• Tras un día relativamente tranquilo y que lo dejó perdido en sus pensamientos, decidió ir a su pequeño Edén para relajarse con el sonido de la cascada, tumbándose cerca de la vegetación mientras jugaba con su collar entre los dedos, mirando la gema azul, suspirando.

    —Que tontería...

    Murmuró, volviendo a dejarla en su pecho, tumbándose a ver el falso cielo dentro de aquel paraíso.
    Tras un día relativamente tranquilo y que lo dejó perdido en sus pensamientos, decidió ir a su pequeño Edén para relajarse con el sonido de la cascada, tumbándose cerca de la vegetación mientras jugaba con su collar entre los dedos, mirando la gema azul, suspirando. —Que tontería... Murmuró, volviendo a dejarla en su pecho, tumbándose a ver el falso cielo dentro de aquel paraíso.
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  • Esa espera silenciosa… por alguien que sabes que no va a volver.
    Tan eterna como la esperanza que insiste en no morir, aunque duela sostenerla.

    Cuántas noches en desvelo pasó Carmina, dibujando en su mente los caminos que nunca fueron, los escenarios donde todo salía bien:
    donde Nicolás no desaparecía aquella noche, donde sí cumplían la cita prometida, donde su historia seguía, sencilla y luminosa, como lo hacen las vidas que no conocen el golpe de la tragedia.

    Un suspiro escapó de sus labios, pesado, resignado, mientras yacía recostada en su cama observando el techo.
    Un suspiro que parecía devolverla a la realidad, una realidad que nunca pidió, pero que tuvo que aprender a sostener entre sus manos.

    ¿Qué dolor más cruel que el de una ausencia sin nombre, sin tumba, sin adiós?
    Un duelo sin cierre, porque siempre queda esa voz que susurra:
    ¿Y si sigue por ahí, vivo?

    El anhelo es terco, espera una llamada, una carta, un mensaje,
    un simple “estoy bien” que calme la angustia de los años.
    Pero el tiempo pasa, y el silencio duele más que la certeza.

    ¿Cómo seguir adelante, si el alma se aferra al consuelo triste de extrañar?
    A veces, amar se vuelve eso:
    recordar a quien ya no está, y vivir con la herida abierta, aprendiendo a caminar con ella, sin dejarla atrás.

    El cuerpo continúa —porque la vida no espera—, pero en algún rincón de su pensamiento, donde la nostalgia duerme hecha nudo,
    Carmina sigue preguntándose, bajito, como quien no quiere romper el encanto:
    ¿Y si... algún día regresa?
    Esa espera silenciosa… por alguien que sabes que no va a volver. Tan eterna como la esperanza que insiste en no morir, aunque duela sostenerla. Cuántas noches en desvelo pasó Carmina, dibujando en su mente los caminos que nunca fueron, los escenarios donde todo salía bien: donde Nicolás no desaparecía aquella noche, donde sí cumplían la cita prometida, donde su historia seguía, sencilla y luminosa, como lo hacen las vidas que no conocen el golpe de la tragedia. Un suspiro escapó de sus labios, pesado, resignado, mientras yacía recostada en su cama observando el techo. Un suspiro que parecía devolverla a la realidad, una realidad que nunca pidió, pero que tuvo que aprender a sostener entre sus manos. ¿Qué dolor más cruel que el de una ausencia sin nombre, sin tumba, sin adiós? Un duelo sin cierre, porque siempre queda esa voz que susurra: ¿Y si sigue por ahí, vivo? El anhelo es terco, espera una llamada, una carta, un mensaje, un simple “estoy bien” que calme la angustia de los años. Pero el tiempo pasa, y el silencio duele más que la certeza. ¿Cómo seguir adelante, si el alma se aferra al consuelo triste de extrañar? A veces, amar se vuelve eso: recordar a quien ya no está, y vivir con la herida abierta, aprendiendo a caminar con ella, sin dejarla atrás. El cuerpo continúa —porque la vida no espera—, pero en algún rincón de su pensamiento, donde la nostalgia duerme hecha nudo, Carmina sigue preguntándose, bajito, como quien no quiere romper el encanto: ¿Y si... algún día regresa?
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  • Petunia me ha invitado a la playa donde descansamos placidamente.
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  • ılılı 𝄪  ♫ ﹒ lı ◠◠  ♩  ◠◠ ıl ﹒ ♫  𝄪 ılılı


