• Ya que su esposo no le quiere cerca, se mantuvo recluído en el palacio, revisando las heridas que quedaron en su cuerpo por los colmillos, tomando un poco de aguja e hilo para poder remachar.
    La única desventaja que veía es que la tela absorbía la sangre con demasiada facilidad, por lo que sería difícil de limpiar.
    Ya que su esposo no le quiere cerca, se mantuvo recluído en el palacio, revisando las heridas que quedaron en su cuerpo por los colmillos, tomando un poco de aguja e hilo para poder remachar. La única desventaja que veía es que la tela absorbía la sangre con demasiada facilidad, por lo que sería difícil de limpiar.
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  • 𝕷𝖆 𝖕𝖗𝖔𝖒𝖊𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕴𝖓𝖆𝖗𝖎 - 𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 (parte 2)

    Era consciente del transcurrir del tiempo, capaz de calcularlo con el paso de las estaciones. También era consciente de ver a otros animales nacer y morir sin que él sucumbiera a ese mismo paso del tiempo. No era inmortal: si se cortaba, sangraba, y eso era una prueba irrefutable de su mortalidad. Sin embargo, sus heridas sanaban con una velocidad que no era natural, y tampoco sucumbía a la enfermedad. Entonces recordó que, al nacer, una mano dorada acarició su pequeña cabeza. Era cálida, casi como un arrullo en una noche oscura, tan agradable como el abrazo de una madre. Ese gesto marcó la diferencia entre ser un zorro salvaje y lo que él era en ese momento.

    Era capaz de razonar todo aquello con una comprensión que rozaba lo humano o quizás, superior. Esa sensación cobró más fuerza cuando una voz lo llamó, una voz con la misma calidez de aquella mano que lo había arrullado al nacer. Se dejó guiar hasta llegar a ese lugar, fuera del plano donde solía estar. Era un océano infinito, donde al mirar hacia el horizonte no se podía distinguir dónde se separaban el cielo y el mar. El agua estaba tan quieta que ningún oleaje la alteraba, permaneciendo imperturbable. Solo cuando Kazuo posó sus patas sobre ella, unas pequeñas ondas desvelaron esa línea que diferenciaba el agua del cielo nocturno. Caminó sobre el mar como si fuera tierra firme, sin que el peso de su cuerpo lo hundiera. Mientras avanzaba, vio dos inmensos koi tan blancos como su pelaje, nadando bajo sus patas y guiándole el camino a seguir.

    Fue entonces, después de caminar durante un tiempo indefinido, que una figura apareció ante él. Su resplandor era dorado, tan brillante y cálido que resultaba imposible no deslumbrarse con su luz. Su rostro no se definía por un género; era imposible identificar si era hombre o mujer. Ese ser trascendía todas esas limitaciones. Era su madre, no la que le dio a luz, sino quien le dio la vida. Fue quien lo convirtió en lo que era, otorgándole ese pelaje color de luna, esos ojos color zafiro y ese poder que emanaba de su interior. Sus auras eran prácticamente iguales, como si Kazuo fuese una extensión de aquel ser. Finalmente, aquella majestuosa figura habló.

    —Hijo mío, siento orgullo del ser tan magnífico en el que te has convertido —decía con una voz dulce, que calaba hondo en el pecho del zorro.

    Kazuo podía entender sus palabras, aunque estas no fueran verbalizadas como tal. Era como si tomaran significado en su mente, proyectándose directamente en sus pensamientos.

    —Madre... Inari... —musitó él a través de esa conexión mental que ambos habían establecido.

    No entendía por qué sabía aquello; simplemente lo supo, como algo que llegó a él de manera tan natural como respirar.

    —Eres mi conexión en la Tierra; tú y tus hermanos sois mis ojos, la forma en que puedo llegar a todos los que necesitan mi bendición. Eres parte de mí, y yo soy parte de ti —continuó el kami.

    —Necesito que seas mi mensajero, aquel que lleve mi bondad y que me traiga el anhelo de aquellos que merecen mi gracia. Quiero que seas mi representación en la Tierra —añadió con una calma profunda.

    Las palabras de su madre se asentaron en el pecho de Kazuo, quien asintió suavemente, comprendiendo todo lo que ella le decía. Para él, de una forma inexplicable, todo aquello tenía sentido.

    El kami se acercó a él lentamente. Se arrodilló frente al zorro con extrema humildad, acunando su cabeza entre sus manos y entrelazando sus largos dedos en su pelaje. Kazuo cerró los ojos al sentir el contacto; era cálido, era como estar en casa. Aquella figura mística se inclinó para besarle la frente, como si le otorgara un beso de infinita gratitud.

    —Te amo, hijo mío. Gracias por existir —dijo, susurrando contra su piel.

