• [] - Austria, 22:45.

    -La mujer de cabellos plateados fue a visitar a un yerbatero , había estado con un dolor de cabeza insoportable. Voces que no se callaban, y noches con gritos desgarradores retumbaban sus oídos. Su sensibilidad a la luz se hizo abrumadora, y cubrió sus ojos para evitar ver más de lo que debía.
    Estaba a unas cuadras de su casa cuando se detuvo al sentir la presencia de seres siguiéndola. ¿5 o tal vez 6? , no tenía ganas de lidiar con ellos.
    Suspiro, aunque podía sentir el deseo de sangre de esos seres.
    La luz del faro comenzó a parpadear, su autocontrol estaba al límite. Solo estaba intentando no perder la conciencia por el dolor.
    Tres sujetos que aparecieron desde las sombras detrás de la mujer correspondiente a la Comandancia del Dragón, ejército especializado chino.
    Dos delante de ella , y uno a cada lado, la mujer solo se quedó quieta tratando de controlar su energía que estaba a punto de explotar.-

    Agente 1: Esto no es nada personal, si quieres culpar a alguien, culpa a…Santiago.

    -Los seis agentes saltaron hacia la mujer al mismo tiempo con diferentes armas, desde espadas cortas, lanzas, sables, Etc.
    Una sombra que venía debajo de los pies de la mujer se extendió como un tarro de pintura, y se escuchó un chasquido.
    Un silencio invadió el lugar, cuando los agentes cayeron la mujer no estaba y el lugar había cambiado. Un lugar de tonos grises y lleno de cadáveres, con una neblina ligera. Todos se pusieron alerta, hasta que vieron la figura de un ser flotando con seis alas y una túnica larga, cabello plateado que destacaba en medio de la neblina. Las manos de esa figura se transformaron en ramas filosas que perforaron a cuatro de los agentes en un abrir y cerrar de ojos, los otros dos comenzamos a disparar pero las balas caían como hojas de árboles marchitos.
    Las ramas cambiaron a unas manos y alzaron el vendaje de sus ojos, los dos agentes que aún quedaban estaban paralizados, sus almas fueron absorbidas con solo una mirada.
    Los cuerpos cayeron, y la mujer bajo su vendaje nuevamente dando la vuelta para irse, chasqueo sus dedos y volvió al lugar donde había estado.
    Se sacudió el traje y continuó su camino a casa, nada pasó ahí por qué nadie encontraría jamás los cuerpos esos agentes.-

    No es nada personal…
    -murmuró la mujer mientras miro un momento sobre su hombro -


    [🇦🇹] - Austria, 22:45. -La mujer de cabellos plateados fue a visitar a un yerbatero , había estado con un dolor de cabeza insoportable. Voces que no se callaban, y noches con gritos desgarradores retumbaban sus oídos. Su sensibilidad a la luz se hizo abrumadora, y cubrió sus ojos para evitar ver más de lo que debía. Estaba a unas cuadras de su casa cuando se detuvo al sentir la presencia de seres siguiéndola. ¿5 o tal vez 6? , no tenía ganas de lidiar con ellos. Suspiro, aunque podía sentir el deseo de sangre de esos seres. La luz del faro comenzó a parpadear, su autocontrol estaba al límite. Solo estaba intentando no perder la conciencia por el dolor. Tres sujetos que aparecieron desde las sombras detrás de la mujer correspondiente a la Comandancia del Dragón, ejército especializado chino. Dos delante de ella , y uno a cada lado, la mujer solo se quedó quieta tratando de controlar su energía que estaba a punto de explotar.- Agente 1: Esto no es nada personal, si quieres culpar a alguien, culpa a…Santiago. -Los seis agentes saltaron hacia la mujer al mismo tiempo con diferentes armas, desde espadas cortas, lanzas, sables, Etc. Una sombra que venía debajo de los pies de la mujer se extendió como un tarro de pintura, y se escuchó un chasquido. Un silencio invadió el lugar, cuando los agentes cayeron la mujer no estaba y el lugar había cambiado. Un lugar de tonos grises y lleno de cadáveres, con una neblina ligera. Todos se pusieron alerta, hasta que vieron la figura de un ser flotando con seis alas y una túnica larga, cabello plateado que destacaba en medio de la neblina. Las manos de esa figura se transformaron en ramas filosas que perforaron a cuatro de los agentes en un abrir y cerrar de ojos, los otros dos comenzamos a disparar pero las balas caían como hojas de árboles marchitos. Las ramas cambiaron a unas manos y alzaron el vendaje de sus ojos, los dos agentes que aún quedaban estaban paralizados, sus almas fueron absorbidas con solo una mirada. Los cuerpos cayeron, y la mujer bajo su vendaje nuevamente dando la vuelta para irse, chasqueo sus dedos y volvió al lugar donde había estado. Se sacudió el traje y continuó su camino a casa, nada pasó ahí por qué nadie encontraría jamás los cuerpos esos agentes.- No es nada personal… -murmuró la mujer mientras miro un momento sobre su hombro -
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  • ──── 𝑇𝑢 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑚𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟒]

    [] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟹:𝟷𝟽 𝐴.𝑀

    El aire húmedo del Tíber subía por las callejuelas empedradas del Trastevere y se colaba entre los postigos rotos de un taller abandonado de restauración de muebles antiguos.

    Santiago estaba sentado en una silla de madera carcomida, con las piernas cruzadas y un cigarrillo encendido colgando de los labios. El humo se mezclaba con el olor a barniz viejo y sangre fresca.

    A sus pies, el sicario que hacía apenas diez minutos había intentado clavarle un estilete envenenado en la nuca yacía boca abajo, muñecas y tobillos atados con alambre de espino. Un golpe seco en la sien lo había dejado inconsciente, pero no por mucho tiempo.

