• — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz?

    Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas.

    Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta.

    — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha?

    Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos.

    — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan?

    Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma.

    — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más.

    « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor.

    "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico."

    Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo.

    " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba".

    Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor.

    — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta.

    « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
    — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz? Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas. Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta. — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha? Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos. — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan? Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma. — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más. « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor. "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico." Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo. " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba". Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor. — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta. « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos 529 vistas
  • Can we stay here...?
    Fandom The Legend of Zelda
    Categoría Fantasía
    || Rol priv. con Link ||

    Tres de la tarde. El océano brillaba rebosante de vida, meciéndose tranquilo como si fuera encantado por la dulce melodía proveniente del reino a unos metros de altura. Suerte que las nubes habían decidido ser perezosas y no trabajar ese día, porque todo el plan de Sidón dependía específicamente de que el sol ahuyentara por una horas el frío del invierno.

    —Muy bien, casi seis horas son más que suficientes para gozar —dijo para sí mismo, apoyado en un balcón del palacio con una sonrisa enérgica.

    Habían pasado un par de días desde la última vez que vio a Link para su competencia. Desde entonces, sus visitas con el rubio eran un poco más cortas, siempre ajetreado, pero gozando en sobremanera cada una de ellas. Por otro lado, desde antier no había podido sentarse a charlar cómodamente con el mayor (aún era extraño pensarlo), pues se había decidido a adelantar cuantos deberes pudiese. Los registros, planes para el futuro, escuchar las peticiones y demás detalles. Si lo habían visto salir el palacio tres veces en cuarenta y ocho horas había sido demasiado. Se volvió todo un tiburón de biblioteca.

    Todo era por una buena causa. Después de todo, recordaba que las vacaciones de Link estaban prontas a terminar y deseaba poder tener un día entero de charla fluida. Sin estar corriendo por salir de reuniones, o sin tener que apresurar las charlas por el temor al reloj. Quería poder enserio tener un encuentro tranquilo, divertido y lejos del ojo público. Especialmente eso último sospechaba era lo que más necesitaba el pobre héroe, que lo veía cada vez más relajado entre menos le decían héroe y más le decían solo Link.

    —Volveré mañana —informó a su consejero—. Saldré con el héroe y luego iré a revisar el mar, quiero asegurarme de que todo siga en orden.

    El terreno de la guerra se había vuelto su excusa favorita esos días. Había prohibición de visitar la zona y el único guardia con permiso de ir era el propio rey. Nadie sospechaba de sus noches oculto, porque todos pensaban que estaba velando por el bien de su reino.

    Maldito mentiroso.

    Salió del palacio, con un poco menos de ornamentos de lo usual, queriendo llamar la menor atención posible para ir a la playa. Había mandado una nota al héroe de cabellos dorados para citarlo, pidiéndole que no trajera sus abrigos porque quería mostrarle algo.

    Como siempre, Sidón había llegado antes de la hora señalada, esperando con gusto en el agua templada. Hasta que escuchó un par de pasos, asomó solo los ojos cual tiburón en cacería, mismos ojos que se iluminaron con júbilo al reconocer al héroe.

    —¡Viniste! —¿por qué no lo haría? Terminó de ponerse de pie. El agua le llegaba a la mitad de los muslos— ¿Cómo has estado?
    || Rol priv. con Link || Tres de la tarde. El océano brillaba rebosante de vida, meciéndose tranquilo como si fuera encantado por la dulce melodía proveniente del reino a unos metros de altura. Suerte que las nubes habían decidido ser perezosas y no trabajar ese día, porque todo el plan de Sidón dependía específicamente de que el sol ahuyentara por una horas el frío del invierno. —Muy bien, casi seis horas son más que suficientes para gozar —dijo para sí mismo, apoyado en un balcón del palacio con una sonrisa enérgica. Habían pasado un par de días desde la última vez que vio a Link para su competencia. Desde entonces, sus visitas con el rubio eran un poco más cortas, siempre ajetreado, pero gozando en sobremanera cada una de ellas. Por otro lado, desde antier no había podido sentarse a charlar cómodamente con el mayor (aún era extraño pensarlo), pues se había decidido a adelantar cuantos deberes pudiese. Los registros, planes para el futuro, escuchar las peticiones y demás detalles. Si lo habían visto salir el palacio tres veces en cuarenta y ocho horas había sido demasiado. Se volvió todo un tiburón de biblioteca. Todo era por una buena causa. Después de todo, recordaba que las vacaciones de Link estaban prontas a terminar y deseaba poder tener un día entero de charla fluida. Sin estar corriendo por salir de reuniones, o sin tener que apresurar las charlas por el temor al reloj. Quería poder enserio tener un encuentro tranquilo, divertido y lejos del ojo público. Especialmente eso último sospechaba era lo que más necesitaba el pobre héroe, que lo veía cada vez más relajado entre menos le decían héroe y más le decían solo Link. —Volveré mañana —informó a su consejero—. Saldré con el héroe y luego iré a revisar el mar, quiero asegurarme de que todo siga en orden. El terreno de la guerra se había vuelto su excusa favorita esos días. Había prohibición de visitar la zona y el único guardia con permiso de ir era el propio rey. Nadie sospechaba de sus noches oculto, porque todos pensaban que estaba velando por el bien de su reino. Maldito mentiroso. Salió del palacio, con un poco menos de ornamentos de lo usual, queriendo llamar la menor atención posible para ir a la playa. Había mandado una nota al héroe de cabellos dorados para citarlo, pidiéndole que no trajera sus abrigos porque quería mostrarle algo. Como siempre, Sidón había llegado antes de la hora señalada, esperando con gusto en el agua templada. Hasta que escuchó un par de pasos, asomó solo los ojos cual tiburón en cacería, mismos ojos que se iluminaron con júbilo al reconocer al héroe. —¡Viniste! —¿por qué no lo haría? Terminó de ponerse de pie. El agua le llegaba a la mitad de los muslos— ¿Cómo has estado?
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Terminado
    43 turnos 1 maullido 677 vistas
  • ━━━༻❁༺━━━━━━━━━━━━
    Cuánto tiempo. . . Aliada. . .

    [ A través de los míticos y largos años, los ancianos narraban con voces quebradas historias de una Reina Escarlata, historias de una Reina que conquistó, con el furor de su espada, un reino opresivo y esclavista. Lo irónico es que subyugó a quienes la habían subyugado. Según los relatos transmitidos de boca en boca por tiempo de dias y largura de noches, esta reina era la única llama de sangre, una raza sumamente poderosa que fue tachada de brujos y herejes, enseguida perseguída, esclavizada y casi aniquilada.

    Se decía que su poder era tan inmenso que podía doblegar a los más fuertes con solo una mirada, una mirada de llama, porque ese era su poder, la llama.

    Sin embargo, parecía que desde las profundidades de la oscuridad, se urdían planes meticulosos, cada movimiento de la pelirroja reina fue calculado con precisión por algo. La reina escarlata, aunque poderosa, no estaba sola en su lucha. Fuerzas invisibles guiaban su camino, asegurándose de que cada obstáculo fuera superado, cada enemigo derrotado. Era como si un maestro titiritero dirigiera una obra épica, o como si un celebre pintor ilustrara un cuadro, donde la reina era la protagonista, pero no la única arquitecta de su destino. En las sombras, el verdadero artífice del triunfo observaba, satisfecho con el desenlace de su manipulada trama.

    Al menos, estas eran las teorías de conspiración que se desplegaban por la población. Las calles murmullos, cada rincón albergaba una nueva versión de los eventos. Lo que comenzó como simples rumores, pronto se convirtió en una narrativa colectiva, donde cada persona añadía su propio toque, haciendo que la leyenda de la reina escarlata y su enigmático benefactor pareciera más tangible, más auténtica. En cada relato, la línea entre la realidad y la ficción se desdibujaba, alimentando la imaginación de todos aquellos que escuchaban.

    La reina escarlata ahora estaba asentada en su trono de gloria, rodeada por el resplandor de su victoria. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que debía regresar a Gazú, su benefactor en las sombras. Ahora, con la corona sobre su cabeza y el reino a sus pies, sentía la necesidad de rendir homenaje a quien había sido su guía y protector. Gazú, Maestro de las sombras, Maestro titiritero y Pintor del Cuadro, había sido fundamental en su ascenso.

    ¿Cómo será ese reencuentro de Aliados? ¿El tiempo ha apañado su alianza? ¿Porque hubo un silencio entre ambos?

    La respuesta como siempre. . . . La dará el tiempo ]

