• 𝙞𝙛 𝙬𝙚 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙚𝙣𝙙 𝙬𝙖𝙧, 𝙬𝙖𝙧 𝙬𝙞𝙡𝙡 𝙚𝙣𝙙 𝙪𝙨.
    Fandom The Boys
    Categoría Acción
    El sol de mediodía iluminaba la enorme bandera estadounidense pulcramente estirada y anclada en el escenario con el fin de ser el fondo en una de las últimas presentaciones del soldado favorito de América en ese lugar.

    Estados Unidos se proclamaba vencedor de la guerra, confiados en que Alemania aun estaba intentado componerse de la paliza que habían recibido. El hecho de que su mejor arma humana estuviese en Bayeux, no solo tranquilizaba a las personas de ese lugar, también dejaba una buena imagen del gobierno ante el mundo, con tal de hacerles creer que ellos eran los buenos del cuento cuando en realidad eran iguales o peores que sus enemigos.

    La prueba viviente de ello, estaba conformado por Ben a la cabeza y sus bailarinas, sin contar con el despilfarro de miles de dólares en sonido, iluminación, confeti y fuegos artificiales que bien podrían haber sido utilizados para ayudar a quienes decían proteger.

    Detrás de la imponente estructura de hierros ensamblados, montaron un par de carpas para uso exclusivo. Seis en total contando la del super, su equipo y la de las enfermeras. En esos eventos nunca faltaban los que se desmayaban, los que se golpeaban un ojo por accidente al tratar de descorchar una botella por cual utinselio no apto para esa tarea. Sin contar la cantidad de niños que se golpeaban entre ellos o se raspaban las rodillas tratando de imitar las piruetas que hacía su héroe favorito sobre el escenario a pesar que por contrato tuviera que decir la clásica frase: No intenten hacer esto en casa.

    Vought decidio ser lo más precavido posible y poner a disposición un lugar en el que tratar los accidentes tontos antes de que pudieran costarles la imagen que tanto se esforzaban por cuidar.

    Pese a ser temprano, ese sector en la plaza principal era el más caótico del pueblo. Todo mundo tenía prisa, todo el personal del evento corría de un lado a otro buscando y trayendo cosas mientras que otros se abocaban a una única tarea. El nuevo asistente de Ben entro en la carpa del super y le dejo el informe en el perchero junto a una segunda opción de vestuario para que escogiera cual usar aunque cambiar de uniforme en ese momento era algo osado cuando todos en ese lugar ya estaban acostumbrados a su uniforme clásico.

    El hombre se acerco hasta el tocador y le entrego una copia del programa del evento, lo dejo sobre la superficie de madera. El super bajo la mirada hacia el papel y sin mucho ánimo busco su horario, era quien cerraba el evento, lo cual le daba exactamente igual. Sus presentaciones no varíaban mucho entre si, lo único que importaba era lo que decía, el mensaje esperanzador que les daba.

    Su trabajo era mantener fuerte la mente de quienes habían elegido dar la vida por su país y para quienes habían esperado su regreso. Abuelas, madres, hermanas, esposas, hijas; hijos, padres, abuelos, hermanos, tíos... Todos ellos habían aportado su grano de arena en la guerra, no era un trabajo fácil convencer a las masas de que lo peor ya había pasado y Ben comenzaba a sospechar el motivo por el cual permanecía en ese lugar, no era por agradar a la prensa o al público en general, deseaba equivocarse pero algo le decía que esperaban un contrataque.

    Sin embargo, no pensaba demasiado en eso. Creía que su nombre artístico era suficiente para mantener al enemigo alejado, nadie es su sano juicio enviaría a sus soldados a darle pelea a un hombre con una fuerza descomunal, no por nada la prensa lo llamaban el Sansón moderno.

    Por otro lado, se sentía egoísta al no pensar en todas esas personas que creían y confiaban en él. Lo único en lo que pensaba era en una mujer, en Vanya, era su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir, todo giraba alredor de ella y era el único motivo porque el cual estaba feliz de permanecer en Bayeux porque si la guerra terminaba, ambos tendrían que tomar caminos diferentes y era probable que no volvieran a verse jamás.

    Quito la vista del papel cuando se dio cuenta de que lo había pasado demasiado tiempo mirándolo, aunque había dejado de lado las drogas, no quería que su asistente pensara que había desayunado un coctel de polvos blancos en la previa del show.

    ──¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te traiga algo de comer o beber? ── Pregunto el hombre mirando a soldier boy en el reflejo del espejo.

    Ben estaba harto de los asistentes. Y si, era su culpa que los cambiaran rápido aunque este le caía un poco mejor que los anteriores. Hacía lo que le pedía, hablaba poco, no hacía preguntas estúpidas, no le cuestionaba nada; solo cumplía con los caprichos del super y eso, ya era ganancia.

    ──Ahora que lo preguntas, si... Necesito algo más. ¿Larry, verdad? ── Giro el cuerpo sobre la silla y apoyo el brazo sobre el respaldo, mirándolo directo a los ojos.

    ──Soy... Harry... Pero no importa, dime que necesitas ── Avanzo un paso más, sosteniendo una libreta que le quedaba minúscula en sus manos regordetas, evitando el contacto visual.

    En el rostro del super se dibujo una pequeña sonrisa, bien disimulada. Siempre que veía a su nuevo asistente no podía evitar imaginarlo como Gus, el ratón panzon de la película Cenicienta pero no lo decía en voz alta, gracias a Vanya había dejado de ser tan cruel con los demás.

    Harry apoyo el lápiz sobre la hoja en blanco, listo para apuntar lo que saliera de los labios del héroe.

    ──Desperte con un incómodo dolor de muelas, Harry. ¿Podrías pedirle a una de las enfermeras que me revise? Quiero estar comodo para el show ── El asiente asintió varias veces, escribiendo quien sabe que.

    Ben prosiguió, procurando hacerse el desentendido para tratar de traer a Vanya a su carpa pero cuidando de no exponerla, de no exponerlos a los dos, pero su deseo por verla antes del show era mayor que cualquier otra necesidad.

    Recurrio a una táctica ya aplicada antes y que funcionaba bien, pedir a las enfermeras que eran amigas de Vanya para que ellas enviaran a la pelirroja en su lugar; una regla no impuesta, como una especie de pacto entre ellas y él para que pudiera ver a su amada.

