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    ㅤㅤㅤㅤㅤ SkyFall

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Humano
    ㅤㅤㅤㅤㅤ N/A
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Soldado


    ㅤㅤㅤㅤㅤ Kael Arlow

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Humano modificado
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Fandom: Tokusatsu
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Ex-soldado, actualmente albañil


    ㅤㅤㅤㅤㅤ Steve Harrington

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Humano
    ㅤㅤㅤㅤㅤ N/A
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Fandom Stranger Things


    ㅤㅤㅤㅤㅤ 𝐌𝐢𝐫𝐞𝐢𝐥𝐥𝐞 𝐌𝐨𝐧𝐬𝐢𝐞𝐫

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Humana-No humana
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Fandom: Oc
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Restauradora de archivos, documentos y fotografías antiguas.


    ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.


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    Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil:


    Normas básicas de la plataforma:
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  • Rihanna Carther

    Durante la noche, Ekaterina sintió por medios de sus tentáculos, que había peligro cerca del lugar donde se estaba hospedando junto con su actual y única compañera Shiori Novella, esta vez el peligro es fuerte, que sentía una vibra parecida a la que sintió el día que los soldados soviéticos la sometieron al Gulag, sentía una energía entre magia y militar, inmediatamente Ekaterina salió por la ventana dando un súper salto, lo que sea que esté cerca, no quería que destroce la casa dónde su compañera Shiori se estaría ocultando, salto, aterrizó miró hacia atrás y vió a una mujer con pantalón militar, un rifle de asalto, y nada más, ya que fueron suficientes detalles para largarse de ahí inmediatamente, la mujer armada se dió cuenta y comenzó a dispararle a Ekaterina, pero Ekaterina con un gran súper salto logró escapar de ella, o al menos eso pensaba, dió varios súper saltos por varios edificios hasta llegar a un pequeño lago cerca de un bosque, ella pensaba que estaba a salvo, o al menos, por unos minutos.
    [storm_lavender_shark_168] Durante la noche, Ekaterina sintió por medios de sus tentáculos, que había peligro cerca del lugar donde se estaba hospedando junto con su actual y única compañera [specter_copper_horse_768], esta vez el peligro es fuerte, que sentía una vibra parecida a la que sintió el día que los soldados soviéticos la sometieron al Gulag, sentía una energía entre magia y militar, inmediatamente Ekaterina salió por la ventana dando un súper salto, lo que sea que esté cerca, no quería que destroce la casa dónde su compañera Shiori se estaría ocultando, salto, aterrizó miró hacia atrás y vió a una mujer con pantalón militar, un rifle de asalto, y nada más, ya que fueron suficientes detalles para largarse de ahí inmediatamente, la mujer armada se dió cuenta y comenzó a dispararle a Ekaterina, pero Ekaterina con un gran súper salto logró escapar de ella, o al menos eso pensaba, dió varios súper saltos por varios edificios hasta llegar a un pequeño lago cerca de un bosque, ella pensaba que estaba a salvo, o al menos, por unos minutos.
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  • ¡Vamos mis feroces soldados, debemos encontrar al resto de nuestros amigos y sin descanso! ... Bueno podemos hacer una paradita para ir al baño... aunque también tendríamos que comer algo, ¿qué os parece hacer una pausa para un picnic?
    ¡Vamos mis feroces soldados, debemos encontrar al resto de nuestros amigos y sin descanso! ... Bueno podemos hacer una paradita para ir al baño... aunque también tendríamos que comer algo, ¿qué os parece hacer una pausa para un picnic?
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    La guerra que no era mía

    La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño.
    La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz.
    Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés,
    como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía.

    Cuando por fin me duermo, caigo.


    ---

    La visión

    Soy un hombre.
    Un soldado.
    Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil.
    Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota.

    El campo de batalla es un cementerio abierto:
    mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla.
    No queda nadie.
    Ni un gemido.
    Ni un dios que escuche.

    Mis piernas tiemblan.
    Estoy herido, muy herido.
    Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate.
    Un helicóptero…
    Una bengala…
    Una voz amiga…

    Pero sólo llega ella.
    La Sombra.

    No camina: se desliza,
    como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez.
    Se detiene frente a mí y siento que me mira.
    Que ya me conoce.
    Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera.

    No habla, pero me entiende.
    No toca, pero me posee.

    Y empiezo a desaparecer.

    Su oscuridad me trepa por los brazos,
    me envuelve el cuello,
    me llena los pulmones con un silencio perfecto.
    No hay dolor.
    No hay miedo.
    Sólo una rendición dulce, inevitable.

    Cuando la Sombra me consume por completo,
    despierto.


    ---

    El despertar

    Me incorporo de golpe, jadeando.
    La habitación está igual de oscura que la noche anterior…
    pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz.
    Una calma que no debería existir después de algo así.
    Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.”

    Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa.
    La luna menguante se cuela por la ventana,
    clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho,
    como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce.

    Cierro los ojos.
    Y esta vez, duermo como un bebé.