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    ━━━༻❁༺━━━━━━━━━━━━ 🌹 Cuánto tiempo. . . Aliada. . . [ A través de los míticos y largos años, los ancianos narraban con voces quebradas historias de una Reina Escarlata, historias de una Reina que conquistó, con el furor de su espada, un reino opresivo y esclavista. Lo irónico es que subyugó a quienes la habían subyugado. Según los relatos transmitidos de boca en boca por tiempo de dias y largura de noches, esta reina era la única llama de sangre, una raza sumamente poderosa que fue tachada de brujos y herejes, enseguida perseguída, esclavizada y casi aniquilada. Se decía que su poder era tan inmenso que podía doblegar a los más fuertes con solo una mirada, una mirada de llama, porque ese era su poder, la llama. Sin embargo, parecía que desde las profundidades de la oscuridad, se urdían planes meticulosos, cada movimiento de la pelirroja reina fue calculado con precisión por algo. La reina escarlata, aunque poderosa, no estaba sola en su lucha. Fuerzas invisibles guiaban su camino, asegurándose de que cada obstáculo fuera superado, cada enemigo derrotado. Era como si un maestro titiritero dirigiera una obra épica, o como si un celebre pintor ilustrara un cuadro, donde la reina era la protagonista, pero no la única arquitecta de su destino. En las sombras, el verdadero artífice del triunfo observaba, satisfecho con el desenlace de su manipulada trama. Al menos, estas eran las teorías de conspiración que se desplegaban por la población. Las calles murmullos, cada rincón albergaba una nueva versión de los eventos. Lo que comenzó como simples rumores, pronto se convirtió en una narrativa colectiva, donde cada persona añadía su propio toque, haciendo que la leyenda de la reina escarlata y su enigmático benefactor pareciera más tangible, más auténtica. En cada relato, la línea entre la realidad y la ficción se desdibujaba, alimentando la imaginación de todos aquellos que escuchaban. La reina escarlata ahora estaba asentada en su trono de gloria, rodeada por el resplandor de su victoria. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que debía regresar a Gazú, su benefactor en las sombras. Ahora, con la corona sobre su cabeza y el reino a sus pies, sentía la necesidad de rendir homenaje a quien había sido su guía y protector. Gazú, Maestro de las sombras, Maestro titiritero y Pintor del Cuadro, había sido fundamental en su ascenso. ¿Cómo será ese reencuentro de Aliados? ¿El tiempo ha apañado su alianza? ¿Porque hubo un silencio entre ambos? La respuesta como siempre. . . . La dará el tiempo ] [Liz_bloodFlame] 🌹
    Me encocora
    Me endiabla
    4
    5 turnos 0 maullidos 608 vistas
  • Lo había logrado, o al menos por el momento eso parecía. La felicidad pese lo controversial no tenía cavida.
    No ahora.
    Estaba sentado, en lo más alto de un edificio admirando las luces de la ciudad; las personas desde ahí le parecía tan insignificantes cómo hormigas. Jugaba a aplastarlas con sus dedos haciendo de verdugo sobre la gente que ineptos de su presencia tan sólo continuaban en su andar.

    —Te diviertes... Que novedad.

    A sus espaldas, la imagen ensombrecida de su hermano lo miraba, su mirada juzgaba su comportamiento. En cierta manera Rafael era en ocasiones bastante intolerante con él.
    Se acercó con un cigarrillo entre sus labios, aún sin encender pues buscando entre su abrigo no estaba el mechero.

    —Bueno, hay que celebrar. No estoy en prisión, cumplí muy bien mi condena... Por un tiempo. —Alessandro respondió sonriendo, sacando de su bolsillo el mechero que había tomado prestado del albino

    —¡Mira! Aún no pierdo el toque.

    Rafael gruñó arrebatando el encendedor para prender su cigarrillo.

    —Lo veo. Sigues siendo tan idiota cómo de costumbre —Decía antes de jalar a todo pulmón, sabía que su mera presencia era un dolor de cabeza—. Alessandro, esta es la última vez que te cubro; no vuelvas a buscarme.

    Su hermano sonó serio, no a lo que estaba acostumbrado, y él lo entendió; luego de su encierro y unos contactos de Rafael fue que tuvo seguridad ahí dentro, sí, quizá tuvo que trabajar para otros reos o dar de su comida para que lo dejaran quieto, pero la verdadera razón de no haber muerto fue de él, su arrogante hermano menor.

    —¿Y quién te pidió ayuda en el futuro? No te adelantes. Rafa; vive el presente, ese es tu problema.

    No respondió. En su lugar hubo silencio y humo saliendo de su boca.
    Alessandro se volvió hacia la ciudad, había unas patrullas. Podían estarlo buscando, era probable que los helicópteros no tardaran en llegar.

    —Gracias —murmuraba, aún sin verlo.

    —Sí papá estuviera aquí te habría molido a golpes.

    —Hmp —Embozó una sonrisa divertida—, no sería la primera vez que lo hace.~

    Rafael quería evitarlo, pero una risa se le escapó, y negaba con la cabeza; el pasado ahora se sentía lejano y extraño.

    —Aún no entiendo cómo te adoptó, eres un idiota sin remedio.

    Aless se encogió de hombros.

    —Dios sabía los planes, yo solamente hice caso —Subiendo la camisa, Alessandro mostró que tenía unos pocky´s escondidos—. Eso me recuerda, tengo hambre, ¿Tú?

    —¿Comer esa mierda? No.

    —Bien, bien, ¡Pero tú te lo pierdes! —Alejando entonces el paquete, estaba dispuesto a abrirlo para comerse un par.

    Ambos hermanos se volvieron una vez más a la ciudad, mirando cómo las calles se volvían más vacías, las personas dejaban paso a los policías que empezaban a merodear en busca del azabache.
    Rafael apagó el cigarro y se encaminó rumbo las escaleras.

    —Espero la encuentres —Fue lo último que dijo dándole de palmadas al hombro para después dejarlo solo.

    —Yo también lo espero.... Yo también...
    Lo había logrado, o al menos por el momento eso parecía. La felicidad pese lo controversial no tenía cavida. No ahora. Estaba sentado, en lo más alto de un edificio admirando las luces de la ciudad; las personas desde ahí le parecía tan insignificantes cómo hormigas. Jugaba a aplastarlas con sus dedos haciendo de verdugo sobre la gente que ineptos de su presencia tan sólo continuaban en su andar. —Te diviertes... Que novedad. A sus espaldas, la imagen ensombrecida de su hermano lo miraba, su mirada juzgaba su comportamiento. En cierta manera Rafael era en ocasiones bastante intolerante con él. Se acercó con un cigarrillo entre sus labios, aún sin encender pues buscando entre su abrigo no estaba el mechero. —Bueno, hay que celebrar. No estoy en prisión, cumplí muy bien mi condena... Por un tiempo. —Alessandro respondió sonriendo, sacando de su bolsillo el mechero que había tomado prestado del albino —¡Mira! Aún no pierdo el toque. Rafael gruñó arrebatando el encendedor para prender su cigarrillo. —Lo veo. Sigues siendo tan idiota cómo de costumbre —Decía antes de jalar a todo pulmón, sabía que su mera presencia era un dolor de cabeza—. Alessandro, esta es la última vez que te cubro; no vuelvas a buscarme. Su hermano sonó serio, no a lo que estaba acostumbrado, y él lo entendió; luego de su encierro y unos contactos de Rafael fue que tuvo seguridad ahí dentro, sí, quizá tuvo que trabajar para otros reos o dar de su comida para que lo dejaran quieto, pero la verdadera razón de no haber muerto fue de él, su arrogante hermano menor. —¿Y quién te pidió ayuda en el futuro? No te adelantes. Rafa; vive el presente, ese es tu problema. No respondió. En su lugar hubo silencio y humo saliendo de su boca. Alessandro se volvió hacia la ciudad, había unas patrullas. Podían estarlo buscando, era probable que los helicópteros no tardaran en llegar. —Gracias —murmuraba, aún sin verlo. —Sí papá estuviera aquí te habría molido a golpes. —Hmp —Embozó una sonrisa divertida—, no sería la primera vez que lo hace.~ Rafael quería evitarlo, pero una risa se le escapó, y negaba con la cabeza; el pasado ahora se sentía lejano y extraño. —Aún no entiendo cómo te adoptó, eres un idiota sin remedio. Aless se encogió de hombros. —Dios sabía los planes, yo solamente hice caso —Subiendo la camisa, Alessandro mostró que tenía unos pocky´s escondidos—. Eso me recuerda, tengo hambre, ¿Tú? —¿Comer esa mierda? No. —Bien, bien, ¡Pero tú te lo pierdes! —Alejando entonces el paquete, estaba dispuesto a abrirlo para comerse un par. Ambos hermanos se volvieron una vez más a la ciudad, mirando cómo las calles se volvían más vacías, las personas dejaban paso a los policías que empezaban a merodear en busca del azabache. Rafael apagó el cigarro y se encaminó rumbo las escaleras. —Espero la encuentres —Fue lo último que dijo dándole de palmadas al hombro para después dejarlo solo. —Yo también lo espero.... Yo también...
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    5
    0 turnos 0 maullidos 330 vistas
  • "Ecos de Hielo y Fuego"
    Fandom Juego de Tronos
    Categoría Drama
    ㅤㅤㅤ𝐴𝑙𝑔𝑢𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑡𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑎𝑟𝑎́ 𝑒𝑛 𝑓𝑢𝑒𝑔𝑜,
    ㅤㅤㅤ𝑂𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 ℎ𝑖𝑒𝑙𝑜.
    ㅤㅤㅤ𝑃𝑜𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑏𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜,
    ㅤㅤㅤ𝑀𝑒 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑖𝑛𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑓𝑎𝑣𝑜𝑟𝑒𝑐𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑓𝑢𝑒𝑔𝑜.
    ㅤㅤㅤ𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟 𝑑𝑜𝑠 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠,
    ㅤㅤㅤ𝐶𝑟𝑒𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒́ 𝑙𝑜 𝑠𝑢𝑓𝑖𝑐𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑑𝑖𝑜
    ㅤㅤㅤ𝐶𝑜𝑚𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑟𝑢𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑙 ℎ𝑖𝑒𝑙𝑜
    ㅤㅤㅤ𝑇𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑠 𝑒𝑥𝑐𝑒𝑙𝑒𝑛𝑡𝑒
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤ˹ 𝐽𝜎𝜋 𝑆𝜋𝜎𝜔



    La llegada de Jon Nieve a Rocadragón había llegado con la petición de una ayuda que Daenerys no sabía si estaba dispuesta a entregar. Realmente Daenerys no tenia por qué acceder a su petición, mucho menos después de que Jon Nieve se resistiera a hincar la rodilla y jurarle lealtad. ¿Qué clase de negociación era esa? ¿Por qué tendría ella que ayudar a un Rey en el Norte que no la aceptaría como Reina? Si Jon Nieve era testarudo, Daenerys lo era mucho más. Si había conseguido llegar hasta Poniente, si había conseguido lo que había conseguido hasta aquel día se debía solamente a la fe que había mantenido en si misma y en su objetivo. Había llegado a Poniente para gobernar los Siete Reinos y, el Norte se resistía a prosternarse mas aun asi llegaban a sus costas con una petición bastante peculiar…

    En vista de que tenía muchos preparativos, planes de batalla y asuntos que resolver había decidido posponer su decisión acerca de Jon Nieve y el vidriagón. Quizás un par de dias de silencio sobre el tema, sin una decisión tomada ayudaran al bastardo de Ned Stark a entrar en razón.

