• "La Sombra del Ayer".
    #monorol

    Lucia observaba a Carmina desde la ventana de la tienda, viendo cómo la joven acomodaba cajas en los estantes con la paciencia de quien ha hecho ese trabajo toda su vida. Su nieta tenía el cabello rizado de su madre, la misma expresión soñadora en los ojos verdes. Cada vez que la veía, un miedo antiguo y persistente le oprimía el pecho. No podía evitarlo.

    Su hija había sido su más grande alegría y su más profundo dolor. Desde que era una niña, Lucia la había visto brillar con una energía vibrante, llena de sueños y anhelos que parecían inalcanzables. Había querido tanto para ella, había esperado que encontrara su camino en la vida sin tropezar con las sombras que acechaban en cada esquina. Pero el amor… el amor había sido su ruina. Se enamoró de un hombre que solo trajo destrucción y miseria, un mafioso que la arrastró a un mundo de drogas, peligro y desesperación. Lucia aún recordaba las noches en vela, las súplicas, los intentos desesperados de recuperar a su hija de ese abismo. Todo en vano.

    Cuando finalmente la perdió, quedó Carmina. Una niña inocente que no tenía la culpa de nada. Lucia y su esposo, Pietro, habían decidido desde el primer momento que no cometerían los mismos errores. Criarían a Carmina con disciplina, con cuidado, protegiéndola de todo lo que pudiera torcer su destino. La inscribieron en una escuela solo para mujeres, la rodearon de un ambiente seguro, sin distracciones, sin peligros. Querían que creciera fuerte, que tuviera oportunidades, que jamás cayera en la trampa de un amor equivocado.

    Pero a veces, cuando Carmina sonreía de cierta manera o cuando la encontraba perdida en pensamientos mientras miraba por la ventana, Lucia sentía un escalofrío recorrerle la espalda. Temía que en algún rincón de su corazón, la misma llama que había consumido a su hija estuviera ardiendo en su nieta. Temía que, a pesar de todos sus esfuerzos, la historia volviera a repetirse.

    Carmina era la mezcla perfecta entre su hija y aquel hombre. Heredó de él el cabello rojizo, como un eco de la pasión de un pasado lleno de sombras, y los mismos ojos verdes que alguna vez brillaron en la mirada de aquella joven llena de sueños. Cada vez que Lucia veía esos ojos, veía no solo el reflejo de su hija, sino también la sombra del hombre que tanto daño había causado, como si en cada uno de esos detalles se escondiera un recordatorio de lo que había perdido. No importaba cuánto amara a su nieta, siempre sentía esa mezcla de amor y temor profundo al verla.

    Pietro le decía que debía confiar en Carmina, que no todas las mujeres estaban destinadas a cometer los mismos errores. Que su nieta era fuerte, que tenía más de ella que de su madre. Pero Lucia no podía simplemente aceptar eso. El miedo de una madre, y ahora de una abuela, no se disipaba con palabras bonitas.

    Y, además, había algo que la inquietaba aún más: el día en que ella ya no estuviera para guiar a Carmina. El día en que no pudiera protegerla, ni acompañarla en las decisiones difíciles que la vida le depararía. Ese pensamiento la llenaba de angustia, como una sombra constante en su pecho. ¿Qué pasaría con Carmina cuando ella ya no pudiera estar allí para impedirle caer en los mismos errores de antes? ¿Quién la cuidaría cuando la fortaleza de la abuela ya no fuera suficiente?

    Por eso, a veces, sin darse cuenta, dejaba caer comentarios sobre su deseo de verla casada algún día, de encontrar un buen hombre que la protegiera, alguien que la hiciera feliz. Lo decía con una sonrisa, como si fuera un simple anhelo de abuela, pero en el fondo era su mayor temor disfrazado de esperanza. Porque si Carmina encontraba a la persona correcta, Lucia podría irse en paz. Pero si elegía mal… si la historia volvía a repetirse…

