(TRIGGER WARNINGS: asesinato, secuestro, asesinato y mención al suicidio)
Nunca había estado entre sus planes regresar al pueblo. Ya no quedaba allí nada por lo que mereciese la pena volver, además de los recuerdos que tan solo despertaban su melancolía y que prefería olvidar.
Para su desgracia, dichos planes cambiaron cuando recibió un nuevo caso. La sorpresa que se llevó cuando le informaron de que los hechos tuvieron lugar en su pueblo no fue para menos, aunque no fue suficiente para aceptarlo. Su idea era clara y firme: no quería volver. En principio, puso como excusa que ya tenía mucho trabajo como para encargarse de algo menor, lo cual no era ninguna mentira. Después de todo, y tras muchos años tratando de demostrar su destreza ante los ojos de quienes solo la veían como una belleza más, Chi Jina se había convertido en una criminóloga muy reconocida y aclamada dentro de su ámbito.
Aun así, ella no era la única persona con talento en su departamento. Seguro que cualquiera de sus compañeros podría resolverlo y, de paso, respirar el aire fresco de un pueblo alejado de la contaminación y el ruido de la gran ciudad.
Pero los jefes insistieron en que debía ser Jina. No podía ser otra persona: ella conocería mejor el lugar y a sus habitantes -quienes responderían mejor a las investigaciones si era ella quien estaba al mando- mejor que nadie. Además, habían conseguido arrestar a un sospechoso. Eso consiguió llamar su atención y la animó a solicitar la información que se había recabado sobre el caso.
— ¿Park Daejun?
Al leerlo, quiso pensar que se trataba de una mera coincidencia. Era imposible que se tratase de él, ¿Verdad? Entonces, vio la foto adjunta y leyó sus datos y los de su familia, entre los que figuraba el nombre que, en su día, juró que no quería volver a escuchar y pronunciar. Quiso olvidarlo y enterrarlo junto a todos sus recuerdos.
Se trataba del hermano de Minho.
A lo largo de su carrera como criminóloga había aprendido que los culpables siempre podían ser quienes menos esperaban; dejarse llevar por las emociones o las primeras impresiones podría ser un grave error. Sin embargo, por más que le daba vueltas, Jina no lograba comprenderlo: ¿Qué motivos podría tener alguien como él para cometer un acto tan cruel como aquel? ¿Por qué tiraría su carrera por la borda de esa manera? Le costaba bastante creerlo. Algo no le cuadraba.
Jina releyó los archivos varias veces.
Ambas víctimas, hombre y mujer, se encontraban en el mismo rango de edad. Es más, no solo formaban parte de la generación de Jina y Minho, sino que acudieron a la misma clase que ella y eran vecinos. La última vez que se vieron fue, probablemente, el día del funeral de sus padres, poco después de su graduación en el instituto: habían transcurrido más de diez años desde aquello.
El sospechoso empleó el mismo método para los dos: primero, desaparecieron sin dejar ni rastro. Después, y curiosamente en los días de lluvia, sus cuerpos sin vida aparecían colgados en rincones bastante visibles del pueblo. No mostraban signos de violencia y la causa de la muerte había sido la misma: axfisia. De primeras, creyeron que se trataba de un suicidio, hasta que se la historia se repitió y las alarmas se despertaron.
Por más que quisiera ignorarlo, no se veía capaz de hacerlo. Puede que Minho fuese un capullo integral, pero Daejun, hasta donde ella sabía, era todo lo contrario. Y eso no era una primera impresión que engañaría a cualquiera, era una realidad en la que le gustaría confiar. Asimismo, imaginaba que los residentes se encontraban asustados y ellos no tenían la culpa del fallecimiento de sus progenitores ni de sus conflictos personales. Si alguien resolvía ese caso, debía ser Chi Jina y su equipo. Ya concertaría una cita con su psicóloga en cuanto tuviese un hueco libre en su agenda.
Un par de días después, durante los que había leído y releído todos los informes disponibles hasta el momento, llegó a Jeonju junto a los primeros rayos de sol. Ahí es donde se encontraba el sospechoso, a quien interrogaría en cuestión de horas.
