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    No imaginé que detrás de todo esto estuvieran aquellos cazadores de dragones.

    Mi error fue bajar un poco la guardia , tal vez estuvieron siguiendo mis pasos .

    O quizá fue una coincidencia cruzarme con ellos en este templo en el desierto.
    No imaginé que detrás de todo esto estuvieran aquellos cazadores de dragones. Mi error fue bajar un poco la guardia , tal vez estuvieron siguiendo mis pasos . O quizá fue una coincidencia cruzarme con ellos en este templo en el desierto.
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  • Pura Venganza
    Fandom Multifandom
    Categoría Acción
    Este rol contiene palabras malsonantes, habla de un tema delicado, sangre y torturas


    Estos últimos meses hemos recibido avisos de más cuerpos encontrados por ciudadanos, todos siguen el mismo patrón.
    Revise cada una de las fotografías, los informes y las pruebas.

    Todo apuntaba a que todos esos atroces asesinatos no han sido a manos de un humano, si no de un demonio.

    La subida de los asesinatos han subido, al igual que mi investigación. La otra noche me encontraba en el único bar del pueblo donde se reúnen otros cazadores y hablan de sus "batallitas".
    Si aquel día fui no fue por simple casualidad, hay un cazador en particular que en sus tiempos mozos, se enfrento al mismo demonio que estoy buscando.

    Aquel hombre tenía ganas de hablar, no me costo que lo hiciera. Le invité a unas copas y en diez segundos comenzó a hablar sin poder parar, me contó todo lo que sabía sobre Malaquias.

    Malaquias, así es como se llama el demonio que estos meses lleva ocupando toda mi mente.

    Las anteriores victimas todas tenían rasgos físicos muy parecidos al igual que bastante explícitos. De echo muchas de aquellas mujeres se me hacían parecidas a una persona en concreto.

    Tanto hoy como mañana los tengo libres, hace cinco días encontraron a la última victima de Malaquías en las profundidades del bosque, más concretamente muy cerca de la orilla del río. En donde me encuentro en estos momentos, necesito encontrar alguna pista, mis instintos me dicen que sigue muy cerca y al ritmo que va, no tardará en buscar una nueva victima.

    Creí haber puesto el móvil en silencio pero estaba equivocado, al ver en la pantalla el nombre de Grayson, me pareció muy extraño que me llamará tan tarde.

    -Grayson, ¿sucede algo?.
    -Elektra aún no ha regresado. Llevo toda la tarde intentando llamarla y no me lo coge.

    Todos mis miedos se aferraron mientras Grayson y yo seguíamos hablando, terminé corriendo por las profundidades del bosque. Al principio no podía pensar con claridad, entonces empecé a seguir una melodía sospechosa.

    Para cualquier ser humano es como el canto de sirena, pero para nosotros los cazadores, desde pequeños nos entrenan, para no terminar cayendo en sus trucos.

    𝐄𝐋𝐄𝐊𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐑𝐆𝐄𝐍𝐓
    Este rol contiene palabras malsonantes, habla de un tema delicado, sangre y torturas Estos últimos meses hemos recibido avisos de más cuerpos encontrados por ciudadanos, todos siguen el mismo patrón. Revise cada una de las fotografías, los informes y las pruebas. Todo apuntaba a que todos esos atroces asesinatos no han sido a manos de un humano, si no de un demonio. La subida de los asesinatos han subido, al igual que mi investigación. La otra noche me encontraba en el único bar del pueblo donde se reúnen otros cazadores y hablan de sus "batallitas". Si aquel día fui no fue por simple casualidad, hay un cazador en particular que en sus tiempos mozos, se enfrento al mismo demonio que estoy buscando. Aquel hombre tenía ganas de hablar, no me costo que lo hiciera. Le invité a unas copas y en diez segundos comenzó a hablar sin poder parar, me contó todo lo que sabía sobre Malaquias. Malaquias, así es como se llama el demonio que estos meses lleva ocupando toda mi mente. Las anteriores victimas todas tenían rasgos físicos muy parecidos al igual que bastante explícitos. De echo muchas de aquellas mujeres se me hacían parecidas a una persona en concreto. Tanto hoy como mañana los tengo libres, hace cinco días encontraron a la última victima de Malaquías en las profundidades del bosque, más concretamente muy cerca de la orilla del río. En donde me encuentro en estos momentos, necesito encontrar alguna pista, mis instintos me dicen que sigue muy cerca y al ritmo que va, no tardará en buscar una nueva victima. Creí haber puesto el móvil en silencio pero estaba equivocado, al ver en la pantalla el nombre de Grayson, me pareció muy extraño que me llamará tan tarde. -Grayson, ¿sucede algo?. -Elektra aún no ha regresado. Llevo toda la tarde intentando llamarla y no me lo coge. Todos mis miedos se aferraron mientras Grayson y yo seguíamos hablando, terminé corriendo por las profundidades del bosque. Al principio no podía pensar con claridad, entonces empecé a seguir una melodía sospechosa. Para cualquier ser humano es como el canto de sirena, pero para nosotros los cazadores, desde pequeños nos entrenan, para no terminar cayendo en sus trucos. [Thxgirlargent91]
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  • Trece días. Un total de trece días necesitó el zorro para estar en buena forma. Habría necesitado menos, pero las heridas fueron brutales. Además, a mitad de su recuperación, tuvo que dar parte de su energía vital para ayudar a un amigo.

