· 2013 ·
Los tacones de la directora repiqueteaban a toda velocidad por el pasillo principal de la escuela, tratando de apurar el paso y además, no perder el equilibrio que pudiese poner en riesgo su integridad. Estaba completamente fuera de sus cabales y solo tenía en la mente una imagen de a quién buscar y a quién responsabilizar.
—Oh, Rider... ¡ahora sí que te la has cargado!
Algunos alumnos que pululaban por el pasillo sintieron la curiosidad picar en sus nucas, girándose para ver a la enfadadísima directora yendo hacia la salida del edificio, por la puerta trasera, que llevaba a las instalaciones deportivas. Si aquél anónimo decía la verdad, iba a terminar de una vez por todas con el problema número uno de su colegio: Berit Rider.
No aminoró el paso al llegar al campo de futbol, viendo que efectivamente, el anónimo no se había equivocado ni un poquito: un buen puñado de alumnos y alumnas estaban armando jaleo en el campo, mirando todos a la misma dirección. En uno de los postes, colgado con lo que parecían toallas y cuerdas, uno de los alumnos del último curso, Blake Shordan, estaba atado y suplicando que por favor lo soltasen. Las risas y las voces amortiguaban la voz principal, de la animadora que estaba claramente llevando la situación y a la que rodeaba la muchedumbre, justo enfrente de su víctima.
—¿Vas a decirles la verdad?— dijo Berit con un chorro de voz potente— Vamos, Blake...
—¡Berit, suéltame! ¡Diles que me bajen, por favor!
—¡No te escucho! ¿Vas a contar lo que realmente pasó o no? Podemos dejarte aquí toda la noche...
—¡De eso nada!
La voz de Marisa Field, la directora, sonó atronadora entre las súplicas de Blake y las reclamaciones de Berit. Todos se giraron hacia ella y los rostros de terror comenzaron a poblar entre la multitud... menos la de Rider, que se mantuvo con media sonrisa de absoluta superioridad.
En cuanto llegaron al despacho, tras soltar a Shordan y darle un trato de derechos humanos básico (ergo, dejarle ducharse y vestirse), ambos adolescentes estaban sentados a una distancia prudente frente a la directora, que ya había dado aviso a los padres de ambos. Para Berit, era un trámite más, no sentía la más mínima preocupación por estar allí sentada, mientras que su contra parte estaba aterrorizado y con motivos. La señora Field sacó el expediente de la rubia, soltándolo con violencia sobre su escritorio: no era lo que consideraría nadie una "lectura ligera".
—Berit, esto es el colmo. Esto es insostenible, ¡esto se tiene que terminar!
—¿Acaso sabe por qué hemos terminado en esas condiciones? —respondió la menor, sonriendo— Quizás mi compañero tiene cosas que explicar...
Ante el silencio de Blake, junto con su expresión de miedo absoluto, la directora volvió a dirigirse a ella.
—Rider, estoy harta de tener que llamar a tus padres. Estoy agotada de soportar tus tonterías. Estoy al borde de una baja por depresión, única y exclusivamente por tu culpa. Te has peleado, has faltado a clase, has incendiado uno de los dormitorios, has inundado los baños, te has escapado de noche... ¿Es que no piensas parar nunca?
—Señora, con todos mis respetos, entiendo que le he dado bastante por saco estos años... pero esta vez, no he hecho nada malo. Solamente me he defendido.
No le sorprendía a Marisa la seguridad que Berit siempre mostraba al exponer sus argumentos, su firmeza al hacerse cargo de sus acciones y sobre todo, admitir sin ningún ápice de remordimiento las cosas que hacía. Lo único diferente era la admisión de su defensa propia.
—¿Cómo dices?
—Así es, —dijo al cruzarse de brazos, mirando al muchacho— ¿Por qué no lo explicas tú, Blake?
Por unos momentos, Blake respiró tranquilo creyéndose a salvo de la situación, siendo solo una víctima. Pero cuando la conversación vuelve hacia él, se hunde en su silla.
—¿Y bien? —bramó la directora, impaciente— ¿Qué ha pasado, Shonder?
—Yo no he hecho nada. Yo estaba en los vestuarios, cuando mis compañeros me hicieron una encerrona y...
