Dante estaba dormido en su asiento, frente al escritorio de su despacho, con los pies sobre el escritorio y una revista de modelos ligeras de ropa sobre la cara.
Respiraba tan profundamente que casi parecía que estaba roncando ¡Pero no!
Sobre el escritorio había papeleo, más concretamente facturas por pagar, en una de ellas había un aviso de embargo, pronto cortarían la luz, también había una foto de una mujer rubia vestida de rojo, y un teléfono. Aquel teléfono era la razón por la que Dante estaba atravesando algunos problemas financieros, ya no llamaban al cazador de Demonios, estaba teniendo una muy mala racha.
¡PLAF! La luz se apagó de repente y el suave zumbido de la electricidad que recorría el despacho había desaparecido, pero había algo... algo más...
Casi como un resorte Dante se levantó de un salto y de una patada lanzó el escritorio por los aire chocando contra algo que pareció morir al instante, un ser grotesco y horrible, un demonio.
— ¿Ni echarme la siesta? ¿Enserio?
Se quejó Dante que desenfundaba sus dos pistolas para apuntar a un nuevo demonio que había aparecido en la sala, no dudó ni un solo segundo en soltar una ráfaga de disparos que dejó al demonio quieto en el aire, en un movimiento elegante y extremadamente "Dante", hizo que su gabardina ondease al viento mientras desenvainaba su espada, Rebelion.
— ¡Bailemos!
Dijo el hombre de níveos cabellos que se disponía a saltar contra el demonio y partirlo por la mitad, y de hecho así lo hizo. Aquella vez había sido fácil, acabar con dos demonios a cambio de un escritorio de roble macizo, iba a tener que buscar dinero de donde fuera, pero entonces la puerta de su despacho se abrió, alguien necesitaba a Dante y a sus habilidades de cazador de demonios.
— ¡Aguarda! Sea lo que sea, me lo cuentas con una pizza sin aceitunas, por favor.
Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios de Dante para seguidamente guiñarle el ojo a su interlocutor.
Dante estaba dormido en su asiento, frente al escritorio de su despacho, con los pies sobre el escritorio y una revista de modelos ligeras de ropa sobre la cara.
Respiraba tan profundamente que casi parecía que estaba roncando ¡Pero no!
Sobre el escritorio había papeleo, más concretamente facturas por pagar, en una de ellas había un aviso de embargo, pronto cortarían la luz, también había una foto de una mujer rubia vestida de rojo, y un teléfono. Aquel teléfono era la razón por la que Dante estaba atravesando algunos problemas financieros, ya no llamaban al cazador de Demonios, estaba teniendo una muy mala racha.
¡PLAF! La luz se apagó de repente y el suave zumbido de la electricidad que recorría el despacho había desaparecido, pero había algo... algo más...
Casi como un resorte Dante se levantó de un salto y de una patada lanzó el escritorio por los aire chocando contra algo que pareció morir al instante, un ser grotesco y horrible, un demonio.
— ¿Ni echarme la siesta? ¿Enserio?
Se quejó Dante que desenfundaba sus dos pistolas para apuntar a un nuevo demonio que había aparecido en la sala, no dudó ni un solo segundo en soltar una ráfaga de disparos que dejó al demonio quieto en el aire, en un movimiento elegante y extremadamente "Dante", hizo que su gabardina ondease al viento mientras desenvainaba su espada, Rebelion.
— ¡Bailemos!
Dijo el hombre de níveos cabellos que se disponía a saltar contra el demonio y partirlo por la mitad, y de hecho así lo hizo. Aquella vez había sido fácil, acabar con dos demonios a cambio de un escritorio de roble macizo, iba a tener que buscar dinero de donde fuera, pero entonces la puerta de su despacho se abrió, alguien necesitaba a Dante y a sus habilidades de cazador de demonios.
— ¡Aguarda! Sea lo que sea, me lo cuentas con una pizza sin aceitunas, por favor.
Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios de Dante para seguidamente guiñarle el ojo a su interlocutor.