    El demonio se agachó con calma felina, apagó la colilla contra la suela de su zapato y agarró al hombre por el cabello, levantándole la cabeza hasta que los ojos del sicario, ahora abiertos y llenos de terror, se encontraron con los suyos: dos brasas rojas que brillaban en la penumbra.

    Santiago sonrió, una sonrisa lenta y casi tierna, y deslizó el dorso de sus dedos por la mejilla magullada del joven, dejando un rastro de sangre tibia.

    ──── 𝘚𝘩𝘩𝘩… 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘲𝘶𝘪𝘭𝘰, 𝘯𝘪ñ𝘰 𝘣𝘰𝘯𝘪𝘵𝘰. ────

    Susurró con ese acento tan característico que parecía arrastrar siglos de noches sin luna.

    ──── 𝘛ú 𝘲𝘶𝘦𝘳í𝘢𝘴 𝘮𝘪 𝘤𝘢𝘣𝘦𝘻𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘣𝘳𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘤𝘰𝘮𝘱𝘦𝘯𝘴𝘢, ¿𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥? 𝘓á𝘴𝘵𝘪𝘮𝘢, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘥𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘢 𝘮í 𝘵𝘶 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢. ────

    Sus uñas, negras y afiladas, rozaron apenas la piel del cuello del hombre, abriendo finas líneas rojas que brotaron como lágrimas carmesíes.

    Apretó un poco más, lo justo para que el sicario soltara un gemido ahogado.

    ──── 𝘋𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘴𝘰 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í. 𝘏𝘢𝘳á𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘰 𝘥𝘪𝘨𝘢, 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á𝘴 𝘢 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘺𝘰 𝘵𝘦 𝘰𝘳𝘥𝘦𝘯𝘦, 𝘺 𝘴𝘪 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘴𝘦 𝘵𝘦 𝘰𝘤𝘶𝘳𝘳𝘦 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘦𝘳 𝘢 𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘶𝘯 𝘢𝘳𝘮𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘮í. ────

    Santiago inclinó la cabeza, acercando sus labios al oído del hombre, su voz bajando hasta convertirse en un ronroneo infernal.

    ──── 𝘛𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘢𝘯𝘤𝘢𝘳é 𝘦𝘭 𝘢𝘭𝘮𝘢 𝘱𝘦𝘥𝘢𝘻𝘰 𝘢 𝘱𝘦𝘥𝘢𝘻𝘰 𝘺 𝘭𝘢 𝘶𝘴𝘢𝘳é 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘱𝘶𝘭𝘪𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘣𝘰𝘵𝘢𝘴. ────

    Se incorporó, soltando el cabello. El cuerpo del sicario cayó de nuevo al suelo con un golpe sordo. Santiago se limpió los dedos en la solapa de su abrigo negro, sin dejar de mirarlo con esa sonrisa que prometía infiernos nuevos cada día.

    ──── 𝘓𝘦𝘷á𝘯𝘵𝘢𝘵𝘦. 𝘛𝘦𝘯𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦 𝘺 𝘵ú 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘦𝘮𝘱𝘦𝘻𝘢𝘳 𝘱𝘢𝘨𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘵𝘶 𝘥𝘦𝘶𝘥𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. ────
    ──── 𝑇𝑢 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑚𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟒] [🇮🇹] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟹:𝟷𝟽 𝐴.𝑀 El aire húmedo del Tíber subía por las callejuelas empedradas del Trastevere y se colaba entre los postigos rotos de un taller abandonado de restauración de muebles antiguos. Santiago estaba sentado en una silla de madera carcomida, con las piernas cruzadas y un cigarrillo encendido colgando de los labios. El humo se mezclaba con el olor a barniz viejo y sangre fresca. A sus pies, el sicario que hacía apenas diez minutos había intentado clavarle un estilete envenenado en la nuca yacía boca abajo, muñecas y tobillos atados con alambre de espino. Un golpe seco en la sien lo había dejado inconsciente, pero no por mucho tiempo. El demonio se agachó con calma felina, apagó la colilla contra la suela de su zapato y agarró al hombre por el cabello, levantándole la cabeza hasta que los ojos del sicario, ahora abiertos y llenos de terror, se encontraron con los suyos: dos brasas rojas que brillaban en la penumbra. Santiago sonrió, una sonrisa lenta y casi tierna, y deslizó el dorso de sus dedos por la mejilla magullada del joven, dejando un rastro de sangre tibia. ──── 𝘚𝘩𝘩𝘩… 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘲𝘶𝘪𝘭𝘰, 𝘯𝘪ñ𝘰 𝘣𝘰𝘯𝘪𝘵𝘰. ──── Susurró con ese acento tan característico que parecía arrastrar siglos de noches sin luna. ──── 𝘛ú 𝘲𝘶𝘦𝘳í𝘢𝘴 𝘮𝘪 𝘤𝘢𝘣𝘦𝘻𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘣𝘳𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘤𝘰𝘮𝘱𝘦𝘯𝘴𝘢, ¿𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥? 𝘓á𝘴𝘵𝘪𝘮𝘢, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘥𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘢 𝘮í 𝘵𝘶 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢. ──── Sus uñas, negras y afiladas, rozaron apenas la piel del cuello del hombre, abriendo finas líneas rojas que brotaron como lágrimas carmesíes. Apretó un poco más, lo justo para que el sicario soltara un gemido ahogado. ──── 𝘋𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘴𝘰 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í. 𝘏𝘢𝘳á𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘰 𝘥𝘪𝘨𝘢, 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á𝘴 𝘢 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘺𝘰 𝘵𝘦 𝘰𝘳𝘥𝘦𝘯𝘦, 𝘺 𝘴𝘪 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘴𝘦 𝘵𝘦 𝘰𝘤𝘶𝘳𝘳𝘦 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘦𝘳 𝘢 𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘶𝘯 𝘢𝘳𝘮𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘮í. ──── Santiago inclinó la cabeza, acercando sus labios al oído del hombre, su voz bajando hasta convertirse en un ronroneo infernal. ──── 𝘛𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘢𝘯𝘤𝘢𝘳é 𝘦𝘭 𝘢𝘭𝘮𝘢 𝘱𝘦𝘥𝘢𝘻𝘰 𝘢 𝘱𝘦𝘥𝘢𝘻𝘰 𝘺 𝘭𝘢 𝘶𝘴𝘢𝘳é 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘱𝘶𝘭𝘪𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘣𝘰𝘵𝘢𝘴. ──── Se incorporó, soltando el cabello. El cuerpo del sicario cayó de nuevo al suelo con un golpe sordo. Santiago se limpió los dedos en la solapa de su abrigo negro, sin dejar de mirarlo con esa sonrisa que prometía infiernos nuevos cada día. ──── 𝘓𝘦𝘷á𝘯𝘵𝘢𝘵𝘦. 𝘛𝘦𝘯𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦 𝘺 𝘵ú 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘦𝘮𝘱𝘦𝘻𝘢𝘳 𝘱𝘢𝘨𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘵𝘶 𝘥𝘦𝘶𝘥𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. ────
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  • []- Pekín, 09:30, Sala de comando.

