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    °❀⋆.ೃ࿔*:・FIcha de personaje Mai Choi ⋆˚࿔
        ⋆˙⟡˚₊‧꒰ა Maite ໒꒱ ‧₊˚ ୨୧                                                  💬 "Mai quiere que alguien la vea tal cual es… sin tener que explicarse."o"Desea sentirse libre de su propia cabeza, pero también le aterra perder el control de...
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  • La habitación estaba bañada por una luz rojiza proveniente del neón junto a la ventana. Luna Aurelian Reis se había tomado un raro momento para sí misma, lejos de las reuniones, los informes financieros y los susurros de la prensa.
    Había vuelto de la gala la noche anterior, aún con el eco de los flashes en su mente… y aunque había sonreído ante el mundo, dentro de ella seguía ese silencio antiguo, el mismo que llevaba desde hacía años.

    Ahora, sentada en el suelo de su vestidor, con el cabello suelto y una chaqueta informal, se observaba en el espejo del teléfono. Su reflejo ya no era el de la ejecutiva inquebrantable, sino el de una mujer que había aprendido a sobrevivir en la tormenta.
    Una caja de cereal frente a ella, la cámara encendida, y una mueca traviesa que contrastaba con la elegancia fría con la que todos la conocían.
    Apretó los labios, levantó dos dedos en señal de paz y se tomó la foto —una que probablemente nunca publicaría, pero que guardaría como recordatorio de que aún era humana, pese a todo.

    —Mamá poderosa del año, comiendo cereal a las tres de la mañana… —murmuró con una sonrisa cansada, su voz apenas un suspiro.

    El sonido de un mensaje entrante la hizo mirar la pantalla: era Eliana, preguntándole si había dormido algo.
    Luna respondió con un emoji neutral, sin entrar en detalles. A veces no sabía cómo acercarse a sus hijos sin que la sombra del pasado se interpusiera.
    Sain le hablaba poco, y cuando lo hacía, siempre con esa mezcla de distancia y respeto que le dolía más que cualquier herida.

    Luna dejó el móvil a un lado, apoyando la cabeza en la pared. Miró su reflejo una vez más, pero esta vez no vio a la empresaria, ni a la madre, ni a la viuda, ni a la mujer traicionada.
    Vio a Luna, simplemente.
    La mujer que había construido un imperio desde sus cenizas y que, incluso en los días más solitarios, seguía encontrando fuerza en los pequeños gestos —en un espejo, una caja de cereal, y la certeza de que aún tenía más por vivir.

    El sonido lejano de la lluvia golpeando los ventanales llenó el silencio.
    Ella sonrió levemente, levantando otra vez el teléfono, capturando el instante.
    Porque en esa soledad, en esa calma frágil, Luna Aurelian Reis no era un mito ni una leyenda… era solo una mujer que había aprendido a seguir brillando, incluso en la oscuridad.
    La habitación estaba bañada por una luz rojiza proveniente del neón junto a la ventana. Luna Aurelian Reis se había tomado un raro momento para sí misma, lejos de las reuniones, los informes financieros y los susurros de la prensa. Había vuelto de la gala la noche anterior, aún con el eco de los flashes en su mente… y aunque había sonreído ante el mundo, dentro de ella seguía ese silencio antiguo, el mismo que llevaba desde hacía años. Ahora, sentada en el suelo de su vestidor, con el cabello suelto y una chaqueta informal, se observaba en el espejo del teléfono. Su reflejo ya no era el de la ejecutiva inquebrantable, sino el de una mujer que había aprendido a sobrevivir en la tormenta. Una caja de cereal frente a ella, la cámara encendida, y una mueca traviesa que contrastaba con la elegancia fría con la que todos la conocían. Apretó los labios, levantó dos dedos en señal de paz y se tomó la foto —una que probablemente nunca publicaría, pero que guardaría como recordatorio de que aún era humana, pese a todo. —Mamá poderosa del año, comiendo cereal a las tres de la mañana… —murmuró con una sonrisa cansada, su voz apenas un suspiro. El sonido de un mensaje entrante la hizo mirar la pantalla: era Eliana, preguntándole si había dormido algo. Luna respondió con un emoji neutral, sin entrar en detalles. A veces no sabía cómo acercarse a sus hijos sin que la sombra del pasado se interpusiera. Sain le hablaba poco, y cuando lo hacía, siempre con esa mezcla de distancia y respeto que le dolía más que cualquier herida. Luna dejó el móvil a un lado, apoyando la cabeza en la pared. Miró su reflejo una vez más, pero esta vez no vio a la empresaria, ni a la madre, ni a la viuda, ni a la mujer traicionada. Vio a Luna, simplemente. La mujer que había construido un imperio desde sus cenizas y que, incluso en los días más solitarios, seguía encontrando fuerza en los pequeños gestos —en un espejo, una caja de cereal, y la certeza de que aún tenía más por vivir. El sonido lejano de la lluvia golpeando los ventanales llenó el silencio. Ella sonrió levemente, levantando otra vez el teléfono, capturando el instante. Porque en esa soledad, en esa calma frágil, Luna Aurelian Reis no era un mito ni una leyenda… era solo una mujer que había aprendido a seguir brillando, incluso en la oscuridad.
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  • Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron.

    Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación.

    Pero no fue así.

    Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez.

    Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo.

    Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira.

    No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca.

    No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa.

    Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión.

    Me aferré a mis recuerdos, a la idea de Angela Di Trapani , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás?

