• -muy bien querida.... querida?... nisiquiera se si los esqueletos tienen genero- ladeo la cabeza algo confundida -bueno como sea Huesos El Mercader, es hora de mover los pies, es un camino algo largo hasta las ruinas- la bruja parecia andar de forma contenta pro aquellos senderos olvidados donde cada rastro de humanidad habia sido tomado nuevamente por la naturaleza -y no te preocupes por ingredientes u objetos, de eso me encargo yo, tu solo necesitas tu cabecita y pensamientos y memorias por ahora- un puente cubierto de hierbas y hojas al frente de ellas parecia continuar el camino, incluso el agua del rio reflejaba todo como un espejo de plata adornado por las hiedras y flores que crecian en el

    Musica ambiente (la recomiendo xd): https://music.youtube.com/watch?v=Voiey-TriJY&si=R16Y9jSYFqLblw-b
    -muy bien querida.... querida?... nisiquiera se si los esqueletos tienen genero- ladeo la cabeza algo confundida -bueno como sea [cosmic_turquoise_sheep_221], es hora de mover los pies, es un camino algo largo hasta las ruinas- la bruja parecia andar de forma contenta pro aquellos senderos olvidados donde cada rastro de humanidad habia sido tomado nuevamente por la naturaleza -y no te preocupes por ingredientes u objetos, de eso me encargo yo, tu solo necesitas tu cabecita y pensamientos y memorias por ahora- un puente cubierto de hierbas y hojas al frente de ellas parecia continuar el camino, incluso el agua del rio reflejaba todo como un espejo de plata adornado por las hiedras y flores que crecian en el Musica ambiente (la recomiendo xd): https://music.youtube.com/watch?v=Voiey-TriJY&si=R16Y9jSYFqLblw-b
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  • Decidió tomar una ducha caliente para relajarse, además que el vapor le ayudaba bastante a sentirse mejor.

    Suspiraba suave, frotando su cuerpo y siendo cuidadoso con sus plumas en especial, mirando que algunas aún se desprendían con facilidad por la muda debido a lo enfermo que estuvo tantos días.

    —Espero esto no dure demasiado... No quiero quedarme calvo.
    Decidió tomar una ducha caliente para relajarse, además que el vapor le ayudaba bastante a sentirse mejor. Suspiraba suave, frotando su cuerpo y siendo cuidadoso con sus plumas en especial, mirando que algunas aún se desprendían con facilidad por la muda debido a lo enfermo que estuvo tantos días. —Espero esto no dure demasiado... No quiero quedarme calvo.
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  • 𝗙𝗼𝘂𝗿𝘁𝗵𝘀𝗶𝗻 Por fin podré ver con claridad de nuevo.
    Juro solemnemente que seré más cuidadosa con ustedes...

    𝗙𝗼𝘂𝗿𝘁𝗵𝘀𝗶𝗻 Por fin podré ver con claridad de nuevo. Juro solemnemente que seré más cuidadosa con ustedes...
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  • Era un día de celebración. Pero no cualquier día de celebración, el cumpleaños de 𝑹𝒂𝒚𝒍𝒂 ni más ni menos. Por lo que todo debía ser perfecto... Romántico y perfecto. La perfecta combinación.

    Por supuesto, no lo había hecho solo. No podía sino pedir a los pequeños, e inteligentes animalitos, que lo ayudaran. Implorando que la intuición de la elfa no la hiciera sospechar de sus planes, le habría pedido a Stella que la mantuviera ocupada el suficiente tiempo para que él pudiera preparar todo.

    — Rayla!

    La llamaría al ir donde ella, con una amplia sonrisa sobre sus labios.

    — ¿Crees que podrías acompañarme un momento? Ah, ah! Pero, con los ojos vendados. Confía en mi

