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    Hablando de todo, recordatorio que he publicado página nueva.
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    //Pue vengo a decir que he actualizado mi webcomic, por si alguien lo quiere leer https://www.faneo.es/comics/ecos-de-umbra/
    WWW.FANEO.ES
    Ecos de Umbra
    Quizá los Precursores no contaron toda la verdad. Tras salvar el mundo de la destrucción, Jak y los suyos creyeron haber alcanzado la paz. Pero la paz es solo el eco del silencio… y todo acto tiene un precio. Ahora, una nueva presencia se alza desde la sombra del mundo: Unos seres olvidados por la historia, conectados con la oscuridad, las estrellas… y con un pasado que tal vez nunca fue enterrado. En un mundo marcado por traiciones, poder antiguo y heridas que no sanan, lo más peligroso no siempre es un enemigo. A veces, es lo que creías saber de ti mismo. Este cómic es un fanmade situado tras Jak 3, que imagina un nuevo capítulo. Respeta el canon original, pero introduce nuevas ideas, preguntas y una nueva raza para llenar algunos huecos de la historia… o tal vez abrir otros nuevos.
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    ||Recordatorio:

    No te entrometas porque luego te mal interpretan de la peor forma posible por sólo una curiosidad.
    Por eso es que no interactúo con otros si no son ellos quienes me buscan, no me gusta esa sensación de meter la pata.
    ||Recordatorio: No te entrometas porque luego te mal interpretan de la peor forma posible por sólo una curiosidad. Por eso es que no interactúo con otros si no son ellos quienes me buscan, no me gusta esa sensación de meter la pata.
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  • El frío del suelo se cuela por mi vestido, pero no me importa. Estoy acurrucada, con mis rodillas contra mi pecho, observando el mundo desde mi propio rincón. Mis ojos, grandes y rojos como dos cerezas, captan cada detalle.
    Me gusta el sonido, es un recordatorio de que estoy aquí, de que soy yo. La gargantilla de encaje negro me oprime un poco, pero es parte de mi estilo, parte de quien soy. La tela de mi vestido, oscura y un poco pesada, me envuelve como una segunda piel. No soy de muchas palabras, prefiero observar, analizar. Mi mente siempre está activa, procesando cada matiz de la luz, cada sombra que se proyecta.

    “¿Qυᥱ ɋυιᥱɾᥱs hᥲᥴᥱɾ? ¿Qυιᥱɾᥱs ɋυᥱ tᥱ ᥴυᥱᥒtᥱ υᥒᥲ hιstoɾιᥲ ɋυᥱ hᥱ ιɱᥲɡιᥒᥲᏧo? ¿O ρɾᥱ𝖿ιᥱɾᥱs ɋυᥱ oᑲsᥱɾνᥱɱos ᥱᥣ ɱυᥒᏧo ȷυᥒtos?”
    El frío del suelo se cuela por mi vestido, pero no me importa. Estoy acurrucada, con mis rodillas contra mi pecho, observando el mundo desde mi propio rincón. Mis ojos, grandes y rojos como dos cerezas, captan cada detalle. Me gusta el sonido, es un recordatorio de que estoy aquí, de que soy yo. La gargantilla de encaje negro me oprime un poco, pero es parte de mi estilo, parte de quien soy. La tela de mi vestido, oscura y un poco pesada, me envuelve como una segunda piel. No soy de muchas palabras, prefiero observar, analizar. Mi mente siempre está activa, procesando cada matiz de la luz, cada sombra que se proyecta. “¿Qυᥱ ɋυιᥱɾᥱs hᥲᥴᥱɾ? ¿Qυιᥱɾᥱs ɋυᥱ tᥱ ᥴυᥱᥒtᥱ υᥒᥲ hιstoɾιᥲ ɋυᥱ hᥱ ιɱᥲɡιᥒᥲᏧo? ¿O ρɾᥱ𝖿ιᥱɾᥱs ɋυᥱ oᑲsᥱɾνᥱɱos ᥱᥣ ɱυᥒᏧo ȷυᥒtos?”
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  • Archivo Personal — Diario de Rei Arakawa
    Ubicación: Oficina en Shinjuku, Tokio.
    Fecha: 15 de noviembre, 2025
    Hora: 00:17 A.M.

    (Una fotografía reciente está pegada en la esquina superior de la página. En ella, Rei y Owen Eiga aparecen juntos: un recuerdo guardado tras una cacería agotadora pero que acabó reforzando su amistad. Al fondo, Shinjuku ilumina la escena con su preciosa hora dorada.)

    “Nunca me gustaron los vínculos.
    No tienen sentido para alguien que lleva vivo más de mil doscientos años.
    Las personas envejecen, cambian, se van…
    Y yo sigo aquí.

    He visto generaciones nacer y morir, ciudades arder y reconstruirse, imperios levantarse para luego caer bajo su propio peso. Con el tiempo aprendes que todo lo que te une a alguien termina siendo un recordatorio de que tú no puedes quedarte.

    Pero, aunque lo intento, no puedo evitarlo.
    A veces la vida te cruza con almas que te dejan una marca, aunque sepas que algún día desaparecerán.

    Owen fue una de esas almas.
    Cuando lo conocí, pensé que era un mocoso impulsivo, un hechicero demasiado joven y orgulloso de su don. Un chico que hablaba más rápido de lo que pensaba, y que creía que podía enfrentarse al mundo sin ayuda de nadie.”