    No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
    Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron. Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación. Pero no fue así. Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez. Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo. Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira. No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca. No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa. Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión. Me aferré a mis recuerdos, a la idea de [haze_orange_shark_766] , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás? No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
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    AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR
    Dossier Interno — División de las Diosas Carmesí

    Nombre del Modelo: Azuka 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫 Yokin
    Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno ♱

    Ficha:
    ♨ Nombre Completo: Azuka Ishtar Yokin
    ♨ Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno
    ♨ Edad Aparente: 27 años
    ♨Linaje: Ishtar-Yokin (Híbrida de Diosa y Forjadora Infernal)
    ♨ Altura: 1.83 m
    ♨ Elemento Dominante: Fuego Espiritual Carmesí
    ♨ Rango de Poder: Clase S – Deidad de Juicio
    ♨ Especialidad: Moda bélica, modelaje ceremonial, desfiles temáticos infernales
    ♨ Arma Simbólica: Judicator, lanza de energía viva con núcleo de alma ardiente
    ♨ Debilidad: Su alma vibra en conflicto constante entre misericordia y destrucción; si duda, su poder se descontrola.

    ♨Frase Emblemática:
    “Mi fuego no destruye... purifica lo que ya no merece existir.”

    Historia y Origen
    Azuka Ishtar Yokin nació de la unión de dos linajes antiguos: el Clan Ishtar, símbolo de la supremacía divina, y la Casa Yokin, conocida por su dominio sobre la alquimia abismal y las forjas de almas.
    Criada en el corazón del Dominio Carmesí, fue entrenada en combate ritual, danza infernal y etiqueta celestial.
    Su despertar ocurrió durante la Ceremonia del Eclipse Carmesí, donde su cuerpo fue marcado por el fuego abismal de las deidades caídas. Desde entonces, su piel emana un resplandor ígneo cuando invoca su poder completo.

    Fue descubierta por la Emperatriz Sasha Ishtar, quien la designó como una de las Tres Rosas del Trono Infernal, junto a Lili y Aerith, siendo Azuka la más letal del trío.
    Hoy es una de las imágenes más reconocidas de la agencia, símbolo de poder, disciplina y belleza sobrenatural.

    Descripción General
    Azuka Ishtar Yokin es una manifestación viviente de la belleza infernal y el poder absoluto. Su figura combina la majestuosidad de una diosa guerrera con la elegancia sobrenatural de una reina del inframundo.
    Con una presencia tan imponente como seductora, Azuka encarna el equilibrio entre feminidad divina y destrucción celestial. Cada movimiento suyo es calculado, etéreo, una danza entre fuego y acero.

    Su apariencia está inspirada en la imponente Hindenburg de Azur Lane:
    una silueta perfecta, armadura ceremonial ajustada con detalles carmesí y dorados, largas trenzas oscuras con reflejos rojos y una mirada que puede reducir a cenizas la voluntad de cualquier ser.
    Sus alas metálicas y adornos de guerra no son simple estética, sino símbolos de su rango y poder, forjados con magia ancestral del linaje Yokin.

    Personalidad
    Azuka es una mujer de temple firme, mirada dominante y voz profunda, con una calma que intimida.
    No necesita levantar la voz para hacerse respetar: su presencia es suficiente para doblegar voluntades.
    Representa la disciplina del fuego, la devoción al arte de la perfección, y la sensualidad como forma de autoridad.
    Pese a su naturaleza severa, posee un magnetismo que atrae tanto el deseo como la obediencia.

    Apariencia Física:
    ♚ Cabello: Largo, oscuro con destellos rojizos metálicos, trenzado en secciones nobles.
    ♚ Ojos: Rojo fuego con destellos dorados, mirada felina e hipnótica.
    ♚ Piel: Clara, con un leve resplandor carmesí cuando invoca su poder.
    ♚ Vestimenta: Armadura ceremonial negro-escarlata con detalles dorados, corset reforzado, hombreras talladas y falda dividida que revela botas de guerra de diseño infernal.
    ♚ Complementos: Alas mecánicas ornamentadas, joyas negras flotantes y guantes rituales grabados con sellos demoníacos.