    Había pasado un día entero desde que Jon Nieve, Davos Seaworth y algunos norteños llegaran a las playas de Rocadragón y a todos se les habían proporcionado habitaciones cómodas, calientes y comida en la mesa. Aquella noche, Jon Nieve y su consejero recibirían una invitación verbalizada por Missandei en la que Daenerys Targaryen invitaba a ambos a una cena privada con ella y sus consejeros: Tyrion Lannister, Barristan Selmy, Missandei, Gusano Gris y Daario Naharis.

    Para cuando Davos y Jon llegaron al comedor principal una generosa hoguera crepitaba en la chimenea, la mesa estaba puesta con ornamentada vajilla proveniente de Meereen y varias botellas de vino del Rejo estaban repartidas por la mesa. La Reina aún no había llegado, como tampoco Missandei, su más fiel amiga. El resto de comensales charlaban cerca de la chimenea.

    Daario Naharis discutía con Sir Barristan y Gusano Gris algún plan de batalla. Y Tyrion parecía andar inmerso en sus propias cavilaciones con la mirada de sus ojos prendida en las llamas. Todos ellos se giraron hacia los recién llegados cuando los goznes de las puertas chirriaron de forma sorda anunciando su entrada.

    -Así que este es el Rey en el Norte -dijo Sir Barristan de forma amigable acercándose a Jon y a Davos y extendiendo una mano hacia el primero- He oído hablar de tus hazañas, Jon Nieve. En el Muro, en el campo de batalla... incluso los viejos soldados como yo escuchan las historias. Tu padre, Eddard Stark, habría estado orgulloso. Era un hombre honorable, uno de los mejores que he conocido.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    ㅤㅤㅤ𝐴𝑙𝑔𝑢𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑡𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑎𝑟𝑎́ 𝑒𝑛 𝑓𝑢𝑒𝑔𝑜, ㅤㅤㅤ𝑂𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 ℎ𝑖𝑒𝑙𝑜. ㅤㅤㅤ𝑃𝑜𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑏𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜, ㅤㅤㅤ𝑀𝑒 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑖𝑛𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑓𝑎𝑣𝑜𝑟𝑒𝑐𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑓𝑢𝑒𝑔𝑜. ㅤㅤㅤ𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟 𝑑𝑜𝑠 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠, ㅤㅤㅤ𝐶𝑟𝑒𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒́ 𝑙𝑜 𝑠𝑢𝑓𝑖𝑐𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑑𝑖𝑜 ㅤㅤㅤ𝐶𝑜𝑚𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑟𝑢𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑙 ℎ𝑖𝑒𝑙𝑜 ㅤㅤㅤ𝑇𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑠 𝑒𝑥𝑐𝑒𝑙𝑒𝑛𝑡𝑒 ㅤㅤ ㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤ˹ [IKnwNthng] ㅤ La llegada de Jon Nieve a Rocadragón había llegado con la petición de una ayuda que Daenerys no sabía si estaba dispuesta a entregar. Realmente Daenerys no tenia por qué acceder a su petición, mucho menos después de que Jon Nieve se resistiera a hincar la rodilla y jurarle lealtad. ¿Qué clase de negociación era esa? ¿Por qué tendría ella que ayudar a un Rey en el Norte que no la aceptaría como Reina? Si Jon Nieve era testarudo, Daenerys lo era mucho más. Si había conseguido llegar hasta Poniente, si había conseguido lo que había conseguido hasta aquel día se debía solamente a la fe que había mantenido en si misma y en su objetivo. Había llegado a Poniente para gobernar los Siete Reinos y, el Norte se resistía a prosternarse mas aun asi llegaban a sus costas con una petición bastante peculiar… En vista de que tenía muchos preparativos, planes de batalla y asuntos que resolver había decidido posponer su decisión acerca de Jon Nieve y el vidriagón. Quizás un par de dias de silencio sobre el tema, sin una decisión tomada ayudaran al bastardo de Ned Stark a entrar en razón. Había pasado un día entero desde que Jon Nieve, Davos Seaworth y algunos norteños llegaran a las playas de Rocadragón y a todos se les habían proporcionado habitaciones cómodas, calientes y comida en la mesa. Aquella noche, Jon Nieve y su consejero recibirían una invitación verbalizada por Missandei en la que Daenerys Targaryen invitaba a ambos a una cena privada con ella y sus consejeros: Tyrion Lannister, Barristan Selmy, Missandei, Gusano Gris y Daario Naharis. Para cuando Davos y Jon llegaron al comedor principal una generosa hoguera crepitaba en la chimenea, la mesa estaba puesta con ornamentada vajilla proveniente de Meereen y varias botellas de vino del Rejo estaban repartidas por la mesa. La Reina aún no había llegado, como tampoco Missandei, su más fiel amiga. El resto de comensales charlaban cerca de la chimenea. Daario Naharis discutía con Sir Barristan y Gusano Gris algún plan de batalla. Y Tyrion parecía andar inmerso en sus propias cavilaciones con la mirada de sus ojos prendida en las llamas. Todos ellos se giraron hacia los recién llegados cuando los goznes de las puertas chirriaron de forma sorda anunciando su entrada. -Así que este es el Rey en el Norte -dijo Sir Barristan de forma amigable acercándose a Jon y a Davos y extendiendo una mano hacia el primero- He oído hablar de tus hazañas, Jon Nieve. En el Muro, en el campo de batalla... incluso los viejos soldados como yo escuchan las historias. Tu padre, Eddard Stark, habría estado orgulloso. Era un hombre honorable, uno de los mejores que he conocido. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me encocora
    1
    0 turnos 0 maullidos 640 vistas
  • Cena incomoda y controlada
    Fandom Original
    Categoría Original
    Era una noche tranquila en el restaurante, el ambiente cálido con luces suaves que iluminaban los pequeños detalles de la decoración. Agatha se encontraba sentada en una mesa elegante, ajustando con sutileza su colgante favorito, un regalo de su madre que, sin saberlo, albergaba una pequeña cámara instalada por Ryo, su leal guardaespaldas. Aunque Agatha nunca había hablado de estas citas, sus amigas habían insistido en organizarla, y algo en su interior le decía que había sido una mala idea no haberle mencionado nada a Ryo. "Solo será una cena", pensaba, intentando calmar su conciencia.

    Un mes de planes para hacer algo distinto, algo "divertido", y sus amigas lo habían convencido. Lo que Agatha no sabía era que Ryo había decidido ser cauteloso y no dejarla ir sin estar cerca de alguna forma, aunque no se lo hubiera dicho.

    De repente, el hombre llegó: Sebastian, alto, con una sonrisa arrogante y el aire de alguien que siempre se cree el centro de atención. Su paso firme resonó al acercarse, y Agatha se sintió instantáneamente incómoda.

    —Agatha —dijo con un tono altanero, extendiendo la mano—. Encantado de verte por fin fuera de tus... quehaceres domésticos. Me imaginaba que ser ama de llaves no te dejaría tanto tiempo libre.

    Agatha forzó una sonrisa, el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir. Había algo en su tono que la hizo sentir algo pequeña.

    —Encantada, Sebastian —respondió, estrechando su mano brevemente y, a pesar de la sensación de incomodidad, haciendo todo lo posible por mantener la calma.

    Se sentaron, y él comenzó a hablar sin cesar sobre sus logros y las fiestas en las que había estado, como si quisiera demostrarle que su vida era mucho más interesante que la de ella. Agatha trató de no sentirse abrumada. Ella no tenía mucho que compartir sobre grandes fiestas o viajes lujosos, solo su tranquila vida de trabajo en casa y su pequeño círculo de amigos.

    Mientras el camarero servía el vino, él comenzó a hablar más sobre sí mismo, con una sonrisa burlona.

    —Siempre he pensado que las mujeres que trabajan en la casa son bastante... limitadas —comentó, tomando un sorbo de su copa, mirando a Agatha con una mezcla de curiosidad y desdén—. Aunque, claro, debe ser interesante ver cómo se pueden organizar tantas cosas al mismo tiempo. ¿No te resulta aburrido? ¿Todo el tiempo con las mismas rutinas?

    Agatha sintió una leve punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. La pequeña mentira que se había dicho a sí misma se reafirmó: "Solo es una cena."

    —Bueno, mi trabajo tiene sus retos —respondió, procurando no sonar defensiva. Miró la copa de vino antes de dar un sorbo, sintiendo la presión de mantener una conversación normal a pesar de la creciente incomodidad.

    —Sí, claro —dijo él, levantando una ceja con una sonrisa presuntuosa—. Pero, en serio, ¿cómo te las arreglas para no aburrirte? Debe ser una vida monótona, ¿no? —Se recostó en la silla, observándola con esa mirada superior que parecía evaluar cada palabra que ella decía—. ¿Algún pasatiempo interesante fuera de limpiar?

    El comentario le golpeó, y Agatha sintió un leve calor en sus mejillas. Sin embargo, no quería que él notara lo que realmente pensaba.

    —No todo es tan... limitado, como lo ves. Los pequeños detalles tienen su valor —respondió con suavidad, pero sin perder el control.

    —¿Pequeños detalles? —se rió él, negando con la cabeza de forma despectiva—. No sé, Agatha, parece que has invertido tu vida en una ocupación... algo mediocre. No puedo imaginarme perdiendo el tiempo con algo tan trivial.

    El tono de Sebastian comenzó a volverse más directo, casi desafiante. Agatha, aunque algo alterada por sus palabras, trató de mantenerse serena. La incomodidad se intensificaba con cada palabra.

    —¿Sabes? A veces me pregunto qué pasaría si fueras un poco más... abierta con tus... pasatiempos. Tal vez una vida menos... reservada podría ser más... satisfactoria.