    —Rei sonríe por lo bajo mientras escribe, dejando caer ceniza del cigarrillo sobre el borde del cenicero.—

    “Y con el tiempo... sigue siendo igual de impulsivo.
    Pero también es mi mejor amigo.
    Mi hermano.

    No lo digo seguido —supongo que porque las palabras, como la gente, también se desgastan—
    pero si algún día dejo de existir, quiero que este diario sirva como prueba de que en algún momento, incluso yo, tuve a alguien a quien llamar familia.”

    (El texto termina con el trazo leve de una firma: “R. Arakawa”.
    Abajo, una mancha circular de café, y la ceniza de un cigarrillo apagado.)
    Archivo Personal — Diario de Rei Arakawa Ubicación: Oficina en Shinjuku, Tokio. Fecha: 15 de noviembre, 2025 Hora: 00:17 A.M. (Una fotografía reciente está pegada en la esquina superior de la página. En ella, Rei y [cyclone_aqua_hawk_244] aparecen juntos: un recuerdo guardado tras una cacería agotadora pero que acabó reforzando su amistad. Al fondo, Shinjuku ilumina la escena con su preciosa hora dorada.) “Nunca me gustaron los vínculos. No tienen sentido para alguien que lleva vivo más de mil doscientos años. Las personas envejecen, cambian, se van… Y yo sigo aquí. He visto generaciones nacer y morir, ciudades arder y reconstruirse, imperios levantarse para luego caer bajo su propio peso. Con el tiempo aprendes que todo lo que te une a alguien termina siendo un recordatorio de que tú no puedes quedarte. Pero, aunque lo intento, no puedo evitarlo. A veces la vida te cruza con almas que te dejan una marca, aunque sepas que algún día desaparecerán. Owen fue una de esas almas. Cuando lo conocí, pensé que era un mocoso impulsivo, un hechicero demasiado joven y orgulloso de su don. Un chico que hablaba más rápido de lo que pensaba, y que creía que podía enfrentarse al mundo sin ayuda de nadie.” —Rei sonríe por lo bajo mientras escribe, dejando caer ceniza del cigarrillo sobre el borde del cenicero.— “Y con el tiempo... sigue siendo igual de impulsivo. Pero también es mi mejor amigo. Mi hermano. No lo digo seguido —supongo que porque las palabras, como la gente, también se desgastan— pero si algún día dejo de existir, quiero que este diario sirva como prueba de que en algún momento, incluso yo, tuve a alguien a quien llamar familia.” (El texto termina con el trazo leve de una firma: “R. Arakawa”. Abajo, una mancha circular de café, y la ceniza de un cigarrillo apagado.)
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  • 𝑳𝒂𝒔𝒕 𝑺𝒕𝒐𝒑 𝑻𝒐 𝑵𝒐𝒘𝒉𝒆𝒓𝒆
    Fandom Original
    Categoría Original
    ㅤㅤ 𝑺𝑻𝑨𝑹𝑻𝑬𝑹
    ㅤㅤㅤ➤ Lyra Dorne

    ㅤㅤㅤㅤEl anuncio de la última llegada resonó, en un sonido hueco, por los túneles. Los últimos pasos apresurados se desvanecieron escalera arriba, hacia la superficie. Las luces fluorescentes, en un ahorro de energía post-turno, se apagaron en varias secciones de la estación, durmiendo los andenes laterales en una penumbra que solo era interrumpida por los letreros iluminados en rojo con la palabra "EXIT".

    Fue en uno de esos andenes, el más alejado de las escaleras mecánicas, dónde la quietud parecía más profunda. El escenario resultaba ser siempre el mismo, independientemente de la localización: oscuridad, soledad y las consecuencias de una batalla perdida contra uno mismo.

    Allí, yacía semiinconsciente, apoyado contra una pared fría. Su respiración era un ruido áspero e irregular. No eran solo las heridas físicas, aquel profundo corte en el costado que manchaba su camisa de un rojo oscuro, lo que lo tenía al borde del abismo.

    𝘌𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘳𝘪𝘦𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭.

    Porque dentro de él, La Entidad se revolvía, eufórica, celebrando su momentánea libertad. La sombra que debería estar quieta a sus pies se retorcía de forma autónoma, alargándose y contrayéndose como un animal recién liberado.

    No había sido solo una pelea cualquiera. Había sido una contención en los túneles de servicio, contra algo que se alimentaba del miedo. Lo había sellado, pero el contraataque le había costado caro, demasiado caro, dejando abierta una brecha en sus defensas.

    Un susurro áspero, un eco de una voz que no era la suya, salía de entre sus labios, súperponiéndose a su propia voz.

    «... 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯...»
    ───... 𝘼𝙡 𝙛𝙞𝙣...

    «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘵𝘢𝘥...»
    ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙪𝙡𝙘𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖 𝙡𝙞𝙗𝙚𝙧𝙩𝙖𝙙... cállate.

    Con un último esfuerzo, Salvatore entreabrió los ojos. El color café de su mirada estaba velado por un fulgor plateado, el gris de un cielo tormentoso. ¿Era dolor lo que sentía? No. No sentía dolor. Era mucho peor que eso. Era la sensación de que cada latido en su pecho, era una explosión de agonia, un recordatorio de que él parasito que llevaba dentro estaba a un suspiro de tomar el control total.

    «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰...»
    ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙡 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 … que te calles.

    ¿Estaba susurrando en su mente, como habitualmente lo hacía? No, está vez no era ese el caso. La voz de La Entidad ya no estaba hablando solo en su mente; estaba hablando a través de él. Ambas voces, distorsionadas, superponiéndose por momentos una sobre la otra.