    Y tras eso, el tintineo de una pequeña campana. Al abrir los ojos, todo había desaparecido, como si de un chasquido sordo lo hubiese despertado de un profundo sueño. Solo que aquello no había sido un sueño. Ahora Kazuo comprendía el propósito de su existencia y cuál sería su cometido de aquí en adelante. Cumpliría su misión hasta exhalar su último aliento, si es que eso llegara a suceder algún día. Fue entonces cuando Kazuo alcanzó un nivel de consciencia mayor que el de cualquier humano o ser terrenal, sellando su destino con una promesa eterna.
    𝕷𝖆 𝖕𝖗𝖔𝖒𝖊𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕴𝖓𝖆𝖗𝖎 - 𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 (parte 2) Era consciente del transcurrir del tiempo, capaz de calcularlo con el paso de las estaciones. También era consciente de ver a otros animales nacer y morir sin que él sucumbiera a ese mismo paso del tiempo. No era inmortal: si se cortaba, sangraba, y eso era una prueba irrefutable de su mortalidad. Sin embargo, sus heridas sanaban con una velocidad que no era natural, y tampoco sucumbía a la enfermedad. Entonces recordó que, al nacer, una mano dorada acarició su pequeña cabeza. Era cálida, casi como un arrullo en una noche oscura, tan agradable como el abrazo de una madre. Ese gesto marcó la diferencia entre ser un zorro salvaje y lo que él era en ese momento. Era capaz de razonar todo aquello con una comprensión que rozaba lo humano o quizás, superior. Esa sensación cobró más fuerza cuando una voz lo llamó, una voz con la misma calidez de aquella mano que lo había arrullado al nacer. Se dejó guiar hasta llegar a ese lugar, fuera del plano donde solía estar. Era un océano infinito, donde al mirar hacia el horizonte no se podía distinguir dónde se separaban el cielo y el mar. El agua estaba tan quieta que ningún oleaje la alteraba, permaneciendo imperturbable. Solo cuando Kazuo posó sus patas sobre ella, unas pequeñas ondas desvelaron esa línea que diferenciaba el agua del cielo nocturno. Caminó sobre el mar como si fuera tierra firme, sin que el peso de su cuerpo lo hundiera. Mientras avanzaba, vio dos inmensos koi tan blancos como su pelaje, nadando bajo sus patas y guiándole el camino a seguir. Fue entonces, después de caminar durante un tiempo indefinido, que una figura apareció ante él. Su resplandor era dorado, tan brillante y cálido que resultaba imposible no deslumbrarse con su luz. Su rostro no se definía por un género; era imposible identificar si era hombre o mujer. Ese ser trascendía todas esas limitaciones. Era su madre, no la que le dio a luz, sino quien le dio la vida. Fue quien lo convirtió en lo que era, otorgándole ese pelaje color de luna, esos ojos color zafiro y ese poder que emanaba de su interior. Sus auras eran prácticamente iguales, como si Kazuo fuese una extensión de aquel ser. Finalmente, aquella majestuosa figura habló. —Hijo mío, siento orgullo del ser tan magnífico en el que te has convertido —decía con una voz dulce, que calaba hondo en el pecho del zorro. Kazuo podía entender sus palabras, aunque estas no fueran verbalizadas como tal. Era como si tomaran significado en su mente, proyectándose directamente en sus pensamientos. —Madre... Inari... —musitó él a través de esa conexión mental que ambos habían establecido. No entendía por qué sabía aquello; simplemente lo supo, como algo que llegó a él de manera tan natural como respirar. —Eres mi conexión en la Tierra; tú y tus hermanos sois mis ojos, la forma en que puedo llegar a todos los que necesitan mi bendición. Eres parte de mí, y yo soy parte de ti —continuó el kami. —Necesito que seas mi mensajero, aquel que lleve mi bondad y que me traiga el anhelo de aquellos que merecen mi gracia. Quiero que seas mi representación en la Tierra —añadió con una calma profunda. Las palabras de su madre se asentaron en el pecho de Kazuo, quien asintió suavemente, comprendiendo todo lo que ella le decía. Para él, de una forma inexplicable, todo aquello tenía sentido. El kami se acercó a él lentamente. Se arrodilló frente al zorro con extrema humildad, acunando su cabeza entre sus manos y entrelazando sus largos dedos en su pelaje. Kazuo cerró los ojos al sentir el contacto; era cálido, era como estar en casa. Aquella figura mística se inclinó para besarle la frente, como si le otorgara un beso de infinita gratitud. —Te amo, hijo mío. Gracias por existir —dijo, susurrando contra su piel. Y tras eso, el tintineo de una pequeña campana. Al abrir los ojos, todo había desaparecido, como si de un chasquido sordo lo hubiese despertado de un profundo sueño. Solo que aquello no había sido un sueño. Ahora Kazuo comprendía el propósito de su existencia y cuál sería su cometido de aquí en adelante. Cumpliría su misión hasta exhalar su último aliento, si es que eso llegara a suceder algún día. Fue entonces cuando Kazuo alcanzó un nivel de consciencia mayor que el de cualquier humano o ser terrenal, sellando su destino con una promesa eterna.
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  • Yo no voy por ahí maltratando sacerdotisas. Claramente, la loca con la que hay que lidiar, es ella.

    Bueno, otro día más en la corte Primavera #NV #SV
    Yo no voy por ahí maltratando sacerdotisas. Claramente, la loca con la que hay que lidiar, es ella. Bueno, otro día más en la corte Primavera #NV #SV
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  • Encima tiene la cara dura de llamarme loca y quejarse de lidiar conmigo... #nv #sv
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  • Que estrés, encima de tener que lidiar con Feyre no sé dónde está Lucien. . . Claro si cierta loca no hubiera matado a mi sacerdotisa Ianthe. #NV #SV
    Que estrés, encima de tener que lidiar con Feyre no sé dónde está Lucien. . . Claro si cierta loca no hubiera matado a mi sacerdotisa Ianthe. #NV #SV
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  • El mundo blanco, ese que se extendía infinitamente ante mis ojos, fue arrasado por un viento cruel, tan salvaje e indómito que no entendía razones para no arrastrar los kilómetros de la tierra blanca y llevársela como a cenizas tibias. Observé impotente, sin poder hacer algo en contra de la voluntad de su fuerza que incluso amenazó con arrastrarme a mí.

    No quedó nada. El mundo blanco terminó desvanecido. En su lugar quedó el vacío, años luz de absoluta nada.

    ...

    La sabana que yacía sobre Kafka, tan quieta que solo hacía movimientos cuando él respiraba, terminó desfigurada ante su repentino despertar, tirada en el mojado suelo. El muchacho, agitado, miró alarmado a su al rededor, encontrando un nuevo terreno que era muy diferente a su habitación; Paredes de madera, viejas y mohosas, suelo húmedo, con algunos charcos de barro, y temperatura lo suficientemente baja como para obligarlo a abrazarse a si mismo.

    Kafka abandona lentamente la cama, con movimientos cuidadosos y delicados. La planta de su pie toca el húmedo suelo, dónde el barro se apegó a su piel blanquecina, hasta que pudo ponerse de pie.

    "Primero un murmullo, luego un sueño, y ahora una pocilga. Esto parece una novela muy mal escrita...". En sus adentros Kafka trata de entender, pero no encontraba las respuestas que buscaba. Ante su aturdida mirada yace una puerta, tan maltratada como las paredes que lo rodean.

    "Seguro que ni voy a tocar el picaporte y algo malo pasará". Con pasos inseguros cruzó la habitación, ensuciando sus pies con cada tenso tramo que cortaba. Extendió esos delgados dedos de porcelana, esos que culminan en uñas negras, para envolver el oxidado picaporte, mismo que parecía desmoronarse ante el contacto con la joven mano.
    El chirrido de las bisagras viejas invadió sus oidos, con un sonido tan molesto que hasta su densa cabellera quería erizarse. Kafka apretó los dientes, siendo incapaz de poder olvidar lo desagradable de ese sonido.