    La cercanía de su mirada la hizo sentir aún más incómoda. La inclinación hacia ella no era casual, y Agatha empezó a percibir que él no solo estaba hablando de su trabajo, sino también de su vida personal.

    —Creo que prefiero disfrutar de las cosas sencillas —respondió con voz firme, sin saber cómo defenderse sin sonar arrogante, mientras intentaba alejar su silla un poco.

    —¿Sencillas? —insistió él, acercándose un poco más, su tono volviéndose más atrevido—. Agatha, por favor, no te pongas tan... recatada. Estoy seguro de que hay mucho más en ti que un trabajo aburrido y tu vida en esta... casa. Tal vez me equivoqué contigo.

    De repente, ella sintió que el ambiente se volvía pesado, como si no pudiera respirar correctamente. El tono de él, su mirada invasiva, todo eso la hacía sentir vulnerable. Agatha tenía la sensación de que algo no iba bien, pero no quería ser grosera ni levantar sospechas. Aunque en el fondo deseaba poder salir corriendo, se obligó a mantenerse en su lugar.

    El peso del colgante sobre su cuello comenzó a sentirse cada vez más pesado, pero no lo pensó mucho. De hecho, ni siquiera se dio cuenta de que la cámara dentro de él estaba transmitiendo en vivo a Ryo, quien observaba la escena con creciente preocupación desde su posición cercana en otro lugar.

    Agatha, forzando una sonrisa, trató de poner fin a la velada de la manera más educada posible.

    —Creo que es mejor que dejemos esto aquí, Sebastian —dijo, poniendo su copa con delicadeza sobre la mesa. La incomodidad se notaba claramente en su rostro.

    Sebastian frunció el ceño, desconcertado por su repentina frialdad.

    —¿Qué? ¿Ya te vas? Pero si apenas hemos comenzado.

    Agatha se levantó lentamente, evitando su mirada. Su corazón latía más rápido que nunca.

    —Creo que me ha dado suficiente... compañía por esta noche —respondió, sus palabras saliendo con una firmeza que no sentía realmente. Necesitaba irse, y lo sabía.

    Un silencio incómodo se apoderó de la mesa mientras ella se retiraba, deseando no haber tenido que lidiar con esta situación. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía identificar exactamente qué. La sensación de que algo la observaba, como si estuviera siendo vigilada, la hizo sentirse aún más incómoda.

    Cuando salió del restaurante, la pequeña mentira que se decía a sí misma resonaba una vez más: "Solo era una cena."

    Agatha se levantó de la mesa con rapidez, su corazón latiendo más fuerte de lo que había imaginado. Sin mirarlo directamente, comenzó a caminar hacia la salida, intentando mantener la compostura. La incomodidad de la conversación, la presión de sus palabras y la actitud invasiva de Sebastian la habían dejado agotada, y solo deseaba llegar a su coche, alejarse de esa situación.

    Pero antes de que pudiera llegar al umbral de la puerta, escuchó sus pasos detrás de ella. Sebastian la había seguido.

    —¡Agatha! —llamó con tono alto, casi desafiante, mientras se acercaba rápidamente. —¿Ya te vas? ¿A dónde crees que vas tan pronto? La noche apenas ha comenzado, y ni siquiera has probado el plato principal. No puedes irte así.

    Agatha detuvo su paso en seco, sintiendo la presión de su presencia detrás de ella. Giró lentamente, intentando mostrar calma, aunque su estómago estaba revuelto.

    —Creo que ya he tenido suficiente —dijo, su voz más firme de lo que se sentía. Mantuvo la mirada baja, evitando que él pudiera ver la ansiedad que empezaba a brotar.

    Sebastian sonrió, pero no con la amabilidad que había pretendido al principio. Era una sonrisa burlona, llena de presunción.

    —¿De verdad crees que puedes irte así, sin más? No me hagas esto, Agatha. Sé que tú y yo podemos... disfrutar mucho más de esta noche. Lo que no te he mostrado aún puede interesarte, créeme. Hay tantas cosas que podríamos compartir.

    El tono con el que lo decía era tan insistente que Agatha sintió una corriente fría recorrer su espalda. Se estaba acercando más de lo que debería, demasiado cerca.

    —Te lo agradezco, pero... no estoy interesada —respondió, casi sin aliento, con la voz temblando un poco. La sensación de incomodidad se transformaba rápidamente en algo más angustiante, un nudo en su estómago que le impedía moverse con total libertad.

    Sebastian, sin embargo, no parecía dispuesto a rendirse. Dio un paso más hacia ella, tocando levemente su brazo con una mano.

    —Es solo una cena, Agatha. No te hagas la difícil.

    Pero Agatha, asustada y repentinamente decidida, retrocedió un paso, alejándose de su toque. La última chispa de su cordura se encendió en ese instante.

    —Déjame ir, Sebastian. No quiero seguir con esto —dijo con firmeza, sin dejar que su miedo la dominara completamente. La puerta del restaurante estaba tan cerca, y con ella, la oportunidad de escapar de esa situación incómoda.

    Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, escuchó la puerta abrirse rápidamente. El sonido de unos pasos firmes acercándose la hizo girarse, y en ese momento vio a un hombre, su figura imponente y el rostro tan tranquilo como peligroso, salir del restaurante. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer la postura firme y segura de quien se acercaba, pero no estaba segura de quién era.

    Sebastian se detuvo al instante al ver la mirada penetrante del hombre, que lo observaba con calma, como si evaluara la situación. No hubo palabras, pero el aire cambió, y la tensión entre los tres se palpaba. El desconocido se mantuvo en silencio, simplemente de pie a un lado de Agatha, vigilando a Sebastian con una quietud que no dejaba lugar a dudas.

    Sebastian, incómodo, miró al hombre una vez más, luego a Agatha, y finalmente, dio un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición. Con una última mirada cargada de frustración, dio media vuelta y se alejó rápidamente, sin decir una palabra.

    Agatha permaneció en silencio, el alivio llegando en oleadas mientras veía cómo Sebastian se alejaba. El hombre que había intervenido no se movió, pero Agatha sintió su presencia como una barrera protectora entre ella y la amenaza que había sido la cita.