—Ha mentido, —espetó Berit de golpe, cortándole la palabra al ver que estaba desvariando— ha mentido y ha dicho por todo el colegio que nos hemos acostado y que soy una cualquiera
La cara de Blake palideció ante la contundente respuesta de Berit, que había hasta movido su mano en un gesto casi autoritario, mandándole callar con un simple manotazo al aire.
—Ha contado por ahí que nos hemos acostado, lo cual no tendría nada de malo si fuese verdad, pero no lo es. Y si me van a tratar de fácil, que al menos sea porque me lo he pasado bien y no con un idiota como él, que es patético.
Con los años, la señora Field aprendió que si interrumpía a Berit, tendría el mismo efecto que si no lo hiciese: ella siempre acabaría su argumento y su falta de preocupación por las consecuencias era arrolladora. Pero aún así, siempre cumplía con sus castigos, lo cual era aún más curioso. Jamás, pensó Marisa, llegaría a comprender a Berit Rider y había hecho las paces con ese pensamiento.
—¿Es eso cierto, Shonder?— preguntó por fin Field— Es mejor que cuentes la verdad, porque abriré una investigación y lo sabré igualmente y tendrás doble castig...
—¡Si! ¿Vale? ¡Lo hice! ¡Pensé que no se descontrolaría de esta forma! Solo me gusta Berit y ella no me hacía ni caso, así que me inventé que si habíamos quedado...
La sonrisa de satisfacción de la rubia ensanchó sus labios y miró con superioridad a la directora. Nunca un "ya te lo dije" sin pronunciar había ofendido tanto a nadie.
Los señores Berit, como era costumbre desde hacía unos años, tan solo coincidían en los juzgados y en el colegio de sus hijas. Por suerte, Bernice estaba siendo una alumna competente y los problemas eran inexistentes... pero Berit estaba llenando ella sola el cupo de las dos. Cuando salieron del despacho de la directora (seguidos de Blake, sus padres y un parte de expulsión de tres días), caminaron los tres juntos hasta el dormitorio de la joven donde siempre acudían para charlar tranquilamente sobre las faltas de su hija. Y en esos pequeños instantes, que tanto adoraba Berit, veía de nuevo a sus padres juntos.
—Bibi, esta vez creo que lo has llevado a un límite insostenible, cielo
La voz de su padre jamás había adoptado un tono elevado ni serio, siempre era un carro de dulzura para sus hijas. Pero trataba de inculcarle algo de sentido y razón a sus acciones.
—Papá, ha sido él. Él la ha cagado y yo le he enseñado que no se habla así de una mujer
—Lo sabemos, cielo, —dijo su madre mientras colocaba un mechón de su cabello tras su oreja— pero es que ha sido salvajismo... lo habéis colgado de la portería, eso es... Inaudito
Con sus padres sentados a ambos lados, en la cama, ofreciéndole toda su atención a ella, casi no podía ni borrar su sonrisa.
—Berit... creo que esta ha sido la última travesura, cielo.
—La directora se ha cansado realmente, Bibi. Y no hay dinero que tape esto... la próxima falta que tengas, tendrás expulsión directa. Y te quedas sin graduar
Sintió un golpe en el pecho que la dejó sin aire durante unos segundos. ¿Sin graduar? ¿Expulsión? Tan solo el eco de esas palabras le producían terror. Miró con miedo a sus padres, alternando de uno a otro. Y una preocupación latente que dejó desvelar.
—Pero... ¿Entonces no os veré juntos nunca más?
—Oh, Bibi...— Lawrence miró a su ex-mujer, casi con un sentimiento de culpa— Tendrás que idear otra manera, pero no con más travesuras, ¿está bien?
Besó su cabeza y su madre la abrazó fugazmente. Aquella pequeña reunión Rider terminó casi tan rápido como había comenzado: su padre seguramente tenía que volver con su nueva novia a Florida, su madre tendría que regresar con su nuevo marido a Palm Springs... mientras, ella seguiría allí encadenada, junto con su hermana, en San Francisco. Les vio marcharse, casi como si tuviesen prisa y por primera vez en muchos años, Berit comprendió que la soledad de la que tanto huía seguiría allí, siendo su mayor compañía. Y cuanto antes entendiese que necesitaba salir adelante sola, antes conseguiría superar el vacío constante que ocupaba en su corazón.