    ──Pregunta por Mona en la enfermería, es quien me revisa a veces. Tiene conocimiento en estas cosas de supers, pero si no me crees puedes hablar con alguien de vought ── Dejo esa última propuesta en el aire y giro de nuevo hacia el espejo, acercando al centro de la mesa lo que iba a utilizar para afeitarse.

    Por supuesto que Ben no era idiota, sabía que Harry no iba a preguntarle nada a nadie. En ese lugar, pedir hablar directamente con alguien de vought por algo sin relevancia, era un sinónimo de despido inmediato y al parecer el sujeto quería mucho ese empleo.

    El asistente no dijo nada, se marcho de la carpa decidido a cumplir con la petición del super soldado. No tuvo problemas en dar con la enfermería, era la única carpa de color blanco con una cruz roja en un costado.

    Al entrar, vio a un grupo de mujeres alistando algunas camillas y acomodando en una mesa lo necesario para curar heridas.

    ──Buenas tardes, disculpen las interrupción pero... ── Levanto la voz mientras se adentraba en la carpa, leyó una vez más el nombre que tenía anotado en el papel y clavo la vista en el grupo de enfermeras, tratando de dar con la mujer que le habían enviado a buscar. ──Soldier boy necesita que Mona lo revise y si es necesario, que le de alguna medicación para que pueda actuar en unas horas. Si no es ninguna de ustedes, por favor, díganle que se acerque a la carpa principal lo más rápido posible.

    El hombre no espero respuesta, dio media vuelta y se dirigió a revisar otros sectores en el predio.

    Mientras tanto, Ben había terminado de afeitarse y se encontraba contemplando el par de uniformes en el perchero. El nuevo y el viejo, sin poder decidirse por uno de los dos. Optó por esperar a Vanya para que le ayudara a elegir, pero antes, guardo en el bolsillo del pantalón un obsequio; incapaz de contener la alegría por verla antes del show.

    Para él no era cualquier día, era un día especial, un día que marcaría un antes y un después en su relación. No tenía idea que les deparaba el futuro pero al menos el presente parecía prometedor.
    Vanya Starkova
    El sol de mediodía iluminaba la enorme bandera estadounidense pulcramente estirada y anclada en el escenario con el fin de ser el fondo en una de las últimas presentaciones del soldado favorito de América en ese lugar. Estados Unidos se proclamaba vencedor de la guerra, confiados en que Alemania aun estaba intentado componerse de la paliza que habían recibido. El hecho de que su mejor arma humana estuviese en Bayeux, no solo tranquilizaba a las personas de ese lugar, también dejaba una buena imagen del gobierno ante el mundo, con tal de hacerles creer que ellos eran los buenos del cuento cuando en realidad eran iguales o peores que sus enemigos. La prueba viviente de ello, estaba conformado por Ben a la cabeza y sus bailarinas, sin contar con el despilfarro de miles de dólares en sonido, iluminación, confeti y fuegos artificiales que bien podrían haber sido utilizados para ayudar a quienes decían proteger. Detrás de la imponente estructura de hierros ensamblados, montaron un par de carpas para uso exclusivo. Seis en total contando la del super, su equipo y la de las enfermeras. En esos eventos nunca faltaban los que se desmayaban, los que se golpeaban un ojo por accidente al tratar de descorchar una botella por cual utinselio no apto para esa tarea. Sin contar la cantidad de niños que se golpeaban entre ellos o se raspaban las rodillas tratando de imitar las piruetas que hacía su héroe favorito sobre el escenario a pesar que por contrato tuviera que decir la clásica frase: No intenten hacer esto en casa. Vought decidio ser lo más precavido posible y poner a disposición un lugar en el que tratar los accidentes tontos antes de que pudieran costarles la imagen que tanto se esforzaban por cuidar. Pese a ser temprano, ese sector en la plaza principal era el más caótico del pueblo. Todo mundo tenía prisa, todo el personal del evento corría de un lado a otro buscando y trayendo cosas mientras que otros se abocaban a una única tarea. El nuevo asistente de Ben entro en la carpa del super y le dejo el informe en el perchero junto a una segunda opción de vestuario para que escogiera cual usar aunque cambiar de uniforme en ese momento era algo osado cuando todos en ese lugar ya estaban acostumbrados a su uniforme clásico. El hombre se acerco hasta el tocador y le entrego una copia del programa del evento, lo dejo sobre la superficie de madera. El super bajo la mirada hacia el papel y sin mucho ánimo busco su horario, era quien cerraba el evento, lo cual le daba exactamente igual. Sus presentaciones no varíaban mucho entre si, lo único que importaba era lo que decía, el mensaje esperanzador que les daba. Su trabajo era mantener fuerte la mente de quienes habían elegido dar la vida por su país y para quienes habían esperado su regreso. Abuelas, madres, hermanas, esposas, hijas; hijos, padres, abuelos, hermanos, tíos... Todos ellos habían aportado su grano de arena en la guerra, no era un trabajo fácil convencer a las masas de que lo peor ya había pasado y Ben comenzaba a sospechar el motivo por el cual permanecía en ese lugar, no era por agradar a la prensa o al público en general, deseaba equivocarse pero algo le decía que esperaban un contrataque. Sin embargo, no pensaba demasiado en eso. Creía que su nombre artístico era suficiente para mantener al enemigo alejado, nadie es su sano juicio enviaría a sus soldados a darle pelea a un hombre con una fuerza descomunal, no por nada la prensa lo llamaban el Sansón moderno. Por otro lado, se sentía egoísta al no pensar en todas esas personas que creían y confiaban en él. Lo único en lo que pensaba era en una mujer, en Vanya, era su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir, todo giraba alredor de ella y era el único motivo porque el cual estaba feliz de permanecer en Bayeux porque si la guerra terminaba, ambos tendrían que tomar caminos diferentes y era probable que no volvieran a verse jamás. Quito la vista del papel cuando se dio cuenta de que lo había pasado demasiado tiempo mirándolo, aunque había dejado de lado las drogas, no quería que su asistente pensara que había desayunado un coctel de polvos blancos en la previa del show. ──¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te traiga algo de comer o beber? ── Pregunto el hombre mirando a soldier boy en el reflejo del espejo. Ben estaba harto de los asistentes. Y si, era su culpa que los cambiaran rápido aunque este le caía un poco mejor que los anteriores. Hacía lo que le pedía, hablaba poco, no hacía preguntas estúpidas, no le cuestionaba nada; solo cumplía con los caprichos del super y eso, ya era ganancia. ──Ahora que lo preguntas, si... Necesito algo más. ¿Larry, verdad? ── Giro el cuerpo sobre la silla y apoyo el brazo sobre el respaldo, mirándolo directo a los ojos. ──Soy... Harry... Pero no importa, dime que necesitas ── Avanzo un paso más, sosteniendo una libreta que le quedaba minúscula en sus manos regordetas, evitando el contacto visual. En el rostro del super se dibujo una pequeña sonrisa, bien disimulada. Siempre que veía a su nuevo asistente no podía evitar imaginarlo como Gus, el ratón panzon de la película Cenicienta pero no lo decía en voz alta, gracias a Vanya había dejado de ser tan cruel con los demás. Harry apoyo el lápiz sobre la hoja en blanco, listo para apuntar lo que saliera de los labios del héroe. ──Desperte con un incómodo dolor de muelas, Harry. ¿Podrías pedirle a una de las enfermeras que me revise? Quiero estar comodo para el show ── El asiente asintió varias veces, escribiendo quien sabe que. Ben prosiguió, procurando hacerse el desentendido para tratar de traer a Vanya a su carpa pero cuidando de no exponerla, de no exponerlos a los dos, pero su deseo por verla antes del show era mayor que cualquier otra necesidad. Recurrio a una táctica ya aplicada antes y que funcionaba bien, pedir a las enfermeras que eran amigas de Vanya para que ellas enviaran a la pelirroja en su lugar; una regla no impuesta, como una especie de pacto entre ellas y él para que pudiera ver a su amada. ──Pregunta por Mona en la enfermería, es quien me revisa a veces. Tiene conocimiento en estas cosas de supers, pero si no me crees puedes hablar con alguien de vought ── Dejo esa última propuesta en el aire y giro de nuevo hacia el espejo, acercando al centro de la mesa lo que iba a utilizar para afeitarse. Por supuesto que Ben no era idiota, sabía que Harry no iba a preguntarle nada a nadie. En ese lugar, pedir hablar directamente con alguien de vought por algo sin relevancia, era un sinónimo de despido inmediato y al parecer el sujeto quería mucho ese empleo. El asistente no dijo nada, se marcho de la carpa decidido a cumplir con la petición del super soldado. No tuvo problemas en dar con la enfermería, era la única carpa de color blanco con una cruz roja en un costado. Al entrar, vio a un grupo de mujeres alistando algunas camillas y acomodando en una mesa lo necesario para curar heridas. ──Buenas tardes, disculpen las interrupción pero... ── Levanto la voz mientras se adentraba en la carpa, leyó una vez más el nombre que tenía anotado en el papel y clavo la vista en el grupo de enfermeras, tratando de dar con la mujer que le habían enviado a buscar. ──Soldier boy necesita que Mona lo revise y si es necesario, que le de alguna medicación para que pueda actuar en unas horas. Si no es ninguna de ustedes, por favor, díganle que se acerque a la carpa principal lo más rápido posible. El hombre no espero respuesta, dio media vuelta y se dirigió a revisar otros sectores en el predio. Mientras tanto, Ben había terminado de afeitarse y se encontraba contemplando el par de uniformes en el perchero. El nuevo y el viejo, sin poder decidirse por uno de los dos. Optó por esperar a Vanya para que le ayudara a elegir, pero antes, guardo en el bolsillo del pantalón un obsequio; incapaz de contener la alegría por verla antes del show. Para él no era cualquier día, era un día especial, un día que marcaría un antes y un después en su relación. No tenía idea que les deparaba el futuro pero al menos el presente parecía prometedor. [THE.REDSUPER]
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  • ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐻A𝑃P𝑌 𝐵I𝑅T𝐻D𝐴Y, 𝑀Y H𝐸R𝑂
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ 𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑⋆𝐁𝐎𝐘