    Cita Interna (Archivo Ishtar ϟ#AZ-010)
    “Azuka no desfila, sentencia.
    Su presencia es un recordatorio de que incluso en el infierno… la belleza tiene autoridad.”
    — Sasha Ishtar, La Emperatriz del Clan
    💋 AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR 📜 Dossier Interno — División de las Diosas Carmesí 💠 Nombre del Modelo: Azuka 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫 Yokin Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno ♱ 🌑Ficha: ♨ Nombre Completo: Azuka Ishtar Yokin ♨ Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno ♨ Edad Aparente: 27 años ♨Linaje: Ishtar-Yokin (Híbrida de Diosa y Forjadora Infernal) ♨ Altura: 1.83 m ♨ Elemento Dominante: Fuego Espiritual Carmesí ♨ Rango de Poder: Clase S – Deidad de Juicio ♨ Especialidad: Moda bélica, modelaje ceremonial, desfiles temáticos infernales ♨ Arma Simbólica: Judicator, lanza de energía viva con núcleo de alma ardiente ♨ Debilidad: Su alma vibra en conflicto constante entre misericordia y destrucción; si duda, su poder se descontrola. ♨Frase Emblemática: “Mi fuego no destruye... purifica lo que ya no merece existir.” ⚔️ Historia y Origen Azuka Ishtar Yokin nació de la unión de dos linajes antiguos: el Clan Ishtar, símbolo de la supremacía divina, y la Casa Yokin, conocida por su dominio sobre la alquimia abismal y las forjas de almas. Criada en el corazón del Dominio Carmesí, fue entrenada en combate ritual, danza infernal y etiqueta celestial. Su despertar ocurrió durante la Ceremonia del Eclipse Carmesí, donde su cuerpo fue marcado por el fuego abismal de las deidades caídas. Desde entonces, su piel emana un resplandor ígneo cuando invoca su poder completo. Fue descubierta por la Emperatriz Sasha Ishtar, quien la designó como una de las Tres Rosas del Trono Infernal, junto a Lili y Aerith, siendo Azuka la más letal del trío. Hoy es una de las imágenes más reconocidas de la agencia, símbolo de poder, disciplina y belleza sobrenatural. 🌹 Descripción General Azuka Ishtar Yokin es una manifestación viviente de la belleza infernal y el poder absoluto. Su figura combina la majestuosidad de una diosa guerrera con la elegancia sobrenatural de una reina del inframundo. Con una presencia tan imponente como seductora, Azuka encarna el equilibrio entre feminidad divina y destrucción celestial. Cada movimiento suyo es calculado, etéreo, una danza entre fuego y acero. Su apariencia está inspirada en la imponente Hindenburg de Azur Lane: una silueta perfecta, armadura ceremonial ajustada con detalles carmesí y dorados, largas trenzas oscuras con reflejos rojos y una mirada que puede reducir a cenizas la voluntad de cualquier ser. Sus alas metálicas y adornos de guerra no son simple estética, sino símbolos de su rango y poder, forjados con magia ancestral del linaje Yokin. 🩸 Personalidad Azuka es una mujer de temple firme, mirada dominante y voz profunda, con una calma que intimida. No necesita levantar la voz para hacerse respetar: su presencia es suficiente para doblegar voluntades. Representa la disciplina del fuego, la devoción al arte de la perfección, y la sensualidad como forma de autoridad. Pese a su naturaleza severa, posee un magnetismo que atrae tanto el deseo como la obediencia. 💎 Apariencia Física: ♚ Cabello: Largo, oscuro con destellos rojizos metálicos, trenzado en secciones nobles. ♚ Ojos: Rojo fuego con destellos dorados, mirada felina e hipnótica. ♚ Piel: Clara, con un leve resplandor carmesí cuando invoca su poder. ♚ Vestimenta: Armadura ceremonial negro-escarlata con detalles dorados, corset reforzado, hombreras talladas y falda dividida que revela botas de guerra de diseño infernal. ♚ Complementos: Alas mecánicas ornamentadas, joyas negras flotantes y guantes rituales grabados con sellos demoníacos. 🕯️ Cita Interna (Archivo Ishtar ϟ#AZ-010) “Azuka no desfila, sentencia. Su presencia es un recordatorio de que incluso en el infierno… la belleza tiene autoridad.” — Sasha Ishtar, La Emperatriz del Clan
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  • El estruendo del tribunal divino era como un océano desatado. Cientos de tronos resplandecientes se alzaban en círculo, cada uno ocupado por deidades antiguas, guardianes del equilibrio entre mundos. Allí estaba ella, **Yurei Veyrith**, arrastrada entre cadenas de luz que quemaban su piel etérea, aunque no la reducían al silencio.

    La habían acusado de lo imperdonable: descender a la Tierra sin permiso, tocar la fragilidad de los mortales, reír y llorar entre ellos, **vivir como si fuera una de ellos**. Aquello que los dioses llamaban traición, para ella había sido redención.

    —Has profanado el pacto —tronó **Zeus**, su voz retumbando como mil tormentas.
    —La Tierra no es tu morada —sentenció **Hera**, su mirada de hielo atravesándola como dagas.
    —Serás condenada a errar entre mundos, nunca pertenecer a ninguno —decretó **Anubis**, levantando una balanza ardiente donde su alma parecía tambalearse.

    Yurei, de rodillas, levantó el rostro. Sus ojos, grises como neblina, brillaban con un desafío implacable.
    —No me arrepiento. Ustedes olvidaron lo que significa sentir. Los mortales conocen la belleza de la caída, del sacrificio, del amor. Y si debo pagar por recordárselos, lo haré.

    Los dioses rugieron indignados. Cadenas de fuego divino se enroscaron en torno a su cuerpo y un círculo de runas comenzó a sellarse en el suelo. El castigo era inminente.

    Pero en medio de aquel coro de furia, algunas miradas permanecían en silencio.

    **Atenea**, con sus ojos de sabiduría, ladeó apenas la cabeza. **Hades**, señor del Inframundo, permanecía inexpresivo, aunque una chispa de simpatía cruzaba sus labios sombríos. Y entre las sombras, **Loki**, con sonrisa torcida, parecía disfrutar demasiado del espectáculo.

    Cuando las cadenas descendieron para sellarla en el limbo eterno, fue Atenea quien habló con calma, interrumpiendo el decreto:
    —El juicio no debe olvidar la virtud. Si la castigamos sin más, perderemos la lección que ella trajo de los mortales.

    Zeus fulminó a su hija con la mirada, pero la diosa no retrocedió. Fue entonces que Loki dio un paso adelante, riendo entre dientes.
    —¿De verdad vais a encadenarla? Qué aburrido. Yo digo que una jaula no puede contener a alguien que sabe cómo romperla.

    El suelo tembló. Un susurro recorrió el aire: Yurei no estaba sola.

    En medio del caos, **Hades** levantó discretamente su mano, y las sombras se extendieron como un río de tinta, debilitando por un instante las cadenas que la apresaban. Atenea inclinó su lanza y rompió el círculo de runas, apenas lo suficiente para abrir una fisura. Y Loki, con un gesto burlón, creó un espejismo que confundió a los guardias divinos.

    —Corre, pequeña fantasma —susurró el dios embaucador—. El cielo nunca fue solo de ellos.

