• Un ronroneo se le escapó de forma inevitable cuando sus pies se detuvieron delante del casino. Hacía tiempo no pasaba por allí, específicamente desde su última recaída, una que había sucedido hacía mucho tiempo incluso antes de que los niños nacieran. Mismos que ahora se encontraban a cada uno de sus lados.
    Como no podía ser de otra forma, ambos con ojos abiertos y brillantes, cargados de ilusión y entusiasmo al ver el colorido casino frente a ellos, lleno de luces y colores. ¿Cómo culparlos de creer que parecía mágico? Él se había encargado de eso.

    — No se alejen de mi, no se acerquen ni hablen con desconocidos y hagan todo lo que yo les diga —

    Pero tampoco era idiota. Aunque en el edificio no sucediesen cosas inapropiadas como en el trabajo de Angel, no dejaba de ser un establecimiento para adultos. Nada preparado para niños. Y él de buenas a primeras sabía cómo podía ser un jugador ebrio y perdedor de violento.
    Tan solo poner un pie dentro del lugar ya los recibieron ellas; Las Huskettes. Sus empleadas principales y sus acompañantes en sus tiempos como overlord que vestían con colores similares a los suyos mientras mantenían una temática de vestimenta mágica y felina.

    Una sonrisa le dedicó a una junto con un pequeño guiño mientras tomaba entre sus manos un vaso de licor. Aunque la idea beber hasta el hartazgo era tentadora, se mantenía firme en que no sucediera solo porque estaba con sus hijos.

    — Por aquí —

    Le dijo a los menores y es que otras de las Huskettes ya había preparado una mesa para él. Dejando que los niños se sentaran en los pequeños taburetes mientras la trabajadora los entretenía con juegos de cartas, por supuesto, nada difícil para dos pequeños y, con aún más obviedad, sin apuestas de por medio.
    Incluso algún pequeño truco de cartas al barajar les hizo para mantenerlos aún más entretenidos mientras él, bebiendo, aguardaba por la llegada de Arackniss
    Un ronroneo se le escapó de forma inevitable cuando sus pies se detuvieron delante del casino. Hacía tiempo no pasaba por allí, específicamente desde su última recaída, una que había sucedido hacía mucho tiempo incluso antes de que los niños nacieran. Mismos que ahora se encontraban a cada uno de sus lados. Como no podía ser de otra forma, ambos con ojos abiertos y brillantes, cargados de ilusión y entusiasmo al ver el colorido casino frente a ellos, lleno de luces y colores. ¿Cómo culparlos de creer que parecía mágico? Él se había encargado de eso. — No se alejen de mi, no se acerquen ni hablen con desconocidos y hagan todo lo que yo les diga — Pero tampoco era idiota. Aunque en el edificio no sucediesen cosas inapropiadas como en el trabajo de Angel, no dejaba de ser un establecimiento para adultos. Nada preparado para niños. Y él de buenas a primeras sabía cómo podía ser un jugador ebrio y perdedor de violento. Tan solo poner un pie dentro del lugar ya los recibieron ellas; Las Huskettes. Sus empleadas principales y sus acompañantes en sus tiempos como overlord que vestían con colores similares a los suyos mientras mantenían una temática de vestimenta mágica y felina. Una sonrisa le dedicó a una junto con un pequeño guiño mientras tomaba entre sus manos un vaso de licor. Aunque la idea beber hasta el hartazgo era tentadora, se mantenía firme en que no sucediera solo porque estaba con sus hijos. — Por aquí — Le dijo a los menores y es que otras de las Huskettes ya había preparado una mesa para él. Dejando que los niños se sentaran en los pequeños taburetes mientras la trabajadora los entretenía con juegos de cartas, por supuesto, nada difícil para dos pequeños y, con aún más obviedad, sin apuestas de por medio. Incluso algún pequeño truco de cartas al barajar les hizo para mantenerlos aún más entretenidos mientras él, bebiendo, aguardaba por la llegada de [Grumpyspid3r]
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  • Pues me echo a volar, ya ves que problema. Además, con lo solo que estás, ¿quién te va a afilar esas garras que ya ni usas?
    Pues me echo a volar, ya ves que problema. Además, con lo solo que estás, ¿quién te va a afilar esas garras que ya ni usas?
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  • *chibi llenaba todo el lugar con trampas por que este año si se quedaria con todos los regalos de navidad * owo .... * se puso a esperar a santa escondido *
    *chibi llenaba todo el lugar con trampas por que este año si se quedaria con todos los regalos de navidad * owo .... * se puso a esperar a santa escondido *
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  • ────He sido invitada para presentar el show de magia del programa especial de navidad. Sí... lo que suele verse en pantalla ese día son programas previamente grabados. Pero, ey, eso no le quita el toque especial y mágico. El año pasado tuvimos una aparición muy especial; Bertha, la iguana escondida en mi sombrero. Y esta navidad... ¿Quién será nuestro acompañante sorpresa para el último número? ¿Qué secretos se ocultarán esta vez en el interior de mi sombrero?
    ────He sido invitada para presentar el show de magia del programa especial de navidad. Sí... lo que suele verse en pantalla ese día son programas previamente grabados. Pero, ey, eso no le quita el toque especial y mágico. El año pasado tuvimos una aparición muy especial; Bertha, la iguana escondida en mi sombrero. Y esta navidad... ¿Quién será nuestro acompañante sorpresa para el último número? ¿Qué secretos se ocultarán esta vez en el interior de mi sombrero?
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  • La casa estaba demasiado silenciosa.
    Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos.