    «... 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘮𝘦... 𝘠𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰... 𝘴𝘢𝘯𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘰...»
    ───... 𝘿𝙚𝙟𝙖𝙢𝙚... 𝙔𝙤 𝙥𝙪𝙚𝙙... ¡BASTA!...

    Su mano, temblorosa, se aferró a la pared en búsqueda de un ancla a una realidad que se le escapaba entre los dedos. Estaba solo, en un espacio público a merced de la cosa que llevaba dentro, y del primer transeúnte desprevenido que se aventurara en la penumbra de aquel andén.
    ㅤㅤ 𝑺𝑻𝑨𝑹𝑻𝑬𝑹 ㅤㅤㅤ➤ [THE.LIGHTWITCH] ㅤㅤㅤㅤEl anuncio de la última llegada resonó, en un sonido hueco, por los túneles. Los últimos pasos apresurados se desvanecieron escalera arriba, hacia la superficie. Las luces fluorescentes, en un ahorro de energía post-turno, se apagaron en varias secciones de la estación, durmiendo los andenes laterales en una penumbra que solo era interrumpida por los letreros iluminados en rojo con la palabra "EXIT". Fue en uno de esos andenes, el más alejado de las escaleras mecánicas, dónde la quietud parecía más profunda. El escenario resultaba ser siempre el mismo, independientemente de la localización: oscuridad, soledad y las consecuencias de una batalla perdida contra uno mismo. Allí, yacía semiinconsciente, apoyado contra una pared fría. Su respiración era un ruido áspero e irregular. No eran solo las heridas físicas, aquel profundo corte en el costado que manchaba su camisa de un rojo oscuro, lo que lo tenía al borde del abismo. 𝘌𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘳𝘪𝘦𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭. Porque dentro de él, La Entidad se revolvía, eufórica, celebrando su momentánea libertad. La sombra que debería estar quieta a sus pies se retorcía de forma autónoma, alargándose y contrayéndose como un animal recién liberado. No había sido solo una pelea cualquiera. Había sido una contención en los túneles de servicio, contra algo que se alimentaba del miedo. Lo había sellado, pero el contraataque le había costado caro, demasiado caro, dejando abierta una brecha en sus defensas. Un susurro áspero, un eco de una voz que no era la suya, salía de entre sus labios, súperponiéndose a su propia voz. «... 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯...» ───... 𝘼𝙡 𝙛𝙞𝙣... «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘵𝘢𝘥...» ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙪𝙡𝙘𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖 𝙡𝙞𝙗𝙚𝙧𝙩𝙖𝙙... cállate. Con un último esfuerzo, Salvatore entreabrió los ojos. El color café de su mirada estaba velado por un fulgor plateado, el gris de un cielo tormentoso. ¿Era dolor lo que sentía? No. No sentía dolor. Era mucho peor que eso. Era la sensación de que cada latido en su pecho, era una explosión de agonia, un recordatorio de que él parasito que llevaba dentro estaba a un suspiro de tomar el control total. «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰...» ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙡 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 … que te calles. ¿Estaba susurrando en su mente, como habitualmente lo hacía? No, está vez no era ese el caso. La voz de La Entidad ya no estaba hablando solo en su mente; estaba hablando a través de él. Ambas voces, distorsionadas, superponiéndose por momentos una sobre la otra. «... 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘮𝘦... 𝘠𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰... 𝘴𝘢𝘯𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘰...» ───... 𝘿𝙚𝙟𝙖𝙢𝙚... 𝙔𝙤 𝙥𝙪𝙚𝙙... ¡BASTA!... Su mano, temblorosa, se aferró a la pared en búsqueda de un ancla a una realidad que se le escapaba entre los dedos. Estaba solo, en un espacio público a merced de la cosa que llevaba dentro, y del primer transeúnte desprevenido que se aventurara en la penumbra de aquel andén.
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    Recordatorio actualize mi ficha , RP abierto (˶>⩊<˶)
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    °❀⋆.ೃ࿔*:・FIcha de personaje Mai Choi ⋆˚࿔
        ⋆˙⟡˚₊‧꒰ა Maite ໒꒱ ‧₊˚ ୨୧                                                  💬 "Mai quiere que alguien la vea tal cual es… sin tener que explicarse."o"Desea sentirse libre de su propia cabeza, pero también le aterra perder el control de...
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  • La habitación estaba bañada por una luz rojiza proveniente del neón junto a la ventana. Luna Aurelian Reis se había tomado un raro momento para sí misma, lejos de las reuniones, los informes financieros y los susurros de la prensa.
    Había vuelto de la gala la noche anterior, aún con el eco de los flashes en su mente… y aunque había sonreído ante el mundo, dentro de ella seguía ese silencio antiguo, el mismo que llevaba desde hacía años.

    Ahora, sentada en el suelo de su vestidor, con el cabello suelto y una chaqueta informal, se observaba en el espejo del teléfono. Su reflejo ya no era el de la ejecutiva inquebrantable, sino el de una mujer que había aprendido a sobrevivir en la tormenta.
    Una caja de cereal frente a ella, la cámara encendida, y una mueca traviesa que contrastaba con la elegancia fría con la que todos la conocían.
    Apretó los labios, levantó dos dedos en señal de paz y se tomó la foto —una que probablemente nunca publicaría, pero que guardaría como recordatorio de que aún era humana, pese a todo.

    —Mamá poderosa del año, comiendo cereal a las tres de la mañana… —murmuró con una sonrisa cansada, su voz apenas un suspiro.