    El cuerpo de Yurei ardía, pero la libertad era más fuerte que el dolor. Se levantó entre chispas de fuego divino, extendiendo sus alas translúcidas, y con un rugido que era mitad lamento, mitad desafío, se lanzó a través de la grieta abierta.

    Los dioses clamaron. Rayos y cadenas intentaron alcanzarla, pero las sombras de Hades la protegieron, el escudo de Atenea desvió los golpes, y las ilusiones de Loki confundieron el espacio mismo. Entre caos y relámpagos, Yurei atravesó el firmamento, dejando tras de sí un eco de campanas rotas.

    Al fin, el cielo nocturno la recibió de nuevo. No como prisionera, sino como fugitiva, como sobreviviente. Se alzó sobre las estrellas, sintiendo el viento celeste recorrerla, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió de verdad.

    Atenea apareció en un destello de plata, mirándola con serenidad.
    —No abuses de esta oportunidad, Yurei. Si vuelves a caer, nadie podrá salvarte.

    Hades emergió de la penumbra, su voz grave como la tumba:
    —El mundo necesita fantasmas que recuerden a los dioses lo que ellos olvidaron. Esa será tu lugar.

    Y Loki, como siempre, se limitó a reír, desvaneciéndose en chispas de fuego verde:
    —Nos veremos pronto, pequeña transgresora. La rebeldía te sienta bien.

    Así, contra toda sentencia, **Yurei Veyrith volvió al cielo**. No como esclava ni como exiliada, sino como un recordatorio viviente de que incluso los dioses pueden ser desafiados.

    Y desde ese día, su nombre quedó escrito entre susurros prohibidos, en las plegarias de los mortales que soñaban con tocar el cielo.

    El juicio había sido brutal, una tormenta de voces divinas que rugían contra ella. Las cadenas de luz aún ardían en su piel, recordándole que no era bienvenida ni en el cielo ni en el inframundo. Pero cuando Atenea rompió el sello, cuando Loki distorsionó las formas del tribunal y Hades abrió un camino entre las sombras, Yurei no voló hacia el firmamento. **Eligió la caída.**

    El cielo se desgarró como un espejo roto, y ella descendió en espiral entre relámpagos y fuego. La Tierra la llamó como un corazón latiendo bajo sus pies. Su cuerpo atravesó la noche y emergió en un bosque, donde los árboles temblaron al sentir la presencia de algo que no pertenecía del todo a ese mundo.

    Cayó de rodillas sobre la hierba húmeda, jadeante. Su respiración era vapor plateado, y sus alas translúcidas se disolvieron en la bruma. El aire olía a lluvia y tierra, un contraste absoluto con el mármol estéril del tribunal celestial.

    —Aquí pertenezco —susurró, acariciando el suelo con los dedos—. Entre ellos. Entre los mortales.

    No estaba sola. Una sombra se materializó a su lado. Hades, aunque no podía quedarse, le había dejado un fragmento de su poder: una gema oscura que palpitaba como un corazón.
    —Con esto podrás esconderte de los ojos del Olimpo. Úsalo bien, Yurei.

    La gema se incrustó en su piel como si siempre hubiera sido parte de ella. Y de inmediato, el lazo que la ataba al juicio se desvaneció.

    Poco después, entre los árboles, una figura esbelta emergió: **Atenea**, envuelta en luz de luna, se inclinó hacia ella.
    —Te salvamos, pero el precio es alto. No podrás regresar al cielo. Zeus jamás lo permitiría. Aquí tendrás tu segunda oportunidad, y también tu mayor peligro.

    Y en un destello, desapareció.

    El viento cambió, y con él llegó la risa burlona de **Loki**, que se deslizó como un espejismo sobre la superficie del río cercano.
    —Oh, pequeña fugitiva. Ahora el tablero es tuyo. Haz temblar la Tierra, enamora, destruye, vive… Yo vendré a mirar el caos cuando menos lo esperes.

    Y también se desvaneció, dejando tras de sí el aroma a humo y azufre.

    Yurei permaneció sola bajo la noche. Pero no era una soledad amarga: era libertad. El rumor del bosque la acogía, los mortales dormían en sus aldeas cercanas, ajenos a que un espíritu caído caminaba de nuevo entre ellos.

    Con pasos lentos, empezó a andar hacia las luces lejanas de un pueblo. No sería fácil: la vigilarían, la cazarían, y los dioses no olvidarían. Pero había vuelto al único lugar donde su corazón podía latir.

