• 𝗢𝗯𝗷𝗲𝘁𝗶𝘃𝗼: 𝗘𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿.
    Fandom Multi.
    Categoría Acción
    Emma Müller

    La mañana se desplegaba con una calma glacial, el sol apenas asomaba por el horizonte mientras Winter Soldier se preparaba para su misión. Su mente estaba enfocada en la tarea que tenía por delante, sin espacio para emociones o dudas. La voz de HYDRA resonaba en su mente, como una orden grabada a fuego en su cerebro.

    ━━━ ❝ 𝖶𝗂𝗇𝗍𝖾𝗋 𝖲𝗈𝗅𝖽𝗂𝖾𝗋, 𝗍𝗂𝖾𝗇𝖾𝗌 𝗎𝗇𝖺 𝗆𝗂𝗌𝗂ó𝗇 𝖼𝗋í𝗍𝗂𝖼𝖺. 𝖤𝗅 𝗈𝖻𝗃𝖾𝗍𝗂𝗏𝗈 𝖾𝗌 𝗎𝗇 𝗁𝗈𝗆𝖻𝗋𝖾 𝗊𝗎𝖾 𝗁𝖺 𝖾𝗌𝗍𝖺𝖽𝗈 𝗂𝗇𝗏𝖾𝗌𝗍𝗂𝗀𝖺𝗇𝖽𝗈 𝗇𝗎𝖾𝗌𝗍𝗋𝖺𝗌 𝖺𝖼𝗍𝗂𝗏𝗂𝖽𝖺𝖽𝖾𝗌 𝗂𝗅í𝖼𝗂𝗍𝖺𝗌. 𝖲𝗎 𝗇𝗈𝗆𝖻𝗋𝖾 𝖾𝗌...❞. 𝘓𝘢 𝘷𝘰𝘻 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘵𝘶𝘷𝘰 𝘶𝘯 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰, 𝘺 𝘭𝘶𝘦𝘨𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘯𝘶ó, ━━━ ❝ 𝖭𝗈 𝗂𝗆𝗉𝗈𝗋𝗍𝖺 𝖾𝗅 𝗇𝗈𝗆𝖻𝗋𝖾. 𝖫𝗈 𝗂𝗆𝗉𝗈𝗋𝗍𝖺𝗇𝗍𝖾 𝖾𝗌 𝗊𝗎𝖾 𝖽𝖾𝖻𝖾𝗌 𝖾𝗅𝗂𝗆𝗂𝗇𝖺𝗋𝗅𝗈. 𝖫𝖺 𝗀𝖺𝗅𝖺 𝖻𝖾𝗇é𝖿𝗂𝖼𝖺 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗆𝖺𝗇𝗌𝗂ó𝗇 𝖽𝖾𝗅 𝖾𝗆𝗉𝗋𝖾𝗌𝖺𝗋𝗂𝗈 𝗌𝖾𝗋á 𝖾𝗅 𝖾𝗌𝖼𝖾𝗇𝖺𝗋𝗂𝗈 𝗉𝖾𝗋𝖿𝖾𝖼𝗍𝗈 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝗅𝗅𝖾𝗏𝖺𝗋 𝖺 𝖼𝖺𝖻𝗈 𝗅𝖺 𝗆𝗂𝗌𝗂ó𝗇 ❞.

    Winter Soldier no respondió, su mente ya estaba procesando la información. La dirección de la mansión se repetía en su mente como un mantra, "ᴄᴀʟʟᴇ 𝟧, ɴúᴍᴇʀᴏ 𝟣𝟤𝟥, ꜱᴇᴄᴛᴏʀ ᴇxᴄʟᴜꜱɪᴠᴏ" . Las instrucciones también estaban claras, 𝐌𝐚𝐭𝐚 𝐚𝐥 𝐨𝐛𝐣𝐞𝐭𝐢𝐯𝐨 𝐲 𝐞𝐥𝐢𝐦𝐢𝐧𝐚 𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨. 𝐍𝐨 𝐭𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐨𝐜𝐮𝐩𝐞𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐫𝐞𝐜𝐢ó𝐧, 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥 𝐫𝐞𝐬𝐮𝐥𝐭𝐚𝐝𝐨.

    Las horas pasaban lentas para él, su mente funcionando como una máquina, sin espacio para la emoción o la duda. Se movía con precisión, cada acción calculada para asegurar el éxito de la misión. Su corazón latía con un ritmo constante, sin acelerarse ni disminuir, como si estuviera programado para cumplir con su deber.

    Mientras esperaba la hora de la gala, el soldado se encontraba en un estado de trance, su mente repitiendo las instrucciones una y otra vez. Su rostro estaba cubierto, listo para ocultar su identidad. No había elección, no había duda. Su misión era clara, y él estaba diseñado para cumplirla.

