Heinrich Rosenberg
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⠀⠀Berlín. El cielo gris colgaba bajo como una losa, y el viento arrastraba el idioma de siglos entre las calles empedradas. El brujo vestido de sacerdote caminaba entre la multitud que se agolpaba en los pasillos del antiguo Pergamonmuseum, reconvertido temporalmente en sede de una feria literaria internacional. Para los visitantes, el lugar era un templo de papel, vitrina de rarezas, manjar de coleccionistas. Para él, era un álbum de recuerdos oculto bajo vitrinas de cristal.
⠀⠀Había llegado por un susurro: un rumor entre bibliotecarios viejos, archivistas con manos de polvo y curadores que hablaban entre líneas. Un grimorio. No uno cualquiera. Uno suyo. De su vida pasada.
⠀⠀Antaño, cuando aún era un brujo temido, en los amaneceres del siglo tres después de Cristo, su anterior encarnación, Cipriano el Brujo, se encargó de plasmar conocimientos oscuros y viles en papel, en esos tiempos aun abrazaba al Diablo como un amigo, y ahora solo quiere borrar esa huella que dejó marcada su figura, por eso los buscaba, por eso los recolectaba.
⠀⠀Un pabellón de textos herméticos y ocultismo lo recibió con un silencio sordo. Bajo una cúpula decorada con motivos mesopotámicos, una vitrina aislada exhibía un volumen encuadernado en cuero ennegrecido, como si hubiera sido hervido en brea. El título estaba casi borrado, pero Lorenzo no necesitó leerlo. Lo reconoció al instante. El tacto de esa escritura le temblaba aún en los dedos del alma, y la sangre que usó como tinta, aun recorría su férrico olor en sus fosas nasales.
"De Tenebris Sanguinis", murmuró sin voz. Sobre las tinieblas de la sangre, el título del libro. Hizo su cabeza a un lado, una pareja de ancianos pasó, él parecía ligeramente agitado.
⠀⠀Un tratado abominable, entre otras cosas, sobre el vampirismo: no como mito, sino como técnica. Alimentación espiritual. Posesión parasitaria. Transmisión de esencia. Lo había escrito él mismo, cuando aún se creía sabio y no condenado. En ese tiempo deseó la inmortalidad, era una de las múltiples formas en las que la buscó.
⠀⠀El libro no debía estar ahí. No debía estar en ningún lado. Debía ser destruido, ese conocimiento debía morir con él.
⠀⠀Ahora, entre turistas distraídos, académicos vanidosos y vigilantes de seguridad con cara de aburrimiento, Lorenzo comenzaba a medir las distancias. Las cámaras, las vitrinas, los horarios de cierre. Cada detalle podía ser la diferencia entre el olvido y la catástrofe. Y él sabía, mejor que nadie, que los libros también despiertan cuando se les da demasiada atención.
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[Heinz_Vamp]
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⠀⠀Berlín. El cielo gris colgaba bajo como una losa, y el viento arrastraba el idioma de siglos entre las calles empedradas. El brujo vestido de sacerdote caminaba entre la multitud que se agolpaba en los pasillos del antiguo Pergamonmuseum, reconvertido temporalmente en sede de una feria literaria internacional. Para los visitantes, el lugar era un templo de papel, vitrina de rarezas, manjar de coleccionistas. Para él, era un álbum de recuerdos oculto bajo vitrinas de cristal.
⠀⠀Había llegado por un susurro: un rumor entre bibliotecarios viejos, archivistas con manos de polvo y curadores que hablaban entre líneas. Un grimorio. No uno cualquiera. Uno suyo. De su vida pasada.
⠀⠀Antaño, cuando aún era un brujo temido, en los amaneceres del siglo tres después de Cristo, su anterior encarnación, Cipriano el Brujo, se encargó de plasmar conocimientos oscuros y viles en papel, en esos tiempos aun abrazaba al Diablo como un amigo, y ahora solo quiere borrar esa huella que dejó marcada su figura, por eso los buscaba, por eso los recolectaba.
⠀⠀Un pabellón de textos herméticos y ocultismo lo recibió con un silencio sordo. Bajo una cúpula decorada con motivos mesopotámicos, una vitrina aislada exhibía un volumen encuadernado en cuero ennegrecido, como si hubiera sido hervido en brea. El título estaba casi borrado, pero Lorenzo no necesitó leerlo. Lo reconoció al instante. El tacto de esa escritura le temblaba aún en los dedos del alma, y la sangre que usó como tinta, aun recorría su férrico olor en sus fosas nasales.
"De Tenebris Sanguinis", murmuró sin voz. Sobre las tinieblas de la sangre, el título del libro. Hizo su cabeza a un lado, una pareja de ancianos pasó, él parecía ligeramente agitado.
⠀⠀Un tratado abominable, entre otras cosas, sobre el vampirismo: no como mito, sino como técnica. Alimentación espiritual. Posesión parasitaria. Transmisión de esencia. Lo había escrito él mismo, cuando aún se creía sabio y no condenado. En ese tiempo deseó la inmortalidad, era una de las múltiples formas en las que la buscó.
⠀⠀El libro no debía estar ahí. No debía estar en ningún lado. Debía ser destruido, ese conocimiento debía morir con él.
⠀⠀Ahora, entre turistas distraídos, académicos vanidosos y vigilantes de seguridad con cara de aburrimiento, Lorenzo comenzaba a medir las distancias. Las cámaras, las vitrinas, los horarios de cierre. Cada detalle podía ser la diferencia entre el olvido y la catástrofe. Y él sabía, mejor que nadie, que los libros también despiertan cuando se les da demasiada atención.
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