Hacía calor en Mondstadt. Si bien, Jean prefería el sol, el calor era fuerte, de esos que no dejaban dormir durante la noche por lo que la Caballera de Dandelion se había despertado más temprano de lo habitual, había salido de aquellos muros de la ciudad para ir a la estatua donde rezaba cada que tenía oportunidad llegando antes de que si quiera los primeros rayos del sol tocaran Teybat.
En silencio y apoyando una de sus rodillas en el suelo entrelazaba sus manos a ojos cerrados mientras oraba hasta sentir los primeros rayos del sol sobre su nuca. Fue en ese momento que lo tomó como señal para regresar a Mondstadt y, mientras iba caminando por las veredas escuchó un fuerte escándalo, gritos, alboroto y sonidos de madera y metales resonaban no muy lejos de donde ella se encontraba. Apresuró su paso para tras una colina encontrar a una pandilla de villanos asaltando a unos mercaderes que iban hacia la ciudad de la Maestra Interina.
Sin hacerse esperar emprendió carrera contra ellos y, haciendo gala de su nombre derribó cerca de 12 bandidos. Movimientos firmes, elegantes y veloces hacían gala de su afinidad Anemo.
—¿Se encuentran bien?... -Preguntó ella a los ancianos quienes solo estaban asustados. Jean pidió una soga prestada la que usó para utilizarla de "cadena" amarrando de las muñecas a todos los bandidos en una sola hilera- Iremos a Mondstadt para que descansen y los revisen, no estamos muy lejos.
Sonrió Jean para los ancianos mientras con desprecio volteo a ver a los bandidos. Tras una inspección rápida a la carreta de los mercaderes y vio que no tuvieran alguna rueda rota regresó su mirada a los delincuentes.
—Es algo ortodoxo pero...de algo bueno deberán de servir al menos en lo dicto sus crímenes e igual será más difícil que quieran escapar. -Murmuró- ¡Escuchen!...Esta seguramente será la primera vez que serán útiles para las personas de bien. Asaltar a unos pobres mercaderes mayores, por el Arconte Anemo...
Al último de los bandidos atado a la soga amarró la cuerda sobrante a la carreta y usó a los bandidos como mulas de carga. Los ancianos se subieron a la carreta y Jean fue caminando por un lado vigilando a los bandidos.
En silencio y apoyando una de sus rodillas en el suelo entrelazaba sus manos a ojos cerrados mientras oraba hasta sentir los primeros rayos del sol sobre su nuca. Fue en ese momento que lo tomó como señal para regresar a Mondstadt y, mientras iba caminando por las veredas escuchó un fuerte escándalo, gritos, alboroto y sonidos de madera y metales resonaban no muy lejos de donde ella se encontraba. Apresuró su paso para tras una colina encontrar a una pandilla de villanos asaltando a unos mercaderes que iban hacia la ciudad de la Maestra Interina.
Sin hacerse esperar emprendió carrera contra ellos y, haciendo gala de su nombre derribó cerca de 12 bandidos. Movimientos firmes, elegantes y veloces hacían gala de su afinidad Anemo.
—¿Se encuentran bien?... -Preguntó ella a los ancianos quienes solo estaban asustados. Jean pidió una soga prestada la que usó para utilizarla de "cadena" amarrando de las muñecas a todos los bandidos en una sola hilera- Iremos a Mondstadt para que descansen y los revisen, no estamos muy lejos.
Sonrió Jean para los ancianos mientras con desprecio volteo a ver a los bandidos. Tras una inspección rápida a la carreta de los mercaderes y vio que no tuvieran alguna rueda rota regresó su mirada a los delincuentes.
—Es algo ortodoxo pero...de algo bueno deberán de servir al menos en lo dicto sus crímenes e igual será más difícil que quieran escapar. -Murmuró- ¡Escuchen!...Esta seguramente será la primera vez que serán útiles para las personas de bien. Asaltar a unos pobres mercaderes mayores, por el Arconte Anemo...
Al último de los bandidos atado a la soga amarró la cuerda sobrante a la carreta y usó a los bandidos como mulas de carga. Los ancianos se subieron a la carreta y Jean fue caminando por un lado vigilando a los bandidos.
Hacía calor en Mondstadt. Si bien, Jean prefería el sol, el calor era fuerte, de esos que no dejaban dormir durante la noche por lo que la Caballera de Dandelion se había despertado más temprano de lo habitual, había salido de aquellos muros de la ciudad para ir a la estatua donde rezaba cada que tenía oportunidad llegando antes de que si quiera los primeros rayos del sol tocaran Teybat.
En silencio y apoyando una de sus rodillas en el suelo entrelazaba sus manos a ojos cerrados mientras oraba hasta sentir los primeros rayos del sol sobre su nuca. Fue en ese momento que lo tomó como señal para regresar a Mondstadt y, mientras iba caminando por las veredas escuchó un fuerte escándalo, gritos, alboroto y sonidos de madera y metales resonaban no muy lejos de donde ella se encontraba. Apresuró su paso para tras una colina encontrar a una pandilla de villanos asaltando a unos mercaderes que iban hacia la ciudad de la Maestra Interina.
Sin hacerse esperar emprendió carrera contra ellos y, haciendo gala de su nombre derribó cerca de 12 bandidos. Movimientos firmes, elegantes y veloces hacían gala de su afinidad Anemo.
—¿Se encuentran bien?... -Preguntó ella a los ancianos quienes solo estaban asustados. Jean pidió una soga prestada la que usó para utilizarla de "cadena" amarrando de las muñecas a todos los bandidos en una sola hilera- Iremos a Mondstadt para que descansen y los revisen, no estamos muy lejos.
Sonrió Jean para los ancianos mientras con desprecio volteo a ver a los bandidos. Tras una inspección rápida a la carreta de los mercaderes y vio que no tuvieran alguna rueda rota regresó su mirada a los delincuentes.
—Es algo ortodoxo pero...de algo bueno deberán de servir al menos en lo dicto sus crímenes e igual será más difícil que quieran escapar. -Murmuró- ¡Escuchen!...Esta seguramente será la primera vez que serán útiles para las personas de bien. Asaltar a unos pobres mercaderes mayores, por el Arconte Anemo...
Al último de los bandidos atado a la soga amarró la cuerda sobrante a la carreta y usó a los bandidos como mulas de carga. Los ancianos se subieron a la carreta y Jean fue caminando por un lado vigilando a los bandidos.

