• -La brisa cálida del atardecer acariciaba el rostro cubierto de Coke mientras permanecía en la cornisa de una de las construcciones más altas del nuevo reino. Meses habían pasado desde que abandonó su hogar, desde que dejó atrás la armadura que lo definía, y ahora su figura se fusionaba con las sombras de una ciudad desconocida, un mar de techos y calles que vibraban con una vida que no le pertenecía, pero que lo intrigaba profundamente.

    El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, pintando los edificios con tonos dorados y naranjas, mientras el bullicio de los comerciantes, los niños jugando y los trovadores llenaba el aire con una melodía vibrante. Desde lo alto, Coke podía observar cómo las vidas de los demás fluían sin preocupaciones aparentes, algo que le resultaba casi envidiable.

    Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando un brazo en su rodilla, mientras su capa ondeaba detrás de él, meciéndose con la brisa. Observó con atención a la gente en las calles, cada movimiento, cada risa y cada murmullo parecían un eco distante de lo que alguna vez fue su vida. Sin embargo, no sentía arrepentimiento, solo una extraña mezcla de nostalgia y anhelo. Este nuevo reino era su refugio temporal, un punto más en su búsqueda por un propósito que aún no lograba descifrar.

    Se llevó una mano al pecho, donde colgaba un pequeño medallón, el único recuerdo tangible de su antiguo hogar. Era un recordatorio de todo lo que había dejado atrás, pero también de lo que había aprendido en el proceso. Cerró los ojos por un momento, dejando que el viento le susurrara historias de este nuevo lugar, historias que tal vez algún día formarían parte de su propia narrativa.

    El eco de un campanario rompió el silencio de su mente, marcando la llegada de una nueva hora. Coke se levantó lentamente, ajustándose la capucha antes de dar un último vistazo a la ciudad bajo sus pies. Cada paso que daba lo alejaba de su pasado, pero también lo acercaba a descubrir quién era realmente, lejos de los títulos, las guerras y las expectativas.

    Con un movimiento ágil, descendió de la cornisa hacia una terraza más baja. La noche estaba por caer, y el mundo que tanto quería explorar aún tenía mucho por ofrecerle. La oscuridad era ahora su aliada, un manto que le permitía moverse sin ser visto mientras buscaba respuestas en un reino que apenas comenzaba a comprender. Su viaje estaba lejos de terminar.-

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    Rol de autoconocimiento en lo que detecto que es lo mejor para Coke y uss, ayuda denme rol//
    -La brisa cálida del atardecer acariciaba el rostro cubierto de Coke mientras permanecía en la cornisa de una de las construcciones más altas del nuevo reino. Meses habían pasado desde que abandonó su hogar, desde que dejó atrás la armadura que lo definía, y ahora su figura se fusionaba con las sombras de una ciudad desconocida, un mar de techos y calles que vibraban con una vida que no le pertenecía, pero que lo intrigaba profundamente. El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, pintando los edificios con tonos dorados y naranjas, mientras el bullicio de los comerciantes, los niños jugando y los trovadores llenaba el aire con una melodía vibrante. Desde lo alto, Coke podía observar cómo las vidas de los demás fluían sin preocupaciones aparentes, algo que le resultaba casi envidiable. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando un brazo en su rodilla, mientras su capa ondeaba detrás de él, meciéndose con la brisa. Observó con atención a la gente en las calles, cada movimiento, cada risa y cada murmullo parecían un eco distante de lo que alguna vez fue su vida. Sin embargo, no sentía arrepentimiento, solo una extraña mezcla de nostalgia y anhelo. Este nuevo reino era su refugio temporal, un punto más en su búsqueda por un propósito que aún no lograba descifrar. Se llevó una mano al pecho, donde colgaba un pequeño medallón, el único recuerdo tangible de su antiguo hogar. Era un recordatorio de todo lo que había dejado atrás, pero también de lo que había aprendido en el proceso. Cerró los ojos por un momento, dejando que el viento le susurrara historias de este nuevo lugar, historias que tal vez algún día formarían parte de su propia narrativa. El eco de un campanario rompió el silencio de su mente, marcando la llegada de una nueva hora. Coke se levantó lentamente, ajustándose la capucha antes de dar un último vistazo a la ciudad bajo sus pies. Cada paso que daba lo alejaba de su pasado, pero también lo acercaba a descubrir quién era realmente, lejos de los títulos, las guerras y las expectativas. Con un movimiento ágil, descendió de la cornisa hacia una terraza más baja. La noche estaba por caer, y el mundo que tanto quería explorar aún tenía mucho por ofrecerle. La oscuridad era ahora su aliada, un manto que le permitía moverse sin ser visto mientras buscaba respuestas en un reino que apenas comenzaba a comprender. Su viaje estaba lejos de terminar.- ══════════════════════════════════════════ Rol de autoconocimiento en lo que detecto que es lo mejor para Coke y uss, ayuda denme rol//
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  • El silencio de la noche envolvía el jardín, pero dentro de Daniel, la tormenta de pensamientos y emociones seguía rugiendo. Aún arrodillado en la hierba, su respiración se hacía más lenta, pero su mente permanecía atrapada en la oscuridad de sus propios sentimientos. Las palabras que había gritado al cielo seguían retumbando en su pecho, como un constante recordatorio de su fragilidad.