— Daejun…
— No me lo puedo creer. ¿Será esta la primera vez que te vea preocupada? —Cuestionó Jaehyun, uno de los forenses del grupo, conforme salía desde el asiento trasero del vehículo.
— La palabra “preocupación” no está en el vocabulario de Jina. —Prosiguió Harin, policía. Ella sí tenía el privilegio de acompañarla en el asiento del copiloto.— Por fin podremos ver tu pueblecito.
— No estamos aquí para que hagáis una visita turística ni para recordar mi infancia. Centraos en el caso e intentad no molestar a los vecinos.
Sin decir nada más, emprendió el camino hacia su casa o, mejor dicho, la de sus padres, la cual había heredado. No la había visitado desde el accidente e imaginaba que necesitaría de una buena limpieza si planeaban quedarse allí hasta que se cerrase el caso, aunque ese detalle era a lo que menos importancia quería concederle.
Cuando abrió sus puertas y se adentró en ella, se sintió un poco abrumada. Todo estaba tal cual lo dejó: la disposición de los muebles, las fotos de su familia… lo único que había cambiado era la cantidad de polvo que se acumuló. Inspiró y exhaló. Miles de recuerdos fueron apoderándose de ella conforme sus compañeros, curiosos, daban vueltas alrededor del salón y las distintas habitaciones. No era una casa muy grande: tres habitaciones, la sala de estar, un par de baños y una cocina pequeña. Suficiente para, en su día, Jina y sus padres. Ahora, incluso con la presencia y las voces de Jaehyun y Harin, le resultaba enorme y vacía. Dudaba que fuese capaz de permanecer ahí mucho tiempo.
Por esa razón, una vez se instalaron y dejaron allí su equipaje, se dirigieron hacia la comisaría. No era un trayecto largo, en cuestión de quince minutos llegarían sin problemas. Ventajas de un pueblo. Creía, eso sí, que podría alargarse en caso de encontrarse a vecinos que la reconocieran y quisieran pararse a hablar con ella y apreciar lo mucho que había crecido. Pero no fue así. La hora tan temprana y el miedo a ser las siguientes víctimas del asesino conllevaron a que los vecinos no pudieran o no quisieran salir de sus hogares. Chasqueó la lengua. ¿En eso se había convertido el lugar que la había visto crecer? Por suerte -o no- los cuchicheos de su equipo la sacaron de su hilo de pensamientos. Se paró en seco frente a la puerta de la pequeña comisaría y se giró para mirarlos, con ambas cejas alzadas. Los conocía lo suficientemente bien como para saber que se tramaban algo.
— Tenéis un minuto para decirme qué os pasa.
Los dos se miraron. Jaehyun le dio un pequeño codazo a Harin, quien se atrevió a hablar:
— Verás… al jefe se le olvidó contarte un… detallito… Nada, no es muy importante…
— ¿Y ese detalle es…?
— Eh… pues… bueno, parece que te han asignado un nuevo compañero… Un poco ofensivo, si me preguntas, porque nosotros dos también somos muy talentosos, ¿Sabes? Aunque Jaehyun no lo es tanto, pero…
¿Un nuevo compañero? ¿Para qué iba a necesitarlo? ¿Acaso el caso era demasiado complicado y no serían capaces de resolverlo ellos solos? Jina frunció el ceño. Quizá era muy pronto para juzgarlo, mas, no necesitaba a nadie más. La ayuda de Jaehyun y Bora le bastaba, ya lo tenía todo cuadrado para trabajar entre los tres.
— ¿No podías habérmelo dicho mientras veníamos de camino?
— No te ofendas, Ji, pero ya hemos vivido la experiencia de verte conducir mientras estás enfadada y… temíamos un poco por nuestra seguridad. —Harin asintió, reafirmando las palabras de Jaehyun.