    Poco a poco la puerta reveló lo que había del otro lado; Un pasillo, o un túnel si es que quieres ser más exacto. El muchacho de los ojos verdes abrió la puerta, solo para encontrar un extenso túnel repleto de musgo fluorescente y pequeñas flores de tonos azules.
    El mundo blanco, ese que se extendía infinitamente ante mis ojos, fue arrasado por un viento cruel, tan salvaje e indómito que no entendía razones para no arrastrar los kilómetros de la tierra blanca y llevársela como a cenizas tibias. Observé impotente, sin poder hacer algo en contra de la voluntad de su fuerza que incluso amenazó con arrastrarme a mí. No quedó nada. El mundo blanco terminó desvanecido. En su lugar quedó el vacío, años luz de absoluta nada. ... La sabana que yacía sobre Kafka, tan quieta que solo hacía movimientos cuando él respiraba, terminó desfigurada ante su repentino despertar, tirada en el mojado suelo. El muchacho, agitado, miró alarmado a su al rededor, encontrando un nuevo terreno que era muy diferente a su habitación; Paredes de madera, viejas y mohosas, suelo húmedo, con algunos charcos de barro, y temperatura lo suficientemente baja como para obligarlo a abrazarse a si mismo. Kafka abandona lentamente la cama, con movimientos cuidadosos y delicados. La planta de su pie toca el húmedo suelo, dónde el barro se apegó a su piel blanquecina, hasta que pudo ponerse de pie. "Primero un murmullo, luego un sueño, y ahora una pocilga. Esto parece una novela muy mal escrita...". En sus adentros Kafka trata de entender, pero no encontraba las respuestas que buscaba. Ante su aturdida mirada yace una puerta, tan maltratada como las paredes que lo rodean. "Seguro que ni voy a tocar el picaporte y algo malo pasará". Con pasos inseguros cruzó la habitación, ensuciando sus pies con cada tenso tramo que cortaba. Extendió esos delgados dedos de porcelana, esos que culminan en uñas negras, para envolver el oxidado picaporte, mismo que parecía desmoronarse ante el contacto con la joven mano. El chirrido de las bisagras viejas invadió sus oidos, con un sonido tan molesto que hasta su densa cabellera quería erizarse. Kafka apretó los dientes, siendo incapaz de poder olvidar lo desagradable de ese sonido. Poco a poco la puerta reveló lo que había del otro lado; Un pasillo, o un túnel si es que quieres ser más exacto. El muchacho de los ojos verdes abrió la puerta, solo para encontrar un extenso túnel repleto de musgo fluorescente y pequeñas flores de tonos azules.
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  • -aparecio ante el híbrido para darle una noticia que jamás... Jamás... En todos sus años de vida (que irónicamente no son muchos al lado de los demás sesshomaru) jamás llegó a pensar que lo diría.... Se rasco el menton y volvió a frotarse con impaciencia la panza -

    𝙸𝚗𝚞𝚈𝚊𝚜𝚑𝚊 犬夜叉 no se cómo decir esto en palabras comprensibles para ti y tampoco se cómo es que permitir que esto pasara.... Quizás son demasiado débil ante .... Los cachorros....

    -arrugo el puente de la nariz y desvío la mirada -

    A partir de ahora ya no vamos a ser dos en la manada, tal vez se va a unir una tercera personita que posiblemente nos va a robar el nido y por su bien que robe todo menos a mi híbrido....

    -carraspea regresando en si -

    Cómo decía, ehh.... Dentro de poco vamos a ser una manada de.... Tres ?

    -aparecio ante el híbrido para darle una noticia que jamás... Jamás... En todos sus años de vida (que irónicamente no son muchos al lado de los demás sesshomaru) jamás llegó a pensar que lo diría.... Se rasco el menton y volvió a frotarse con impaciencia la panza - [InunoT41sho] no se cómo decir esto en palabras comprensibles para ti y tampoco se cómo es que permitir que esto pasara.... Quizás son demasiado débil ante .... Los cachorros.... -arrugo el puente de la nariz y desvío la mirada - A partir de ahora ya no vamos a ser dos en la manada, tal vez se va a unir una tercera personita que posiblemente nos va a robar el nido y por su bien que robe todo menos a mi híbrido.... -carraspea regresando en si - Cómo decía, ehh.... Dentro de poco vamos a ser una manada de.... Tres ?
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  • El mago Yukine empuja la pesada puerta de madera del bar. Al entrar, una mezcla de luces tenues y sombras danzantes lo envuelven. El aire está cargado de una mezcla de aromas: hierbas exóticas, pociones burbujeantes y el inconfundible olor a magia antigua.
    El bar está lleno de seres mitológicos de todo tipo. En una esquina, un grupo de elfos discute animadamente sobre la última moda en arcos encantados. Cerca de la barra, un centauro sorbe una bebida espumosa mientras conversa con una sirena que ha encontrado un asiento en un tanque de agua especialmente diseñado para ella. En una mesa central, un dragón en forma humana lanza dados mágicos en un juego de azar con un gnomo y un troll.
    Yukine avanza con paso seguro, su capa ondeando ligeramente detrás de él. Sus ojos brillan con una luz azulada, reflejo de su poder interior. Se acerca a la barra, donde el barman, un duende de aspecto astuto, le sonríe.

    “¿Qué te trae por aquí, mago?”

    pregunta el duende mientras limpia un vaso con un trapo que parece tener vida propia.

    “He venido en busca de información,”

    responde Yukine, su voz resonando con autoridad.

    “Dicen que aquí se puede encontrar a los más sabios y a los más astutos de todos los reinos.”

    El duende asiente, sus ojos brillando con curiosidad.

    “Has venido al lugar correcto. Pero aquí, la información tiene un precio.”

    Yukine sonríe levemente, sacando una pequeña bolsa de su capa y dejándola sobre la barra. El tintineo de las monedas de oro resuena en el bar, atrayendo la atención de varios de los presentes.

    “Entonces, empecemos,”

    dice Yukine, preparándose para desentrañar los secretos que lo han llevado hasta este lugar.
    El duende toma la bolsa de monedas y la guarda rápidamente en un bolsillo de su chaleco.

    “Muy bien, mago Yukine. ¿Qué es lo que deseas saber?”

    Yukine se inclina ligeramente hacia adelante, su voz baja pero firme.

    “Estoy buscando información sobre un antiguo artefacto, el Orbe de Eterna Luz. Se dice que tiene el poder de restaurar el equilibrio entre los reinos.”

    El duende frunce el ceño, sus ojos brillando con una mezcla de interés y preocupación.

    “El Orbe de Eterna Luz… No es un objeto común. Muchos lo han buscado, pero pocos han regresado.”

    Desde una mesa cercana, una figura encapuchada se levanta y se acerca a la barra.

    “He oído hablar de ese artefacto,”

    dice la figura, revelando un rostro parcialmente cubierto por cicatrices.

    “Soy Lidica, una exploradora de tierras lejanas. He visto mapas y escuchado leyendas sobre el Orbe.”

    Yukine la observa con atención.

    “¿Estás dispuesta a compartir lo que sabes?”

    Lidica asiente lentamente.

    “A cambio de tu ayuda en una misión que tengo pendiente. Necesito recuperar un cristal de poder de las ruinas de un antiguo templo. Es un lugar peligroso, pero con tus habilidades, podríamos tener éxito.”

    Yukine considera la propuesta por un momento antes de asentir.

    “De acuerdo. Te ayudaré con tu misión, y a cambio, tú me guiarás hacia el Orbe de Eterna Luz.”

    El duende sonríe, satisfecho con el acuerdo.

    “Parece que tenemos un trato. Pero tened cuidado, ambos. Este bar está lleno de oídos curiosos y no todos son de fiar.”