    Wong Yi (primer ministro): presidente el ministro Niccolo de Italia está muerto.
    -El ministro de China extendió una fotografía antigua donde aparecía un hombre de cabello negro y una mujer de cabellos plateado-

    Sospechamos que él está involucrado, los planes del cargamento de mercancía, tendremos que retrasarlos.

    Dong Jin (ministro de defensa): ¿cómo podemos localizar a ese mal nacido?, si me dicen dónde estuvo últimamente sera fácil rastrearlo.. y además ¿quién es esa mujer?

    Wong Yi: la última vez que fue visto fue en Roma. Por su parte, la mujer no se sabe realmente mucho de ella, no hay mucho registro, está clasificado.
    -un agende de inteligencia saco una hoja de color amarilla antigua y la dejo en la mesa-
    Su último registro fue en Austria, originaria de Inglaterra, y está ingresada como doctora cirujana en el hospital metropolitano de Austria, es todo lo que se sabe, lo demás está confidencial incluso para el servicio secreto.

    Xi Janping (presidente): Wong Yi encárgate de hacerle una visita a esa mujer veamos que relación tiene con este desgraciado, nos puede ser de ayuda para buscar a ese bastardo. Mientras tanto, Dong Jin, envía a tu equipo especial a Roma y averigüen cual será el siguiente movimiento. Mientras tanto vean como continúa el recorrido del cargamento este debe entregarse si o si a Alemania.

    ....

    []-Austria

    Salem se me perdió una fotografía.

    Salem: ¿cuál la que sales en traje de baño?, la vendí en Ebay..

    Noo, la que iba a ser mi fotografía de pasaporte y Santiago se unió..

    Salem:¿ la que estaba en tu billetera?, debería estar ahí...

    Aqui está menos mal...



    [🇨🇳]- Pekín, 09:30, Sala de comando. Wong Yi (primer ministro): presidente el ministro Niccolo de Italia está muerto. -El ministro de China extendió una fotografía antigua donde aparecía un hombre de cabello negro y una mujer de cabellos plateado- Sospechamos que él está involucrado, los planes del cargamento de mercancía, tendremos que retrasarlos. Dong Jin (ministro de defensa): ¿cómo podemos localizar a ese mal nacido?, si me dicen dónde estuvo últimamente sera fácil rastrearlo.. y además ¿quién es esa mujer? Wong Yi: la última vez que fue visto fue en Roma. Por su parte, la mujer no se sabe realmente mucho de ella, no hay mucho registro, está clasificado. -un agende de inteligencia saco una hoja de color amarilla antigua y la dejo en la mesa- Su último registro fue en Austria, originaria de Inglaterra, y está ingresada como doctora cirujana en el hospital metropolitano de Austria, es todo lo que se sabe, lo demás está confidencial incluso para el servicio secreto. Xi Janping (presidente): Wong Yi encárgate de hacerle una visita a esa mujer veamos que relación tiene con este desgraciado, nos puede ser de ayuda para buscar a ese bastardo. Mientras tanto, Dong Jin, envía a tu equipo especial a Roma y averigüen cual será el siguiente movimiento. Mientras tanto vean como continúa el recorrido del cargamento este debe entregarse si o si a Alemania. .... [🇦🇹]-Austria Salem se me perdió una fotografía. Salem: ¿cuál la que sales en traje de baño?, la vendí en Ebay.. Noo, la que iba a ser mi fotografía de pasaporte y Santiago se unió.. Salem:¿ la que estaba en tu billetera?, debería estar ahí... Aqui está menos mal...
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  • ──── 𝘝𝘢𝘤𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯𝘴! ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟑] – #SeductiveSunday

    [] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟼:𝟶𝟶 𝐴.𝑀

    Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma.

    Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo.

    Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo.

    El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio.

    Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania.

    ──── 𝘘𝘶𝘦 𝘥í𝘢. . . ────

    Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado.

    Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta.

    ──── 𝘔𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘪𝘵𝘢𝘭𝘪𝘢𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘢 ú𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘯𝘦. 𝘏𝘢𝘯 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘦 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘺𝘢. ────

    El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.
    ──── 𝘝𝘢𝘤𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯𝘴! ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟑] – #SeductiveSunday [🇮🇹] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟼:𝟶𝟶 𝐴.𝑀 Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma. Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo. Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo. El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio. Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania. ──── 𝘘𝘶𝘦 𝘥í𝘢. . . ──── Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado. Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta. ──── 𝘔𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘪𝘵𝘢𝘭𝘪𝘢𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘢 ú𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘯𝘦. 𝘏𝘢𝘯 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘦 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘺𝘢. ──── El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.
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  • ──── 𝘐𝘭 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘴𝘦𝘯𝘻𝘢 𝘷𝘦𝘥𝘦𝘳𝘵𝘪, 𝘤𝘢𝘳𝘰 𝘢𝘮𝘪𝘤𝘰. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟐]

    [] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟾:𝟶𝟶 𝑃.𝑀.

