Las largas horas de viaje habían agotado terriblemente a Jean, que difícilmente pudo mantener un rostro educado ni la actitud afable habitual con el señor Heinrich; de hecho, ante cada conversación, asentía con una sonrisa débil o forzada, intentando mantener su rol de anfitrión solícito incluso cuando se hallaban lejos de la mansión Phantomhive.
Además, con lo quisquilloso que solía ser Jean con la apariencia, el calor distintivo de agosto lo irritaba profundamente, detestando sentirse sucio por el sudor, o sofocado por el fuerte sol.
Pero eso cambió cuando viajaron por el ferry de vapor.
En la proa, Jean se maravilló ante la vista del mar del norte.
Recordando haberla visto por primera vez en su infancia, cuando, junto a Charles Grey, había viajado hacia Howick Hall, el hogar ancestral de su familia; Northumberland estaba ubicado al norte de Inglaterra, cerca de Bamburgh, donde el mar podía observarse por el horizonte.
En cambio, aquí Jean se vio rodeado de un azul profundo, donde el mar parecía no tener fin y el aroma a sal fue intenso.
—Tal cual como la recuerdo —musitó, guardando el aliento, mientras se aferraba a la barandilla para no caerse del mirador.
En ese instante, en sus ojos pareció reflejarse el mar, sin poder diferenciarse la tonalidad de azules, cálidos como el clima que los arropaba con una refrescante brisa.
Jean había quedado fascinado, y sin importarle guardar las apariencias, había mostrado genuina alegría, incluso, el mareo que había sufrido inicialmente parecía haber menguado por su emoción infantil.
Naturalmente, esta reacción se debió a que fue la primera vez que viajaba tan lejos de casa.
—Côte d'Opale —pronunció en un excelente francés, volviendo a maravillarse por las vistas.
La costa de Ópalo era una ladera de un profundo verde que bordeaba el mar y el canal de la mancha; es decir, que con solo verla podían saber que se encontraban en Francia.
Era parte del itinerario pisar suelo francés, dirigirse a París y desde allí, tomar un tren hacia Munich. Estando ahí debían tomar otro tren que los dejaría finalmente en Augsburgo.
En principio, si Jean hubiera sabido que el viaje sería tan extenuante, hubiera declinado.
Sin embargo, la tarea que se tenía entre manos necesitaba de su presencia. No podía delegársela a nadie, pues, no existía en el mundo nadie más capaz que el mismo Jean para ejecutarla.
Así, tras pisar suelo firme y tener otras horas de viaje en tren, ambos caballeros arribaron a la Ciudad de la Luz.
—La Ville Lumière —murmuró Jean, mirando las luces de la Torre Eiffel y de los edificios circundantes con fascinación.
La noche parecía fulgurante bajo la iluminación eléctrica, creando un ambiente de ensueño.
Jean sentía el cuerpo fatigado, y algunas náuseas todavía lo afectaban por el viaje en ferry.
Pero quiso caminar un poco más, conocer algo de París.
Tan entusiasmado por ello como si nunca pudiera regresar.
Tan estúpidamente infantil.
—¿Le gustaría dar un paseo? —propuso con la voz rasposa, dirigiéndole una sonrisa débil por el cansancio. —Si su deseo es descansar, lo entenderé. El hotel se encuentra cerca.
Hizo una seña con la cabeza hacia la edificación en cuestión.
Sintiéndose tontamente esperanzado con la idea de ser acompañado.
«Cálmate un poco» se reprochó con vergüenza.
Estaba comportándose inapropiadamente.
Las largas horas de viaje habían agotado terriblemente a Jean, que difícilmente pudo mantener un rostro educado ni la actitud afable habitual con el señor Heinrich; de hecho, ante cada conversación, asentía con una sonrisa débil o forzada, intentando mantener su rol de anfitrión solícito incluso cuando se hallaban lejos de la mansión Phantomhive.
Además, con lo quisquilloso que solía ser Jean con la apariencia, el calor distintivo de agosto lo irritaba profundamente, detestando sentirse sucio por el sudor, o sofocado por el fuerte sol.
Pero eso cambió cuando viajaron por el ferry de vapor.
En la proa, Jean se maravilló ante la vista del mar del norte.
Recordando haberla visto por primera vez en su infancia, cuando, junto a Charles Grey, había viajado hacia Howick Hall, el hogar ancestral de su familia; Northumberland estaba ubicado al norte de Inglaterra, cerca de Bamburgh, donde el mar podía observarse por el horizonte.
En cambio, aquí Jean se vio rodeado de un azul profundo, donde el mar parecía no tener fin y el aroma a sal fue intenso.
—Tal cual como la recuerdo —musitó, guardando el aliento, mientras se aferraba a la barandilla para no caerse del mirador.