    El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida.

    Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi.

    Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia.

    Suspire.
    Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento.

    Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido…
    Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba...

    Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver.

    Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve:

    David Darkness
    hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche?

    Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
    La casa estaba demasiado silenciosa. Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos. El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida. Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi. Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia. Suspire. Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento. Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido… Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba... Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver. Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve: [eclipse_pearl_ape_668] 💬 hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche? Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
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  • Me gusta hacer galletas, mucha gente dicen que están quemadas pero que se ven bien, que recomiendan?
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  • This can be our secret… if you want.
    Fandom Game Of Thrones
    Categoría Romance
    STARTER PARA 𝚂𝙰𝙽𝙳𝙾𝚁 𝙲𝙻𝙴𝙶𝙰𝙽𝙴

    Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño.

    Aquella noche, Serenna soñó con Sandor.
    Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada.

    Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector.

    El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo.

    Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno.

    Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía.

    Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra.

    ------------------------------------------------------

    Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido.

    La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister.

    Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros.
    Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna.

    —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo.

    Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo

    Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia.

    —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar.

    Él se encogió de hombros.

    —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady.

    “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan.

    Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor.
    No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida.

    Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla.
    Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir.

    Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?...

    No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco.

    ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?...

    La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja.
    El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano.
    La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino.

    Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime.

    Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle.
    Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo.

    O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo.

    Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios.

    —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis.

    Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir.

    Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante.

    Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante.

    —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento.

    Ella contuvo el aliento.

    —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia.
    Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado.
    El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo.

    —My lord... os agradezco vuestra clemencia.

    Él asintió.

    —¿Significa eso que...?

    Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado…

    —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada.

    En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño.

    Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí.

    —¿He sido lo suficientemente claro?

    Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado.
    Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos.

    Asintió lentamente, bajando la vista.

    —Sí, mi lord. Lo entiendo.

    Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz
    —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo.

    Ella tragó saliva y asintió una vez más.
    Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás.

    ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando?

    Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse.
    Pero entonces, su voz la detuvo.

    —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte.

    Serenna se quedó inmóvil.

    Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella.

    Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente.

    —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás.

    Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado.

    El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello…

    Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría.

    Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable.

    Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto.

    Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella.

    Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre.

    Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia.

    Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas.

    —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado.

    Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro.

    Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos.

    Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose.

    Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería.
    El mar.

    ------------------------------------------------------


    Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha.
    Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora.

    La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más.
    Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle.

    Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo.

    Entonces, ella se giró, y buscó su mirada.

    —Ser Clegane…

    Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.