    Un leve crujido interrumpió la quietud, y Daniel giró la cabeza, los ojos buscando una respuesta que no estaba preparado para encontrar. La figura de Alexa se recortaba en la luz de la luna. En ese instante, supo lo que ya temía: no había estado solo. Ella lo había escuchado todo. La vergüenza lo envolvió, el calor subiendo a su rostro, mientras sus ojos se desviaban, incapaz de enfrentarse a la cruda realidad de ser descubierto.

    El niño obediente que siempre cumplía las reglas, que nunca alzaba la voz, había expuesto su fragilidad. Frente a su hermana, ahora también testigo de su desesperación, Daniel no podía ocultar más lo que realmente era: un joven agotado, que había llegado al límite.

    La luz de la luna destacaba el cansancio en los ojos de Daniel y las lágrimas que luchaban por no caer. Su máscara de perfección se había roto, dejando al descubierto a alguien exhausto y vulnerable.

    El silencio entre ellos pesaba, y Daniel, incapaz de sostener la mirada, bajó la cabeza. Apretó los puños, tratando de contener la tormenta que lo invadía. Con un murmullo apenas audible, dejó escapar


    —Supongo que siempre fui más transparente de lo que quería...

    Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una rendición que no había buscado, pero que ya no podía evitar.

    Alexa Selene
    El silencio de la noche envolvía el jardín, pero dentro de Daniel, la tormenta de pensamientos y emociones seguía rugiendo. Aún arrodillado en la hierba, su respiración se hacía más lenta, pero su mente permanecía atrapada en la oscuridad de sus propios sentimientos. Las palabras que había gritado al cielo seguían retumbando en su pecho, como un constante recordatorio de su fragilidad. Un leve crujido interrumpió la quietud, y Daniel giró la cabeza, los ojos buscando una respuesta que no estaba preparado para encontrar. La figura de Alexa se recortaba en la luz de la luna. En ese instante, supo lo que ya temía: no había estado solo. Ella lo había escuchado todo. La vergüenza lo envolvió, el calor subiendo a su rostro, mientras sus ojos se desviaban, incapaz de enfrentarse a la cruda realidad de ser descubierto. El niño obediente que siempre cumplía las reglas, que nunca alzaba la voz, había expuesto su fragilidad. Frente a su hermana, ahora también testigo de su desesperación, Daniel no podía ocultar más lo que realmente era: un joven agotado, que había llegado al límite. La luz de la luna destacaba el cansancio en los ojos de Daniel y las lágrimas que luchaban por no caer. Su máscara de perfección se había roto, dejando al descubierto a alguien exhausto y vulnerable. El silencio entre ellos pesaba, y Daniel, incapaz de sostener la mirada, bajó la cabeza. Apretó los puños, tratando de contener la tormenta que lo invadía. Con un murmullo apenas audible, dejó escapar —Supongo que siempre fui más transparente de lo que quería... Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una rendición que no había buscado, pero que ya no podía evitar. [Alexbl]
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  • — Debiste ver su rostro, Banwen. Estaba tan roja como una peonía en pleno florecer. Por un momento pensé que le explotaría la cara de ira. —Cada palabra era jocosa y demostraba que estaba conteniéndose las ganas de reír. Pero cada vez que parecía tener control, recordar el rostro de aquella mujer embravecida lo hacía atacarse nuevamente a carcajadas. Ming Wei, el gran príncipe heredero del clan Qiang, se estaba comportando como un idiota delante de aquella bestia.— La Reina Madre sí que sabe cómo superarse cada día. —Asintió lentamente, tras un largo suspiro que le permitió regular sus risas, y regresó su atención a la bestia que mordisqueaba el pincel de manera insistente. Ming Wei lo observó con curiosidad, aunque ya tenía unos cinco años con él, seguía comportándose como el cachorro consentido que llegara a palacio como obsequio por su nombramiento. Uno de los más desagradables para Qiang Meihua.— ¿Puedes creer que de nuevo está buscando una princesa para desposar? Ella no aprende ni escucha de razones. —Negó con lentitud, porque de nuevo se quería soltar a reír por culpa de ese ceño fruncido y esos insistentes golpes sobre la mesa de té. Casi la podía escuchar rabiar como si la tuviese en la habitación de al lado.— Pero quizá, por una vez, sea momento de escucharla y entrar en razón. ¿Tú qué opinas Banwen? ¿Debería hacerle caso a la abuela?

