• Qué alma tan perdida la mía, que vuelvo a ratos a tus brazos.
    Qué desperdicio de tiempo verás en mi, por no ser completamente tuya.
    Y es que tú aceptas estar al frente mío, y yo... Acepto ver tus ojos.
    Con los cuales encuentro en él espacio seguro, en dónde veo.. más de lo que merezco.
    Tómame cariño mío...
    Tómame entre tus fuertes brazos, hazme sentir nuevamente tus besos... Qué cuando vuelvo fuera de mis aprietos, vuelvo a quitarme esa presión para nuevamente enfrentarme al mundo.
    Que alma perdida la mía..
    en dónde en ti encuentro refugio, si me esperas sin señal alguna, que domina el enojo en tu entrecejo.
    Has de entender mis ausencias,
    has de entender mis problemas,
    has de entender que soy de ratos...
    En dónde poso en ti mi ternura.
    Qué alma tan perdida la mía, que vuelvo a ratos a tus brazos. Qué desperdicio de tiempo verás en mi, por no ser completamente tuya. Y es que tú aceptas estar al frente mío, y yo... Acepto ver tus ojos. Con los cuales encuentro en él espacio seguro, en dónde veo.. más de lo que merezco. Tómame cariño mío... Tómame entre tus fuertes brazos, hazme sentir nuevamente tus besos... Qué cuando vuelvo fuera de mis aprietos, vuelvo a quitarme esa presión para nuevamente enfrentarme al mundo. Que alma perdida la mía.. en dónde en ti encuentro refugio, si me esperas sin señal alguna, que domina el enojo en tu entrecejo. Has de entender mis ausencias, has de entender mis problemas, has de entender que soy de ratos... En dónde poso en ti mi ternura.
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  • No necesitas cerrar los ojos para ser promesa, ni dormir para renacer.

    Eres la aurora que no se cansa, la copa que no se vacía, el instante antes del beso, la risa que aún no ha dolido.

    Yo, en cambio, soy sombra que abraza sin tocar, soy el eco del deseo cuando la luz se apaga.

    Tú das vino, yo ofrezco espejismos.
    Tú eres presente, yo, el reflejo del mañana que jamás llega.

    Pero aún así te nombro en mis dominios, te dibujo en la espuma de los sueños de aquellos que no saben que anhelan tu eternidad.

    Y si alguna noche te duermes por descuido, prometo sostener tu juventud como un cristal sagrado entre mis dedos de humo.

    Porque hasta el sueño más profundo se vuelve dulce si lleva tu nombre.
    No necesitas cerrar los ojos para ser promesa, ni dormir para renacer. Eres la aurora que no se cansa, la copa que no se vacía, el instante antes del beso, la risa que aún no ha dolido. Yo, en cambio, soy sombra que abraza sin tocar, soy el eco del deseo cuando la luz se apaga. Tú das vino, yo ofrezco espejismos. Tú eres presente, yo, el reflejo del mañana que jamás llega. Pero aún así te nombro en mis dominios, te dibujo en la espuma de los sueños de aquellos que no saben que anhelan tu eternidad. Y si alguna noche te duermes por descuido, prometo sostener tu juventud como un cristal sagrado entre mis dedos de humo. Porque hasta el sueño más profundo se vuelve dulce si lleva tu nombre.
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  • Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo.

    Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina.

    Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer.

    Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido.

    «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?»

    Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír.

    Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia.

    «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~»

    Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía.

    «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~»

    Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado.

    Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño.

    «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...»

    Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz.

    «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...»

    El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido.

    El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra.

    «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~»

    Y al final, su voz se volvió plegaria:
    una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida,
    un beso sin labios,
    una estrella que no muere,
    una caricia que no pide nada.

    «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas...
    Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~»

    La última nota no se oyó. SE SINTIÓ.
    Como si el universo contuviera el aliento por un instante.
    Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
    Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo. Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina. Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer. Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido. «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?» Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír. Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia. «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~» Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía. «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~» Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado. Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño. «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...» Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz. «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...» El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido. El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra. «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~» Y al final, su voz se volvió plegaria: una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida, un beso sin labios, una estrella que no muere, una caricia que no pide nada. «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas... Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~» La última nota no se oyó. SE SINTIÓ. Como si el universo contuviera el aliento por un instante. Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
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  • Recordando un momento con su padre.