    Pero por fin, Kazuo estaba en marcha. Ese Ōmukade había crecido a sus anchas desde su último encuentro. Últimamente, en ese tiempo había atacado una aldea cercana, pero, por gracia divina, solo se cobró víctimas de ganado.

    El zorro, esta vez sí, con sus cinco sentidos puestos, fue en busca del demonio escalopendra, aquel que era capaz de matar y comer dragones. Recorrió todo el valle y la montaña en busca de su rastro. Recordaba su olor; si algo se le daba bien al zorro era recordar aromas, cada matiz que incluso podía saborear en la lengua. Tras una larga caminata, lo encontró: ese rastro que olía a podredumbre y muerte, como si algo estuviera comiendo cadáveres en descomposición. En este punto, el zorro bajó su ritmo, sintiendo cómo esa capa de miasma aumentaba a medida que se acercaba.

    Kazuo era tremendamente silencioso; no se escuchaba ni el crujir de las ramas bajo sus pies, igual que un fantasma. Afinaba su oído; cualquier leve sonido hacía que girara su cabeza de forma brusca, como cuando los cazadores acechan a una presa. Y así era: Kazuo era el cazador y el Ōmukade, su presa. La noche se había cernido sobre él. De seguro, Elisabeth le reprendería por no avisarla para que lo acompañara. Pero no le entusiasmaba darle como regalo de compromiso una noche de matanza a un demonio. Desde luego, era poco romántico.

    "¡Clic!" —Un crujido.

    Ese crujido no lo había emitido Kazuo. Tampoco lo habría provocado ningún animal, ya que la densidad del ambiente era inaguantable para cualquier ser que no estuviera preparado para soportarlo. El zorro se puso en cuclillas, posando sus dos manos sobre la tierra e inclinándose levemente hacia delante, como un gato que se agazapa antes de cernirse sobre su presa. Un silencio sepulcral se instalaba en el ambiente; Parecía que incluso el aire había dejado de correr.

    Fue entonces cuando aquel demonio, tan grande como un dragón, emergió de la oscuridad, profiriendo un rugido ensordecedor. Este, igual que la última vez, se dirigió una carga hacia Kazuo, pero este, rápido, tomó impulso en dirección hacia la criatura. A punto de colisionar el uno con el otro, Kazuo sacó sus garras, clavándolas apenas en el caparazón de su cabeza. Su coraza era terriblemente dura; Debería haberle pedido a Elisabeth un poco de su saliva, ya que esta es venenosa para los Ōmukade. Tras aguantar todo lo posible el agarre, aprovechó la inercia de su cuerpo para elevarse sobre la cabeza del demonio, quedando durante unas milésimas de segundo en pie sobre este con una sola mano. Sin soltar su agarre, dobló su tronco para que sus pies y piernas caigan en cuclillas sobre la cabeza del insecto gigante. Con una fuerza sobrehumana, hizo presión con sus piernas hacia abajo, soltando su agarre en el momento justo en que estas hacían más presión sobre la cabeza del demonio. El impulso que tomó el zorro hizo que la cabeza del contrario se estampara de boca contra el suelo, como si Kazuo hubiera lanzado un proyecto con sus piernas.

    Mientras una polvareda se levantaba por el impacto del Ōmukade contra el suelo, el zorro caía con gracia sobre la rama de un árbol cercano.

    —Esto va a terminar rápido... —decía él con esa calma que a veces podía resultar inquietante.

    Tras unos segundos, el demonio se levantaba. Este retorcía su cuerpo con dolor y furia. Kazuo pensó que, si no podía atravesar su corazón, lo molería a golpes hasta que esta cediera.

    Durante largos minutos, ambos yōkais se regalaban una serenata de golpes. Kazuo era quien más golpe daba y quien más los esquivaba, aunque se llevó alguno que otro en el camino. El demonio escalopendra comenzaba a estar cansado y cada vez más débil. En un último movimiento, Kazuo volvió a embestir de frente, algo bastante necio por su parte, ya que el demonio no era tonto y ya había visto antes de ese ataque.

    El Ōmukade, habiendo aprendido la lección, levantó su cabeza para atrapar el cuerpo de Kazuo, uniendo sus dientes afilados en su carne. Pero de pronto, como si fuera vapor, el cuerpo de Kazuo desapareció, dejando una leve neblina a su paso y una hoja otoñal flotando donde antes estaba su cuerpo, hasta que esta cayó al suelo. Kazuo había desaparecido. El demonio, desconcertado, giró sus ojos telescópicos de un lado a otro buscando al zorro. Pero Kazuo no estaba en su campo de visión. El zorro, como si de un truco de mágia se tratase, estaba justo debajo de la cabeza del Ōmukade, concretamente bajo su mandíbula. Ahí había un punto frágil; un área de su corazón había cedido por los constantes golpes que le había propinado. La mano de Kazuo se llenaba de llamas color zafiro, llamas capaces de purificar y quemar aquello que no puede ser purificado por nada. Juntó y puso rectos los dedos de su mano para, posteriormente, clavar sus garras de una sola estocada en la tráquea del monstruo, atravesándola con facilidad.