    Con el pacto sellado, Yukine y Lidica se preparan para partir hacia su peligrosa aventura, sabiendo que el destino de los reinos podría depender de su éxito.
    Yukine y Lidica abandonan el bar “El Caldero Místico” y se adentran en la noche, sus pasos resonando en las calles empedradas. La luna llena ilumina su camino mientras se dirigen hacia las ruinas del antiguo templo donde se encuentra el cristal de poder que Lidica necesita recuperar.

    “El templo está a unos días de viaje desde aquí,”

    explica Lidica mientras caminan.

    “Está rodeado de un bosque encantado, lleno de criaturas mágicas y trampas antiguas. Tendremos que estar en guardia en todo momento.”

    Yukine asiente, su mirada fija en el horizonte.

    “Estoy preparado. Cuéntame más sobre este cristal de poder.”

    Lidica suspira, recordando las historias que había escuchado desde niña.

    “El Cristal de la Aurora es un artefacto antiguo que perteneció a mis ancestros. Se dice que tiene la capacidad de amplificar la magia de su portador, pero también puede ser peligroso si cae en las manos equivocadas. Mi familia ha estado buscándolo durante generaciones, y creo que finalmente estoy cerca de encontrarlo.”

    A medida que avanzan, el paisaje cambia gradualmente de la ciudad a un denso bosque. Los árboles altos y retorcidos parecen susurrar secretos antiguos, y la luz de la luna apenas penetra el espeso follaje.

    “Debemos acampar aquí por la noche,”

    sugiere Lidica, señalando un claro en el bosque.

    “Es mejor no adentrarse en el templo sin descansar primero.”

    Yukine asiente y comienza a preparar un pequeño campamento. Mientras encienden una fogata, Lidica saca un mapa antiguo y lo extiende sobre el suelo.

    “Este es el templo,”

    dice, señalando una estructura en el centro del mapa.

    “Hay varias entradas, pero la mayoría están protegidas por trampas mágicas. Con tu ayuda, creo que podemos desactivarlas y llegar al cristal.”

    Yukine estudia el mapa con atención.

    “Mañana al amanecer, nos dirigiremos al templo. Debemos estar preparados para cualquier cosa.”

    Con el plan trazado, ambos se acomodan junto a la fogata, sus pensamientos llenos de la misión que les espera. La noche avanza lentamente, y el bosque parece cobrar vida con los sonidos de criaturas nocturnas y el susurro del viento entre los árboles.
    El amancer y la salida del sol es el indicio que un nuevo día a iniciado, Yukine y Lidica se despiertan y preparan algo de desayuno, dan una segunda revisada al pan trasado con anterioridad y desmontan el campamento hecho, recogiendo las lonas y apagando la totalidad del fuego restante usando magia de agua, poniéndose en marcha una vez mas.
    Mientras Yukine y Lidica avanzan por el bosque encantado, una sensación de que son observados los invade, poniéndolos algo tensos y expectantes, de repente y entre los arbustos una criatura emerge, poniendo a Yukine y Lidica en alerta, Yukine por instinto acumulo mana en ambas manos preparándose para el combate mientras Lidica desenvaina su espada y se ponen posición defensiva.

    “¿Quiénes sois y qué buscáis en mi bosque?”

    pregunta el Leshy, su voz resonando como un eco entre los árboles.
    Yukine a ver a la criatura disipa su mana y hace un gesto a Lidica para que enfunde su arma, Yukine da un paso adelante, mostrando respeto.

    “Somos viajeros en busca de un antiguo templo. No queremos causar daño a tu bosque.”

    El Leshy los observa detenidamente antes de asentir lentamente.

    "Te conozco mago eres aquel que fue elegido como mediador, La elemental de tierra nos dijo de tu elección y pronto encuentro"

    el Leshy asintió y les señalo en dirección al sur

    “El templo que buscáis está protegido por antiguos encantamientos. Si prometéis no dañar el bosque, os guiaré hasta allí.”

    Lidica y Yukine asienten, agradecidos por la ayuda del Leshy. Con su guía, avanzan más profundamente en el bosque, sabiendo que han ganado un poderoso aliado en su búsqueda al menos de manera temporal.
    Una vez llegaron a la entrada del templo el Leshy se paro nuevamente frente a ellos

    "eh cumplido mi parte del trato mediador, espero cumplas la tuya"

    luego de estas palabras el leshy desaparecio entre el musgo del suelo, Yukine y Lidica se miraron el uno al otro y asintieron con decisión y entraron al templo.
    El interior del antiguo templo es un lugar impresionante y lleno de misterio. Al entrar, Yukine y Lidica se encuentran en un vasto salón principal, iluminado por la luz tenue que se filtra a través de las grietas en el techo de piedra. Las paredes están cubiertas de intrincados grabados y frescos que representan escenas de antiguas leyendas y batallas épicas.
    Altas columnas de piedra, decoradas con runas y símbolos antiguos, se alinean a lo largo del salón. Algunas de estas columnas están parcialmente cubiertas de musgo y enredaderas, mostrando el paso del tiempo
    A lo largo de las paredes, hay estatuas de antiguos guardianes del templo, figuras imponentes con expresiones severas y armas en mano. Estas estatuas parecen vigilar a los intrusos con ojos de piedra En el centro del salón, hay un gran altar de mármol, adornado con gemas y metales preciosos. Sobre el altar, hay un pedestal vacío donde alguna vez estuvo el Cristal de poder
    Desde el salón principal, varios pasadizos oscuros se extienden hacia las profundidades del templo. Estos pasadizos están llenos de trampas y desafíos, diseñados para proteger los secretos del templo El techo del salón está decorado con un mosaico de colores brillantes que representa el cielo nocturno y las constelaciones. Este mosaico parece brillar con una luz propia, añadiendo un aire mágico al lugar
    El suelo está hecho de grandes losas de piedra, algunas de las cuales están grabadas con patrones geométricos y símbolos mágicos. A medida que caminan, Yukine y Lidica pueden sentir una energía antigua emanando del suelo
    El ambiente dentro del templo es solemne y reverente, con un silencio que solo es roto por el eco de sus pasos. Cada rincón del lugar parece estar impregnado de historia y magia, Yukine y Lidica saben que deben proceder con cautela.
    Mientras Yukine y Lyria avanzan hacia el altar central, una perturbación mágica se siente en el aire. Las runas en las columnas comienzan a brillar intensamente y el suelo tiembla bajo sus pies.
    Yukine siente la energía mágica acumulándose y sabe que algo está a punto de suceder. Alza su bastón y murmura un conjuro de protección.

    "Lidica, prepárate. Algo se aproxima."

    Lidica desenvaina sus dagas, las hojas brillando con runas de fuego y hielo. Se coloca en posición defensiva junto a Yukine.

    "Estoy lista. Lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos."