    Banwen era un león blanco que había llegado desde la región vecina, una de las muchas que servía fervientemente al clan desde el nombramiento del príncipe Huan Ye unos cientos de años atrás; un obsequio difícil de rechazar por su significado, sus buenos deseos y la estrecha relación que existía entre clanes. Un dolor de cabeza para la reina madre, para los sirvientes que estaban poco familiarizados con su presencia y, también, un recordatorio de preferencias para los demás príncipes: El único capaz de heredar el control, era aquel a quien respetaba. Al menos, lo respetaba a veces, porque Banwen terminó bostezando antes de estirar las patas hacia el frente y echar la cabeza al suelo sobre éstas, casi como si diera por terminada la conversación que en ese momento sostenían. Ming Wei le observó, al principio se sintió indignado por su comportamiento, mas terminó riéndose a carcajadas cuando lo relacionó a su propio carácter. Ya no sabía bien si él había adquirido rasgos de la bestia o la bestia de él, pero era divertido ver cómo se compenetraban tan bien.

    — Dichoso tú que no debes cumplir con la voluntad de esa mujer. —Le envidió, se puso de pie y se cruzó de brazos mientras que pasaba a su lado, casi frente a su cabeza, pero Banwen ni se inmutó por ello.— Siquiera cumples con la mía. Pero qué más da, si ella no decide lanzar su ficha al tablero tendré que hacerlo, es mejor que esperar a que los ministros decidan implorar por mi destitución. —El pesar se le notó en la voz y en el gesto de su rostro al fruncir el ceño. Luego vino el silencio mientras que pensaba en profunda reflexión. ¿Y si esa era justamente la jugada que su abuela quería hacer? Obligarlo a sentirse presionado para mover sus propias piezas en defensa mientras ella esperaba el momento para atacar.

    Se comenzó a reír, porque pensó que la vieja estaba siendo demasiado engreída, pero ella solía ser así: Actuar a las espaldas de los demás en el momento justo, mientras se hacía la mustia. De nuevo se rio, más alto esta vez y de una forma tan escandalosa que no solo despertó a Banwen, sino que también alertó a Zhao Yu, el eunuco que lideraba a sus sirvientes desde que era un chiquillo. El hombre entró casi corriendo en la habitación, reverenció a su señor y le observó con una mirada silenciosa que rogaba una explicación.