    Casi que le haría ojitos de cachorro para convencerla. Nada demasiado producido como pequeño obsequio de cumpleaños. Solo unas vistas espléndidas al atradecer sobre alguna colina cercana, acompañado por alguna manta acomodada meticulosamente en el suelo junto a algunas velas, quisas algunas luciérnagas que parecían imitar a Cebo que no paraba de brillar con su mala cara, y aperitivos que acompañaran el momento.
    Era un día de celebración. Pero no cualquier día de celebración, el cumpleaños de [fusion_ruby_horse_283] ni más ni menos. Por lo que todo debía ser perfecto... Romántico y perfecto. La perfecta combinación. Por supuesto, no lo había hecho solo. No podía sino pedir a los pequeños, e inteligentes animalitos, que lo ayudaran. Implorando que la intuición de la elfa no la hiciera sospechar de sus planes, le habría pedido a Stella que la mantuviera ocupada el suficiente tiempo para que él pudiera preparar todo. — Rayla! La llamaría al ir donde ella, con una amplia sonrisa sobre sus labios. — ¿Crees que podrías acompañarme un momento? Ah, ah! Pero, con los ojos vendados. Confía en mi Casi que le haría ojitos de cachorro para convencerla. Nada demasiado producido como pequeño obsequio de cumpleaños. Solo unas vistas espléndidas al atradecer sobre alguna colina cercana, acompañado por alguna manta acomodada meticulosamente en el suelo junto a algunas velas, quisas algunas luciérnagas que parecían imitar a Cebo que no paraba de brillar con su mala cara, y aperitivos que acompañaran el momento.
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  • "Proyecto 1001: El Error de Dios"
    Fandom oc
    Categoría Original
    —“No nací. Fui invocada.”

    Dicen que los niños lloran al nacer.
    Yo no. Yo grité.
    Y cuando lo hice, se rompieron todos los monitores en la sala.

    Los científicos lo llamaron “inestabilidad genética”. Yo lo llamo… maldición.

    Desde pequeña, me hablaron con guantes. No por delicadeza, sino por miedo. Mis emociones alteraban los sistemas, mi rabia quemaba el aire, mi tristeza congelaba el suelo bajo mis pies. Nunca tuve una cuna, ni brazos que me calmaran. Solo jaulas con nombres técnicos: “Contención clase 4”, “Protocolo Luna Negra”.

    Y mi madre…
    Ella sí me miraba sin miedo. Fue la única.
    La única que me tocó sin trajes especiales. La única que me cantaba entre paredes de vidrio. La única que murió por ello.

    Dicen que fue una diosa quien la mató.
    Una criatura cubierta de blanco, con alas de juicio y ojos que nunca vi… porque estaban vendados. Decía que yo era un error, un desequilibrio celestial. Que mi existencia rompía el balance.
    Así que le arrebató lo único que me mantenía humana.

    Desde entonces, crecí entre cables y mentiras. Con un solo propósito: sobrevivir.
    No por ellos.
    Por ella.

    Ahora, con la pulsera de rastreo ardiendo en mi muñeca y un pasado que me persigue como sombra… me dejaron salir.
    Dicen que es una prueba de adaptación.
    Yo sé que es una trampa.

    Pero aún así, aquí estoy.
    En una ciudad que no me quiere, con tatuajes que se retuercen bajo mi piel, y con la sangre de una madre en mis recuerdos.

    La pregunta no es si soy humana.
    La pregunta es:
    ¿quién pagará por todo esto?
    —“No nací. Fui invocada.” Dicen que los niños lloran al nacer. Yo no. Yo grité. Y cuando lo hice, se rompieron todos los monitores en la sala. Los científicos lo llamaron “inestabilidad genética”. Yo lo llamo… maldición. Desde pequeña, me hablaron con guantes. No por delicadeza, sino por miedo. Mis emociones alteraban los sistemas, mi rabia quemaba el aire, mi tristeza congelaba el suelo bajo mis pies. Nunca tuve una cuna, ni brazos que me calmaran. Solo jaulas con nombres técnicos: “Contención clase 4”, “Protocolo Luna Negra”. Y mi madre… Ella sí me miraba sin miedo. Fue la única. La única que me tocó sin trajes especiales. La única que me cantaba entre paredes de vidrio. La única que murió por ello. Dicen que fue una diosa quien la mató. Una criatura cubierta de blanco, con alas de juicio y ojos que nunca vi… porque estaban vendados. Decía que yo era un error, un desequilibrio celestial. Que mi existencia rompía el balance. Así que le arrebató lo único que me mantenía humana. Desde entonces, crecí entre cables y mentiras. Con un solo propósito: sobrevivir. No por ellos. Por ella. Ahora, con la pulsera de rastreo ardiendo en mi muñeca y un pasado que me persigue como sombra… me dejaron salir. Dicen que es una prueba de adaptación. Yo sé que es una trampa. Pero aún así, aquí estoy. En una ciudad que no me quiere, con tatuajes que se retuercen bajo mi piel, y con la sangre de una madre en mis recuerdos. La pregunta no es si soy humana. La pregunta es: ¿quién pagará por todo esto?
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  • ✦ Canciones para sanar ✦
    Fandom OC
    Categoría Original
    El sonido tenue de las risas infantiles llenaba el pasillo principal del hospital pediátrico de Seúl, mezclándose con el aroma característico a desinfectante. Yunseok, vestido con elegancia sobria : un traje negro bien ajustado, camisa oscura de cuello alto con patrones sutiles y una cadena discreta asomando bajo el saco, avanzaba con paso tranquilo mientras cargaba una guitarra acústica bajo su brazo y un bloc de notas con sus letras en el bolsillo del pantalón. No estaba allí como acompañante, sino como "The Oracle of the Mirrors", el hombre que componía canciones para los olvidados, para aquellos que la sociedad solía mirar de reojo.