    El Ōmukade rugía, rugía con desesperación y dolor. Su cuerpo de escalopendra se retorcía de un lado a otro, volcando árboles y maleza, dejando un destrozo a su paso. Kazuo, insatisfecho, aún con su mano introducida, hizo florecer sus llamas color zafiro, haciendo que la criatura comenzara a arder desde dentro. Segundos más tarde, mientras aún se retorcía de dolor, llamas azules salían crepitantes entre los huecos de su coraza, por su boca y por sus ojos.

    Era un golpe incompatible con la vida, totalmente mortal. Saca sus manos del interior, su cuerpo dejó de moverse progresivamente, quedando solo algunos espasmos residuales de movimiento. Kazuo observaba cómo el cuerpo del demonio que casi lo mata se consumía. ¿Cómo podía haber sido tan descuidado con un demonio tan inferior a él?

    —Esto por haber preocupado a Liz, infeliz —decía Kazuo de forma seria, pero con una calma nuevamente inquietante.

    Su venganza no había sido porque lo hubiera estado a punto de matar, sino por el mal rato que pasó Elisabeth cuando lo encontró moribundo. Finalmente, el zorro se volvió y puso rumbo a su templo, esperando que no se le hubiera hecho demasiado tarde para cenar.
    Trece días. Un total de trece días necesitó el zorro para estar en buena forma. Habría necesitado menos, pero las heridas fueron brutales. Además, a mitad de su recuperación, tuvo que dar parte de su energía vital para ayudar a un amigo. Pero por fin, Kazuo estaba en marcha. Ese Ōmukade había crecido a sus anchas desde su último encuentro. Últimamente, en ese tiempo había atacado una aldea cercana, pero, por gracia divina, solo se cobró víctimas de ganado. El zorro, esta vez sí, con sus cinco sentidos puestos, fue en busca del demonio escalopendra, aquel que era capaz de matar y comer dragones. Recorrió todo el valle y la montaña en busca de su rastro. Recordaba su olor; si algo se le daba bien al zorro era recordar aromas, cada matiz que incluso podía saborear en la lengua. Tras una larga caminata, lo encontró: ese rastro que olía a podredumbre y muerte, como si algo estuviera comiendo cadáveres en descomposición. En este punto, el zorro bajó su ritmo, sintiendo cómo esa capa de miasma aumentaba a medida que se acercaba. Kazuo era tremendamente silencioso; no se escuchaba ni el crujir de las ramas bajo sus pies, igual que un fantasma. Afinaba su oído; cualquier leve sonido hacía que girara su cabeza de forma brusca, como cuando los cazadores acechan a una presa. Y así era: Kazuo era el cazador y el Ōmukade, su presa. La noche se había cernido sobre él. De seguro, Elisabeth le reprendería por no avisarla para que lo acompañara. Pero no le entusiasmaba darle como regalo de compromiso una noche de matanza a un demonio. Desde luego, era poco romántico. "¡Clic!" —Un crujido. Ese crujido no lo había emitido Kazuo. Tampoco lo habría provocado ningún animal, ya que la densidad del ambiente era inaguantable para cualquier ser que no estuviera preparado para soportarlo. El zorro se puso en cuclillas, posando sus dos manos sobre la tierra e inclinándose levemente hacia delante, como un gato que se agazapa antes de cernirse sobre su presa. Un silencio sepulcral se instalaba en el ambiente; Parecía que incluso el aire había dejado de correr. Fue entonces cuando aquel demonio, tan grande como un dragón, emergió de la oscuridad, profiriendo un rugido ensordecedor. Este, igual que la última vez, se dirigió una carga hacia Kazuo, pero este, rápido, tomó impulso en dirección hacia la criatura. A punto de colisionar el uno con el otro, Kazuo sacó sus garras, clavándolas apenas en el caparazón de su cabeza. Su coraza era terriblemente dura; Debería haberle pedido a Elisabeth un poco de su saliva, ya que esta es venenosa para los Ōmukade. Tras aguantar todo lo posible el agarre, aprovechó la inercia de su cuerpo para elevarse sobre la cabeza del demonio, quedando durante unas milésimas de segundo en pie sobre este con una sola mano. Sin soltar su agarre, dobló su tronco para que sus pies y piernas caigan en cuclillas sobre la cabeza del insecto gigante. Con una fuerza sobrehumana, hizo presión con sus piernas hacia abajo, soltando su agarre en el momento justo en que estas hacían más presión sobre la cabeza del demonio. El impulso que tomó el zorro hizo que la cabeza del contrario se estampara de boca contra el suelo, como si Kazuo hubiera lanzado un proyecto con sus piernas. Mientras una polvareda se levantaba por el impacto del Ōmukade contra el suelo, el zorro caía con gracia sobre la rama de un árbol cercano. —Esto va a terminar rápido... —decía él con esa calma que a veces podía resultar inquietante. Tras unos segundos, el demonio se levantaba. Este retorcía su cuerpo con dolor y furia. Kazuo pensó que, si no podía atravesar su corazón, lo molería a golpes hasta que esta cediera. Durante largos minutos, ambos yōkais se regalaban una serenata de golpes. Kazuo era quien más golpe daba y quien más los esquivaba, aunque se llevó alguno que otro en el camino. El demonio escalopendra comenzaba a estar cansado y cada vez más débil. En un último movimiento, Kazuo volvió a embestir de frente, algo bastante necio por su parte, ya que el demonio no era tonto y ya había visto antes de ese ataque. El Ōmukade, habiendo aprendido la lección, levantó su cabeza para atrapar el cuerpo de Kazuo, uniendo sus dientes afilados en su carne. Pero de pronto, como si fuera vapor, el cuerpo de Kazuo desapareció, dejando una leve neblina a su paso y una hoja otoñal flotando donde antes estaba su cuerpo, hasta que esta cayó al suelo. Kazuo había desaparecido. El demonio, desconcertado, giró sus ojos telescópicos de un lado a otro buscando al zorro. Pero Kazuo no estaba en su campo de visión. El zorro, como si de un truco de mágia se tratase, estaba justo debajo de la cabeza del Ōmukade, concretamente bajo su mandíbula. Ahí había un punto frágil; un área de su corazón había cedido por los constantes golpes que le había propinado. La mano de Kazuo se llenaba de llamas color zafiro, llamas capaces de purificar y quemar aquello que no puede ser purificado por nada. Juntó y puso rectos los dedos de su mano para, posteriormente, clavar sus garras de una sola estocada en la tráquea del monstruo, atravesándola con facilidad. El Ōmukade rugía, rugía con desesperación y dolor. Su cuerpo de escalopendra se retorcía de un lado a otro, volcando árboles y maleza, dejando un destrozo a su paso. Kazuo, insatisfecho, aún con su mano introducida, hizo florecer sus llamas color zafiro, haciendo que la criatura comenzara a arder desde dentro. Segundos más tarde, mientras aún se retorcía de dolor, llamas azules salían crepitantes entre los huecos de su coraza, por su boca y por sus ojos. Era un golpe incompatible con la vida, totalmente mortal. Saca sus manos del interior, su cuerpo dejó de moverse progresivamente, quedando solo algunos espasmos residuales de movimiento. Kazuo observaba cómo el cuerpo del demonio que casi lo mata se consumía. ¿Cómo podía haber sido tan descuidado con un demonio tan inferior a él? —Esto por haber preocupado a Liz, infeliz —decía Kazuo de forma seria, pero con una calma nuevamente inquietante. Su venganza no había sido porque lo hubiera estado a punto de matar, sino por el mal rato que pasó Elisabeth cuando lo encontró moribundo. Finalmente, el zorro se volvió y puso rumbo a su templo, esperando que no se le hubiera hecho demasiado tarde para cenar.
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    Sólo vengo a recordar que nadie sabe que los mellizos son cazadores de brujas y brujos, así que eviten el metarol.