    El vuelo privado despegaba de Le Bourget bajo una lluvia fina que parecía querer lavar París de la sangre que Santiago había dejado apenas la noche anterior.

    En la cabina del Gulfstream, el argentino se recostaba en el sillón de cuero blanco, las piernas cruzadas, una copa de Malbec mendocino en la mano derecha y el pasaporte diplomático italiano (Falsificado con la perfección que solo él sabía conseguir) sobre la mesa de caoba.

    El ministro francés ya no era problema, fue noticia mundial y él se percató de esto observando a un par de personas hablando del asesinato del ministro al ver sus teléfonos móviles; sin percatarse que tenían al asesino a unos dos asientos de distancia.

    Nadie vio nada. Nadie
    vería nada jamás.

    Santiago sonrió mirando por la ventanilla cómo las luces de París se hacían pequeñas. En menos de dos horas estaría en Ciampino, y de ahí directo al Palazzo Chigi. Porque el actual presidente del Consiglio no olvidara nunca quién lo había puesto allí.

    Recordaba perfectamente la noche en la villa de Frascati: el candidato rival saliendo al jardín a fumarse un toscano, creyéndose a salvo.

    Dos balas silenciadas en la nuca, luego el cuerpo arrastrado hasta la piscina y hundido con pesas de gimnasio. A la mañana siguiente los periódicos hablaban de “trágico suicidio”.

    Dos meses después, su cliente juraba como presidente.

    Y cada vez que Santiago aparecía, siempre sin avisar, siempre entrando por puertas que nadie sabía que existían, donde el hombre más poderoso de Italia se ponía pálido y empezaba a sudar.

    ──── 𝘎𝘳𝘢𝘻𝘪𝘦 𝘢 𝘮í 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳á𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘪𝘳𝘦, 𝘕𝘪𝘤𝘤𝘰𝘭ó. ────

    Le diría esta noche, usando el nombre de pila solo para recordarle que podía acabar con ella cuando quisiera.

    ──── 𝘎𝘳𝘢𝘻𝘪𝘦 𝘢 𝘮í 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘔𝘦𝘳𝘤𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘣𝘭𝘪𝘯𝘥𝘢𝘥𝘰, 𝘭𝘰𝘴 𝘨𝘶𝘢𝘳𝘥𝘢𝘦𝘴𝘱𝘢𝘭𝘥𝘢𝘴, 𝘭𝘰𝘴 𝘢𝘷𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘥𝘰… 𝘠 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘨𝘳𝘢𝘻𝘪𝘦 𝘢 𝘮í 𝘴𝘪𝘨𝘶𝘦𝘴 𝘷𝘪𝘷𝘰. ────

    Apuró el vino, dejó la copa vacía y se ajustó el traje negro hecho en Buenos Aires, corte perfecto, tela que no arruga ni con sangre.
    Roma lo esperaba.

    Y el presidente sabía que, cuando Santiago llegaba, alguien más tenía que irse.

    ──── 𝘝𝘪𝘯𝘦 𝘢 𝘷𝘪𝘴𝘪𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘳 𝘤ó𝘮𝘰 𝘷𝘢𝘯 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘳 𝘢𝘲𝘶í. 𝘕𝘰 𝘩𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝘕𝘪𝘤𝘤𝘰𝘭ò. ¿𝘠𝘢 𝘵𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘵𝘪𝘤𝘪𝘢𝘴? ────

    El presidente italiano se puso pálido, sabía perfectamente quién era él y que habia perpetrado el crimen de una forma perfecta.

    ──── 𝘔á𝘴 𝘷𝘢𝘭𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘱𝘪𝘦𝘯𝘴𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘪𝘥𝘪𝘰𝘵𝘦𝘻 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘢𝘤𝘢𝘣𝘢𝘳 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴. 𝘗𝘦𝘳𝘰, 𝘴é 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘳á𝘴. . . ¿𝘖 𝘴í? ────

    Extendió su mano con sl fin de estrechar la de Niccoló. Solo quería asegurarse y ver cuán leal le era aquel hombre donde sus ojos carmesí lo estudiaban detenidamente.