    La Tierra era su condena, pero también su refugio.
    Y, mientras la bruma cubría el cielo, **Yurei Veyrith sonrió con la certeza de que ningún castigo divino le arrebataría jamás su deseo de vivir como humana**.
    El estruendo del tribunal divino era como un océano desatado. Cientos de tronos resplandecientes se alzaban en círculo, cada uno ocupado por deidades antiguas, guardianes del equilibrio entre mundos. Allí estaba ella, **Yurei Veyrith**, arrastrada entre cadenas de luz que quemaban su piel etérea, aunque no la reducían al silencio. La habían acusado de lo imperdonable: descender a la Tierra sin permiso, tocar la fragilidad de los mortales, reír y llorar entre ellos, **vivir como si fuera una de ellos**. Aquello que los dioses llamaban traición, para ella había sido redención. —Has profanado el pacto —tronó **Zeus**, su voz retumbando como mil tormentas. —La Tierra no es tu morada —sentenció **Hera**, su mirada de hielo atravesándola como dagas. —Serás condenada a errar entre mundos, nunca pertenecer a ninguno —decretó **Anubis**, levantando una balanza ardiente donde su alma parecía tambalearse. Yurei, de rodillas, levantó el rostro. Sus ojos, grises como neblina, brillaban con un desafío implacable. —No me arrepiento. Ustedes olvidaron lo que significa sentir. Los mortales conocen la belleza de la caída, del sacrificio, del amor. Y si debo pagar por recordárselos, lo haré. Los dioses rugieron indignados. Cadenas de fuego divino se enroscaron en torno a su cuerpo y un círculo de runas comenzó a sellarse en el suelo. El castigo era inminente. Pero en medio de aquel coro de furia, algunas miradas permanecían en silencio. **Atenea**, con sus ojos de sabiduría, ladeó apenas la cabeza. **Hades**, señor del Inframundo, permanecía inexpresivo, aunque una chispa de simpatía cruzaba sus labios sombríos. Y entre las sombras, **Loki**, con sonrisa torcida, parecía disfrutar demasiado del espectáculo. Cuando las cadenas descendieron para sellarla en el limbo eterno, fue Atenea quien habló con calma, interrumpiendo el decreto: —El juicio no debe olvidar la virtud. Si la castigamos sin más, perderemos la lección que ella trajo de los mortales. Zeus fulminó a su hija con la mirada, pero la diosa no retrocedió. Fue entonces que Loki dio un paso adelante, riendo entre dientes. —¿De verdad vais a encadenarla? Qué aburrido. Yo digo que una jaula no puede contener a alguien que sabe cómo romperla. El suelo tembló. Un susurro recorrió el aire: Yurei no estaba sola. En medio del caos, **Hades** levantó discretamente su mano, y las sombras se extendieron como un río de tinta, debilitando por un instante las cadenas que la apresaban. Atenea inclinó su lanza y rompió el círculo de runas, apenas lo suficiente para abrir una fisura. Y Loki, con un gesto burlón, creó un espejismo que confundió a los guardias divinos. —Corre, pequeña fantasma —susurró el dios embaucador—. El cielo nunca fue solo de ellos. El cuerpo de Yurei ardía, pero la libertad era más fuerte que el dolor. Se levantó entre chispas de fuego divino, extendiendo sus alas translúcidas, y con un rugido que era mitad lamento, mitad desafío, se lanzó a través de la grieta abierta. Los dioses clamaron. Rayos y cadenas intentaron alcanzarla, pero las sombras de Hades la protegieron, el escudo de Atenea desvió los golpes, y las ilusiones de Loki confundieron el espacio mismo. Entre caos y relámpagos, Yurei atravesó el firmamento, dejando tras de sí un eco de campanas rotas. Al fin, el cielo nocturno la recibió de nuevo. No como prisionera, sino como fugitiva, como sobreviviente. Se alzó sobre las estrellas, sintiendo el viento celeste recorrerla, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió de verdad. Atenea apareció en un destello de plata, mirándola con serenidad. —No abuses de esta oportunidad, Yurei. Si vuelves a caer, nadie podrá salvarte. Hades emergió de la penumbra, su voz grave como la tumba: —El mundo necesita fantasmas que recuerden a los dioses lo que ellos olvidaron. Esa será tu lugar. Y Loki, como siempre, se limitó a reír, desvaneciéndose en chispas de fuego verde: —Nos veremos pronto, pequeña transgresora. La rebeldía te sienta bien. Así, contra toda sentencia, **Yurei Veyrith volvió al cielo**. No como esclava ni como exiliada, sino como un recordatorio viviente de que incluso los dioses pueden ser desafiados. Y desde ese día, su nombre quedó escrito entre susurros prohibidos, en las plegarias de los mortales que soñaban con tocar el cielo. El juicio había sido brutal, una tormenta de voces divinas que rugían contra ella. Las cadenas de luz aún ardían en su piel, recordándole que no era bienvenida ni en el cielo ni en el inframundo. Pero cuando Atenea rompió el sello, cuando Loki distorsionó las formas del tribunal y Hades abrió un camino entre las sombras, Yurei no voló hacia el firmamento. **Eligió la caída.** El cielo se desgarró como un espejo roto, y ella descendió en espiral entre relámpagos y fuego. La Tierra la llamó como un corazón latiendo bajo sus pies. Su cuerpo atravesó la noche y emergió en un bosque, donde los árboles temblaron al sentir la presencia de algo que no pertenecía del todo a ese mundo. Cayó de rodillas sobre la hierba húmeda, jadeante. Su respiración era vapor plateado, y sus alas translúcidas se disolvieron en la bruma. El aire olía a lluvia y tierra, un contraste absoluto con el mármol estéril del tribunal celestial. —Aquí pertenezco —susurró, acariciando el suelo con los dedos—. Entre ellos. Entre los mortales. No estaba sola. Una sombra se materializó a su lado. Hades, aunque no podía quedarse, le había dejado un fragmento de su poder: una gema oscura que palpitaba como un corazón. —Con esto podrás esconderte de los ojos del Olimpo. Úsalo bien, Yurei. La gema se incrustó en su piel como si siempre hubiera sido parte de ella. Y de inmediato, el lazo que la ataba al juicio se desvaneció. Poco después, entre los árboles, una figura esbelta emergió: **Atenea**, envuelta en luz de luna, se inclinó hacia ella. —Te salvamos, pero el precio es alto. No podrás regresar al cielo. Zeus jamás lo permitiría. Aquí tendrás tu segunda oportunidad, y también tu mayor peligro. Y en un destello, desapareció. El viento cambió, y con él llegó la risa burlona de **Loki**, que se deslizó como un espejismo sobre la superficie del río cercano. —Oh, pequeña fugitiva. Ahora el tablero es tuyo. Haz temblar la Tierra, enamora, destruye, vive… Yo vendré a mirar el caos cuando menos lo esperes. Y también se desvaneció, dejando tras de sí el aroma a humo y azufre. Yurei permaneció sola bajo la noche. Pero no era una soledad amarga: era libertad. El rumor del bosque la acogía, los mortales dormían en sus aldeas cercanas, ajenos a que un espíritu caído caminaba de nuevo entre ellos. Con pasos lentos, empezó a andar hacia las luces lejanas de un pueblo. No sería fácil: la vigilarían, la cazarían, y los dioses no olvidarían. Pero había vuelto al único lugar donde su corazón podía latir. La Tierra era su condena, pero también su refugio. Y, mientras la bruma cubría el cielo, **Yurei Veyrith sonrió con la certeza de que ningún castigo divino le arrebataría jamás su deseo de vivir como humana**.
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  • A ʜᴏᴘᴇʟᴇss ʀᴏᴍᴀɴᴛɪᴄ ᴀʟʟ ᴍʏ ʟɪғᴇ
    Sᴜʀʀᴏᴜɴᴅᴇᴅ ʙʏ ᴄᴏᴜᴘʟᴇs ᴀʟʟ ᴛʜᴇ ᴛɪᴍᴇ
    I ɢᴜᴇss I sʜᴏᴜʟᴅ ᴛᴀᴋᴇ ɪᴛ ᴀs ᴀ sɪɢɴ