    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤEl humo del campamento a veces parecía llenarlo todo: las hogueras a medio apagar, las tiendas, incluso las voces que se apagaban entre risas cansadas y órdenes a medio cumplir. Vanya caminaba entre las sombras con las manos metidas en los bolsillos, esquivando miradas, pasos, el ruido constante de la guerra que nunca terminaba del todo. Sabía que no debía estar ahí, tan lejos del pueblo, que no debían verla buscándole. Aunque lo cierto es que su presencia tampoco desentonaba del todo tratándose ella de una enfermera del campamento. Llevaba horas esperando a que él se quedara solo.

    Lo encontró, al final, apoyado contra un camión, con el cigarro encendido y la mirada perdida en algún punto que solo él podía ver. El brillo anaranjado de fuegos de campamento matinales recortaba su silueta, aparentemente arrogante incluso en silencio.

    Vanya no dijo nada al principio. Se detuvo frente a él, lo observó un instante y solo entonces sacó algo del bolsillo: un pequeño objeto envuelto en un trozo de tela.

    —Feliz cumpleaños, soldado —dijo la pelirroja, impaciente por ver su reacción, tendiéndoselo.

    No esperaba una respuesta inmediata. Solo lo miró mientras él tomaba el presente en su mano, mientras el metal nuevo asomaba bajo la tela. Era un mechero, uno grabado con el diseño que él llevaba siempre en el escudo. El mismo escudo con el que habia tenido que golpearlo días atrás tan solo para cubrir la farsa que él habia tejido para poder verse. Ahora habia quedado como broma interna entre los dos.

    Había conseguido aquel mechero casi a escondidas, tallando el dibujo con una navaja y maldiciendo cada vez que el trazo se torcía.

    No era un regalo bonito, ni perfecto. Pero era suyo.

