Ya llevaba demasiadas noches sin dormir, su cuerpo se movía en piloto automático, apenas escuchaba cuando alguien le hablaba cada vez que iba fuera de casa.
Los casos se acumulaban, y no cualquiera, los suyos (o, quizás, los de Jack). No dejar evidencia era agotador para el momento en que lo llamaban para ayudar en las escenas del crimen. Él era quien tenía ojo afilado, claro que iban a llamarlo si no encontraban nada.
Aaron no podía simplemente decir que era él, no quería ir a la cárcel, después de todos los asesinatos cometidos jamás iba a salir. No solo eso, Jack no iba a callarse si no continuaba con el trabajo. Incluso ahora, estaba diciéndole que volviera a tomar el cuchillo y a cortar gargantas.
Masajeó su sien, cerrando los ojos, a la vez que con la otra mano sostenía una carta. La carta que él escribió con uno de los primeros asesinatos. Una réplica casi exacta de aquella que se burló de los policías hace años, solo con leves modificaciones, pero la letra era la misma.
«𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐 𝑱𝒆𝒇𝒆,
𝑪𝒐𝒏𝒔𝒕𝒂𝒏𝒕𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒐𝒊𝒈𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒑𝒐𝒍𝒊𝒄í𝒂 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒑𝒂𝒓á, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒆𝒄𝒉𝒂𝒓á𝒏 𝒎𝒂𝒏𝒐 𝒕𝒐𝒅𝒂𝒗í𝒂. 𝑴𝒆 𝒉𝒆 𝒓𝒆í𝒅𝒐 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒆𝒄𝒆𝒏 𝒕𝒂𝒏 𝒍𝒊𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒚 𝒅𝒊𝒄𝒆𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕á𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒍𝒂 𝒑𝒊𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕𝒂. ¿𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒂𝒏 𝒆𝒔𝒆 𝒄𝒉𝒊𝒔𝒕𝒆 𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆 “𝑴𝒂𝒏𝒅𝒊𝒍 𝒅𝒆 𝑪𝒖𝒆𝒓𝒐”? 𝑨ú𝒏 𝒎𝒆 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒓𝒊𝒔𝒂. 𝑨𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒐𝒅𝒊𝒐 𝒂 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒖𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒔𝒕𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒚 𝒏𝒐 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒓é 𝒅𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒓𝒊𝒑𝒂𝒓𝒍𝒐𝒔 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒉𝒂𝒓𝒕𝒆. 𝑬𝒍 ú𝒍𝒕𝒊𝒎𝒐 𝒇𝒖𝒆 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒊𝒐𝒔𝒐. 𝑵𝒐 𝒍𝒆 𝒅𝒊 𝒕𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐 𝒂 𝒍𝒂 𝒔𝒆ñ𝒐𝒓𝒊𝒕𝒂 𝒏𝒊 𝒅𝒆 𝒄𝒉𝒊𝒍𝒍𝒂𝒓.
¿𝑪ó𝒎𝒐 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒑𝒂𝒓á𝒏 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂? 𝑴𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒂𝒏𝒕𝒂 𝒎𝒊 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒚 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒛𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐 𝒔𝒊 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐 𝒍𝒂 𝒐𝒑𝒐𝒓𝒕𝒖𝒏𝒊𝒅𝒂𝒅. 𝑷𝒓𝒐𝒏𝒕𝒐 𝒐𝒊𝒓á𝒏 𝒉𝒂𝒃𝒍𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒎í 𝒖𝒏𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒎á𝒔, 𝒚 𝒅𝒆 𝒎𝒊𝒔 𝒅𝒊𝒗𝒆𝒓𝒕𝒊𝒅𝒐𝒔 𝒋𝒖𝒆𝒈𝒖𝒆𝒄𝒊𝒕𝒐𝒔. 𝑮𝒖𝒂𝒓𝒅é 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒔𝒖𝒔𝒕𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒓𝒐𝒋𝒂 𝒆𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒃𝒐𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒆 𝒄𝒆𝒓𝒗𝒆𝒛𝒂 𝒅𝒆 𝒋𝒆𝒏𝒈𝒊𝒃𝒓𝒆 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒃𝒊𝒓, 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒄𝒖𝒊𝒅𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐 𝒔𝒆 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒔𝒆. 