    El sonido de un mensaje entrante la hizo mirar la pantalla: era Eliana, preguntándole si había dormido algo.
    Luna respondió con un emoji neutral, sin entrar en detalles. A veces no sabía cómo acercarse a sus hijos sin que la sombra del pasado se interpusiera.
    Sain le hablaba poco, y cuando lo hacía, siempre con esa mezcla de distancia y respeto que le dolía más que cualquier herida.

    Luna dejó el móvil a un lado, apoyando la cabeza en la pared. Miró su reflejo una vez más, pero esta vez no vio a la empresaria, ni a la madre, ni a la viuda, ni a la mujer traicionada.
    Vio a Luna, simplemente.
    La mujer que había construido un imperio desde sus cenizas y que, incluso en los días más solitarios, seguía encontrando fuerza en los pequeños gestos —en un espejo, una caja de cereal, y la certeza de que aún tenía más por vivir.

    El sonido lejano de la lluvia golpeando los ventanales llenó el silencio.
    Ella sonrió levemente, levantando otra vez el teléfono, capturando el instante.
    Porque en esa soledad, en esa calma frágil, Luna Aurelian Reis no era un mito ni una leyenda… era solo una mujer que había aprendido a seguir brillando, incluso en la oscuridad.
    La habitación estaba bañada por una luz rojiza proveniente del neón junto a la ventana. Luna Aurelian Reis se había tomado un raro momento para sí misma, lejos de las reuniones, los informes financieros y los susurros de la prensa. Había vuelto de la gala la noche anterior, aún con el eco de los flashes en su mente… y aunque había sonreído ante el mundo, dentro de ella seguía ese silencio antiguo, el mismo que llevaba desde hacía años. Ahora, sentada en el suelo de su vestidor, con el cabello suelto y una chaqueta informal, se observaba en el espejo del teléfono. Su reflejo ya no era el de la ejecutiva inquebrantable, sino el de una mujer que había aprendido a sobrevivir en la tormenta. Una caja de cereal frente a ella, la cámara encendida, y una mueca traviesa que contrastaba con la elegancia fría con la que todos la conocían. Apretó los labios, levantó dos dedos en señal de paz y se tomó la foto —una que probablemente nunca publicaría, pero que guardaría como recordatorio de que aún era humana, pese a todo. —Mamá poderosa del año, comiendo cereal a las tres de la mañana… —murmuró con una sonrisa cansada, su voz apenas un suspiro. El sonido de un mensaje entrante la hizo mirar la pantalla: era Eliana, preguntándole si había dormido algo. Luna respondió con un emoji neutral, sin entrar en detalles. A veces no sabía cómo acercarse a sus hijos sin que la sombra del pasado se interpusiera. Sain le hablaba poco, y cuando lo hacía, siempre con esa mezcla de distancia y respeto que le dolía más que cualquier herida. Luna dejó el móvil a un lado, apoyando la cabeza en la pared. Miró su reflejo una vez más, pero esta vez no vio a la empresaria, ni a la madre, ni a la viuda, ni a la mujer traicionada. Vio a Luna, simplemente. La mujer que había construido un imperio desde sus cenizas y que, incluso en los días más solitarios, seguía encontrando fuerza en los pequeños gestos —en un espejo, una caja de cereal, y la certeza de que aún tenía más por vivir. El sonido lejano de la lluvia golpeando los ventanales llenó el silencio. Ella sonrió levemente, levantando otra vez el teléfono, capturando el instante. Porque en esa soledad, en esa calma frágil, Luna Aurelian Reis no era un mito ni una leyenda… era solo una mujer que había aprendido a seguir brillando, incluso en la oscuridad.
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  • Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron.

    Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación.

    Pero no fue así.

    Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez.

    Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo.

    Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira.

    No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca.

    No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa.

    Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión.

    Me aferré a mis recuerdos, a la idea de Angela Di Trapani , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás?

    No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
    Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron. Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación. Pero no fue así. Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez. Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo. Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira. No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca. No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa. Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión. Me aferré a mis recuerdos, a la idea de [haze_orange_shark_766] , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás? No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
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    AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR
    Dossier Interno — División de las Diosas Carmesí

    Nombre del Modelo: Azuka 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫 Yokin
    Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno ♱

    Ficha:
    ♨ Nombre Completo: Azuka Ishtar Yokin
    ♨ Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno
    ♨ Edad Aparente: 27 años
    ♨Linaje: Ishtar-Yokin (Híbrida de Diosa y Forjadora Infernal)
    ♨ Altura: 1.83 m
    ♨ Elemento Dominante: Fuego Espiritual Carmesí
    ♨ Rango de Poder: Clase S – Deidad de Juicio
    ♨ Especialidad: Moda bélica, modelaje ceremonial, desfiles temáticos infernales
    ♨ Arma Simbólica: Judicator, lanza de energía viva con núcleo de alma ardiente
    ♨ Debilidad: Su alma vibra en conflicto constante entre misericordia y destrucción; si duda, su poder se descontrola.

    ♨Frase Emblemática:
    “Mi fuego no destruye... purifica lo que ya no merece existir.”

    Historia y Origen
    Azuka Ishtar Yokin nació de la unión de dos linajes antiguos: el Clan Ishtar, símbolo de la supremacía divina, y la Casa Yokin, conocida por su dominio sobre la alquimia abismal y las forjas de almas.
    Criada en el corazón del Dominio Carmesí, fue entrenada en combate ritual, danza infernal y etiqueta celestial.
    Su despertar ocurrió durante la Ceremonia del Eclipse Carmesí, donde su cuerpo fue marcado por el fuego abismal de las deidades caídas. Desde entonces, su piel emana un resplandor ígneo cuando invoca su poder completo.