    ──── 𝘐𝘭 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘴𝘦𝘯𝘻𝘢 𝘷𝘦𝘥𝘦𝘳𝘵𝘪, 𝘤𝘢𝘳𝘰 𝘢𝘮𝘪𝘤𝘰. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟐] [🇮🇹] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟾:𝟶𝟶 𝑃.𝑀. El vuelo privado despegaba de Le Bourget bajo una lluvia fina que parecía querer lavar París de la sangre que Santiago había dejado apenas la noche anterior. En la cabina del Gulfstream, el argentino se recostaba en el sillón de cuero blanco, las piernas cruzadas, una copa de Malbec mendocino en la mano derecha y el pasaporte diplomático italiano (Falsificado con la perfección que solo él sabía conseguir) sobre la mesa de caoba. El ministro francés ya no era problema, fue noticia mundial y él se percató de esto observando a un par de personas hablando del asesinato del ministro al ver sus teléfonos móviles; sin percatarse que tenían al asesino a unos dos asientos de distancia. Nadie vio nada. Nadie vería nada jamás. Santiago sonrió mirando por la ventanilla cómo las luces de París se hacían pequeñas. En menos de dos horas estaría en Ciampino, y de ahí directo al Palazzo Chigi. Porque el actual presidente del Consiglio no olvidara nunca quién lo había puesto allí. Recordaba perfectamente la noche en la villa de Frascati: el candidato rival saliendo al jardín a fumarse un toscano, creyéndose a salvo. Dos balas silenciadas en la nuca, luego el cuerpo arrastrado hasta la piscina y hundido con pesas de gimnasio. A la mañana siguiente los periódicos hablaban de “trágico suicidio”. Dos meses después, su cliente juraba como presidente. Y cada vez que Santiago aparecía, siempre sin avisar, siempre entrando por puertas que nadie sabía que existían, donde el hombre más poderoso de Italia se ponía pálido y empezaba a sudar. ──── 𝘎𝘳𝘢𝘻𝘪𝘦 𝘢 𝘮í 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳á𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘪𝘳𝘦, 𝘕𝘪𝘤𝘤𝘰𝘭ó. ──── Le diría esta noche, usando el nombre de pila solo para recordarle que podía acabar con ella cuando quisiera. ──── 𝘎𝘳𝘢𝘻𝘪𝘦 𝘢 𝘮í 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘔𝘦𝘳𝘤𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘣𝘭𝘪𝘯𝘥𝘢𝘥𝘰, 𝘭𝘰𝘴 𝘨𝘶𝘢𝘳𝘥𝘢𝘦𝘴𝘱𝘢𝘭𝘥𝘢𝘴, 𝘭𝘰𝘴 𝘢𝘷𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘥𝘰… 𝘠 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘨𝘳𝘢𝘻𝘪𝘦 𝘢 𝘮í 𝘴𝘪𝘨𝘶𝘦𝘴 𝘷𝘪𝘷𝘰. ──── Apuró el vino, dejó la copa vacía y se ajustó el traje negro hecho en Buenos Aires, corte perfecto, tela que no arruga ni con sangre. Roma lo esperaba. Y el presidente sabía que, cuando Santiago llegaba, alguien más tenía que irse. ──── 𝘝𝘪𝘯𝘦 𝘢 𝘷𝘪𝘴𝘪𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘳 𝘤ó𝘮𝘰 𝘷𝘢𝘯 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘳 𝘢𝘲𝘶í. 𝘕𝘰 𝘩𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝘕𝘪𝘤𝘤𝘰𝘭ò. ¿𝘠𝘢 𝘵𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘵𝘪𝘤𝘪𝘢𝘴? ──── El presidente italiano se puso pálido, sabía perfectamente quién era él y que habia perpetrado el crimen de una forma perfecta. ──── 𝘔á𝘴 𝘷𝘢𝘭𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘱𝘪𝘦𝘯𝘴𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘪𝘥𝘪𝘰𝘵𝘦𝘻 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘢𝘤𝘢𝘣𝘢𝘳 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴. 𝘗𝘦𝘳𝘰, 𝘴é 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘳á𝘴. . . ¿𝘖 𝘴í? ──── Extendió su mano con sl fin de estrechar la de Niccoló. Solo quería asegurarse y ver cuán leal le era aquel hombre donde sus ojos carmesí lo estudiaban detenidamente.
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  • ──── 𝘛𝘩𝘦 𝘥𝘦𝘣𝘵 𝘩𝘢𝘴 𝘣𝘦𝘦𝘯 𝘱𝘢𝘪𝘥. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | ℭ𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 [𝟷𝟷]

    [] 𝑃𝑎𝑟í𝑠, 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 — 𝟷𝟶:𝟹𝟶 𝑃.𝑀

    La noche parisina caía como un velo de terciopelo negro sobre el Sena, cuando el vuelo desde Buenos Aires aterrizó en Charles de Gaulle. Santiago descendió del avión con la elegancia de un fantasma, su abrigo negro ondeando ligeramente con la brisa otoñal. Sus ojos rojos ocultos tras lentes ahumados, piel pálida que no reflejaba la luz, y un aura que hacía que los mortales se apartaran instintivamente.

    Argentino de nacimiento, pero con siglos de vagabundeo por el infierno y la tierra, hablaba francés como si hubiera nacido en las calles de Montmartre.

    Tomó un taxi hacia el distrito 16, donde las mansiones de los poderosos se erguían como fortalezas de mármol y oro. Su objetivo: Pierre Duval, el Ministro de Defensa de Francia, un hombre que había cruzado caminos con Santiago décadas atrás, cuándo se deshacía de los opositores u aquellos que atentaban contra él. Pero los contratos cambian, y esta vez, el pago venía por una deuda pendiente del mismísimo Pierre.

    La mansión de Duval era un palacio neoclásico, rodeado de jardines manicureados y vigilado por guardias armados con fusiles de asalto. Santiago se acercó a la verja principal, su silueta recortada contra las luces de la ciudad. Uno de los guardias, un tipo fornido con auricular, lo detuvo.

    Guardia: ──── Identifiez-vous. ────

    Gruñó el guardia, mano en la pistolera.
    Santiago sonrió, revelando colmillos apenas perceptibles.

    ──── Dites à Monsieur Duval que c'est un vieil ami d'Argentine. Santiago. Il me connaît depuis longtemps.────

    El guardia dudó, pero el nombre surtió efecto. Llamó por radio, y tras un minuto de silencio tenso, la verja se abrió.

    Dos guardias más lo escoltaron por el camino de gravilla, sus botas crujiendo como huesos rotos. Santiago caminaba con calma, inhalando el aroma a rosas y poder corrupto.
    En el vestíbulo de mármol, iluminado por candelabros de cristal, Pierre Duval lo esperaba. El ministro era un hombre de sesenta años, elegante en su traje a medida, con una copa de coñac en la mano. Su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y nostalgia.

    Pierre : ──── Santiago! Mon Dieu, ça fait combien... vingt ans? Depuis Brazzaville. Entre, entre. Qu'est-ce qui t'amène à Paris? Un contrat?────


    Santiago entró, quitándose los guantes lentamente.