    Había aceptado aquella invitación para cantar unas piezas acústicas para los niños hospitalizados, algo que hacía de manera privada y sin prensa. Aquella actividad era tan íntima como necesaria para él: sus letras cobraban vida cuando lograban sacar sonrisas en medio de la adversidad.

    Al llegar a la sala designada, su mirada se posó en un joven de rostro dulce y expresión cansada pero radiante, rodeado de pequeños que parecían adorarlo. Vestía bata blanca, y había algo en su modo delicado de hablarles que le llamó la atención: su voz transmitía calidez pura, esa que no se podía fingir. Yunseok observó cómo se agachaba para atar el cordón del zapato de uno de los niños, sonriendo como si nada más en el mundo importara en ese instante.

    Decidido, se acercó y carraspeó suavemente para llamar su atención.

    —Buenas tardes!

    saludó con una leve inclinación de cabeza, su tono bajo y cordial

    —. Me llamo Yunseok Wang.

    Una sonrisa sincera asomó en sus labios mientras sus ojos, cargados de un brillo tranquilo, lo evaluaban con curiosidad

    —. No quiero interrumpir… pero, ¿puedo saber tu nombre?

    Esperó su respuesta antes de continuar, acomodando la guitarra que llevaba en su estuche de cuero.

    —Vine para el pequeño concierto benéfico… y, bueno, creo que voy a necesitar tu ayuda para coordinar un par de cosas. Aunque, honestamente...

    añadió con un deje de humor suave

    - parece que los niños ya te adoran lo suficiente como para ser mi mejor aliado aquí.

    Su mirada descendió brevemente hacia uno de los pacientes que reía mientras tiraba suavemente de la bata del joven médico.

    —Debo admitirlo, es raro ver a alguien con tanta luz en un lugar como este

    comentó, en un tono casi reflexivo

    —. ¿Siempre eres así de cercano con ellos?
    El sonido tenue de las risas infantiles llenaba el pasillo principal del hospital pediátrico de Seúl, mezclándose con el aroma característico a desinfectante. Yunseok, vestido con elegancia sobria : un traje negro bien ajustado, camisa oscura de cuello alto con patrones sutiles y una cadena discreta asomando bajo el saco, avanzaba con paso tranquilo mientras cargaba una guitarra acústica bajo su brazo y un bloc de notas con sus letras en el bolsillo del pantalón. No estaba allí como acompañante, sino como "The Oracle of the Mirrors", el hombre que componía canciones para los olvidados, para aquellos que la sociedad solía mirar de reojo. Había aceptado aquella invitación para cantar unas piezas acústicas para los niños hospitalizados, algo que hacía de manera privada y sin prensa. Aquella actividad era tan íntima como necesaria para él: sus letras cobraban vida cuando lograban sacar sonrisas en medio de la adversidad. Al llegar a la sala designada, su mirada se posó en un joven de rostro dulce y expresión cansada pero radiante, rodeado de pequeños que parecían adorarlo. Vestía bata blanca, y había algo en su modo delicado de hablarles que le llamó la atención: su voz transmitía calidez pura, esa que no se podía fingir. Yunseok observó cómo se agachaba para atar el cordón del zapato de uno de los niños, sonriendo como si nada más en el mundo importara en ese instante. Decidido, se acercó y carraspeó suavemente para llamar su atención. —Buenas tardes! saludó con una leve inclinación de cabeza, su tono bajo y cordial —. Me llamo Yunseok Wang. Una sonrisa sincera asomó en sus labios mientras sus ojos, cargados de un brillo tranquilo, lo evaluaban con curiosidad —. No quiero interrumpir… pero, ¿puedo saber tu nombre? Esperó su respuesta antes de continuar, acomodando la guitarra que llevaba en su estuche de cuero. —Vine para el pequeño concierto benéfico… y, bueno, creo que voy a necesitar tu ayuda para coordinar un par de cosas. Aunque, honestamente... añadió con un deje de humor suave - parece que los niños ya te adoran lo suficiente como para ser mi mejor aliado aquí. Su mirada descendió brevemente hacia uno de los pacientes que reía mientras tiraba suavemente de la bata del joven médico. —Debo admitirlo, es raro ver a alguien con tanta luz en un lugar como este comentó, en un tono casi reflexivo —. ¿Siempre eres así de cercano con ellos?
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  • -En la prisión de la que estaba, bajo los cuidados del serafín.
    Estando acostada de la cama, cerro los ojos mientras derrama lágrimas y cantaba con mucho dolor -

