• #ConoceTuPersonaje

    ¿Dónde vive?
    Colonipenal, la tierra de los sueños.
    El cielo

    ¿A qué se dedica?
    Ángel de la armonía, Idol.

    ¿Cómo es? (Personalidad)
    Amable, dulces, calmada, cálida, protectora con las personas que adora.

    ¿Cómo es? (Apariencia)
    Su cabello es blanco azulado, ojos aguamarina, tiene dos alas a ambos lados de su cabeza.
    Lleva una aurora, es de estatura baja.

    ¿Cómo se describiría?
    Tierna y bonita, además de adorable.

    ¿Cuáles son sus virtudes?
    Amable y paciente, es buena dando consejos.

    ¿Y sus defectos?
    Es algo sentida, se siente traicionada, no será la misma.

    ¿Quiénes son sus amigos?
    Michael, Alastor, Leo, Azrael (aunque se pase de peletudo(?)), Lute, Husk, Angel, Jing Yuan.

    ¿Cómo reacciona cuando se enfada?
    Hace la ley de hielo, mejor dejarla tranquila o se alejara de forma permanente.

    ¿Qué ha perdido?
    Sus padres, cuando ella y su hermano eran pequeños.

    ¿Tiene algún sueño recurrente?
    Que todos estén en armonía.

    ¿A quién ama?
    Sus gatos (?)

    ¿Qué le hace reír?
    Ver a las personas que le importan felices.

    ¿Y llorar?
    La soledad o sentirse olvidada.

    ¿Qué historias le gustan?
    Terror psicológico/analogico, fantasía oscura.

    Adicional.
    Ella actualmente viaja entre galaxia para llevar la armonía con su música.
    #ConoceTuPersonaje 🎶¿Dónde vive? Colonipenal, la tierra de los sueños. El cielo 🎶¿A qué se dedica? Ángel de la armonía, Idol. 🎶¿Cómo es? (Personalidad) Amable, dulces, calmada, cálida, protectora con las personas que adora. 🎶¿Cómo es? (Apariencia) Su cabello es blanco azulado, ojos aguamarina, tiene dos alas a ambos lados de su cabeza. Lleva una aurora, es de estatura baja. 🎶¿Cómo se describiría? Tierna y bonita, además de adorable. 🎶¿Cuáles son sus virtudes? Amable y paciente, es buena dando consejos. 🎶¿Y sus defectos? Es algo sentida, se siente traicionada, no será la misma. 🎶¿Quiénes son sus amigos? Michael, Alastor, Leo, Azrael (aunque se pase de peletudo(?)), Lute, Husk, Angel, Jing Yuan. 🎶¿Cómo reacciona cuando se enfada? Hace la ley de hielo, mejor dejarla tranquila o se alejara de forma permanente. 🎶¿Qué ha perdido? Sus padres, cuando ella y su hermano eran pequeños. 🎶¿Tiene algún sueño recurrente? Que todos estén en armonía. 🎶¿A quién ama? Sus gatos (?) 🎶¿Qué le hace reír? Ver a las personas que le importan felices. 🎶¿Y llorar? La soledad o sentirse olvidada. 🎶¿Qué historias le gustan? Terror psicológico/analogico, fantasía oscura. 🎶Adicional. Ella actualmente viaja entre galaxia para llevar la armonía con su música.
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  • La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado.

    Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración.

    —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa.

    **La misión comenzó desde la puerta del hotel.**
    Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma.

    —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero.

    Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo.

    —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado.

    **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina.

    —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano.

    **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda.

    **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención.

    —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared.

    El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar.

    Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco.
    —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
    La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado. Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración. —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa. **La misión comenzó desde la puerta del hotel.** Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma. —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero. Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo. —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado. **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina. —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano. **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda. **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención. —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared. El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar. Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco. —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
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  • La marea es tranquila y serca de la playa , mas tiempo para descanzar . Pero el trabajo de una alquimista nunca termima .
    La marea es tranquila y serca de la playa , mas tiempo para descanzar . Pero el trabajo de una alquimista nunca termima .
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  • Una caminata matutina, eso fue lo que le cruzó por la mente, y justo antes de que saliera el sol se alejó de la cama y con un par de prendas se dispuso a salir de su refugio. Un par de pantalones negros y camisa blanca, sin calzado, solo los pies desnudos. Así salio a las calles hasta llegar a una zona boscosa donde se dispuso a continuar con su paseo.

    No se había molestado de usar un paraguas siquiera, sus lobos Geri y Freki le acompañaron a sus costados, no les importaba que sus pieles se mojaran, ya estaban acostumbrados; Sus cuervos: Hugin y Munin revolotearon en sus cercanías brindando algo de compañía; Y sus pasos, le llevaron tranquilamente entre la suave llovizna que apareció en la ciudad.