    Al finalizar una larga sesión de fotos para Bvlgari, Ji-Hyun, el resto de los modelos, maquillistas y fotógrafos se encontraban disfrutando del evento posterior para celebrar el cierre de tan arduo proyecto.

    Al coreano le hubiese gustado invitar a Ha-Rin a la fiesta si no estuviese fuera del radar ahora mismo, después de todo, la comida se veía deliciosa, podría asegurar que el joven talento la amaría. Había desde alimentos con apariencia lujosa, un área de ensaladas y mariscos y, la mejor sección de todas: unos postres franceses en forma de frutas que habían sido virales en TikTok.

    Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que uno de sus compañeros estaba platicando con él quién sabe hace cuántos minutos.

    —Hyun, ¿me estás escuchando?— dijo Min-woo, inclinándose un poco hacia él.

    —¿Eh? Sí, claro.— Respondió el mayor, levantando la copa con agua antes de darle un sorbo disimulado.

    —¡Mientes fatal Hyun!— Rió el otro. —Te quedaste viendo los postres como si fueran lo más interesante del universo.—

    Ji-Hyun sonrió, dispuesto a replicar, pero justo entonces escuchó un murmullo más fuerte detrás de ellos. Varios miembros del staff se habían reunido cerca de la mesa de los mariscos, cubriéndose la boca con disimulo, mientras otros cuantos reían estruendosamente.

    —¿Pero qué pasa allá?—Preguntó, curioso, siendo ahora él quien se acercaba a Min-Woo.

    —Creo que el director del proyecto confundió los vasos...—susurró Min-Woo, intentando contener la risa.— Parece que su “agua mineral” no era precisamente agua.

    Ji-Hyun alzó una ceja y, en el mismo instante en que dio un sorbo a su copa, vio a nada más y nada menos que el director quién levantaba su vaso para brindar con una sonrisa tontísima, visiblemente sonrojado.

    Todo iba bien hasta que el coreano casi escupe el agua por lo que estaba viendo, el director que solía ser calmado y disciplinado luchaba con el personal en un intento de subirse a la mesa para continuar con el brindis.

    —Por favor dime que alguien grabó eso —murmuró entre risas, intentando no ahogarse nuevamente.

    —Ya lo subieron al grupo —respondió Min-Woo, enseñándole el teléfono con el video en cámara lenta.

    Ji-Hyun dejó la copa sobre la barra, todavía sonriendo.
    —Y luego me preguntan por qué no bebo en eventos… —Murmuró, mientras veía al director intentando subir a la mesa nuevamente.

    Entre risas y música, se permitió disfrutar el momento. Hacía tiempo que una noche no terminaba tan ligera; por un instante, hasta el sabor del agua le parecía dulce.