    Suspiró y se apartó de la ventana. Carmina era joven, inteligente, trabajadora. Pero el amor era traicionero. Y Lucia no estaba dispuesta a perderla también.
    "La Sombra del Ayer". #monorol Lucia observaba a Carmina desde la ventana de la tienda, viendo cómo la joven acomodaba cajas en los estantes con la paciencia de quien ha hecho ese trabajo toda su vida. Su nieta tenía el cabello rizado de su madre, la misma expresión soñadora en los ojos verdes. Cada vez que la veía, un miedo antiguo y persistente le oprimía el pecho. No podía evitarlo. Su hija había sido su más grande alegría y su más profundo dolor. Desde que era una niña, Lucia la había visto brillar con una energía vibrante, llena de sueños y anhelos que parecían inalcanzables. Había querido tanto para ella, había esperado que encontrara su camino en la vida sin tropezar con las sombras que acechaban en cada esquina. Pero el amor… el amor había sido su ruina. Se enamoró de un hombre que solo trajo destrucción y miseria, un mafioso que la arrastró a un mundo de drogas, peligro y desesperación. Lucia aún recordaba las noches en vela, las súplicas, los intentos desesperados de recuperar a su hija de ese abismo. Todo en vano. Cuando finalmente la perdió, quedó Carmina. Una niña inocente que no tenía la culpa de nada. Lucia y su esposo, Pietro, habían decidido desde el primer momento que no cometerían los mismos errores. Criarían a Carmina con disciplina, con cuidado, protegiéndola de todo lo que pudiera torcer su destino. La inscribieron en una escuela solo para mujeres, la rodearon de un ambiente seguro, sin distracciones, sin peligros. Querían que creciera fuerte, que tuviera oportunidades, que jamás cayera en la trampa de un amor equivocado. Pero a veces, cuando Carmina sonreía de cierta manera o cuando la encontraba perdida en pensamientos mientras miraba por la ventana, Lucia sentía un escalofrío recorrerle la espalda. Temía que en algún rincón de su corazón, la misma llama que había consumido a su hija estuviera ardiendo en su nieta. Temía que, a pesar de todos sus esfuerzos, la historia volviera a repetirse. Carmina era la mezcla perfecta entre su hija y aquel hombre. Heredó de él el cabello rojizo, como un eco de la pasión de un pasado lleno de sombras, y los mismos ojos verdes que alguna vez brillaron en la mirada de aquella joven llena de sueños. Cada vez que Lucia veía esos ojos, veía no solo el reflejo de su hija, sino también la sombra del hombre que tanto daño había causado, como si en cada uno de esos detalles se escondiera un recordatorio de lo que había perdido. No importaba cuánto amara a su nieta, siempre sentía esa mezcla de amor y temor profundo al verla. Pietro le decía que debía confiar en Carmina, que no todas las mujeres estaban destinadas a cometer los mismos errores. Que su nieta era fuerte, que tenía más de ella que de su madre. Pero Lucia no podía simplemente aceptar eso. El miedo de una madre, y ahora de una abuela, no se disipaba con palabras bonitas. Y, además, había algo que la inquietaba aún más: el día en que ella ya no estuviera para guiar a Carmina. El día en que no pudiera protegerla, ni acompañarla en las decisiones difíciles que la vida le depararía. Ese pensamiento la llenaba de angustia, como una sombra constante en su pecho. ¿Qué pasaría con Carmina cuando ella ya no pudiera estar allí para impedirle caer en los mismos errores de antes? ¿Quién la cuidaría cuando la fortaleza de la abuela ya no fuera suficiente? Por eso, a veces, sin darse cuenta, dejaba caer comentarios sobre su deseo de verla casada algún día, de encontrar un buen hombre que la protegiera, alguien que la hiciera feliz. Lo decía con una sonrisa, como si fuera un simple anhelo de abuela, pero en el fondo era su mayor temor disfrazado de esperanza. Porque si Carmina encontraba a la persona correcta, Lucia podría irse en paz. Pero si elegía mal… si la historia volvía a repetirse… Suspiró y se apartó de la ventana. Carmina era joven, inteligente, trabajadora. Pero el amor era traicionero. Y Lucia no estaba dispuesta a perderla también.
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  • — "El día de hoy tomaré el corazón de Chainsaw Man." ♡

    El día de los enamorados... Yo, una vez más, prefiero relacionar su significancia comparándola con la del arcana perteneciente al tarot. El arcana de los amantes representa un conflicto, y llegar a una resolución.

