• ───Si me relegan al segundo plano, no esperen que permanezca en escena.

    No vine a ocupar un rincón entre sus distracciones, ni a mendigar atención donde no se me concede el lugar que merezco.

    Prefiero retirarme con la frente en alto, antes que diluirme en la espera de quien no sabe valorar mi presencia.

    Mi tiempo no es moneda común, ni mi paciencia un obsequio gratuito. Quien no sabe leer mi silencio, difícilmente entenderá mi ausencia.────
    ───Si me relegan al segundo plano, no esperen que permanezca en escena. No vine a ocupar un rincón entre sus distracciones, ni a mendigar atención donde no se me concede el lugar que merezco. Prefiero retirarme con la frente en alto, antes que diluirme en la espera de quien no sabe valorar mi presencia. Mi tiempo no es moneda común, ni mi paciencia un obsequio gratuito. Quien no sabe leer mi silencio, difícilmente entenderá mi ausencia.────
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    || Disculpen a los que todavía no les respondo ayer no pude tuve un día super atareado y tras de éso me puse algo mal, pero descuiden ya me pongo al día y les respondo a todos :3.

    Gracias por su paciencia 🩷

    || Disculpen a los que todavía no les respondo ayer no pude tuve un día super atareado y tras de éso me puse algo mal, pero descuiden ya me pongo al día y les respondo a todos :3. Gracias por su paciencia 🩷✨
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  • -Ambas hermanas, dejaron un rato la aldea para ir a reunir información para que el proyecto Gestal vaya bien, su misión es guiar a los réplicantes para que asi, los Gestales (almas) puedan regresar.

    De tanto que han estado cuidado y guiando, no se imaginaron que los replicantes(su cuerpos) llegaran a tener conciencia propia rechazando los Gestales (almas).-

    Popola: Esto se ha complicado...

    Devola: Pero no podemos hacer nada, la supervivencia de la humanidad depende de que el señor de las sombras recupere su cuerpo.

    Popola: Lo se.. No imagine que esto se podría más complicado.

    -Asi ambas hermanas se miraron, estando lejos de todos podrían hablar sin esconderse de Nier, cuando estaba con él y los amigos de él, debían matener la máscara de que son las que cuidan de los aldeanos.-
    -Ambas hermanas, dejaron un rato la aldea para ir a reunir información para que el proyecto Gestal vaya bien, su misión es guiar a los réplicantes para que asi, los Gestales (almas) puedan regresar. De tanto que han estado cuidado y guiando, no se imaginaron que los replicantes(su cuerpos) llegaran a tener conciencia propia rechazando los Gestales (almas).- Popola: Esto se ha complicado... Devola: Pero no podemos hacer nada, la supervivencia de la humanidad depende de que el señor de las sombras recupere su cuerpo. Popola: Lo se.. No imagine que esto se podría más complicado. -Asi ambas hermanas se miraron, estando lejos de todos podrían hablar sin esconderse de Nier, cuando estaba con él y los amigos de él, debían matener la máscara de que son las que cuidan de los aldeanos.-
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  • ──── 𝘈 𝘷𝘦𝘳 ¿𝘊𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘵𝘰𝘮𝘢𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘰𝘵𝘰? ¡𝘈𝘩í 𝘦𝘴𝘵𝘢! 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘰𝘵𝘰𝘨é𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘦𝘳𝘦𝘴; 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘳𝘢𝘤𝘪𝘢𝘥𝘰. ──── 𝐷í𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑦 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 ℎ𝑖𝑗𝑜. [♡]

    ||• Ando con mucho trabajo últimamente. En estos días me pongo al pendiente de todo. Gracias por paciencia y no olviden que los quiero. ♡
    ──── 𝘈 𝘷𝘦𝘳 ¿𝘊𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘵𝘰𝘮𝘢𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘰𝘵𝘰? ¡𝘈𝘩í 𝘦𝘴𝘵𝘢! 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘰𝘵𝘰𝘨é𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘦𝘳𝘦𝘴; 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘳𝘢𝘤𝘪𝘢𝘥𝘰. ──── 𝐷í𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑦 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 ℎ𝑖𝑗𝑜. [♡] ||• Ando con mucho trabajo últimamente. En estos días me pongo al pendiente de todo. Gracias por paciencia y no olviden que los quiero. ♡
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    || Estaré un tiempo fuera de línea... Subire la tercera parte del rol antes del 31... Pero es que me dijeron algo hace poco que de verdad me dió un insta-bajón y quisiera desconectarme de todo por un rato.... O hasta que Shadow regrese
    Por favor, paciencia
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  • ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores.

    "Dónde cesa el dolor"

    Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento.

    Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela.

    Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar.

    Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna.

    Fue entonces cuando Cillian llegó.

    No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella.

    "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era.

    La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito.

    Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito.

    Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería.

    "¿Vas a llevarme lejos?"

    Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche.

    Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya.

    "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más."

    Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto.

    Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás.

    "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz."

    La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera.

    Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo.

    Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento.

    "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir."

    Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones.

    Y entonces, se fueron.

    La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
    ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores. "Dónde cesa el dolor" Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento. Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela. Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar. Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna. Fue entonces cuando Cillian llegó. No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella. "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era. La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito. Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito. Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería. "¿Vas a llevarme lejos?" Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche. Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya. "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más." Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto. Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás. "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz." La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera. Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo. Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento. "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir." Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones. Y entonces, se fueron. La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
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  • "Que soy..
    Para que estoy en este mundo..."

