• +siguiendo a unos unos diablillos, en sus rutinas en el palacio, mucho se ofrencen a buscarle lo que esté necesité, más el solo niega con sus manos ya que no le gusta dar órdenes donde no le compete, por lo que el mismo recorre el lugar algo curioso, llegando finalmente a la cocina, opta por sentarse en una mesita junto a los demás diablillos que lo ven con cara de porque hace eso

    (Maldita costumbre del comedor de la academia de entrenamiento, solo Tuz no se espanta de la forma peculiar de ser de su "amo")

    Termina por levantarse en lo que ve que el café está listo toma una taza y se aleja de la cocina con la misma en la mano bebiendo su contenido+

    Supongo que habrá campo de entrenamiento dudo que Luci solo piense en tener cositas con su marido y no en entrenar verdad?

    +Seguiría caminando por el castillo buscando un campo de entrenamiento o un gimnasio+
    +siguiendo a unos unos diablillos, en sus rutinas en el palacio, mucho se ofrencen a buscarle lo que esté necesité, más el solo niega con sus manos ya que no le gusta dar órdenes donde no le compete, por lo que el mismo recorre el lugar algo curioso, llegando finalmente a la cocina, opta por sentarse en una mesita junto a los demás diablillos que lo ven con cara de porque hace eso (Maldita costumbre del comedor de la academia de entrenamiento, solo Tuz no se espanta de la forma peculiar de ser de su "amo") Termina por levantarse en lo que ve que el café está listo toma una taza y se aleja de la cocina con la misma en la mano bebiendo su contenido+ Supongo que habrá campo de entrenamiento dudo que Luci solo piense en tener cositas con su marido y no en entrenar verdad? +Seguiría caminando por el castillo buscando un campo de entrenamiento o un gimnasio+
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  • Bajo la sombra del Árbol Sagra
    #monorol

    Lisa se encontraba sentada bajo la sombra de un frondoso árbol en los jardines de la Academia de Sumeru, rodeada de libros y pergaminos. El aroma a papel viejo y tinta se mezclaba con la brisa cargada del perfume de flores exóticas. La joven erudita pasaba sus días absorta en el estudio de la magia y la teoría arcana, con una facilidad casi insultante para quienes la rodeaban.

    * —Lisa, ¿otra vez aquí? —preguntó una compañera con una sonrisa cansada. *

    La bruja alzó la vista con la expresión indolente que la caracterizaba y, con un gesto perezoso, cerró el libro que tenía entre las manos.

    —Oh, ya sabes… estudiar es un placer cuando comprendes todo a la primera.

    Su tono era juguetón, pero en sus ojos verdes brillaba una chispa de reflexión. A pesar de su facilidad para el aprendizaje, Lisa comenzaba a notar algo inquietante: entre las innumerables teorías y tratados sobre la naturaleza de la magia, había contradicciones sutiles, conocimientos que parecían deliberadamente fragmentados o prohibidos.

    Apoyó la cabeza en la palma de su mano y suspiró con una media sonrisa.

    —A veces me pregunto… si de verdad sabemos todo lo que creemos saber.