    Después de unos momentos, el hombre hizo un leve gesto hacia ella, indicando que podía irse. Agatha, aún con el corazón acelerado, asintió con una mirada agradecida. Sin palabras, comenzó a caminar hacia la salida, y él la siguió de cerca, manteniendo su paso tranquilo y seguro.
    Era una noche tranquila en el restaurante, el ambiente cálido con luces suaves que iluminaban los pequeños detalles de la decoración. Agatha se encontraba sentada en una mesa elegante, ajustando con sutileza su colgante favorito, un regalo de su madre que, sin saberlo, albergaba una pequeña cámara instalada por Ryo, su leal guardaespaldas. Aunque Agatha nunca había hablado de estas citas, sus amigas habían insistido en organizarla, y algo en su interior le decía que había sido una mala idea no haberle mencionado nada a Ryo. "Solo será una cena", pensaba, intentando calmar su conciencia. Un mes de planes para hacer algo distinto, algo "divertido", y sus amigas lo habían convencido. Lo que Agatha no sabía era que Ryo había decidido ser cauteloso y no dejarla ir sin estar cerca de alguna forma, aunque no se lo hubiera dicho. De repente, el hombre llegó: Sebastian, alto, con una sonrisa arrogante y el aire de alguien que siempre se cree el centro de atención. Su paso firme resonó al acercarse, y Agatha se sintió instantáneamente incómoda. —Agatha —dijo con un tono altanero, extendiendo la mano—. Encantado de verte por fin fuera de tus... quehaceres domésticos. Me imaginaba que ser ama de llaves no te dejaría tanto tiempo libre. Agatha forzó una sonrisa, el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir. Había algo en su tono que la hizo sentir algo pequeña. —Encantada, Sebastian —respondió, estrechando su mano brevemente y, a pesar de la sensación de incomodidad, haciendo todo lo posible por mantener la calma. Se sentaron, y él comenzó a hablar sin cesar sobre sus logros y las fiestas en las que había estado, como si quisiera demostrarle que su vida era mucho más interesante que la de ella. Agatha trató de no sentirse abrumada. Ella no tenía mucho que compartir sobre grandes fiestas o viajes lujosos, solo su tranquila vida de trabajo en casa y su pequeño círculo de amigos. Mientras el camarero servía el vino, él comenzó a hablar más sobre sí mismo, con una sonrisa burlona. —Siempre he pensado que las mujeres que trabajan en la casa son bastante... limitadas —comentó, tomando un sorbo de su copa, mirando a Agatha con una mezcla de curiosidad y desdén—. Aunque, claro, debe ser interesante ver cómo se pueden organizar tantas cosas al mismo tiempo. ¿No te resulta aburrido? ¿Todo el tiempo con las mismas rutinas? Agatha sintió una leve punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. La pequeña mentira que se había dicho a sí misma se reafirmó: "Solo es una cena." —Bueno, mi trabajo tiene sus retos —respondió, procurando no sonar defensiva. Miró la copa de vino antes de dar un sorbo, sintiendo la presión de mantener una conversación normal a pesar de la creciente incomodidad. —Sí, claro —dijo él, levantando una ceja con una sonrisa presuntuosa—. Pero, en serio, ¿cómo te las arreglas para no aburrirte? Debe ser una vida monótona, ¿no? —Se recostó en la silla, observándola con esa mirada superior que parecía evaluar cada palabra que ella decía—. ¿Algún pasatiempo interesante fuera de limpiar? El comentario le golpeó, y Agatha sintió un leve calor en sus mejillas. Sin embargo, no quería que él notara lo que realmente pensaba. —No todo es tan... limitado, como lo ves. Los pequeños detalles tienen su valor —respondió con suavidad, pero sin perder el control. —¿Pequeños detalles? —se rió él, negando con la cabeza de forma despectiva—. No sé, Agatha, parece que has invertido tu vida en una ocupación... algo mediocre. No puedo imaginarme perdiendo el tiempo con algo tan trivial. El tono de Sebastian comenzó a volverse más directo, casi desafiante. Agatha, aunque algo alterada por sus palabras, trató de mantenerse serena. La incomodidad se intensificaba con cada palabra. —¿Sabes? A veces me pregunto qué pasaría si fueras un poco más... abierta con tus... pasatiempos. Tal vez una vida menos... reservada podría ser más... satisfactoria. La cercanía de su mirada la hizo sentir aún más incómoda. La inclinación hacia ella no era casual, y Agatha empezó a percibir que él no solo estaba hablando de su trabajo, sino también de su vida personal. —Creo que prefiero disfrutar de las cosas sencillas —respondió con voz firme, sin saber cómo defenderse sin sonar arrogante, mientras intentaba alejar su silla un poco. —¿Sencillas? —insistió él, acercándose un poco más, su tono volviéndose más atrevido—. Agatha, por favor, no te pongas tan... recatada. Estoy seguro de que hay mucho más en ti que un trabajo aburrido y tu vida en esta... casa. Tal vez me equivoqué contigo. De repente, ella sintió que el ambiente se volvía pesado, como si no pudiera respirar correctamente. El tono de él, su mirada invasiva, todo eso la hacía sentir vulnerable. Agatha tenía la sensación de que algo no iba bien, pero no quería ser grosera ni levantar sospechas. Aunque en el fondo deseaba poder salir corriendo, se obligó a mantenerse en su lugar. El peso del colgante sobre su cuello comenzó a sentirse cada vez más pesado, pero no lo pensó mucho. De hecho, ni siquiera se dio cuenta de que la cámara dentro de él estaba transmitiendo en vivo a Ryo, quien observaba la escena con creciente preocupación desde su posición cercana en otro lugar. Agatha, forzando una sonrisa, trató de poner fin a la velada de la manera más educada posible. —Creo que es mejor que dejemos esto aquí, Sebastian —dijo, poniendo su copa con delicadeza sobre la mesa. La incomodidad se notaba claramente en su rostro. Sebastian frunció el ceño, desconcertado por su repentina frialdad. —¿Qué? ¿Ya te vas? Pero si apenas hemos comenzado. Agatha se levantó lentamente, evitando su mirada. Su corazón latía más rápido que nunca. —Creo que me ha dado suficiente... compañía por esta noche —respondió, sus palabras saliendo con una firmeza que no sentía realmente. Necesitaba irse, y lo sabía. Un silencio incómodo se apoderó de la mesa mientras ella se retiraba, deseando no haber tenido que lidiar con esta situación. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía identificar exactamente qué. La sensación de que algo la observaba, como si estuviera siendo vigilada, la hizo sentirse aún más incómoda. Cuando salió del restaurante, la pequeña mentira que se decía a sí misma resonaba una vez más: "Solo era una cena." Agatha se levantó de la mesa con rapidez, su corazón latiendo más fuerte de lo que había imaginado. Sin mirarlo directamente, comenzó a caminar hacia la salida, intentando mantener la compostura. La incomodidad de la conversación, la presión de sus palabras y la actitud invasiva de Sebastian la habían dejado agotada, y solo deseaba llegar a su coche, alejarse de esa situación. Pero antes de que pudiera llegar al umbral de la puerta, escuchó sus pasos detrás de ella. Sebastian la había seguido. —¡Agatha! —llamó con tono alto, casi desafiante, mientras se acercaba rápidamente. —¿Ya te vas? ¿A dónde crees que vas tan pronto? La noche apenas ha comenzado, y ni siquiera has probado el plato principal. No puedes irte así. Agatha detuvo su paso en seco, sintiendo la presión de su presencia detrás de ella. Giró lentamente, intentando mostrar calma, aunque su estómago estaba revuelto. —Creo que ya he tenido suficiente —dijo, su voz más firme de lo que se sentía. Mantuvo la mirada baja, evitando que él pudiera ver la ansiedad que empezaba a brotar. Sebastian sonrió, pero no con la amabilidad que había pretendido al principio. Era una sonrisa burlona, llena de presunción. —¿De verdad crees que puedes irte así, sin más? No me hagas esto, Agatha. Sé que tú y yo podemos... disfrutar mucho más de esta noche. Lo que no te he mostrado aún puede interesarte, créeme. Hay tantas cosas que podríamos compartir. El tono con el que lo decía era tan insistente que Agatha sintió una corriente fría recorrer su espalda. Se estaba acercando más de lo que debería, demasiado cerca. —Te lo agradezco, pero... no estoy interesada —respondió, casi sin aliento, con la voz temblando un poco. La sensación de incomodidad se transformaba rápidamente en algo más angustiante, un nudo en su estómago que le impedía moverse con total libertad. Sebastian, sin embargo, no parecía dispuesto a rendirse. Dio un paso más hacia ella, tocando levemente su brazo con una mano. —Es solo una cena, Agatha. No te hagas la difícil. Pero Agatha, asustada y repentinamente decidida, retrocedió un paso, alejándose de su toque. La última chispa de su cordura se encendió en ese instante. —Déjame ir, Sebastian. No quiero seguir con esto —dijo con firmeza, sin dejar que su miedo la dominara completamente. La puerta del restaurante estaba tan cerca, y con ella, la oportunidad de escapar de esa situación incómoda. Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, escuchó la puerta abrirse rápidamente. El sonido de unos pasos firmes acercándose la hizo girarse, y en ese momento vio a un hombre, su figura imponente y el rostro tan tranquilo como peligroso, salir del restaurante. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer la postura firme y segura de quien se acercaba, pero no estaba segura de quién era. Sebastian se detuvo al instante al ver la mirada penetrante del hombre, que lo observaba con calma, como si evaluara la situación. No hubo palabras, pero el aire cambió, y la tensión entre los tres se palpaba. El desconocido se mantuvo en silencio, simplemente de pie a un lado de Agatha, vigilando a Sebastian con una quietud que no dejaba lugar a dudas. Sebastian, incómodo, miró al hombre una vez más, luego a Agatha, y finalmente, dio un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición. Con una última mirada cargada de frustración, dio media vuelta y se alejó rápidamente, sin decir una palabra. Agatha permaneció en silencio, el alivio llegando en oleadas mientras veía cómo Sebastian se alejaba. El hombre que había intervenido no se movió, pero Agatha sintió su presencia como una barrera protectora entre ella y la amenaza que había sido la cita. Después de unos momentos, el hombre hizo un leve gesto hacia ella, indicando que podía irse. Agatha, aún con el corazón acelerado, asintió con una mirada agradecida. Sin palabras, comenzó a caminar hacia la salida, y él la siguió de cerca, manteniendo su paso tranquilo y seguro.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    20
    Estado
    Disponible
    Me shockea
    Me enjaja
    4
    5 turnos 0 maullidos 902 vistas
  • " 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭í 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐠𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐲 𝐥𝐨 𝐜𝐮𝐦𝐩𝐥𝐢𝐫é 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐦á𝐬. 𝐈𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐬𝐢 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥𝐥𝐨. "



    La primera mujer que amó con toda su alma fue su madre. Una mujer que vivió en un infierno constante para protegerlo, que sacrificó todo por mantenerlo alejado de los bajos mundos que la devoraban. Fue una mujer que desapareció de su vida tras su cumpleaños número catorce, dejándolo con un vacío que nunca pudo llenar. No volvió a verla hasta el día de su muerte.

    "Ni un solo porcentaje de mí vale lo que tú hiciste por mí. Perdóname, madre... Perdóname por no haberte salvado."


    [...]


    El cielo se teñía de un naranja profundo con tintes de amarillo, como si el sol se ocultara de la ira de un ruso que había perdido todo rastro de cordura.

    La mansión, alguna vez símbolo de grandeza, era ahora un escenario de caos. Las llamas devoraban las paredes con furia, mientras los disparos resonaban en cada rincón. Los empleados, leales más allá del deber, no dudaron en tomar armas para proteger la propiedad de su jefe, luchando como si sus vidas dependieran de ello, como si su sacrificio pudiera redimir aquella tragedia inevitable.

    Hace solo unas horas, Kiev había recibido una carta. Dentro, un anillo de plata con un zafiro incrustado y un mechón de cabello rubio. Cabello que hasta hace poco había acariciado con devoción, cuando sostenía en sus brazos a la mujer que amaba, prometiéndole seguridad para ambos.

    "Iré a comprar ropa." Esas fueron las últimas palabras que escuchó de ella antes de perderla de nuevo.

    Habían pasado días desde su reencuentro, días en los que la felicidad parecía al alcance de sus manos. Ella había regresado, él le había suplicado que se quedara, prometiéndole que movería cielo y tierra para protegerla. Ella, Angyar o Arturia, como solía llamarse, era la única persona capaz de calmar su tormento. Con su voz, con sus caricias, le había dado un respiro de paz. Pero la felicidad fue efímera.


    ¿Cómo fue posible que de un día para otro festejaban su cumpleaños y al rato toda esa felicidad desapareció? ¿Cómo iba a saber que mientras preparaba todo para recuperar a su amada, su padre mando a personas para que lo atacarán? Era imposible saberlo, pero ahí estaban.


    La noche anterior, en un gesto que dejó a Kiev sin palabras, ella había preparado un pastel ruso para celebrar su cumpleaños. Era el mismo pastel que su madre solía hacerle cuando era niño, una memoria dulce y dolorosa que ella, de alguna manera, había traído de vuelta. Al probar el primer bocado, su pecho se llenó de emociones encontradas: nostalgia, gratitud y amor. Había algo casi sagrado en verla dedicar tiempo y esfuerzo para darle un momento de alegría, un regalo que, sin saberlo, sería el último.


    El recuerdo era tan reciente que dolía. Ayer tenía todo; hoy no tenía nada.