    ⸻Hace falta algo... ¿No creen?⸻
    Murmuró mientras recogia su largo y humedo cabello. Hablaba como si aquellos animales lenentendieran, y aunque asi era, no esperaba respuesta de ellos.
    Una caminata matutina, eso fue lo que le cruzó por la mente, y justo antes de que saliera el sol se alejó de la cama y con un par de prendas se dispuso a salir de su refugio. Un par de pantalones negros y camisa blanca, sin calzado, solo los pies desnudos. Así salio a las calles hasta llegar a una zona boscosa donde se dispuso a continuar con su paseo. No se había molestado de usar un paraguas siquiera, sus lobos Geri y Freki le acompañaron a sus costados, no les importaba que sus pieles se mojaran, ya estaban acostumbrados; Sus cuervos: Hugin y Munin revolotearon en sus cercanías brindando algo de compañía; Y sus pasos, le llevaron tranquilamente entre la suave llovizna que apareció en la ciudad. ⸻Hace falta algo... ¿No creen?⸻ Murmuró mientras recogia su largo y humedo cabello. Hablaba como si aquellos animales lenentendieran, y aunque asi era, no esperaba respuesta de ellos.
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  • Me levanté antes de que el sol tocara del todo la ventana. Mía seguía dormida, con el cuerpo enredado en las sábanas blancas, la respiración tranquila. No quise despertarla. No todavía.

    Bajé en silencio a la cocina del hotel. Pedí que no subieran nada. Ese momento lo quería hacer yo.

    Café fuerte, como a ella le gusta. Pan recién hecho. Frutas cortadas. Un par de dulces. Y una pequeña nota, escrita de madrugada:
    “Hoy no tienes que preocuparte por nada. Solo por sonreír.”

    Lo acomodé todo en la bandeja y volví a la habitación.

    Ella seguía medio dormida cuando entré. La luz dorada le caía en el rostro. Me acerqué sin decir nada, apoyé la bandeja en mi lado de la cama.

    —Buenos días, dormilona.

    Sonreí mientras me sentaba a su lado y le acariciaba la espalda con la yema de los dedos.

    —Te hice desayuno.

    Esperé a que se incorporara un poco y la ayudé con una taza caliente entre las manos.

    Me incliné para besarle la mejilla. Después me recosté a su lado.

    —Cuando termines… tengo algo más.

    Silencio.

    Esperé a que probara algo, que se desperezara del todo. Y entonces, sin levantarme, le tendí el sobre. Cuero negro. Dentro, billetes de avión, un mapa, dos pasaportes.

    —Nos vamos hoy.

    La miré. Sonriendo apenas.

    —A una isla en el Egeo. Privada. Solo nosotras. Siete días. Nuestra luna de miel.

    Mía Russo
    Me levanté antes de que el sol tocara del todo la ventana. Mía seguía dormida, con el cuerpo enredado en las sábanas blancas, la respiración tranquila. No quise despertarla. No todavía. Bajé en silencio a la cocina del hotel. Pedí que no subieran nada. Ese momento lo quería hacer yo. Café fuerte, como a ella le gusta. Pan recién hecho. Frutas cortadas. Un par de dulces. Y una pequeña nota, escrita de madrugada: “Hoy no tienes que preocuparte por nada. Solo por sonreír.” Lo acomodé todo en la bandeja y volví a la habitación. Ella seguía medio dormida cuando entré. La luz dorada le caía en el rostro. Me acerqué sin decir nada, apoyé la bandeja en mi lado de la cama. —Buenos días, dormilona. Sonreí mientras me sentaba a su lado y le acariciaba la espalda con la yema de los dedos. —Te hice desayuno. Esperé a que se incorporara un poco y la ayudé con una taza caliente entre las manos. Me incliné para besarle la mejilla. Después me recosté a su lado. —Cuando termines… tengo algo más. Silencio. Esperé a que probara algo, que se desperezara del todo. Y entonces, sin levantarme, le tendí el sobre. Cuero negro. Dentro, billetes de avión, un mapa, dos pasaportes. —Nos vamos hoy. La miré. Sonriendo apenas. —A una isla en el Egeo. Privada. Solo nosotras. Siete días. Nuestra luna de miel. [Top_modelx95]
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  • — Era una noche tranquila, nada mal como para salir un momento a un restaurante, ahí se encontraba Mitsuri, esperando a que el mesero la atendiera, pacientemente y con una sonrisa amable, el restaurante era muy lindo y elegante, así que decidió salir con un vestido elegante y probar la comida, había escuchado que la comida de aquel lugar era deliciosa.

    - Es muy Lindo este lugar, ya veo por qué la gente habla mucho sobre este lugar, es tan elegante y moderno.
    — Era una noche tranquila, nada mal como para salir un momento a un restaurante, ahí se encontraba Mitsuri, esperando a que el mesero la atendiera, pacientemente y con una sonrisa amable, el restaurante era muy lindo y elegante, así que decidió salir con un vestido elegante y probar la comida, había escuchado que la comida de aquel lugar era deliciosa. — 🌷 - Es muy Lindo este lugar, ya veo por qué la gente habla mucho sobre este lugar, es tan elegante y moderno.
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  • En una tarde tibia y tranquila, el Pequeño Vagabundo se encontraba sentado sobre una roca, con las piernas colgando y un pedazo de pan en la mano. A su lado, Don Niebla permanecía de pie, inmóvil como una estatua elegante pero vigilante. Frente a él, un viajero curioso —de mirada aguda y con expresión desconcertada— lo observaba con intriga.

    —Oye, pequeño… —preguntó mientras se agachaba a su altura—. Esa cosa que hiciste… esas burbujas que salieron de tus manos. ¿Qué clase de poder es ese?

    El Pequeño Vagabundo se quedó quieto por un segundo. Parpadeó. Luego dio un gran mordisco al pan, masticó con entusiasmo y, al terminar, se limpió las migas con la manga. Entonces, con una expresión inusualmente seria para su edad, se acomodó en su lugar como si estuviera a punto de dar una clase importante.