    STARTER PARA [THEH0UND] Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño. Aquella noche, Serenna soñó con Sandor. Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada. Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector. El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo. Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno. Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía. Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra. ------------------------------------------------------ Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido. La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister. Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros. Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna. —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo. Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia. —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar. Él se encogió de hombros. —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady. “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan. Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor. No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida. Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla. Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir. Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?... No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco. ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?... La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja. El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano. La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino. Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime. Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle. Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo. O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo. Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios. —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis. Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir. Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante. Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante. —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento. Ella contuvo el aliento. —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia. Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado. El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo. —My lord... os agradezco vuestra clemencia. Él asintió. —¿Significa eso que...? Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado… —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada. En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño. Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí. —¿He sido lo suficientemente claro? Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado. Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos. Asintió lentamente, bajando la vista. —Sí, mi lord. Lo entiendo. Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo. Ella tragó saliva y asintió una vez más. Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás. ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando? Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse. Pero entonces, su voz la detuvo. —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte. Serenna se quedó inmóvil. Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella. Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente. —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás. Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado. El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello… Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría. Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable. Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto. Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella. Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre. Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia. Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas. —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado. Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro. Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos. Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose. Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería. El mar. ------------------------------------------------------ Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha. Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora. La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más. Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle. Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo. Entonces, ella se giró, y buscó su mirada. —Ser Clegane… Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.
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  • *Grabándose el anuncio desde mi despacho estando de pie apoyado en mi bastón teniendo a un hatbot pequeño a mi derecha mientras otro venía con una bandeja para servirme una copa*

    - ¡Bienvenidos horribles criaturas!

    *Puse el bastón para hacer caer al hatbot que traía la bandeja cayéndose al suelo pudiéndose ver bastante dolorido*

    ¿Están sus secuaces tan cansados que su torpeza natural se ha incrementado el doble? *levantando la cabeza del hatbot con el bastón desde la barbilla para luego soltarlo haciendo que caiga de nuevo* ¿acaso se atreven a pedirles vacaciones? *este casi levantado asintió rápidamente* ¡Pues… tienen suerte! Por primera vez en la historia pueden mandarlo… *Con un chasquido de dedos una trampilla se abrió para dejarlo caer y la cámara cambio viéndose a este con dos maletas en frente de un resort* ¡Al Black Hat Resort para secuaces inútiles! Nuestro personal altamente capacitado se encargará de todas sus necesidades.

    *Dos hatbots más grandes le llevaron las maletas no sin antes uno de ellos machacar al pequeño volviéndolo una maleta para transportarlo a su habitación*

    ¡Disfrutaran de la vista en nuestras lujosas habitaciones!

    *En la habitación se vería al hatbot encima de una cama doble junto con cuadros de mi alrededor donde los ojos se giraron para mirarle y acto seguido una trampilla en la cama se abrió dejándolo caer mandándolo por un “tobogán”*

    ¡Se divertirán en nuestras emocionantes atracciones!

    *El tobogán lo había mandado a una piscina contaminada por radiación donde una anguila eléctrica y un tiburón le atacaron*

    ¡O bailaran hasta morir gozando de la vida nocturna!

    *En otra escena donde estaba en una discoteca rayos laser le dispararon haciendo que se mueva bailando volviéndolo a lanzar por una trampilla*

    ¡Y se relajaran en nuestro Spa con un masaje gentil~!

    *En esta escena se vería al hatbot atado a una cama de masaje donde seria aplastado por una gran prensa hidráulica, al “despertar” se vería atado en otro lugar con muchos más secuaces y al Dr Flug revisándolos*

    ¡Disfrutaran junto con miles de otros invitados~!