    La noche me abraza.
    La Sombra también.
    Y por primera vez… no me siento sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La guerra que no era mía La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño. La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz. Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés, como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía. Cuando por fin me duermo, caigo. --- La visión Soy un hombre. Un soldado. Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil. Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota. El campo de batalla es un cementerio abierto: mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla. No queda nadie. Ni un gemido. Ni un dios que escuche. Mis piernas tiemblan. Estoy herido, muy herido. Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate. Un helicóptero… Una bengala… Una voz amiga… Pero sólo llega ella. La Sombra. No camina: se desliza, como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez. Se detiene frente a mí y siento que me mira. Que ya me conoce. Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera. No habla, pero me entiende. No toca, pero me posee. Y empiezo a desaparecer. Su oscuridad me trepa por los brazos, me envuelve el cuello, me llena los pulmones con un silencio perfecto. No hay dolor. No hay miedo. Sólo una rendición dulce, inevitable. Cuando la Sombra me consume por completo, despierto. --- El despertar Me incorporo de golpe, jadeando. La habitación está igual de oscura que la noche anterior… pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz. Una calma que no debería existir después de algo así. Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.” Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa. La luna menguante se cuela por la ventana, clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho, como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce. Cierro los ojos. Y esta vez, duermo como un bebé. La noche me abraza. La Sombra también. Y por primera vez… no me siento sola.
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    La guerra que no era mía

    La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño.
    La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz.
    Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés,
    como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía.

    Cuando por fin me duermo, caigo.


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    La visión

    Soy un hombre.
    Un soldado.
    Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil.
    Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota.

    El campo de batalla es un cementerio abierto:
    mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla.
    No queda nadie.
    Ni un gemido.
    Ni un dios que escuche.

    Mis piernas tiemblan.
    Estoy herido, muy herido.
    Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate.
    Un helicóptero…
    Una bengala…
    Una voz amiga…

    Pero sólo llega ella.
    La Sombra.

    No camina: se desliza,
    como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez.
    Se detiene frente a mí y siento que me mira.
    Que ya me conoce.
    Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera.

    No habla, pero me entiende.
    No toca, pero me posee.

    Y empiezo a desaparecer.

    Su oscuridad me trepa por los brazos,
    me envuelve el cuello,
    me llena los pulmones con un silencio perfecto.
    No hay dolor.
    No hay miedo.
    Sólo una rendición dulce, inevitable.

    Cuando la Sombra me consume por completo,
    despierto.


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    El despertar

    Me incorporo de golpe, jadeando.
    La habitación está igual de oscura que la noche anterior…
    pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz.
    Una calma que no debería existir después de algo así.
    Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.”

    Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa.
    La luna menguante se cuela por la ventana,
    clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho,
    como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce.

    Cierro los ojos.
    Y esta vez, duermo como un bebé.

    La noche me abraza.
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    La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño.
    La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz.
    Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés,
    como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía.

    Cuando por fin me duermo, caigo.


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    La visión

    Soy un hombre.
    Un soldado.
    Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil.
    Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota.

    El campo de batalla es un cementerio abierto:
    mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla.
    No queda nadie.
    Ni un gemido.
    Ni un dios que escuche.

    Mis piernas tiemblan.
    Estoy herido, muy herido.
    Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate.
    Un helicóptero…
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    Pero sólo llega ella.
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    como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez.
    Se detiene frente a mí y siento que me mira.
    Que ya me conoce.
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    No habla, pero me entiende.
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    Y empiezo a desaparecer.

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    No hay dolor.
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    Cuando la Sombra me consume por completo,
    despierto.


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    pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz.
    Una calma que no debería existir después de algo así.
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    Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa.
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    clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho,
    como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce.

    Cierro los ojos.
    Y esta vez, duermo como un bebé.

    La noche me abraza.
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    La Torre del Olvido.

    La encontré entre las ventanas. Una realidad que no debía existir, pero existe. Una madre que no partió en busca de su alma gemela.
    Una Jennifer que no olvidó… pero que tampoco recordó lo que la hacía humana.

    Al principio, gobernó con justicia, aprendió de otros reinos, mejoró el suyo., pero sin el viaje, sin el dolor, sin el amor perdido… Algo en ella quedó incompleto Y ese vacío se disfrazó de hambre, hambre por saberlo todo.

    La Torre del Conocimiento creció como una herida que no cerraba.
    Libros, esferas, memorias robadas, personas convertidas en despojos, en bestias sin alma. Todo por llenar su hambre de conocimiento.

    Y entonces llegó Ayane. La princesa que buscaba a su madre, Sasha. Jennifer al ver a Ayane quedo cautivada, fue amor a primera vista, Ayane también lo sintió. Porque el amor no entiende de realidades, ni de advertencias.

    Estuvieron juntas, rieron, compartieron noches, Ayane creyó en ella, pero un día Ayane llegó a la torre sin que Jennifer lo supiera. El aire era espeso, como si los muros respiraran. Cada paso resonaba con ecos que no eran suyos. Tenía miedo, no por lo que sabía, sino por lo que aún no había visto.

    Mientras ascendía por los pasillos de piedra, vio por primera vez a los Despojos. Hombres bestia, deformes, con cabezas de perro y ojos apagados. Algunos arrastraban piedras. Otros simplemente deambulaban. Uno de ellos murmuraba, sin rumbo:

    —Tantos esclavos… cada vez son más esclavos… ¿cuándo terminará esta maldita torre?

    Ayane se acercó. —¿Quién eres?— Preguntó con voz temblorosa.

    El hombre la miró con ojos rotos. —Fui enviado por el reino vecino. Jennifer nos invitó. Pero atrapó a todos mis soldados. No le importó que esto iniciara una guerra.

    Luego, con voz quebrada, dijo: —Antes la llamaban la hija del monstruo. Pero cuando selló a su propio padre y tomó el reino, la llamaron Jennifer la sabia… Jennifer la maga… Jennifer la encantadora. Y todo… todo para construir esta torre. Una torre tan alta que pudiera contener todos los conocimientos. Todos los secretos, todas las leyendas, todos los recuerdos. Nada iguala a su biblioteca universal.