    ──── Exactement, Pierre. Un contrat. Mais cette fois, c'est toi la cible. ────

    Los ojos de Duval se abrieron de par en par. Intentó retroceder, pero los guardias ya estaban alertas.

    Los dos guardias en la puerta levantaron sus armas, pero Santiago fue más rápido. Con un movimiento fluido, extendió la mano y envolviendo su cuello hasta romperlo. El hombre gritó mientras su cuerpo se retorcía, huesos crujiendo como ramas secas, hasta colapsar en un montón de carne inerte.

    El segundo disparó, balas silbando en el aire, pero rebotaron en la piel de Santiago como gotas de lluvia en acero.

    ──── Tu n'as pas changé du tout, Pierre. Tu continues d'échouer malgré toute la sécurité dont tu disposes.────

    El guardia restante cargó con un cuchillo, pero Santiago lo agarró por el cuello, levantándolo del suelo. Con un chasquido, el cuello se quebró.

    El cuerpo cayó pesadamente sobre la alfombra persa.
    Duval retrocedió hacia su escritorio, presionando un botón de pánico oculto.

    Pierre : ──── Pourquoi? Qui t'a payé? On était amis! ────

    Santiago se rio, un sonido gutural que resonó como eco en el infierno.

    ──── Amis ? Nous n'avons jamais été amis. Tu as rompu le pacte, et maintenant tu dois payer. Le démon qui est en moi n'oublie pas. Et ce soir, le prix à payer sera ton sang. ────

    Más guardias irrumpieron desde las escaleras: cuatro en total, armados hasta los dientes. Disparos retumbaron en la mansión, astillando muebles antiguos y perforando paredes. Santiago se movió como humo, esquivando balas. Saco rápidamente su 9mm, solo fueron dos disparos certeros; una a la cabeza de los dos guardias que cubrían la delantera.

    Los últimos dos intentaron flanquearlo. Uno disparó una ráfaga que rozó el hombro de Santiago, rasgando el abrigo pero no la piel.

    ──── Pathétique. ────

    Siseó él, lanzando una daga oculta en su saco que se clavó en la garganta del tirador. El último guardia, aterrorizado, vació su cargador.

    Santiago, apunto nuevamente y disparó otro certero tiro en la cabeza del guardia restante. Duval, acorralado detrás del escritorio, sacó una pistola de un cajón.

    Pierre : ──── Attends! Je peux payer le double! Triple! ────

    Santiago se acercó, ignorando el arma.

    Tomó la pistola de la mano temblorosa de Duval y la aplastó como papel. Luego, con delicadeza casi amorosa, colocó una mano en la frente del ministro y luego la bajó rápidamente para tomarlo del cuello apretando fuertemente.

    ──── Adieu, Pierre. L'enfer t'attend. . . ────

    Hizo una pequeña pausa.

    ────𝘌𝘴𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰, 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘳𝘥𝘰. ────

    Un pulso fuerte recorrió el cuerpo del ministro. Su piel se agrietó ante aquél tacto, sangre negra brotando como lava. Gritó una última vez hasta que se escucho rápidamente el filo de la garra atravesando su cuello y un rápido movimiento, firme y perfecto realizando un corte limpió donde la cabeza salió rodando por los suelos dejando un camino de sangre en el transcurso.

    Santiago se limpió las manos en el abrigo, admirando el caos: cuerpos destrozados, sangre salpicando tapices renacentistas. Sacó un cigarrillo, lo encendió con una llama de su dedo, y exhaló humo hacia el techo.

    ──── Paris est toujours aussi belle la nuit. J'ai récupéré ce que vous me deviez. ────