    #Ro
    Sólo vengo a recordar que nadie sabe que los mellizos son cazadores de brujas y brujos, así que eviten el metarol. #Ro
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  • Gracias a que su amigo le ayudó a escapar, pues estuvo encerrado y secuestrado por su tío durante algunos días, y también a que le salvó la vida tras ser apuñalado por su familiar, las posteriores noches pudo descansar tranquilo. Por supuesto seguía enormemente preocupado por las posibles represalias que su tío podría tomar contra ellos, pero necesitaba centrarse en descansar y retomar fuerzas por el momento.
    Esa noche, después de dar un pequeño paseo y cenar algo ligero, se fue a dormir bastante relajado. Cerró sus ojos y....
    ¿Eh? ¿Dónde estaba?... ¿Un templo? No era el templo de su amigo, no reconocía donde estaba. El lugar era amplio, de aspecto delicado y hermoso, muy limpio y bien cuidado. Entonces se miró a si mismo, vestía unas ropas simples blancas que no había visto nunca.

    -Shinobu. ¿Shinobu? ¿Dónde estás?- Una voz masculina desconocida parecía estar llamándole.

    Casi como si no pudiera controlar su propio cuerpo, este avanzó por la estancia hasta abrir una puerta corredera. Una luz radiante le cegó por unos segundos y sintió una suave brisa acariciar sus cabellos, una brisa que llevaba consigo el aroma más delicado y agradable que jamás había sentido. Abrió los ojos poco a poco y, frente a él, una figura masculina que hizo acelerar su corazón. Un hombre alto, fuerte, de largos cabellos claros, casi tan claros como sus ojos. Piel delicada y pálida, vestido elegantemente. Estaba tumbado y sonrió ampliamente al ver entrar al joven lobo a la estancia, teniéndole la mano en señal de que se acercase a él.

    -Shinobu... ¿Dónde te habías metido? No desaparezcas de mi lado así, sabes que últimamente los cazadores se están volviendo un verdadero problema. ¿Qué pasaría si te hirieran o algo peor?

    -Disculpe, mi señor. Quería asegurarme de que todo estuviera limpio y ordenado.- ¿Por qué respondió eso? No tenía control de sus palabras ni sus actos, como si fuera un espectador dentro de su propio cuerpo.

    -¿Qué te dije sobre llamarme "mi señor"? Llámame por mi nombre, Shinobu... ¿Cuántas más noches debemos pasar juntos para que entiendas que no eres mi sirviente?- Replicó el hombre aún manteniendo su sonrisa y acariciando un mecho del oscuro y largo cabello del muchacho.

    Shinobu se ruborizó bastante pero no apartó la mirada de él, ese hombre resultaba hipnótico.

    -M-Mh... E-Está bien, *****.- ¿Qué? ¿Por qué no pudo escuchar eso? Estaba seguro de haber pronunciado el nombre de esa persona pero por alguna razón no podía oírlo.