    I'ᴍ ғᴇᴇʟɪɴɢ ʟᴏɴᴇʟʏ
    Oʜ, I ᴡɪsʜ I'ᴅ ғɪɴᴅ ᴀ ʟᴏᴠᴇʀ ᴛʜᴀᴛ ᴄᴏᴜʟᴅ ʜᴏʟᴅ ᴍᴇ
    Nᴏᴡ I'ᴍ ᴄʀʏɪɴɢ ɪɴ ᴍʏ ʀᴏᴏᴍ
    Sᴏ sᴋᴇᴘᴛɪᴄᴀʟ ᴏғ ʟᴏᴠᴇ
    Bᴜᴛ sᴛɪʟʟ I ᴡᴀɴᴛ ɪᴛ ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ

    I ɢᴀᴠᴇ ᴀ sᴇᴄᴏɴᴅ ᴄʜᴀɴᴄᴇ ᴛᴏ ᴄᴜᴘɪᴅ
    Bᴜᴛ ɴᴏᴡ I'ᴍ ʟᴇғᴛ ʜᴇʀᴇ ғᴇᴇʟɪɴɢ sᴛᴜᴘɪᴅ
    Oʜ, ᴛʜᴇ ᴡᴀʏ ʜᴇ ᴍᴀᴋᴇs ᴍᴇ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴀᴛ ʟᴏᴠᴇ ɪsɴ'ᴛ ʀᴇᴀʟ
    Cᴜᴘɪᴅ ɪs sᴏ ᴅᴜᴍʙ.


                                                       .•♫•♬••♬•♫•.


    En ocasiones, navegar por las publicaciones de las diferentes redes sociales hacía que Ha-Rin se sintiese un poco celoso. Ver todas esas fotos y vídeos de parejas que parecían genuinamente felices, compartiendo momentos divertidos mientras recreaban poses, trends populares o mostraban platillos elaborados y los sitios que visitaban, era casi como un golpe directo: un recordatorio de que, para alguien involucrado dentro del mundo del entretenimiento, no era sencillo aspirar a tener algo como eso.

    Había muchos impedimentos y todavía más razones por las cuales resultaba demasiado complicado llegar a tener una relación estable. La carga de trabajo era excesiva, y esa falta de tiempo se transformaba en la principal causa de malentendidos o rupturas al poco tiempo de haber iniciado algo. Por otro lado, tratar de conocer a alguien fuera del medio era casi como intentar completar exitosamente una misión que, desde el inicio, estaba destinada a fracasar.


    En vivo ahora ✦


    Ha-Rin apareció en escena con una sonrisa: estaba transmitiendo desde su cuenta personal. El directo no había sido anunciado, fue algo que simplemente surgió desde la espontaneidad del joven artista. Mientras los fans se preparaban y esperaban recibir alguna actualización sobre su música o proyectos futuros, él levantó en brazos a una hermosa gata de pelaje gris con rayas oscuras y ojos brillantes.

    —Hoy… quiero presentarles al amor de mi vida —dijo con seriedad.

    Los mensajes en el chat se descontrolaron de inmediato. En tan solo unos segundos, estaba lleno de signos de interrogación, corazones y comentarios que expresaban confusión. Algunos incluso llegaron a creer que se trataba de una confesión inesperada o de una confirmación. Pero entonces, Ha-Rin alzó con cuidado a la gata frente a la cámara, asegurándose de que pudiesen observarla bien.

    —Ella es la razón por la que trabajo arduamente; también es dueña de mi salario y la que me espera cada día —continuó, dándole un pequeño beso en la cabeza.

    Los fans estallaron en risas y ternura al mismo tiempo.
    —Miren esa cara, ¿acaso no es lo más perfecto que han visto en sus vidas? —preguntó Ha-Rin mientras sonreía y hacía una pequeña pausa. Dejó escapar un suspiro y, finalmente, admitió—: A veces me pongo celoso cuando todos presumen a sus novios, novias o parejas… pero luego recuerdo que yo tengo a esta señorita y me doy cuenta de que no necesito presumir, porque ya tengo a la mejor compañera del mundo.

