez. ────¡Es un varón! ──anunció la partera. La lagrimas rodaron por sus mejillas y jadeó una risa entrecortada. Solía decir que su hijo era un niño del verano: nació durante el solsticio que marcaba el fin de la primavera, esas fechas en la que los campos se volvían fértiles y los cielos estaban despejados y brillantes. Cuando lo sostuvo en sus brazos, envuelto en la manta con la que la partera lo había cubierto con cuidado, Afro le sonrió. ────Hola, hola… Tenía el cabello dorado y el rostro salpicado de pecas tostadas de su padre; los rasgos de la familia real de Dardania, la Casa de los Leones. Y esos ojos… esos ojos claro que los reconocía, eran los suyos: iris del color rosa del cielo del amanecer. Lo meció con amor y él pronto dejó de llorar, acurrucándose contra el pecho de su madre. Las puertas de la habitación se abrieron de par en par. El príncipe Anquises se detuvo lentamente en el umbral. Estaba tan quieto y callado que Afro habría pensado que la gorgona lo había convertido en piedra. Ella le sonrió y como respuesta, en el rostro del príncipe poco a poco una sonrisa comenzó a curvarse en sus labios, hasta que volverse amplia, orgullosa. ────Llegaste justo a tiempo ─murmuró la diosa con suavidad. ────Has hecho un buen trabajo, hija ─dijo la reina Temiste a la partera, apretando su hombro con suavidad en señal de agradecimiento por su labor─. Ven, deja que te ayude a buscar las mantas, mientras tú te encargas de traer el agua caliente. La partera hizo una pequeña reverencia al salir de la habitación y antes de que la reina cerrara la puerta tras de sí, asomó su cabeza y sonrió a la diosa con complicidad, diciéndole: “este es su espacio”. El príncipe se acercó al lecho, sus ojos avellana brillaban. Le acarició el cabello color vino; estaba apelmazado, sucio y cubierto de sudor y ella deseaba un baño caliente como era debido, aun así, su tacto cálido le resultó reconfortante. A él eso no le importaba. ────Lo hiciste bien, Afro ─musitó con suavidad. ────¿Quieres cargarlo? Anquises extendió sus manos y ella, con cuidado, depositó a su hijo recién nacido en los brazos fuertes de su padre. Sus ojos avellana no pudieron evitar la alegría que apareció en ellos, en su sonrisa. A ella se le aceleró el corazón. ────Hola, pequeño. Esa imagen terminó por desmoronarla. Derritió su pecho y lo llenó de calidez. Realmente no creía que estuviera viviendo ese momento. Afro no conocía lo que era tener una familia. Nació habiendo quedado huérfana de padre, no tenía madre, pues su cuna habían sido las profundidades del mar. Había ocasiones, aunque no demasiadas, en las que Afro se decía si misma que ser huérfana tenía sus ventajas. No respondía a casi nadie por sus acciones, no tenía una voz que le dictara qué era lo que debía hacer. Nadie le lanzaba una mirada de advertencia cuando se llevaba una copa de vino a la boca durante las reuniones y fiestas sagradas. No era que ella se excediera en ese sentido… pero había observado a algunas deidades tener ese gesto protector para con sus hijos inmortales. Esa ausencia le ayudó a volverse independiente y aprender algunas cosas por cuenta propia. Pero también la hacían sentirse increíblemente sola. No tenía a quién acudir por un consejo cuando lo necesitaba, tampoco había quién la escuchara. No tenía a quién abrazar, tampoco quién la abrazara a ella. A veces, cerraba los ojos e imaginaba que tenía una familia. Su padre estaba vivo y tenía una mamá. Otras solo eran padre e hija. La criaba bajo su ala, era la clase de padre que era severo, fiel a las historias que escuchó sobre él, pero enérgico cuando se trataba de velar por ella. Su madre… ella era dulce, comprensiva, protectora, de carácter tranquilo pero firme. Le enseñaba a tejer y trenzaba su cabello en las noches, mientras le tarareaba una canción. Afro no tenía nada de eso. Pero su hijo no pasaría por lo mismo. Los dioses no participaban en la crianza de sus hijos mortales de forma activa, normalmente, cuando un semidios nacía, era entregado a su progenitor mortal o a un familiar cercano para que se ocupara de esa labor. Intervenían en sus vidas como figuras protectoras, no como un padre o una madre. No existía una regla estricta que prohibiera las relaciones entre humanos y mortales, pero se decía que, cuando un mortal y un dios interactuaban por mucho tiempo, los hilos del destino se movían, ocurrían eventos cuyos resultados nadie podía predecir. Y los dioses temían a esos resultados. Habían visto incontables veces a lo largo del tiempo cómo, cada vez que un dios se unía a un mortal, el desenlace era el mismo: el amor entre lo divino y lo mortal terminaba en tragedia. Y ella no quería dejar el sello de la tragedia sobre aquellos que amaba. Pero tampoco quería dejarlos. Ella quería quedarse para cuidar a su hijo, verlo crecer. Darle la familia y el hogar que ella no pudo tener. Lo pensó, dudó, pero su convicción era más grande. Cuidaría a su hijo bajo el disfraz de una nodriza. No podía declarar abiertamente que su hijo era hijo de la diosa del amor, pero asumiendo otra identidad, podría protegerlo. Si el destino no podía identificar su huella divina, su “Aión”, no podía intervenir. Le dolía no poder presentarse tal cual era, actuar como alguien que estaba cuidando al hijo de otra persona... pero estaba dispuesta a hacer ese sacrificio por él, por su hijo. Anquises se sentó en el borde de la cama y le pasó un brazo detrás de los hombros, Afro se ahuecó a su lado, a su calor. Su oreja estaba pegada a su pecho, escuchaba los latidos de su corazón, tan constantes como los suyos. Una suave brisa entró a la habitación, el sol brillaba sobre las montañas. Era un día precioso.
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