    —Desde el ocaso de la tierra vieja— Continuó— Los pergaminos sustituyeron las tabletas de arcilla. Los libros a los pergaminos. Y ahora, las esferas mágicas a los libros. Jennifer lo quiere todo. Y cuando un reino se acerca… ya no sale.

    —Tiene miles de sortilegios. Convierte a las personas en Despojos. Les roba sus recuerdos, su pasado. Los hace olvidar quiénes fueron. Y les obliga a poner piedra tras piedra. La torre sube. Siempre más alto. Cuando Jennifer obtenga todo el conocimiento… será más poderosa que todos los dioses juntos. Los mismos dioses que su padre eliminó… uno por uno. Todo por eso. Solo por eso.

    Ayane no respondió, el hombre transformado en Despojo cerro los ojos, acepto su realidad y el pequeño brillo que poseia en sus ojos se apago y solo siguió caminando. Ayane no pudo hacer nada por el, pero luego la vio... Sasha, su madre.

    Deambulaba sin rumbo, como los demás. Pero aún conservaba su forma humana. Sus ojos estaban vacíos, pero su cuerpo no había sido deformado. Ayane corrió hacia ella. La abrazó. Sasha no respondió. Pero algo en su piel, en su calor, le dijo que aún estaba viva. Aún estaba ahí.

    Ayane lloró, y en ese momento, supo que ya no podía confiar en Jennifer. Aunque la amara, aunque su corazón se rompiera, la verdad era más fuerte que el amor. Ayane saco a su madre de esa maldita torre, le ordeno a sus soldados que la ocultaran.

    Ayane no huyó, no la enfrentó, solo esperó a que cayera la noche, y cuando compartía el lecho con Jennifer aprovecho que esta dormía y le arrancó el corazón con lágrimas, con amor, con culpa.

    Jennifer no murió pero quedó en un sueño profundo, sellada en lo más hondo de su torre. Ayane escapó con su madre y cuando pudo regresar a su tierra natal dio a luz a Yuna. unos meses despues.
    La hija que, según la profecía, será quien enfrente a Jennifer cuando despierte, tal como está enfrento a su padre Ozma.

    Y yo… yo vi todo. Desde mi sala de espejos... Desde mi rincón fuera del tiempo. Esta vez no rei, no hice bromas, solo lloré.

    Porque amo a mis madres, Jennifer y Ayane... Y aunque estas no sean las que yo conozco… El dolor es real, el amor también.

    Esta historia no es canon en mi mundo.
    Pero lo es en otro. Y en la telaraña infinita, todo lo que duele… es verdad en algún lugar.

    Bienvenido a la Telaraña de Loki. Hoy no hay juego.
    Solo memoria.
    La Torre del Olvido. La encontré entre las ventanas. Una realidad que no debía existir, pero existe. Una madre que no partió en busca de su alma gemela. Una Jennifer que no olvidó… pero que tampoco recordó lo que la hacía humana. Al principio, gobernó con justicia, aprendió de otros reinos, mejoró el suyo., pero sin el viaje, sin el dolor, sin el amor perdido… Algo en ella quedó incompleto Y ese vacío se disfrazó de hambre, hambre por saberlo todo. La Torre del Conocimiento creció como una herida que no cerraba. Libros, esferas, memorias robadas, personas convertidas en despojos, en bestias sin alma. Todo por llenar su hambre de conocimiento. Y entonces llegó Ayane. La princesa que buscaba a su madre, Sasha. Jennifer al ver a Ayane quedo cautivada, fue amor a primera vista, Ayane también lo sintió. Porque el amor no entiende de realidades, ni de advertencias. Estuvieron juntas, rieron, compartieron noches, Ayane creyó en ella, pero un día Ayane llegó a la torre sin que Jennifer lo supiera. El aire era espeso, como si los muros respiraran. Cada paso resonaba con ecos que no eran suyos. Tenía miedo, no por lo que sabía, sino por lo que aún no había visto. Mientras ascendía por los pasillos de piedra, vio por primera vez a los Despojos. Hombres bestia, deformes, con cabezas de perro y ojos apagados. Algunos arrastraban piedras. Otros simplemente deambulaban. Uno de ellos murmuraba, sin rumbo: —Tantos esclavos… cada vez son más esclavos… ¿cuándo terminará esta maldita torre? Ayane se acercó. —¿Quién eres?— Preguntó con voz temblorosa. El hombre la miró con ojos rotos. —Fui enviado por el reino vecino. Jennifer nos invitó. Pero atrapó a todos mis soldados. No le importó que esto iniciara una guerra. Luego, con voz quebrada, dijo: —Antes la llamaban la hija del monstruo. Pero cuando selló a su propio padre y tomó el reino, la llamaron Jennifer la sabia… Jennifer la maga… Jennifer la encantadora. Y todo… todo para construir esta torre. Una torre tan alta que pudiera contener todos los conocimientos. Todos los secretos, todas las leyendas, todos los recuerdos. Nada iguala a su biblioteca universal. —Desde el ocaso de la tierra vieja— Continuó— Los pergaminos sustituyeron las tabletas de arcilla. Los libros a los pergaminos. Y ahora, las esferas mágicas a los libros. Jennifer lo quiere todo. Y cuando un reino se acerca… ya no sale. —Tiene miles de sortilegios. Convierte a las personas en Despojos. Les roba sus recuerdos, su pasado. Los hace olvidar quiénes fueron. Y les obliga a poner piedra tras piedra. La torre sube. Siempre más alto. Cuando Jennifer obtenga todo el conocimiento… será más poderosa que todos los dioses juntos. Los mismos dioses que su padre eliminó… uno por uno. Todo por eso. Solo por eso. Ayane no respondió, el hombre transformado en Despojo cerro los ojos, acepto su realidad y el pequeño brillo que poseia en sus ojos se apago y solo siguió caminando. Ayane no pudo hacer nada por el, pero luego la vio... Sasha, su madre. Deambulaba sin rumbo, como los demás. Pero aún conservaba su forma humana. Sus ojos estaban vacíos, pero su cuerpo no había sido deformado. Ayane corrió hacia ella. La abrazó. Sasha no respondió. Pero algo en su piel, en su calor, le dijo que aún estaba viva. Aún estaba ahí. Ayane lloró, y en ese momento, supo que ya no podía confiar en Jennifer. Aunque la amara, aunque su corazón se rompiera, la verdad era más fuerte que el amor. Ayane saco a su madre de esa maldita torre, le ordeno a sus soldados que la ocultaran. Ayane no huyó, no la enfrentó, solo esperó a que cayera la noche, y cuando compartía el lecho con Jennifer aprovecho que esta dormía y le arrancó el corazón con lágrimas, con amor, con culpa. Jennifer no murió pero quedó en un sueño profundo, sellada en lo más hondo de su torre. Ayane escapó con su madre y cuando pudo regresar a su tierra natal dio a luz a Yuna. unos meses despues. La hija que, según la profecía, será quien enfrente a Jennifer cuando despierte, tal como está enfrento a su padre Ozma. Y yo… yo vi todo. Desde mi sala de espejos... Desde mi rincón fuera del tiempo. Esta vez no rei, no hice bromas, solo lloré. Porque amo a mis madres, Jennifer y Ayane... Y aunque estas no sean las que yo conozco… El dolor es real, el amor también. Esta historia no es canon en mi mundo. Pero lo es en otro. Y en la telaraña infinita, todo lo que duele… es verdad en algún lugar. Bienvenido a la Telaraña de Loki. Hoy no hay juego. Solo memoria.
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    La Última Santa, el Último Héroe. - Legado del Error.