    "𝗠𝗮𝘁𝗮 𝗮𝗹 𝗼𝗯𝗷𝗲𝘁𝗶𝘃𝗼 𝘆 𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮 𝗮 𝗰𝘂𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿 𝘁𝗲𝘀𝘁𝗶𝗴𝗼", se repetía en su mente. La voz de HYDRA resonaba en su mente, como un recordatorio constante de su deber.

    Se levantó, su cuerpo moviéndose con precisión. La hora de la gala se acercaba, y él estaba listo. Su mente estaba enfocada en la misión, sin espacio para la emoción o la duda. Estaba listo para cumplir con su deber, sin cuestionar ni dudar.

    Con un movimiento fluido, el soldado se dirigió hacia la puerta, listo para salir hacia la mansión. La misión estaba a punto de comenzar, y él estaba preparado para llevarla a cabo.
    [zephyr_sapphire_raven_544] La mañana se desplegaba con una calma glacial, el sol apenas asomaba por el horizonte mientras Winter Soldier se preparaba para su misión. Su mente estaba enfocada en la tarea que tenía por delante, sin espacio para emociones o dudas. La voz de HYDRA resonaba en su mente, como una orden grabada a fuego en su cerebro. ━━━ ❝ 𝖶𝗂𝗇𝗍𝖾𝗋 𝖲𝗈𝗅𝖽𝗂𝖾𝗋, 𝗍𝗂𝖾𝗇𝖾𝗌 𝗎𝗇𝖺 𝗆𝗂𝗌𝗂ó𝗇 𝖼𝗋í𝗍𝗂𝖼𝖺. 𝖤𝗅 𝗈𝖻𝗃𝖾𝗍𝗂𝗏𝗈 𝖾𝗌 𝗎𝗇 𝗁𝗈𝗆𝖻𝗋𝖾 𝗊𝗎𝖾 𝗁𝖺 𝖾𝗌𝗍𝖺𝖽𝗈 𝗂𝗇𝗏𝖾𝗌𝗍𝗂𝗀𝖺𝗇𝖽𝗈 𝗇𝗎𝖾𝗌𝗍𝗋𝖺𝗌 𝖺𝖼𝗍𝗂𝗏𝗂𝖽𝖺𝖽𝖾𝗌 𝗂𝗅í𝖼𝗂𝗍𝖺𝗌. 𝖲𝗎 𝗇𝗈𝗆𝖻𝗋𝖾 𝖾𝗌...❞. 𝘓𝘢 𝘷𝘰𝘻 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘵𝘶𝘷𝘰 𝘶𝘯 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰, 𝘺 𝘭𝘶𝘦𝘨𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘯𝘶ó, ━━━ ❝ 𝖭𝗈 𝗂𝗆𝗉𝗈𝗋𝗍𝖺 𝖾𝗅 𝗇𝗈𝗆𝖻𝗋𝖾. 𝖫𝗈 𝗂𝗆𝗉𝗈𝗋𝗍𝖺𝗇𝗍𝖾 𝖾𝗌 𝗊𝗎𝖾 𝖽𝖾𝖻𝖾𝗌 𝖾𝗅𝗂𝗆𝗂𝗇𝖺𝗋𝗅𝗈. 𝖫𝖺 𝗀𝖺𝗅𝖺 𝖻𝖾𝗇é𝖿𝗂𝖼𝖺 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗆𝖺𝗇𝗌𝗂ó𝗇 𝖽𝖾𝗅 𝖾𝗆𝗉𝗋𝖾𝗌𝖺𝗋𝗂𝗈 𝗌𝖾𝗋á 𝖾𝗅 𝖾𝗌𝖼𝖾𝗇𝖺𝗋𝗂𝗈 𝗉𝖾𝗋𝖿𝖾𝖼𝗍𝗈 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝗅𝗅𝖾𝗏𝖺𝗋 𝖺 𝖼𝖺𝖻𝗈 𝗅𝖺 𝗆𝗂𝗌𝗂ó𝗇 ❞. Winter Soldier no respondió, su mente ya estaba procesando la información. La dirección de la mansión se repetía en su mente como un mantra, "ᴄᴀʟʟᴇ 𝟧, ɴúᴍᴇʀᴏ 𝟣𝟤𝟥, ꜱᴇᴄᴛᴏʀ ᴇxᴄʟᴜꜱɪᴠᴏ" . Las instrucciones también estaban claras, 𝐌𝐚𝐭𝐚 𝐚𝐥 𝐨𝐛𝐣𝐞𝐭𝐢𝐯𝐨 𝐲 𝐞𝐥𝐢𝐦𝐢𝐧𝐚 𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨. 𝐍𝐨 𝐭𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐨𝐜𝐮𝐩𝐞𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐫𝐞𝐜𝐢ó𝐧, 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥 𝐫𝐞𝐬𝐮𝐥𝐭𝐚𝐝𝐨. Las horas pasaban lentas para él, su mente funcionando como una máquina, sin espacio para la emoción o la duda. Se movía con precisión, cada acción calculada para asegurar el éxito de la misión. Su corazón latía con un ritmo constante, sin acelerarse ni disminuir, como si estuviera programado para cumplir con su deber. Mientras esperaba la hora de la gala, el soldado se encontraba en un estado de trance, su mente repitiendo las instrucciones una y otra vez. Su rostro estaba cubierto, listo para ocultar su identidad. No había elección, no había duda. Su misión era clara, y él estaba diseñado para cumplirla. "𝗠𝗮𝘁𝗮 𝗮𝗹 𝗼𝗯𝗷𝗲𝘁𝗶𝘃𝗼 𝘆 𝗲𝗹𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮 𝗮 𝗰𝘂𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿 𝘁𝗲𝘀𝘁𝗶𝗴𝗼", se repetía en su mente. La voz de HYDRA resonaba en su mente, como un recordatorio constante de su deber. Se levantó, su cuerpo moviéndose con precisión. La hora de la gala se acercaba, y él estaba listo. Su mente estaba enfocada en la misión, sin espacio para la emoción o la duda. Estaba listo para cumplir con su deber, sin cuestionar ni dudar. Con un movimiento fluido, el soldado se dirigió hacia la puerta, listo para salir hacia la mansión. La misión estaba a punto de comenzar, y él estaba preparado para llevarla a cabo.
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  • El sol acariciaba el cielo cuando ella descendió del Olimpo, con una ultima misión. Su risa aún tenía la inocencia de los siglos, pero sus ojos… sus ojos hablaban de experiencias que antes no conocía. Había cambiado. Ya no era solo la diosa de la juventud: era el resultado de haber sido herida… y haber renacido.