    Aunque este día se adorna mediante dibujos de cupido cargando flechas, ese dibujo es más representativo de la idea de vacilación y decisión entre la forma "correcta" y la forma "fácil"

    En algunos medios, se asocian estas cualidades con personas que pueden brindar apoyo o sanación. Aunque en algunos casos, son seres asociados con la unión de dos personas, o en un termino más general...

    Existencias que están ligadas al amor. ♡

    Por lo cual, una simple felicitación, un amable recordatorio, o un motivo para festejar es justificable. Después de todo, la peculiaridad de estos eventos son el énfasis en la interacción social, y la alegría.

    Especialmente... si tienes motivos para robar el corazón de alguien. ♡
    — "El día de hoy tomaré el corazón de Chainsaw Man." ♡ El día de los enamorados... Yo, una vez más, prefiero relacionar su significancia comparándola con la del arcana perteneciente al tarot. El arcana de los amantes representa un conflicto, y llegar a una resolución. Aunque este día se adorna mediante dibujos de cupido cargando flechas, ese dibujo es más representativo de la idea de vacilación y decisión entre la forma "correcta" y la forma "fácil" En algunos medios, se asocian estas cualidades con personas que pueden brindar apoyo o sanación. Aunque en algunos casos, son seres asociados con la unión de dos personas, o en un termino más general... Existencias que están ligadas al amor. ♡ Por lo cual, una simple felicitación, un amable recordatorio, o un motivo para festejar es justificable. Después de todo, la peculiaridad de estos eventos son el énfasis en la interacción social, y la alegría. Especialmente... si tienes motivos para robar el corazón de alguien. ♡
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  • Apolo se hizo el tatuaje del sol en la nuca como un símbolo de su identidad, pero también como un recordatorio de su propio destino. Aunque él es el dios de la luz, la profecía y la música, el sol en su piel representa tanto su brillo como su carga: la responsabilidad de iluminar, pero también el peligro de quemar.

    Ubicado en la nuca, un lugar que él mismo no puede ver, el tatuaje simboliza que, por más que intente ignorarlo o alejarse de su naturaleza, siempre lo seguirá, siempre estará ahí. Es un sello de lo que es, de lo que representa y, quizás, de lo que nunca podrá escapar.
    Apolo se hizo el tatuaje del sol en la nuca como un símbolo de su identidad, pero también como un recordatorio de su propio destino. Aunque él es el dios de la luz, la profecía y la música, el sol en su piel representa tanto su brillo como su carga: la responsabilidad de iluminar, pero también el peligro de quemar. Ubicado en la nuca, un lugar que él mismo no puede ver, el tatuaje simboliza que, por más que intente ignorarlo o alejarse de su naturaleza, siempre lo seguirá, siempre estará ahí. Es un sello de lo que es, de lo que representa y, quizás, de lo que nunca podrá escapar.
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  • —Una rosa carmesí... Curiosa elección. Simboliza tanto la pasión como el sacrificio. ¿No es así?

    Observó la flor por un momento, con los dedos rozando sus pétalos con delicadeza, como si reflexionara sobre el significado detrás del regalo.

    —Gracias, Lord Damon. Aunque no soy alguien que celebre estas cosas, aprecio el gesto.

    Después, guardo la rosa con cuidado, llevándosela consigo. Para ella, aunque no lo fuese a expresar directamente, el regalo era interpretado como un recordatorio de que incluso en la oscuridad que la rodeaba, hay quienes aún ven algo digno de valor en ella.