    Las estatuas de los guardianes a lo largo del salón empiezan a moverse, desprendiéndose del polvo y el musgo. Sus ojos de piedra brillan con una luz roja y sus armas relucen bajo la luz del templo. Con pasos pesados, avanzan hacia los intrusos, levantando sus espadas y lanzas.
    El primer guardián levanta su espada y lanza un golpe poderoso hacia Yukine. Yukine levanta su mano justo a tiempo, bloqueando el ataque con un escudo de energía mágica. El impacto resuena a través del templo, pero Yukine se mantiene firme.
    Otro guardián se abalanza hacia Lyria con una lanza. Lidica esquiva ágilmente el ataque, rodando hacia un lado y contraatacando con una de sus dagas. La hoja encantada deja una cicatriz ardiente en el brazo de piedra del guardián.
    Un tercer guardián intenta sorprender a Yukine por detrás, pero Yukine está preparado. Gira rápidamente y lanza un hechizo de viento, empujando al guardián hacia atrás y haciéndolo chocar contra una columna.
    Yukine y Lidica se coordinan perfectamente, luchando espalda con espalda. Yukine lanza hechizos de fuego y hielo, debilitando a los guardianes mientras Lidica utiliza su agilidad para esquivar y golpear con precisión.
    El combate continúa, con los guardianes atacando implacablemente y Yukine y Lidica defendiendo cada golpe con destreza y magia. El templo retumba con el sonido de la batalla, y ambos saben que deben mantenerse enfocados si quieren salir victoriosos.
    El combate se vuelve más frenético cuando Yukine decide utilizar una combinación de hechizos más avanzada. Alza su mano y, con un movimiento rápido, lanza un hechizo de cadena de relámpagos. La cadena de relámpagos salta de un guardián a otro, chisporroteando y dejando marcas de quemaduras en sus superficies de piedra. Los guardianes retroceden momentáneamente, dándoles a Yukine y Lidica un respiro para reagruparse.
    Lidica aprovecha el momento para lanzar una de sus pociones explosivas a los pies del guardián más cercano. La explosión resulta en un destello cegador seguido de una onda de choque que desestabiliza la estructura del guardián. Con una agilidad impresionante, Lyria se desliza bajo el guardián tambaleante y clava su daga en las articulaciones de piedra, causándole un daño crítico.
    A pesar de estar envuelto en llamas, el guardián lanza un ataque feroz hacia Yukine. Yukine levanta su escudo de energía justo a tiempo, pero el impacto lo hace retroceder unos pasos. El escudo parpadea, mostrando signos de desgaste.
    El guardián herido en la pierna intenta golpear a Lidica con su lanza. Lidica esquiva con agilidad, pero el guardián la sigue de cerca, lanzando una serie de ataques rápidos. Lyria bloquea algunos con sus dagas, pero uno de los golpes logra rozarle el brazo, causando un corte superficial.
    Un tercer guardián, habiendo chocado contra la columna, se reincorpora y lanza un ataque desde la distancia. Alza su mano y una ráfaga de energía oscura se dirige hacia Yukine y Lidica. Yukine desvía la energía con su mano, pero siente la fuerza del impacto.
    Viendo la oportunidad, Yukine decide recurrir a su hechizo de lanza de hielo, creando una lanza hecha de hielo puro y lanzándola con precisión hacia el corazón de piedra del segundo guardián. La lanza penetra la piedra con un sonido agudo, y el guardián se desploma en una nube de polvo.
    Lidica, con su agilidad intacta, hace uso de su habilidad "Golpe Sombrío". Se desvanece momentáneamente en una sombra y reaparece detrás del último guardián, donde clava sus dos dagas encantadas en su espalda. Las runas de fuego y hielo se activan simultáneamente, causando una explosión elemental que destruye al guardián desde dentro.
    El silencio vuelve al templo, interrumpido solo por los ecos de la batalla que aún resuenan en las paredes. Yukine y Lidica, respirando con dificultad, se miran y asienten, sabiendo que han superado una prueba importante.
    Una vez derrotados los guardianes, el altar que antes estaba vacio ahora resuena, vibra y se ilumina por momentos, Lidica se pone de pie y observa anonadada como de este emerge lo que ha estado buscando durante anos.
    una luz suave y resplandeciente. Lidica da un paso adelante, sus ojos llenos de asombro y reverencia.

    "Lo hemos encontrado,"

    susurra, extendiendo una mano hacia el cristal.

    "por fin lo he encontrado, luego de siglos de busqueda, he cumplido la mision de mi familia y ahora yo y mis desendientes debemos continuar la custodia y proteccion de el cristal ."

    Yukine se acerca a su lado, su energía mágica resonando con la del cristal sorprendido por este hecho deja salir su aura magica haciendo que resuene con mayor intensidad con el cristal Con una profunda respiración, extiende sus manos hacia el Cristal . La luz del cristal se intensifica y un cálido resplandor envuelve a Yukine. La energía empieza a fluir desde el cristal hacia él, recorriendo su cuerpo como un río de pura magia. Sus ojos brillan con un azul intenso mientras siente cómo su propia magia se fusiona con la del cristal.
    De repente, una figura comienza a formarse frente a ellos, emergiendo de la luz del cristal. Es una entidad de luz pura, con forma humanoide, pero sus rasgos son etéreos y cambiantes, como si estuviera hecha del mismo resplandor del cristal.

    "Yukine,"

    dice la entidad con una voz que resuena como un coro de ecos armoniosos,

    "yo soy el Guardián del Cristal, una manifestación de su esencia."

    Yukine, todavía envuelto en la energía del cristal, inclina la cabeza en señal de respeto.

    "¿Por qué me ha elegido el cristal? ¿Por qué me otorga sus poderes?"

    La entidad de luz se acerca, su presencia irradiando calidez y serenidad.

    "El Cristal posee un gran poder, uno que puede restaurar el equilibrio o causar destrucción, dependiendo de las intenciones de su portador. Te ha elegido a ti porque eres tu quien fue escogido por lo elementales como mediador."

    Lidica observa la escena con reverencia, sus ojos llenos de asombro.

    "¿Qué debemos hacer ahora?"

    pregunta ella.
    La entidad sonríe suavemente.

    "El trabajo de tu familia, el cual desempeño por siglos hoy se ha cumplido, su salvaguarda era fundamental para que hoy el cristal pudiera entregar sus poderes al mediador."

    "Yukine, ahora que has absorbido los poderes del cristal, te has convertido en su guardián. Debes utilizar este poder para cerrar las brechas que amenazan los reinos y restaurar el equilibrio. Pero recuerda, con gran poder viene una gran responsabilidad."

    Yukine asiente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero también una sensación de propósito y claridad.

    "Lo haré. Protegeré el equilibrio"

    La luz que forma la entidad comienza a desvanecerse, pero su voz permanece clara.