    Fue descubierta por la Emperatriz Sasha Ishtar, quien la designó como una de las Tres Rosas del Trono Infernal, junto a Lili y Aerith, siendo Azuka la más letal del trío.
    Hoy es una de las imágenes más reconocidas de la agencia, símbolo de poder, disciplina y belleza sobrenatural.

    Descripción General
    Azuka Ishtar Yokin es una manifestación viviente de la belleza infernal y el poder absoluto. Su figura combina la majestuosidad de una diosa guerrera con la elegancia sobrenatural de una reina del inframundo.
    Con una presencia tan imponente como seductora, Azuka encarna el equilibrio entre feminidad divina y destrucción celestial. Cada movimiento suyo es calculado, etéreo, una danza entre fuego y acero.

    Su apariencia está inspirada en la imponente Hindenburg de Azur Lane:
    una silueta perfecta, armadura ceremonial ajustada con detalles carmesí y dorados, largas trenzas oscuras con reflejos rojos y una mirada que puede reducir a cenizas la voluntad de cualquier ser.
    Sus alas metálicas y adornos de guerra no son simple estética, sino símbolos de su rango y poder, forjados con magia ancestral del linaje Yokin.

    Personalidad
    Azuka es una mujer de temple firme, mirada dominante y voz profunda, con una calma que intimida.
    No necesita levantar la voz para hacerse respetar: su presencia es suficiente para doblegar voluntades.
    Representa la disciplina del fuego, la devoción al arte de la perfección, y la sensualidad como forma de autoridad.
    Pese a su naturaleza severa, posee un magnetismo que atrae tanto el deseo como la obediencia.

    Apariencia Física:
    ♚ Cabello: Largo, oscuro con destellos rojizos metálicos, trenzado en secciones nobles.
    ♚ Ojos: Rojo fuego con destellos dorados, mirada felina e hipnótica.
    ♚ Piel: Clara, con un leve resplandor carmesí cuando invoca su poder.
    ♚ Vestimenta: Armadura ceremonial negro-escarlata con detalles dorados, corset reforzado, hombreras talladas y falda dividida que revela botas de guerra de diseño infernal.
    ♚ Complementos: Alas mecánicas ornamentadas, joyas negras flotantes y guantes rituales grabados con sellos demoníacos.

    Cita Interna (Archivo Ishtar ϟ#AZ-010)
    “Azuka no desfila, sentencia.
    Su presencia es un recordatorio de que incluso en el infierno… la belleza tiene autoridad.”
    — Sasha Ishtar, La Emperatriz del Clan
    💋 AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR 📜 Dossier Interno — División de las Diosas Carmesí 💠 Nombre del Modelo: Azuka 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫 Yokin Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno ♱ 🌑Ficha: ♨ Nombre Completo: Azuka Ishtar Yokin ♨ Alias: La Soberana Carmesí del Juicio Eterno ♨ Edad Aparente: 27 años ♨Linaje: Ishtar-Yokin (Híbrida de Diosa y Forjadora Infernal) ♨ Altura: 1.83 m ♨ Elemento Dominante: Fuego Espiritual Carmesí ♨ Rango de Poder: Clase S – Deidad de Juicio ♨ Especialidad: Moda bélica, modelaje ceremonial, desfiles temáticos infernales ♨ Arma Simbólica: Judicator, lanza de energía viva con núcleo de alma ardiente ♨ Debilidad: Su alma vibra en conflicto constante entre misericordia y destrucción; si duda, su poder se descontrola. ♨Frase Emblemática: “Mi fuego no destruye... purifica lo que ya no merece existir.” ⚔️ Historia y Origen Azuka Ishtar Yokin nació de la unión de dos linajes antiguos: el Clan Ishtar, símbolo de la supremacía divina, y la Casa Yokin, conocida por su dominio sobre la alquimia abismal y las forjas de almas. Criada en el corazón del Dominio Carmesí, fue entrenada en combate ritual, danza infernal y etiqueta celestial. Su despertar ocurrió durante la Ceremonia del Eclipse Carmesí, donde su cuerpo fue marcado por el fuego abismal de las deidades caídas. Desde entonces, su piel emana un resplandor ígneo cuando invoca su poder completo. Fue descubierta por la Emperatriz Sasha Ishtar, quien la designó como una de las Tres Rosas del Trono Infernal, junto a Lili y Aerith, siendo Azuka la más letal del trío. Hoy es una de las imágenes más reconocidas de la agencia, símbolo de poder, disciplina y belleza sobrenatural. 🌹 Descripción General Azuka Ishtar Yokin es una manifestación viviente de la belleza infernal y el poder absoluto. Su figura combina la majestuosidad de una diosa guerrera con la elegancia sobrenatural de una reina del inframundo. Con una presencia tan imponente como seductora, Azuka encarna el equilibrio entre feminidad divina y destrucción celestial. Cada movimiento suyo es calculado, etéreo, una danza entre fuego y acero. Su apariencia está inspirada en la imponente Hindenburg de Azur Lane: una silueta perfecta, armadura ceremonial ajustada con detalles carmesí y dorados, largas trenzas oscuras con reflejos rojos y una mirada que puede reducir a cenizas la voluntad de cualquier ser. Sus alas metálicas y adornos de guerra no son simple estética, sino símbolos de su rango y poder, forjados con magia ancestral del linaje Yokin. 🩸 Personalidad Azuka es una mujer de temple firme, mirada dominante y voz profunda, con una calma que intimida. No necesita levantar la voz para hacerse respetar: su presencia es suficiente para doblegar voluntades. Representa la disciplina del fuego, la devoción al arte de la perfección, y la sensualidad como forma de autoridad. Pese a su naturaleza severa, posee un magnetismo que atrae tanto el deseo como la obediencia. 💎 Apariencia Física: ♚ Cabello: Largo, oscuro con destellos rojizos metálicos, trenzado en secciones nobles. ♚ Ojos: Rojo fuego con destellos dorados, mirada felina e hipnótica. ♚ Piel: Clara, con un leve resplandor carmesí cuando invoca su poder. ♚ Vestimenta: Armadura ceremonial negro-escarlata con detalles dorados, corset reforzado, hombreras talladas y falda dividida que revela botas de guerra de diseño infernal. ♚ Complementos: Alas mecánicas ornamentadas, joyas negras flotantes y guantes rituales grabados con sellos demoníacos. 🕯️ Cita Interna (Archivo Ishtar ϟ#AZ-010) “Azuka no desfila, sentencia. Su presencia es un recordatorio de que incluso en el infierno… la belleza tiene autoridad.” — Sasha Ishtar, La Emperatriz del Clan
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  • El estruendo del tribunal divino era como un océano desatado. Cientos de tronos resplandecientes se alzaban en círculo, cada uno ocupado por deidades antiguas, guardianes del equilibrio entre mundos. Allí estaba ella, **Yurei Veyrith**, arrastrada entre cadenas de luz que quemaban su piel etérea, aunque no la reducían al silencio.