    Murmuró, antes de desvanecerse en las sombras, dejando la mansión como un mausoleo de los caídos. El demonio había cobrado su deuda.
    ──── 𝘛𝘩𝘦 𝘥𝘦𝘣𝘵 𝘩𝘢𝘴 𝘣𝘦𝘦𝘯 𝘱𝘢𝘪𝘥. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | ℭ𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 [𝟷𝟷] [🇫🇷] 𝑃𝑎𝑟í𝑠, 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 — 𝟷𝟶:𝟹𝟶 𝑃.𝑀 La noche parisina caía como un velo de terciopelo negro sobre el Sena, cuando el vuelo desde Buenos Aires aterrizó en Charles de Gaulle. Santiago descendió del avión con la elegancia de un fantasma, su abrigo negro ondeando ligeramente con la brisa otoñal. Sus ojos rojos ocultos tras lentes ahumados, piel pálida que no reflejaba la luz, y un aura que hacía que los mortales se apartaran instintivamente. Argentino de nacimiento, pero con siglos de vagabundeo por el infierno y la tierra, hablaba francés como si hubiera nacido en las calles de Montmartre. Tomó un taxi hacia el distrito 16, donde las mansiones de los poderosos se erguían como fortalezas de mármol y oro. Su objetivo: Pierre Duval, el Ministro de Defensa de Francia, un hombre que había cruzado caminos con Santiago décadas atrás, cuándo se deshacía de los opositores u aquellos que atentaban contra él. Pero los contratos cambian, y esta vez, el pago venía por una deuda pendiente del mismísimo Pierre. La mansión de Duval era un palacio neoclásico, rodeado de jardines manicureados y vigilado por guardias armados con fusiles de asalto. Santiago se acercó a la verja principal, su silueta recortada contra las luces de la ciudad. Uno de los guardias, un tipo fornido con auricular, lo detuvo. Guardia: ──── Identifiez-vous. ──── Gruñó el guardia, mano en la pistolera. Santiago sonrió, revelando colmillos apenas perceptibles. ──── Dites à Monsieur Duval que c'est un vieil ami d'Argentine. Santiago. Il me connaît depuis longtemps.──── El guardia dudó, pero el nombre surtió efecto. Llamó por radio, y tras un minuto de silencio tenso, la verja se abrió. Dos guardias más lo escoltaron por el camino de gravilla, sus botas crujiendo como huesos rotos. Santiago caminaba con calma, inhalando el aroma a rosas y poder corrupto. En el vestíbulo de mármol, iluminado por candelabros de cristal, Pierre Duval lo esperaba. El ministro era un hombre de sesenta años, elegante en su traje a medida, con una copa de coñac en la mano. Su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y nostalgia. Pierre : ──── Santiago! Mon Dieu, ça fait combien... vingt ans? Depuis Brazzaville. Entre, entre. Qu'est-ce qui t'amène à Paris? Un contrat?──── Santiago entró, quitándose los guantes lentamente. ──── Exactement, Pierre. Un contrat. Mais cette fois, c'est toi la cible. ──── Los ojos de Duval se abrieron de par en par. Intentó retroceder, pero los guardias ya estaban alertas. Los dos guardias en la puerta levantaron sus armas, pero Santiago fue más rápido. Con un movimiento fluido, extendió la mano y envolviendo su cuello hasta romperlo. El hombre gritó mientras su cuerpo se retorcía, huesos crujiendo como ramas secas, hasta colapsar en un montón de carne inerte. El segundo disparó, balas silbando en el aire, pero rebotaron en la piel de Santiago como gotas de lluvia en acero. ──── Tu n'as pas changé du tout, Pierre. Tu continues d'échouer malgré toute la sécurité dont tu disposes.──── El guardia restante cargó con un cuchillo, pero Santiago lo agarró por el cuello, levantándolo del suelo. Con un chasquido, el cuello se quebró. El cuerpo cayó pesadamente sobre la alfombra persa. Duval retrocedió hacia su escritorio, presionando un botón de pánico oculto. Pierre : ──── Pourquoi? Qui t'a payé? On était amis! ──── Santiago se rio, un sonido gutural que resonó como eco en el infierno. ──── Amis ? Nous n'avons jamais été amis. Tu as rompu le pacte, et maintenant tu dois payer. Le démon qui est en moi n'oublie pas. Et ce soir, le prix à payer sera ton sang. ──── Más guardias irrumpieron desde las escaleras: cuatro en total, armados hasta los dientes. Disparos retumbaron en la mansión, astillando muebles antiguos y perforando paredes. Santiago se movió como humo, esquivando balas. Saco rápidamente su 9mm, solo fueron dos disparos certeros; una a la cabeza de los dos guardias que cubrían la delantera. Los últimos dos intentaron flanquearlo. Uno disparó una ráfaga que rozó el hombro de Santiago, rasgando el abrigo pero no la piel. ──── Pathétique. ──── Siseó él, lanzando una daga oculta en su saco que se clavó en la garganta del tirador. El último guardia, aterrorizado, vació su cargador. Santiago, apunto nuevamente y disparó otro certero tiro en la cabeza del guardia restante. Duval, acorralado detrás del escritorio, sacó una pistola de un cajón. Pierre : ──── Attends! Je peux payer le double! Triple! ──── Santiago se acercó, ignorando el arma. Tomó la pistola de la mano temblorosa de Duval y la aplastó como papel. Luego, con delicadeza casi amorosa, colocó una mano en la frente del ministro y luego la bajó rápidamente para tomarlo del cuello apretando fuertemente. ──── Adieu, Pierre. L'enfer t'attend. . . ──── Hizo una pequeña pausa. ────𝘌𝘴𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰, 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘳𝘥𝘰. ──── Un pulso fuerte recorrió el cuerpo del ministro. Su piel se agrietó ante aquél tacto, sangre negra brotando como lava. Gritó una última vez hasta que se escucho rápidamente el filo de la garra atravesando su cuello y un rápido movimiento, firme y perfecto realizando un corte limpió donde la cabeza salió rodando por los suelos dejando un camino de sangre en el transcurso. Santiago se limpió las manos en el abrigo, admirando el caos: cuerpos destrozados, sangre salpicando tapices renacentistas. Sacó un cigarrillo, lo encendió con una llama de su dedo, y exhaló humo hacia el techo. ──── Paris est toujours aussi belle la nuit. J'ai récupéré ce que vous me deviez. ──── Murmuró, antes de desvanecerse en las sombras, dejando la mansión como un mausoleo de los caídos. El demonio había cobrado su deuda.
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  • ╭───────────────·•◦ ⚜ ◦•·───────────────╮ “El eco de Woodsboro”
    Fandom Scream + Criminal minds + Original
    Categoría Original
    Ubicación: Café del campus – sala privada para entrevistas académicas.
    Hora: 19:07 p.m.*
    Participantes: Sadie Macher & Santiago Durand
    Modo: Novela / Extenso.
    Notas: Primer encuentro; reportaje sobre el legado Macher–Loomis.
    ╰───────────────·•◦ ⚜ ◦•·───────────────╯

    La lluvia afuera caía con la cadencia de un metrónomo. Golpeaba los ventanales del café, llenando el silencio con un ritmo sereno que contrastaba con la tensión que se respiraba dentro.

    Sadie había llegado antes, como siempre. No por cortesía, sino porque prefería observar antes de ser observada. Frente a ella, una taza de café apenas tocada y un cuaderno cerrado, sin una sola nota. Cada detalle —la luz del ventanal, el ángulo de su asiento, la distancia con la puerta— había sido calculado. No existían los accidentes en su mundo.

    No le agradaban los periodistas. Pero éste... había insistido con una calma que despertaba curiosidad. Ninguna amenaza, ninguna súplica. Solo precisión. Y eso bastaba para llamar su atención.