    —¡Eso se llama Nen! —dijo alzando un dedo—. Es el arte de usar el aura que todos tenemos, pero poquitos saben cómo sacarla. No es magia ni truco, es como… como aprender a respirar de otra forma.

    El viajero arqueó una ceja. El niño continuó:

    —Primero tienes que aprender las Cuatro Principales Técnicas:

    **Ten**, que es para rodearte de tu aura y protegerte;

    **Zetsu**, para apagarla y ocultarte;

    **Ren**, que es para expandirla y hacerte más fuerte; y ...

    **Hatsu**, que es tu habilidad personal, ¡la más importante! —explicó animadamente mientras dibujaba figuras en el aire con sus dedos—.

    —Luego están los tipos de aura. Existen seis:

    1. **Potenciadores**, que hacen más fuerte su cuerpo o sus golpes.
    2. **Emisores**, que lanzan su aura lejos, como una onda o bala.
    3. **Manipuladores**, que controlan cosas o seres con su aura.
    4. **Conjuradores**, como yo, que creamos cosas con nuestra aura.
    5. **Transmutadores**, que transforman su aura en algo diferente, como hilo elástico o electricidad.
    6. **Especialistas**, que tienen poderes únicos que no entran en los otros.

    El Pequeño Vagabundo estiró el brazo y de su palma empezó a formarse una burbuja en espiral con forma de disco flotante, que brillaba como una pompa de jabón con reflejos de arcoíris.

    —Yo soy un **Conjurador**, porque creé a Don Niebla y mis burbujas-disco. Pero también soy un poco **Transmutador**, porque mis burbujas pueden comportarse raro, ¡como si tuvieran emociones!

    El viajero no podía disimular su asombro.

    —¿Y cómo sabes eso tan bien? —preguntó.

    —Hisoka me lo enseñó —respondió con naturalidad—. Me dio libros, me entrenó, me arrojó cosas raras mientras dormía y me hacía esquivar patadas ¡con los ojos vendados!

    Entonces, el niño entrecerró los ojos, miró fijamente al viajero, y le sonrió con picardía. Estiró sus dos manos hacia los lados, girando los dedos lentamente.

    —Y tú… —dijo—. Por cómo te mueves cuando hablas, cómo miras rápido pero con desconfianza, y cómo tu voz cambia cuando mientes poquito… ¡diría que eres un Manipulador! O quizás un Emisor, pero sólo si eres bueno fingiendo calma cuando te enfadas.

    El viajero dio un paso atrás, sorprendido de sentirse tan "leído" por un niño tan pequeño.

    —¿Cómo lo…?

    —Hisoka también me enseñó eso. Me dijo que el aura y la personalidad a veces caminan de la manita. —Se encogió de hombros—. Aunque igual puedo fallar… ¡soy pequeño todavía!

    Luego alzó la burbuja con ambas manos y la dejó flotar. Esta se alejó suavemente, reflejando el sol poniente.

    —¡Pero es divertido aprender! El Nen no solo sirve para pelear. Es como una extensión de lo que uno siente. Y yo… yo siento muchas cosas. Por eso Don Niebla existe, ¿sabes?

    —¡Ajá! —exclamó el pequeño, apuntando con un dedo entusiasta al hombre—. Eres un Potenciador.

    El viajero arqueó una ceja, curioso.

    —¿Cómo lo sabes? —preguntó con voz rasposa, apenas audible.

    El niño hinchó el pecho con orgullo.

    –Las personas como tú no hacen mucho escándalo, ¡pero pueden derribar una montaña de un solo golpe si lo necesitan! ¡Y eres muy directo, incluso cuando callas!.

