Después de la confrontación cósmica con sus compañeras del consejo, un dolor agudo y punzante se extendió por el vientre de Baelz. La punzada era feroz y alarmante. A pesar de ser madre primeriza, sabía que ignorar esa señal por más tiempo sería un error insensato
Apretó los dientes, dominada por la urgencia, abrió un portal que la llevó al único lugar donde a nadie le importaba si era madre de pequeños seres de Caos. El mundo humano. Se pusó un gran gorro que cubria sus orejas puntiagudas y con esfuerzo, enroscó su cola para ocultarla bajo sus pantalones. Paso el portal y el olor a desinfectante la invadío al instante
Se apoyó temblorosa en el mostrador, su rostro pálido y la respiración entrecortada. Rellenó los cientos de papeles con nombres falsos y datos irrelevantes, y paso a la camilla
Un joven doctor entró a revisarla, el cansancio por las largas horas de trabajo era visible. Baelz estaba tensa, expectante, fingiendo calma. El doctor puso gel frío y deslizó sobre su vientre uno de esos aparatos que Baelz jamás habia visto. De repente en la pantalla aparecieron las pequeñas sombras de los fetos en movimiento
Doctor: —¡Wow! Señora... necesito que se quede muy quieta. Esto no es normal. Hay múltiples latidos. Uno, dos, tres y cuatro pequeños. Felicidades
Baelz casi salta de la felicidad, una chispa de orgullo caotico encendiéndose en sus ojos, hasta que la expresión del doctor se endureció
Doctor: —Mmmm... Un momento hay un quinto.. — El médico se detuvo, señalando una pequeña sombra en la esquina de la pantalla —Es significativamente más pequeño que los demás. Su desarrollo es muy lento, casi se ha detenido. Honestamente, con la tensión que este embarazo múltiple está causando en su útero, es muy probable que no sobreviva. Lo más probable es que... no logre llegar a término.
La expresión de Baelz cambio por completo. La incertidumbre, el abrumador miedo a fallar como madre, se instaló en su pecho como una estaca de hielo
Al salir de aquel hospital se sentó en una banca cercana con una expresión serena, casi petrificada. Aunque tenia miedo, eso era obvio, se obligó a mantener la compostura. Cerró los ojos y se aferró a la fe. El caos los protegería
Después de la confrontación cósmica con sus compañeras del consejo, un dolor agudo y punzante se extendió por el vientre de Baelz. La punzada era feroz y alarmante. A pesar de ser madre primeriza, sabía que ignorar esa señal por más tiempo sería un error insensato
Apretó los dientes, dominada por la urgencia, abrió un portal que la llevó al único lugar donde a nadie le importaba si era madre de pequeños seres de Caos. El mundo humano. Se pusó un gran gorro que cubria sus orejas puntiagudas y con esfuerzo, enroscó su cola para ocultarla bajo sus pantalones. Paso el portal y el olor a desinfectante la invadío al instante
Se apoyó temblorosa en el mostrador, su rostro pálido y la respiración entrecortada. Rellenó los cientos de papeles con nombres falsos y datos irrelevantes, y paso a la camilla
Un joven doctor entró a revisarla, el cansancio por las largas horas de trabajo era visible. Baelz estaba tensa, expectante, fingiendo calma. El doctor puso gel frío y deslizó sobre su vientre uno de esos aparatos que Baelz jamás habia visto. De repente en la pantalla aparecieron las pequeñas sombras de los fetos en movimiento
Doctor: —¡Wow! Señora... necesito que se quede muy quieta. Esto no es normal. Hay múltiples latidos. Uno, dos, tres y cuatro pequeños. Felicidades
Baelz casi salta de la felicidad, una chispa de orgullo caotico encendiéndose en sus ojos, hasta que la expresión del doctor se endureció
Doctor: —Mmmm... Un momento hay un quinto.. — El médico se detuvo, señalando una pequeña sombra en la esquina de la pantalla —Es significativamente más pequeño que los demás. Su desarrollo es muy lento, casi se ha detenido. Honestamente, con la tensión que este embarazo múltiple está causando en su útero, es muy probable que no sobreviva. Lo más probable es que... no logre llegar a término.
La expresión de Baelz cambio por completo. La incertidumbre, el abrumador miedo a fallar como madre, se instaló en su pecho como una estaca de hielo
Al salir de aquel hospital se sentó en una banca cercana con una expresión serena, casi petrificada. Aunque tenia miedo, eso era obvio, se obligó a mantener la compostura. Cerró los ojos y se aferró a la fe. El caos los protegería