Cementerio, aniversario de sus padres.
El cielo estaba nublado, como casi todos los años en esta fecha. Caminé entre las lápidas con un ramo de flores en la mano, sintiendo el crujido de la grava bajo mis botas. Me detuve frente a sus nombres. Luc Valcourt. Elena Valcourt.
Dejé las flores sobre la piedra fría y me quedé de pie unos segundos, sin saber qué decir. Siempre me pasaba lo mismo. Todo el año sin derramar una lágrima, y justo aquí… todo se rompía.
Me agaché lentamente, apoyando la mano sobre la lápida.
—Hola… —mi voz sonó baja, casi un susurro—. Ya ha pasado otro año.
Tragué saliva. Me senté en el suelo frente a ellos, dejando que el silencio llenara el aire.
—He intentado seguir… de verdad. He trabajado, he hecho cosas, he sobrevivido. Pero siento que… que algo no me deja avanzar. —Noté las lágrimas empezar a quemar, deslizándose sin que pudiera detenerlas—. Es como si todavía estuviera ahí… ese día. Como si todo se hubiera quedado congelado.
Me cubrí la cara con una mano, respirando hondo.
—Sé que debería haberlo superado. Han pasado años. Pero no puedo. No puedo… porque siento que nunca me despedí de verdad.
Cerré los ojos y dejé que las lágrimas cayeran libremente.
—Necesito hablar con vosotros una última vez… necesito deciros que lo siento. Que ojalá hubiera estado ahí. Que ojalá hubiera podido hacer algo.
El viento sopló suavemente, moviendo las flores. Me quedé allí, llorando en silencio, como solo me permito hacerlo una vez al año.
—Papá… mamá… no sé cómo seguir adelante. Pero lo intentaré. Os lo prometo. Solo… ayudadme a soltar esto, aunque sea un poco.
Me quedé quieta, respirando el aire frío, sintiendo el peso en el pecho. Quizá no era suficiente para sanar, pero por unos minutos, al menos, me sentí menos sola.
El cielo estaba nublado, como casi todos los años en esta fecha. Caminé entre las lápidas con un ramo de flores en la mano, sintiendo el crujido de la grava bajo mis botas. Me detuve frente a sus nombres. Luc Valcourt. Elena Valcourt.
Dejé las flores sobre la piedra fría y me quedé de pie unos segundos, sin saber qué decir. Siempre me pasaba lo mismo. Todo el año sin derramar una lágrima, y justo aquí… todo se rompía.
Me agaché lentamente, apoyando la mano sobre la lápida.
—Hola… —mi voz sonó baja, casi un susurro—. Ya ha pasado otro año.
Tragué saliva. Me senté en el suelo frente a ellos, dejando que el silencio llenara el aire.
—He intentado seguir… de verdad. He trabajado, he hecho cosas, he sobrevivido. Pero siento que… que algo no me deja avanzar. —Noté las lágrimas empezar a quemar, deslizándose sin que pudiera detenerlas—. Es como si todavía estuviera ahí… ese día. Como si todo se hubiera quedado congelado.
Me cubrí la cara con una mano, respirando hondo.
—Sé que debería haberlo superado. Han pasado años. Pero no puedo. No puedo… porque siento que nunca me despedí de verdad.
Cerré los ojos y dejé que las lágrimas cayeran libremente.
—Necesito hablar con vosotros una última vez… necesito deciros que lo siento. Que ojalá hubiera estado ahí. Que ojalá hubiera podido hacer algo.
El viento sopló suavemente, moviendo las flores. Me quedé allí, llorando en silencio, como solo me permito hacerlo una vez al año.
—Papá… mamá… no sé cómo seguir adelante. Pero lo intentaré. Os lo prometo. Solo… ayudadme a soltar esto, aunque sea un poco.
Me quedé quieta, respirando el aire frío, sintiendo el peso en el pecho. Quizá no era suficiente para sanar, pero por unos minutos, al menos, me sentí menos sola.
Cementerio, aniversario de sus padres.
El cielo estaba nublado, como casi todos los años en esta fecha. Caminé entre las lápidas con un ramo de flores en la mano, sintiendo el crujido de la grava bajo mis botas. Me detuve frente a sus nombres. Luc Valcourt. Elena Valcourt.
Dejé las flores sobre la piedra fría y me quedé de pie unos segundos, sin saber qué decir. Siempre me pasaba lo mismo. Todo el año sin derramar una lágrima, y justo aquí… todo se rompía.
Me agaché lentamente, apoyando la mano sobre la lápida.
—Hola… —mi voz sonó baja, casi un susurro—. Ya ha pasado otro año.
Tragué saliva. Me senté en el suelo frente a ellos, dejando que el silencio llenara el aire.
—He intentado seguir… de verdad. He trabajado, he hecho cosas, he sobrevivido. Pero siento que… que algo no me deja avanzar. —Noté las lágrimas empezar a quemar, deslizándose sin que pudiera detenerlas—. Es como si todavía estuviera ahí… ese día. Como si todo se hubiera quedado congelado.
Me cubrí la cara con una mano, respirando hondo.
—Sé que debería haberlo superado. Han pasado años. Pero no puedo. No puedo… porque siento que nunca me despedí de verdad.
Cerré los ojos y dejé que las lágrimas cayeran libremente.
—Necesito hablar con vosotros una última vez… necesito deciros que lo siento. Que ojalá hubiera estado ahí. Que ojalá hubiera podido hacer algo.
El viento sopló suavemente, moviendo las flores. Me quedé allí, llorando en silencio, como solo me permito hacerlo una vez al año.
—Papá… mamá… no sé cómo seguir adelante. Pero lo intentaré. Os lo prometo. Solo… ayudadme a soltar esto, aunque sea un poco.
Me quedé quieta, respirando el aire frío, sintiendo el peso en el pecho. Quizá no era suficiente para sanar, pero por unos minutos, al menos, me sentí menos sola.