    Su compañera rió, sin darle demasiada importancia a sus palabras, pero Lisa, con su aguda intuición, sabía que en Sumeru no todo el conocimiento estaba al alcance de cualquiera. Y quizás, cuanto más aprendiera, más peligroso sería seguir buscando respuestas.
    Bajo la sombra del Árbol Sagra #monorol Lisa se encontraba sentada bajo la sombra de un frondoso árbol en los jardines de la Academia de Sumeru, rodeada de libros y pergaminos. El aroma a papel viejo y tinta se mezclaba con la brisa cargada del perfume de flores exóticas. La joven erudita pasaba sus días absorta en el estudio de la magia y la teoría arcana, con una facilidad casi insultante para quienes la rodeaban. * —Lisa, ¿otra vez aquí? —preguntó una compañera con una sonrisa cansada. * La bruja alzó la vista con la expresión indolente que la caracterizaba y, con un gesto perezoso, cerró el libro que tenía entre las manos. —Oh, ya sabes… estudiar es un placer cuando comprendes todo a la primera. Su tono era juguetón, pero en sus ojos verdes brillaba una chispa de reflexión. A pesar de su facilidad para el aprendizaje, Lisa comenzaba a notar algo inquietante: entre las innumerables teorías y tratados sobre la naturaleza de la magia, había contradicciones sutiles, conocimientos que parecían deliberadamente fragmentados o prohibidos. Apoyó la cabeza en la palma de su mano y suspiró con una media sonrisa. —A veces me pregunto… si de verdad sabemos todo lo que creemos saber. Su compañera rió, sin darle demasiada importancia a sus palabras, pero Lisa, con su aguda intuición, sabía que en Sumeru no todo el conocimiento estaba al alcance de cualquiera. Y quizás, cuanto más aprendiera, más peligroso sería seguir buscando respuestas.
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  • « Cultivar la mente requiere más que solo leer cientos de libros, especialmente si son títulos o temas complejos. El estudio es importante, pero la comprensión y la posibilidad de hilar ideas sensatas demuestra tus veraderas habilidades cognitivas. Si tienes dudas de ello, puedes darte una vuelta por la Academia, allí encontrarás varios ejemplos de cultivación equívoca. »
    « Cultivar la mente requiere más que solo leer cientos de libros, especialmente si son títulos o temas complejos. El estudio es importante, pero la comprensión y la posibilidad de hilar ideas sensatas demuestra tus veraderas habilidades cognitivas. Si tienes dudas de ello, puedes darte una vuelta por la Academia, allí encontrarás varios ejemplos de cultivación equívoca. »
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  • *Reflexionando, recordando...*

    "—¿Cuál es la diferencia moral, si la hay, entre un civil y un ciudadano?
    —El ciudadano acepta la responsabilidad de la seguridad del Estado, y la defiende con su vida. Un civil no, señor.
    —Así dice el texto. Pero ¿Lo entiendes? ¿Lo aceptas?
    —No sé.
    —Claro que no. Creo que ninguno de los que están aquí reconocería la virtud cívica aunque la tuviera en las narices."

    —El coronel Dubois, sargento Rackzak, se refería con eso... A que el ciudadano comprende que hay muchas razones para arriesgar el pellejo poniéndose entre la amenaza y el hogar amado... Todos los hombres tenemos una buena razón por la que gustosamente ofreceríamos la vida... Por eso debo entrar en la academia militar. Además, he vivido mucho tiempo en el campo de batalla, en mi antiguo país... Las armas me encantan más que los libros. Soy un soldado... Podria estudiar cualquier cosa, pero mi verdadero deseo es hacer la carrera militar. La infantería móvil, la fuerza aérea, el cuerpo de artilleros... Pensar que puedo ingresar a cualquiera de esas secciones me emociona mucho...
    *Reflexionando, recordando...* "—¿Cuál es la diferencia moral, si la hay, entre un civil y un ciudadano? —El ciudadano acepta la responsabilidad de la seguridad del Estado, y la defiende con su vida. Un civil no, señor. —Así dice el texto. Pero ¿Lo entiendes? ¿Lo aceptas? —No sé. —Claro que no. Creo que ninguno de los que están aquí reconocería la virtud cívica aunque la tuviera en las narices." —El coronel Dubois, sargento Rackzak, se refería con eso... A que el ciudadano comprende que hay muchas razones para arriesgar el pellejo poniéndose entre la amenaza y el hogar amado... Todos los hombres tenemos una buena razón por la que gustosamente ofreceríamos la vida... Por eso debo entrar en la academia militar. Además, he vivido mucho tiempo en el campo de batalla, en mi antiguo país... Las armas me encantan más que los libros. Soy un soldado... Podria estudiar cualquier cosa, pero mi verdadero deseo es hacer la carrera militar. La infantería móvil, la fuerza aérea, el cuerpo de artilleros... Pensar que puedo ingresar a cualquiera de esas secciones me emociona mucho...
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  • —¿Cuál es la diferencia moral, si la hay, entre un civil y un ciudadano?
    —El ciudadano acepta la responsabilidad de la seguridad del Estado, y la defiende con su vida. Un civil no, señor.
    —Así dice el texto. Pero ¿Lo entiendes? ¿Lo aceptas?
    —No sé.
    —Claro que no. Creo que ninguno de los que están aquí reconocería la virtud cívica aunque la tuviera en las narices.