    Y sin más, con un último vistazo a ese bello rostro masculino, despertó, abrió los ojos y miró a su alrededor. ¿Había sido solo un sueño? ¿Entonces por qué aún podía oler aquel cautivador aroma, por qué aún sentía el tacto de la mano ajena en su cabello?... ¿Por qué le dolía el pecho como si hubiera perdido lo más preciado en el mundo?
    Gracias a que su amigo le ayudó a escapar, pues estuvo encerrado y secuestrado por su tío durante algunos días, y también a que le salvó la vida tras ser apuñalado por su familiar, las posteriores noches pudo descansar tranquilo. Por supuesto seguía enormemente preocupado por las posibles represalias que su tío podría tomar contra ellos, pero necesitaba centrarse en descansar y retomar fuerzas por el momento. Esa noche, después de dar un pequeño paseo y cenar algo ligero, se fue a dormir bastante relajado. Cerró sus ojos y.... ¿Eh? ¿Dónde estaba?... ¿Un templo? No era el templo de su amigo, no reconocía donde estaba. El lugar era amplio, de aspecto delicado y hermoso, muy limpio y bien cuidado. Entonces se miró a si mismo, vestía unas ropas simples blancas que no había visto nunca. -Shinobu. ¿Shinobu? ¿Dónde estás?- Una voz masculina desconocida parecía estar llamándole. Casi como si no pudiera controlar su propio cuerpo, este avanzó por la estancia hasta abrir una puerta corredera. Una luz radiante le cegó por unos segundos y sintió una suave brisa acariciar sus cabellos, una brisa que llevaba consigo el aroma más delicado y agradable que jamás había sentido. Abrió los ojos poco a poco y, frente a él, una figura masculina que hizo acelerar su corazón. Un hombre alto, fuerte, de largos cabellos claros, casi tan claros como sus ojos. Piel delicada y pálida, vestido elegantemente. Estaba tumbado y sonrió ampliamente al ver entrar al joven lobo a la estancia, teniéndole la mano en señal de que se acercase a él. -Shinobu... ¿Dónde te habías metido? No desaparezcas de mi lado así, sabes que últimamente los cazadores se están volviendo un verdadero problema. ¿Qué pasaría si te hirieran o algo peor? -Disculpe, mi señor. Quería asegurarme de que todo estuviera limpio y ordenado.- ¿Por qué respondió eso? No tenía control de sus palabras ni sus actos, como si fuera un espectador dentro de su propio cuerpo. -¿Qué te dije sobre llamarme "mi señor"? Llámame por mi nombre, Shinobu... ¿Cuántas más noches debemos pasar juntos para que entiendas que no eres mi sirviente?- Replicó el hombre aún manteniendo su sonrisa y acariciando un mecho del oscuro y largo cabello del muchacho. Shinobu se ruborizó bastante pero no apartó la mirada de él, ese hombre resultaba hipnótico. -M-Mh... E-Está bien, *****.- ¿Qué? ¿Por qué no pudo escuchar eso? Estaba seguro de haber pronunciado el nombre de esa persona pero por alguna razón no podía oírlo. Y sin más, con un último vistazo a ese bello rostro masculino, despertó, abrió los ojos y miró a su alrededor. ¿Había sido solo un sueño? ¿Entonces por qué aún podía oler aquel cautivador aroma, por qué aún sentía el tacto de la mano ajena en su cabello?... ¿Por qué le dolía el pecho como si hubiera perdido lo más preciado en el mundo?
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  • 𝖀𝖓𝖔 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝖙𝖔𝖉𝖔𝖘, 𝖙𝖔𝖉𝖔𝖘 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝖚𝖓𝖔. @Andrew Kim
    Fandom OC
    Categoría Otros
    ㅤEl tiempo estaba en su contra. Era grave y lo sabía. Era muy malo. No había comido nada en la última semana. Al menos nada que en serio pudiera alimentarlo como tal, con lo que necesitaba para mantenerse en pie. No podría mantener su forma humana por más tiempo si no comía pronto y temía que pudiera ser en cualquier momento. En que donde menos lo espere, deje caer su máscara para quedar expuesto ante el peligro más grande, los cazadores que no tardarían ni un segundo en saber que se trataba de un Calamitus. La única vez que se vio a Xie vulnerable.

    ㅤNo le quedaba otra opción, llamaría a la única persona que sabía de su condición y podría ayudarlo. Con las manos ligeramente temblorosas tomó su teléfono, no lo usaba nunca, más que para trabajo. Aún así, tenía a su amigo agendado allí por si acaso algo sucedía. Escribió un mensaje apresurado, detallando la gravedad del problema y un punto de encuentro razonable para ambos; su tienda de antigüedades.

    ㅤLuego de enviar el mensaje, Xie tomó la ropa que había apartado para ese día. A pesar de parecer un matón con tatuajes en todo el cuerpo, mantenía una imagen intachable para ir al trabajo. Pantalones de vestir, camisas y abrigos largos. En esta ocasión, una gabardina negra que ondeaba ligeramente al caminar. Eran unas pocas calles las que separaba su apartamento de la tienda de la que era propietario. Al llegar, colocó la llave en la cerradura y giró. No debía tardar mucho en llegar.