    — Zhao Yu, iremos a ver a la Reina Madre nuevamente. Ve y dile a sus damas que preparen el té que le obsequié esta mañana, también un tablero de Go, quiero disculparme con ella. Después de todo, no es tan tonta ni vieja como yo pensaba.
    — Debiste ver su rostro, Banwen. Estaba tan roja como una peonía en pleno florecer. Por un momento pensé que le explotaría la cara de ira. —Cada palabra era jocosa y demostraba que estaba conteniéndose las ganas de reír. Pero cada vez que parecía tener control, recordar el rostro de aquella mujer embravecida lo hacía atacarse nuevamente a carcajadas. Ming Wei, el gran príncipe heredero del clan Qiang, se estaba comportando como un idiota delante de aquella bestia.— La Reina Madre sí que sabe cómo superarse cada día. —Asintió lentamente, tras un largo suspiro que le permitió regular sus risas, y regresó su atención a la bestia que mordisqueaba el pincel de manera insistente. Ming Wei lo observó con curiosidad, aunque ya tenía unos cinco años con él, seguía comportándose como el cachorro consentido que llegara a palacio como obsequio por su nombramiento. Uno de los más desagradables para Qiang Meihua.— ¿Puedes creer que de nuevo está buscando una princesa para desposar? Ella no aprende ni escucha de razones. —Negó con lentitud, porque de nuevo se quería soltar a reír por culpa de ese ceño fruncido y esos insistentes golpes sobre la mesa de té. Casi la podía escuchar rabiar como si la tuviese en la habitación de al lado.— Pero quizá, por una vez, sea momento de escucharla y entrar en razón. ¿Tú qué opinas Banwen? ¿Debería hacerle caso a la abuela? Banwen era un león blanco que había llegado desde la región vecina, una de las muchas que servía fervientemente al clan desde el nombramiento del príncipe Huan Ye unos cientos de años atrás; un obsequio difícil de rechazar por su significado, sus buenos deseos y la estrecha relación que existía entre clanes. Un dolor de cabeza para la reina madre, para los sirvientes que estaban poco familiarizados con su presencia y, también, un recordatorio de preferencias para los demás príncipes: El único capaz de heredar el control, era aquel a quien respetaba. Al menos, lo respetaba a veces, porque Banwen terminó bostezando antes de estirar las patas hacia el frente y echar la cabeza al suelo sobre éstas, casi como si diera por terminada la conversación que en ese momento sostenían. Ming Wei le observó, al principio se sintió indignado por su comportamiento, mas terminó riéndose a carcajadas cuando lo relacionó a su propio carácter. Ya no sabía bien si él había adquirido rasgos de la bestia o la bestia de él, pero era divertido ver cómo se compenetraban tan bien. — Dichoso tú que no debes cumplir con la voluntad de esa mujer. —Le envidió, se puso de pie y se cruzó de brazos mientras que pasaba a su lado, casi frente a su cabeza, pero Banwen ni se inmutó por ello.— Siquiera cumples con la mía. Pero qué más da, si ella no decide lanzar su ficha al tablero tendré que hacerlo, es mejor que esperar a que los ministros decidan implorar por mi destitución. —El pesar se le notó en la voz y en el gesto de su rostro al fruncir el ceño. Luego vino el silencio mientras que pensaba en profunda reflexión. ¿Y si esa era justamente la jugada que su abuela quería hacer? Obligarlo a sentirse presionado para mover sus propias piezas en defensa mientras ella esperaba el momento para atacar. Se comenzó a reír, porque pensó que la vieja estaba siendo demasiado engreída, pero ella solía ser así: Actuar a las espaldas de los demás en el momento justo, mientras se hacía la mustia. De nuevo se rio, más alto esta vez y de una forma tan escandalosa que no solo despertó a Banwen, sino que también alertó a Zhao Yu, el eunuco que lideraba a sus sirvientes desde que era un chiquillo. El hombre entró casi corriendo en la habitación, reverenció a su señor y le observó con una mirada silenciosa que rogaba una explicación. — Zhao Yu, iremos a ver a la Reina Madre nuevamente. Ve y dile a sus damas que preparen el té que le obsequié esta mañana, también un tablero de Go, quiero disculparme con ella. Después de todo, no es tan tonta ni vieja como yo pensaba.
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  • "Búscame en las flores, pues cada una de ella con su suave toque y aroma, son pequeños recordatorios de amor eterno."
    "Búscame en las flores, pues cada una de ella con su suave toque y aroma, son pequeños recordatorios de amor eterno."
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  • El aire se llena de una fragancia dulce y fresca mientras Nilou, la bailarina del Zubayr, camina por el mercado. Cada paso es ligero, casi danzante, y sus ojos brillan con una mezcla de curiosidad y alegría. Para ella, cada rincón de la ciudad es una sinfonía en constante movimiento, y su corazón se siente en sintonía con cada nota.

    Hoy, el sol cae con suavidad sobre las calles, pintando de oro los rostros de las personas y dando un brillo especial a las cintas que adornan su cabello. Nilou se detiene frente a un pequeño puesto de flores, extiende una mano delicada hacia un ramo de lavandas y, por un instante, cierra los ojos mientras inhala su aroma. En su mente, las flores son mucho más que un simple arreglo; son un símbolo de esperanza y vida, un recordatorio de que hasta en los lugares más áridos, la belleza puede florecer.