· 2013 ·
Los tacones de la directora repiqueteaban a toda velocidad por el pasillo principal de la escuela, tratando de apurar el paso y además, no perder el equilibrio que pudiese poner en riesgo su integridad. Estaba completamente fuera de sus cabales y solo tenía en la mente una imagen de a quién buscar y a quién responsabilizar.
—Oh, Rider... ¡ahora sí que te la has cargado!
Algunos alumnos que pululaban por el pasillo sintieron la curiosidad picar en sus nucas, girándose para ver a la enfadadísima directora yendo hacia la salida del edificio, por la puerta trasera, que llevaba a las instalaciones deportivas. Si aquél anónimo decía la verdad, iba a terminar de una vez por todas con el problema número uno de su colegio: Berit Rider.
No aminoró el paso al llegar al campo de futbol, viendo que efectivamente, el anónimo no se había equivocado ni un poquito: un buen puñado de alumnos y alumnas estaban armando jaleo en el campo, mirando todos a la misma dirección. En uno de los postes, colgado con lo que parecían toallas y cuerdas, uno de los alumnos del último curso, Blake Shordan, estaba atado y suplicando que por favor lo soltasen. Las risas y las voces amortiguaban la voz principal, de la animadora que estaba claramente llevando la situación y a la que rodeaba la muchedumbre, justo enfrente de su víctima.
—¿Vas a decirles la verdad?— dijo Berit con un chorro de voz potente— Vamos, Blake...
—¡Berit, suéltame! ¡Diles que me bajen, por favor!
—¡No te escucho! ¿Vas a contar lo que realmente pasó o no? Podemos dejarte aquí toda la noche...
—¡De eso nada!
La voz de Marisa Field, la directora, sonó atronadora entre las súplicas de Blake y las reclamaciones de Berit. Todos se giraron hacia ella y los rostros de terror comenzaron a poblar entre la multitud... menos la de Rider, que se mantuvo con media sonrisa de absoluta superioridad.
En cuanto llegaron al despacho, tras soltar a Shordan y darle un trato de derechos humanos básico (ergo, dejarle ducharse y vestirse), ambos adolescentes estaban sentados a una distancia prudente frente a la directora, que ya había dado aviso a los padres de ambos. Para Berit, era un trámite más, no sentía la más mínima preocupación por estar allí sentada, mientras que su contra parte estaba aterrorizado y con motivos. La señora Field sacó el expediente de la rubia, soltándolo con violencia sobre su escritorio: no era lo que consideraría nadie una "lectura ligera".
—Berit, esto es el colmo. Esto es insostenible, ¡esto se tiene que terminar!
—¿Acaso sabe por qué hemos terminado en esas condiciones? —respondió la menor, sonriendo— Quizás mi compañero tiene cosas que explicar...
Ante el silencio de Blake, junto con su expresión de miedo absoluto, la directora volvió a dirigirse a ella.
—Rider, estoy harta de tener que llamar a tus padres. Estoy agotada de soportar tus tonterías. Estoy al borde de una baja por depresión, única y exclusivamente por tu culpa. Te has peleado, has faltado a clase, has incendiado uno de los dormitorios, has inundado los baños, te has escapado de noche... ¿Es que no piensas parar nunca?
—Señora, con todos mis respetos, entiendo que le he dado bastante por saco estos años... pero esta vez, no he hecho nada malo. Solamente me he defendido.
No le sorprendía a Marisa la seguridad que Berit siempre mostraba al exponer sus argumentos, su firmeza al hacerse cargo de sus acciones y sobre todo, admitir sin ningún ápice de remordimiento las cosas que hacía. Lo único diferente era la admisión de su defensa propia.
—¿Cómo dices?
—Así es, —dijo al cruzarse de brazos, mirando al muchacho— ¿Por qué no lo explicas tú, Blake?
Por unos momentos, Blake respiró tranquilo creyéndose a salvo de la situación, siendo solo una víctima. Pero cuando la conversación vuelve hacia él, se hunde en su silla.
—¿Y bien? —bramó la directora, impaciente— ¿Qué ha pasado, Shonder?
—Yo no he hecho nada. Yo estaba en los vestuarios, cuando mis compañeros me hicieron una encerrona y...