    Ahora, con la carta en manos temblorosas y el anillo que simbolizaba su unión arrancado de su contexto, solo quedaba un vacío insondable. El mechón de cabello era una burla cruel, una promesa rota. Su grito desgarró el aire, un trueno de furia y dolor que estremeció hasta las paredes ardientes de su hogar.

    Mandó preparar a su gente, sus mejores hombres. No importaba quién fuera el responsable, no importaba cuántos países tuviera que destruir. Si alguien había tocado siquiera un centímetro de piel de su amada, desataría un infierno que nadie podría detener.

    Pero el destino tenía otros planes. Mientras se preparaba para salir en su búsqueda, el ataque comenzó. Explosiones sacudieron la mansión, las paredes se derrumbaron, y los jardines que ella había admirado se convirtieron en cráteres humeantes. Las armas que ahora lo amenazaban eran creadas por la misma empresa de su padre, el hombre que siempre había sido una sombra en su vida. Era una emboscada, una jugada calculada que lo había tomado desprevenido.

    El dolor físico era insoportable, pero la angustia en su pecho era peor. Kiev sabía que su tiempo se agotaba. Las heridas en su cuerpo lo debilitaban, ¿Morir? Era una palabra que no existía en su vocabulario, viviria por el contrato de la muerte.

    —Encuéntrenla... Márchate y lleva a mis hombres a buscarla. —Las palabras salieron jadeantes, pero firmes, su tono frío ocultaba el miedo desesperado de perderla.

    Marcos, su asistente, quiso protestar, pero la mirada de su jefe era suficiente para detener cualquier objeción. Con un nudo en la garganta y el corazón pesado, dejó al ruso atrás.

    Las últimas imágenes de Kiev que captaron sus ojos fueron devastadoras: su jefe, sometido en el suelo, luchando como una bestia herida mientras varios hombres lo inmovilizaban. Los cuellos rotos de sus atacantes eran prueba de su resistencia, pero al final, lo sedaron. El cuerpo inerte del ruso fue arrastrado entre los escombros, desapareciendo en la noche mientras las llamas seguían consumiendo lo poco que quedaba de su hogar.

    " 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭í 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐠𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐲 𝐥𝐨 𝐜𝐮𝐦𝐩𝐥𝐢𝐫é 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐦á𝐬. 𝐈𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐬𝐢 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥𝐥𝐨. " La primera mujer que amó con toda su alma fue su madre. Una mujer que vivió en un infierno constante para protegerlo, que sacrificó todo por mantenerlo alejado de los bajos mundos que la devoraban. Fue una mujer que desapareció de su vida tras su cumpleaños número catorce, dejándolo con un vacío que nunca pudo llenar. No volvió a verla hasta el día de su muerte. "Ni un solo porcentaje de mí vale lo que tú hiciste por mí. Perdóname, madre... Perdóname por no haberte salvado." [...] El cielo se teñía de un naranja profundo con tintes de amarillo, como si el sol se ocultara de la ira de un ruso que había perdido todo rastro de cordura. La mansión, alguna vez símbolo de grandeza, era ahora un escenario de caos. Las llamas devoraban las paredes con furia, mientras los disparos resonaban en cada rincón. Los empleados, leales más allá del deber, no dudaron en tomar armas para proteger la propiedad de su jefe, luchando como si sus vidas dependieran de ello, como si su sacrificio pudiera redimir aquella tragedia inevitable. Hace solo unas horas, Kiev había recibido una carta. Dentro, un anillo de plata con un zafiro incrustado y un mechón de cabello rubio. Cabello que hasta hace poco había acariciado con devoción, cuando sostenía en sus brazos a la mujer que amaba, prometiéndole seguridad para ambos. "Iré a comprar ropa." Esas fueron las últimas palabras que escuchó de ella antes de perderla de nuevo. Habían pasado días desde su reencuentro, días en los que la felicidad parecía al alcance de sus manos. Ella había regresado, él le había suplicado que se quedara, prometiéndole que movería cielo y tierra para protegerla. Ella, Angyar o Arturia, como solía llamarse, era la única persona capaz de calmar su tormento. Con su voz, con sus caricias, le había dado un respiro de paz. Pero la felicidad fue efímera. ¿Cómo fue posible que de un día para otro festejaban su cumpleaños y al rato toda esa felicidad desapareció? ¿Cómo iba a saber que mientras preparaba todo para recuperar a su amada, su padre mando a personas para que lo atacarán? Era imposible saberlo, pero ahí estaban. La noche anterior, en un gesto que dejó a Kiev sin palabras, ella había preparado un pastel ruso para celebrar su cumpleaños. Era el mismo pastel que su madre solía hacerle cuando era niño, una memoria dulce y dolorosa que ella, de alguna manera, había traído de vuelta. Al probar el primer bocado, su pecho se llenó de emociones encontradas: nostalgia, gratitud y amor. Había algo casi sagrado en verla dedicar tiempo y esfuerzo para darle un momento de alegría, un regalo que, sin saberlo, sería el último. El recuerdo era tan reciente que dolía. Ayer tenía todo; hoy no tenía nada. Ahora, con la carta en manos temblorosas y el anillo que simbolizaba su unión arrancado de su contexto, solo quedaba un vacío insondable. El mechón de cabello era una burla cruel, una promesa rota. Su grito desgarró el aire, un trueno de furia y dolor que estremeció hasta las paredes ardientes de su hogar. Mandó preparar a su gente, sus mejores hombres. No importaba quién fuera el responsable, no importaba cuántos países tuviera que destruir. Si alguien había tocado siquiera un centímetro de piel de su amada, desataría un infierno que nadie podría detener. Pero el destino tenía otros planes. Mientras se preparaba para salir en su búsqueda, el ataque comenzó. Explosiones sacudieron la mansión, las paredes se derrumbaron, y los jardines que ella había admirado se convirtieron en cráteres humeantes. Las armas que ahora lo amenazaban eran creadas por la misma empresa de su padre, el hombre que siempre había sido una sombra en su vida. Era una emboscada, una jugada calculada que lo había tomado desprevenido. El dolor físico era insoportable, pero la angustia en su pecho era peor. Kiev sabía que su tiempo se agotaba. Las heridas en su cuerpo lo debilitaban, ¿Morir? Era una palabra que no existía en su vocabulario, viviria por el contrato de la muerte. —Encuéntrenla... Márchate y lleva a mis hombres a buscarla. —Las palabras salieron jadeantes, pero firmes, su tono frío ocultaba el miedo desesperado de perderla. Marcos, su asistente, quiso protestar, pero la mirada de su jefe era suficiente para detener cualquier objeción. Con un nudo en la garganta y el corazón pesado, dejó al ruso atrás. Las últimas imágenes de Kiev que captaron sus ojos fueron devastadoras: su jefe, sometido en el suelo, luchando como una bestia herida mientras varios hombres lo inmovilizaban. Los cuellos rotos de sus atacantes eran prueba de su resistencia, pero al final, lo sedaron. El cuerpo inerte del ruso fue arrastrado entre los escombros, desapareciendo en la noche mientras las llamas seguían consumiendo lo poco que quedaba de su hogar.
    Me entristece
    Me shockea
    Me encocora
    Me endiabla
    26
    21 turnos 0 maullidos 1727 vistas
  • "𝓔𝓵 𝓮𝓷𝓬𝓾𝓮𝓷𝓽𝓻𝓸 𝓲𝓷𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓭𝓸" con Heinrich Rosenberg

    Siempre era tedioso y agotador lidiar con aquellos estúpidos mafiosos. Aún seguía bajo la atenta mirada de estos pues seguían esperando que Shinobu pagase la gran deuda que su tío dejó.
    Por suerte llegó su hora de "libertad", el momento en el que se iría a casa a ducharse, cenar y descansar. Pero esa noche otros planes vinieron a su mente. Necesitaba algo de aire fresco para desconectar de todo y a altas horas de la noche, en los parques de la zona, no había prácticamente señal de vida humana, era el momento ideal. Empezó a deambular por un bello y gran parque que contaba con una amplia variedad de flores y árboles. Las tenues luces de las farolas iluminaban el lugar lo suficiente como para que se pudiera ver todo con claridad. Claro que tampoco le eran necesarias dichas luces, una de las cualidades de su naturaleza lobuna era una buena visión nocturna.

    -Esos malditos desgraciados... Si tan solo pudiera partirles la cara a todos...- Murmuraba maldiciendo a los yakuza que andaban tras de él.

    Mientras caminaba lentamente, escupiendo maldiciones por momentos, sacó su cajetilla de cigarrillos, tomó uno, lo llevó a sus labios, lo encendió y procedió a dar una gran calada. Exhaló el humo mientras cerraba los ojos. Se le notaba realmente cansado y lo único que quería era alejarse del mundanal ruido del ocio nocturno y de la gente ebria.
    "𝓔𝓵 𝓮𝓷𝓬𝓾𝓮𝓷𝓽𝓻𝓸 𝓲𝓷𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓭𝓸" con [Heinz_Vamp] Siempre era tedioso y agotador lidiar con aquellos estúpidos mafiosos. Aún seguía bajo la atenta mirada de estos pues seguían esperando que Shinobu pagase la gran deuda que su tío dejó. Por suerte llegó su hora de "libertad", el momento en el que se iría a casa a ducharse, cenar y descansar. Pero esa noche otros planes vinieron a su mente. Necesitaba algo de aire fresco para desconectar de todo y a altas horas de la noche, en los parques de la zona, no había prácticamente señal de vida humana, era el momento ideal. Empezó a deambular por un bello y gran parque que contaba con una amplia variedad de flores y árboles. Las tenues luces de las farolas iluminaban el lugar lo suficiente como para que se pudiera ver todo con claridad. Claro que tampoco le eran necesarias dichas luces, una de las cualidades de su naturaleza lobuna era una buena visión nocturna. -Esos malditos desgraciados... Si tan solo pudiera partirles la cara a todos...- Murmuraba maldiciendo a los yakuza que andaban tras de él. Mientras caminaba lentamente, escupiendo maldiciones por momentos, sacó su cajetilla de cigarrillos, tomó uno, lo llevó a sus labios, lo encendió y procedió a dar una gran calada. Exhaló el humo mientras cerraba los ojos. Se le notaba realmente cansado y lo único que quería era alejarse del mundanal ruido del ocio nocturno y de la gente ebria.
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    8
    11 turnos 0 maullidos 822 vistas
  • 𝐎𝐍𝐂𝐄 𝐔𝐏𝐎𝐍 𝐀 𝐓𝐈𝐌𝐄...