    *Ese... Recuerdo... De hace tiempo, en una clase de filosofía y ciencia moral en la academia militar me vino de repente, como cuando una antena pesca una señal de radio...
    El meollo del asunto es que la guerra, el conflicto, está inherente en la naturaleza humana. La guerra es el padre de todas las cosas. Es una especie de neodarwinismo extendido y aplicado más allá de la biología.
    Los humanos se han enfrentado entre ellos muchas veces, a lo largo de la historia. Pero si apareciera un enemigo externo — no humano —, ¿Qué pasaría entonces?
    La humanidad debería dejar de lado sus diferencias y unirse como una sola para garantizar su supervivencia. Y entonces encontramos que cada hombre tiene una razón por la que alegremente entregaría la vida, algo por lo qué luchar...
    El poder efectivo es la fuerza bruta. La fuerza bruta ha resuelto más conflictos que cualquier otra cosa, a lo largo de la historia. Y sin fuerza bruta, utilizada y aplicada de forma correcta, puede garantizar el orden en la sociedad.
    ¿O no?
    El caos ordena y coloca a cada quien en su lugar de forma natural...*
    —¿Cuál es la diferencia moral, si la hay, entre un civil y un ciudadano? —El ciudadano acepta la responsabilidad de la seguridad del Estado, y la defiende con su vida. Un civil no, señor. —Así dice el texto. Pero ¿Lo entiendes? ¿Lo aceptas? —No sé. —Claro que no. Creo que ninguno de los que están aquí reconocería la virtud cívica aunque la tuviera en las narices. *Ese... Recuerdo... De hace tiempo, en una clase de filosofía y ciencia moral en la academia militar me vino de repente, como cuando una antena pesca una señal de radio... El meollo del asunto es que la guerra, el conflicto, está inherente en la naturaleza humana. La guerra es el padre de todas las cosas. Es una especie de neodarwinismo extendido y aplicado más allá de la biología. Los humanos se han enfrentado entre ellos muchas veces, a lo largo de la historia. Pero si apareciera un enemigo externo — no humano —, ¿Qué pasaría entonces? La humanidad debería dejar de lado sus diferencias y unirse como una sola para garantizar su supervivencia. Y entonces encontramos que cada hombre tiene una razón por la que alegremente entregaría la vida, algo por lo qué luchar... El poder efectivo es la fuerza bruta. La fuerza bruta ha resuelto más conflictos que cualquier otra cosa, a lo largo de la historia. Y sin fuerza bruta, utilizada y aplicada de forma correcta, puede garantizar el orden en la sociedad. ¿O no? El caos ordena y coloca a cada quien en su lugar de forma natural...*
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  • Las aficiones de Alhaitham eran limitadas y, por ello, pocos eran los puntos que tenía para disfrutar durante sus días de vacaciones propiamente. Había pensado más de una vez en investigar alguna ruina del desierto para curtir más sus conocimientos, pero, la sola idea de que la arena se le metiera en los zapatos lo hacía desistir de ello. También había pensado en leer e investigar un poco más sobre los últimos títulos de las tesis que había rechazado, probablemente iba a necesitar de argumentos para convencer a dos o tres estudiantes furiosos que, al día siguiente, estuvieran rondando fuera de su oficina con la intención de cazarlo y exigir una explicación con miles de argumentos para insistir en que sus proyectos serían de gran utilidad para la Academia. Sin duda un pasatiempo interesante, pero entonces, lo recordó: la biblioteca de Mondstadt.