    La habían acusado de lo imperdonable: descender a la Tierra sin permiso, tocar la fragilidad de los mortales, reír y llorar entre ellos, **vivir como si fuera una de ellos**. Aquello que los dioses llamaban traición, para ella había sido redención.

    —Has profanado el pacto —tronó **Zeus**, su voz retumbando como mil tormentas.
    —La Tierra no es tu morada —sentenció **Hera**, su mirada de hielo atravesándola como dagas.
    —Serás condenada a errar entre mundos, nunca pertenecer a ninguno —decretó **Anubis**, levantando una balanza ardiente donde su alma parecía tambalearse.

    Yurei, de rodillas, levantó el rostro. Sus ojos, grises como neblina, brillaban con un desafío implacable.
    —No me arrepiento. Ustedes olvidaron lo que significa sentir. Los mortales conocen la belleza de la caída, del sacrificio, del amor. Y si debo pagar por recordárselos, lo haré.

    Los dioses rugieron indignados. Cadenas de fuego divino se enroscaron en torno a su cuerpo y un círculo de runas comenzó a sellarse en el suelo. El castigo era inminente.

    Pero en medio de aquel coro de furia, algunas miradas permanecían en silencio.

    **Atenea**, con sus ojos de sabiduría, ladeó apenas la cabeza. **Hades**, señor del Inframundo, permanecía inexpresivo, aunque una chispa de simpatía cruzaba sus labios sombríos. Y entre las sombras, **Loki**, con sonrisa torcida, parecía disfrutar demasiado del espectáculo.

    Cuando las cadenas descendieron para sellarla en el limbo eterno, fue Atenea quien habló con calma, interrumpiendo el decreto:
    —El juicio no debe olvidar la virtud. Si la castigamos sin más, perderemos la lección que ella trajo de los mortales.

    Zeus fulminó a su hija con la mirada, pero la diosa no retrocedió. Fue entonces que Loki dio un paso adelante, riendo entre dientes.
    —¿De verdad vais a encadenarla? Qué aburrido. Yo digo que una jaula no puede contener a alguien que sabe cómo romperla.

    El suelo tembló. Un susurro recorrió el aire: Yurei no estaba sola.

    En medio del caos, **Hades** levantó discretamente su mano, y las sombras se extendieron como un río de tinta, debilitando por un instante las cadenas que la apresaban. Atenea inclinó su lanza y rompió el círculo de runas, apenas lo suficiente para abrir una fisura. Y Loki, con un gesto burlón, creó un espejismo que confundió a los guardias divinos.

    —Corre, pequeña fantasma —susurró el dios embaucador—. El cielo nunca fue solo de ellos.

    El cuerpo de Yurei ardía, pero la libertad era más fuerte que el dolor. Se levantó entre chispas de fuego divino, extendiendo sus alas translúcidas, y con un rugido que era mitad lamento, mitad desafío, se lanzó a través de la grieta abierta.

    Los dioses clamaron. Rayos y cadenas intentaron alcanzarla, pero las sombras de Hades la protegieron, el escudo de Atenea desvió los golpes, y las ilusiones de Loki confundieron el espacio mismo. Entre caos y relámpagos, Yurei atravesó el firmamento, dejando tras de sí un eco de campanas rotas.

    Al fin, el cielo nocturno la recibió de nuevo. No como prisionera, sino como fugitiva, como sobreviviente. Se alzó sobre las estrellas, sintiendo el viento celeste recorrerla, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió de verdad.

    Atenea apareció en un destello de plata, mirándola con serenidad.
    —No abuses de esta oportunidad, Yurei. Si vuelves a caer, nadie podrá salvarte.

    Hades emergió de la penumbra, su voz grave como la tumba:
    —El mundo necesita fantasmas que recuerden a los dioses lo que ellos olvidaron. Esa será tu lugar.