𝑯𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒗𝒊𝒅𝒐 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒓𝒂𝒗𝒊𝒍𝒍𝒂, 𝒉𝒂, 𝒉𝒂. 𝑬𝒏 𝒆𝒍 𝒑𝒓ó𝒙𝒊𝒎𝒐 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒍𝒆 𝒄𝒐𝒓𝒕𝒂𝒓é 𝒍𝒂𝒔 𝒐𝒓𝒆𝒋𝒂𝒔 𝒂 𝒂𝒍𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏 𝒎á𝒔, 𝒍𝒆𝒔 𝒔𝒂𝒄𝒂𝒓é 𝒍𝒐𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 𝒚 𝒍𝒂𝒔 𝒆𝒏𝒗𝒊𝒂𝒓é 𝒂 𝒍𝒂 𝒑𝒐𝒍𝒊𝒄í𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒅𝒊𝒗𝒆𝒓𝒕𝒊𝒓𝒎𝒆. 𝑮𝒖𝒂𝒓𝒅𝒆𝒏 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒂𝒓𝒕𝒂 𝒆𝒏 𝒔𝒆𝒄𝒓𝒆𝒕𝒐 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒚𝒂 𝒉𝒆𝒄𝒉𝒐 𝒖𝒏 𝒑𝒐𝒄𝒐 𝒎á𝒔 𝒅𝒆 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒚 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒖é𝒔 𝒑𝒖𝒃𝒍í𝒒𝒖𝒆𝒍𝒂 𝒔𝒊𝒏 𝒓𝒐𝒅𝒆𝒐𝒔. 𝑴𝒊 𝒄𝒖𝒄𝒉𝒊𝒍𝒍𝒐 𝒆𝒔 𝒕𝒂𝒏 𝒃𝒐𝒏𝒊𝒕𝒐 𝒚 𝒂𝒇𝒊𝒍𝒂𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒒𝒖𝒊𝒔𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒂𝒓 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒔𝒊 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐 𝒍𝒂 𝒐𝒄𝒂𝒔𝒊ó𝒏. 𝑩𝒖𝒆𝒏𝒂 𝒔𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆.
𝑺𝒊𝒏𝒄𝒆𝒓𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒔𝒖𝒚𝒐,
𝑱𝒂𝒄𝒌 𝒆𝒍 𝑫𝒆𝒔𝒕𝒓𝒊𝒑𝒂𝒅𝒐𝒓.»
Ya llevaba demasiadas noches sin dormir, su cuerpo se movía en piloto automático, apenas escuchaba cuando alguien le hablaba cada vez que iba fuera de casa.
Los casos se acumulaban, y no cualquiera, los suyos (o, quizás, los de Jack). No dejar evidencia era agotador para el momento en que lo llamaban para ayudar en las escenas del crimen. Él era quien tenía ojo afilado, claro que iban a llamarlo si no encontraban nada.
Aaron no podía simplemente decir que era él, no quería ir a la cárcel, después de todos los asesinatos cometidos jamás iba a salir. No solo eso, Jack no iba a callarse si no continuaba con el trabajo. Incluso ahora, estaba diciéndole que volviera a tomar el cuchillo y a cortar gargantas.
Masajeó su sien, cerrando los ojos, a la vez que con la otra mano sostenía una carta. La carta que él escribió con uno de los primeros asesinatos. Una réplica casi exacta de aquella que se burló de los policías hace años, solo con leves modificaciones, pero la letra era la misma.
«𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐 𝑱𝒆𝒇𝒆,
𝑪𝒐𝒏𝒔𝒕𝒂𝒏𝒕𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒐𝒊𝒈𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒑𝒐𝒍𝒊𝒄í𝒂 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒑𝒂𝒓á, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒆𝒄𝒉𝒂𝒓á𝒏 𝒎𝒂𝒏𝒐 𝒕𝒐𝒅𝒂𝒗í𝒂. 𝑴𝒆 𝒉𝒆 𝒓𝒆í𝒅𝒐 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒆𝒄𝒆𝒏 𝒕𝒂𝒏 𝒍𝒊𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒚 𝒅𝒊𝒄𝒆𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕á𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒍𝒂 𝒑𝒊𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕𝒂. ¿𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒂𝒏 𝒆𝒔𝒆 𝒄𝒉𝒊𝒔𝒕𝒆 𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆 “𝑴𝒂𝒏𝒅𝒊𝒍 𝒅𝒆 𝑪𝒖𝒆𝒓𝒐”? 𝑨ú𝒏 𝒎𝒆 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒓𝒊𝒔𝒂. 𝑨𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒐𝒅𝒊𝒐 𝒂 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒖𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒔𝒕𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒚 𝒏𝒐 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒓é 𝒅𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒓𝒊𝒑𝒂𝒓𝒍𝒐𝒔 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒉𝒂𝒓𝒕𝒆. 𝑬𝒍 ú𝒍𝒕𝒊𝒎𝒐 𝒇𝒖𝒆 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒊𝒐𝒔𝒐. 𝑵𝒐 𝒍𝒆 𝒅𝒊 𝒕𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐 𝒂 𝒍𝒂 𝒔𝒆ñ𝒐𝒓𝒊𝒕𝒂 𝒏𝒊 𝒅𝒆 𝒄𝒉𝒊𝒍𝒍𝒂𝒓.