    El sonido de la puerta interrumpió sus pensamientos. Lo vio entrar: postura recta, mirada cansada, gesto profesional. Lo reconoció antes de que él la viera. Sadie no sonrió; apenas inclinó la cabeza, un gesto sutil que fue más invitación que cortesía.

    —No imaginé que insistirías tanto. —Su tono era tranquilo, sin emoción aparente. Podía ser una broma o una advertencia.

    El camarero desapareció tan rápido como llegó, dejando un segundo café sobre la mesa. Sadie bajó la mirada hacia el grabador, rozándolo apenas con la yema de los dedos.

    —¿Está encendido ya? —preguntó sin apartar la vista del aparato.
    Podría recibir una respuesta, o solo silencio. Ambas le servirían.

    —No me preocupa ser grabada —continuó con un deje distraído—. Solo me interesa quién escucha.

    Un trueno lejano hizo vibrar los cristales. Sadie alzó la vista, la mirada fija, analítica, casi quirúrgica.

    —Entonces… el famoso reportaje sobre Woodsboro. —Pronunció el nombre con un dejo de ironía elegante.— Espero que no busques convertir el apellido Macher en otro titular vacío. Hay suficientes cadáveres periodísticos rondando ese legado.

    Dejó que el silencio hablara. Y, por primera vez, dejó ver lo que realmente había detrás: curiosidad.

    Tomó un sorbo de su café, volvió a dejar la taza en su sitio y lo miró directamente.

    —Dime, —su voz bajó apenas un tono— ¿qué te hace pensar que puedes escribir sobre mí sin terminar formando parte de la historia?

    No sonrió, pero el destello en sus ojos bastaba para encender el aire entre ambos. La partida recién comenzaba.
    Ubicación: Café del campus – sala privada para entrevistas académicas. Hora: 19:07 p.m.* Participantes: Sadie Macher & Santiago Durand Modo: Novela / Extenso. Notas: Primer encuentro; reportaje sobre el legado Macher–Loomis. ╰───────────────·•◦ ⚜ ◦•·───────────────╯ La lluvia afuera caía con la cadencia de un metrónomo. Golpeaba los ventanales del café, llenando el silencio con un ritmo sereno que contrastaba con la tensión que se respiraba dentro. Sadie había llegado antes, como siempre. No por cortesía, sino porque prefería observar antes de ser observada. Frente a ella, una taza de café apenas tocada y un cuaderno cerrado, sin una sola nota. Cada detalle —la luz del ventanal, el ángulo de su asiento, la distancia con la puerta— había sido calculado. No existían los accidentes en su mundo. No le agradaban los periodistas. Pero éste... había insistido con una calma que despertaba curiosidad. Ninguna amenaza, ninguna súplica. Solo precisión. Y eso bastaba para llamar su atención. El sonido de la puerta interrumpió sus pensamientos. Lo vio entrar: postura recta, mirada cansada, gesto profesional. Lo reconoció antes de que él la viera. Sadie no sonrió; apenas inclinó la cabeza, un gesto sutil que fue más invitación que cortesía. —No imaginé que insistirías tanto. —Su tono era tranquilo, sin emoción aparente. Podía ser una broma o una advertencia. El camarero desapareció tan rápido como llegó, dejando un segundo café sobre la mesa. Sadie bajó la mirada hacia el grabador, rozándolo apenas con la yema de los dedos. —¿Está encendido ya? —preguntó sin apartar la vista del aparato. Podría recibir una respuesta, o solo silencio. Ambas le servirían. —No me preocupa ser grabada —continuó con un deje distraído—. Solo me interesa quién escucha. Un trueno lejano hizo vibrar los cristales. Sadie alzó la vista, la mirada fija, analítica, casi quirúrgica. —Entonces… el famoso reportaje sobre Woodsboro. —Pronunció el nombre con un dejo de ironía elegante.— Espero que no busques convertir el apellido Macher en otro titular vacío. Hay suficientes cadáveres periodísticos rondando ese legado. Dejó que el silencio hablara. Y, por primera vez, dejó ver lo que realmente había detrás: curiosidad. Tomó un sorbo de su café, volvió a dejar la taza en su sitio y lo miró directamente. —Dime, —su voz bajó apenas un tono— ¿qué te hace pensar que puedes escribir sobre mí sin terminar formando parte de la historia? No sonrió, pero el destello en sus ojos bastaba para encender el aire entre ambos. La partida recién comenzaba.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
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  • Que bien salió Santiago en esta imagen (?)
    - encontró una imagen antigua de Santiago (?) como demonio-
    Que bien salió Santiago en esta imagen (?) - encontró una imagen antigua de Santiago (?) como demonio-
    Me enjaja
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  • - Estaba lloviendo cuando volvió a casa con una bolsa dónde venían los tacos de sus inquilinos (?)-

    Solo a Salem y Santiago se les ocurre comer tacos a esta hora(?)

    - Se cambió de ropa por qué se mojo la anterior y se puso un suéter -

    #SeductiveSunday
    - Estaba lloviendo cuando volvió a casa con una bolsa dónde venían los tacos de sus inquilinos (?)- Solo a Salem y Santiago se les ocurre comer tacos a esta hora(?) - Se cambió de ropa por qué se mojo la anterior y se puso un suéter - #SeductiveSunday
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  • Salem: Oh por dios .... Eres morena...

    Use un shampoo que estaba en el baño de Santiago, y parece que tenía tintura...
    Ahora soy el doble de la hermana de Santiago (?)

    Salem: lo bueno es que las tinturas no te duran..

    Salem: Oh por dios .... Eres morena... Use un shampoo que estaba en el baño de Santiago, y parece que tenía tintura... Ahora soy el doble de la hermana de Santiago (?) Salem: lo bueno es que las tinturas no te duran..
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