    〈 No me esperaba una rosa. Muchas gracias, Lord Damon Vampire por el regalo, de verdad ♡ 〉
    —Una rosa carmesí... Curiosa elección. Simboliza tanto la pasión como el sacrificio. ¿No es así? Observó la flor por un momento, con los dedos rozando sus pétalos con delicadeza, como si reflexionara sobre el significado detrás del regalo. —Gracias, Lord Damon. Aunque no soy alguien que celebre estas cosas, aprecio el gesto. Después, guardo la rosa con cuidado, llevándosela consigo. Para ella, aunque no lo fuese a expresar directamente, el regalo era interpretado como un recordatorio de que incluso en la oscuridad que la rodeaba, hay quienes aún ven algo digno de valor en ella. 〈 No me esperaba una rosa. Muchas gracias, [LordAlucardV] por el regalo, de verdad ♡ 〉
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  • —No tenías por qué tomarte tantas molestias… —Murmuro, sosteniendo el bento por un momento.

    Su mirada se fijo en el envoltorio con una extraña suavidad antes de hablar nuevamente.

    —Gracias... Por esto. Aunque dudo que lo que busco pueda encontrarse en un camino tan sencillo como este. Estaré por un tiempo rondando en los alrededores…

    Hizo una pausa, desviando la mirada al horizonte, antes de agregar en voz más baja.

    —Aun así, es un recordatorio de que hay quienes ven algo más que sombras en mí. Lo aprecio.

    Aunque no era capaz de admitirlo fácilmente, el gesto habría dejado una huella en su corazón, pequeña pero significativa, que llevaría consigo durante mucho tiempo.

    〈 Gracias por el regalo Kazuo ♡ 〉
    —No tenías por qué tomarte tantas molestias… —Murmuro, sosteniendo el bento por un momento. Su mirada se fijo en el envoltorio con una extraña suavidad antes de hablar nuevamente. —Gracias... Por esto. Aunque dudo que lo que busco pueda encontrarse en un camino tan sencillo como este. Estaré por un tiempo rondando en los alrededores… Hizo una pausa, desviando la mirada al horizonte, antes de agregar en voz más baja. —Aun así, es un recordatorio de que hay quienes ven algo más que sombras en mí. Lo aprecio. Aunque no era capaz de admitirlo fácilmente, el gesto habría dejado una huella en su corazón, pequeña pero significativa, que llevaría consigo durante mucho tiempo. 〈 Gracias por el regalo [8KazuoAihara8] ♡ 〉
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  • La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus.


    Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio.

    Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior.

    Apolo (gritando al cielo):
    “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!”

    La venganza.

    Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas.

    Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia.
    • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno.
    • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida.
    • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores.

    Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza.


    Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más.

    Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina.

    La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus. Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio. Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior. Apolo (gritando al cielo): “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!” La venganza. Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas. Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia. • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno. • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida. • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores. Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza. Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más. Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina. La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
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  • #MonoRol | La ira de una infancia rota

    Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar."

    El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida.

    En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve.

    Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban.

    —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo?

    Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas.

    Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona.

    —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo.

    —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento.

    Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv.

    —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas.

    Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso.

    —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia.

    La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca.

    —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella.

    Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada.

    Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas.

    La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida.

    —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza.

    Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada.

    Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
    #MonoRol | La ira de una infancia rota Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar." El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida. En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve. Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban. —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo? Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas. Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona. —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo. —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento. Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv. —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas. Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso. —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia. La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca. —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella. Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada. Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas. La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida. —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza. Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada. Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    — Por el Imperio Sakura, la traición se paga, tu muerte será lenta y dolorosa, y será un recordatorio a no jugar sucio —
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  • ⠀⠀⠀⠀⠀ 𝚂𝙾𝙲𝙸𝙰𝙻 𝙼𝙴𝙳𝙸𝙰
    ⠀⠀⠀⠀⠀⊹⠀⠀﹫ellie
    ¡Feliz sábado tengáis! Recordatorio de que beban awita y abrigarse.
    ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ 𝚂𝙾𝙲𝙸𝙰𝙻 𝙼𝙴𝙳𝙸𝙰 ⠀⠀⠀⠀⠀⊹⠀📸⠀﹫ellie ¡Feliz sábado tengáis! Recordatorio de que beban awita y abrigarse.
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  • El bardo está sentado bajo un árbol antiguo, con el mazo de tarot frente a él. El ciclo solar está por completarse, y como cada vez, realiza su lectura con respeto y calma, dejando que las cartas le hablen.