    Y Loki, como siempre, se limitó a reír, desvaneciéndose en chispas de fuego verde:
    —Nos veremos pronto, pequeña transgresora. La rebeldía te sienta bien.

    Así, contra toda sentencia, **Yurei Veyrith volvió al cielo**. No como esclava ni como exiliada, sino como un recordatorio viviente de que incluso los dioses pueden ser desafiados.

    Y desde ese día, su nombre quedó escrito entre susurros prohibidos, en las plegarias de los mortales que soñaban con tocar el cielo.

    El juicio había sido brutal, una tormenta de voces divinas que rugían contra ella. Las cadenas de luz aún ardían en su piel, recordándole que no era bienvenida ni en el cielo ni en el inframundo. Pero cuando Atenea rompió el sello, cuando Loki distorsionó las formas del tribunal y Hades abrió un camino entre las sombras, Yurei no voló hacia el firmamento. **Eligió la caída.**

    El cielo se desgarró como un espejo roto, y ella descendió en espiral entre relámpagos y fuego. La Tierra la llamó como un corazón latiendo bajo sus pies. Su cuerpo atravesó la noche y emergió en un bosque, donde los árboles temblaron al sentir la presencia de algo que no pertenecía del todo a ese mundo.

    Cayó de rodillas sobre la hierba húmeda, jadeante. Su respiración era vapor plateado, y sus alas translúcidas se disolvieron en la bruma. El aire olía a lluvia y tierra, un contraste absoluto con el mármol estéril del tribunal celestial.

    —Aquí pertenezco —susurró, acariciando el suelo con los dedos—. Entre ellos. Entre los mortales.

    No estaba sola. Una sombra se materializó a su lado. Hades, aunque no podía quedarse, le había dejado un fragmento de su poder: una gema oscura que palpitaba como un corazón.
    —Con esto podrás esconderte de los ojos del Olimpo. Úsalo bien, Yurei.

    La gema se incrustó en su piel como si siempre hubiera sido parte de ella. Y de inmediato, el lazo que la ataba al juicio se desvaneció.

    Poco después, entre los árboles, una figura esbelta emergió: **Atenea**, envuelta en luz de luna, se inclinó hacia ella.
    —Te salvamos, pero el precio es alto. No podrás regresar al cielo. Zeus jamás lo permitiría. Aquí tendrás tu segunda oportunidad, y también tu mayor peligro.

    Y en un destello, desapareció.

    El viento cambió, y con él llegó la risa burlona de **Loki**, que se deslizó como un espejismo sobre la superficie del río cercano.
    —Oh, pequeña fugitiva. Ahora el tablero es tuyo. Haz temblar la Tierra, enamora, destruye, vive… Yo vendré a mirar el caos cuando menos lo esperes.

    Y también se desvaneció, dejando tras de sí el aroma a humo y azufre.

    Yurei permaneció sola bajo la noche. Pero no era una soledad amarga: era libertad. El rumor del bosque la acogía, los mortales dormían en sus aldeas cercanas, ajenos a que un espíritu caído caminaba de nuevo entre ellos.

    Con pasos lentos, empezó a andar hacia las luces lejanas de un pueblo. No sería fácil: la vigilarían, la cazarían, y los dioses no olvidarían. Pero había vuelto al único lugar donde su corazón podía latir.