    En una de sus muchas reuniones en la taberna Lambad, Cyno y Tignari lo habían mencionado un par de veces; durante su estadía en la Ciudad del Viento y la Libertad, para celebrar el Festival Windblume, habían conocido a algunos amigos de Collei, mismos que hiciera antes de llegar a Sumeru años atrás. Habían hablado un montón de cosas sobre ellos, sobre las diferentes actividades que tenía día con día, de sus responsabilidades y salones, de lo talentoso que era Albedo, el jefe alquimista, para dibujar los mejores artes del TGC de Invocación de los Sabios. Aun así, de todas las cosas en aquella conversación, lo único que tenía la atención de Alhaitham en todo momento era la Biblioteca.

    ¿Qué pasaría si decidiera tomarse unos cuántos días libres para investigar en una tierra lejana? Nada realmente, sus cosas seguirían en su hogar, encontraría paz al volver y, también, podía sentirse tranquilo de no tener que pelear un par de días con el arquitecto ni bien pusieran un pie en casa. Era un ensueño donde podía disfrutar de su pasatiempo sin ser molestado por nadie excepto, quizá, la bibliotecaria de aquel lugar si llegaba a quebrantar alguna de las reglas.

    Con cuidado, Alhaitham inspeccionó el lugar: Era silencioso, pequeño y acogedor, agradable tanto para la vista como para el olfato, y lo mejor de todo era que no estaba repleto de Eruditos ansiosos por debatir sus puntos de vista sobre algún párrafo, poco concreto, de algún libro de semiótica o de cualquier otra escuela. En su búsqueda, se dio a la labor de identificar a la responsable, su nombre lo recordaba a medias, igualmente no estaba del todo seguro si lo habían mencionado en las historias o alguno de los guardias de la entrada se lo había dicho. Solo sabía que tardaría en regresar de alguna diligencia. Valiéndose de ello, el Escriba examinó uno a uno los libros de los anaqueles. Conforme iba pasando, leía los torsos para encontrar el título adecuado, aquel que lograra captar su atención en un primer momento y, sin pensárselo, lo tomaba para echarlo en la pequeña pila que sostenía con su brazo izquierdo. Tres, cuatro, seis… Diez libros llevaba ya. En su mayoría eran títulos referentes a la historia de Teyvat, otros cuantos eran historias infantiles o que tenía en su casa, pero que quería volver a leer en otra versión.

    Fue entonces que tomó uno de ellos: La princesa jabalí. Un título que sonaba incluso entre las grandes mentes de Sumeru, un clásico de la literatura que no podía dejar pasar la oportunidad de leer. Ni bien juntó sus libros, se dirigió al escritorio de la bibliotecaria, sabía que había llegado porque el ruido era ligeramente más alto –a pesar del absurdo silencio-, pero no le dio importancia.

    — Me gustaría leer éstos. ¿Cuáles son los requisitos que tienen aquí para ello? —Preguntó, lo hizo después de dejar los libros sobre la mesa y buscar, sin girarse, algunos de sus documentos de identidad, y también moras, que llevaba guardados en la riñonera.— Oh, no pienso sacarlos de la biblioteca, si me es posible, preferiría leerlos aquí dentro y devolverlos en cuanto los termine.