— No estoy enfadada. Además, yo conduzco perfect…
La puerta de la comisaría se abrió. Y ahí estaba él
𝘗𝘢𝘳𝘬 𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰 (TRIGGER WARNINGS: asesinato, secuestro, asesinato y mención al suicidio)
Nunca había estado entre sus planes regresar al pueblo. Ya no quedaba allí nada por lo que mereciese la pena volver, además de los recuerdos que tan solo despertaban su melancolía y que prefería olvidar.
Para su desgracia, dichos planes cambiaron cuando recibió un nuevo caso. La sorpresa que se llevó cuando le informaron de que los hechos tuvieron lugar en su pueblo no fue para menos, aunque no fue suficiente para aceptarlo. Su idea era clara y firme: no quería volver. En principio, puso como excusa que ya tenía mucho trabajo como para encargarse de algo menor, lo cual no era ninguna mentira. Después de todo, y tras muchos años tratando de demostrar su destreza ante los ojos de quienes solo la veían como una belleza más, Chi Jina se había convertido en una criminóloga muy reconocida y aclamada dentro de su ámbito.
Aun así, ella no era la única persona con talento en su departamento. Seguro que cualquiera de sus compañeros podría resolverlo y, de paso, respirar el aire fresco de un pueblo alejado de la contaminación y el ruido de la gran ciudad.
Pero los jefes insistieron en que debía ser Jina. No podía ser otra persona: ella conocería mejor el lugar y a sus habitantes -quienes responderían mejor a las investigaciones si era ella quien estaba al mando- mejor que nadie. Además, habían conseguido arrestar a un sospechoso. Eso consiguió llamar su atención y la animó a solicitar la información que se había recabado sobre el caso.
— ¿Park Daejun?
Al leerlo, quiso pensar que se trataba de una mera coincidencia. Era imposible que se tratase de él, ¿Verdad? Entonces, vio la foto adjunta y leyó sus datos y los de su familia, entre los que figuraba el nombre que, en su día, juró que no quería volver a escuchar y pronunciar. Quiso olvidarlo y enterrarlo junto a todos sus recuerdos.
Se trataba del hermano de Minho.
A lo largo de su carrera como criminóloga había aprendido que los culpables siempre podían ser quienes menos esperaban; dejarse llevar por las emociones o las primeras impresiones podría ser un grave error. Sin embargo, por más que le daba vueltas, Jina no lograba comprenderlo: ¿Qué motivos podría tener alguien como él para cometer un acto tan cruel como aquel? ¿Por qué tiraría su carrera por la borda de esa manera? Le costaba bastante creerlo. Algo no le cuadraba.
Jina releyó los archivos varias veces.
Ambas víctimas, hombre y mujer, se encontraban en el mismo rango de edad. Es más, no solo formaban parte de la generación de Jina y Minho, sino que acudieron a la misma clase que ella y eran vecinos. La última vez que se vieron fue, probablemente, el día del funeral de sus padres, poco después de su graduación en el instituto: habían transcurrido más de diez años desde aquello.
El sospechoso empleó el mismo método para los dos: primero, desaparecieron sin dejar ni rastro. Después, y curiosamente en los días de lluvia, sus cuerpos sin vida aparecían colgados en rincones bastante visibles del pueblo. No mostraban signos de violencia y la causa de la muerte había sido la misma: axfisia. De primeras, creyeron que se trataba de un suicidio, hasta que se la historia se repitió y las alarmas se despertaron.
Por más que quisiera ignorarlo, no se veía capaz de hacerlo. Puede que Minho fuese un capullo integral, pero Daejun, hasta donde ella sabía, era todo lo contrario. Y eso no era una primera impresión que engañaría a cualquiera, era una realidad en la que le gustaría confiar. Asimismo, imaginaba que los residentes se encontraban asustados y ellos no tenían la culpa del fallecimiento de sus progenitores ni de sus conflictos personales. Si alguien resolvía ese caso, debía ser Chi Jina y su equipo. Ya concertaría una cita con su psicóloga en cuanto tuviese un hueco libre en su agenda.
Un par de días después, durante los que había leído y releído todos los informes disponibles hasta el momento, llegó a Jeonju junto a los primeros rayos de sol. Ahí es donde se encontraba el sospechoso, a quien interrogaría en cuestión de horas.