En ese instante, en sus ojos pareció reflejarse el mar, sin poder diferenciarse la tonalidad de azules, cálidos como el clima que los arropaba con una refrescante brisa.
Jean había quedado fascinado, y sin importarle guardar las apariencias, había mostrado genuina alegría, incluso, el mareo que había sufrido inicialmente parecía haber menguado por su emoción infantil.
Naturalmente, esta reacción se debió a que fue la primera vez que viajaba tan lejos de casa.
—Côte d'Opale —pronunció en un excelente francés, volviendo a maravillarse por las vistas.
La costa de Ópalo era una ladera de un profundo verde que bordeaba el mar y el canal de la mancha; es decir, que con solo verla podían saber que se encontraban en Francia.
Era parte del itinerario pisar suelo francés, dirigirse a París y desde allí, tomar un tren hacia Munich. Estando ahí debían tomar otro tren que los dejaría finalmente en Augsburgo.
En principio, si Jean hubiera sabido que el viaje sería tan extenuante, hubiera declinado.
Sin embargo, la tarea que se tenía entre manos necesitaba de su presencia. No podía delegársela a nadie, pues, no existía en el mundo nadie más capaz que el mismo Jean para ejecutarla.
Así, tras pisar suelo firme y tener otras horas de viaje en tren, ambos caballeros arribaron a la Ciudad de la Luz.
—La Ville Lumière —murmuró Jean, mirando las luces de la Torre Eiffel y de los edificios circundantes con fascinación.
La noche parecía fulgurante bajo la iluminación eléctrica, creando un ambiente de ensueño.
Jean sentía el cuerpo fatigado, y algunas náuseas todavía lo afectaban por el viaje en ferry.
Pero quiso caminar un poco más, conocer algo de París.
Tan entusiasmado por ello como si nunca pudiera regresar.
Tan estúpidamente infantil.
—¿Le gustaría dar un paseo? —propuso con la voz rasposa, dirigiéndole una sonrisa débil por el cansancio. —Si su deseo es descansar, lo entenderé. El hotel se encuentra cerca.
Hizo una seña con la cabeza hacia la edificación en cuestión.
Sintiéndose tontamente esperanzado con la idea de ser acompañado.
«Cálmate un poco» se reprochó con vergüenza.
Estaba comportándose inapropiadamente.
Tipo
Grupal
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible
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8
turnos
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//se inicia la guerra damas y caballeros, suerte tratando de que no nos maten en la guerra jaja.... Ya voy alistando el reinicio que mi esposito me va a patear el trasero después de esto
//se inicia la guerra damas y caballeros, suerte tratando de que no nos maten en la guerra jaja.... Ya voy alistando el reinicio que mi esposito me va a patear el trasero después de esto
-Error o fortuna, para quien lo encontró
El can había estado persiguiendo a Alucard Fahrenheit Tepes en busca de las almas que tenía en lo que parecía ser un bolso de cuero oscuro. Tan distraído en conseguir su alimento que fue muy tarde cuando su propio instinto reaccionó advirtiéndole del peligro. Pero antes de siquiera terminar de sentir ese peligro fue emboscado por aquel híbrido y la madre de los pecados Lute . Fue encadenado con extrema facilidad no puso resistencia por seguir bajo la orden de su alfa "cuidar de los 3 que tiene en el lomo hasta que despierten. Esos 3 seguían dormidos si era brusco los despertaría no era adecuado hacerlo
Su cabeza se inclino con un movimiento de mano de la madre de la humanidad exigiéndole que se rindiera, y en cuanto el can mostró esa sumisión
Todo oscureció para el
La lanza celestial atravesó su cráneo, no lo mataría pero si lo dejaría debilitado a tal punto que los demás pecados capitales podrían sentir que ahora eran "libres" de la supervisión del can. El inicio del fin está por comenzar -
|| —Buenas tardes, señoritas y caballeros que me mandan mensajes preguntando sobre rol. Les estoy muy agradecida, de verdad; aprecio la acogida que me están brindando aquí. Seguido, debo precisar un pequeño aspecto:—
|| —No suelo esperar mucho tiempo por una respuesta en un rol. Si no contestan por razones que están fuera de su control, se puede comprender, pero agradecería que me informen, ya que si no lo hacen, lo eliminaré, asumiendo que dejan el rol. Agradesco su comprensión. ¡Deseo que pasen una hermosa tarde!—
|| —Buenas tardes, señoritas y caballeros que me mandan mensajes preguntando sobre rol. Les estoy muy agradecida, de verdad; aprecio la acogida que me están brindando aquí. Seguido, debo precisar un pequeño aspecto:—
|| —No suelo esperar mucho tiempo por una respuesta en un rol. Si no contestan por razones que están fuera de su control, se puede comprender, pero agradecería que me informen, ya que si no lo hacen, lo eliminaré, asumiendo que dejan el rol. Agradesco su comprensión. ¡Deseo que pasen una hermosa tarde!—
Antes de los primeros rayos del sol la Gran Maestra Intendente había ido cerca de lo que la gente conocía como la Guarida de Stormterror, a un campo de flores de diente de león, su lugar favorito y privado donde reza y donde siente que puede relajarse, lejos de sus deberes como Gran Maestra Intendente de los Caballeros de Favonius.