    ㅤAl entrar en el negocio, las estanterías repletas de artículos lo recibieron como si lo estuvieran esperando desde el día anterior. Antes de avanzar, cerró la puerta detrás de sí sin cambiar el cartel de "cerrado" a "abierto" ya que no quería que un cliente apareciera mientras mantenía la charla con su amigo, nadie tenía que escuchar aquello. Puso a preparar una ronda de café en la cafetera que había comprado para tener allí en sus jornadas laborales. Seguía sin entender cómo es que las personas se podían mantener despiertas con ello, a él no le hacía absolutamente nada. ¿Sería por no ser humano o aquello era una simple estrategia retorcida para vender otras bebidas?

    No se detuvo mucho tiempo a pensar en aquello. Se apoyó con ambas manos en el mostrador de la pequeñísima cocina de la cual disponía en la tienda, respirando agitado intentaba socegarse. Sólo tenía que aguantar un poco más y explicarle la situación a su amigo. A partir de ahí todo iba a mejorar, estaba seguro de ello. Aunque a juzgar por la expresión que tenía en el rostro sabía que el contrario podría adivinar fácilmente lo que le ocurría. Tres toques en la puerta, esa era la señal para entrar.
    ㅤEl tiempo estaba en su contra. Era grave y lo sabía. Era muy malo. No había comido nada en la última semana. Al menos nada que en serio pudiera alimentarlo como tal, con lo que necesitaba para mantenerse en pie. No podría mantener su forma humana por más tiempo si no comía pronto y temía que pudiera ser en cualquier momento. En que donde menos lo espere, deje caer su máscara para quedar expuesto ante el peligro más grande, los cazadores que no tardarían ni un segundo en saber que se trataba de un Calamitus. La única vez que se vio a Xie vulnerable. ㅤNo le quedaba otra opción, llamaría a la única persona que sabía de su condición y podría ayudarlo. Con las manos ligeramente temblorosas tomó su teléfono, no lo usaba nunca, más que para trabajo. Aún así, tenía a su amigo agendado allí por si acaso algo sucedía. Escribió un mensaje apresurado, detallando la gravedad del problema y un punto de encuentro razonable para ambos; su tienda de antigüedades. ㅤLuego de enviar el mensaje, Xie tomó la ropa que había apartado para ese día. A pesar de parecer un matón con tatuajes en todo el cuerpo, mantenía una imagen intachable para ir al trabajo. Pantalones de vestir, camisas y abrigos largos. En esta ocasión, una gabardina negra que ondeaba ligeramente al caminar. Eran unas pocas calles las que separaba su apartamento de la tienda de la que era propietario. Al llegar, colocó la llave en la cerradura y giró. No debía tardar mucho en llegar. ㅤAl entrar en el negocio, las estanterías repletas de artículos lo recibieron como si lo estuvieran esperando desde el día anterior. Antes de avanzar, cerró la puerta detrás de sí sin cambiar el cartel de "cerrado" a "abierto" ya que no quería que un cliente apareciera mientras mantenía la charla con su amigo, nadie tenía que escuchar aquello. Puso a preparar una ronda de café en la cafetera que había comprado para tener allí en sus jornadas laborales. Seguía sin entender cómo es que las personas se podían mantener despiertas con ello, a él no le hacía absolutamente nada. ¿Sería por no ser humano o aquello era una simple estrategia retorcida para vender otras bebidas? No se detuvo mucho tiempo a pensar en aquello. Se apoyó con ambas manos en el mostrador de la pequeñísima cocina de la cual disponía en la tienda, respirando agitado intentaba socegarse. Sólo tenía que aguantar un poco más y explicarle la situación a su amigo. A partir de ahí todo iba a mejorar, estaba seguro de ello. Aunque a juzgar por la expresión que tenía en el rostro sabía que el contrario podría adivinar fácilmente lo que le ocurría. Tres toques en la puerta, esa era la señal para entrar.
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    Fandom Cazadores de Misterios
    Categoría Slice of Life
    con Tolek Zientek

    Esa misma tarde, James se encuentra nuevamente ante la fachada del bar, un lugar que, aunque nunca le ha parecido completamente cómodo, empieza a sentir familiar. La falta de sueño y descanso en su mirada. Su mente aún enredada en las implicaciones de la muerte del joven influencer.

    Se ciñe el abrigo antes de abrir la puerta, como queriendo ocultarse tras la ropa al entrar.

    Se dirige directamente a la barra, buscando a Tolek con la mirada.

    #wendigo #elBrujoCojo #CazadoresDeMisterios
    con [Tolek] Esa misma tarde, James se encuentra nuevamente ante la fachada del bar, un lugar que, aunque nunca le ha parecido completamente cómodo, empieza a sentir familiar. La falta de sueño y descanso en su mirada. Su mente aún enredada en las implicaciones de la muerte del joven influencer. Se ciñe el abrigo antes de abrir la puerta, como queriendo ocultarse tras la ropa al entrar. Se dirige directamente a la barra, buscando a Tolek con la mirada. #wendigo #elBrujoCojo #CazadoresDeMisterios
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  • ─────── Ⲓⲛ⳨ⲟ ⲢⲚⳖ → Ⲙⲇⲅⲕ Ⲧⲏⲟⲙⲣ⳽ⲟⲛ

    42 años ─ Detective Senior

    Mark Thompson es un detective con más de veinte años de experiencia en las fuerzas policiales, poseedor de una personalidad pragmática y un carácter duro.