    "El Cristal ha confiado en ti, Yukine. Usa su poder con sabiduría y valentía. El destino de los reinos está ahora en tus manos."

    Con esas palabras, la entidad desaparece, dejando a Yukine y Lidica en la sala central del templo. La luz del cristal se integra completamente en Yukine, y él siente una nueva fuerza y conexión con la magia del mundo.
    El mago Yukine empuja la pesada puerta de madera del bar. Al entrar, una mezcla de luces tenues y sombras danzantes lo envuelven. El aire está cargado de una mezcla de aromas: hierbas exóticas, pociones burbujeantes y el inconfundible olor a magia antigua. El bar está lleno de seres mitológicos de todo tipo. En una esquina, un grupo de elfos discute animadamente sobre la última moda en arcos encantados. Cerca de la barra, un centauro sorbe una bebida espumosa mientras conversa con una sirena que ha encontrado un asiento en un tanque de agua especialmente diseñado para ella. En una mesa central, un dragón en forma humana lanza dados mágicos en un juego de azar con un gnomo y un troll. Yukine avanza con paso seguro, su capa ondeando ligeramente detrás de él. Sus ojos brillan con una luz azulada, reflejo de su poder interior. Se acerca a la barra, donde el barman, un duende de aspecto astuto, le sonríe. “¿Qué te trae por aquí, mago?” pregunta el duende mientras limpia un vaso con un trapo que parece tener vida propia. “He venido en busca de información,” responde Yukine, su voz resonando con autoridad. “Dicen que aquí se puede encontrar a los más sabios y a los más astutos de todos los reinos.” El duende asiente, sus ojos brillando con curiosidad. “Has venido al lugar correcto. Pero aquí, la información tiene un precio.” Yukine sonríe levemente, sacando una pequeña bolsa de su capa y dejándola sobre la barra. El tintineo de las monedas de oro resuena en el bar, atrayendo la atención de varios de los presentes. “Entonces, empecemos,” dice Yukine, preparándose para desentrañar los secretos que lo han llevado hasta este lugar. El duende toma la bolsa de monedas y la guarda rápidamente en un bolsillo de su chaleco. “Muy bien, mago Yukine. ¿Qué es lo que deseas saber?” Yukine se inclina ligeramente hacia adelante, su voz baja pero firme. “Estoy buscando información sobre un antiguo artefacto, el Orbe de Eterna Luz. Se dice que tiene el poder de restaurar el equilibrio entre los reinos.” El duende frunce el ceño, sus ojos brillando con una mezcla de interés y preocupación. “El Orbe de Eterna Luz… No es un objeto común. Muchos lo han buscado, pero pocos han regresado.” Desde una mesa cercana, una figura encapuchada se levanta y se acerca a la barra. “He oído hablar de ese artefacto,” dice la figura, revelando un rostro parcialmente cubierto por cicatrices. “Soy Lidica, una exploradora de tierras lejanas. He visto mapas y escuchado leyendas sobre el Orbe.” Yukine la observa con atención. “¿Estás dispuesta a compartir lo que sabes?” Lidica asiente lentamente. “A cambio de tu ayuda en una misión que tengo pendiente. Necesito recuperar un cristal de poder de las ruinas de un antiguo templo. Es un lugar peligroso, pero con tus habilidades, podríamos tener éxito.” Yukine considera la propuesta por un momento antes de asentir. “De acuerdo. Te ayudaré con tu misión, y a cambio, tú me guiarás hacia el Orbe de Eterna Luz.” El duende sonríe, satisfecho con el acuerdo. “Parece que tenemos un trato. Pero tened cuidado, ambos. Este bar está lleno de oídos curiosos y no todos son de fiar.” Con el pacto sellado, Yukine y Lidica se preparan para partir hacia su peligrosa aventura, sabiendo que el destino de los reinos podría depender de su éxito. Yukine y Lidica abandonan el bar “El Caldero Místico” y se adentran en la noche, sus pasos resonando en las calles empedradas. La luna llena ilumina su camino mientras se dirigen hacia las ruinas del antiguo templo donde se encuentra el cristal de poder que Lidica necesita recuperar. “El templo está a unos días de viaje desde aquí,” explica Lidica mientras caminan. “Está rodeado de un bosque encantado, lleno de criaturas mágicas y trampas antiguas. Tendremos que estar en guardia en todo momento.” Yukine asiente, su mirada fija en el horizonte. “Estoy preparado. Cuéntame más sobre este cristal de poder.” Lidica suspira, recordando las historias que había escuchado desde niña. “El Cristal de la Aurora es un artefacto antiguo que perteneció a mis ancestros. Se dice que tiene la capacidad de amplificar la magia de su portador, pero también puede ser peligroso si cae en las manos equivocadas. Mi familia ha estado buscándolo durante generaciones, y creo que finalmente estoy cerca de encontrarlo.” A medida que avanzan, el paisaje cambia gradualmente de la ciudad a un denso bosque. Los árboles altos y retorcidos parecen susurrar secretos antiguos, y la luz de la luna apenas penetra el espeso follaje. “Debemos acampar aquí por la noche,” sugiere Lidica, señalando un claro en el bosque. “Es mejor no adentrarse en el templo sin descansar primero.” Yukine asiente y comienza a preparar un pequeño campamento. Mientras encienden una fogata, Lidica saca un mapa antiguo y lo extiende sobre el suelo. “Este es el templo,” dice, señalando una estructura en el centro del mapa. “Hay varias entradas, pero la mayoría están protegidas por trampas mágicas. Con tu ayuda, creo que podemos desactivarlas y llegar al cristal.” Yukine estudia el mapa con atención. “Mañana al amanecer, nos dirigiremos al templo. Debemos estar preparados para cualquier cosa.” Con el plan trazado, ambos se acomodan junto a la fogata, sus pensamientos llenos de la misión que les espera. La noche avanza lentamente, y el bosque parece cobrar vida con los sonidos de criaturas nocturnas y el susurro del viento entre los árboles. El amancer y la salida del sol es el indicio que un nuevo día a iniciado, Yukine y Lidica se despiertan y preparan algo de desayuno, dan una segunda revisada al pan trasado con anterioridad y desmontan el campamento hecho, recogiendo las lonas y apagando la totalidad del fuego restante usando magia de agua, poniéndose en marcha una vez mas. Mientras Yukine y Lidica avanzan por el bosque encantado, una sensación de que son observados los invade, poniéndolos algo tensos y expectantes, de repente y entre los arbustos una criatura emerge, poniendo a Yukine y Lidica en alerta, Yukine por instinto acumulo mana en ambas manos preparándose para el combate mientras Lidica desenvaina su espada y se ponen posición defensiva. “¿Quiénes sois y qué buscáis en mi bosque?” pregunta el Leshy, su voz resonando como un eco entre los árboles. Yukine a ver a la criatura disipa su mana y hace un gesto a Lidica para que enfunde su arma, Yukine da un paso adelante, mostrando respeto. “Somos viajeros en busca de un antiguo templo. No queremos causar daño a tu bosque.” El Leshy los observa detenidamente antes de asentir lentamente. "Te conozco mago eres aquel que fue elegido como mediador, La elemental de tierra nos dijo de tu elección y pronto encuentro" el Leshy asintió y les señalo en dirección al sur “El templo que buscáis está protegido por antiguos encantamientos. Si prometéis no dañar el bosque, os guiaré hasta allí.” Lidica y Yukine asienten, agradecidos por la ayuda del Leshy. Con su guía, avanzan más profundamente en el bosque, sabiendo que han ganado un poderoso aliado en su búsqueda al menos de manera temporal. Una vez llegaron a la entrada del templo el Leshy se paro nuevamente frente a ellos "eh cumplido mi parte del trato mediador, espero cumplas la tuya" luego de estas palabras el leshy desaparecio entre el musgo del suelo, Yukine y Lidica se miraron el uno al otro y asintieron con decisión y entraron al templo. El interior del antiguo templo es un lugar impresionante y lleno de misterio. Al entrar, Yukine y Lidica se encuentran en un vasto salón principal, iluminado por la luz tenue que se filtra a través de las grietas en el techo de piedra. Las paredes están cubiertas de intrincados grabados y frescos que representan escenas de antiguas leyendas y batallas épicas. Altas columnas de piedra, decoradas con runas y símbolos antiguos, se alinean a lo largo del salón. Algunas de estas columnas están parcialmente cubiertas de musgo y enredaderas, mostrando el paso del tiempo A lo largo de las paredes, hay estatuas de antiguos guardianes del templo, figuras imponentes con expresiones severas y armas en mano. Estas estatuas parecen vigilar a los intrusos con ojos de piedra En el centro del salón, hay un gran altar de mármol, adornado con gemas y metales preciosos. Sobre el altar, hay un pedestal vacío donde alguna vez estuvo el Cristal de poder Desde el salón principal, varios pasadizos oscuros se extienden hacia las profundidades del