    https://youtu.be/izNKZLa90w4?si=JT-5bFlW8FJXSTvm
    -En la prisión de la que estaba, bajo los cuidados del serafín. Estando acostada de la cama, cerro los ojos mientras derrama lágrimas y cantaba con mucho dolor - https://youtu.be/izNKZLa90w4?si=JT-5bFlW8FJXSTvm
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  • El caballero y la sacerdotisa
    Fandom OC
    Categoría Fantasía
    --Toda su vida había vivido para el servicio de los dioses. Desde que nació, una ceguera inexplicable le negó el amor de una madre, el cobijo de una familia, pues creían que era una maldición.

    Fue abandonada a los pies de un inmenso árbol, con los ojos vendados y colgando de su manita, una pequeña piedra blanca de río envuelta con una correa de cuero, con Ansuz grabada en ella.

    Creció de un lugar a otro, hasta que finalmente encontró un hogar definitivo en un Hof abandonado que ella misma acondicionó, atrayendo poco a poco a algunos miembros de las aldeas cercanas que buscaban el consejo de los Dioses.

    Finalmente, con el paso de los años, Astrid se volvió popular entre las comunidades cercanas, hasta que un día, fue llevada -Casi a la fuerza- a las costas para abordar uno de los barcos exploradores hasta que llegó a Britania.

    Astrid no se opuso, pues noches antes, segura estaba, de haber escuchado al mismo padre Odín dirigirle algunas palabras, prometiéndole siempre guiarla en su misión.

    Escuchó al cuervo que desde entonces no la abandonaba y que en sus momentos de mayor necesidad, estaba siempre presente, y aunque Astrid fuese incapaz de ver, podía percibir, que todo lo que le estaba sucediendo, tenía un propósito.

    Una vez hubo llegado a Britania, le fue construida una pequeña choza donde Astrid se dedicaba a predicar la palabra de Odín a los niños y mujeres que eran llevadas como botín tras algunos saqueos e “incursiones” a los llamados fuertes de piedra.

    Pero… una tarde todo cambió. Cuando la lluvia de la tarde comenzó a caer, fuerte, agitando los techos de paja y madera hasta que de pronto, el calor y el olor a quemado llenaron el ambiente.

    Las mujeres gritando por ayuda y el grito de guerra de algunos hombres se mezclaron con el fuerte ruido de la tormenta cayendo sobre ellos, perturbaron a Astrid que en un intento por ayudar, salió del Hof para correr alrededor.