    Caminaba descalza sobre la hierba, y a cada paso, pequeñas flores brotaban bajo sus pies. Su cabello, largo y blanco como la paz eterna, flotaba con cada brisa, brillante, fuerte, indomable.

    —Antes creía que la juventud era eterna sólo por serlo —susurró, alzando un mechón entre sus dedos—. Pero aprendí que incluso la luz necesita cuidados para no apagarse.

    Se detuvo frente a un espejo de agua. Su reflejo era más que belleza: era resiliencia.

    —Me rompieron, sí… —dijo, sin bajar la mirada—. Pero me recompongo más fuerte. Y ahora, no hay sombra que me apague.

    A su lado, un frasco blanco con dorado del shampoo: Pantene, descansaba como un tesoro celestial. Ella lo alzó entre sus manos con la misma reverencia con la que brindaba néctar a los dioses.

    —Esto no es un simple shampoo. Es un escudo, un bálsamo, un recordatorio de que incluso las diosas necesitan cuidarse. Mi cabello no solo brilla… resiste. Vive. Habla de mí.

    Y con una sonrisa traviesa, pero decidida, se giró al espectador invisible que la miraba desde el mundo terrenal.

    —Si quieres sentirte radiante, viva… y fuerte, como yo… Elige bien. Pantene. Brilla con fuerza. Como una diosa.

    #momentopeloteo #desafiodivino
    El sol acariciaba el cielo cuando ella descendió del Olimpo, con una ultima misión. Su risa aún tenía la inocencia de los siglos, pero sus ojos… sus ojos hablaban de experiencias que antes no conocía. Había cambiado. Ya no era solo la diosa de la juventud: era el resultado de haber sido herida… y haber renacido. Caminaba descalza sobre la hierba, y a cada paso, pequeñas flores brotaban bajo sus pies. Su cabello, largo y blanco como la paz eterna, flotaba con cada brisa, brillante, fuerte, indomable. —Antes creía que la juventud era eterna sólo por serlo —susurró, alzando un mechón entre sus dedos—. Pero aprendí que incluso la luz necesita cuidados para no apagarse. Se detuvo frente a un espejo de agua. Su reflejo era más que belleza: era resiliencia. —Me rompieron, sí… —dijo, sin bajar la mirada—. Pero me recompongo más fuerte. Y ahora, no hay sombra que me apague. A su lado, un frasco blanco con dorado del shampoo: Pantene, descansaba como un tesoro celestial. Ella lo alzó entre sus manos con la misma reverencia con la que brindaba néctar a los dioses. —Esto no es un simple shampoo. Es un escudo, un bálsamo, un recordatorio de que incluso las diosas necesitan cuidarse. Mi cabello no solo brilla… resiste. Vive. Habla de mí. Y con una sonrisa traviesa, pero decidida, se giró al espectador invisible que la miraba desde el mundo terrenal. —Si quieres sentirte radiante, viva… y fuerte, como yo… Elige bien. Pantene. Brilla con fuerza. Como una diosa. #momentopeloteo #desafiodivino
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    ||Amable recordatorio de que Alexa está chaparrita