    En Black Hat Resort les garantizamos… que nunca se querrán IR. *la trampilla que estaba abierta desde un inicio se vio a ese mismo hatbot intentando salir arañando el suelo hasta que lo empuje con la planta del pie para hacerlo volver*
    *Grabándose el anuncio desde mi despacho estando de pie apoyado en mi bastón teniendo a un hatbot pequeño a mi derecha mientras otro venía con una bandeja para servirme una copa* - ¡Bienvenidos horribles criaturas! *Puse el bastón para hacer caer al hatbot que traía la bandeja cayéndose al suelo pudiéndose ver bastante dolorido* ¿Están sus secuaces tan cansados que su torpeza natural se ha incrementado el doble? *levantando la cabeza del hatbot con el bastón desde la barbilla para luego soltarlo haciendo que caiga de nuevo* ¿acaso se atreven a pedirles vacaciones? *este casi levantado asintió rápidamente* ¡Pues… tienen suerte! Por primera vez en la historia pueden mandarlo… *Con un chasquido de dedos una trampilla se abrió para dejarlo caer y la cámara cambio viéndose a este con dos maletas en frente de un resort* ¡Al Black Hat Resort para secuaces inútiles! Nuestro personal altamente capacitado se encargará de todas sus necesidades. *Dos hatbots más grandes le llevaron las maletas no sin antes uno de ellos machacar al pequeño volviéndolo una maleta para transportarlo a su habitación* ¡Disfrutaran de la vista en nuestras lujosas habitaciones! *En la habitación se vería al hatbot encima de una cama doble junto con cuadros de mi alrededor donde los ojos se giraron para mirarle y acto seguido una trampilla en la cama se abrió dejándolo caer mandándolo por un “tobogán”* ¡Se divertirán en nuestras emocionantes atracciones! *El tobogán lo había mandado a una piscina contaminada por radiación donde una anguila eléctrica y un tiburón le atacaron* ¡O bailaran hasta morir gozando de la vida nocturna! *En otra escena donde estaba en una discoteca rayos laser le dispararon haciendo que se mueva bailando volviéndolo a lanzar por una trampilla* ¡Y se relajaran en nuestro Spa con un masaje gentil~! *En esta escena se vería al hatbot atado a una cama de masaje donde seria aplastado por una gran prensa hidráulica, al “despertar” se vería atado en otro lugar con muchos más secuaces y al Dr Flug revisándolos* ¡Disfrutaran junto con miles de otros invitados~! En Black Hat Resort les garantizamos… que nunca se querrán IR. *la trampilla que estaba abierta desde un inicio se vio a ese mismo hatbot intentando salir arañando el suelo hasta que lo empuje con la planta del pie para hacerlo volver*
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    Nadie negaba que Erixos tenía una agilidad envidiable y rapidez para tomar decisiones, un líder nato con un instinto animal para sobrevivir. Había servido en las Guerras Dacias, bajo el reinado del emperador Trajano; guiando a sus hombres entre las montañas, soportando el cruel invierno en fortalezas de madera que apenas daban reparo de la nieve y el frío álgido, viendo caer a hombres jóvenes y también a veteranos que parecían indestructibles.

    Fueron meses difíciles, el enemigo tenía la ventaja de quien conoce el terreno en el que ha vivido toda su vida, pero no contaban con que el menor de los hijos de Cassyus supiera defender una posición durante un ataque nocturno, manteniéndose firme mientras la mitad de sus hombres caían y ganando tiempo hasta que los triarii «veteranos equipados con lanza» en compañía de los equites «jinetes expertos» hasta que los refuerzos atacaron desde el extremo opuesto, tomando al enemigo por sorpresa y aseguraron la victoria.

    Cuando regresó a su aldea con licencia temporal, todavía le costaba creer que estaba vivo. Sujetaba las riendas de su caballo que exhausto por el viaje caminaba más despacio que de costumbre, pero ese no era problema para su amo que caminaba a la par, paciente y agradecido con tan noble animal por haberle ayudado a regresar a su hogar. Erixos portaba su uniforme, la lorica segmentata, el casco colgando del pliegue del codo y su gladius envainado, más por costumbre que por necesidad. Aun así, cada sonido inesperado lo hacía girar, la guerra le había dejado reflejos difíciles de apagar.

    Se preguntaba si las cosas en su hogar estarían como las dejo, en ocho meses dudaba encontrar demasiados cambios, pero su mayor temor era no encontrar a la mujer en la que habían pensado día y noche.