    - escucha a un camarero que estaba hablando en voz baja-

    Joven solo quiero un chocolate helado con mucho chocolate amargo ...
    Me importa poco dónde vienes, solo entrégame mi chocolate helado ...

    - no tenía paciencia ni ganas de estar ahí más tiempo -
    "Que soy.. Para que estoy en este mundo..." - escucha a un camarero que estaba hablando en voz baja- Joven solo quiero un chocolate helado con mucho chocolate amargo ... Me importa poco dónde vienes, solo entrégame mi chocolate helado ... - no tenía paciencia ni ganas de estar ahí más tiempo -
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    A todas esas personas que debo respuesta de rol:
    Una gran disculpa, no tengo cabeza para pensar hoy. Responderé tan pronto me sea posible. Agradezco mucho su paciencia, la cual recompensaré como se debe.
    Muchas gracias.
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  • -loki estaba con zeus (giero)y shiva (India), en la masion del rey del cosmo tranquilo aun que se preguntaba que queria y que hacia shiva.-

    Shiva : vamos anciano que quieres

    -estaba algo intraquilo, pero loki tomaba todo con calma, asi que se dio cuenta el eso.-

    Asi que era eso, pense aque estarias en apuros como siempre.

    Shiva : todo por eso, sabes que haces perder mi praciencia.

    Es que solo, que ya sabe un secreto.

    Shiva: por eso no dice nada el ancuano..

    -shiva no entenia nada de lo que estaban hablando*
    -loki estaba con zeus (giero)y shiva (India), en la masion del rey del cosmo tranquilo aun que se preguntaba que queria y que hacia shiva.- Shiva : vamos anciano que quieres -estaba algo intraquilo, pero loki tomaba todo con calma, asi que se dio cuenta el eso.- Asi que era eso, pense aque estarias en apuros como siempre. Shiva : todo por eso, sabes que haces perder mi praciencia. Es que solo, que ya sabe un secreto. Shiva: por eso no dice nada el ancuano.. -shiva no entenia nada de lo que estaban hablando*
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  • No puedo dormir.
    No desde que vi aquella prueba. Desde que la sostuve entre las manos temblorosas, sintiendo que el mundo se me venía abajo otra vez.
    Embarazada.

    La palabra me pesa más que cualquier herida que me hayan dejado.
    A veces me quedo mirándome en el espejo, con las manos sobre el vientre plano, esperando sentir algo. Lo que sea. Pero no siento amor, ni esperanza, ni alegría. Siento miedo. Siento asco. Siento que mi cuerpo me traiciona una y otra vez.

    He pensado en todo. En seguir con esto, en no hacerlo, en desaparecer un tiempo… en no ser una carga para Angela.
    Pero no hay una respuesta correcta, ninguna que me devuelva la paz.
    Cada vez que cierro los ojos veo sus rostros.
    Cada vez que toco mi piel, siento las manos que no eran suyas.

    Y sin embargo, hay algo dentro de mí que me obliga a quedarme quieta.
    Quizás sea el miedo.
    Quizás sea el instinto.
    O tal vez esa parte de mí que aún cree que puedo decidir lo que pase a partir de ahora, aunque todo lo demás me lo hayan robado.

    Angela intenta fingir que todo está bien, que me protege, que me cuida.
    Y yo finjo también.
    Sonrío, le digo que estoy cansada, que voy a dormir. Pero por dentro me rompo más cada día.

    No sé qué voy a hacer.
    No puedo decidirlo todavía.
    Lo único que tengo claro es que no quiero que esto nos destruya. Que si algo me mantiene respirando es ella, su forma de tocarme sin hacerme daño, su paciencia infinita.

    Quizás algún día tenga el valor de hablar, de decidir qué quiero hacer con todo esto.
    Pero hoy no.
    Hoy solo quiero seguir respirando, y que el silencio no me ahogue.
    No puedo dormir. No desde que vi aquella prueba. Desde que la sostuve entre las manos temblorosas, sintiendo que el mundo se me venía abajo otra vez. Embarazada. La palabra me pesa más que cualquier herida que me hayan dejado. A veces me quedo mirándome en el espejo, con las manos sobre el vientre plano, esperando sentir algo. Lo que sea. Pero no siento amor, ni esperanza, ni alegría. Siento miedo. Siento asco. Siento que mi cuerpo me traiciona una y otra vez. He pensado en todo. En seguir con esto, en no hacerlo, en desaparecer un tiempo… en no ser una carga para Angela. Pero no hay una respuesta correcta, ninguna que me devuelva la paz. Cada vez que cierro los ojos veo sus rostros. Cada vez que toco mi piel, siento las manos que no eran suyas. Y sin embargo, hay algo dentro de mí que me obliga a quedarme quieta. Quizás sea el miedo. Quizás sea el instinto. O tal vez esa parte de mí que aún cree que puedo decidir lo que pase a partir de ahora, aunque todo lo demás me lo hayan robado. Angela intenta fingir que todo está bien, que me protege, que me cuida. Y yo finjo también. Sonrío, le digo que estoy cansada, que voy a dormir. Pero por dentro me rompo más cada día. No sé qué voy a hacer. No puedo decidirlo todavía. Lo único que tengo claro es que no quiero que esto nos destruya. Que si algo me mantiene respirando es ella, su forma de tocarme sin hacerme daño, su paciencia infinita. Quizás algún día tenga el valor de hablar, de decidir qué quiero hacer con todo esto. Pero hoy no. Hoy solo quiero seguir respirando, y que el silencio no me ahogue.
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