    —No lo pierdas —añadió, con una sonrisa— Porque no pienso hacer otro.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐻A𝑃P𝑌 𝐵I𝑅T𝐻D𝐴Y, 𝑀Y H𝐸R𝑂 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [D0NTUSEDRUGS] ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤEl humo del campamento a veces parecía llenarlo todo: las hogueras a medio apagar, las tiendas, incluso las voces que se apagaban entre risas cansadas y órdenes a medio cumplir. Vanya caminaba entre las sombras con las manos metidas en los bolsillos, esquivando miradas, pasos, el ruido constante de la guerra que nunca terminaba del todo. Sabía que no debía estar ahí, tan lejos del pueblo, que no debían verla buscándole. Aunque lo cierto es que su presencia tampoco desentonaba del todo tratándose ella de una enfermera del campamento. Llevaba horas esperando a que él se quedara solo. Lo encontró, al final, apoyado contra un camión, con el cigarro encendido y la mirada perdida en algún punto que solo él podía ver. El brillo anaranjado de fuegos de campamento matinales recortaba su silueta, aparentemente arrogante incluso en silencio. Vanya no dijo nada al principio. Se detuvo frente a él, lo observó un instante y solo entonces sacó algo del bolsillo: un pequeño objeto envuelto en un trozo de tela. —Feliz cumpleaños, soldado —dijo la pelirroja, impaciente por ver su reacción, tendiéndoselo. No esperaba una respuesta inmediata. Solo lo miró mientras él tomaba el presente en su mano, mientras el metal nuevo asomaba bajo la tela. Era un mechero, uno grabado con el diseño que él llevaba siempre en el escudo. El mismo escudo con el que habia tenido que golpearlo días atrás tan solo para cubrir la farsa que él habia tejido para poder verse. Ahora habia quedado como broma interna entre los dos. Había conseguido aquel mechero casi a escondidas, tallando el dibujo con una navaja y maldiciendo cada vez que el trazo se torcía. No era un regalo bonito, ni perfecto. Pero era suyo. —No lo pierdas —añadió, con una sonrisa— Porque no pienso hacer otro. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ]





    Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera abrir los ojos.

    A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma y sin una gota de humanidad.

    La más mínima molestia desaparecía de su camino con una gran facilidad. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así.

    Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia.

    Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena.

    Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse como un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia.

    Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya.

    Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba.
    La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara?

    Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano.

    ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero?

    No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre.



    [ ... ]


    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨…

    Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo.

    𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella.

    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫.

    En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella.

    Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫.

    La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena.

    Intentó reaccionar, pero fue tarde.

    La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos.

    Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable.

    Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella.


    ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞


    El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída.

    La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma.


    ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞


    La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia.

    El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado.


    ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞


    Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió.


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞


    La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha.

    A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver.

    —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno..


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞


    Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar.


    — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
    [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ] Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera abrir los ojos. A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma y sin una gota de humanidad. La más mínima molestia desaparecía de su camino con una gran facilidad. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así. Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia. Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena. Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse como un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya. Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba. La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara? Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano. ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero? No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre. [ ... ] 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo. 𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨… Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella. 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫. En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella. Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨… El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫. La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena. Intentó reaccionar, pero fue tarde. La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos. Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable. Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella. ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞ El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída. La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma. ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞ La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia. El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado. ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞ Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞ La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha. A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver. —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno.. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞ Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar. — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
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  • ¡Hoy celebramos un cumpleaños en FicRol!
    ๋ 𝚅𝚊𝚗𝚢𝚊 ๋ está de celebración, así que… ¡que lluevan las felicitaciones!

    Un año más de historias, tramas y momentazos por vivir.
    Si le conoces, pásate a dejarle unas palabras. Y si no, ¡quizá sea un buen momento para hacerlo!

    ¡Feliz vuelta al sol, Vanya!
    🎉 ¡Hoy celebramos un cumpleaños en FicRol! 🎉 ✨ [Auroraghoulette12] está de celebración, así que… ¡que lluevan las felicitaciones! 🎂 Un año más de historias, tramas y momentazos por vivir. 💬 Si le conoces, pásate a dejarle unas palabras. Y si no, ¡quizá sea un buen momento para hacerlo! ¡Feliz vuelta al sol, Vanya! 🌟
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  • Los rumores se habían esparcido como la espuma, tras la caída de Tysea y Arneris, ambos reinos al sur de Asernova, la muerte del Rey y los príncipes que al igual que su padre habían perdido la vida en batalla, la caída del enemigo y la posterior desaparición de la Reina, aquella noticia había llenado las calles y callejones de La Ecria, que poco a poco despertaban entre sonidos y murmullos, se llenaban de de música y cadenas de flores.

    La reina volvía, los habitantes del reino veían en aquel retorno la esperanza de salir de aquella tristeza y caos que lo había invadido todo desde aquella batalla. El luto que habían guardado por su rey; Príncipe de los vanyar, había sido largo, pero no solo reflejaba la tristeza de perderlo a él y a sus príncipes guardianes si no la perdida de su propia esperanza, su vida tranquila que cayó esa noche ante el fuego, las espadas y el dolor.

    Las trompetas comenzaron a sonar cuando los cascos de aquel corcel resonaron sobre las baldosas del suelo, las manos de Nazli sostenían con firmeza las riendas de este, mientras miraba al frente dudo brevemente, sentía haberles fallado, uno de sus guardias tocó su mano, con suavidad —Ya está en casa, Majestad— Esas simples palabras sirvieron para calmarla. Nazli Teriat, reina de Asernova, regresaba a su reino.
    Los rumores se habían esparcido como la espuma, tras la caída de Tysea y Arneris, ambos reinos al sur de Asernova, la muerte del Rey y los príncipes que al igual que su padre habían perdido la vida en batalla, la caída del enemigo y la posterior desaparición de la Reina, aquella noticia había llenado las calles y callejones de La Ecria, que poco a poco despertaban entre sonidos y murmullos, se llenaban de de música y cadenas de flores. La reina volvía, los habitantes del reino veían en aquel retorno la esperanza de salir de aquella tristeza y caos que lo había invadido todo desde aquella batalla. El luto que habían guardado por su rey; Príncipe de los vanyar, había sido largo, pero no solo reflejaba la tristeza de perderlo a él y a sus príncipes guardianes si no la perdida de su propia esperanza, su vida tranquila que cayó esa noche ante el fuego, las espadas y el dolor. Las trompetas comenzaron a sonar cuando los cascos de aquel corcel resonaron sobre las baldosas del suelo, las manos de Nazli sostenían con firmeza las riendas de este, mientras miraba al frente dudo brevemente, sentía haberles fallado, uno de sus guardias tocó su mano, con suavidad —Ya está en casa, Majestad— Esas simples palabras sirvieron para calmarla. Nazli Teriat, reina de Asernova, regresaba a su reino.
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  • [ 𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒅𝒊𝒔𝒑𝒂𝒓𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒍𝒂 𝒄𝒂𝒃𝒆𝒛𝒂 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒐..]




    La oficina estaba inundada en humo de cigarro. La poca luz que entraba era la de la ventana. Su mirada vagaba por el techo mientras trataba de evitar sobreestresarse y frustrarse más de lo que ya estaba.

    El trabajo se había acumulado más de lo que había esperado, debido a un asunto con el que estaba lidiando: un gatito algo rabioso.

    Llevó su mano a la sien, acariciándola suavemente para relajarse un poco. La cantidad de hojas sobre su escritorio no hacía más que volverlo loco.