    Al llegar a la entrada de la aldea, vio a un par de campesinos descargando un carro de heno. Uno de ellos lo observó y al reconocerlo, lo saludo con una reverencia de profundo respeto y los demás imitaron el gesto. Un centurión no era un soldado cualquiera, para los campesinos representaban autoridad y tener uno viviendo en la misma aldea les aseguraba que estaban a salvo, sobre todos de bandidos.

    Sin embargo, para ellos Erixos era, ante todo alguien a quien convenía respetar y no provocar.

    Cuando entró en la aldea, varios vecinos lo miraron con discreción. No era común ver a un centurión tan joven con el vitis «la vara de mando» sujeta a su cinturón como si aún no estuviera acostumbrado a portarla y de inmediato corrieron la voz sobre su llegada para que los sirvientes de Erixos se acercaran a recibirlo, a él y a su fiel caballo que lo había acompañado en la batalla.

    Livia
    Nadie negaba que Erixos tenía una agilidad envidiable y rapidez para tomar decisiones, un líder nato con un instinto animal para sobrevivir. Había servido en las Guerras Dacias, bajo el reinado del emperador Trajano; guiando a sus hombres entre las montañas, soportando el cruel invierno en fortalezas de madera que apenas daban reparo de la nieve y el frío álgido, viendo caer a hombres jóvenes y también a veteranos que parecían indestructibles. Fueron meses difíciles, el enemigo tenía la ventaja de quien conoce el terreno en el que ha vivido toda su vida, pero no contaban con que el menor de los hijos de Cassyus supiera defender una posición durante un ataque nocturno, manteniéndose firme mientras la mitad de sus hombres caían y ganando tiempo hasta que los triarii «veteranos equipados con lanza» en compañía de los equites «jinetes expertos» hasta que los refuerzos atacaron desde el extremo opuesto, tomando al enemigo por sorpresa y aseguraron la victoria. Cuando regresó a su aldea con licencia temporal, todavía le costaba creer que estaba vivo. Sujetaba las riendas de su caballo que exhausto por el viaje caminaba más despacio que de costumbre, pero ese no era problema para su amo que caminaba a la par, paciente y agradecido con tan noble animal por haberle ayudado a regresar a su hogar. Erixos portaba su uniforme, la lorica segmentata, el casco colgando del pliegue del codo y su gladius envainado, más por costumbre que por necesidad. Aun así, cada sonido inesperado lo hacía girar, la guerra le había dejado reflejos difíciles de apagar. Se preguntaba si las cosas en su hogar estarían como las dejo, en ocho meses dudaba encontrar demasiados cambios, pero su mayor temor era no encontrar a la mujer en la que habían pensado día y noche. Al llegar a la entrada de la aldea, vio a un par de campesinos descargando un carro de heno. Uno de ellos lo observó y al reconocerlo, lo saludo con una reverencia de profundo respeto y los demás imitaron el gesto. Un centurión no era un soldado cualquiera, para los campesinos representaban autoridad y tener uno viviendo en la misma aldea les aseguraba que estaban a salvo, sobre todos de bandidos. Sin embargo, para ellos Erixos era, ante todo alguien a quien convenía respetar y no provocar. Cuando entró en la aldea, varios vecinos lo miraron con discreción. No era común ver a un centurión tan joven con el vitis «la vara de mando» sujeta a su cinturón como si aún no estuviera acostumbrado a portarla y de inmediato corrieron la voz sobre su llegada para que los sirvientes de Erixos se acercaran a recibirlo, a él y a su fiel caballo que lo había acompañado en la batalla. [Almad3esclava]
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    Santa Claus no es el único que trae sorpresas esta noche. ¿Has sido lo suficientemente valiente como para merecer un regalo de la Arconte de Fuego? ¡Felices fiestas desde las llamas de Natlan! Que este año tu espíritu sea tan brillante como mi fuego.
    Santa Claus no es el único que trae sorpresas esta noche. ¿Has sido lo suficientemente valiente como para merecer un regalo de la Arconte de Fuego? ¡Felices fiestas desde las llamas de Natlan! 🔥🎄 Que este año tu espíritu sea tan brillante como mi fuego.
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