    Y la comparación de con su esposo Zagreo the Dark Demon Greek Mitology
    ||Amable recordatorio de que Alexa está chaparrita Y la comparación de con su esposo [Dark_demon]
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  • ᴀɴᴛᴇꜱ ᴅᴇ ʟᴀ ɴɪᴇʙʟᴀ: 𝟣𝟫𝟦𝟤

    La niebla matutina se desvanecía lentamente en el campo de entrenamiento, revelando filas de jóvenes soldados que se preparaban para la batalla. Entre ellos, Bucky Barnes, su rostro firme y determinado mientras se sometía a la rutina diaria de ejercicios y entrenamiento. El aire estaba lleno del sonido de botas que marchaban, del clangor de metales que chocaban y del grito de los instructores que exigían más esfuerzo. James se movía con precisión, su cuerpo endurecido por el trabajo duro y la disciplina.

    Siempre. Mientras corrían a través del barro y la lluvia, el sonido de los disparos y las explosiones se escuchaba en la distancia, un recordatorio constante de la realidad de la guerra. James nunca se detenía, su respiración agitada y su corazón latiendo con fuerza mientras se esforzaba por superar sus límites. En ese momento, no era más que un joven soldado, ansioso por demostrar su valía y proteger a su país. No sabía que pronto se convertiría en algo más, algo que lo llevaría a los límites de la humanidad y lo cambiaría para siempre. Pero por ahora, solo se concentraría en el presente, en la tarea que tenía ante sí, y en la determinación de sobrevivir.
    ᴀɴᴛᴇꜱ ᴅᴇ ʟᴀ ɴɪᴇʙʟᴀ: 𝟣𝟫𝟦𝟤 La niebla matutina se desvanecía lentamente en el campo de entrenamiento, revelando filas de jóvenes soldados que se preparaban para la batalla. Entre ellos, Bucky Barnes, su rostro firme y determinado mientras se sometía a la rutina diaria de ejercicios y entrenamiento. El aire estaba lleno del sonido de botas que marchaban, del clangor de metales que chocaban y del grito de los instructores que exigían más esfuerzo. James se movía con precisión, su cuerpo endurecido por el trabajo duro y la disciplina. Siempre. Mientras corrían a través del barro y la lluvia, el sonido de los disparos y las explosiones se escuchaba en la distancia, un recordatorio constante de la realidad de la guerra. James nunca se detenía, su respiración agitada y su corazón latiendo con fuerza mientras se esforzaba por superar sus límites. En ese momento, no era más que un joven soldado, ansioso por demostrar su valía y proteger a su país. No sabía que pronto se convertiría en algo más, algo que lo llevaría a los límites de la humanidad y lo cambiaría para siempre. Pero por ahora, solo se concentraría en el presente, en la tarea que tenía ante sí, y en la determinación de sobrevivir.
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  • 𝘌𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘺 𝘭𝘶𝘻
    Fandom Ninguno
    Categoría Fantasía
    〈 Rol con Svetla Le’ron ♡ 〉

    El viento murmuraba entre los árboles, susurrando antiguas melodías que solo la naturaleza comprendía, una canción ancestral tejida con las huellas de generaciones pasadas. Cada brisa que cruzaba el claro parecía tener una voz propia, modulada por el crujir suave de las ramas y el suspiro de las hojas que se mecían en su danza. Los árboles, imponentes y sabios, se erguían en una formación que hablaba de un orden primordial, más allá de la percepción humana; sus troncos, gruesos y rugosos, estaban marcados por las cicatrices de siglos, testigos de tormentas, inviernos y veranos interminables. Sus raíces, hundidas en lo profundo de la tierra, parecían como venas vivas, respirando al ritmo de la misma tierra que nutría todo lo que los rodeaba.

    Las hojas, de un verde profundo y casi vibrante, danzaban suavemente al compás del viento. La luz que se filtraba entre las ramas creaba una sinfonía de sombras, que se estiraban y se contraían, como si jugaran con la luz misma. Cada movimiento de estas era una susurrante revelación, una historia contada en un lenguaje antiguo, entendible solo para aquellos que supieran escuchar con el alma. El aire, que acariciaba la piel con su frescura, estaba impregnado con la fragancia envolvente de las flores silvestres, pequeñas joyas del campo que se alzaban como un tapiz multicolor entre la hierba alta. El aroma era un recordatorio de la vida que florecía sin restricciones, ajena a las manos del hombre, pura y sin contaminar.