    Y así, el Pequeño Vagabundo siguió hablando, explicando con entusiasmo infantil algo tan complejo como el Nen, dejando claro que, aunque pequeño, su alma era grande y brillante como su aura.
    En una tarde tibia y tranquila, el Pequeño Vagabundo se encontraba sentado sobre una roca, con las piernas colgando y un pedazo de pan en la mano. A su lado, Don Niebla permanecía de pie, inmóvil como una estatua elegante pero vigilante. Frente a él, un viajero curioso —de mirada aguda y con expresión desconcertada— lo observaba con intriga. —Oye, pequeño… —preguntó mientras se agachaba a su altura—. Esa cosa que hiciste… esas burbujas que salieron de tus manos. ¿Qué clase de poder es ese? El Pequeño Vagabundo se quedó quieto por un segundo. Parpadeó. Luego dio un gran mordisco al pan, masticó con entusiasmo y, al terminar, se limpió las migas con la manga. Entonces, con una expresión inusualmente seria para su edad, se acomodó en su lugar como si estuviera a punto de dar una clase importante. —¡Eso se llama Nen! —dijo alzando un dedo—. Es el arte de usar el aura que todos tenemos, pero poquitos saben cómo sacarla. No es magia ni truco, es como… como aprender a respirar de otra forma. El viajero arqueó una ceja. El niño continuó: —Primero tienes que aprender las Cuatro Principales Técnicas: **Ten**, que es para rodearte de tu aura y protegerte; **Zetsu**, para apagarla y ocultarte; **Ren**, que es para expandirla y hacerte más fuerte; y ... **Hatsu**, que es tu habilidad personal, ¡la más importante! —explicó animadamente mientras dibujaba figuras en el aire con sus dedos—. —Luego están los tipos de aura. Existen seis: 1. **Potenciadores**, que hacen más fuerte su cuerpo o sus golpes. 2. **Emisores**, que lanzan su aura lejos, como una onda o bala. 3. **Manipuladores**, que controlan cosas o seres con su aura. 4. **Conjuradores**, como yo, que creamos cosas con nuestra aura. 5. **Transmutadores**, que transforman su aura en algo diferente, como hilo elástico o electricidad. 6. **Especialistas**, que tienen poderes únicos que no entran en los otros. El Pequeño Vagabundo estiró el brazo y de su palma empezó a formarse una burbuja en espiral con forma de disco flotante, que brillaba como una pompa de jabón con reflejos de arcoíris. —Yo soy un **Conjurador**, porque creé a Don Niebla y mis burbujas-disco. Pero también soy un poco **Transmutador**, porque mis burbujas pueden comportarse raro, ¡como si tuvieran emociones! El viajero no podía disimular su asombro. —¿Y cómo sabes eso tan bien? —preguntó. —Hisoka me lo enseñó —respondió con naturalidad—. Me dio libros, me entrenó, me arrojó cosas raras mientras dormía y me hacía esquivar patadas ¡con los ojos vendados! Entonces, el niño entrecerró los ojos, miró fijamente al viajero, y le sonrió con picardía. Estiró sus dos manos hacia los lados, girando los dedos lentamente. —Y tú… —dijo—. Por cómo te mueves cuando hablas, cómo miras rápido pero con desconfianza, y cómo tu voz cambia cuando mientes poquito… ¡diría que eres un Manipulador! O quizás un Emisor, pero sólo si eres bueno fingiendo calma cuando te enfadas. El viajero dio un paso atrás, sorprendido de sentirse tan "leído" por un niño tan pequeño. —¿Cómo lo…? —Hisoka también me enseñó eso. Me dijo que el aura y la personalidad a veces caminan de la manita. —Se encogió de hombros—. Aunque igual puedo fallar… ¡soy pequeño todavía! Luego alzó la burbuja con ambas manos y la dejó flotar. Esta se alejó suavemente, reflejando el sol poniente. —¡Pero es divertido aprender! El Nen no solo sirve para pelear. Es como una extensión de lo que uno siente. Y yo… yo siento muchas cosas. Por eso Don Niebla existe, ¿sabes? —¡Ajá! —exclamó el pequeño, apuntando con un dedo entusiasta al hombre—. Eres un Potenciador. El viajero arqueó una ceja, curioso. —¿Cómo lo sabes? —preguntó con voz rasposa, apenas audible. El niño hinchó el pecho con orgullo. –Las personas como tú no hacen mucho escándalo, ¡pero pueden derribar una montaña de un solo golpe si lo necesitan! ¡Y eres muy directo, incluso cuando callas!. Y así, el Pequeño Vagabundo siguió hablando, explicando con entusiasmo infantil algo tan complejo como el Nen, dejando claro que, aunque pequeño, su alma era grande y brillante como su aura.
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  • El atardecer pintaba el cielo de tonos naranjas cuando un grupo de adolescentes con actitud altanera rodeó al pequeño vagabundo en una de las plazas de una ciudad portuaria. Habían oído rumores de un niño extraño, acompañado a veces por una figura elegante con máscara de payaso, que decía saber usar una energía misteriosa. Lo tomaron como un juego, como una oportunidad para burlarse.

    —¿Tú? ¿Pelear? Si apenas tienes tamaño para alcanzar la mesa de un bar —rió uno de ellos, cruzando los brazos al retirarse la chaqueta que traía.

    El pequeño vagabundo imitandolo, sin perder su sonrisa tranquila, se quitó lentamente su camisa vieja y sucia, sacudiéndola con una mano antes de colgarla sobre su bolso. Al hacerlo, todos se quedaron en silencio.

    Lo que vieron no era el cuerpo de un niño común. A pesar de su baja estatura y rostro amable, el pequeño tenía un cuerpo trabajado, fibroso, esculpido por entrenamiento físico brutal y por sobrevivir en las calles. Su abdomen marcado, sus brazos endurecidos y la postura relajada, pero firme, transmitían algo que los adolescentes no esperaban: tierna determinación.

    —Si quieren pelear… está bien. Pero luego no lloren —dijo, con un brillo firme en los ojos y su aura comenzando a envolverlo con una sutil presión.

    El aura púrpura que lo rodeó tenía forma de burbujas discoides flotando a su alrededor, emitiendo un zumbido eléctrico y sutil, como si su presencia misma cortara el aire. Su expresión no era la de un niño asustado ni molesto. Era calma. Convicción.

    Uno de los adolescentes dio un paso atrás sin pensarlo. Otro tragó saliva. El líder del grupo forzó una sonrisa nerviosa.

    —Eh... solo estábamos bromeando, amigo. Tranquilo…

    El pequeño inclinó la cabeza con una sonrisa inocente, pero sin esconder su poder.