    "¿Te gusta bailar?" pregunta una niña a su lado, observándola con una mezcla de timidez y admiración.

    Nilou abre los ojos y sonríe, inclinándose hacia la pequeña. —Bailar es como hablar con el alma, como contarle al viento lo que sientes en el corazón.—

    La niña asiente con entusiasmo, y Nilou, en un impulso de ternura, toma la mano de la niña y le enseña un giro simple, que la pequeña ejecuta entre risas y asombro. Cuando la niña se despide, Nilou sigue su camino con una sensación cálida en el pecho. Para ella, cada encuentro es un pequeño regalo, una chispa que alimenta la llama de su propia danza.

    Mientras el día se convierte en noche, Nilou regresa al Zubayr, lista para otra actuación. En el escenario, deja que su cuerpo hable en movimientos fluidos, en gestos que trascienden las palabras. Cada paso, cada giro, es una promesa de esperanza y de alegría. La audiencia la observa, hipnotizada, pero Nilou baila más allá de ellos, para ella misma, para el amor a la vida, para cada momento efímero que ha tocado su corazón.

    El aire se llena de una fragancia dulce y fresca mientras Nilou, la bailarina del Zubayr, camina por el mercado. Cada paso es ligero, casi danzante, y sus ojos brillan con una mezcla de curiosidad y alegría. Para ella, cada rincón de la ciudad es una sinfonía en constante movimiento, y su corazón se siente en sintonía con cada nota. Hoy, el sol cae con suavidad sobre las calles, pintando de oro los rostros de las personas y dando un brillo especial a las cintas que adornan su cabello. Nilou se detiene frente a un pequeño puesto de flores, extiende una mano delicada hacia un ramo de lavandas y, por un instante, cierra los ojos mientras inhala su aroma. En su mente, las flores son mucho más que un simple arreglo; son un símbolo de esperanza y vida, un recordatorio de que hasta en los lugares más áridos, la belleza puede florecer. "¿Te gusta bailar?" pregunta una niña a su lado, observándola con una mezcla de timidez y admiración. Nilou abre los ojos y sonríe, inclinándose hacia la pequeña. —Bailar es como hablar con el alma, como contarle al viento lo que sientes en el corazón.— La niña asiente con entusiasmo, y Nilou, en un impulso de ternura, toma la mano de la niña y le enseña un giro simple, que la pequeña ejecuta entre risas y asombro. Cuando la niña se despide, Nilou sigue su camino con una sensación cálida en el pecho. Para ella, cada encuentro es un pequeño regalo, una chispa que alimenta la llama de su propia danza. Mientras el día se convierte en noche, Nilou regresa al Zubayr, lista para otra actuación. En el escenario, deja que su cuerpo hable en movimientos fluidos, en gestos que trascienden las palabras. Cada paso, cada giro, es una promesa de esperanza y de alegría. La audiencia la observa, hipnotizada, pero Nilou baila más allá de ellos, para ella misma, para el amor a la vida, para cada momento efímero que ha tocado su corazón.
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  • ... Cuando la psicóloga también necesita su terapia Un breve recordatorio de que todos y cada uno de nosotros llevamos nuestras propias cargas, incluso quienes ayudan a los demás a cargar las suyas. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    ... Cuando la psicóloga también necesita su terapia 🍷✨ Un breve recordatorio de que todos y cada uno de nosotros llevamos nuestras propias cargas, incluso quienes ayudan a los demás a cargar las suyas. 💔 #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • -Coke permanecía arrodillado en la tierra árida, con la espada clavada en la tierra detrás de él como un recordatorio constante de lo que había dejado atrás. El peso de su armadura se sentía más pesado que nunca, como si cada pedazo de acero estuviera diseñado para contener las emociones que trataba de sofocar. El frío envolvía su cuerpo, aferrándose a él como una sombra inquebrantable. Sabía que esa frialdad no venía del aire, sino de algo mucho más profundo, un vacío que habitaba en su interior y que crecía con cada respiración.-

    ¿Sabes cuál es la peor debilidad del ser humano? —se dijo a sí mismo, en un murmullo apenas audible— Es el amor...