    La tierra, mojada por la reciente lluvia, exhalaba un aroma cálido, profundo como el suspiro de la naturaleza misma. Cada rincón del claro parecía vibrar con la promesa de vida renovada, un respiro que solo los rincones alejados del mundo podían ofrecer. El suelo, cubierto de musgo y hojas caídas, crujía suavemente bajo cada paso, como si el propio suelo tuviera conciencia de su ser. A veces, el eco lejano del canto de un pájaro, o el crujido de un pequeño roedor en la maleza rompía el silencio, trayendo consigo la sensación de que la vida nunca dejaba de moverse.

    Era un lugar apartado, despojado de la influencia de los castillos altivos, que se alzaban como monumentos de poder e indiferencia a la belleza de lo natural. Ahí, no existían las murmuraciones de los pueblos bulliciosos, ni el constante clamor de los mercados o las forjas. En su lugar, sólo existía la pureza inquebrantable del entorno, donde el tiempo parecía haberse detenido, olvidado entre las sombras del pasado. No había rastro de la humanidad, de sus pesares, de sus ambiciones, solo la eterna danza de la naturaleza, que se renovaba constantemente, ajena a los destinos de aquellos que vivían más allá de su alcance. La luz del sol se descomponía en haces que caían suavemente sobre el suelo, creando un paisaje de sombras y claridad que se alternaban como una melodía en constante transformación.

    Pero entre todo aquello, entre la vida que brotaba en el silencio, algo sobresalía. Algo que no pertenecía a ese rincón olvidado de la tierra. Una figura, solitaria y solemne, caminaba en medio de la quietud del claro, su presencia desafiando todo lo que ese lugar representaba: pureza, vida, frescura. Ella no era de ese mundo, ni de los mundos que deberían haberla acogido. Era un eco de lo que debió haber sido, un vestigio de lo que alguna vez brilló, pero que la oscuridad había mancillado.

    Su figura era una contradicción en movimiento. Un ser atrapado entre lo que era y lo que ya no era, suspendido en ese espacio intermedio donde las expectativas se disuelven y el destino es incierto. Su manto negro, pesado y solemne, ondeaba suavemente en el aire, absorbiendo la luz del sol como si fuera parte de la misma nada.

    El cabello, de un color dorado desvaído, caía en ondas suaves sobre sus hombros. El brillo del trigo maduro, de la vida a punto de ser cosechada, se entrelazaba con el viento, creando una especie de halo irreal. Pero lo que realmente atraía la mirada eran sus ojos como el ámbar incandescente, llameantes y profundos que reflejaban las cenizas de un sol olvidado, y la luz de una luna que ya no existía en este mundo. Eran ojos que no pertenecían a alguien inocente ni a alguien purificado; eran ojos de alguien que había contemplado la parte de una eternidad en su peor forma, que había desvelado el sufrimiento del tiempo y lo había aceptado como parte de su ser.

    Su armadura, a medio camino entre lo antiguo y lo desgastado, se abrazaba a su cuerpo con la misma delicadeza que la sombra se abrazaba a la luna. Unas placas de metal oscuro cubrían sus hombros, el torso, las piernas, pero en su centro, donde la batalla había dejado sus huellas, las marcas de la guerra eran claras. La armadura estaba mellada, rota en algunas partes, como si hubiera sido desgarrada por el paso de muchas luchas. Los surcos en el metal, las abolladuras y grietas eran la prueba de que había peleado, de que había resistido y caído, pero aún estaba de pie.

    Pero lo que realmente la definía, lo que la hacía imposible de ignorar, eran sus alas. Un par de alas, majestuosas en su caída, que se desplegaban con una lentitud casi dolorosa. No blancas, no puras, sino bañadas en una neblina de polvo gris, un gris ceniciento que parecía llevar consigo la marca de un fuego que nunca terminó de consumirla. Eran alas malditas, alas que no sabían si pertenecían a un ángel caído o a una criatura condenada. Aun así, la belleza era innegable, en su tormento, en su suciedad. Las plumas, aunque desgastadas y manchadas, mantenían una fuerza solemne, un recordatorio de una majestuosidad que había sido, pero ya no era.

    Aquel ser, atrapado entre lo humano y lo divino, entre la condena y la salvación, se arrodilló en el centro del claro. El suelo era frío bajo sus rodillas, pero no parecía importarle. Sus ojos, fijos en el pequeño racimo de flores que crecía junto a ella, se suavizaron, como si el simple gesto de observar las pequeñas criaturas de la tierra le ofreciera una tregua, aunque breve, de la guerra interna que libraba. Sus manos, endurecidas por el acero, por la lucha, por el sufrimiento, se extendieron lentamente hacia las flores y con una delicadeza inesperada, tocó los pétalos con la punta de sus dedos, apenas una caricia, pero llena de la reverencia de alguien que aún sabe lo que es sentir.