    Un fuerte agarre la tomó del brazo y la arrastró fuera del campo de batalla —¡Quédate aquí! —Le gritó un hombre, a quien no pudo identificar. Astrid, incapaz de reconocer el terreno, caminó a tientas entre los arbustos y los árboles, cayendo en cuenta que se había adentrado en el bosque. Los gritos y el sonar de las espadas al estrellarse unas con otras se fue apagando, hasta que finalmente tuvo que aceptar que se había perdido en un país y un lugar totalmente desconocido para ella.-
    --Toda su vida había vivido para el servicio de los dioses. Desde que nació, una ceguera inexplicable le negó el amor de una madre, el cobijo de una familia, pues creían que era una maldición. Fue abandonada a los pies de un inmenso árbol, con los ojos vendados y colgando de su manita, una pequeña piedra blanca de río envuelta con una correa de cuero, con Ansuz grabada en ella. Creció de un lugar a otro, hasta que finalmente encontró un hogar definitivo en un Hof abandonado que ella misma acondicionó, atrayendo poco a poco a algunos miembros de las aldeas cercanas que buscaban el consejo de los Dioses. Finalmente, con el paso de los años, Astrid se volvió popular entre las comunidades cercanas, hasta que un día, fue llevada -Casi a la fuerza- a las costas para abordar uno de los barcos exploradores hasta que llegó a Britania. Astrid no se opuso, pues noches antes, segura estaba, de haber escuchado al mismo padre Odín dirigirle algunas palabras, prometiéndole siempre guiarla en su misión. Escuchó al cuervo que desde entonces no la abandonaba y que en sus momentos de mayor necesidad, estaba siempre presente, y aunque Astrid fuese incapaz de ver, podía percibir, que todo lo que le estaba sucediendo, tenía un propósito. Una vez hubo llegado a Britania, le fue construida una pequeña choza donde Astrid se dedicaba a predicar la palabra de Odín a los niños y mujeres que eran llevadas como botín tras algunos saqueos e “incursiones” a los llamados fuertes de piedra. Pero… una tarde todo cambió. Cuando la lluvia de la tarde comenzó a caer, fuerte, agitando los techos de paja y madera hasta que de pronto, el calor y el olor a quemado llenaron el ambiente. Las mujeres gritando por ayuda y el grito de guerra de algunos hombres se mezclaron con el fuerte ruido de la tormenta cayendo sobre ellos, perturbaron a Astrid que en un intento por ayudar, salió del Hof para correr alrededor. Un fuerte agarre la tomó del brazo y la arrastró fuera del campo de batalla —¡Quédate aquí! —Le gritó un hombre, a quien no pudo identificar. Astrid, incapaz de reconocer el terreno, caminó a tientas entre los arbustos y los árboles, cayendo en cuenta que se había adentrado en el bosque. Los gritos y el sonar de las espadas al estrellarse unas con otras se fue apagando, hasta que finalmente tuvo que aceptar que se había perdido en un país y un lugar totalmente desconocido para ella.-
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  • Si solo yo tejo mi parte de la red de cuidados. ¿Merece la pena? Supongo que sí. Supongo que si esa persona cae, podré ayudar a sostenerla, solo me da pena que no sea mutuo. Que no haría lo mismo por mí.
    Si solo yo tejo mi parte de la red de cuidados. ¿Merece la pena? Supongo que sí. Supongo que si esa persona cae, podré ayudar a sostenerla, solo me da pena que no sea mutuo. Que no haría lo mismo por mí.
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  • Me gustan los sitios donde nadie me busca.
    Los rincones donde el aire es tan quieto que puedo oír mis propios pensamientos.
    Las esquinas de los jardines donde las flores crecen sin que nadie las ordene.
    Allí me siento más real… como si pudiera, por un momento, dejar de ser lo que esperan de mí.

    Me gusta el sonido del agua al caer, pero no los estanques limpios y perfectos de la Corte.
    Prefiero los arroyos que se escapan por entre piedras musgosas, los que parecen olvidados por los mapas.
    Me recuerdan a mí.

    Me gustan los colores suaves: el gris que tienen las nubes justo antes de llover, el azul que nadie mira en las sombras del amanecer, el dorado tenue que se cuela entre las hojas viejas.
    No me atrae lo brillante.
    No quiero deslumbrar. Sólo pertenecer.

    Me gustan los instrumentos que nadie toca en los salones.
    Aquellos que suenan tristes, los que parecen hablar en vez de cantar.
    Una vez toqué uno, sola, en el invernadero… y durante un instante, pensé que el sonido me entendía.

    También me gusta recordar cosas que nadie más recuerda.
    Como el olor del invierno en Faerie antes de que cambiaran los encantamientos.
    O el sabor de la fruta silvestre que crece al borde del bosque, la que no está bendecida ni prohibida.

    No lo digo en voz alta.
    Porque aquí no está bien visto tener gustos propios.
    Pero los tengo.

    Y aunque finjo que no importa,
    a veces eso —solo eso— me salva del olvido.
    Me gustan los sitios donde nadie me busca. Los rincones donde el aire es tan quieto que puedo oír mis propios pensamientos. Las esquinas de los jardines donde las flores crecen sin que nadie las ordene. Allí me siento más real… como si pudiera, por un momento, dejar de ser lo que esperan de mí. Me gusta el sonido del agua al caer, pero no los estanques limpios y perfectos de la Corte. Prefiero los arroyos que se escapan por entre piedras musgosas, los que parecen olvidados por los mapas. Me recuerdan a mí. Me gustan los colores suaves: el gris que tienen las nubes justo antes de llover, el azul que nadie mira en las sombras del amanecer, el dorado tenue que se cuela entre las hojas viejas. No me atrae lo brillante. No quiero deslumbrar. Sólo pertenecer. Me gustan los instrumentos que nadie toca en los salones. Aquellos que suenan tristes, los que parecen hablar en vez de cantar. Una vez toqué uno, sola, en el invernadero… y durante un instante, pensé que el sonido me entendía. También me gusta recordar cosas que nadie más recuerda. Como el olor del invierno en Faerie antes de que cambiaran los encantamientos. O el sabor de la fruta silvestre que crece al borde del bosque, la que no está bendecida ni prohibida. No lo digo en voz alta. Porque aquí no está bien visto tener gustos propios. Pero los tengo. Y aunque finjo que no importa, a veces eso —solo eso— me salva del olvido.
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