    -Recordar esas palabras le dejaba un sabor amargo en la boca. El amor no era un faro que lo guiara, sino una carga que arrastraba consigo a cada paso, una herida abierta que nunca dejaba de sangrar. No importaba cuánto intentara ignorarlo; siempre volvía. El amor era una trampa: te hacía vulnerable, te arrancaba las defensas y luego te dejaba solo, con el alma expuesta a la tormenta.-

    -Se inclinó hacia adelante, apoyando una mano enguantada en el suelo helado. La nieve se acumulaba lentamente sobre su capa, formando un manto blanco que se derretía al contacto con su cuerpo, solo para volverse a congelar al instante. Había algo cruel en esa sensación: un ciclo interminable de esperanza y desilusión. Eso era el amor, una batalla constante entre lo que pudo ser y lo que jamás sería.-

    -Su mirada, oculta bajo el yelmo, se posó en la nada frente a él. No quedaba nadie. Las voces que antes lo acompañaban, las promesas de compañía y las risas compartidas, todo se había desvanecido como humo en el viento. Y sin embargo, el peso de esos recuerdos seguía allí, apretándole el pecho como una armadura que nunca podría quitarse.-

    No importa... —susurró, dejando que el viento helado se llevara sus palabras—

    -Estaba solo. Y quizás siempre lo había estado. Pero había algo en esa soledad que lo mantenía de pie. Tal vez era la última chispa de orgullo, o quizás el simple hecho de que rendirse no era una opción. Se levantó lentamente, con la espada a su espalda temblando bajo el peso de su decisión. Cada movimiento dolía, pero el dolor era lo único que le recordaba que aún existía.-

    -El mundo a su alrededor era una extensión de su propio vacío: árboles sin hojas, suelo seco y quebradizo, y un cielo gris que parecía eterno. Pero, ¿qué importaba? No había nadie para compartir esa vista, nadie que lo detuviera o lo alentara. Era libre en su tristeza, un caballero perdido en un campo sin batallas.-

    -Caminó sin rumbo fijo, sintiendo el eco de sus pasos resonar en la nada, como si el mismo suelo lo reconociera pero no se atreviera a detenerlo. Las sombras se alargaban a su alrededor, intentando susurrarle secretos que ya no quería escuchar. El amor, esa debilidad maldita, había dejado su marca. Pero en esa marca también había fuerza. Una vez que lo pierdes todo, ya no hay nada más que temer.-

    -La espada descansaba tranquila a su espalda, como un juramento no pronunciado, esperando el momento en que tendría que ser levantada nuevamente. Porque incluso en la más profunda soledad, incluso cuando todo parecía perdido, Coke sabía una cosa: mientras pudiera seguir adelante, había un camino. Por oscuro que fuera, por vacío que pareciera, ese camino era suyo. Y con cada paso que daba, el amor que una vez lo rompió también lo empujaba a seguir caminando, un recordatorio silencioso de que aún estaba aquí, aunque nadie más lo estuviera.-

