Sana's lunch today
Sana encontró su rinconcito favorito en el jardín, con una manta suavecita y una cestita llena de colores. Estaba lista para un picnic.
Sus deditos de hada eligieron primero las fresas, que parecían pequeños corazones rojos y brillantes. Al morderlas, sentía como si el sol le diera un besito dulce en la lengua.
^ ^ ^
Luego, se fijó en las moras, unas bolitas oscuras que escondían un secreto agridulce. Las comía con cuidado, como si fueran tesoros de terciopelo morado, y cada una le susurraba historias del bosque.
Para completar su festín, acarició unas rodajas de mango suave como la seda y unos trocitos de kiwi con sus puntitos negros. Todo era tan bonito y delicioso que Sana sintió su corazón llenarse de alegría y calidez.
Sentadita ahí, rodeada de naturaleza, se sintió la más afortunada del mundo, disfrutando de cada bocado lleno de amor.
Sana encontró su rinconcito favorito en el jardín, con una manta suavecita y una cestita llena de colores. Estaba lista para un picnic.
Sus deditos de hada eligieron primero las fresas, que parecían pequeños corazones rojos y brillantes. Al morderlas, sentía como si el sol le diera un besito dulce en la lengua.
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Luego, se fijó en las moras, unas bolitas oscuras que escondían un secreto agridulce. Las comía con cuidado, como si fueran tesoros de terciopelo morado, y cada una le susurraba historias del bosque.
Para completar su festín, acarició unas rodajas de mango suave como la seda y unos trocitos de kiwi con sus puntitos negros. Todo era tan bonito y delicioso que Sana sintió su corazón llenarse de alegría y calidez.
Sentadita ahí, rodeada de naturaleza, se sintió la más afortunada del mundo, disfrutando de cada bocado lleno de amor.
🍑Sana's lunch today🍓
Sana encontró su rinconcito favorito en el jardín, con una manta suavecita y una cestita llena de colores. Estaba lista para un picnic.
Sus deditos de hada eligieron primero las fresas, que parecían pequeños corazones rojos y brillantes. Al morderlas, sentía como si el sol le diera un besito dulce en la lengua.
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Luego, se fijó en las moras, unas bolitas oscuras que escondían un secreto agridulce. Las comía con cuidado, como si fueran tesoros de terciopelo morado, y cada una le susurraba historias del bosque.
Para completar su festín, acarició unas rodajas de mango suave como la seda y unos trocitos de kiwi con sus puntitos negros. Todo era tan bonito y delicioso que Sana sintió su corazón llenarse de alegría y calidez.
Sentadita ahí, rodeada de naturaleza, se sintió la más afortunada del mundo, disfrutando de cada bocado lleno de amor.