La ciudad brillaba bajo el sol de la tarde, con los edificios reluciendo bajo un cielo despejado. La paz parecía reinar, pero una ruidosa explosión en la avenida principal rompió la calma.
Un grupo de criminales armados intentaba huir con un botín millonario, disparando a las fuerzas del orden que los perseguían. Sin embargo, antes de que pudieran escapar, una silueta envuelta en una capa verde descendió del cielo.
—¡Alto ahí, malhechores!— exclamó la imponente figura.
Era **Gran Saiyaman**, o mejor dicho, Jimoto, un Saiyajin que se había convertido en protector de la Tierra. Con su traje característico, visera oscura y actitud heroica, se lanzó contra los criminales con precisión quirúrgica. En cuestión de segundos, los desarmó y los dejó inconscientes en la calle.
Los ciudadanos comenzaron a aplaudir, pero antes de que Jimoto pudiera dar su clásico discurso de justicia, un ruido atronador rasgó el cielo. Un objeto metálico atravesó la atmósfera como un meteoro y descendió sobre la ciudad, causando una onda expansiva que sacudió los edificios cercanos.
Entre el humo y los escombros, una figura emergió. Su traje blanco, ajustado y marcado con símbolos dorados en los codos, brillaba bajo la luz del sol. Su cabello castaño estaba perfectamente peinado hacia atrás, y sus ojos marrones observaron el mundo con una calma imponente.
—Interesante planeta— murmuró, con una sonrisa apenas perceptible. Luego, elevó la voz—. ¡Habitantes de la Tierra, escuchen! Mi nombre es **Alejandro Zeppeli**, emisario del **Imperio Viltrum**. A partir de este momento, este mundo estará bajo el control de Viltrum. La rebelión no será tolerada.
El silencio fue absoluto. Nadie entendía lo que estaba ocurriendo. Pero Jimoto, aún con su pose heroica, dio un paso al frente.
—¡¿Bajo control de qué?!— gritó, ajustando sus guantes—. ¡La Tierra ya tiene un protector, y no dejaré que ningún villano se apodere de ella!
Alejandro suspiró y extendió una mano con gesto paciente.
—No soy un villano, joven. Soy un conquistador.
Sin más palabras, ambos se lanzaron al combate.
### **Saiyajin vs. Viltrumita**
Jimoto, sin perder tiempo, se transformó en **Super Saiyajin**, su cabello dorado brillando con intensidad. Lanzó un rápido combo de golpes, pero Alejandro bloqueó cada uno con una facilidad inquietante.
—Nada mal— comentó el viltrumita, desviando un puñetazo y respondiendo con una patada que lanzó a Jimoto contra un edificio.
Pero el Saiyajin no se quedó atrás. Antes de tocar el concreto, se impulsó con una onda de ki y regresó con un **ráfaga de golpes**, logrando impactar a Alejandro en el rostro.
El viltrumita sonrió.
—Al menos harás esto interesante.
Ambos combatientes se elevaron en el aire, intercambiando golpes a una velocidad imposible de seguir para los humanos. Cada choque de sus puños generaba ondas de energía que sacudían la ciudad. Jimoto aprovechó un instante para lanzar un **Kamehameha**, pero Alejandro, en un despliegue de velocidad, lo esquivó en el último segundo y apareció detrás de él, estrellándolo contra el suelo con un golpe brutal.
Jimoto se incorporó rápidamente, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano.
—Vaya, sí que eres duro…
—No es personal— respondió Alejandro—. Pero si te interpones en los planes del Imperio Viltrum, tendré que eliminarte.
Antes de que pudieran continuar, una alarma resonó en la ciudad. **Un ejército alienígena había llegado a la Tierra.**
### **Un enemigo en común**
Desde el cielo descendían naves biomecánicas, liberando hordas de criaturas con piel metálica y ojos rojos. Sin dudarlo, comenzaron a arrasar la ciudad, disparando rayos de energía y destruyendo todo a su paso.
Jimoto y Alejandro se detuvieron.
—¿Estos son tuyos?— preguntó Jimoto con recelo.
—No— respondió Alejandro, con un tono más serio—. Y eso es un problema.
El viltrumita observó el caos con una mezcla de molestia y desdén.
—Este planeta ya tiene dueño— murmuró, y luego miró a Jimoto—. Si alguien va a conquistar este mundo, será el Imperio Viltrum.
El Saiyajin sonrió.
—Eso sí que es una lógica extraña.
Sin más palabras, ambos guerreros se lanzaron contra el ejército alienígena, luchando lado a lado. Alejandro destrozaba a los invasores con una precisión quirúrgica, mientras que Jimoto los aniquilaba con ráfagas de energía y técnicas de combate Saiyajin.
La batalla se extendió por horas, hasta que finalmente los invasores fueron erradicados. La ciudad quedó en ruinas, pero la Tierra había sido protegida… por ahora.
Alejandro flotó en el aire, observando el horizonte.
—No te equivoques, Saiyajin— dijo, cruzándose de brazos—. Esto no cambia nada. La Tierra sigue siendo territorio viltrumita.
Jimoto suspiró, cruzando los brazos.
—Lo que digas, amigo. Pero si intentas algo, ya sabes que no te la pondré fácil.
Alejandro sonrió levemente.
—Eso espero.
Y con esas palabras, el viltrumita se quedó en la Tierra, **vigilándola desde las sombras**, esperando el momento adecuado para reclamarla en nombre del Imperio Viltrum.