    —No... Ustedes empezaron.
    El atardecer pintaba el cielo de tonos naranjas cuando un grupo de adolescentes con actitud altanera rodeó al pequeño vagabundo en una de las plazas de una ciudad portuaria. Habían oído rumores de un niño extraño, acompañado a veces por una figura elegante con máscara de payaso, que decía saber usar una energía misteriosa. Lo tomaron como un juego, como una oportunidad para burlarse. —¿Tú? ¿Pelear? Si apenas tienes tamaño para alcanzar la mesa de un bar —rió uno de ellos, cruzando los brazos al retirarse la chaqueta que traía. El pequeño vagabundo imitandolo, sin perder su sonrisa tranquila, se quitó lentamente su camisa vieja y sucia, sacudiéndola con una mano antes de colgarla sobre su bolso. Al hacerlo, todos se quedaron en silencio. Lo que vieron no era el cuerpo de un niño común. A pesar de su baja estatura y rostro amable, el pequeño tenía un cuerpo trabajado, fibroso, esculpido por entrenamiento físico brutal y por sobrevivir en las calles. Su abdomen marcado, sus brazos endurecidos y la postura relajada, pero firme, transmitían algo que los adolescentes no esperaban: tierna determinación. —Si quieren pelear… está bien. Pero luego no lloren —dijo, con un brillo firme en los ojos y su aura comenzando a envolverlo con una sutil presión. El aura púrpura que lo rodeó tenía forma de burbujas discoides flotando a su alrededor, emitiendo un zumbido eléctrico y sutil, como si su presencia misma cortara el aire. Su expresión no era la de un niño asustado ni molesto. Era calma. Convicción. Uno de los adolescentes dio un paso atrás sin pensarlo. Otro tragó saliva. El líder del grupo forzó una sonrisa nerviosa. —Eh... solo estábamos bromeando, amigo. Tranquilo… El pequeño inclinó la cabeza con una sonrisa inocente, pero sin esconder su poder. —No... Ustedes empezaron.
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  • #Immortal_Mercenary

    La noche se había cernido sobre el imponente edificio, y las luces en la oficina de su protegida, en lo alto de aquella estructura, alumbraban con insistencia cada parte de la misma. Hasta el momento, no había nada que interrumpiese un día relativamente rutinario, en donde aquel hombre se comportaba como la sombra misma de quien fingía ser una inversionista, ahora mismo sentada en su escritorio blanco, haciéndose cargo de tareas diversas por medio de su computadora y unos cuantos documentos físicos.

    Él, por su parte, se hallaba a pocos centímetros de uno de los ventanales a su alrededor, contemplando desde su lugar las hermosas vistas que se le presentaban cada vez que tenía la oportunidad de subir hasta aquella habitación tan espaciosa. Sin embargo, muy pronto su mirada tranquila se vio levemente distorsionada por el extraño sonido que sus oídos habrían alcanzado a oír en la lejanía.

    Un sonido que le hizo levantar la mirada, uno que reconocía, proveniente de un helicóptero. Una máquina que, por cierto, alcanzó a ver acercándose desde el ventanal, y que al principio creyó que podría tratarse de uno de los altos mandos de Italia, a quienes ya estaba acostumbrado a recibir de la misma forma. Pero el presente horario no acompañaba, no era lógico una visita a esas horas de la noche.

    Fue entonces cuando entendió, y en su rostro se vio rápidamente reflejada la sorpresa y la fatalidad. Aquel no era un helicóptero del gobierno ni de alguna organización conocida por él, sino, todo lo contrario.

    — ¡Elisabetta, abajo! —

    Fue lo único que alcanzó a decir, al mismo tiempo en que se volteaba y saltaba directamente hacia el escritorio de aquella mujer, antes de que el techo sobre sus cabezas fuese, en gran parte, derribado por lo que entendía como una explosión. Una que pocos segundos después dejaría ver la entrada a por medio de sogas de unos extraños individuos armados, que parecían terroristas más que otra cosa.

    El árabe habría llegado satisfactoriamente hasta delante del escritorio de la líder mafiosa, sobre el cual afortunadamente no habrían caído pedazos del techo sobre ellos, ni mucho menos sobre ella, a quien debía proteger. No obstante, a causa de la explosión sus ropas habrían quedado rasgadas, y se habría llevado de regalo unas cuantas heridas superficiales, así como, por lo que pudo ver a simple vista, la fémina también.

    Rápidamente se habría puesto de pie para encarar directamente a quienes habrían usurpado el edificio, quienes expectantes se dirigían a él, mas sin poder verlos en su totalidad debido a extrañas máscaras que traían consigo.

    — Un hermoso espectáculo… me recuerdan a mi cuando era más joven. —

    Se le escapó de repente, como si a pesar de la espantosa situación en su cabeza todavía existiese lugar para bromas, aunque, muy probablemente no lo era. A esas alturas le sorprendía que no hubiesen reaccionado o continuado con el ataque, y por alguna razón nadie más que él habría dicho una sola palabra.

    Sin embargo, se notaba que cada uno de ellos estaban organizados, de manera tal que incluso un par se retiraron de la habitación, para poco después comenzar a oírse disparos provenientes de los pasillos y escaleras. Era obvio, nadie que estuviese en los pisos inferiores subirían, no lo permitirían.

    Podía escuchar a algún que otro enmascarado más arriba de lo que quedó del techo, pero estaba seguro que no había más. El helicóptero, de hecho, se había ido, entendiendo que todo aquello se estaba tratando de una emboscada para capturar o en el peor de los casos asesinar a la Farfalla dela Morte. Y en su evidente confianza grupal, no habrían ocasionado otra explosión con la cual probablemente habrían acabado con todo.

    — Si buscan a la dama.. van a tener que pasar por enc-… —

    Y de repente, se oyó un disparo. Una única bala que habría salido disparada directamente desde una de las armas pertenecientes a aquellos enmascarados. Una que atinó directamente a la frente del árabe, una que lo hizo retroceder un paso, mas no alcanzó a tirarlo al suelo. Evidentemente lo habían dejado hablar demasiado.