¿𝑪ó𝒎𝒐 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒑𝒂𝒓á𝒏 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂? 𝑴𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒂𝒏𝒕𝒂 𝒎𝒊 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒚 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒛𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐 𝒔𝒊 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐 𝒍𝒂 𝒐𝒑𝒐𝒓𝒕𝒖𝒏𝒊𝒅𝒂𝒅. 𝑷𝒓𝒐𝒏𝒕𝒐 𝒐𝒊𝒓á𝒏 𝒉𝒂𝒃𝒍𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒎í 𝒖𝒏𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒎á𝒔, 𝒚 𝒅𝒆 𝒎𝒊𝒔 𝒅𝒊𝒗𝒆𝒓𝒕𝒊𝒅𝒐𝒔 𝒋𝒖𝒆𝒈𝒖𝒆𝒄𝒊𝒕𝒐𝒔. 𝑮𝒖𝒂𝒓𝒅é 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒔𝒖𝒔𝒕𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒓𝒐𝒋𝒂 𝒆𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒃𝒐𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒆 𝒄𝒆𝒓𝒗𝒆𝒛𝒂 𝒅𝒆 𝒋𝒆𝒏𝒈𝒊𝒃𝒓𝒆 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒃𝒊𝒓, 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒄𝒖𝒊𝒅𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐 𝒔𝒆 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒔𝒆. 𝑯𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒗𝒊𝒅𝒐 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒓𝒂𝒗𝒊𝒍𝒍𝒂, 𝒉𝒂, 𝒉𝒂. 𝑬𝒏 𝒆𝒍 𝒑𝒓ó𝒙𝒊𝒎𝒐 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒍𝒆 𝒄𝒐𝒓𝒕𝒂𝒓é 𝒍𝒂𝒔 𝒐𝒓𝒆𝒋𝒂𝒔 𝒂 𝒂𝒍𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏 𝒎á𝒔, 𝒍𝒆𝒔 𝒔𝒂𝒄𝒂𝒓é 𝒍𝒐𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 𝒚 𝒍𝒂𝒔 𝒆𝒏𝒗𝒊𝒂𝒓é 𝒂 𝒍𝒂 𝒑𝒐𝒍𝒊𝒄í𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒅𝒊𝒗𝒆𝒓𝒕𝒊𝒓𝒎𝒆. 𝑮𝒖𝒂𝒓𝒅𝒆𝒏 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒂𝒓𝒕𝒂 𝒆𝒏 𝒔𝒆𝒄𝒓𝒆𝒕𝒐 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒚𝒂 𝒉𝒆𝒄𝒉𝒐 𝒖𝒏 𝒑𝒐𝒄𝒐 𝒎á𝒔 𝒅𝒆 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒚 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒖é𝒔 𝒑𝒖𝒃𝒍í𝒒𝒖𝒆𝒍𝒂 𝒔𝒊𝒏 𝒓𝒐𝒅𝒆𝒐𝒔. 𝑴𝒊 𝒄𝒖𝒄𝒉𝒊𝒍𝒍𝒐 𝒆𝒔 𝒕𝒂𝒏 𝒃𝒐𝒏𝒊𝒕𝒐 𝒚 𝒂𝒇𝒊𝒍𝒂𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒒𝒖𝒊𝒔𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒃𝒂𝒋𝒂𝒓 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒔𝒊 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐 𝒍𝒂 𝒐𝒄𝒂𝒔𝒊ó𝒏. 𝑩𝒖𝒆𝒏𝒂 𝒔𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆.
𝑺𝒊𝒏𝒄𝒆𝒓𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒔𝒖𝒚𝒐,
𝑱𝒂𝒄𝒌 𝒆𝒍 𝑫𝒆𝒔𝒕𝒓𝒊𝒑𝒂𝒅𝒐𝒓.»