    Los pétalos eran suaves, frágiles, como si pudieran desvanecerse en cualquier momento, pero las tocó con una quietud que contrastaba con la tormenta que era su vida. En sus ojos, había una chispa, una sombra de algo profundo, algo que no se revelaba fácilmente: nostalgia. Nostalgia de algo perdido, de algo que tal vez nunca fue suyo, pero que había sido tocado por su existencia. La flor, en su simpleza, en su fragilidad, le ofrecía algo que el mundo ya no podía: consuelo.

    Las alas, al agacharse, se arrastraron suavemente por el suelo, como si también ellas quisieran descansar, aliviar su peso. La imagen de aquel ángel mancillado, de aquella alma rota, quedó suspendida en el aire entre lo que fue y lo que podría haber sido. Y mientras la flor se mecía en el viento, ella permaneció allí, inmóvil atrapada en sus propios pensamientos.
    〈 Rol con [Svetlaler0n] ♡ 〉 El viento murmuraba entre los árboles, susurrando antiguas melodías que solo la naturaleza comprendía, una canción ancestral tejida con las huellas de generaciones pasadas. Cada brisa que cruzaba el claro parecía tener una voz propia, modulada por el crujir suave de las ramas y el suspiro de las hojas que se mecían en su danza. Los árboles, imponentes y sabios, se erguían en una formación que hablaba de un orden primordial, más allá de la percepción humana; sus troncos, gruesos y rugosos, estaban marcados por las cicatrices de siglos, testigos de tormentas, inviernos y veranos interminables. Sus raíces, hundidas en lo profundo de la tierra, parecían como venas vivas, respirando al ritmo de la misma tierra que nutría todo lo que los rodeaba. Las hojas, de un verde profundo y casi vibrante, danzaban suavemente al compás del viento. La luz que se filtraba entre las ramas creaba una sinfonía de sombras, que se estiraban y se contraían, como si jugaran con la luz misma. Cada movimiento de estas era una susurrante revelación, una historia contada en un lenguaje antiguo, entendible solo para aquellos que supieran escuchar con el alma. El aire, que acariciaba la piel con su frescura, estaba impregnado con la fragancia envolvente de las flores silvestres, pequeñas joyas del campo que se alzaban como un tapiz multicolor entre la hierba alta. El aroma era un recordatorio de la vida que florecía sin restricciones, ajena a las manos del hombre, pura y sin contaminar. La tierra, mojada por la reciente lluvia, exhalaba un aroma cálido, profundo como el suspiro de la naturaleza misma. Cada rincón del claro parecía vibrar con la promesa de vida renovada, un respiro que solo los rincones alejados del mundo podían ofrecer. El suelo, cubierto de musgo y hojas caídas, crujía suavemente bajo cada paso, como si el propio suelo tuviera conciencia de su ser. A veces, el eco lejano del canto de un pájaro, o el crujido de un pequeño roedor en la maleza rompía el silencio, trayendo consigo la sensación de que la vida nunca dejaba de moverse. Era un lugar apartado, despojado de la influencia de los castillos altivos, que se alzaban como monumentos de poder e indiferencia a la belleza de lo natural. Ahí, no existían las murmuraciones de los pueblos bulliciosos, ni el constante clamor de los mercados o las forjas. En su lugar, sólo existía la pureza inquebrantable del entorno, donde el tiempo parecía haberse detenido, olvidado entre las sombras del pasado. No había rastro de la humanidad, de sus pesares, de sus ambiciones, solo la eterna danza de la naturaleza, que se renovaba constantemente, ajena a los destinos de aquellos que vivían más allá de su alcance. La luz del sol se descomponía en haces que caían suavemente sobre el suelo, creando un paisaje de sombras y claridad que se alternaban como una melodía en constante transformación. Pero entre todo aquello, entre la vida que brotaba en el silencio, algo sobresalía. Algo que no pertenecía a ese rincón olvidado de la tierra. Una figura, solitaria y solemne, caminaba en medio de la quietud del claro, su presencia desafiando todo lo que ese lugar representaba: pureza, vida, frescura. Ella no era de ese mundo, ni de