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    ılılı 𝄪  ♫ ﹒ lı ◠◠  ♩  ◠◠ ıl ﹒ ♫  𝄪 ılılı Al finalizar una larga sesión de fotos para Bvlgari, Ji-Hyun, el resto de los modelos, maquillistas y fotógrafos se encontraban disfrutando del evento posterior para celebrar el cierre de tan arduo proyecto. Al coreano le hubiese gustado invitar a Ha-Rin a la fiesta si no estuviese fuera del radar ahora mismo, después de todo, la comida se veía deliciosa, podría asegurar que el joven talento la amaría. Había desde alimentos con apariencia lujosa, un área de ensaladas y mariscos y, la mejor sección de todas: unos postres franceses en forma de frutas que habían sido virales en TikTok. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que uno de sus compañeros estaba platicando con él quién sabe hace cuántos minutos. —Hyun, ¿me estás escuchando?— dijo Min-woo, inclinándose un poco hacia él. —¿Eh? Sí, claro.— Respondió el mayor, levantando la copa con agua antes de darle un sorbo disimulado. —¡Mientes fatal Hyun!— Rió el otro. —Te quedaste viendo los postres como si fueran lo más interesante del universo.— Ji-Hyun sonrió, dispuesto a replicar, pero justo entonces escuchó un murmullo más fuerte detrás de ellos. Varios miembros del staff se habían reunido cerca de la mesa de los mariscos, cubriéndose la boca con disimulo, mientras otros cuantos reían estruendosamente. —¿Pero qué pasa allá?—Preguntó, curioso, siendo ahora él quien se acercaba a Min-Woo. —Creo que el director del proyecto confundió los vasos...—susurró Min-Woo, intentando contener la risa.— Parece que su “agua mineral” no era precisamente agua. Ji-Hyun alzó una ceja y, en el mismo instante en que dio un sorbo a su copa, vio a nada más y nada menos que el director quién levantaba su vaso para brindar con una sonrisa tontísima, visiblemente sonrojado. Todo iba bien hasta que el coreano casi escupe el agua por lo que estaba viendo, el director que solía ser calmado y disciplinado luchaba con el personal en un intento de subirse a la mesa para continuar con el brindis. —Por favor dime que alguien grabó eso —murmuró entre risas, intentando no ahogarse nuevamente. —Ya lo subieron al grupo —respondió Min-Woo, enseñándole el teléfono con el video en cámara lenta. Ji-Hyun dejó la copa sobre la barra, todavía sonriendo. —Y luego me preguntan por qué no bebo en eventos… —Murmuró, mientras veía al director intentando subir a la mesa nuevamente. Entre risas y música, se permitió disfrutar el momento. Hacía tiempo que una noche no terminaba tan ligera; por un instante, hasta el sabor del agua le parecía dulce. 0:00 ───|────── 0:00     ↻ ◁ II ▷ ↺
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    A veces pienso que las personas que llegan a mi vida y la iluminan son una trampa para que crea que todo irá bien, pero luego aparecen los pensamientos intrusivos que me dicen que esa felicidad es solo momentánea, una distracción antes de recibir un gran daño. Aunque, definitivamente, son enseñanzas que debemos aprender a cargar cuesta arriba para llegar a la meta y poder decir: “vayanse a la mierda todos”

    Ya sé, no tiene sentido lo que acabo de decir… pero tampoco tiene sentido que siguieran leyendo




    A veces pienso que las personas que llegan a mi vida y la iluminan son una trampa para que crea que todo irá bien, pero luego aparecen los pensamientos intrusivos que me dicen que esa felicidad es solo momentánea, una distracción antes de recibir un gran daño. Aunque, definitivamente, son enseñanzas que debemos aprender a cargar cuesta arriba para llegar a la meta y poder decir: “vayanse a la mierda todos” 😂😂😂😂 Ya sé, no tiene sentido lo que acabo de decir… pero tampoco tiene sentido que siguieran leyendo 😝
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  • Se encontraba preparándose para probar el equipo de maniobras tridimensionales que Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 le había confeccionado.

    Sin embargo, no podía quitarse algo de la cabeza. Y ese algo era precisamente lo que había pasado entre ambos a penas unos minutos antes. De hecho, aún en ciertos momentos se ría su calor en su mano diestra, y el ritmo de su respiración contra su pecho. Cerró los ojos, recordó su voz pronunciando su nombre con urgencia y un ligero rubor acudió a sus mejillas.
    Se encontraba preparándose para probar el equipo de maniobras tridimensionales que [LuciHe11] le había confeccionado. Sin embargo, no podía quitarse algo de la cabeza. Y ese algo era precisamente lo que había pasado entre ambos a penas unos minutos antes. De hecho, aún en ciertos momentos se ría su calor en su mano diestra, y el ritmo de su respiración contra su pecho. Cerró los ojos, recordó su voz pronunciando su nombre con urgencia y un ligero rubor acudió a sus mejillas.
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  • Estaba sola en la cama, tumbada contra los cojines con el portátil cerrado a un lado, pero en realidad no estaba mirando nada. La habitación estaba en silencio, solo el reloj del pasillo marcaba los segundos, y me descubrí repasando todo lo que había pasado en mi vida hasta ese momento.