    𝑌𝑜𝑢 ℎ𝑎𝑣𝑒 𝑚𝑦 ℎ𝑒𝑎𝑟𝑡. 𝐴𝑛𝑑 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑛𝑒𝑣𝑒𝑟 𝑏𝑒 𝑤𝑜𝑟𝑙𝑑𝑠 𝑎𝑝𝑎𝑟𝑡, 𝑚𝑎𝑦𝑏𝑒 𝑖𝑛 𝑚𝑎𝑔𝑎𝑧𝑖𝑛𝑒𝑠 𝑏𝑢𝑡 𝑦𝑜𝑢'𝑙𝑙 𝑠𝑡𝑖𝑙𝑙 𝑏𝑒 𝑚𝑦 𝑠𝑡𝑎𝑟. 𝐵𝑎𝑏𝑦, '𝑐𝑎𝑢𝑠𝑒 𝑖𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑑𝑎𝑟𝑘 𝑦𝑜𝑢 𝑐𝑎𝑛'𝑡 𝑠𝑒𝑒 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑦 𝑐𝑎𝑟𝑠. 𝐴𝑛𝑑 𝑡ℎ𝑎𝑡'𝑠 𝑤ℎ𝑒𝑛 𝑦𝑜𝑢 𝑛𝑒𝑒𝑑 𝑚𝑒 𝑡ℎ𝑒𝑟𝑒 𝑤𝑖𝑡ℎ 𝑦𝑜𝑢 𝐼'𝑙𝑙 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑠ℎ𝑎𝑟𝑒. 𝐵𝑒𝑐𝑎𝑢𝑠𝑒...

    Amigo.
    Compañero.
    Protegido.

    Caos + Caos.

    Combinación letal.

    Para fines laborales eran una bomba.
    Para fines personales eran un par que compartía locura, traumas, momentos y una sólida amistad.

    Como siempre, ahí para recoger los trozos y volverlos a unir.

    𝑊ℎ𝑒𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑠𝑢𝑛 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒𝑠, 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒 𝑡𝑜𝑔𝑒𝑡ℎ𝑒𝑟. 𝑇𝑜𝑙𝑑 𝑦𝑜𝑢 𝐼'𝑙𝑙 𝑏𝑒 ℎ𝑒𝑟𝑒 𝑓𝑜𝑟𝑒𝑣𝑒𝑟, 𝑠𝑎𝑖𝑑 𝐼'𝑙𝑙 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑏𝑒 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝑓𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑... 𝑡𝑜𝑜𝑘 𝑎𝑛 𝑜𝑎𝑡ℎ, 𝐼'𝑚𝑎 𝑠𝑡𝑖𝑐𝑘 𝑖𝑡 𝑜𝑢𝑡 𝑡𝑜 𝑡ℎ𝑒 𝑒𝑛𝑑. 𝑁𝑜𝑤 𝑡ℎ𝑎𝑡 𝑖𝑡'𝑠 𝑟𝑎𝑖𝑛𝑖𝑛𝑔 𝑚𝑜𝑟𝑒 𝑡ℎ𝑎𝑛 𝑒𝑣𝑒𝑟, 𝑘𝑛𝑜𝑤 𝑡ℎ𝑎𝑡 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑠𝑡𝑖𝑙𝑙 ℎ𝑎𝑣𝑒 𝑒𝑎𝑐ℎ 𝑜𝑡ℎ𝑒𝑟. 𝑌𝑜𝑢 𝑐𝑎𝑛 𝑠𝑡𝑎𝑛𝑑 𝑢𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑚𝑦 𝑢𝑚𝑏𝑟𝑒𝑙𝑙𝑎...

    Las palabras sobraban.
    Sólo una mirada y él supo de su tristeza y dolor.
    El silencio era lo mejor, lo sabía e hizo lo de siempre: estar ahí hasta que el dolor disminuyera.

    Los planes cambiaban, adiós festival, hola reparación.

    𝑇𝑜𝑔𝑒𝑡ℎ𝑒𝑟 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑚𝑒𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢𝑟 ℎ𝑒𝑎𝑟𝑡 𝑏𝑒𝑐𝑎𝑢𝑠𝑒... 𝑊ℎ𝑒𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑠𝑢𝑛 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒𝑠, 𝑤𝑒 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒 𝑡𝑜𝑔𝑒𝑡ℎ𝑒𝑟. 𝑇𝑜𝑙𝑑 𝑦𝑜𝑢 𝐼'𝑙𝑙 𝑏𝑒 ℎ𝑒𝑟𝑒 𝑓𝑜𝑟𝑒𝑣𝑒𝑟. 𝑆𝑎𝑖𝑑 𝐼'𝑙𝑙 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑏𝑒 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝑓𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑. 𝑇𝑜𝑜𝑘 𝑎𝑛 𝑜𝑎𝑡ℎ, 𝐼'𝑚𝑎 𝑠𝑡𝑖𝑐𝑘 𝑖𝑡 𝑜𝑢𝑡 𝑡𝑜 𝑡ℎ𝑒 𝑒𝑛𝑑.

    𝐎𝐍𝐂𝐄 𝐔𝐏𝐎𝐍 𝐀 𝐓𝐈𝐌𝐄... 𝑌𝑜𝑢 ℎ𝑎𝑣𝑒 𝑚𝑦 ℎ𝑒𝑎𝑟𝑡. 𝐴𝑛𝑑 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑛𝑒𝑣𝑒𝑟 𝑏𝑒 𝑤𝑜𝑟𝑙𝑑𝑠 𝑎𝑝𝑎𝑟𝑡, 𝑚𝑎𝑦𝑏𝑒 𝑖𝑛 𝑚𝑎𝑔𝑎𝑧𝑖𝑛𝑒𝑠 𝑏𝑢𝑡 𝑦𝑜𝑢'𝑙𝑙 𝑠𝑡𝑖𝑙𝑙 𝑏𝑒 𝑚𝑦 𝑠𝑡𝑎𝑟. 𝐵𝑎𝑏𝑦, '𝑐𝑎𝑢𝑠𝑒 𝑖𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑑𝑎𝑟𝑘 𝑦𝑜𝑢 𝑐𝑎𝑛'𝑡 𝑠𝑒𝑒 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑦 𝑐𝑎𝑟𝑠. 𝐴𝑛𝑑 𝑡ℎ𝑎𝑡'𝑠 𝑤ℎ𝑒𝑛 𝑦𝑜𝑢 𝑛𝑒𝑒𝑑 𝑚𝑒 𝑡ℎ𝑒𝑟𝑒 𝑤𝑖𝑡ℎ 𝑦𝑜𝑢 𝐼'𝑙𝑙 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑠ℎ𝑎𝑟𝑒. 𝐵𝑒𝑐𝑎𝑢𝑠𝑒... Amigo. Compañero. Protegido. Caos + Caos. Combinación letal. Para fines laborales eran una bomba. Para fines personales eran un par que compartía locura, traumas, momentos y una sólida amistad. Como siempre, ahí para recoger los trozos y volverlos a unir. 𝑊ℎ𝑒𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑠𝑢𝑛 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒𝑠, 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒 𝑡𝑜𝑔𝑒𝑡ℎ𝑒𝑟. 𝑇𝑜𝑙𝑑 𝑦𝑜𝑢 𝐼'𝑙𝑙 𝑏𝑒 ℎ𝑒𝑟𝑒 𝑓𝑜𝑟𝑒𝑣𝑒𝑟, 𝑠𝑎𝑖𝑑 𝐼'𝑙𝑙 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑏𝑒 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝑓𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑... 𝑡𝑜𝑜𝑘 𝑎𝑛 𝑜𝑎𝑡ℎ, 𝐼'𝑚𝑎 𝑠𝑡𝑖𝑐𝑘 𝑖𝑡 𝑜𝑢𝑡 𝑡𝑜 𝑡ℎ𝑒 𝑒𝑛𝑑. 𝑁𝑜𝑤 𝑡ℎ𝑎𝑡 𝑖𝑡'𝑠 𝑟𝑎𝑖𝑛𝑖𝑛𝑔 𝑚𝑜𝑟𝑒 𝑡ℎ𝑎𝑛 𝑒𝑣𝑒𝑟, 𝑘𝑛𝑜𝑤 𝑡ℎ𝑎𝑡 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑠𝑡𝑖𝑙𝑙 ℎ𝑎𝑣𝑒 𝑒𝑎𝑐ℎ 𝑜𝑡ℎ𝑒𝑟. 𝑌𝑜𝑢 𝑐𝑎𝑛 𝑠𝑡𝑎𝑛𝑑 𝑢𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑚𝑦 𝑢𝑚𝑏𝑟𝑒𝑙𝑙𝑎... Las palabras sobraban. Sólo una mirada y él supo de su tristeza y dolor. El silencio era lo mejor, lo sabía e hizo lo de siempre: estar ahí hasta que el dolor disminuyera. Los planes cambiaban, adiós festival, hola reparación. 𝑇𝑜𝑔𝑒𝑡ℎ𝑒𝑟 𝑤𝑒'𝑙𝑙 𝑚𝑒𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢𝑟 ℎ𝑒𝑎𝑟𝑡 𝑏𝑒𝑐𝑎𝑢𝑠𝑒... 𝑊ℎ𝑒𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑠𝑢𝑛 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒𝑠, 𝑤𝑒 𝑠ℎ𝑖𝑛𝑒 𝑡𝑜𝑔𝑒𝑡ℎ𝑒𝑟. 𝑇𝑜𝑙𝑑 𝑦𝑜𝑢 𝐼'𝑙𝑙 𝑏𝑒 ℎ𝑒𝑟𝑒 𝑓𝑜𝑟𝑒𝑣𝑒𝑟. 𝑆𝑎𝑖𝑑 𝐼'𝑙𝑙 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑏𝑒 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝑓𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑. 𝑇𝑜𝑜𝑘 𝑎𝑛 𝑜𝑎𝑡ℎ, 𝐼'𝑚𝑎 𝑠𝑡𝑖𝑐𝑘 𝑖𝑡 𝑜𝑢𝑡 𝑡𝑜 𝑡ℎ𝑒 𝑒𝑛𝑑.
    Me gusta
    Me entristece
    4
    0 turnos 0 maullidos 284 vistas
  • “ 𝐄𝐬𝐭𝐨𝐲 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚 ”







    Ryan, no era alguien con quién solía abrirse a nadie, un hombre que era sumamente reservado con su vida personal a excepción de sus dos mejores amigos, Rubí y Kiev. Pero de alguna manera, Vanya logró terminar con aquello, con un humor casi idéntico al suyo, lo hizo entrar en confianza, formando así una buena amistad que simplemente se fortaleció con el tiempo. Le contaba sus problemas, ideas jodidamente locas y de paso, también el hecho que había sido rechazado por una mujer que el había amado, una pelirroja que lo había hecho caer de nuevo.