    Tal vez era un buen momento para morir. Ojalá.

    Aunque había varios asuntos que atender, se las había arreglado para que nada explotara o se incendiara. Trató de localizar a la pelirroja, pero ya estaba más que claro que había huido hacia otro país por temas que desconocía.

    Otro asunto más que agregar.

    Fue entonces cuando escuchó un maullido. Su mirada ambarina cayó sobre la puerta de la oficina. Era la gata de Rubí, Hanna.

    La pequeña felina no dudó en caminar hacia él, maullando hasta subirse a sus piernas. El ronroneo no se hizo esperar, algo que confundió al rubio.

    —¿Rubí te dejó aquí, pequeña? —

    No recibió respuesta, más que otro ronroneo mientras la gata se sobaba contra su pecho.

    Ryan dejó el cigarro en el cenicero, aplastándolo contra el fondo. Acarició cuidadosamente su lomo mientras se recostaba en la silla. Ahora sí que estaba confundido. Se sabía que la pelirroja amaba demasiado a esa gata. ¿Por qué la habría dejado?

    —Bueno, al menos podré darle a Vanya un trabajo... —

    Algo con lo que su mejor amiga pudiera distraerse. Era lo mínimo que podía hacer después de haber desaparecido de la nada.

    La gata se puso más melosa, como si le hubiera gustado la idea. Esto solo hizo sonreír al rubio, quien no dudó en acariciar su cabeza y orejas, mientras tomaba un papel para darle una hojeada.

    Era el informe sobre el estado de salud de Kiev.

    Aunque parecía mejorar, de un momento a otro llegaba a decaer de forma terrible. Casi le arranca un ojo una vez. Y solo recordar la forma en que lo habían encontrado, en aquel lugar donde lo habían tenido retenido, provocaba una fuerte tensión en él. No, no quería recordar de forma tan gráfica eso.

    —Merde... A este paso voy a perder la cabeza.

    Sus pensamientos fueron interrumpidos de inmediato por el sonido de la puerta. Algo que realmente le molestó; había ordenado a Marcos que no lo molestaran. Sin embargo, ni siquiera esperaron su respuesta y entraron.

    —Te dije que no quería a nadie aquí —dijo con voz grave, ya molesto.

    Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, alguien más había entrado detrás de él. Su expresión sería paso de la sorpresa a finalmente una sonrisa.

    —Jajaja, maldita sea. Pensé que tendría que llamar a alguna mujer para que te diera tu besito mágico, Kiev.

    La sombría presencia de su amigo destacó por completo aún cuando habían varios de sus hombres detrás del marco de la puerta.

    Sus días de sufrimiento habían acabado.
    [ 𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒅𝒊𝒔𝒑𝒂𝒓𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒍𝒂 𝒄𝒂𝒃𝒆𝒛𝒂 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒐..] La oficina estaba inundada en humo de cigarro. La poca luz que entraba era la de la ventana. Su mirada vagaba por el techo mientras trataba de evitar sobreestresarse y frustrarse más de lo que ya estaba. El trabajo se había acumulado más de lo que había esperado, debido a un asunto con el que estaba lidiando: un gatito algo rabioso. Llevó su mano a la sien, acariciándola suavemente para relajarse un poco. La cantidad de hojas sobre su escritorio no hacía más que volverlo loco. Tal vez era un buen momento para morir. Ojalá. Aunque había varios asuntos que atender, se las había arreglado para que nada explotara o se incendiara. Trató de localizar a la pelirroja, pero ya estaba más que claro que había huido hacia otro país por temas que desconocía. Otro asunto más que agregar. Fue entonces cuando escuchó un maullido. Su mirada ambarina cayó sobre la puerta de la oficina. Era la gata de Rubí, Hanna. La pequeña felina no dudó en caminar hacia él, maullando hasta subirse a sus piernas. El ronroneo no se hizo esperar, algo que confundió al rubio. —¿Rubí te dejó aquí, pequeña? — No recibió respuesta, más que otro ronroneo mientras la gata se sobaba contra su pecho. Ryan dejó el cigarro en el cenicero, aplastándolo contra el fondo. Acarició cuidadosamente su lomo mientras se recostaba en la silla. Ahora sí que estaba confundido. Se sabía que la pelirroja amaba demasiado a esa gata. ¿Por qué la habría dejado? —Bueno, al menos podré darle a Vanya un trabajo... — Algo con lo que su mejor amiga pudiera distraerse. Era lo mínimo que podía hacer después de haber desaparecido de la nada. La gata se puso más melosa, como si le hubiera gustado la idea. Esto solo hizo sonreír al rubio, quien no dudó en acariciar su cabeza y orejas, mientras tomaba un papel para darle una hojeada. Era el informe sobre el estado de salud de Kiev. Aunque parecía mejorar, de un momento a otro llegaba a decaer de forma terrible. Casi le arranca un ojo una vez. Y solo recordar la forma en que lo habían encontrado, en aquel lugar donde lo habían tenido retenido, provocaba una fuerte tensión en él. No, no quería recordar de forma tan gráfica eso. —Merde... A este paso voy a perder la cabeza. Sus pensamientos fueron interrumpidos de inmediato por el sonido de la puerta. Algo que realmente le molestó; había ordenado a Marcos que no lo molestaran. Sin embargo, ni siquiera esperaron su respuesta y entraron. —Te dije que no quería a nadie aquí —dijo con voz grave, ya molesto. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, alguien más había entrado detrás de él. Su expresión sería paso de la sorpresa a finalmente una sonrisa. —Jajaja, maldita sea. Pensé que tendría que llamar a alguna mujer para que te diera tu besito mágico, Kiev. La sombría presencia de su amigo destacó por completo aún cuando habían varios de sus hombres detrás del marco de la puerta. Sus días de sufrimiento habían acabado.
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  • [ ¿𝑵𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆? 𝑹𝒚𝒂𝒏, ¿𝑨𝒑𝒆𝒍𝒍𝒊𝒅𝒐? 𝑵𝒐 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒕𝒐𝒒𝒖𝒆𝒔 𝒔𝒊 𝒏𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒂 𝒂𝒍𝒈𝒐. ]







    Tal vez estaba siendo muy relajado en la posición en la que se encontraba. En realidad no le importaba.

    Estaba en sus "vacaciones" después de todo, que lo metan a prisión por romperle la cabeza a un tipo en un bar y posteriormente romperle el brazo al policía que le tocó el hombro, era nada. Al menos se había asegurado de que supieran con quién estaban tratando.