    Mientras que sus dientes se presionaban y sus puños se cerraban con fuerza, la sangre comenzaba a chorrear por aquel agujero que ahora mismo tenía en la cabeza. Los individuos en frente suya se miraron por un momento, con una extraña sorpresa por debajo de sus máscaras. Después de eso, las consecuencias no tardaron en llegar.

    Una lluvia de balas provenientes de revólveres y armas más grandes cayó sobre el pelinegro, de manera tal que su cuerpo no lograba ni siquiera caer al suelo por las ráfagas que sin piedad buscaban acabar con él. Y en un punto, ante la nula posibilidad de que volviese a levantarse después de eso, el fuego cesó.

    El cuerpo de aquel hombre se desplomó sobre el suelo, cubierto de sangre, irreconocible, desfigurado, ultrajado. ¿Cuándo fue la última vez que algo así había pasado? Cuándo fue la última vez que su cuerpo sufrió tales heridas, que no reaccionó a tiempo, que se dejó superar. Aparentemente, hace mucho.

    Obviamente, con el moreno fuera de lugar los atacantes se habrían apresurado a capturar a la dueña del edificio, entre dos de ellos, como si buscasen de cualquier forma que no reaccionara ni presentara obstáculos ni resistencia. Por otro lado, en alguna de las figuras internas propias de la mente del árabe, parecían resurgir viejas emociones, viejos deseos, un amplio y profundo espectro por el cual alguien como Khaleb se volvió tan temido en el bajo mundo, pero que sin embargo nadie logró ver.

    De repente, una risa suave y discreta se presentó en el entorno, una que con el pasar de los segundos se volvía cada vez más grave, más aterradora, o por lo menos inquietante. Los enmascarados detuvieron sus acciones, sus andanzas, y desviaron su atención a la dirección de donde provenía aquella risa: El cuerpo ensangrentado y totalmente agujereado del árabe que, por más fantasioso que sonase, a duras penas parecía estar levantándose.

    — Aue.. haya.. hull hatha gul chayaub. —

    Inesperadamente su idioma natal tomaría su voz, una que se presentó como un susurro al principio. Ronca, distorsionada, como si cada palabra le costara un esfuerzo considerable, pero cargada con un desprecio tan denso que casi se podía sentir.

    Prontamente, aquella figura se incorporó por completo, aun goteando, pero con las heridas cerrándose a una velocidad grotesca, expulsando constantemente restos de balas a causa de los órganos y piel regenerados. Su risa era ahora un eco constante, un bajo gutural. Sus ojos cargados de ira y demencia se fijaron prontamente en los enmascarados, quien atónitos lo observaban sin entender nada, pero tampoco con tiempo para preguntas. Era una mirada que no los ve como hombres, sino como obstáculos, como presas.

    Un temblor inquietante recorrió el cuerpo del árabe instantes antes de que una vez más, sus adversarios comenzaran a disparar, con la diferencia de que esta vez, ese hombre habría abandonado momentáneamente el plano terrenal conocido, dejando atrás su control, para abrir paso a lo que se esconde en lo más profundo de su quebrada mente.

    El sonido de balas tan constantes, así como el de los gatillos no se detuvo en ningún momento. Esta vez, de hecho, aparecieron gritos, propios de quienes en un principio se decidieron a asesinarlo y capturar a su protegida, a matar a todo aquello que se cruzase en su camino, en su presunto objetivo.

    — Daema neves al-ashkhas. daema... al-daafa.. min arsalham.. —

    Aquel hombre, quien en un principio parecía haber muerto, ahora mismo se veía no solamente como nuevo, sino también rodeado por un aura y un instinto asesino que no rozaba, conectaba directamente con lo maniático, con lo psicótico, con la locura. Todas estas características podían verse en sus movimientos, en cómo tomaba entre sus manos las extremidades de sus oponentes y se las arrancaba, en cómo atravesaba sus cuerpos con sus dedos como si de garras contra papel se tratase, en cómo provocaba que cruzasen sus propios fuegos. Todo, con una perturbadora sonrisa en su rostro, y unos ojos consumidos por la misma oscuridad que cubre el cielo durante la noche.

    Por supuesto, en una situación como esa, sacada propiamente de una película de terror, la captura de la aquella mujer habría pasado completamente a segundo plano, o incluso, a uno ya extinto, superado por el deseo natural de sobrevivir, pero que poco acompañaría a quienes decidieron enfrentarse a él.