    Hubo una vez un joven optimista, bendecido por la Diosa. Su destino era claro: traer la paz al mundo derrotando al Señor Demonio. Desde niño entrenó con fe, esperando el día en que su amiga de la infancia, elegida como la Santa a los diez años, regresara a su lado. Ella poseía la gracia divina, capaz de sanar casi cualquier herida… excepto las suyas propias.

    Separados por el deber, él recibió la bendición dos años después. Con ella, la espada sagrada capaz de herir al mal. Años pasaron. Cuando el héroe cumplió diecinueve, se reencontró con la Santa, ahora una joven de dieciocho. Junto a ellos se unió el hijo del maestro del héroe, un guerrero valiente. Los tres partieron en su misión sagrada.

    Derrotaron a los soldados del Señor Demonio, pero sabían que el verdadero enemigo no estaba en su continente. Solo sus generales cruzaban el mar. Para enfrentarlo, debían volverse más fuertes. Un sabio les enseñó entonces el ritual del sello: si el héroe fallaba, la Santa podría sellar al demonio. Ella aprendió a invocar el sello. Él, a debilitar al enemigo. El guerrero los protegía.

    Antes de partir al continente oscuro, buscaron el apoyo de los reinos. Si el reino Ishtar los respaldaba, los demás seguirían. Pero entonces, llegó la noticia: una general del Señor Demonio se acercaba a Ishtar. Los tres corrieron a advertirles, pero sabían que no llegarían a tiempo. Decidieron interceptarla en una aldea.

    La trampa estaba lista. Los aldeanos confiaron… demasiado. Al ver que la general era una jovencita, creyeron que podrían capturarla. Salieron a pelear, arruinando el plan. La general los derrotó con facilidad. El héroe tuvo que intervenir. En un acto desesperado, pidió a la Santa que usara el sello. El guerrero logró herir a la general, pero murió en el intento.

    El héroe, cegado por la rabia, luchó para vengarlo. La Santa invocó el sello. La general quedó inmovilizada. El héroe creyó que habían ganado. Pero no sabían que ella era la hija del Señor Demonio. Una híbrida. El sello no funcionó del todo.

    Sin dudarlo, la general lanzó su espada. Atravesó el pecho de la Santa. La mató al instante.

    El héroe gritó, maldijo, atacó. Pero fue derrotado. Herido en el suelo, escuchó la verdad: la general no pensaba atacar la aldea. Su misión era formar una alianza con Ishtar. Pero por culpa del héroe, ahora arrasaría con todo.

    Tomó su cabeza. Leyó su mente. Le dijo los nombres de sus amigos, de quienes lo cuidaron en el orfanato. Le prometió que cuando los matara, les diría que fue culpa suya.

    Y entonces lo mató.

    La general cayó al suelo, apoyándose con las manos. Su soldado más fiel, la guerrera Onix, se acercó.

    —¿De verdad harás todo eso? —preguntó.

    Jennifer, la hija del Señor Demonio, sonrió con cansancio.

    —No. Solo lo dije porque me hizo enojar.


    Loki al lector
    "Oh valla... ¿No es hermosa la ironía? El héroe murió creyendo que salvaría el mundo. La santa murió creyendo que sellaría al mal. Y al final… la hija del mal es la única capaz de hacerlo."