    Semanas después de que hayan encontrado a Kiev y dejado en aquella gran mansión para que se recuperará. Se autodio unas vacaciones, más que nada para relajar su mente poco estable, dejando todo a manos de cierta pelirroja

    — Entra. — uno de los policías dejo que entrará a la celda asignada, algo simple, cuatro paredes un reja y una banca de cemento. ¿Acaso lo de ahí era moho? Un toque muy sutil pero ahí estaba.

    — Vaya... Pero que hogareño. — Mencionó en un tono burlón, pero no sé negó a entrar, espero a que le quitarán las esposas y tomo asiento. Esperaría a que uno de sus hombres se encargara de "premiar" al jefe de policía y asi lograr silenciar todo, por ahora no haría nada que llamara demasiado la atención (Más de lo que ya había hecho).

    Mientras tanto, optó por sacar el celular que los policías no se atrevieron tocar para evitar provocar más ira por parte del rubio. Dudo un poco, la forma en que se había ido había sido de una forma poco agradable, nadie sabía nada de él, los únicos que si lo hacían eran apenas dos hombres que trabajan para él y que se fueron juntos a él.

    ¿Rubí lo asesinaría? Aunque no pudiera morir estaba seguro que ella le clavaría un cuchillo en la yugular. Reviviría y ella lo haría otra vez.

    Debió al menos avisar a Vanya que estaba bien. Y solo era un "descanso" lo que estaba tomando.

    Con dudas y preguntas, al final terminó por prender el teléfono. Lo que dio como resultando una constante vibración de notificaciones que se iban acumulando por segundo, llamadas, mensajes de voz, mensajes de texto con lindos mensajes "tiernos" de la pelirroja y definitivamente era un encanto volver a escuchar amenazas de muerte.

    Ah....¿Debería ir quedarse con algún conocido por unos pocos días más? Ese cuchillo estaba más cerca de él, lo podía sentir telepáticamente.
    [ ¿𝑵𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆? 𝑹𝒚𝒂𝒏, ¿𝑨𝒑𝒆𝒍𝒍𝒊𝒅𝒐? 𝑵𝒐 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒕𝒐𝒒𝒖𝒆𝒔 𝒔𝒊 𝒏𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒂 𝒂𝒍𝒈𝒐. ] Tal vez estaba siendo muy relajado en la posición en la que se encontraba. En realidad no le importaba. Estaba en sus "vacaciones" después de todo, que lo metan a prisión por romperle la cabeza a un tipo en un bar y posteriormente romperle el brazo al policía que le tocó el hombro, era nada. Al menos se había asegurado de que supieran con quién estaban tratando. Semanas después de que hayan encontrado a Kiev y dejado en aquella gran mansión para que se recuperará. Se autodio unas vacaciones, más que nada para relajar su mente poco estable, dejando todo a manos de cierta pelirroja — Entra. — uno de los policías dejo que entrará a la celda asignada, algo simple, cuatro paredes un reja y una banca de cemento. ¿Acaso lo de ahí era moho? Un toque muy sutil pero ahí estaba. — Vaya... Pero que hogareño. — Mencionó en un tono burlón, pero no sé negó a entrar, espero a que le quitarán las esposas y tomo asiento. Esperaría a que uno de sus hombres se encargara de "premiar" al jefe de policía y asi lograr silenciar todo, por ahora no haría nada que llamara demasiado la atención (Más de lo que ya había hecho). Mientras tanto, optó por sacar el celular que los policías no se atrevieron tocar para evitar provocar más ira por parte del rubio. Dudo un poco, la forma en que se había ido había sido de una forma poco agradable, nadie sabía nada de él, los únicos que si lo hacían eran apenas dos hombres que trabajan para él y que se fueron juntos a él. ¿Rubí lo asesinaría? Aunque no pudiera morir estaba seguro que ella le clavaría un cuchillo en la yugular. Reviviría y ella lo haría otra vez. Debió al menos avisar a Vanya que estaba bien. Y solo era un "descanso" lo que estaba tomando. Con dudas y preguntas, al final terminó por prender el teléfono. Lo que dio como resultando una constante vibración de notificaciones que se iban acumulando por segundo, llamadas, mensajes de voz, mensajes de texto con lindos mensajes "tiernos" de la pelirroja y definitivamente era un encanto volver a escuchar amenazas de muerte. Ah....¿Debería ir quedarse con algún conocido por unos pocos días más? Ese cuchillo estaba más cerca de él, lo podía sentir telepáticamente.
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  • 1945, BAYEUX ~ 𝑓l𝑎sℎb𝑎c𝑘
    Fandom The Boys
    Categoría Drama


    ㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤ˹ 𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑⋆𝐁𝐎𝐘

    ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙱𝙰𝚈𝙴𝚄𝚇
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝟷𝟽 𝙳𝙴 𝙹𝚄𝙽𝙸𝙾 𝙳𝙴 𝟷𝟿𝟺𝟺
    ㅤㅤㅤ

    ㅤㅤㅤㅤEl pueblo entero estaba celebrando la liberación de la ciudad de manos alemanas por parte del ejercito estadounidense. Durante aquellos dias reinaba una rara sensación de optimismo. A pesar de que la Segunda Guerra Mundial aún no había terminado. A pesar de la enorme pérdida de vidas humanas. A pesar de los terrores del nazismo. A pesar del antisemitismo. A pesar de todo eso… el pueblo francés, y probablemente toda Europa empezaba a contagiarse de un optimismo que, esperaban, pronto terminase con aquella maldad y aquella destrucción. Adolf Hitler y sus aliados se habían llevado millones de vidas humanas consigo. Ciudades arrasadas, millones de familias destruidas o eliminadas de la tierra…

    El Desembarco de Normandía, ocurrido once dias atrás, marcaria el inicio de la liberación de la Europa ocupada por los nazis. Y durante aquellos dias se llevó a cabo una cruenta batalla que se desplegaba desde Normandía, avanzando por pueblos, campos y bosques… Una cruenta batalla que dejaba a su paso cientos, miles de muertos y heridos. Los hospitales de campaña eran numerosos y habían tenido que contar con médicos y enfermeros de los países del bloque aliado: estadounidenses, ingleses, canadienses…

    Vanya Starkova era una de esas enfermeras que habían viajado hasta la Francia ocupada para ayudar en el campo de combate, para salvar vidas… Y llevaba casi dos semanas trabajando sin descanso. Observando los horrores más inimaginables, fortaleciéndose mentalmente y trabajando intentando que aquellas imágenes no le afectaran. Había logrado ayudar a salvar la vida de más de mil hombres durante aquellos dias. Y así habían llegado hasta Bayeux la noche anterior. Esa había sido la primera noche que había dormido en una cama de verdad y había podido darse una ducha en condiciones en un cuarto de baño acondicionado expresamente para ello. Se sentía exhausta. Pero, no obstante, estaba satisfecha con su trabajo. Su equipo se conformaba de nueve cirujanos, dos médicos protésicos y seis enfermeras. Y había logrado crear una bastante buena relacion con ellas a través de aquellos dias. Por eso cuando Shirley y Mona, dos de sus compañeras enfermeras, le propusieron ir a uno de esos bares donde algunos soldados festejaban sus victorias diarias, Vanya no pudo negarse.