    Si alguien me hubiera dicho hace diez años que yo iba a estar aquí, pensando en un futuro con una mujer, planeando una boda y hasta considerando hijos, me habría reído en su cara. Yo solo pensaba en sobrevivir, en no dejar que me destruyeran más de lo que ya lo habían hecho. Y ahora… ahora me sorprendía a mí misma imaginando algo tan simple como una casa en las afueras, un jardín pequeño donde poder fumar tranquila, y Ángela leyendo en una hamaca bajo el sol.

    Cerré los ojos y me vi en esa escena: ella riéndose de alguna tontería que yo dijera, los dos gatos que tanto le gustaban persiguiéndose por el césped, y hasta un niño o una niña corriendo detrás de una pelota. Me asustaba un poco pensarlo, porque nunca creí estar hecha para ser madre, pero con ella la idea no me resultaba imposible. Es más, me parecía tentadora. Tener algo que fuera nuestro, algo limpio, lejos de toda la mierda que habíamos tenido que tragar.

    Suspiré, pasándome una mano por el rostro. Lo nuestro no era normal. Dos mujeres con demasiadas cicatrices, marcadas por la violencia, por la muerte, por el miedo… y aún así habíamos encontrado un espacio donde poder ser simplemente Ángela y Alessia, sin disfraces ni máscaras. Y yo, la misma mujer que se había prometido no volver a sentir nada por nadie, me veía pensando en qué tipo de vestido llevaría en nuestra boda, o en cómo sonaría la risa de una hija nuestra.

    —Me estás cambiando, Angela… —murmuré en voz baja, sabiendo que no estaba cerca para escucharlo.

    Y aunque una parte de mí quería huir de ese pensamiento por miedo a perderlo todo, otra, la más fuerte, lo abrazaba con una calma nueva. Tal vez por primera vez en mi vida, la idea de un futuro no me parecía una broma cruel. Me parecía posible.
    Estaba sola en la cama, tumbada contra los cojines con el portátil cerrado a un lado, pero en realidad no estaba mirando nada. La habitación estaba en silencio, solo el reloj del pasillo marcaba los segundos, y me descubrí repasando todo lo que había pasado en mi vida hasta ese momento. Si alguien me hubiera dicho hace diez años que yo iba a estar aquí, pensando en un futuro con una mujer, planeando una boda y hasta considerando hijos, me habría reído en su cara. Yo solo pensaba en sobrevivir, en no dejar que me destruyeran más de lo que ya lo habían hecho. Y ahora… ahora me sorprendía a mí misma imaginando algo tan simple como una casa en las afueras, un jardín pequeño donde poder fumar tranquila, y Ángela leyendo en una hamaca bajo el sol. Cerré los ojos y me vi en esa escena: ella riéndose de alguna tontería que yo dijera, los dos gatos que tanto le gustaban persiguiéndose por el césped, y hasta un niño o una niña corriendo detrás de una pelota. Me asustaba un poco pensarlo, porque nunca creí estar hecha para ser madre, pero con ella la idea no me resultaba imposible. Es más, me parecía tentadora. Tener algo que fuera nuestro, algo limpio, lejos de toda la mierda que habíamos tenido que tragar. Suspiré, pasándome una mano por el rostro. Lo nuestro no era normal. Dos mujeres con demasiadas cicatrices, marcadas por la violencia, por la muerte, por el miedo… y aún así habíamos encontrado un espacio donde poder ser simplemente Ángela y Alessia, sin disfraces ni máscaras. Y yo, la misma mujer que se había prometido no volver a sentir nada por nadie, me veía pensando en qué tipo de vestido llevaría en nuestra boda, o en cómo sonaría la risa de una hija nuestra. —Me estás cambiando, Angela… —murmuré en voz baja, sabiendo que no estaba cerca para escucharlo. Y aunque una parte de mí quería huir de ese pensamiento por miedo a perderlo todo, otra, la más fuerte, lo abrazaba con una calma nueva. Tal vez por primera vez en mi vida, la idea de un futuro no me parecía una broma cruel. Me parecía posible.
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  • —Esos si que fueron los seis meses mas largos de mi vida....