templo. Estos pasadizos están llenos de trampas y desafíos, diseñados para proteger los secretos del templo El techo del salón está decorado con un mosaico de colores brillantes que representa el cielo nocturno y las constelaciones. Este mosaico parece brillar con una luz propia, añadiendo un aire mágico al lugar El suelo está hecho de grandes losas de piedra, algunas de las cuales están grabadas con patrones geométricos y símbolos mágicos. A medida que caminan, Yukine y Lidica pueden sentir una energía antigua emanando del suelo El ambiente dentro del templo es solemne y reverente, con un silencio que solo es roto por el eco de sus pasos. Cada rincón del lugar parece estar impregnado de historia y magia, Yukine y Lidica saben que deben proceder con cautela. Mientras Yukine y Lyria avanzan hacia el altar central, una perturbación mágica se siente en el aire. Las runas en las columnas comienzan a brillar intensamente y el suelo tiembla bajo sus pies. Yukine siente la energía mágica acumulándose y sabe que algo está a punto de suceder. Alza su bastón y murmura un conjuro de protección. "Lidica, prepárate. Algo se aproxima." Lidica desenvaina sus dagas, las hojas brillando con runas de fuego y hielo. Se coloca en posición defensiva junto a Yukine. "Estoy lista. Lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos." Las estatuas de los guardianes a lo largo del salón empiezan a moverse, desprendiéndose del polvo y el musgo. Sus ojos de piedra brillan con una luz roja y sus armas relucen bajo la luz del templo. Con pasos pesados, avanzan hacia los intrusos, levantando sus espadas y lanzas. El primer guardián levanta su espada y lanza un golpe poderoso hacia Yukine. Yukine levanta su mano justo a tiempo, bloqueando el ataque con un escudo de energía mágica. El impacto resuena a través del templo, pero Yukine se mantiene firme. Otro guardián se abalanza hacia Lyria con una lanza. Lidica esquiva ágilmente el ataque, rodando hacia un lado y contraatacando con una de sus dagas. La hoja encantada deja una cicatriz ardiente en el brazo de piedra del guardián. Un tercer guardián intenta sorprender a Yukine por detrás, pero Yukine está preparado. Gira rápidamente y lanza un hechizo de viento, empujando al guardián hacia atrás y haciéndolo chocar contra una columna. Yukine y Lidica se coordinan perfectamente, luchando espalda con espalda. Yukine lanza hechizos de fuego y hielo, debilitando a los guardianes mientras Lidica utiliza su agilidad para esquivar y golpear con precisión. El combate continúa, con los guardianes atacando implacablemente y Yukine y Lidica defendiendo cada golpe con destreza y magia. El templo retumba con el sonido de la batalla, y ambos saben que deben mantenerse enfocados si quieren salir victoriosos. El combate se vuelve más frenético cuando Yukine decide utilizar una combinación de hechizos más avanzada. Alza su mano y, con un movimiento rápido, lanza un hechizo de cadena de relámpagos. La cadena de relámpagos salta de un guardián a otro, chisporroteando y dejando marcas de quemaduras en sus superficies de piedra. Los guardianes retroceden momentáneamente, dándoles a Yukine y Lidica un respiro para reagruparse. Lidica aprovecha el momento para lanzar una de sus pociones explosivas a los pies del guardián más cercano. La explosión resulta en un destello cegador seguido de una onda de choque que desestabiliza la estructura del guardián. Con una agilidad impresionante, Lyria se desliza bajo el guardián tambaleante y clava su daga en las articulaciones de piedra, causándole un daño crítico. A pesar de estar envuelto en llamas, el guardián lanza un ataque feroz hacia Yukine. Yukine levanta su escudo de energía justo a tiempo, pero el impacto lo hace retroceder unos pasos. El escudo parpadea, mostrando signos de desgaste. El guardián herido en la pierna intenta golpear a Lidica con su lanza. Lidica esquiva con agilidad, pero el guardián la sigue de cerca, lanzando una serie de ataques rápidos. Lyria bloquea algunos con sus dagas, pero uno de los golpes logra rozarle el brazo, causando un corte superficial. Un tercer guardián, habiendo chocado contra la columna, se reincorpora y lanza un ataque desde la distancia. Alza su mano y una ráfaga de energía oscura se dirige hacia Yukine y Lidica. Yukine desvía la energía con su mano, pero siente la fuerza del impacto. Viendo la oportunidad, Yukine decide recurrir a su hechizo de lanza de hielo, creando una lanza hecha de hielo puro y lanzándola con precisión hacia el corazón de piedra del segundo guardián. La lanza penetra la piedra con un sonido agudo, y el guardián se desploma en una nube de polvo. Lidica, con su agilidad intacta, hace uso de su habilidad "Golpe Sombrío". Se desvanece momentáneamente en una sombra y reaparece detrás del último guardián, donde clava sus dos dagas encantadas en su espalda. Las runas de fuego y hielo se activan simultáneamente, causando una explosión elemental que destruye al guardián desde dentro. El silencio vuelve al templo, interrumpido solo por los ecos de la batalla que aún resuenan en las paredes. Yukine y Lidica, respirando con dificultad, se miran y asienten, sabiendo que han superado una prueba importante. Una vez derrotados los guardianes, el altar que antes estaba vacio ahora resuena, vibra y se ilumina por momentos, Lidica se pone de pie y observa anonadada como de este emerge lo que ha estado buscando durante anos. una luz suave y resplandeciente. Lidica da un paso adelante, sus ojos llenos de asombro y reverencia. "Lo hemos encontrado," susurra, extendiendo una mano hacia el cristal. "por fin lo he encontrado, luego de siglos de busqueda, he cumplido la mision de mi familia y ahora yo y mis desendientes debemos continuar la custodia y proteccion de el cristal ." Yukine se acerca a su lado, su energía mágica resonando con la del cristal sorprendido por este hecho deja salir su aura magica haciendo que resuene con mayor intensidad con el cristal Con una profunda respiración, extiende sus manos hacia el Cristal . La luz del cristal se intensifica y un cálido resplandor envuelve a Yukine. La energía empieza a fluir desde el cristal hacia él, recorriendo su cuerpo como un río de pura magia. Sus ojos brillan con un azul intenso mientras siente cómo su propia magia se fusiona con la del cristal. De repente, una figura comienza a formarse frente a ellos, emergiendo de la luz del cristal. Es una entidad de luz pura, con forma humanoide, pero sus rasgos son etéreos y cambiantes, como si estuviera hecha del mismo resplandor del cristal. "Yukine," dice la entidad con una voz que resuena como un coro de ecos armoniosos, "yo soy el Guardián del Cristal, una manifestación de su esencia." Yukine, todavía envuelto en la energía del cristal, inclina la cabeza en señal de respeto. "¿Por qué me ha elegido el cristal? ¿Por qué me otorga sus poderes?" La entidad de luz se acerca, su presencia irradiando calidez y serenidad. "El Cristal posee un gran poder, uno que puede restaurar el equilibrio o causar destrucción, dependiendo de las intenciones de su portador. Te ha elegido a ti porque eres tu quien fue escogido por lo elementales como mediador." Lidica observa la escena con reverencia, sus ojos llenos de asombro. "¿Qué debemos hacer ahora?" pregunta ella. La entidad sonríe suavemente. "El trabajo de tu familia, el cual desempeño por siglos hoy se ha cumplido, su salvaguarda era fundamental para que hoy el cristal pudiera entregar sus poderes al mediador." "Yukine, ahora que has absorbido los poderes del cristal, te has convertido en su guardián. Debes utilizar este poder para cerrar las brechas que amenazan los reinos y restaurar el equilibrio. Pero recuerda, con gran poder viene una gran responsabilidad." Yukine asiente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero también una sensación de propósito y claridad. "Lo haré. Protegeré el equilibrio" La luz que forma la entidad comienza a desvanecerse, pero su voz permanece clara. "El Cristal ha confiado en ti, Yukine. Usa su poder con sabiduría y valentía. El destino de los reinos está ahora en tus manos." Con esas palabras, la entidad desaparece, dejando a Yukine y Lidica en la sala central del templo. La luz del cristal se integra completamente en Yukine, y él siente una nueva fuerza y conexión con la magia del mundo.
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  • Han pasado semanas, quizás más de las que quiero recordar. La batalla constante dentro de mi mente me ha agotado completamente. Día tras día, mi cabeza se ha sentido como un campo de batalla, donde dos fuerzas irreconciliables luchan sin tregua, desgastándome y destruyéndome por dentro. He llegado a un punto en el que ya no sé cuánto más podré resistir.