-....Jamás me cansaré de venir aquí.... -Dijo con naturalidad, aun viendo como las flores pintadas con el azul oscuro de la madrugada se ondeaban por la suave brisa de la mañana hasta qué, la gran estrella de la mañana comenzó a asomarse desde las lejanas montañas tiñendo los cielos de colores amarillos, naranjas, rojizos y cada una de sus rayos comienzan a acariciar el cielo, las montañas, los verdes pastos y la clara y delicada piel de porcelana de la Gran Maestra, la luz le hizo entrecerrar los ojos y cubrir su vista con la mano pero sonreía, era una sensación agradable para ella sentir los primeros rayos del sol, cálidos y reconfortantes.
-...Gracias por un día más, Gran Arconte Anemo..
Mencionó con suavidad mirando el nuevo paisaje que el sol le había regalado desde donde estaba y con ello fue su señal para marcarse dejando ahí solo el viento como cómplice de sus secretos y de sus rezos.
Regresó hasta Mondsdat pasando por el conocido puente donde siempre estaba Timmy en las mañanas alimentando a las palomas, con una sonrisa lo saludó y pasó con cuidado para no espantar a sus aves, saludó a los guardias de la entrada a la ciudad quienes le devolvieron el saludo militarmente, llegó con Katheryne del gremio de aventureros a la casi entrada de la ciudad para saber si había algo qué reportar, continuó su camino por las escaleras hasta que al llegar al mercado vio de espaldas a una chica muy familiar para ella, el vestido era muy conocido perteneciendo al uniforme de las sirvientas de los Caballeros de Favonius quien estaba en el mercado.
-¡[stellar_malachite_ape_168] ! Buenos días... ¿Qué haces tan temprano por aquí?
Antes de los primeros rayos del sol la Gran Maestra Intendente había ido cerca de lo que la gente conocía como la Guarida de Stormterror, a un campo de flores de diente de león, su lugar favorito y privado donde reza y donde siente que puede relajarse, lejos de sus deberes como Gran Maestra Intendente de los Caballeros de Favonius.
-....Jamás me cansaré de venir aquí.... -Dijo con naturalidad, aun viendo como las flores pintadas con el azul oscuro de la madrugada se ondeaban por la suave brisa de la mañana hasta qué, la gran estrella de la mañana comenzó a asomarse desde las lejanas montañas tiñendo los cielos de colores amarillos, naranjas, rojizos y cada una de sus rayos comienzan a acariciar el cielo, las montañas, los verdes pastos y la clara y delicada piel de porcelana de la Gran Maestra, la luz le hizo entrecerrar los ojos y cubrir su vista con la mano pero sonreía, era una sensación agradable para ella sentir los primeros rayos del sol, cálidos y reconfortantes.
-...Gracias por un día más, Gran Arconte Anemo..
Mencionó con suavidad mirando el nuevo paisaje que el sol le había regalado desde donde estaba y con ello fue su señal para marcarse dejando ahí solo el viento como cómplice de sus secretos y de sus rezos.
Regresó hasta Mondsdat pasando por el conocido puente donde siempre estaba Timmy en las mañanas alimentando a las palomas, con una sonrisa lo saludó y pasó con cuidado para no espantar a sus aves, saludó a los guardias de la entrada a la ciudad quienes le devolvieron el saludo militarmente, llegó con Katheryne del gremio de aventureros a la casi entrada de la ciudad para saber si había algo qué reportar, continuó su camino por las escaleras hasta que al llegar al mercado vio de espaldas a una chica muy familiar para ella, el vestido era muy conocido perteneciendo al uniforme de las sirvientas de los Caballeros de Favonius quien estaba en el mercado.
-¡[stellar_malachite_ape_168] ! Buenos días... ¿Qué haces tan temprano por aquí?