    -Musitó la rubia mientras alzaba los brazos y se estiraba ruidosamente bajo los inclementes rayos de sol aquella mañana en los terrenos de la catedral. La brisa a penas soplaba así que el calor era intenso; sin embargo esto no parecía molestarle en lo mas mínimo, más bien al contrario, una sensación de satisfacción la inundaba al saber que todo aquello había terminado-

    -En una de sus misiones había sido envenenada por la criatura a la que daba cacería. Lo que la mantuvo en cama por varios meses entre sudores fríos y sueños febriles. Ahora le debía un gran favor a la iglesia que la cuidó y consiguió los remedios que necesitaba.-

    -Dio un par de saltos, se inclino para alcanzar las puntas de sus pies con sus dedos, desperezó su espalda... se sentía un poco rígida, pero volvía a sentirse viva. Ahora debía volver a trabajar, nada en la vida es gratis.-
    —Esos si que fueron los seis meses mas largos de mi vida.... -Musitó la rubia mientras alzaba los brazos y se estiraba ruidosamente bajo los inclementes rayos de sol aquella mañana en los terrenos de la catedral. La brisa a penas soplaba así que el calor era intenso; sin embargo esto no parecía molestarle en lo mas mínimo, más bien al contrario, una sensación de satisfacción la inundaba al saber que todo aquello había terminado- -En una de sus misiones había sido envenenada por la criatura a la que daba cacería. Lo que la mantuvo en cama por varios meses entre sudores fríos y sueños febriles. Ahora le debía un gran favor a la iglesia que la cuidó y consiguió los remedios que necesitaba.- -Dio un par de saltos, se inclino para alcanzar las puntas de sus pies con sus dedos, desperezó su espalda... se sentía un poco rígida, pero volvía a sentirse viva. Ahora debía volver a trabajar, nada en la vida es gratis.-
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  • — ² —
    Fandom Disney, Tarzán
    Categoría Aventura
    Jane no había dejado de pensar en él. En esos ojos que parecían leerla mejor que cualquier palabra, de una forma primitiva, en la fuerza brutal con la que la había cargado en sus brazos, en cómo habían logrado comunicarse con simples gestos.

    Y luego estaba el diario.

    Lo había escondido en el interior de un baúl, bajo sus vestidos y ropajes de viaje, lejos de la vista de su padre y de cualquier otra persona. Temía sus preguntas, pero más temía que descubrieran lo que ella apenas había empezado a entender. Había pasado las últimas noches bajo la luz de una lámpara tenue, hojeando esas páginas desgastadas mientras luchaba contra los insectos atraídos por la luz. La caligrafía era firme, inglesa, con un trazo elegante pero a la vez rápido. En la primera página, apenas legible, había un nombre reducido a iniciales: J.C.

    Cada vez que las leía, algo en su pecho se agitaba. ¿Quién había sido aquel hombre? ¿Un explorador? ¿Un marinero perdido? ¿Un colono? No lo sabía aún, pero las entradas hablaban de la jungla, descripciones de criaturas, tormentas... Pero muchos de los pasajes se encontraban medio borrados, o emborronados al completo por la humedad y el paso del tiempo. Y no había nada más horrible y a la vez emocionante para alguien con el alma exploradora como la que Jane tenía que algo así cayera en sus manos, pero que tuvieran que rascar y rascar hasta el fondo para encontrarle un sentido.