    Al final, entre caricias, ronroneos y risas, la transmisión se convirtió en uno de los momentos más tiernos y comentados por los fans. Pronto aparecieron fanarts de la gata coronada como “la reina de Ha-Rin” y memes con frases como “dueña del salario de Ha-Rin”.
    「 🎙️📝 」 A ʜᴏᴘᴇʟᴇss ʀᴏᴍᴀɴᴛɪᴄ ᴀʟʟ ᴍʏ ʟɪғᴇ Sᴜʀʀᴏᴜɴᴅᴇᴅ ʙʏ ᴄᴏᴜᴘʟᴇs ᴀʟʟ ᴛʜᴇ ᴛɪᴍᴇ I ɢᴜᴇss I sʜᴏᴜʟᴅ ᴛᴀᴋᴇ ɪᴛ ᴀs ᴀ sɪɢɴ I'ᴍ ғᴇᴇʟɪɴɢ ʟᴏɴᴇʟʏ Oʜ, I ᴡɪsʜ I'ᴅ ғɪɴᴅ ᴀ ʟᴏᴠᴇʀ ᴛʜᴀᴛ ᴄᴏᴜʟᴅ ʜᴏʟᴅ ᴍᴇ Nᴏᴡ I'ᴍ ᴄʀʏɪɴɢ ɪɴ ᴍʏ ʀᴏᴏᴍ Sᴏ sᴋᴇᴘᴛɪᴄᴀʟ ᴏғ ʟᴏᴠᴇ Bᴜᴛ sᴛɪʟʟ I ᴡᴀɴᴛ ɪᴛ ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ I ɢᴀᴠᴇ ᴀ sᴇᴄᴏɴᴅ ᴄʜᴀɴᴄᴇ ᴛᴏ ᴄᴜᴘɪᴅ Bᴜᴛ ɴᴏᴡ I'ᴍ ʟᴇғᴛ ʜᴇʀᴇ ғᴇᴇʟɪɴɢ sᴛᴜᴘɪᴅ Oʜ, ᴛʜᴇ ᴡᴀʏ ʜᴇ ᴍᴀᴋᴇs ᴍᴇ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴀᴛ ʟᴏᴠᴇ ɪsɴ'ᴛ ʀᴇᴀʟ Cᴜᴘɪᴅ ɪs sᴏ ᴅᴜᴍʙ.                                                    .•♫•♬••♬•♫•. En ocasiones, navegar por las publicaciones de las diferentes redes sociales hacía que Ha-Rin se sintiese un poco celoso. Ver todas esas fotos y vídeos de parejas que parecían genuinamente felices, compartiendo momentos divertidos mientras recreaban poses, trends populares o mostraban platillos elaborados y los sitios que visitaban, era casi como un golpe directo: un recordatorio de que, para alguien involucrado dentro del mundo del entretenimiento, no era sencillo aspirar a tener algo como eso. Había muchos impedimentos y todavía más razones por las cuales resultaba demasiado complicado llegar a tener una relación estable. La carga de trabajo era excesiva, y esa falta de tiempo se transformaba en la principal causa de malentendidos o rupturas al poco tiempo de haber iniciado algo. Por otro lado, tratar de conocer a alguien fuera del medio era casi como intentar completar exitosamente una misión que, desde el inicio, estaba destinada a fracasar. ✦ 🔴 En vivo ahora ✦ Ha-Rin apareció en escena con una sonrisa: estaba transmitiendo desde su cuenta personal. El directo no había sido anunciado, fue algo que simplemente surgió desde la espontaneidad del joven artista. Mientras los fans se preparaban y esperaban recibir alguna actualización sobre su música o proyectos futuros, él levantó en brazos a una hermosa gata de pelaje gris con rayas oscuras y ojos brillantes. —Hoy… quiero presentarles al amor de mi vida —dijo con seriedad. Los mensajes en el chat se descontrolaron de inmediato. En tan solo unos segundos, estaba lleno de signos de interrogación, corazones y comentarios que expresaban confusión. Algunos incluso llegaron a creer que se trataba de una confesión inesperada o de una confirmación. Pero entonces, Ha-Rin alzó con cuidado a la gata frente a la cámara, asegurándose de que pudiesen observarla bien. —Ella es la razón por la que trabajo arduamente; también es dueña de mi salario y la que me espera cada día —continuó, dándole un pequeño beso en la cabeza. Los fans estallaron en risas y ternura al mismo tiempo. —Miren esa cara, ¿acaso no es lo más perfecto que han visto en sus vidas? —preguntó Ha-Rin mientras sonreía y hacía una pequeña pausa. Dejó escapar un suspiro y, finalmente, admitió—: A veces me pongo celoso cuando todos presumen a sus novios, novias o parejas… pero luego recuerdo que yo tengo a esta señorita y me doy cuenta de que no necesito presumir, porque ya tengo a la mejor compañera del mundo. Al final, entre caricias, ronroneos y risas, la transmisión se convirtió en uno de los momentos más tiernos y comentados por los fans. Pronto aparecieron fanarts de la gata coronada como “la reina de Ha-Rin” y memes con frases como “dueña del salario de Ha-Rin”.
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  • El Inicio de un Caos Espiritual parte 1


    Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano.

    Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada.

    La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...?

    —La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio.

    El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío...

    —Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir...

    —Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal.

    Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico.

    Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor...

    Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad:

    —Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso...

    El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara.

    El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...