    Tomó una respiración profunda antes de girar la carta que había elegido. Al verla, sus ojos se suavizaron, y una leve sonrisa, casi melancólica, se dibujó en su rostro.

    𝕭>La Luna...

    Murmuró, sosteniéndola entre sus dedos como si fuera un fragmento de verdad delicada.

    𝕭>Es un recordatorio, ¿sabes?. La Luna no es un faro, no ilumina el camino como el Sol. Es un reflejo, un eco de lo que somos en la penumbra.

    Dejó la carta sobre el mantel y trazó con cuidado las líneas de la ilustración.

    𝕭>Habla de lo oculto, de lo que no queremos ver, pero también de lo que podemos intuir si estamos dispuestos a mirar más allá de las sombras. Los aullidos del lobo y el perro... son nuestras naturalezas enfrentadas: lo salvaje y lo domesticado. Y el cangrejo... es lo que guardamos en las profundidades, lo que teme salir a la superficie.

    El bardo suspiró, dejando que el peso de la carta se asentara en su mente.

    𝕭>No es una carta de certezas, sino de preguntas. ¿Qué estoy ignorando? ¿Qué camino debo tomar cuando todo parece incierto?

    Cerró los ojos un momento, permitiendo que las emociones de la carta lo atravesaran

    𝕭>Es un aviso: no confíes en lo que ves, sino en lo que sientes.

    Abrió los ojos y miró la carta una vez más, con una mezcla de respeto y calma.

    𝕭>La Luna me habla de paciencia, de escuchar lo que el silencio tiene que decir. No todo está claro ahora, pero lo estará cuando sea el momento.

    Con delicadeza, devolvió la carta al mazo, colocándola con el resto. Luego, guardó el tarot en su estuche, cerrándolo como quien guarda un secreto precioso.

    Volvió a bajar la mirada, quedándose quieto bajo el árbol. Entonces, con voz suave y una chispa de misterio en los ojos, preguntó al aire:

    𝕭>¿Quieres saber cuál es tu carta?
    El bardo está sentado bajo un árbol antiguo, con el mazo de tarot frente a él. El ciclo solar está por completarse, y como cada vez, realiza su lectura con respeto y calma, dejando que las cartas le hablen. Tomó una respiración profunda antes de girar la carta que había elegido. Al verla, sus ojos se suavizaron, y una leve sonrisa, casi melancólica, se dibujó en su rostro. 𝕭>La Luna... Murmuró, sosteniéndola entre sus dedos como si fuera un fragmento de verdad delicada. 𝕭>Es un recordatorio, ¿sabes?. La Luna no es un faro, no ilumina el camino como el Sol. Es un reflejo, un eco de lo que somos en la penumbra. Dejó la carta sobre el mantel y trazó con cuidado las líneas de la ilustración. 𝕭>Habla de lo oculto, de lo que no queremos ver, pero también de lo que podemos intuir si estamos dispuestos a mirar más allá de las sombras. Los aullidos del lobo y el perro... son nuestras naturalezas enfrentadas: lo salvaje y lo domesticado. Y el cangrejo... es lo que guardamos en las profundidades, lo que teme salir a la superficie. El bardo suspiró, dejando que el peso de la carta se asentara en su mente. 𝕭>No es una carta de certezas, sino de preguntas. ¿Qué estoy ignorando? ¿Qué camino debo tomar cuando todo parece incierto? Cerró los ojos un momento, permitiendo que las emociones de la carta lo atravesaran 𝕭>Es un aviso: no confíes en lo que ves, sino en lo que sientes. Abrió los ojos y miró la carta una vez más, con una mezcla de respeto y calma. 𝕭>La Luna me habla de paciencia, de escuchar lo que el silencio tiene que decir. No todo está claro ahora, pero lo estará cuando sea el momento. Con delicadeza, devolvió la carta al mazo, colocándola con el resto. Luego, guardó el tarot en su estuche, cerrándolo como quien guarda un secreto precioso. Volvió a bajar la mirada, quedándose quieto bajo el árbol. Entonces, con voz suave y una chispa de misterio en los ojos, preguntó al aire: 𝕭>¿Quieres saber cuál es tu carta?
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