    || Pa'que no digas que no cumplo mis promesas (??). Lisa Minci 𐀔
    Las aficiones de Alhaitham eran limitadas y, por ello, pocos eran los puntos que tenía para disfrutar durante sus días de vacaciones propiamente. Había pensado más de una vez en investigar alguna ruina del desierto para curtir más sus conocimientos, pero, la sola idea de que la arena se le metiera en los zapatos lo hacía desistir de ello. También había pensado en leer e investigar un poco más sobre los últimos títulos de las tesis que había rechazado, probablemente iba a necesitar de argumentos para convencer a dos o tres estudiantes furiosos que, al día siguiente, estuvieran rondando fuera de su oficina con la intención de cazarlo y exigir una explicación con miles de argumentos para insistir en que sus proyectos serían de gran utilidad para la Academia. Sin duda un pasatiempo interesante, pero entonces, lo recordó: la biblioteca de Mondstadt. En una de sus muchas reuniones en la taberna Lambad, Cyno y Tignari lo habían mencionado un par de veces; durante su estadía en la Ciudad del Viento y la Libertad, para celebrar el Festival Windblume, habían conocido a algunos amigos de Collei, mismos que hiciera antes de llegar a Sumeru años atrás. Habían hablado un montón de cosas sobre ellos, sobre las diferentes actividades que tenía día con día, de sus responsabilidades y salones, de lo talentoso que era Albedo, el jefe alquimista, para dibujar los mejores artes del TGC de Invocación de los Sabios. Aun así, de todas las cosas en aquella conversación, lo único que tenía la atención de Alhaitham en todo momento era la Biblioteca. ¿Qué pasaría si decidiera tomarse unos cuántos días libres para investigar en una tierra lejana? Nada realmente, sus cosas seguirían en su hogar, encontraría paz al volver y, también, podía sentirse tranquilo de no tener que pelear un par de días con el arquitecto ni bien pusieran un pie en casa. Era un ensueño donde podía disfrutar de su pasatiempo sin ser molestado por nadie excepto, quizá, la bibliotecaria de aquel lugar si llegaba a quebrantar alguna de las reglas. Con cuidado, Alhaitham inspeccionó el lugar: Era silencioso, pequeño y acogedor, agradable tanto para la vista como para el olfato, y lo mejor de todo era que no estaba repleto de Eruditos ansiosos por debatir sus puntos de vista sobre algún párrafo, poco concreto, de algún libro de semiótica o de cualquier otra escuela. En su búsqueda, se dio a la labor de identificar a la responsable, su nombre lo recordaba a medias, igualmente no estaba del todo seguro si lo habían mencionado en las historias o alguno de los guardias de la entrada se lo había dicho. Solo sabía que tardaría en regresar de alguna diligencia. Valiéndose de ello, el Escriba examinó uno a uno los libros de los anaqueles. Conforme iba pasando, leía los torsos para encontrar el título adecuado, aquel que lograra captar su atención en un primer momento y, sin pensárselo, lo tomaba para echarlo en la pequeña pila que sostenía con su brazo izquierdo. Tres, cuatro, seis… Diez libros llevaba ya. En su mayoría eran títulos referentes a la historia de Teyvat, otros cuantos eran historias infantiles o que tenía en su casa, pero que quería volver a leer en otra versión. Fue entonces que tomó uno de ellos: La princesa jabalí. Un título que sonaba incluso entre las grandes mentes de Sumeru, un clásico de la literatura que no podía dejar pasar la oportunidad de leer. Ni bien juntó sus libros, se dirigió al escritorio de la bibliotecaria, sabía que había llegado porque el ruido era ligeramente más alto –a pesar del absurdo silencio-, pero no le dio importancia. — Me gustaría leer éstos. ¿Cuáles son los requisitos que tienen aquí para ello? —Preguntó, lo hizo después de dejar los libros sobre la mesa y buscar, sin girarse, algunos de sus documentos de identidad, y también moras, que llevaba guardados en la riñonera.— Oh, no pienso sacarlos de la biblioteca, si me es posible, preferiría leerlos aquí dentro y devolverlos en cuanto los termine. || Pa'que no digas que no cumplo mis promesas (??). [myloveminea11mine]
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  • El trabajo del Escriba es sencillo. Únicamente corresponde en documentar las reuniones y situaciones más importantes que se susciten dentro de la Academia o, bien, en los alrededores de Sumeru. Hacer anotaciones de las cátedras de otros Sabios o tomar parte de sus puntos de vista también se considera la labor de uno, pero desde las últimas semanas, el trabajo de Alhaitham era más complicado. Tras la revolución por la que atravesara Sumeru, donde la Reina Menor Kusanali regresara a tomar su posición como Arconte, su trabajo era más complicado al tener que hacerse cargo de las actividades anteriores del Gran Sabio.

    Muchas tareas serían más sencillas para él si las demás personas respetaran sus horarios de trabajo, y si los formularios se llenaran de manera correcta. ¿Cómo era que alumnos capaces de aprender veinte lenguas, volverse expertos en los rubros más destacados de sus escuelas y que aspiraban a la cima del conocimiento, no eran capaces de seguir indicaciones claras? A veces era un dolor de cabeza tener que invertir más tiempo del debido en una discusión con estudiantes necios que en discusiones con algún otro sabio porque no había asistido en una reunión donde lo necesitaban cómo Escriba o que requería lidiar con algo en horas adicionales a su turno.