La ciudad brillaba bajo el sol de la tarde, con los edificios reluciendo bajo un cielo despejado. La paz parecía reinar, pero una ruidosa explosión en la avenida principal rompió la calma.
Un grupo de criminales armados intentaba huir con un botín millonario, disparando a las fuerzas del orden que los perseguían. Sin embargo, antes de que pudieran escapar, una silueta envuelta en una capa verde descendió del cielo.
—¡Alto ahí, malhechores!— exclamó la imponente figura.
Era **Gran Saiyaman**, o mejor dicho, Jimoto, un Saiyajin que se había convertido en protector de la Tierra. Con su traje característico, visera oscura y actitud heroica, se lanzó contra los criminales con precisión quirúrgica. En cuestión de segundos, los desarmó y los dejó inconscientes en la calle.
Los ciudadanos comenzaron a aplaudir, pero antes de que Jimoto pudiera dar su clásico discurso de justicia, un ruido atronador rasgó el cielo. Un objeto metálico atravesó la atmósfera como un meteoro y descendió sobre la ciudad, causando una onda expansiva que sacudió los edificios cercanos.
Entre el humo y los escombros, una figura emergió. Su traje blanco, ajustado y marcado con símbolos dorados en los codos, brillaba bajo la luz del sol. Su cabello castaño estaba perfectamente peinado hacia atrás, y sus ojos marrones observaron el mundo con una calma imponente.
—Interesante planeta— murmuró, con una sonrisa apenas perceptible. Luego, elevó la voz—. ¡Habitantes de la Tierra, escuchen! Mi nombre es **Alejandro Zeppeli**, emisario del **Imperio Viltrum**. A partir de este momento, este mundo estará bajo el control de Viltrum. La rebelión no será tolerada.
El silencio fue absoluto. Nadie entendía lo que estaba ocurriendo. Pero Jimoto, aún con su pose heroica, dio un paso al frente.
—¡¿Bajo control de qué?!— gritó, ajustando sus guantes—. ¡La Tierra ya tiene un protector, y no dejaré que ningún villano se apodere de ella!
Alejandro suspiró y extendió una mano con gesto paciente.
—No soy un villano, joven. Soy un conquistador.
Sin más palabras, ambos se lanzaron al combate.
### **Saiyajin vs. Viltrumita**
Jimoto, sin perder tiempo, se transformó en **Super Saiyajin**, su cabello dorado brillando con intensidad. Lanzó un rápido combo de golpes, pero Alejandro bloqueó cada uno con una facilidad inquietante.
—Nada mal— comentó el viltrumita, desviando un puñetazo y respondiendo con una patada que lanzó a Jimoto contra un edificio.
Pero el Saiyajin no se quedó atrás. Antes de tocar el concreto, se impulsó con una onda de ki y regresó con un **ráfaga de golpes**, logrando impactar a Alejandro en el rostro.
El viltrumita sonrió.
—Al menos harás esto interesante.
Ambos combatientes se elevaron en el aire, intercambiando golpes a una velocidad imposible de seguir para los humanos. Cada choque de sus puños generaba ondas de energía que sacudían la ciudad. Jimoto aprovechó un instante para lanzar un **Kamehameha**, pero Alejandro, en un despliegue de velocidad, lo esquivó en el último segundo y apareció detrás de él, estrellándolo contra el suelo con un golpe brutal.
Jimoto se incorporó rápidamente, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano.
—Vaya, sí que eres duro…
—No es personal— respondió Alejandro—. Pero si te interpones en los planes del Imperio Viltrum, tendré que eliminarte.
Antes de que pudieran continuar, una alarma resonó en la ciudad. **Un ejército alienígena había llegado a la Tierra.**
### **Un enemigo en común**
Desde el cielo descendían naves biomecánicas, liberando hordas de criaturas con piel metálica y ojos rojos. Sin dudarlo, comenzaron a arrasar la ciudad, disparando rayos de energía y destruyendo todo a su paso.
Jimoto y Alejandro se detuvieron.
—¿Estos son tuyos?— preguntó Jimoto con recelo.
—No— respondió Alejandro, con un tono más serio—. Y eso es un problema.
El viltrumita observó el caos con una mezcla de molestia y desdén.
—Este planeta ya tiene dueño— murmuró, y luego miró a Jimoto—. Si alguien va a conquistar este mundo, será el Imperio Viltrum.
El Saiyajin sonrió.
—Eso sí que es una lógica extraña.
Sin más palabras, ambos guerreros se lanzaron contra el ejército alienígena, luchando lado a lado. Alejandro destrozaba a los invasores con una precisión quirúrgica, mientras que Jimoto los aniquilaba con ráfagas de energía y técnicas de combate Saiyajin.
La batalla se extendió por horas, hasta que finalmente los invasores fueron erradicados. La ciudad quedó en ruinas, pero la Tierra había sido protegida… por ahora.
Alejandro flotó en el aire, observando el horizonte.
—No te equivoques, Saiyajin— dijo, cruzándose de brazos—. Esto no cambia nada. La Tierra sigue siendo territorio viltrumita.
Jimoto suspiró, cruzando los brazos.
—Lo que digas, amigo. Pero si intentas algo, ya sabes que no te la pondré fácil.
Alejandro sonrió levemente.
—Eso espero.
Y con esas palabras, el viltrumita se quedó en la Tierra, **vigilándola desde las sombras**, esperando el momento adecuado para reclamarla en nombre del Imperio Viltrum.