    En un momento de silencio absoluto, cuando todo a mi alrededor parecía desvanecerse, finalmente logré pensar con claridad. Fue como si la oscuridad que me envolvía se disipara, aunque solo por un instante, y algo profundamente enterrado dentro de mí comenzara a emerger.

    ¿Cómo no me había dado cuenta antes?

    Me sorprendió la repentina claridad que iluminó mi mente. Después de tanto tiempo huyendo y rechazando esa voz en mi interior, nunca me había detenido a pensar que no era algo ajeno, sino parte de mí mismo. Esa oscuridad que siempre había considerado un enemigo, una amenaza, era, en realidad, una extensión de mi propia esencia.

    No era un monstruo, ni una fuerza desconocida. Era yo.

    La conclusión me golpeó con una oleada de comprensión que se sentía extraña y, a la vez, liberadora. Sin embargo, junto con la paz de ese descubrimiento, surgió un nuevo dilema: ahora que lo sabía, ¿qué debía hacer?

    Había pasado tanto tiempo reprimiéndolo, negándolo, y eso solo lo hizo volverse más violento, más decidido a tomar el control. La constante lucha en su contra estaba acabando conmigo, desgastándome día tras día. Entonces, ¿qué opción me quedaba?

    ¿Debería… aceptarlo?

    Han pasado semanas, quizás más de las que quiero recordar. La batalla constante dentro de mi mente me ha agotado completamente. Día tras día, mi cabeza se ha sentido como un campo de batalla, donde dos fuerzas irreconciliables luchan sin tregua, desgastándome y destruyéndome por dentro. He llegado a un punto en el que ya no sé cuánto más podré resistir. En un momento de silencio absoluto, cuando todo a mi alrededor parecía desvanecerse, finalmente logré pensar con claridad. Fue como si la oscuridad que me envolvía se disipara, aunque solo por un instante, y algo profundamente enterrado dentro de mí comenzara a emerger. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Me sorprendió la repentina claridad que iluminó mi mente. Después de tanto tiempo huyendo y rechazando esa voz en mi interior, nunca me había detenido a pensar que no era algo ajeno, sino parte de mí mismo. Esa oscuridad que siempre había considerado un enemigo, una amenaza, era, en realidad, una extensión de mi propia esencia. No era un monstruo, ni una fuerza desconocida. Era yo. La conclusión me golpeó con una oleada de comprensión que se sentía extraña y, a la vez, liberadora. Sin embargo, junto con la paz de ese descubrimiento, surgió un nuevo dilema: ahora que lo sabía, ¿qué debía hacer? Había pasado tanto tiempo reprimiéndolo, negándolo, y eso solo lo hizo volverse más violento, más decidido a tomar el control. La constante lucha en su contra estaba acabando conmigo, desgastándome día tras día. Entonces, ¿qué opción me quedaba? ¿Debería… aceptarlo?
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  • Es que se fue conmigo a Borabora, dejenlo descansar un poco aunque sea
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