    Con una estatura imponente y una mirada aguda, Mark siempre ha sido conocido por su enfoque directo y sin rodeos. Durante la mayor parte de su carrera, fue un escéptico empedernido, confiando solo en los hechos y en lo que podía ver con sus propios ojos. Sin embargo, un caso misterioso hace 15 años, que desafió toda lógica, cambió su perspectiva para siempre, abriendo su mente a lo inexplicable. Desde entonces, aunque sigue siendo un hombre de pruebas y evidencia, ha aprendido a aceptar que hay cosas que escapan a la comprensión humana.

    Esta mezcla de escepticismo residual y nueva apertura lo hace un aliado invaluable en los casos más inusuales.

    #PNJ #CazadoresDeMisterios
    ─────── Ⲓⲛ⳨ⲟ ⲢⲚⳖ → Ⲙⲇⲅⲕ Ⲧⲏⲟⲙⲣ⳽ⲟⲛ 42 años ─ Detective Senior Mark Thompson es un detective con más de veinte años de experiencia en las fuerzas policiales, poseedor de una personalidad pragmática y un carácter duro. Con una estatura imponente y una mirada aguda, Mark siempre ha sido conocido por su enfoque directo y sin rodeos. Durante la mayor parte de su carrera, fue un escéptico empedernido, confiando solo en los hechos y en lo que podía ver con sus propios ojos. Sin embargo, un caso misterioso hace 15 años, que desafió toda lógica, cambió su perspectiva para siempre, abriendo su mente a lo inexplicable. Desde entonces, aunque sigue siendo un hombre de pruebas y evidencia, ha aprendido a aceptar que hay cosas que escapan a la comprensión humana. Esta mezcla de escepticismo residual y nueva apertura lo hace un aliado invaluable en los casos más inusuales. #PNJ #CazadoresDeMisterios
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  • ──── Prólogo: La Llamada Inesperada.

    Mark estaba parado junto a la puerta del apartamento de Steven, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa. La cinta amarilla de "Escena del Crimen" ondeaba suavemente en la brisa matutina que se colaba a través de una de las ventanas entreabiertas.

    El cuerpo de Steven yacía en el suelo, su rostro retorcido en una mueca de puro terror. Las marcas de arañazos en su piel eran de todo menos normales, parecían cargadas de una violencia inusitada y causadas por una persona. De hecho, la dirección y la forma en que los surcos rojizos estaban dispuestos sugería que fueron hechas por el mismo Steven. Pero, ¿Por qué? Los forenses estaban haciendo su trabajo en silencio, pero Mark podía notar que ellos también estaban inquietos. Esto no era un simple asesinato ni una muerte por causas naturales, tampoco podía calificarse de un suicidio. Había algo más oscuro en juego.

    Mark suspiró, sacó su teléfono y buscó en su lista de contactos. Sabía que tenía que hacer la llamada, pero le costaba trabajo decidir las palabras correctas. No se trataba solo de otro caso para él, Steven era bien conocido en las redes sociales por su nombre de influencer "7Steven", un muchacho explorador urbano que siempre había tenido la mala costumbre de ir demasiado lejos, de adentrarse en terrenos donde nadie más se atrevía. ¿Acaso esa obsesión le había costado la vida?

    El dedo de Mark se detuvo sobre un nombre en la pantalla: James Blackwood.

    — James… —comenzó, intentando sonar lo más sereno posible—. Necesito que vengas a Pensilvania cuanto antes, tengo un caso complicado y necesito tu ayuda. Pero no tenemos demasiado tiempo antes de que todo internet se entere... —"y se arriesgue a correr el mismo destino", quiso decir.

    Pero no pudo sacar esas últimas palabras de su garganta.

    #CazadoresDeMisterios James Benjamin Blackwood
    ──── Prólogo: La Llamada Inesperada. Mark estaba parado junto a la puerta del apartamento de Steven, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa. La cinta amarilla de "Escena del Crimen" ondeaba suavemente en la brisa matutina que se colaba a través de una de las ventanas entreabiertas. El cuerpo de Steven yacía en el suelo, su rostro retorcido en una mueca de puro terror. Las marcas de arañazos en su piel eran de todo menos normales, parecían cargadas de una violencia inusitada y causadas por una persona. De hecho, la dirección y la forma en que los surcos rojizos estaban dispuestos sugería que fueron hechas por el mismo Steven. Pero, ¿Por qué? Los forenses estaban haciendo su trabajo en silencio, pero Mark podía notar que ellos también estaban inquietos. Esto no era un simple asesinato ni una muerte por causas naturales, tampoco podía calificarse de un suicidio. Había algo más oscuro en juego. Mark suspiró, sacó su teléfono y buscó en su lista de contactos. Sabía que tenía que hacer la llamada, pero le costaba trabajo decidir las palabras correctas. No se trataba solo de otro caso para él, Steven era bien conocido en las redes sociales por su nombre de influencer "7Steven", un muchacho explorador urbano que siempre había tenido la mala costumbre de ir demasiado lejos, de adentrarse en terrenos donde nadie más se atrevía. ¿Acaso esa obsesión le había costado la vida? El dedo de Mark se detuvo sobre un nombre en la pantalla: James Blackwood. — James… —comenzó, intentando sonar lo más sereno posible—. Necesito que vengas a Pensilvania cuanto antes, tengo un caso complicado y necesito tu ayuda. Pero no tenemos demasiado tiempo antes de que todo internet se entere... —"y se arriesgue a correr el mismo destino", quiso decir. Pero no pudo sacar esas últimas palabras de su garganta. #CazadoresDeMisterios [Wendigo]
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  • 𝑼𝒏 𝒄𝒂𝒎𝒃𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑨𝒊𝒓𝒆𝒔 | ⁽ᴷⁱᵐᵉᵗˢᵘ ⁿᵒ ʸᵃⁱᵇᵃ⁾
    Fandom Kimetsu no Yaiba
    Categoría Aventura
    La luz del alba comenzaba a iluminar la finca Mariposa, bañando con un suave resplandor las paredes de madera. Los rayos de sol, cálidos y delicados, se filtraban a través de las ventanas, despertando lentamente a quienes dormían en el interior. Aoi,fue la primera en levantarse. Sus pies descalzos apenas hicieron ruido al tocar el suelo de tatami, y con un suspiro, empezó a organizar mentalmente las tareas del día. Las demás niñas asistentes también se desperezaban, iniciando la rutina que tanto conocían.