    — ¿Amar? Los dioses no amamos... “Jamás podrás amar sin traer olvido. Tus manos son las del descanso eterno, y tu beso no despierta, sino que sella.”—aseguró Hipnos, Dios del sueño, para si mismo.

    Morfeo, reconoció el regaño de su padre.

    — Morfeo, tu don, aunque sea bello, solo es una ilusión, como lo es a aquello que llamas amor. —
    Recordando un momento con su padre. — ¿Amar? Los dioses no amamos... “Jamás podrás amar sin traer olvido. Tus manos son las del descanso eterno, y tu beso no despierta, sino que sella.”—aseguró Hipnos, Dios del sueño, para si mismo. Morfeo, reconoció el regaño de su padre. — Morfeo, tu don, aunque sea bello, solo es una ilusión, como lo es a aquello que llamas amor. —
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    || Wiii y terminé, me encantó el resultado, ya voy a ir respondiendo poco a poco. Mientras tanto le dejaré algo bonito a Sven, bueno tengan bonita noche, tal vez algún día les enseñe mi trabajo como tatuadora, besos corderitos.
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    Estoy contento de tenerte cerca
    Muy cerca de mí
    Que me digas loco
    Que me des de besos
    Y que te rías de mí
    Sabes qué quiero decir
    Ya no me mires así, no
    Que simplemente puedo decir yo
    Que eres lo más bonito
    Que he visto en toda mi vida
    Estoy contento de tenerte cerca Muy cerca de mí Que me digas loco Que me des de besos Y que te rías de mí Sabes qué quiero decir Ya no me mires así, no Que simplemente puedo decir yo Que eres lo más bonito Que he visto en toda mi vida
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    Off Rol - Tengo una duda, aún no entiendo cómo o que se considera publicación Nsfw Si muestro un pie desnudo tiene que difuminarse? un beso se difumina? Desde que se considera explícito. Digo, no es que me quiera encuerar, solo es curiosa, veo publicaciónes difuminadas que en lo personal no siento que estén explícitas y veo otras que si, pero no están difuminadas, por eso mi pregunta. ¿Ustedes que consideran explícito.?
    Off Rol - Tengo una duda, aún no entiendo cómo o que se considera publicación Nsfw 🤔 Si muestro un pie desnudo tiene que difuminarse? un beso se difumina? Desde que se considera explícito. Digo, no es que me quiera encuerar, solo es curiosa, veo publicaciónes difuminadas que en lo personal no siento que estén explícitas y veo otras que si, pero no están difuminadas, por eso mi pregunta. ¿Ustedes que consideran explícito.?
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  • —¿Aun sigues queriendo un beso mio?
    —¿Aun sigues queriendo un beso mio?
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  • Te quedan dos deseos
    Besos en el cuello
    Me derrite, caramelo
    No fue mi intención
    No sé qué pasó
    Pero está en mi habitación
    Do you wanna? Ah-ah
    Tú, yo, juntos, I said it
    West Side, fotos en L.A.
    ¿Cómo te puedo explicar?
    Que es tortura
    La forma en que tus ojos me capturan
    Qué locura
    Tener que dormirme sola ya es tortura
    Te quedan dos deseos Besos en el cuello Me derrite, caramelo No fue mi intención No sé qué pasó Pero está en mi habitación Do you wanna? Ah-ah Tú, yo, juntos, I said it West Side, fotos en L.A. ¿Cómo te puedo explicar? Que es tortura La forma en que tus ojos me capturan Qué locura Tener que dormirme sola ya es tortura
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  • ¿Quieres un cóctel con hielo o con besos? Porque yo ya elegí cómo quiero servirte el día de hoy
    ¿Quieres un cóctel con hielo o con besos? Porque yo ya elegí cómo quiero servirte el día de hoy
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