    ════════════════════════════════════════

    https://youtu.be/M3cUCNCJSbM?si=en3K2_VKqA8Gcbdp

    si yo lo estoy ustedes igual lo estaran alv, bye.//
    -Coke permanecía arrodillado en la tierra árida, con la espada clavada en la tierra detrás de él como un recordatorio constante de lo que había dejado atrás. El peso de su armadura se sentía más pesado que nunca, como si cada pedazo de acero estuviera diseñado para contener las emociones que trataba de sofocar. El frío envolvía su cuerpo, aferrándose a él como una sombra inquebrantable. Sabía que esa frialdad no venía del aire, sino de algo mucho más profundo, un vacío que habitaba en su interior y que crecía con cada respiración.- ¿Sabes cuál es la peor debilidad del ser humano? —se dijo a sí mismo, en un murmullo apenas audible— Es el amor... -Recordar esas palabras le dejaba un sabor amargo en la boca. El amor no era un faro que lo guiara, sino una carga que arrastraba consigo a cada paso, una herida abierta que nunca dejaba de sangrar. No importaba cuánto intentara ignorarlo; siempre volvía. El amor era una trampa: te hacía vulnerable, te arrancaba las defensas y luego te dejaba solo, con el alma expuesta a la tormenta.- -Se inclinó hacia adelante, apoyando una mano enguantada en el suelo helado. La nieve se acumulaba lentamente sobre su capa, formando un manto blanco que se derretía al contacto con su cuerpo, solo para volverse a congelar al instante. Había algo cruel en esa sensación: un ciclo interminable de esperanza y desilusión. Eso era el amor, una batalla constante entre lo que pudo ser y lo que jamás sería.- -Su mirada, oculta bajo el yelmo, se posó en la nada frente a él. No quedaba nadie. Las voces que antes lo acompañaban, las promesas de compañía y las risas compartidas, todo se había desvanecido como humo en el viento. Y sin embargo, el peso de esos recuerdos seguía allí, apretándole el pecho como una armadura que nunca podría quitarse.- No importa... —susurró, dejando que el viento helado se llevara sus palabras— -Estaba solo. Y quizás siempre lo había estado. Pero había algo en esa soledad que lo mantenía de pie. Tal vez era la última chispa de orgullo, o quizás el simple hecho de que rendirse no era una opción. Se levantó lentamente, con la espada a su espalda temblando bajo el peso de su decisión. Cada movimiento dolía, pero el dolor era lo único que le recordaba que aún existía.- -El mundo a su alrededor era una extensión de su propio vacío: árboles sin hojas, suelo seco y quebradizo, y un cielo gris que parecía eterno. Pero, ¿qué importaba? No había nadie para compartir esa vista, nadie que lo detuviera o lo alentara. Era libre en su tristeza, un caballero perdido en un campo sin batallas.- -Caminó sin rumbo fijo, sintiendo el eco de sus pasos resonar en la nada, como si el mismo suelo lo reconociera pero no se atreviera a detenerlo. Las sombras se alargaban a su alrededor, intentando susurrarle secretos que ya no quería escuchar. El amor, esa debilidad maldita, había dejado su marca. Pero en esa marca también había fuerza. Una vez que lo pierdes todo, ya no hay nada más que temer.- -La espada descansaba tranquila a su espalda, como un juramento no pronunciado, esperando el momento en que tendría que ser levantada nuevamente. Porque incluso en la más profunda soledad, incluso cuando todo parecía perdido, Coke sabía una cosa: mientras pudiera seguir adelante, había un camino. Por oscuro que fuera, por vacío que pareciera, ese camino era suyo. Y con cada paso que daba, el amor que una vez lo rompió también lo empujaba a seguir caminando, un recordatorio silencioso de que aún estaba aquí, aunque nadie más lo estuviera.- ════════════════════════════════════════ https://youtu.be/M3cUCNCJSbM?si=en3K2_VKqA8Gcbdp si yo lo estoy ustedes igual lo estaran alv, bye.//
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  • —La espera... siempre ha sido una de las partes más tediosas de este trabajo. Entre una misión y otra, el tiempo parece estirarse interminablemente, como una sombra alargada por el ocaso. En estos momentos de inactividad, las sombras se vuelven más densas, más pesadas. Se sienten como un recordatorio constante de lo que soy y de lo que he perdido.
    —La espera... siempre ha sido una de las partes más tediosas de este trabajo. Entre una misión y otra, el tiempo parece estirarse interminablemente, como una sombra alargada por el ocaso. En estos momentos de inactividad, las sombras se vuelven más densas, más pesadas. Se sienten como un recordatorio constante de lo que soy y de lo que he perdido.
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  • James se despierta esa mañana con una ligereza inusual, una chispa de ánimo que no reconoce como suya. Impulsado por esa energía extraña, bajo la cálida lluvia de la ducha, se afeita recortando al ras de la piel cada vello, dando fin a la barba que le acompaña desde hace quizá un par de años.

    Al terminar, cuando su mirada se cruza con el espejo, un pesar lo embarga. El rostro que le devuelve la mirada es el de un hombre joven, de piel lisa y lozana, sin rastros del paso del tiempo y sus penurias, cuando en su interior siente el peso de más de dos siglos de infructuosa cacería.

    La juventud de ese reflejo le parece una burla cruel, un recordatorio de la discordancia entre su apariencia y el alma vieja, rota y torturada que lleva dentro, pero volver atrás requerirá más tiempo del que tiene ahora mismo.

    Termina de alistarse. Se viste, guarda todo lo necesario en el morral que termina por echarse al hombro y sale de la vieja fabrica para cumplir con sus compromisos del día.