    Eᥣιsᥲbᥱttᥲ Dι Vιᥒᥴᥱᥒzo
    #Immortal_Mercenary La noche se había cernido sobre el imponente edificio, y las luces en la oficina de su protegida, en lo alto de aquella estructura, alumbraban con insistencia cada parte de la misma. Hasta el momento, no había nada que interrumpiese un día relativamente rutinario, en donde aquel hombre se comportaba como la sombra misma de quien fingía ser una inversionista, ahora mismo sentada en su escritorio blanco, haciéndose cargo de tareas diversas por medio de su computadora y unos cuantos documentos físicos. Él, por su parte, se hallaba a pocos centímetros de uno de los ventanales a su alrededor, contemplando desde su lugar las hermosas vistas que se le presentaban cada vez que tenía la oportunidad de subir hasta aquella habitación tan espaciosa. Sin embargo, muy pronto su mirada tranquila se vio levemente distorsionada por el extraño sonido que sus oídos habrían alcanzado a oír en la lejanía. Un sonido que le hizo levantar la mirada, uno que reconocía, proveniente de un helicóptero. Una máquina que, por cierto, alcanzó a ver acercándose desde el ventanal, y que al principio creyó que podría tratarse de uno de los altos mandos de Italia, a quienes ya estaba acostumbrado a recibir de la misma forma. Pero el presente horario no acompañaba, no era lógico una visita a esas horas de la noche. Fue entonces cuando entendió, y en su rostro se vio rápidamente reflejada la sorpresa y la fatalidad. Aquel no era un helicóptero del gobierno ni de alguna organización conocida por él, sino, todo lo contrario. — ¡Elisabetta, abajo! — Fue lo único que alcanzó a decir, al mismo tiempo en que se volteaba y saltaba directamente hacia el escritorio de aquella mujer, antes de que el techo sobre sus cabezas fuese, en gran parte, derribado por lo que entendía como una explosión. Una que pocos segundos después dejaría ver la entrada a por medio de sogas de unos extraños individuos armados, que parecían terroristas más que otra cosa. El árabe habría llegado satisfactoriamente hasta delante del escritorio de la líder mafiosa, sobre el cual afortunadamente no habrían caído pedazos del techo sobre ellos, ni mucho menos sobre ella, a quien debía proteger. No obstante, a causa de la explosión sus ropas habrían quedado rasgadas, y se habría llevado de regalo unas cuantas heridas superficiales, así como, por lo que pudo ver a simple vista, la fémina también. Rápidamente se habría puesto de pie para encarar directamente a quienes habrían usurpado el edificio, quienes expectantes se dirigían a él, mas sin poder verlos en su totalidad debido a extrañas máscaras que traían consigo. — Un hermoso espectáculo… me recuerdan a mi cuando era más joven. — Se le escapó de repente, como si a pesar de la espantosa situación en su cabeza todavía existiese lugar para bromas, aunque, muy probablemente no lo era. A esas alturas le sorprendía que no hubiesen reaccionado o continuado con el ataque, y por alguna razón nadie más que él habría dicho una sola palabra. Sin embargo, se notaba que cada uno de ellos estaban organizados, de manera tal que incluso un par se retiraron de la habitación, para poco después comenzar a oírse disparos provenientes de los pasillos y escaleras. Era obvio, nadie que estuviese en los pisos inferiores subirían, no lo permitirían. Podía escuchar a algún que otro enmascarado más arriba de lo que quedó del techo, pero estaba seguro que no había más. El helicóptero, de hecho, se había ido, entendiendo que todo aquello se estaba tratando de una emboscada para capturar o en el peor de los casos asesinar a la Farfalla dela Morte. Y en su evidente confianza grupal, no habrían ocasionado otra explosión con la cual probablemente habrían acabado con todo. — Si buscan a la dama.. van a tener que pasar por enc-… — Y de repente, se oyó un disparo. Una única bala que habría salido disparada directamente desde una de las armas pertenecientes a aquellos enmascarados. Una que atinó directamente a la frente del árabe, una que lo hizo retroceder un paso, mas no alcanzó a tirarlo al suelo. Evidentemente lo habían dejado hablar demasiado. Mientras que sus dientes se presionaban y sus puños se cerraban con fuerza, la sangre comenzaba a chorrear por aquel agujero que ahora mismo tenía en la cabeza. Los individuos en frente suya se miraron por un momento, con una extraña sorpresa por debajo de sus máscaras. Después de eso, las consecuencias no tardaron en llegar. Una lluvia de balas provenientes de revólveres y armas más grandes cayó sobre el pelinegro, de manera tal que su cuerpo no lograba ni siquiera caer al suelo por las ráfagas que sin piedad buscaban acabar con él. Y en un punto, ante la nula posibilidad de que volviese a levantarse después de eso, el fuego cesó. El cuerpo de aquel hombre se desplomó sobre el suelo, cubierto de sangre, irreconocible, desfigurado, ultrajado. ¿Cuándo fue la última vez que algo así había pasado? Cuándo fue la última vez que su cuerpo sufrió tales heridas, que no reaccionó a tiempo, que se dejó superar. Aparentemente, hace mucho. Obviamente, con el moreno fuera de lugar los atacantes se habrían apresurado a capturar a la dueña del edificio, entre dos de ellos, como si buscasen de cualquier forma que no reaccionara ni presentara obstáculos ni resistencia. Por otro lado, en alguna de las figuras internas propias de la mente del árabe, parecían resurgir viejas emociones, viejos deseos, un amplio y profundo espectro por el cual alguien como Khaleb se volvió tan temido en el bajo mundo, pero que sin embargo nadie logró ver. De repente, una risa suave y discreta se presentó en el entorno, una que con el pasar de los segundos se volvía cada vez más grave, más aterradora, o por lo menos inquietante. Los enmascarados detuvieron sus acciones, sus andanzas, y desviaron su atención a la dirección de donde provenía aquella risa: El cuerpo ensangrentado y totalmente agujereado del árabe que, por más fantasioso que sonase, a duras penas parecía estar levantándose. — Aue.. haya.. hull hatha gul chayaub. — Inesperadamente su idioma natal tomaría su voz, una que se presentó como un susurro al principio. Ronca, distorsionada, como si cada palabra le costara un esfuerzo considerable, pero cargada con un desprecio tan denso que casi se podía sentir. Prontamente, aquella figura se incorporó por completo, aun goteando, pero con las heridas cerrándose a una velocidad grotesca, expulsando constantemente restos de balas a causa de los órganos y piel regenerados. Su risa era ahora un eco constante, un bajo gutural. Sus ojos cargados de ira y demencia se fijaron prontamente en los enmascarados, quien atónitos lo observaban sin entender nada, pero tampoco con tiempo para preguntas. Era una mirada que no los ve como hombres, sino como obstáculos, como presas. Un temblor inquietante recorrió el cuerpo del árabe instantes antes de que una vez más, sus adversarios comenzaran a disparar, con la diferencia de que esta vez, ese hombre habría abandonado momentáneamente el plano terrenal conocido, dejando atrás su control, para abrir paso a lo que se esconde en lo más profundo de su quebrada mente. El sonido de balas tan constantes, así como el de los gatillos no se detuvo en ningún momento. Esta vez, de hecho, aparecieron gritos, propios de quienes en un principio se decidieron a asesinarlo y capturar a su protegida, a matar a todo aquello que se cruzase en su camino, en su presunto objetivo. — Daema neves al-ashkhas. daema... al-daafa.. min arsalham.. — Aquel hombre, quien en un principio parecía haber muerto, ahora mismo se veía no solamente como nuevo, sino también rodeado por un aura y un instinto asesino que no rozaba, conectaba directamente con lo maniático, con lo psicótico, con la locura. Todas estas características podían verse en sus movimientos, en cómo tomaba entre sus manos las extremidades de sus oponentes y se las arrancaba, en cómo atravesaba sus cuerpos con sus dedos como si de garras contra papel se tratase, en cómo provocaba que cruzasen sus propios fuegos. Todo, con una perturbadora sonrisa en su rostro, y unos ojos consumidos por la misma oscuridad que cubre el cielo durante la noche. Por supuesto, en una situación como esa, sacada propiamente de una película de terror, la captura de la aquella mujer habría pasado completamente a segundo plano, o incluso, a uno ya extinto, superado por el deseo natural de sobrevivir, pero que poco acompañaría a quienes decidieron enfrentarse a él. [ElisabettaDV1]
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  • La sala estaba llena.
    Whisky caro, trajes de Armani, cuchillos bajo las mesas.
    La típica reunión anual de aliados, viejos favores y silencios compartidos.
    Yo estaba de pie junto a la barra. Vestido negro, cabello suelto. Mía estaba al otro lado de la sala, hablando con una de las chicas del sur, ajena, tranquila… guapísima como siempre.
    Y sí, ya todos sabían que estaba conmigo.
    Pero esta noche, no iba de eso.