    "Ah, lector… ¿crees que el héroe y la santa merecían un final feliz? Él, cegado por su fe, provocó la ruina. Ella, incapaz de sanar sus propias heridas, murió por un destino impuesto. ¿De verdad llamas a eso justicia? Yo digo que la ironía es más honesta que la esperanza."
    La Última Santa, el Último Héroe. - Legado del Error. Hubo una vez un joven optimista, bendecido por la Diosa. Su destino era claro: traer la paz al mundo derrotando al Señor Demonio. Desde niño entrenó con fe, esperando el día en que su amiga de la infancia, elegida como la Santa a los diez años, regresara a su lado. Ella poseía la gracia divina, capaz de sanar casi cualquier herida… excepto las suyas propias. Separados por el deber, él recibió la bendición dos años después. Con ella, la espada sagrada capaz de herir al mal. Años pasaron. Cuando el héroe cumplió diecinueve, se reencontró con la Santa, ahora una joven de dieciocho. Junto a ellos se unió el hijo del maestro del héroe, un guerrero valiente. Los tres partieron en su misión sagrada. Derrotaron a los soldados del Señor Demonio, pero sabían que el verdadero enemigo no estaba en su continente. Solo sus generales cruzaban el mar. Para enfrentarlo, debían volverse más fuertes. Un sabio les enseñó entonces el ritual del sello: si el héroe fallaba, la Santa podría sellar al demonio. Ella aprendió a invocar el sello. Él, a debilitar al enemigo. El guerrero los protegía. Antes de partir al continente oscuro, buscaron el apoyo de los reinos. Si el reino Ishtar los respaldaba, los demás seguirían. Pero entonces, llegó la noticia: una general del Señor Demonio se acercaba a Ishtar. Los tres corrieron a advertirles, pero sabían que no llegarían a tiempo. Decidieron interceptarla en una aldea. La trampa estaba lista. Los aldeanos confiaron… demasiado. Al ver que la general era una jovencita, creyeron que podrían capturarla. Salieron a pelear, arruinando el plan. La general los derrotó con facilidad. El héroe tuvo que intervenir. En un acto desesperado, pidió a la Santa que usara el sello. El guerrero logró herir a la general, pero murió en el intento. El héroe, cegado por la rabia, luchó para vengarlo. La Santa invocó el sello. La general quedó inmovilizada. El héroe creyó que habían ganado. Pero no sabían que ella era la hija del Señor Demonio. Una híbrida. El sello no funcionó del todo. Sin dudarlo, la general lanzó su espada. Atravesó el pecho de la Santa. La mató al instante. El héroe gritó, maldijo, atacó. Pero fue derrotado. Herido en el suelo, escuchó la verdad: la general no pensaba atacar la aldea. Su misión era formar una alianza con Ishtar. Pero por culpa del héroe, ahora arrasaría con todo. Tomó su cabeza. Leyó su mente. Le dijo los nombres de sus amigos, de quienes lo cuidaron en el orfanato. Le prometió que cuando los matara, les diría que fue culpa suya. Y entonces lo mató. La general cayó al suelo, apoyándose con las manos. Su soldado más fiel, la guerrera Onix, se acercó. —¿De verdad harás todo eso? —preguntó. Jennifer, la hija del Señor Demonio, sonrió con cansancio. —No. Solo lo dije porque me hizo enojar. Loki al lector "Oh valla... ¿No es hermosa la ironía? El héroe murió creyendo que salvaría el mundo. La santa murió creyendo que sellaría al mal. Y al final… la hija del mal es la única capaz de hacerlo." "Ah, lector… ¿crees que el héroe y la santa merecían un final feliz? Él, cegado por su fe, provocó la ruina. Ella, incapaz de sanar sus propias heridas, murió por un destino impuesto. ¿De verdad llamas a eso justicia? Yo digo que la ironía es más honesta que la esperanza."
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  • INVASIÓN OSCURA A JÚPITER

    Un grupo de soldados alienígenas, de un planeta desconocido, fueron enviados al planeta coloso de nuestro sistema solar. Su misión, contaminar el gigante gaseoso con una energía oscura el cual daría vida a criaturas extremadamente peligrosas, la cuáles podrían invadir a cualquier planeta del sistema solar. Sin embargo, La Diosa de la Luna, Dohanna, fué notificada a tiempo del plan maléfico por parte de los alienígenas de origen desconocido. Sin embargo, no podrá hacerlo sola, contaría con la ayuda de su compañera Serithra para detener esta invasión oscura a Júpiter.
    INVASIÓN OSCURA A JÚPITER Un grupo de soldados alienígenas, de un planeta desconocido, fueron enviados al planeta coloso de nuestro sistema solar. Su misión, contaminar el gigante gaseoso con una energía oscura el cual daría vida a criaturas extremadamente peligrosas, la cuáles podrían invadir a cualquier planeta del sistema solar. Sin embargo, La Diosa de la Luna, Dohanna, fué notificada a tiempo del plan maléfico por parte de los alienígenas de origen desconocido. Sin embargo, no podrá hacerlo sola, contaría con la ayuda de su compañera [Sun_Goddess] para detener esta invasión oscura a Júpiter.
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  • Toby siempre anda en su propio mundo, pero a pesar de ello, su grado de autismo le permite enmascararlo un poco.
    ¿Lo malo?
    Ha terminado siendo el único sobreviviente de un grupo de soldados que pecaron de confianzudos.
    Lo bueno, la creatura en el bosque parece no sentir a Toby como una amenaza ¿por qué? solo la creatura lo sabe.
    Toby siempre anda en su propio mundo, pero a pesar de ello, su grado de autismo le permite enmascararlo un poco. ¿Lo malo? Ha terminado siendo el único sobreviviente de un grupo de soldados que pecaron de confianzudos. Lo bueno, la creatura en el bosque parece no sentir a Toby como una amenaza ¿por qué? solo la creatura lo sabe.
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  • 𝙞𝙛 𝙬𝙚 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙚𝙣𝙙 𝙬𝙖𝙧, 𝙬𝙖𝙧 𝙬𝙞𝙡𝙡 𝙚𝙣𝙙 𝙪𝙨.
    Fandom The Boys
    Categoría Acción
    El sol de mediodía iluminaba la enorme bandera estadounidense pulcramente estirada y anclada en el escenario con el fin de ser el fondo en una de las últimas presentaciones del soldado favorito de América en ese lugar.