los mundos que deberían haberla acogido. Era un eco de lo que debió haber sido, un vestigio de lo que alguna vez brilló, pero que la oscuridad había mancillado. Su figura era una contradicción en movimiento. Un ser atrapado entre lo que era y lo que ya no era, suspendido en ese espacio intermedio donde las expectativas se disuelven y el destino es incierto. Su manto negro, pesado y solemne, ondeaba suavemente en el aire, absorbiendo la luz del sol como si fuera parte de la misma nada. El cabello, de un color dorado desvaído, caía en ondas suaves sobre sus hombros. El brillo del trigo maduro, de la vida a punto de ser cosechada, se entrelazaba con el viento, creando una especie de halo irreal. Pero lo que realmente atraía la mirada eran sus ojos como el ámbar incandescente, llameantes y profundos que reflejaban las cenizas de un sol olvidado, y la luz de una luna que ya no existía en este mundo. Eran ojos que no pertenecían a alguien inocente ni a alguien purificado; eran ojos de alguien que había contemplado la parte de una eternidad en su peor forma, que había desvelado el sufrimiento del tiempo y lo había aceptado como parte de su ser. Su armadura, a medio camino entre lo antiguo y lo desgastado, se abrazaba a su cuerpo con la misma delicadeza que la sombra se abrazaba a la luna. Unas placas de metal oscuro cubrían sus hombros, el torso, las piernas, pero en su centro, donde la batalla había dejado sus huellas, las marcas de la guerra eran claras. La armadura estaba mellada, rota en algunas partes, como si hubiera sido desgarrada por el paso de muchas luchas. Los surcos en el metal, las abolladuras y grietas eran la prueba de que había peleado, de que había resistido y caído, pero aún estaba de pie. Pero lo que realmente la definía, lo que la hacía imposible de ignorar, eran sus alas. Un par de alas, majestuosas en su caída, que se desplegaban con una lentitud casi dolorosa. No blancas, no puras, sino bañadas en una neblina de polvo gris, un gris ceniciento que parecía llevar consigo la marca de un fuego que nunca terminó de consumirla. Eran alas malditas, alas que no sabían si pertenecían a un ángel caído o a una criatura condenada. Aun así, la belleza era innegable, en su tormento, en su suciedad. Las plumas, aunque desgastadas y manchadas, mantenían una fuerza solemne, un recordatorio de una majestuosidad que había sido, pero ya no era. Aquel ser, atrapado entre lo humano y lo divino, entre la condena y la salvación, se arrodilló en el centro del claro. El suelo era frío bajo sus rodillas, pero no parecía importarle. Sus ojos, fijos en el pequeño racimo de flores que crecía junto a ella, se suavizaron, como si el simple gesto de observar las pequeñas criaturas de la tierra le ofreciera una tregua, aunque breve, de la guerra interna que libraba. Sus manos, endurecidas por el acero, por la lucha, por el sufrimiento, se extendieron lentamente hacia las flores y con una delicadeza inesperada, tocó los pétalos con la punta de sus dedos, apenas una caricia, pero llena de la reverencia de alguien que aún sabe lo que es sentir. Los pétalos eran suaves, frágiles, como si pudieran desvanecerse en cualquier momento, pero las tocó con una quietud que contrastaba con la tormenta que era su vida. En sus ojos, había una chispa, una sombra de algo profundo, algo que no se revelaba fácilmente: nostalgia. Nostalgia de algo perdido, de algo que tal vez nunca fue suyo, pero que había sido tocado por su existencia. La flor, en su simpleza, en su fragilidad, le ofrecía algo que el mundo ya no podía: consuelo. Las alas, al agacharse, se arrastraron suavemente por el suelo, como si también ellas quisieran descansar, aliviar su peso. La imagen de aquel ángel mancillado, de aquella alma rota, quedó suspendida en el aire entre lo que fue y lo que podría haber sido. Y mientras la flor se mecía en el viento, ella permaneció allí, inmóvil atrapada en sus propios pensamientos.
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  • ~¿Sabías que en algunos mundos hay una tradición de regalar flores amarillas el 21 de marzo?