    El Inicio de un Caos Espiritual parte 1 Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano. Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada. La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...? —La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio. El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío... —Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir... —Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal. Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico. Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor... Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad: —Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso... El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara. El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...
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  • *El peso de la tela negra se desliza con cada paso, como un río de sombras sujetas a mi voluntad. Las cintas rojas no son mero adorno: son juramentos que se cierran en torno a mí, recordatorios de lo que nunca debo olvidar. Mi porte es firme, mi silencio habla más que cualquier grito.*

    -“Este atuendo me envuelve como una segunda piel, sobria y rigurosa… pero dentro de mí late la chispa indómita, la electricidad contenida que me mantiene erguida, inquebrantable.

    -Quien me observa puede ver delicadeza en mis trazos, pero ignora la fuerza que aguarda detrás. No necesito levantar la voz para que comprendan: basta con la mirada, basta con la presencia.

    *Camino entre la luz y la penumbra… y aunque mi figura sea vestida de doncella, la esencia que guardo es la de quien jamás se doblega.”*
    *El peso de la tela negra se desliza con cada paso, como un río de sombras sujetas a mi voluntad. Las cintas rojas no son mero adorno: son juramentos que se cierran en torno a mí, recordatorios de lo que nunca debo olvidar. Mi porte es firme, mi silencio habla más que cualquier grito.* -“Este atuendo me envuelve como una segunda piel, sobria y rigurosa… pero dentro de mí late la chispa indómita, la electricidad contenida que me mantiene erguida, inquebrantable. -Quien me observa puede ver delicadeza en mis trazos, pero ignora la fuerza que aguarda detrás. No necesito levantar la voz para que comprendan: basta con la mirada, basta con la presencia. *Camino entre la luz y la penumbra… y aunque mi figura sea vestida de doncella, la esencia que guardo es la de quien jamás se doblega.”*
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  • Capítulo I: El Foco y el Silencio.

    El estudio de fotografía, amplio y revestido de un blanco inmaculado, parecía contener el aliento ante la figura de Deianira Zhorkeas. La luz, meticulosamente calibrada, rebotaba sobre su cabello rubio platino, transformándolo en una cascada de oro líquido que contrastaba con el conjunto de lencería de seda negra que llevaba puesto, una pieza clave de la nueva colección de Destroyer of Men. Cada movimiento suyo era estudiado, una coreografía ensayada entre el poder de una CEO y la sensualidad precisa de una supermodelo de Victoria's Secret.
    Acababa de tomar una breve pausa. El equipo, consciente del valor de su tiempo y de su temperamento, se había retirado a una distancia respetuosa. Ella se acercó al gran espejo de cuerpo entero, no para admirarse, sino para inspeccionar la mercancía. Sus labios, recién retocados con un burdeos profundo, formaban una línea dura de concentración.

    Deianira era una mujer que había aprendido a convertir la presión en una armadura. Horas antes, había cerrado un acuerdo que aseguraba la expansión de su imperio cosmético en tres continentes. Ahora, su trabajo era vender la fantasía que había creado, ser la encarnación perfecta de su propia marca: inalcanzable y absolutamente deseada.

    La fotógrafa, Elya, rompió el silencio con una instrucción suave: —Deianira, de nuevo al centro, por favor. Necesito esa mirada de que el mundo te pertenece.

    Deianira asintió con un movimiento apenas perceptible. Dejó el pequeño espejo sobre la mesa auxiliar y se dirigió de nuevo al punto marcado con una cruz en el suelo. El mármol frío bajo sus tacones era un recordatorio constante de la altura a la que operaba.

    Elevó la barbilla, sus ojos azules, usualmente fríos y analíticos, se encendieron con la intensidad que solo ella podía conjurar.

    La rubia no modelaba, reinaba.

    La cámara hizo un clic seco, capturando el momento. Ella estaba lista.

    ¿Estaba listo el mundo para el brillo que la inundaba?
    Capítulo I: El Foco y el Silencio. El estudio de fotografía, amplio y revestido de un blanco inmaculado, parecía contener el aliento ante la figura de Deianira Zhorkeas. La luz, meticulosamente calibrada, rebotaba sobre su cabello rubio platino, transformándolo en una cascada de oro líquido que contrastaba con el conjunto de lencería de seda negra que llevaba puesto, una pieza clave de la nueva colección de Destroyer of Men. Cada movimiento suyo era estudiado, una coreografía ensayada entre el poder de una CEO y la sensualidad precisa de una supermodelo de Victoria's Secret. Acababa de tomar una breve pausa. El equipo, consciente del valor de su tiempo y de su temperamento, se había retirado a una distancia respetuosa. Ella se acercó al gran espejo de cuerpo entero, no para admirarse, sino para inspeccionar la mercancía. Sus labios, recién retocados con un burdeos profundo, formaban una línea dura de concentración. Deianira era una mujer que había aprendido a convertir la presión en una armadura. Horas antes, había cerrado un acuerdo que aseguraba la expansión de su imperio cosmético en tres continentes. Ahora, su trabajo era vender la fantasía que había creado, ser la encarnación perfecta de su propia marca: inalcanzable y absolutamente deseada. La fotógrafa, Elya, rompió el silencio con una instrucción suave: —Deianira, de nuevo al centro, por favor. Necesito esa mirada de que el mundo te pertenece. Deianira asintió con un movimiento apenas perceptible. Dejó el pequeño espejo sobre la mesa auxiliar y se dirigió de nuevo al punto marcado con una cruz en el suelo. El mármol frío bajo sus tacones era un recordatorio constante de la altura a la que operaba. Elevó la barbilla, sus ojos azules, usualmente fríos y analíticos, se encendieron con la intensidad que solo ella podía conjurar. La rubia no modelaba, reinaba. La cámara hizo un clic seco, capturando el momento. Ella estaba lista. ¿Estaba listo el mundo para el brillo que la inundaba?
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