    Estados Unidos se proclamaba vencedor de la guerra, confiados en que Alemania aun estaba intentado componerse de la paliza que habían recibido. El hecho de que su mejor arma humana estuviese en Bayeux, no solo tranquilizaba a las personas de ese lugar, también dejaba una buena imagen del gobierno ante el mundo, con tal de hacerles creer que ellos eran los buenos del cuento cuando en realidad eran iguales o peores que sus enemigos.

    La prueba viviente de ello, estaba conformado por Ben a la cabeza y sus bailarinas, sin contar con el despilfarro de miles de dólares en sonido, iluminación, confeti y fuegos artificiales que bien podrían haber sido utilizados para ayudar a quienes decían proteger.

    Detrás de la imponente estructura de hierros ensamblados, montaron un par de carpas para uso exclusivo. Seis en total contando la del super, su equipo y la de las enfermeras. En esos eventos nunca faltaban los que se desmayaban, los que se golpeaban un ojo por accidente al tratar de descorchar una botella por cual utinselio no apto para esa tarea. Sin contar la cantidad de niños que se golpeaban entre ellos o se raspaban las rodillas tratando de imitar las piruetas que hacía su héroe favorito sobre el escenario a pesar que por contrato tuviera que decir la clásica frase: No intenten hacer esto en casa.

    Vought decidio ser lo más precavido posible y poner a disposición un lugar en el que tratar los accidentes tontos antes de que pudieran costarles la imagen que tanto se esforzaban por cuidar.

    Pese a ser temprano, ese sector en la plaza principal era el más caótico del pueblo. Todo mundo tenía prisa, todo el personal del evento corría de un lado a otro buscando y trayendo cosas mientras que otros se abocaban a una única tarea. El nuevo asistente de Ben entro en la carpa del super y le dejo el informe en el perchero junto a una segunda opción de vestuario para que escogiera cual usar aunque cambiar de uniforme en ese momento era algo osado cuando todos en ese lugar ya estaban acostumbrados a su uniforme clásico.

    El hombre se acerco hasta el tocador y le entrego una copia del programa del evento, lo dejo sobre la superficie de madera. El super bajo la mirada hacia el papel y sin mucho ánimo busco su horario, era quien cerraba el evento, lo cual le daba exactamente igual. Sus presentaciones no varíaban mucho entre si, lo único que importaba era lo que decía, el mensaje esperanzador que les daba.

    Su trabajo era mantener fuerte la mente de quienes habían elegido dar la vida por su país y para quienes habían esperado su regreso. Abuelas, madres, hermanas, esposas, hijas; hijos, padres, abuelos, hermanos, tíos... Todos ellos habían aportado su grano de arena en la guerra, no era un trabajo fácil convencer a las masas de que lo peor ya había pasado y Ben comenzaba a sospechar el motivo por el cual permanecía en ese lugar, no era por agradar a la prensa o al público en general, deseaba equivocarse pero algo le decía que esperaban un contrataque.

    Sin embargo, no pensaba demasiado en eso. Creía que su nombre artístico era suficiente para mantener al enemigo alejado, nadie es su sano juicio enviaría a sus soldados a darle pelea a un hombre con una fuerza descomunal, no por nada la prensa lo llamaban el Sansón moderno.

    Por otro lado, se sentía egoísta al no pensar en todas esas personas que creían y confiaban en él. Lo único en lo que pensaba era en una mujer, en Vanya, era su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir, todo giraba alredor de ella y era el único motivo porque el cual estaba feliz de permanecer en Bayeux porque si la guerra terminaba, ambos tendrían que tomar caminos diferentes y era probable que no volvieran a verse jamás.

    Quito la vista del papel cuando se dio cuenta de que lo había pasado demasiado tiempo mirándolo, aunque había dejado de lado las drogas, no quería que su asistente pensara que había desayunado un coctel de polvos blancos en la previa del show.

    ──¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te traiga algo de comer o beber? ── Pregunto el hombre mirando a soldier boy en el reflejo del espejo.

    Ben estaba harto de los asistentes. Y si, era su culpa que los cambiaran rápido aunque este le caía un poco mejor que los anteriores. Hacía lo que le pedía, hablaba poco, no hacía preguntas estúpidas, no le cuestionaba nada; solo cumplía con los caprichos del super y eso, ya era ganancia.

    ──Ahora que lo preguntas, si... Necesito algo más. ¿Larry, verdad? ── Giro el cuerpo sobre la silla y apoyo el brazo sobre el respaldo, mirándolo directo a los ojos.

    ──Soy... Harry... Pero no importa, dime que necesitas ── Avanzo un paso más, sosteniendo una libreta que le quedaba minúscula en sus manos regordetas, evitando el contacto visual.

    En el rostro del super se dibujo una pequeña sonrisa, bien disimulada. Siempre que veía a su nuevo asistente no podía evitar imaginarlo como Gus, el ratón panzon de la película Cenicienta pero no lo decía en voz alta, gracias a Vanya había dejado de ser tan cruel con los demás.