    ~No es algo antiguo ni sagrado, solo una costumbre que nació con el tiempo. Dicen que representa gratitud, alegría… o simplemente un recordatorio de que alguien te aprecia.

    ~A veces la gente espera recibir una, como si fuera prueba de que importan. Y cuando no llega, piensan que están solos.

    ~Pero eso no es cierto.

    ~Si nunca te han dado una, no pasa nada.

    ~Toma esta.

    ~La acabo de hacer, pero igual cuenta, ¿no?

    ~No necesitas que alguien más te la dé para que tenga significado. Mientras recuerdes que mereces cariño, el gesto ya vale.
    ~¿Sabías que en algunos mundos hay una tradición de regalar flores amarillas el 21 de marzo? ~No es algo antiguo ni sagrado, solo una costumbre que nació con el tiempo. Dicen que representa gratitud, alegría… o simplemente un recordatorio de que alguien te aprecia. ~A veces la gente espera recibir una, como si fuera prueba de que importan. Y cuando no llega, piensan que están solos. ~Pero eso no es cierto. ~Si nunca te han dado una, no pasa nada. ~Toma esta. ~La acabo de hacer, pero igual cuenta, ¿no? ~No necesitas que alguien más te la dé para que tenga significado. Mientras recuerdes que mereces cariño, el gesto ya vale.
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  • — Cada hoja que cae, cada susurro del viento, es un recordatorio de que la naturaleza siempre encuentra su camino... Uuuu...espero que nosotros también podamos encontrarlo~
    — Cada hoja que cae, cada susurro del viento, es un recordatorio de que la naturaleza siempre encuentra su camino... Uuuu...espero que nosotros también podamos encontrarlo~
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    ||Yo sólo hago el recordatorio de que Slyther es creación de Lu y, si bien no era intencional porque eso lo sacó de Alduin, se note que le encantan moren@s desde siempre(???
    ||Yo sólo hago el recordatorio de que Slyther es creación de Lu y, si bien no era intencional porque eso lo sacó de Alduin, se note que le encantan moren@s desde siempre(???
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  • Recordatorio, tomar mas sol, estoy tan pálida que parezco fantasma de esos que te jalan las patas.
    Recordatorio, tomar mas sol, estoy tan pálida que parezco fantasma de esos que te jalan las patas.
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  • Los ojos plateados de Anthork no son solo un rasgo físico, son el reflejo de su poder, su linaje y su destino. En su manada, los Alphas no se eligen solo por la fuerza bruta, sino por una combinación de ferocidad, instinto y dominio absoluto sobre su esencia sobrenatural. Su mirada plateada es el sello de su supremacía, un brillo que emana de su propia naturaleza indomable.

    Desde su nacimiento, sus ojos fueron distintos, un presagio de grandeza y un recordatorio de su singularidad, tal vez por esa razón fue abandonado nada más nacer.
    Se dice que los lobos con ojos plateados llevan la esencia de la luna misma, bendecidos por los ancestros para liderar con fuerza y sabiduría. En la penumbra, su mirada resplandece como el acero bajo la luz, intimidante para sus enemigos y reconfortante para su manada.

    Más allá de su significado simbólico, sus ojos también le otorgan una percepción única. Puede ver más allá de lo evidente, captar los matices de las emociones y los cambios en la energía de su entorno con una precisión aterradora. Es un don y una maldición, pues nada escapa a su mirada afilada, ni la mentira ni la traición.

    Los ojos de Anthork no son solo su marca de Alpha, son su legado, su identidad y su advertencia silenciosa a cualquiera que ose desafiarlo.

    En su forma lobuna, el rojo en sus ojos no solo es un símbolo de furia, sino un instinto primitivo despertando. Es la señal de que la caza ha comenzado, de que su control se transforma en una violencia calculada, en la ira de un líder que no permitirá que su manada, su territorio o aquello que es suyo, sea arrebatado.

    Cuando sus ojos arden como brasas, no hay marcha atrás. Anthork no solo lucha, arrasa.
    Los ojos plateados de Anthork no son solo un rasgo físico, son el reflejo de su poder, su linaje y su destino. En su manada, los Alphas no se eligen solo por la fuerza bruta, sino por una combinación de ferocidad, instinto y dominio absoluto sobre su esencia sobrenatural. Su mirada plateada es el sello de su supremacía, un brillo que emana de su propia naturaleza indomable. Desde su nacimiento, sus ojos fueron distintos, un presagio de grandeza y un recordatorio de su singularidad, tal vez por esa razón fue abandonado nada más nacer. Se dice que los lobos con ojos plateados llevan la esencia de la luna misma, bendecidos por los ancestros para liderar con fuerza y sabiduría. En la penumbra, su mirada resplandece como el acero bajo la luz, intimidante para sus enemigos y reconfortante para su manada. Más allá de su significado simbólico, sus ojos también le otorgan una percepción única. Puede ver más allá de lo evidente, captar los matices de las emociones y los cambios en la energía de su entorno con una precisión aterradora. Es un don y una maldición, pues nada escapa a su mirada afilada, ni la mentira ni la traición. Los ojos de Anthork no son solo su marca de Alpha, son su legado, su identidad y su advertencia silenciosa a cualquiera que ose desafiarlo. En su forma lobuna, el rojo en sus ojos no solo es un símbolo de furia, sino un instinto primitivo despertando. Es la señal de que la caza ha comenzado, de que su control se transforma en una violencia calculada, en la ira de un líder que no permitirá que su manada, su territorio o aquello que es suyo, sea arrebatado. Cuando sus ojos arden como brasas, no hay marcha atrás. Anthork no solo lucha, arrasa.
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