    #wendigo
    James se despierta esa mañana con una ligereza inusual, una chispa de ánimo que no reconoce como suya. Impulsado por esa energía extraña, bajo la cálida lluvia de la ducha, se afeita recortando al ras de la piel cada vello, dando fin a la barba que le acompaña desde hace quizá un par de años. Al terminar, cuando su mirada se cruza con el espejo, un pesar lo embarga. El rostro que le devuelve la mirada es el de un hombre joven, de piel lisa y lozana, sin rastros del paso del tiempo y sus penurias, cuando en su interior siente el peso de más de dos siglos de infructuosa cacería. La juventud de ese reflejo le parece una burla cruel, un recordatorio de la discordancia entre su apariencia y el alma vieja, rota y torturada que lleva dentro, pero volver atrás requerirá más tiempo del que tiene ahora mismo. Termina de alistarse. Se viste, guarda todo lo necesario en el morral que termina por echarse al hombro y sale de la vieja fabrica para cumplir con sus compromisos del día. #wendigo
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  • Era como si le hubiesen extraído todo el aire de los pulmones. Como si, apesar de esta fuera del agua, te estuvieses ahogando. Se lo habían quitado,.... Espera, no.... No sé lo habían quitado, pero aún así no podía alcanzarlo. Era tan frustrante sentirlo tan cerca y a la vez tan lejos, tan inalcanzable. ¿Pero que había perdido exactamente?. El Cantor de Sombras no sabía que era, pero fuera lo que fuese le estaba quemando por dentro, como si unas crepitantes llamas salieran de dentro de sus entrañas.

    Unas nuevas heridas se marcaban en sus manos, unos cortes en horizontal en su palma y dedos, por apretar aquella daga a la que no le ponía nombre, ni recordaba de donde venía. Pero su filo cottantes atravesando su carne le daban un duro recordatorio, algo había hecho para merecer ese tormento, era la única certeza que tenía en claro.

    Este necesitaba un baño. En la casa de la ciudad se tomo su tiempo, intentando reflexionar y calmarse. Pero su mente iba a otra velocidad. Está cabilaba de forma frenética, sin descanso, sintiendo un tirón invisible que le hacía desmoronar su cabeza segundo a segundo. Nuevamente lo sintió, ese quemazón en la columna. El Ilirio se dirigió con pasos pesados al espejo, dándose la vuelta para ver su espalda. ¿Que era ese tatuaje?, ¿Por qué estaba ahí?. Volvía a sentirlo, ese zumbido ensordecedor que taladrada su cabeza cada vez que intentaba pensar en Nes.... ¿En quien intentaba pensar?.

    Había perdido algo. Algo importante, y había sido su culpa aunque no recordara por qué.
    Era como si le hubiesen extraído todo el aire de los pulmones. Como si, apesar de esta fuera del agua, te estuvieses ahogando. Se lo habían quitado,.... Espera, no.... No sé lo habían quitado, pero aún así no podía alcanzarlo. Era tan frustrante sentirlo tan cerca y a la vez tan lejos, tan inalcanzable. ¿Pero que había perdido exactamente?. El Cantor de Sombras no sabía que era, pero fuera lo que fuese le estaba quemando por dentro, como si unas crepitantes llamas salieran de dentro de sus entrañas. Unas nuevas heridas se marcaban en sus manos, unos cortes en horizontal en su palma y dedos, por apretar aquella daga a la que no le ponía nombre, ni recordaba de donde venía. Pero su filo cottantes atravesando su carne le daban un duro recordatorio, algo había hecho para merecer ese tormento, era la única certeza que tenía en claro. Este necesitaba un baño. En la casa de la ciudad se tomo su tiempo, intentando reflexionar y calmarse. Pero su mente iba a otra velocidad. Está cabilaba de forma frenética, sin descanso, sintiendo un tirón invisible que le hacía desmoronar su cabeza segundo a segundo. Nuevamente lo sintió, ese quemazón en la columna. El Ilirio se dirigió con pasos pesados al espejo, dándose la vuelta para ver su espalda. ¿Que era ese tatuaje?, ¿Por qué estaba ahí?. Volvía a sentirlo, ese zumbido ensordecedor que taladrada su cabeza cada vez que intentaba pensar en Nes.... ¿En quien intentaba pensar?. Había perdido algo. Algo importante, y había sido su culpa aunque no recordara por qué.
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