    Harry apoyo el lápiz sobre la hoja en blanco, listo para apuntar lo que saliera de los labios del héroe.

    ──Desperte con un incómodo dolor de muelas, Harry. ¿Podrías pedirle a una de las enfermeras que me revise? Quiero estar comodo para el show ── El asiente asintió varias veces, escribiendo quien sabe que.

    Ben prosiguió, procurando hacerse el desentendido para tratar de traer a Vanya a su carpa pero cuidando de no exponerla, de no exponerlos a los dos, pero su deseo por verla antes del show era mayor que cualquier otra necesidad.

    Recurrio a una táctica ya aplicada antes y que funcionaba bien, pedir a las enfermeras que eran amigas de Vanya para que ellas enviaran a la pelirroja en su lugar; una regla no impuesta, como una especie de pacto entre ellas y él para que pudiera ver a su amada.

    ──Pregunta por Mona en la enfermería, es quien me revisa a veces. Tiene conocimiento en estas cosas de supers, pero si no me crees puedes hablar con alguien de vought ── Dejo esa última propuesta en el aire y giro de nuevo hacia el espejo, acercando al centro de la mesa lo que iba a utilizar para afeitarse.

    Por supuesto que Ben no era idiota, sabía que Harry no iba a preguntarle nada a nadie. En ese lugar, pedir hablar directamente con alguien de vought por algo sin relevancia, era un sinónimo de despido inmediato y al parecer el sujeto quería mucho ese empleo.

    El asistente no dijo nada, se marcho de la carpa decidido a cumplir con la petición del super soldado. No tuvo problemas en dar con la enfermería, era la única carpa de color blanco con una cruz roja en un costado.

    Al entrar, vio a un grupo de mujeres alistando algunas camillas y acomodando en una mesa lo necesario para curar heridas.

    ──Buenas tardes, disculpen las interrupción pero... ── Levanto la voz mientras se adentraba en la carpa, leyó una vez más el nombre que tenía anotado en el papel y clavo la vista en el grupo de enfermeras, tratando de dar con la mujer que le habían enviado a buscar. ──Soldier boy necesita que Mona lo revise y si es necesario, que le de alguna medicación para que pueda actuar en unas horas. Si no es ninguna de ustedes, por favor, díganle que se acerque a la carpa principal lo más rápido posible.

    El hombre no espero respuesta, dio media vuelta y se dirigió a revisar otros sectores en el predio.

    Mientras tanto, Ben había terminado de afeitarse y se encontraba contemplando el par de uniformes en el perchero. El nuevo y el viejo, sin poder decidirse por uno de los dos. Optó por esperar a Vanya para que le ayudara a elegir, pero antes, guardo en el bolsillo del pantalón un obsequio; incapaz de contener la alegría por verla antes del show.