“Every gentleman plays billiards, but someone who plays billiards too well, is no gentleman.” /
“Todo caballero juega billar, pero algunos quienes juegan billar muy bien, no son caballeros” –
“Every gentleman plays billiards, but someone who plays billiards too well, is no gentleman.” /
“Todo caballero juega billar, pero algunos quienes juegan billar muy bien, no son caballeros” –
Jean había salido temprano rumbo a su oficina en la sede de los caballeros, cuando a medio camino se encontró con algo, un maullido que venía de un callejón, ella con su curiosidad decidió acercarse hasta encontrar a un felino de pelaje rojizo, sus ojos se emocionan y brillan como una pequeña a quien le dan su primera mascota.
-¡Por el Arconte Anemo!
Gritó mientras se agachaba tomando al gato en manos y lo carga con cuidado hacia ella.
-¡Pero qué hermoso! ¿Quién eres? Pequeñito~ ¿No eres de aquí verdad?... No te pareces a ninguno de los que han andado por aquí ni te han puesto en el tablón de recompensas...¿Quieres venir conmigo mientras vemos qué hacemos contigo?..
Dijo mientras platicaba con el felino como si pudiera responderle o incluso entenderlo y así caminó con él en brazos mientras se dirigía a la sede los caballeros.
-Te pareces demasiado a alguien...¿A quién me recuerda?... Te llamaré gruñitos~ Tienes cara de pocos amigos~...
Jean había salido temprano rumbo a su oficina en la sede de los caballeros, cuando a medio camino se encontró con algo, un maullido que venía de un callejón, ella con su curiosidad decidió acercarse hasta encontrar a un felino de pelaje rojizo, sus ojos se emocionan y brillan como una pequeña a quien le dan su primera mascota.
-¡Por el Arconte Anemo!
Gritó mientras se agachaba tomando al gato en manos y lo carga con cuidado hacia ella.
-¡Pero qué hermoso! ¿Quién eres? Pequeñito~ ¿No eres de aquí verdad?... No te pareces a ninguno de los que han andado por aquí ni te han puesto en el tablón de recompensas...¿Quieres venir conmigo mientras vemos qué hacemos contigo?..
Dijo mientras platicaba con el felino como si pudiera responderle o incluso entenderlo y así caminó con él en brazos mientras se dirigía a la sede los caballeros.
-Te pareces demasiado a alguien...¿A quién me recuerda?... Te llamaré gruñitos~ Tienes cara de pocos amigos~...
La Gran Maestra se encontraba en el segundo piso de la sede de los caballeros, donde ya hacía tiempo había acondicionado una sala a un lugar para ejercitar.
La rutina del día constaba de estiramientos par mantener su flexibilidad por lo que era una rutina "tranquila" para ella, casi imposible para los caballeros promedio.
La Gran Maestra se encontraba en el segundo piso de la sede de los caballeros, donde ya hacía tiempo había acondicionado una sala a un lugar para ejercitar.
La rutina del día constaba de estiramientos par mantener su flexibilidad por lo que era una rutina "tranquila" para ella, casi imposible para los caballeros promedio.
Me había asegurado de escapar de Xemnas hace tiempo, refugiandome en los mundos Disney y en algunas otras ciudades, mientras era constantemente cazada. No fue fácil y la verdad es que a veces solo pensaba en entregarme y aceptar mi destino, pero, cuando estaba apunto de rendirme, un milagro tocó mi puerta. La Organización había caído a menos del portador de la llave Espada y los caballeros reales del Rey.
Gotas de felicidad cayeron por mí cara, mientras que con agotamiento volví a Villa Crepúsculo para admirar las vistas desde aquella torre del reloj, aún vestida como una de ellos. Pero, con la calma de saber que desperté de la manipulación de aquellos que predicaban ser aliados de la luz.
❝ ... Por fin... ❞ Fue lo único que musité, mirando como el sol se escondía en el horizonte con una satisfacción propia de alguien que luchó hasta el final.
.・。.・゜✭・🌌・✫・゜・。.
𝙐𝙉𝙄𝙑𝙀𝙍𝙎𝙊 : KINGDOM HEARTS
Me había asegurado de escapar de Xemnas hace tiempo, refugiandome en los mundos Disney y en algunas otras ciudades, mientras era constantemente cazada. No fue fácil y la verdad es que a veces solo pensaba en entregarme y aceptar mi destino, pero, cuando estaba apunto de rendirme, un milagro tocó mi puerta. La Organización había caído a menos del portador de la llave Espada y los caballeros reales del Rey.
Gotas de felicidad cayeron por mí cara, mientras que con agotamiento volví a Villa Crepúsculo para admirar las vistas desde aquella torre del reloj, aún vestida como una de ellos. Pero, con la calma de saber que desperté de la manipulación de aquellos que predicaban ser aliados de la luz.
❝ ... Por fin... ❞ Fue lo único que musité, mirando como el sol se escondía en el horizonte con una satisfacción propia de alguien que luchó hasta el final.
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