    Pero tras las noches en vela tratando de entender tanto el descubrimiento de Tarzán como el del diario y su relación entre ellos, llegaban los días, y así era cono se encontraba en el tercer día desde su encuentro con Tarzán; un día que amaneció húmedo, con un cielo cubierto de unas fantasmagóricas nubes que prometían lluvias. Jane salió de la tienda ajustándose el sombrero mientras su padre, siempre entusiasta, ya daba instrucciones a los exploradores para preparar todo el instrumental. Lord Pembroke, un hombre pegado a una enorme barriga y con voz demasiado nasal para el gusto de cualquiera, hablaba de las magníficas fotografías que esperaba capturar de los chimpancés en su hábitat natural. Jane sonrió con cortesía, aunque por dentro sentía un nudo. El entusiasmo de los nobles era casi ridículo; para ellos la selva era un escenario de cacería y espectáculo, no un lugar vivo que podía devorarlos en cualquier instante, y a su vez un sitio maravilloso, lleno de historia y de un sinfín de vida. A cada paso que daban, ella pensaba en Tarzán, en cómo se movería él entre esas ramas con la misma ligereza con la que ellos apenas lograban caminar entre raíces y fango.

    —Jane, hija, ¿lista? —la voz de su padre la devolvió al presente. Él la observaba con ternura, aunque en su mirada había un atisbo de preocupación. No había pasado desapercibido que su hija estaba más pensativa que de costumbre.

    —Sí, padre. —forzó una sonrisa, aferrando sus cuadernos de campo contra el pecho como si fueran un escudo, los mismos que esperaba llenar de anotaciones y bocetos si lograban encontrar la comunidad de chimpancés que días atrás habían visto por esa zona. Y mientras el grupo se adentraba finalmente en la espesura de la jungla, entre charlas triviales y risas huecas, Jane no podía evitar un pensamiento insistente: ¿y si Tarzán los estaba observando en ese mismo instante, escondido en lo alto de un árbol? O peor aún, ¿y si alguien lo descubría a él?
    Jane no había dejado de pensar en él. En esos ojos que parecían leerla mejor que cualquier palabra, de una forma primitiva, en la fuerza brutal con la que la había cargado en sus brazos, en cómo habían logrado comunicarse con simples gestos. Y luego estaba el diario. Lo había escondido en el interior de un baúl, bajo sus vestidos y ropajes de viaje, lejos de la vista de su padre y de cualquier otra persona. Temía sus preguntas, pero más temía que descubrieran lo que ella apenas había empezado a entender. Había pasado las últimas noches bajo la luz de una lámpara tenue, hojeando esas páginas desgastadas mientras luchaba contra los insectos atraídos por la luz. La caligrafía era firme, inglesa, con un trazo elegante pero a la vez rápido. En la primera página, apenas legible, había un nombre reducido a iniciales: J.C. Cada vez que las leía, algo en su pecho se agitaba. ¿Quién había sido aquel hombre? ¿Un explorador? ¿Un marinero perdido? ¿Un colono? No lo sabía aún, pero las entradas hablaban de la jungla, descripciones de criaturas, tormentas... Pero muchos de los pasajes se encontraban medio borrados, o emborronados al completo por la humedad y el paso del tiempo. Y no había nada más horrible y a la vez emocionante para alguien con el alma exploradora como la que Jane tenía que algo así cayera en sus manos, pero que tuvieran que rascar y rascar hasta el fondo para encontrarle un sentido. Pero tras las noches en vela tratando de entender tanto el descubrimiento de Tarzán como el del diario y su relación entre ellos, llegaban los días, y así era cono se encontraba en el tercer día desde su encuentro con Tarzán; un día que amaneció húmedo, con un cielo cubierto de unas fantasmagóricas nubes que prometían lluvias. Jane salió de la tienda ajustándose el sombrero mientras su padre, siempre entusiasta, ya daba instrucciones a los exploradores para preparar todo el instrumental. Lord Pembroke, un hombre pegado a una enorme barriga y con voz demasiado nasal para el gusto de cualquiera, hablaba de las magníficas fotografías que esperaba capturar de los chimpancés en su hábitat natural. Jane sonrió con cortesía, aunque por dentro sentía un nudo. El entusiasmo de los nobles era casi ridículo; para ellos la selva era un escenario de cacería y espectáculo, no un lugar vivo que podía devorarlos en cualquier instante, y a su vez un sitio maravilloso, lleno de historia y de un sinfín de vida. A cada paso que daban, ella pensaba en Tarzán, en cómo se movería él entre esas ramas con la misma ligereza con la que ellos apenas lograban caminar entre raíces y fango. —Jane, hija, ¿lista? —la voz de su padre la devolvió al presente. Él la observaba con ternura, aunque en su mirada había un atisbo de preocupación. No había pasado desapercibido que su hija estaba más pensativa que de costumbre. —Sí, padre. —forzó una sonrisa, aferrando sus cuadernos de campo contra el pecho como si fueran un escudo, los mismos que esperaba llenar de anotaciones y bocetos si lograban encontrar la comunidad de chimpancés que días atrás habían visto por esa zona. Y mientras el grupo se adentraba finalmente en la espesura de la jungla, entre charlas triviales y risas huecas, Jane no podía evitar un pensamiento insistente: ¿y si Tarzán los estaba observando en ese mismo instante, escondido en lo alto de un árbol? O peor aún, ¿y si alguien lo descubría a él?
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  • Su alma aunque ahora estuviera rota, siempre aparentaba estar bien, estar entera. Siempre mostrando una dulce sonrisa para que vieran que era fuerte y no débil. No deseaba mostrar debilidad ante nadie ni nada. Ella se alegraba mucho por lo que estaba pasando a su alrededor.

