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ℝ𝕚𝕥𝕦𝕒𝕝 𝔻𝕖 𝕊𝕒𝕟𝕘𝕣𝕖.
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El aire estaba cargado de Incienso y un hedor metálico a sangre antigua. Kiara estaba encadenada al altar de piedra en una Cruz de madera, su piel ardía con los símbolos que habían sido marcados en su carne. Alexander sostenía una daga de plata, cuya hoja reflejaba la luz temblorosa de los candeleros.
A su lado, Trevor observaba en silencio. No se atrevía a mirarla a los ojos.
—Con la sangre de la Kitsune, reclamaremos el favor de los dioses antiguos.—
Entonó Alexander, alzando la daga.
El filo descendió, rasgando la tela de su vestido y hundiéndose en su hombre. Un dolor ardiente la atravesó, pero Kiara no gritó. Su sangre dorada corrió por su piel como fuego líquido, chisporroteando al tocar el altar.
Los nobles la observaban con fascinación y horror. No era sangre humana. Era casi celestial
Kiara alzó la cabeza, con una sonrisa torcida.
—No saben lo que han hecho.—
La temperatura en la habitación descendió abruptamente. Un viento invisible barrió las velas y las llamas se tornaron azules.
Las cadenas que la retenían estaban salpicadas en una llovizna de metal fundido. Kiara cayó de rodillas; el dolor punzante en su hombre la hizo tambalearse, pero no se detuvo.
Alexander retrocedió, pero ella fue más rápida. Su garra se clavó en su garganta con una fuerza inhumana.
—¿Quisieras mi sangre, Alexander?Toma prueba un poco. —
Se corto la muñeca en acto de ira,para luego hacer que él bebida de ella, la sangre de Kiara descendió por su garganta como brasas ardientes. Con una sonrisa ladina Kiara con un giro de muñeca, le destrozó la tráquea acabando con su miserable sufrimiento.
El caos se desató. Los nobles intentaron huir, pero Kiara, aun con la sangre brotando de su herida, desenvainó sus espadas.
Cada movimiento le costaba; la herida ardía y su fuerza se drenaba con cada gota de sangre que perdía. Pero la furia la mantenía en pie.
Cortó un brazo. Luego, una pierna. La sangre salpicó las paredes.
Uno de los guardias se atrevió a atacarla con una alabarda. La hoja se clavó en su costado, arrancándole un grito de dolor. Pero Kiara giró sobre sí misma y le hundió la espada en el pecho.
Las fuerzas la abandonaban.
Y entonces vio a Trevor.
Él temblaba, con los ojos abiertos de par en par.
—¡Kiara, por favor! ¡No sabía que te harían esto!—
Ella escupió sangre y se rió con amargura.
—Sabías exactamente lo que hacías.—
Se tambaleó hacia él, con la sangre resbalando por su costado y dejando un rastro oscuro en el suelo de piedra.
Trevor corrió.
Pero Kiara era más rápida, incluso herida.
Lo alcanzó antes de que llegara a la puerta y le atravesó la espalda con la espada.
Trevor se desplomó, con la hoja sobresaliendo de su pecho.
Kiara respiró hondo, tambaleándose, pero se mantuvo en pie.
La masacre había terminado.
Con las últimas fuerzas que le quedaban, prendió fuego a la mansión antes de desaparecer en la noche.
Hereda, pero invicta. De nuevo había caído en el encanto humano, al igual que en su avaricia.
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ℝ𝕚𝕥𝕦𝕒𝕝 𝔻𝕖 𝕊𝕒𝕟𝕘𝕣𝕖.
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El aire estaba cargado de Incienso y un hedor metálico a sangre antigua. Kiara estaba encadenada al altar de piedra en una Cruz de madera, su piel ardía con los símbolos que habían sido marcados en su carne. Alexander sostenía una daga de plata, cuya hoja reflejaba la luz temblorosa de los candeleros.
A su lado, Trevor observaba en silencio. No se atrevía a mirarla a los ojos.
—Con la sangre de la Kitsune, reclamaremos el favor de los dioses antiguos.—
Entonó Alexander, alzando la daga.
El filo descendió, rasgando la tela de su vestido y hundiéndose en su hombre. Un dolor ardiente la atravesó, pero Kiara no gritó. Su sangre dorada corrió por su piel como fuego líquido, chisporroteando al tocar el altar.
Los nobles la observaban con fascinación y horror. No era sangre humana. Era casi celestial
Kiara alzó la cabeza, con una sonrisa torcida.
—No saben lo que han hecho.—
La temperatura en la habitación descendió abruptamente. Un viento invisible barrió las velas y las llamas se tornaron azules.
Las cadenas que la retenían estaban salpicadas en una llovizna de metal fundido. Kiara cayó de rodillas; el dolor punzante en su hombre la hizo tambalearse, pero no se detuvo.
Alexander retrocedió, pero ella fue más rápida. Su garra se clavó en su garganta con una fuerza inhumana.
—¿Quisieras mi sangre, Alexander?Toma prueba un poco. —
Se corto la muñeca en acto de ira,para luego hacer que él bebida de ella, la sangre de Kiara descendió por su garganta como brasas ardientes. Con una sonrisa ladina Kiara con un giro de muñeca, le destrozó la tráquea acabando con su miserable sufrimiento.
El caos se desató. Los nobles intentaron huir, pero Kiara, aun con la sangre brotando de su herida, desenvainó sus espadas.
Cada movimiento le costaba; la herida ardía y su fuerza se drenaba con cada gota de sangre que perdía. Pero la furia la mantenía en pie.
Cortó un brazo. Luego, una pierna. La sangre salpicó las paredes.
Uno de los guardias se atrevió a atacarla con una alabarda. La hoja se clavó en su costado, arrancándole un grito de dolor. Pero Kiara giró sobre sí misma y le hundió la espada en el pecho.
Las fuerzas la abandonaban.
Y entonces vio a Trevor.
Él temblaba, con los ojos abiertos de par en par.
—¡Kiara, por favor! ¡No sabía que te harían esto!—
Ella escupió sangre y se rió con amargura.
—Sabías exactamente lo que hacías.—
Se tambaleó hacia él, con la sangre resbalando por su costado y dejando un rastro oscuro en el suelo de piedra.
Trevor corrió.
Pero Kiara era más rápida, incluso herida.
Lo alcanzó antes de que llegara a la puerta y le atravesó la espalda con la espada.
Trevor se desplomó, con la hoja sobresaliendo de su pecho.
Kiara respiró hondo, tambaleándose, pero se mantuvo en pie.
La masacre había terminado.
Con las últimas fuerzas que le quedaban, prendió fuego a la mansión antes de desaparecer en la noche.
Hereda, pero invicta. De nuevo había caído en el encanto humano, al igual que en su avaricia.