    Ser el Gran Sabio Intendente era una enorme responsabilidad, una para la que claramente Alhaitham cubría el perfil de cabo a rabo, con excelentes recomendaciones... Pero era tedioso para alguien como él cuya vida se complicaba cada día con las pilas de investigaciones, tesis y solicitudes que debía revisar a fondo. Algunas las rechazaba, sin necesidad de preparar un fundamento exagerado al considerarlas poco útiles o novedosas, mientras que existían otras con las que debía lidiar para presentar, nuevamente, sus argumentos ante la apelación de rechazo.

    Quizás ese día, en cuanto su turno terminara, sería necesario pasar por el Gran Bazar a comprar algunos insumos pendientes o visitar la Taberna para tener más tiempo libre al llegar a casa. Solo esperaba que pronto, tanto los demás sabios del consejo como Nahida, fuesen capaces de encontrar a alguien que se hiciera cargo del puesto.
    El trabajo del Escriba es sencillo. Únicamente corresponde en documentar las reuniones y situaciones más importantes que se susciten dentro de la Academia o, bien, en los alrededores de Sumeru. Hacer anotaciones de las cátedras de otros Sabios o tomar parte de sus puntos de vista también se considera la labor de uno, pero desde las últimas semanas, el trabajo de Alhaitham era más complicado. Tras la revolución por la que atravesara Sumeru, donde la Reina Menor Kusanali regresara a tomar su posición como Arconte, su trabajo era más complicado al tener que hacerse cargo de las actividades anteriores del Gran Sabio. Muchas tareas serían más sencillas para él si las demás personas respetaran sus horarios de trabajo, y si los formularios se llenaran de manera correcta. ¿Cómo era que alumnos capaces de aprender veinte lenguas, volverse expertos en los rubros más destacados de sus escuelas y que aspiraban a la cima del conocimiento, no eran capaces de seguir indicaciones claras? A veces era un dolor de cabeza tener que invertir más tiempo del debido en una discusión con estudiantes necios que en discusiones con algún otro sabio porque no había asistido en una reunión donde lo necesitaban cómo Escriba o que requería lidiar con algo en horas adicionales a su turno. Ser el Gran Sabio Intendente era una enorme responsabilidad, una para la que claramente Alhaitham cubría el perfil de cabo a rabo, con excelentes recomendaciones... Pero era tedioso para alguien como él cuya vida se complicaba cada día con las pilas de investigaciones, tesis y solicitudes que debía revisar a fondo. Algunas las rechazaba, sin necesidad de preparar un fundamento exagerado al considerarlas poco útiles o novedosas, mientras que existían otras con las que debía lidiar para presentar, nuevamente, sus argumentos ante la apelación de rechazo. Quizás ese día, en cuanto su turno terminara, sería necesario pasar por el Gran Bazar a comprar algunos insumos pendientes o visitar la Taberna para tener más tiempo libre al llegar a casa. Solo esperaba que pronto, tanto los demás sabios del consejo como Nahida, fuesen capaces de encontrar a alguien que se hiciera cargo del puesto.
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  • Elios y Emma trabajan en una cafetería...
    Amo el café, y como los del gobierno no me dejan entrar a la academia militar... ¿Debería abrir mi propia cafetería?
    Elios y Emma trabajan en una cafetería... Amo el café, y como los del gobierno no me dejan entrar a la academia militar... ¿Debería abrir mi propia cafetería?
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  • Ivory está sentado solo, cerca de una ventana, con su habitual aire distante. El vapor de su taza de té se eleva hacia su rostro, pero él no parece prestarle atención. Sus orejas de conejo, largas y blancas, se asoman por entre su cabello despeinado, moviéndose ligeramente con cada pequeño gesto de su cabeza. Es algo que debería pasar desapercibido en la cafetería de una academia para seres extraordinarios, ¿Verdad?
    Ivory está sentado solo, cerca de una ventana, con su habitual aire distante. El vapor de su taza de té se eleva hacia su rostro, pero él no parece prestarle atención. Sus orejas de conejo, largas y blancas, se asoman por entre su cabello despeinado, moviéndose ligeramente con cada pequeño gesto de su cabeza. Es algo que debería pasar desapercibido en la cafetería de una academia para seres extraordinarios, ¿Verdad?
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  • #Monorol