    Subió a su habitación para cambiarse de ropa, poniéndose un bañador. Una vez que se lo puso, se colocó un albornoz y salió de su habitación. Se fue a la piscina, para estar sola, estar con sus pensamientos. Nada más llegar ahí, se quitó el albornoz, mostrando su traje de baño. Colocándose su gorro para la piscina y se lanzó de cabeza a la piscina.

    Empezando a hacer unos largos para calmarse cuando una vez se agotó. Se fue hacia el centro de la misma para sumergirse hacia el centro, empezando a gritar, donde algunas de sus lágrimas brotaron de sus ojos. El agua era el único elemento donde nadie vería que se escapaban de sus ojos.

    Una vez que sintió que su alma se calmo, salió nuevamente a la superficie para tumbarse sobre el agua y mirar hacia las estrellas.
    Su alma aunque ahora estuviera rota, siempre aparentaba estar bien, estar entera. Siempre mostrando una dulce sonrisa para que vieran que era fuerte y no débil. No deseaba mostrar debilidad ante nadie ni nada. Ella se alegraba mucho por lo que estaba pasando a su alrededor. Subió a su habitación para cambiarse de ropa, poniéndose un bañador. Una vez que se lo puso, se colocó un albornoz y salió de su habitación. Se fue a la piscina, para estar sola, estar con sus pensamientos. Nada más llegar ahí, se quitó el albornoz, mostrando su traje de baño. Colocándose su gorro para la piscina y se lanzó de cabeza a la piscina. Empezando a hacer unos largos para calmarse cuando una vez se agotó. Se fue hacia el centro de la misma para sumergirse hacia el centro, empezando a gritar, donde algunas de sus lágrimas brotaron de sus ojos. El agua era el único elemento donde nadie vería que se escapaban de sus ojos. Una vez que sintió que su alma se calmo, salió nuevamente a la superficie para tumbarse sobre el agua y mirar hacia las estrellas.
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