—Ha mentido, —espetó Berit de golpe, cortándole la palabra al ver que estaba desvariando— ha mentido y ha dicho por todo el colegio que nos hemos acostado y que soy una cualquiera
La cara de Blake palideció ante la contundente respuesta de Berit, que había hasta movido su mano en un gesto casi autoritario, mandándole callar con un simple manotazo al aire.
—Ha contado por ahí que nos hemos acostado, lo cual no tendría nada de malo si fuese verdad, pero no lo es. Y si me van a tratar de fácil, que al menos sea porque me lo he pasado bien y no con un idiota como él, que es patético.
Con los años, la señora Field aprendió que si interrumpía a Berit, tendría el mismo efecto que si no lo hiciese: ella siempre acabaría su argumento y su falta de preocupación por las consecuencias era arrolladora. Pero aún así, siempre cumplía con sus castigos, lo cual era aún más curioso. Jamás, pensó Marisa, llegaría a comprender a Berit Rider y había hecho las paces con ese pensamiento.
—¿Es eso cierto, Shonder?— preguntó por fin Field— Es mejor que cuentes la verdad, porque abriré una investigación y lo sabré igualmente y tendrás doble castig...
—¡Si! ¿Vale? ¡Lo hice! ¡Pensé que no se descontrolaría de esta forma! Solo me gusta Berit y ella no me hacía ni caso, así que me inventé que si habíamos quedado...
La sonrisa de satisfacción de la rubia ensanchó sus labios y miró con superioridad a la directora. Nunca un "ya te lo dije" sin pronunciar había ofendido tanto a nadie.
Los señores Berit, como era costumbre desde hacía unos años, tan solo coincidían en los juzgados y en el colegio de sus hijas. Por suerte, Bernice estaba siendo una alumna competente y los problemas eran inexistentes... pero Berit estaba llenando ella sola el cupo de las dos. Cuando salieron del despacho de la directora (seguidos de Blake, sus padres y un parte de expulsión de tres días), caminaron los tres juntos hasta el dormitorio de la joven donde siempre acudían para charlar tranquilamente sobre las faltas de su hija. Y en esos pequeños instantes, que tanto adoraba Berit, veía de nuevo a sus padres juntos.
—Bibi, esta vez creo que lo has llevado a un límite insostenible, cielo
La voz de su padre jamás había adoptado un tono elevado ni serio, siempre era un carro de dulzura para sus hijas. Pero trataba de inculcarle algo de sentido y razón a sus acciones.
—Papá, ha sido él. Él la ha cagado y yo le he enseñado que no se habla así de una mujer
—Lo sabemos, cielo, —dijo su madre mientras colocaba un mechón de su cabello tras su oreja— pero es que ha sido salvajismo... lo habéis colgado de la portería, eso es... Inaudito
Con sus padres sentados a ambos lados, en la cama, ofreciéndole toda su atención a ella, casi no podía ni borrar su sonrisa.
—Berit... creo que esta ha sido la última travesura, cielo.
—La directora se ha cansado realmente, Bibi. Y no hay dinero que tape esto... la próxima falta que tengas, tendrás expulsión directa. Y te quedas sin graduar
Sintió un golpe en el pecho que la dejó sin aire durante unos segundos. ¿Sin graduar? ¿Expulsión? Tan solo el eco de esas palabras le producían terror. Miró con miedo a sus padres, alternando de uno a otro. Y una preocupación latente que dejó desvelar.
—Pero... ¿Entonces no os veré juntos nunca más?
—Oh, Bibi...— Lawrence miró a su ex-mujer, casi con un sentimiento de culpa— Tendrás que idear otra manera, pero no con más travesuras, ¿está bien?
Besó su cabeza y su madre la abrazó fugazmente. Aquella pequeña reunión Rider terminó casi tan rápido como había comenzado: su padre seguramente tenía que volver con su nueva novia a Florida, su madre tendría que regresar con su nuevo marido a Palm Springs... mientras, ella seguiría allí encadenada, junto con su hermana, en San Francisco. Les vio marcharse, casi como si tuviesen prisa y por primera vez en muchos años, Berit comprendió que la soledad de la que tanto huía seguiría allí, siendo su mayor compañía. Y cuanto antes entendiese que necesitaba salir adelante sola, antes conseguiría superar el vacío constante que ocupaba en su corazón.