— Daejun…
— No me lo puedo creer. ¿Será esta la primera vez que te vea preocupada? —Cuestionó Jaehyun, uno de los forenses del grupo, conforme salía desde el asiento trasero del vehículo.
— La palabra “preocupación” no está en el vocabulario de Jina. —Prosiguió Harin, policía. Ella sí tenía el privilegio de acompañarla en el asiento del copiloto.— Por fin podremos ver tu pueblecito.
— No estamos aquí para que hagáis una visita turística ni para recordar mi infancia. Centraos en el caso e intentad no molestar a los vecinos.
Sin decir nada más, emprendió el camino hacia su casa o, mejor dicho, la de sus padres, la cual había heredado. No la había visitado desde el accidente e imaginaba que necesitaría de una buena limpieza si planeaban quedarse allí hasta que se cerrase el caso, aunque ese detalle era a lo que menos importancia quería concederle.
Cuando abrió sus puertas y se adentró en ella, se sintió un poco abrumada. Todo estaba tal cual lo dejó: la disposición de los muebles, las fotos de su familia… lo único que había cambiado era la cantidad de polvo que se acumuló. Inspiró y exhaló. Miles de recuerdos fueron apoderándose de ella conforme sus compañeros, curiosos, daban vueltas alrededor del salón y las distintas habitaciones. No era una casa muy grande: tres habitaciones, la sala de estar, un par de baños y una cocina pequeña. Suficiente para, en su día, Jina y sus padres. Ahora, incluso con la presencia y las voces de Jaehyun y Harin, le resultaba enorme y vacía. Dudaba que fuese capaz de permanecer ahí mucho tiempo.
Por esa razón, una vez se instalaron y dejaron allí su equipaje, se dirigieron hacia la comisaría. No era un trayecto largo, en cuestión de quince minutos llegarían sin problemas. Ventajas de un pueblo. Creía, eso sí, que podría alargarse en caso de encontrarse a vecinos que la reconocieran y quisieran pararse a hablar con ella y apreciar lo mucho que había crecido. Pero no fue así. La hora tan temprana y el miedo a ser las siguientes víctimas del asesino conllevaron a que los vecinos no pudieran o no quisieran salir de sus hogares. Chasqueó la lengua. ¿En eso se había convertido el lugar que la había visto crecer? Por suerte -o no- los cuchicheos de su equipo la sacaron de su hilo de pensamientos. Se paró en seco frente a la puerta de la pequeña comisaría y se giró para mirarlos, con ambas cejas alzadas. Los conocía lo suficientemente bien como para saber que se tramaban algo.
— Tenéis un minuto para decirme qué os pasa.
Los dos se miraron. Jaehyun le dio un pequeño codazo a Harin, quien se atrevió a hablar:
— Verás… al jefe se le olvidó contarte un… detallito… Nada, no es muy importante…
— ¿Y ese detalle es…?
— Eh… pues… bueno, parece que te han asignado un nuevo compañero… Un poco ofensivo, si me preguntas, porque nosotros dos también somos muy talentosos, ¿Sabes? Aunque Jaehyun no lo es tanto, pero…
¿Un nuevo compañero? ¿Para qué iba a necesitarlo? ¿Acaso el caso era demasiado complicado y no serían capaces de resolverlo ellos solos? Jina frunció el ceño. Quizá era muy pronto para juzgarlo, mas, no necesitaba a nadie más. La ayuda de Jaehyun y Bora le bastaba, ya lo tenía todo cuadrado para trabajar entre los tres.
— ¿No podías habérmelo dicho mientras veníamos de camino?
— No te ofendas, Ji, pero ya hemos vivido la experiencia de verte conducir mientras estás enfadada y… temíamos un poco por nuestra seguridad. —Harin asintió, reafirmando las palabras de Jaehyun.
— No estoy enfadada. Además, yo conduzco perfect…
La puerta de la comisaría se abrió. Y ahí estaba él [thisdarkurg3]