    Para él no era cualquier día, era un día especial, un día que marcaría un antes y un después en su relación. No tenía idea que les deparaba el futuro pero al menos el presente parecía prometedor.
    Vanya Starkova
    El sol de mediodía iluminaba la enorme bandera estadounidense pulcramente estirada y anclada en el escenario con el fin de ser el fondo en una de las últimas presentaciones del soldado favorito de América en ese lugar. Estados Unidos se proclamaba vencedor de la guerra, confiados en que Alemania aun estaba intentado componerse de la paliza que habían recibido. El hecho de que su mejor arma humana estuviese en Bayeux, no solo tranquilizaba a las personas de ese lugar, también dejaba una buena imagen del gobierno ante el mundo, con tal de hacerles creer que ellos eran los buenos del cuento cuando en realidad eran iguales o peores que sus enemigos. La prueba viviente de ello, estaba conformado por Ben a la cabeza y sus bailarinas, sin contar con el despilfarro de miles de dólares en sonido, iluminación, confeti y fuegos artificiales que bien podrían haber sido utilizados para ayudar a quienes decían proteger. Detrás de la imponente estructura de hierros ensamblados, montaron un par de carpas para uso exclusivo. Seis en total contando la del super, su equipo y la de las enfermeras. En esos eventos nunca faltaban los que se desmayaban, los que se golpeaban un ojo por accidente al tratar de descorchar una botella por cual utinselio no apto para esa tarea. Sin contar la cantidad de niños que se golpeaban entre ellos o se raspaban las rodillas tratando de imitar las piruetas que hacía su héroe favorito sobre el escenario a pesar que por contrato tuviera que decir la clásica frase: No intenten hacer esto en casa. Vought decidio ser lo más precavido posible y poner a disposición un lugar en el que tratar los accidentes tontos antes de que pudieran costarles la imagen que tanto se esforzaban por cuidar. Pese a ser temprano, ese sector en la plaza principal era el más caótico del pueblo. Todo mundo tenía prisa, todo el personal del evento corría de un lado a otro buscando y trayendo cosas mientras que otros se abocaban a una única tarea. El nuevo asistente de Ben entro en la carpa del super y le dejo el informe en el perchero junto a una segunda opción de vestuario para que escogiera cual usar aunque cambiar de uniforme en ese momento era algo osado cuando todos en ese lugar ya estaban acostumbrados a su uniforme clásico. El hombre se acerco hasta el tocador y le entrego una copia del programa del evento, lo dejo sobre la superficie de madera. El super bajo la mirada hacia el papel y sin mucho ánimo busco su horario, era quien cerraba el evento, lo cual le daba exactamente igual. Sus presentaciones no varíaban mucho entre si, lo único que importaba era lo que decía, el mensaje esperanzador que les daba. Su trabajo era mantener fuerte la mente de quienes habían elegido dar la vida por su país y para quienes habían esperado su regreso. Abuelas, madres, hermanas, esposas, hijas; hijos, padres, abuelos, hermanos, tíos... Todos ellos habían aportado su grano de arena en la guerra, no era un trabajo fácil convencer a las masas de que lo peor ya había pasado y Ben comenzaba a sospechar el motivo por el cual permanecía en ese lugar, no era por agradar a la prensa o al público en general, deseaba equivocarse pero algo le decía que esperaban un contrataque. Sin embargo, no pensaba demasiado en eso. Creía que su nombre artístico era suficiente para mantener al enemigo alejado, nadie es su sano juicio enviaría a sus soldados a darle pelea a un hombre con una fuerza descomunal, no por nada la prensa lo llamaban el Sansón moderno. Por otro lado, se sentía egoísta al no pensar en todas esas personas que creían y confiaban en él. Lo único en lo que pensaba era en una mujer, en Vanya, era su primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir, todo giraba alredor de ella y era el único motivo porque el cual estaba feliz de permanecer en Bayeux porque si la guerra terminaba, ambos tendrían que tomar caminos diferentes y era probable que no volvieran a verse jamás. Quito la vista del papel cuando se dio cuenta de que lo había pasado demasiado tiempo mirándolo, aunque había dejado de lado las drogas, no quería que su asistente pensara que había desayunado un coctel de polvos blancos en la previa del show. ──¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te traiga algo de comer o beber? ── Pregunto el hombre mirando a soldier boy en el reflejo del espejo. Ben estaba harto de los asistentes. Y si, era su culpa que los cambiaran rápido aunque este le caía un poco mejor que los anteriores. Hacía lo que le pedía, hablaba poco, no hacía preguntas estúpidas, no le cuestionaba nada; solo cumplía con los caprichos del super y eso, ya era ganancia. ──Ahora que lo preguntas, si... Necesito algo más. ¿Larry, verdad? ── Giro el cuerpo sobre la silla y apoyo el brazo sobre el respaldo, mirándolo directo a los ojos. ──Soy... Harry... Pero no importa, dime que necesitas ── Avanzo un paso más, sosteniendo una libreta que le quedaba minúscula en sus manos regordetas, evitando el contacto visual. En el rostro del super se dibujo una pequeña sonrisa, bien disimulada. Siempre que veía a su nuevo asistente no podía evitar imaginarlo como Gus, el ratón panzon de la película Cenicienta pero no lo decía en voz alta, gracias a Vanya había dejado de ser tan cruel con los demás. Harry apoyo el lápiz sobre la hoja en blanco, listo para apuntar lo que saliera de los labios del héroe. ──Desperte con un incómodo dolor de muelas, Harry. ¿Podrías pedirle a una de las enfermeras que me revise? Quiero estar comodo para el show ── El asiente asintió varias veces, escribiendo quien sabe que. Ben prosiguió, procurando hacerse el desentendido para tratar de traer a Vanya a su carpa pero cuidando de no exponerla, de no exponerlos a los dos, pero su deseo por verla antes del show era mayor que cualquier otra necesidad. Recurrio a una táctica ya aplicada antes y que funcionaba bien, pedir a las enfermeras que eran amigas de Vanya para que ellas enviaran a la pelirroja en su lugar; una regla no impuesta, como una especie de pacto entre ellas y él para que pudiera ver a su amada. ──Pregunta por Mona en la enfermería, es quien me revisa a veces. Tiene conocimiento en estas cosas de supers, pero si no me crees puedes hablar con alguien de vought ── Dejo esa última propuesta en el aire y giro de nuevo hacia el espejo, acercando al centro de la mesa lo que iba a utilizar para afeitarse. Por supuesto que Ben no era idiota, sabía que Harry no iba a preguntarle nada a nadie. En ese lugar, pedir hablar directamente con alguien de vought por algo sin relevancia, era un sinónimo de despido inmediato y al parecer el sujeto quería mucho ese empleo. El asistente no dijo nada, se marcho de la carpa decidido a cumplir con la petición del super soldado. No tuvo problemas en dar con la enfermería, era la única carpa de color blanco con una cruz roja en un costado. Al entrar, vio a un grupo de mujeres alistando algunas camillas y acomodando en una mesa lo necesario para curar heridas. ──Buenas tardes, disculpen las interrupción pero... ── Levanto la voz mientras se adentraba en la carpa, leyó una vez más el nombre que tenía anotado en el papel y clavo la vista en el grupo de enfermeras, tratando de dar con la mujer que le habían enviado a buscar. ──Soldier boy necesita que Mona lo revise y si es necesario, que le de alguna medicación para que pueda actuar en unas horas. Si no es ninguna de ustedes, por favor, díganle que se acerque a la carpa principal lo más rápido posible. El hombre no espero respuesta, dio media vuelta y se dirigió a revisar otros sectores en el predio. Mientras tanto, Ben había terminado de afeitarse y se encontraba contemplando el par de uniformes en el perchero. El nuevo y el viejo, sin poder decidirse por uno de los dos. Optó por esperar a Vanya para que le ayudara a elegir, pero antes, guardo en el bolsillo del pantalón un obsequio; incapaz de contener la alegría por verla antes del show. Para él no era cualquier día, era un día especial, un día que marcaría un antes y un después en su relación. No tenía idea que les deparaba el futuro pero al menos el presente parecía prometedor. [THE.REDSUPER]
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