    Era su amiga, su compinche, su compañera para quemar medio planeta, era como la hermana que simplemente deseo haber tenido. Por esa razón, le dolía demasiado verla tan destrozada por un ser que ni si quiera quería mencionar, un "hombre" que le habia jurado amor, y que al final, no fueron mas que patrañas, quien al parecer también tenía cierta relación con uno de sus amigos, el cual preferiría evitar mencionar. Si Kiev o Rubí se enteraban de esto, no imaginaria su tipo de reacción ante esto, ya que Vanya era alguien sumamente importante para ellos, claro, no pensaba contárselos, no lo haría. Trataría de evitar que este problema escale a algo terrible por el bien de las personas involucradas, especialmente por Vanya.

    " ¿Debería dejar de ser amigo de una persona que... " No terminó de escribir la pregunta en Google, estaba totalmente agotado y no sabía que hacer con aquello. Al final terminó por cambiar la pregunta a "¿Cómo ayudar a una amiga qué está totalmente destrozada por un imbécil que simplemente quería utilizarla? " Las respuestas a su búsqueda eran infinitas, pero ninguna le servía. Ya había intentado de todo, de sacarla de la habitación, de acompañarla y hablar. Pero ella parecía tan ida, como si de un muerto se tratará, no sabía que hacer, a este paso estaba tan frustrado, no solo por sus problemas mentales, si no también por los de su amiga, en algun momento su mente retorcida habia pensado en la simple solución de "dejar caer la toalla" un pensamiento surgido por la exactitud de no saber que hacer.

    Dejo su cabeza caer y miro el gran festival que se celebraba desde lejos, una festividad movida, en dónde se supone que habían hecho planes con la pelinegra para ver cierto artista que tocaba, en dónde todas las personas del hotel se hallaban, todos excepto ellos dos.

    Trataba de pensar en alguna idea, necesitaba arreglar aquello lo más rápido posible. ¿Y si ella intentaba algo? ¿Si se hacía daño? El amor puede cegar tanto, a una manera que simplemente puede destruir una persona. No quería eso para una amiga, mucho menos para alguien que lo había apoyado tanto.

    Al final y al cabo, sus pensamientos fueron interrumpidos por un gran estruendo que escuchó en la habitación de alado, en la habitación de la pelinegra.

    — No, No, ¡No! ¡Vanya! ¡Abre la puerta! — Golpeó la puerta incontables veces, gritaba de forma brusca. Había perdido las veces que había golpeado desde que corrió hacia su habitación.— ¡No hagas nada estúpido, por favor! — Gritaba fuertemente.

    De la nada, simplemente no escuchó nada, su mente se desconecto un segundo, no fue más a juegos y abrió la puerta de una patada. Y ahí la vio, su cuerpo tirado en el piso.

    — No... ¡Vanya! — Corrió directamente hacia ella, tomo su rostro y le dió unos golpecitos en la mejilla tratando de despertarla. O al menos eso trataba, pero parecía sumamente inconsciente — Despierta, despierta.

    No sintió la presencia de varios hombres ahí, su concentración estaba dirigida hacia ella, hasta que escuchó algo metálico golpear el piso. Se quedó quieto y su mirada se dirigío hacia atrás para ver la presencia de cierto hombre.

    Un golpe fuerte en su cabeza fue suficiente para que él rubio cayera desmayado en el frío piso de la habitación.

    Varios hombres hicieron presencia y entre ellos uno que destacaba por su imponente figura. Tanto el cuerpo de Ryan y Vanya, fueron agarrados por unos grandulones, para llevárselos consigo fuera del hotel y posteriormente hacia unos autos de color negro.

    En algún momento se despertó con el nombre de su amiga en mente, la vio, pero amarrada
    y sin despertar. Cuando escuchó algo como motores de aviones, trato de moverse, buscar alguna forma de escapar de ahí, pero para su mala suerte, un hombre terminó drogandolo para hacerlo dormir, nuevamente esta s todo oscuro. Estaban jodidos.
    “ 𝐄𝐬𝐭𝐨𝐲 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚 ” Ryan, no era alguien con quién solía abrirse a nadie, un hombre que era sumamente reservado con su vida personal a excepción de sus dos mejores amigos, Rubí y Kiev. Pero de alguna manera, Vanya logró terminar con aquello, con un humor casi idéntico al suyo, lo hizo entrar en confianza, formando así una buena amistad que simplemente se fortaleció con el tiempo. Le contaba sus problemas, ideas jodidamente locas y de paso, también el hecho que había sido rechazado por una mujer que el había amado, una pelirroja que lo había hecho caer de nuevo. Era su amiga, su compinche, su compañera para quemar medio planeta, era como la hermana que simplemente deseo haber tenido. Por esa razón, le dolía demasiado verla tan destrozada por un ser que ni si quiera quería mencionar, un "hombre" que le habia jurado amor, y que al final, no fueron mas que patrañas, quien al parecer también tenía cierta relación con uno de sus amigos, el cual preferiría evitar mencionar. Si Kiev o Rubí se enteraban de esto, no imaginaria su tipo de reacción ante esto, ya que Vanya era alguien sumamente importante para ellos, claro, no pensaba contárselos, no lo haría. Trataría de evitar que este problema escale a algo terrible por el bien de las personas involucradas, especialmente por Vanya. " ¿Debería dejar de ser amigo de una persona que... " No terminó de escribir la pregunta en Google, estaba totalmente agotado y no sabía que hacer con aquello. Al final terminó por cambiar la pregunta a "¿Cómo ayudar a una amiga qué está totalmente destrozada por un imbécil que simplemente quería utilizarla? " Las respuestas a su búsqueda eran infinitas, pero ninguna le servía. Ya había intentado de todo, de sacarla de la habitación, de acompañarla y hablar. Pero ella parecía tan ida, como si de un muerto se tratará, no sabía que hacer, a este paso estaba tan frustrado, no solo por sus problemas mentales, si no también por los de su amiga, en algun momento su mente retorcida habia pensado en la simple solución de "dejar caer la toalla" un pensamiento surgido por la exactitud de no saber que hacer. Dejo su cabeza caer y miro el gran festival que se celebraba desde lejos, una festividad movida, en dónde se supone que habían hecho planes con la pelinegra para ver cierto artista que tocaba, en dónde todas las personas del hotel se hallaban, todos excepto ellos dos. Trataba de pensar en alguna idea, necesitaba arreglar aquello lo más rápido posible. ¿Y si ella intentaba algo? ¿Si se hacía daño? El amor puede cegar tanto, a una manera que simplemente puede destruir una persona. No quería eso para una amiga, mucho menos para alguien que lo había apoyado tanto. Al final y al cabo, sus pensamientos fueron interrumpidos por un gran estruendo que escuchó en la habitación de alado, en la habitación de la pelinegra. — No, No, ¡No! ¡Vanya! ¡Abre la puerta! — Golpeó la puerta incontables veces, gritaba de forma brusca. Había perdido las veces que había golpeado desde que corrió hacia su habitación.— ¡No hagas nada estúpido, por favor! — Gritaba fuertemente. De la nada, simplemente no escuchó nada, su mente se desconecto un segundo, no fue más a juegos y abrió la puerta de una patada. Y ahí la vio, su cuerpo tirado en el piso. — No... ¡Vanya! — Corrió directamente hacia ella, tomo su rostro y le dió unos golpecitos en la mejilla tratando de despertarla. O al menos eso trataba, pero parecía sumamente inconsciente — Despierta, despierta. No sintió la presencia de varios hombres ahí, su concentración estaba dirigida hacia ella, hasta que escuchó algo metálico golpear el piso. Se quedó quieto y su mirada se dirigío hacia atrás para ver la presencia de cierto hombre. Un golpe fuerte en su cabeza fue suficiente para que él rubio cayera desmayado en el frío piso de la habitación. Varios hombres hicieron presencia y entre ellos uno que destacaba por su imponente figura. Tanto el cuerpo de Ryan y Vanya, fueron agarrados por unos grandulones, para llevárselos consigo fuera del hotel y posteriormente hacia unos autos de color negro. En algún momento se despertó con el nombre de su amiga en mente, la vio, pero amarrada y sin despertar. Cuando escuchó algo como motores de aviones, trato de moverse, buscar alguna forma de escapar de ahí, pero para su mala suerte, un hombre terminó drogandolo para hacerlo dormir, nuevamente esta s todo oscuro. Estaban jodidos.
    Me shockea
    Me entristece
    Me encocora
    Me endiabla
    21
    0 turnos 0 maullidos 1663 vistas
Ver más resultados
Patrocinados