    𝗣𝗔𝗥𝗔𝗡𝗢𝗫 𝗟𝗢𝗦𝗧 𝗗𝗢𝗖𝗨𝗠𝗘𝗡𝗧𝗦:

    𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝑷𝒂𝒓𝒂𝒏𝒐𝒊𝒄𝒐
    𝐓𝐡𝐨𝐦𝐚𝐬 𝐲 𝐌𝐚𝐫𝐲

    Hoy tuve mi sesión con el psicólogo. Fue una sesión difícil porque hablamos de familia... Después de haber matado a Joseph Schmidt y escapar del Orfanato, no supe a dónde ir, pero terminé en una granja, en ese lugar conocí a mis padres adoptivos, Thomas y Mary. Eran una encantadora pareja de ancianos. Ellos me aceptaron sin juzgarme por mi apariencia extraña y ni por la pistola que llevaba.

    Me adoptaron como a un hijo. Al parecer, sus propios hijos los habían dejado solos y se fueron a formar familias y ellos pues, se quedaron solos y se dedicaron a cuidar la granja.

    Thomas tenía problemas de visión y Mary... prefiero no decir mucho sobre ella.

    En esos tiempos, ellos me inscribieron en la academia de policía, convencidos de que mi pistola era una señal divina de que debía ser policía. Así eran ellos, creyentes hasta el final. Cada domingo me llevaban a la iglesia, llenos de fe y esperanza. Según ellos yo era su respuesta a sus oraciones pues le habían pedido a Dios un hijo.

    ...

    Recordar a Thomas y Mary me hace sentir una profunda gratitud, pero también abre una herida muy grande que aún llevo conmigo. Los extraño muchísimo, y escribir sobre ellos es demasiado doloroso.

    No seguiré escribiendo más sobre ellos por ahora...

    Pero siempre llevo el collar de Thomas y la cruz de Mary conmigo... En cada misión los llevo...

    Pues están en mi corazón...

    #Monorol 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗡𝗢𝗫 𝗟𝗢𝗦𝗧 𝗗𝗢𝗖𝗨𝗠𝗘𝗡𝗧𝗦: 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝑷𝒂𝒓𝒂𝒏𝒐𝒊𝒄𝒐 𝐓𝐡𝐨𝐦𝐚𝐬 𝐲 𝐌𝐚𝐫𝐲 Hoy tuve mi sesión con el psicólogo. Fue una sesión difícil porque hablamos de familia... Después de haber matado a Joseph Schmidt y escapar del Orfanato, no supe a dónde ir, pero terminé en una granja, en ese lugar conocí a mis padres adoptivos, Thomas y Mary. Eran una encantadora pareja de ancianos. Ellos me aceptaron sin juzgarme por mi apariencia extraña y ni por la pistola que llevaba. Me adoptaron como a un hijo. Al parecer, sus propios hijos los habían dejado solos y se fueron a formar familias y ellos pues, se quedaron solos y se dedicaron a cuidar la granja. Thomas tenía problemas de visión y Mary... prefiero no decir mucho sobre ella. En esos tiempos, ellos me inscribieron en la academia de policía, convencidos de que mi pistola era una señal divina de que debía ser policía. Así eran ellos, creyentes hasta el final. Cada domingo me llevaban a la iglesia, llenos de fe y esperanza. Según ellos yo era su respuesta a sus oraciones pues le habían pedido a Dios un hijo. ... Recordar a Thomas y Mary me hace sentir una profunda gratitud, pero también abre una herida muy grande que aún llevo conmigo. Los extraño muchísimo, y escribir sobre ellos es demasiado doloroso. No seguiré escribiendo más sobre ellos por ahora... Pero siempre llevo el collar de Thomas y la cruz de Mary conmigo... En cada misión los llevo... Pues están en mi corazón...
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