    Hora mas tarde, lucia un bonito vestido de color burdeos que Mona le había prestado. Era de botones, con manga corta y una falda de vuelo suave que llegaba hasta sus rodillas. Su cabello estaba perfectamente peinado en preciosos bucles rojizos y sus labios habían sido pintados en un exagerado color rojo oscuro.

    -¿No te parece demasiado? -preguntó Vanya sintiéndose algo incomoda con tanto maquillaje y laca- Debería volver y quitarme este maquillaje…

    Shirley negó con la cabeza mientras avanzaban por la acera del pueblo. El aire todavía olía a pólvora esa era la verdad, pero al menos ya no había mas disparos. El ejército estadounidense había liberado el pueblo algunos dias atrás. Era seguro. Su amiga enganchó su brazo con el de Vanya.

    -No. No, no, no y mil veces no -le dijo- Estás preciosa, estamos preciosas. Vamos a conocer soldados guapos, bailar un rato y tal vez olvidarnos de la carnicería humana que hemos visto los últimos dias… Nos lo merecemos…

    Mona se retocaba el maquillaje mientras caminaban por la calle bajo la mortecina luz de alguna farola que había resistido la lluvia de balas.

    -He oído que Soldier Boy está aquí, ¿sabéis? -preguntó la morena sin quitar la vista de su reflejo en el espejo.

    Vanya rodó los ojos.

    -Agh… Vought patrocinando la segunda guerra mundial, no me lo puedo creer… -dijo.

    -No seas asi…- comenzó a decir Shirley.

    Vanya chasqueó la lengua.

    -¿Acaso le has visto en el campo de batalla? ¿Le has visto ayudando a trasladar enfermos? ¿Le has visto venir a preocuparse por cómo están “sus hombres”? No -sentenció Vanya- Ese tipo es la gallina de los huevos de oro... Vought no lo pondría en primera linea de combate.

    Mona se encogió de hombros.

    -Eso no es lo que dice la prensa… En casa es el héroe nacional… En su última carta mi madre dice que reproducen las hazañas de Soldier Boy en los cines…

    -¿Hazañas? -ironizó Vanya- Ya le gustaría a él -comentó mientras entraban en uno de los pocos bares que quedaban en pie- Me gustaría verle en una batalla real..



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheBoys
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    ㅤ ㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤ˹ [D0NTUSEDRUGS] ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙱𝙰𝚈𝙴𝚄𝚇 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝟷𝟽 𝙳𝙴 𝙹𝚄𝙽𝙸𝙾 𝙳𝙴 𝟷𝟿𝟺𝟺 ㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤEl pueblo entero estaba celebrando la liberación de la ciudad de manos alemanas por parte del ejercito estadounidense. Durante aquellos dias reinaba una rara sensación de optimismo. A pesar de que la Segunda Guerra Mundial aún no había terminado. A pesar de la enorme pérdida de vidas humanas. A pesar de los terrores del nazismo. A pesar del antisemitismo. A pesar de todo eso… el pueblo francés, y probablemente toda Europa empezaba a contagiarse de un optimismo que, esperaban, pronto terminase con aquella maldad y aquella destrucción. Adolf Hitler y sus aliados se habían llevado millones de vidas humanas consigo. Ciudades arrasadas, millones de familias destruidas o eliminadas de la tierra… El Desembarco de Normandía, ocurrido once dias atrás, marcaria el inicio de la liberación de la Europa ocupada por los nazis. Y durante aquellos dias se llevó a cabo una cruenta batalla que se desplegaba desde Normandía, avanzando por pueblos, campos y bosques… Una cruenta batalla que dejaba a su paso cientos, miles de muertos y heridos. Los hospitales de campaña eran numerosos y habían tenido que contar con médicos y enfermeros de los países del bloque aliado: estadounidenses, ingleses, canadienses… Vanya Starkova era una de esas enfermeras que habían viajado hasta la Francia ocupada para ayudar en el campo de combate, para salvar vidas… Y llevaba casi dos semanas trabajando sin descanso. Observando los horrores más inimaginables, fortaleciéndose mentalmente y trabajando intentando que aquellas imágenes no le afectaran. Había logrado ayudar a salvar la vida de más de mil hombres durante aquellos dias. Y así habían llegado hasta Bayeux la noche anterior. Esa había sido la primera noche que había dormido en una cama de verdad y había podido darse una ducha en condiciones en un cuarto de baño acondicionado expresamente para ello. Se sentía exhausta. Pero, no obstante, estaba satisfecha con su trabajo. Su equipo se conformaba de nueve cirujanos, dos médicos protésicos y seis enfermeras. Y había logrado crear una bastante buena relacion con ellas a través de aquellos dias. Por eso cuando Shirley y Mona, dos de sus compañeras enfermeras, le propusieron ir a uno de esos bares donde algunos soldados festejaban sus victorias diarias, Vanya no pudo negarse. Hora mas tarde, lucia un bonito vestido de color burdeos que Mona le había prestado. Era de botones, con manga corta y una falda de vuelo suave que llegaba hasta sus rodillas. Su cabello estaba perfectamente peinado en preciosos bucles rojizos y sus labios habían sido pintados en un exagerado color rojo oscuro. -¿No te parece demasiado? -preguntó Vanya sintiéndose algo incomoda con tanto maquillaje y laca- Debería volver y quitarme este maquillaje… Shirley negó con la cabeza mientras avanzaban por la acera del pueblo. El aire todavía olía a pólvora esa era la verdad, pero al menos ya no había mas disparos. El ejército estadounidense había liberado el pueblo algunos dias atrás. Era seguro. Su amiga enganchó su brazo con el de Vanya. -No. No, no, no y mil veces no -le dijo- Estás preciosa, estamos preciosas. Vamos a conocer soldados guapos, bailar un rato y tal vez olvidarnos de la carnicería humana que hemos visto los últimos dias… Nos lo merecemos… Mona se retocaba el maquillaje mientras caminaban por la calle bajo la mortecina luz de alguna farola que había resistido la lluvia de balas. -He oído que Soldier Boy está aquí, ¿sabéis? -preguntó la morena sin quitar la vista de su reflejo en el espejo. Vanya rodó los ojos. -Agh… Vought patrocinando la segunda guerra mundial, no me lo puedo creer… -dijo. -No seas asi…- comenzó a decir Shirley. Vanya chasqueó la lengua. -¿Acaso le has visto en el campo de batalla? ¿Le has visto ayudando a trasladar enfermos? ¿Le has visto venir a preocuparse por cómo están “sus hombres”? No -sentenció Vanya- Ese tipo es la gallina de los huevos de oro... Vought no lo pondría en primera linea de combate. Mona se encogió de hombros. -Eso no es lo que dice la prensa… En casa es el héroe nacional… En su última carta mi madre dice que reproducen las hazañas de Soldier Boy en los cines… -¿Hazañas? -ironizó Vanya- Ya le gustaría a él -comentó mientras entraban en uno de los pocos bares que quedaban en pie- Me gustaría verle en una batalla real.. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheBoys ㅤㅤ
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    Con la más hermosa y sexy de las girls. Mi Vanya
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  • ❝ 𝑶𝒋𝒂𝒍á 𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒂 𝒑𝒖𝒅𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒔𝒆 𝒂𝒒𝒖𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒐𝒓𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂, 𝒂𝒖𝒏𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒎𝒆 𝒔𝒊𝒓𝒗𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒏𝒒𝒖𝒊𝒍𝒊𝒛𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕á𝒏𝒆𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆. ❞





    Una ducha. Solo deseaba el alivio de una ducha tibia para calmar sus nervios. Eran apenas las tres de la madrugada cuando despertó de golpe, jadeante y sudorosa, atrapada por los restos de una pesadilla que la dejó temblando. Se aferró a las mantas, intentando controlar su respiración mientras luchaba por evitar el inicio de un ataque de pánico.

    La sensación de su garganta siendo degollada todavía ardía en su mente, y aquella mirada penetrante se negaba a desaparecer. Cerró los ojos con fuerza, abrazándose a sí misma como un acto de desesperada autoprotección. El temblor en su cuerpo delataba el miedo que no podía contener, y su cabello rojo, desordenado, le cubría el rostro, creando un pequeño refugio contra la oscuridad que la rodeaba.

    Pero entonces, lo escuchó. Una voz masculina, baja y susurrante, hizo que cada músculo de su cuerpo se tensara. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras una figura negra empezaba a formarse en la esquina de la habitación. Con un grito sofocado y un impulso desesperado, tomó la lámpara de la mesita de noche y la lanzó contra la sombra. El sonido del vidrio rompiéndose llenó el aire, esparciendo los trozos por el suelo.

    Respiró profundamente, intentando recuperar el control. Se cubrió el rostro con las manos temblorosas y se levantó de la cama, dejando atrás el desastre. Sin detenerse, tomó una de las toallas blancas con bordados de alguna palabra en italiano del armario y se dirigió al baño.

    Una vez dentro, se despojó de su ropa rápidamente y abrió la ducha, dejando que el agua tibia recorriera su cuerpo, aún frío por el miedo. Cerró los ojos bajo el chorro, tratando de calmarse y enfocarse en lo que realmente importaba: el motivo por el cual estaba en Roma. Tenía que terminar el acuerdo con Elisabetta y luego partir en busca de Ryan y Vanya. No podía permitirse distracciones, no ahora.

    El golpe en la puerta de su habitación la sacó de sus pensamientos. Supuso que serían los empleados del hotel, preocupados por el estruendo. Soltó un último suspiro, se dio un par de palmaditas en las mejillas, antes de tomar la bata y salir de ahí.
    ❝ 𝑶𝒋𝒂𝒍á 𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒂 𝒑𝒖𝒅𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒔𝒆 𝒂𝒒𝒖𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒐𝒓𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂, 𝒂𝒖𝒏𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒎𝒆 𝒔𝒊𝒓𝒗𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒏𝒒𝒖𝒊𝒍𝒊𝒛𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕á𝒏𝒆𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆. ❞ Una ducha. Solo deseaba el alivio de una ducha tibia para calmar sus nervios. Eran apenas las tres de la madrugada cuando despertó de golpe, jadeante y sudorosa, atrapada por los restos de una pesadilla que la dejó temblando. Se aferró a las mantas, intentando controlar su respiración mientras luchaba por evitar el inicio de un ataque de pánico. La sensación de su garganta siendo degollada todavía ardía en su mente, y aquella mirada penetrante se negaba a desaparecer. Cerró los ojos con fuerza, abrazándose a sí misma como un acto de desesperada autoprotección. El temblor en su cuerpo delataba el miedo que no podía contener, y su cabello rojo, desordenado, le cubría el rostro, creando un pequeño refugio contra la oscuridad que la rodeaba. Pero entonces, lo escuchó. Una voz masculina, baja y susurrante, hizo que cada músculo de su cuerpo se tensara. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras una figura negra empezaba a formarse en la esquina de la habitación. Con un grito sofocado y un impulso desesperado, tomó la lámpara de la mesita de noche y la lanzó contra la sombra. El sonido del vidrio rompiéndose llenó el aire, esparciendo los trozos por el suelo. Respiró profundamente, intentando recuperar el control. Se cubrió el rostro con las manos temblorosas y se levantó de la cama, dejando atrás el desastre. Sin detenerse, tomó una de las toallas blancas con bordados de alguna palabra en italiano del armario y se dirigió al baño. Una vez dentro, se despojó de su ropa rápidamente y abrió la ducha, dejando que el agua tibia recorriera su cuerpo, aún frío por el miedo. Cerró los ojos bajo el chorro, tratando de calmarse y enfocarse en lo que realmente importaba: el motivo por el cual estaba en Roma. Tenía que terminar el acuerdo con Elisabetta y luego partir en busca de Ryan y Vanya. No podía permitirse distracciones, no ahora. El golpe en la puerta de su habitación la sacó de sus pensamientos. Supuso que serían los empleados del hotel, preocupados por el estruendo. Soltó un último suspiro, se dio un par de palmaditas en las mejillas, antes de tomar la bata y salir de ahí.
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