    —Hoy parece ser un día tranquilo —murmuró Aoi, más para sí misma que para las demás, mientras ataba su delantal blanco sobre el kimono. Se dirigió a la cocina, sabiendo que pronto las pequeñas se ocuparían de revisar a los huéspedes de la finca.

    En la mansión Mariposa, las heridas tanto del cuerpo como del alma se curaban, y eso era algo que Nezuko, Inosuke y Zenitsu habían experimentado de primera mano. No hacía mucho que la señora Shinobu les había dado el visto bueno para regresar a sus deberes como cazadores de demonios, después de los desgarradores sucesos en el Monte Natagumo. Desde entonces, la finca se había convertido en un refugio seguro, un lugar al que regresar tras cada misión, donde podían encontrar un respiro de la constante lucha que definía sus vidas. Para Nezuko, en particular, ese pequeño oasis era más que necesario.

    Esa mañana, sin embargo, algo parecía diferente. Las niñas, que habían entrado en la habitación compartida para su habitual revisión matutina, encontraron el lugar inusualmente despejado. Las camas estaban vacías y ordenadas. Zenitsu e Inosuke, siempre tan impredecibles, habían partido días antes en sus respectivas misiones individuales. Pero lo que realmente les llamó la atención fue la ausencia de Nezuko, la única que aún no había sido requerida para una nueva misión.

    —¿Dónde podría estar? —preguntó una de las niñas, frunciendo el ceño mientras miraba alrededor.

    Un sonido suave, el correr del agua, llegó a sus oídos desde una habitación cercana. Esa pista bastó para calmar su preocupación momentánea.

    Lo que ninguna de ellas esperaba era que la calma de aquella mañana iba a ser efímera. Lo que parecía ser un día rutinario estaba a punto de cambiar, pues una presencia insospechada, cargada de intenciones desconocidas, se aproximaba silenciosamente a los terrenos de la señora Shinobu.
    La luz del alba comenzaba a iluminar la finca Mariposa, bañando con un suave resplandor las paredes de madera. Los rayos de sol, cálidos y delicados, se filtraban a través de las ventanas, despertando lentamente a quienes dormían en el interior. Aoi,fue la primera en levantarse. Sus pies descalzos apenas hicieron ruido al tocar el suelo de tatami, y con un suspiro, empezó a organizar mentalmente las tareas del día. Las demás niñas asistentes también se desperezaban, iniciando la rutina que tanto conocían. —Hoy parece ser un día tranquilo —murmuró Aoi, más para sí misma que para las demás, mientras ataba su delantal blanco sobre el kimono. Se dirigió a la cocina, sabiendo que pronto las pequeñas se ocuparían de revisar a los huéspedes de la finca. En la mansión Mariposa, las heridas tanto del cuerpo como del alma se curaban, y eso era algo que Nezuko, Inosuke y Zenitsu habían experimentado de primera mano. No hacía mucho que la señora Shinobu les había dado el visto bueno para regresar a sus deberes como cazadores de demonios, después de los desgarradores sucesos en el Monte Natagumo. Desde entonces, la finca se había convertido en un refugio seguro, un lugar al que regresar tras cada misión, donde podían encontrar un respiro de la constante lucha que definía sus vidas. Para Nezuko, en particular, ese pequeño oasis era más que necesario. Esa mañana, sin embargo, algo parecía diferente. Las niñas, que habían entrado en la habitación compartida para su habitual revisión matutina, encontraron el lugar inusualmente despejado. Las camas estaban vacías y ordenadas. Zenitsu e Inosuke, siempre tan impredecibles, habían partido días antes en sus respectivas misiones individuales. Pero lo que realmente les llamó la atención fue la ausencia de Nezuko, la única que aún no había sido requerida para una nueva misión. —¿Dónde podría estar? —preguntó una de las niñas, frunciendo el ceño mientras miraba alrededor. Un sonido suave, el correr del agua, llegó a sus oídos desde una habitación cercana. Esa pista bastó para calmar su preocupación momentánea. Lo que ninguna de ellas esperaba era que la calma de aquella mañana iba a ser efímera. Lo que parecía ser un día rutinario estaba a punto de cambiar, pues una presencia insospechada, cargada de intenciones desconocidas, se aproximaba silenciosamente a los terrenos de la señora Shinobu.
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