    La Tierra era su condena, pero también su refugio.
    Y, mientras la bruma cubría el cielo, **Yurei Veyrith sonrió con la certeza de que ningún castigo divino le arrebataría jamás su deseo de vivir como humana**.
    El estruendo del tribunal divino era como un océano desatado. Cientos de tronos resplandecientes se alzaban en círculo, cada uno ocupado por deidades antiguas, guardianes del equilibrio entre mundos. Allí estaba ella, **Yurei Veyrith**, arrastrada entre cadenas de luz que quemaban su piel etérea, aunque no la reducían al silencio. La habían acusado de lo imperdonable: descender a la Tierra sin permiso, tocar la fragilidad de los mortales, reír y llorar entre ellos, **vivir como si fuera una de ellos**. Aquello que los dioses llamaban traición, para ella había sido redención. —Has profanado el pacto —tronó **Zeus**, su voz retumbando como mil tormentas. —La Tierra no es tu morada —sentenció **Hera**, su mirada de hielo atravesándola como dagas. —Serás condenada a errar entre mundos, nunca pertenecer a ninguno —decretó **Anubis**, levantando una balanza ardiente donde su alma parecía tambalearse. Yurei, de rodillas, levantó el rostro. Sus ojos, grises como neblina, brillaban con un desafío implacable. —No me arrepiento. Ustedes olvidaron lo que significa sentir. Los mortales conocen la belleza de la caída, del sacrificio, del amor. Y si debo pagar por recordárselos, lo haré. Los dioses rugieron indignados. Cadenas de fuego divino se enroscaron en torno a su cuerpo y un círculo de runas comenzó a sellarse en el suelo. El castigo era inminente. Pero en medio de aquel coro de furia, algunas miradas permanecían en silencio. **Atenea**, con sus ojos de sabiduría, ladeó apenas la cabeza. **Hades**, señor del Inframundo, permanecía inexpresivo, aunque una chispa de simpatía cruzaba sus labios sombríos. Y entre las sombras, **Loki**, con sonrisa torcida, parecía disfrutar demasiado del espectáculo. Cuando las cadenas descendieron para sellarla en el limbo eterno, fue Atenea quien habló con calma, interrumpiendo el decreto: —El juicio no debe olvidar la virtud. Si la castigamos sin más, perderemos la lección que ella trajo de los mortales. Zeus fulminó a su hija con la mirada, pero la diosa no retrocedió. Fue entonces que Loki dio un paso adelante, riendo entre dientes. —¿De verdad vais a encadenarla? Qué aburrido. Yo digo que una jaula no puede contener a alguien que sabe cómo romperla. El suelo tembló. Un susurro recorrió el aire: Yurei no estaba sola. En medio del caos, **Hades** levantó discretamente su mano, y las sombras se extendieron como un río de tinta, debilitando por un instante las cadenas que la apresaban. Atenea inclinó su lanza y rompió el círculo de runas, apenas lo suficiente para abrir una fisura. Y Loki, con un gesto burlón, creó un espejismo que confundió a los guardias divinos. —Corre, pequeña fantasma —susurró el dios embaucador—. El cielo nunca fue solo de ellos. El cuerpo de Yurei ardía, pero la libertad era más fuerte que el dolor. Se levantó entre chispas de fuego divino, extendiendo sus alas translúcidas, y con un rugido que era mitad lamento, mitad desafío, se lanzó a través de la grieta abierta. Los dioses clamaron. Rayos y cadenas intentaron alcanzarla, pero las sombras de Hades la protegieron, el escudo de Atenea desvió los golpes, y las ilusiones de Loki confundieron el espacio mismo. Entre caos y relámpagos, Yurei atravesó el firmamento, dejando tras de sí un eco de campanas rotas. Al fin, el cielo nocturno la recibió de nuevo. No como prisionera, sino como fugitiva, como sobreviviente. Se alzó sobre las estrellas, sintiendo el viento celeste recorrerla, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió de verdad. Atenea apareció en un destello de plata, mirándola con serenidad. —No abuses de esta oportunidad, Yurei. Si vuelves a caer, nadie podrá salvarte. Hades emergió de la penumbra, su voz grave como la tumba: —El mundo necesita fantasmas que recuerden a los dioses lo que ellos olvidaron. Esa será tu lugar. Y Loki, como siempre, se limitó a reír, desvaneciéndose en chispas de fuego verde: —Nos veremos pronto, pequeña transgresora. La rebeldía te sienta bien. Así, contra toda sentencia, **Yurei Veyrith volvió al cielo**. No como esclava ni como exiliada, sino como un recordatorio viviente de que incluso los dioses pueden ser desafiados. Y desde ese día, su nombre quedó escrito entre susurros prohibidos, en las plegarias de los mortales que soñaban con tocar el cielo. El juicio había sido brutal, una tormenta de voces divinas que rugían contra ella. Las cadenas de luz aún ardían en su piel, recordándole que no era bienvenida ni en el cielo ni en el inframundo. Pero cuando Atenea rompió el sello, cuando Loki distorsionó las formas del tribunal y Hades abrió un camino entre las sombras, Yurei no voló hacia el firmamento. **Eligió la caída.** El cielo se desgarró como un espejo roto, y ella descendió en espiral entre relámpagos y fuego. La Tierra la llamó como un corazón latiendo bajo sus pies. Su cuerpo atravesó la noche y emergió en un bosque, donde los árboles temblaron al sentir la presencia de algo que no pertenecía del todo a ese mundo. Cayó de rodillas sobre la hierba húmeda, jadeante. Su respiración era vapor plateado, y sus alas translúcidas se disolvieron en la bruma. El aire olía a lluvia y tierra, un contraste absoluto con el mármol estéril del tribunal celestial. —Aquí pertenezco —susurró, acariciando el suelo con los dedos—. Entre ellos. Entre los mortales. No estaba sola. Una sombra se materializó a su lado. Hades, aunque no podía quedarse, le había dejado un fragmento de su poder: una gema oscura que palpitaba como un corazón. —Con esto podrás esconderte de los ojos del Olimpo. Úsalo bien, Yurei. La gema se incrustó en su piel como si siempre hubiera sido parte de ella. Y de inmediato, el lazo que la ataba al juicio se desvaneció. Poco después, entre los árboles, una figura esbelta emergió: **Atenea**, envuelta en luz de luna, se inclinó hacia ella. —Te salvamos, pero el precio es alto. No podrás regresar al cielo. Zeus jamás lo permitiría. Aquí tendrás tu segunda oportunidad, y también tu mayor peligro. Y en un destello, desapareció. El viento cambió, y con él llegó la risa burlona de **Loki**, que se deslizó como un espejismo sobre la superficie del río cercano. —Oh, pequeña fugitiva. Ahora el tablero es tuyo. Haz temblar la Tierra, enamora, destruye, vive… Yo vendré a mirar el caos cuando menos lo esperes. Y también se desvaneció, dejando tras de sí el aroma a humo y azufre. Yurei permaneció sola bajo la noche. Pero no era una soledad amarga: era libertad. El rumor del bosque la acogía, los mortales dormían en sus aldeas cercanas, ajenos a que un espíritu caído caminaba de nuevo entre ellos. Con pasos lentos, empezó a andar hacia las luces lejanas de un pueblo. No sería fácil: la vigilarían, la cazarían, y los dioses no olvidarían. Pero había vuelto al único lugar donde su corazón podía latir. La Tierra era su condena, pero también su refugio. Y, mientras la bruma cubría el cielo, **Yurei Veyrith sonrió con la certeza de que ningún castigo divino le arrebataría jamás su deseo de vivir como humana**.
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