    Cuando el Don de la familia anfitriona pidió silencio para brindar por el nuevo año de “negocios limpios”, se levantaron las copas.
    Yo también lo hice.
    Y antes de que se dispersaran otra vez, hablé.

    —Solo una cosa más —dije sin subir la voz. No me hizo falta. Bastó con eso para que todos giraran hacia mí.

    Esperé un segundo. No por dramatismo. Por control. Medí el silencio.

    —Quiero que lo escuchen de mí, de una vez —continué, con la copa en la mano, sin sonreír—. Mía y yo nos casamos. La semana que viene. Aquí, en Italia.

    Un parpadeo general. Algún murmullo. Nada de reacciones fuertes.
    La mayoría lo veía venir.
    Los que no, aprendieron a guardar la lengua.

    Alcé la copa hacia donde estaba ella. Mía me miraba. Esa mirada suya que mezcla orgullo y calma.
    Le devolví la mirada.
    Y añadí solo una frase más, sin adornos.

    —Para quien aún lo dude: es la mujer de mi vida. Y quien no la respete… ya sabe lo que eso significa.

    Bebí.
    Y el resto también.
    Sin preguntas.
    Sin bromas.

    Así se presentan las verdades cuando estás en un mundo donde todo se pone en duda.
    Mirándolos a los ojos.

    Y dejando claro que ese anillo, ya es sagrado.

    Mía Russo
    La sala estaba llena. Whisky caro, trajes de Armani, cuchillos bajo las mesas. La típica reunión anual de aliados, viejos favores y silencios compartidos. Yo estaba de pie junto a la barra. Vestido negro, cabello suelto. Mía estaba al otro lado de la sala, hablando con una de las chicas del sur, ajena, tranquila… guapísima como siempre. Y sí, ya todos sabían que estaba conmigo. Pero esta noche, no iba de eso. Cuando el Don de la familia anfitriona pidió silencio para brindar por el nuevo año de “negocios limpios”, se levantaron las copas. Yo también lo hice. Y antes de que se dispersaran otra vez, hablé. —Solo una cosa más —dije sin subir la voz. No me hizo falta. Bastó con eso para que todos giraran hacia mí. Esperé un segundo. No por dramatismo. Por control. Medí el silencio. —Quiero que lo escuchen de mí, de una vez —continué, con la copa en la mano, sin sonreír—. Mía y yo nos casamos. La semana que viene. Aquí, en Italia. Un parpadeo general. Algún murmullo. Nada de reacciones fuertes. La mayoría lo veía venir. Los que no, aprendieron a guardar la lengua. Alcé la copa hacia donde estaba ella. Mía me miraba. Esa mirada suya que mezcla orgullo y calma. Le devolví la mirada. Y añadí solo una frase más, sin adornos. —Para quien aún lo dude: es la mujer de mi vida. Y quien no la respete… ya sabe lo que eso significa. Bebí. Y el resto también. Sin preguntas. Sin bromas. Así se presentan las verdades cuando estás en un mundo donde todo se pone en duda. Mirándolos a los ojos. Y dejando claro que ese anillo, ya es sagrado. [Top_modelx95]
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