• El vapor llenaba el baño, difuminando la luz que entraba por la ventana. Margo estaba sumergida hasta los hombros, con los ojos cerrados, tratando de sacarse el peso de la noche anterior, de las imágenes que aún quemaban en su cabeza.

    Un golpe suave en la puerta la hizo levantar apenas la mirada.

    —¿Puedo? —la voz de Reid se coló por la rendija, cautelosa, como si temiera romper algo más que la puerta.

    Margo esbozó una sonrisa ligera, cansada, y dejó que entrara:

    —Sí, Spence si no te importa la humedad.

    Él entró, un poco nervioso, con la carpeta cerrada en las manos. La tensión del caso aún estaba marcada en su rostro, pero sus ojos brillaban con esa mezcla de curiosidad y cuidado que siempre la desconcertaba.

    —Pensé que tal vez querrías —titubeó— hablar del caso. O no hablar o no hacer nada en absoluto.

    Ella rió suavemente, dejando que su espalda se hundiera un poco más en el agua caliente.

    —Eso suena como un plan, Doctor Reid. Te dejo decidir cuál de las tres opciones quieres.

    Él se sentó en el borde de la tina, con cuidado de no salpicarla, y respiró hondo. La vio cerrar los ojos otra vez y, sin decir nada más, simplemente se quedó ahí, ofreciendo presencia, un hombro seguro, un silencio que entendía más de lo que las palabras podrían.

    Y en ese instante, después de un caso tan intenso, Margo se permitió sentir alivio.
    Porque Spencer no venía a rescatarla.
    Solo estaba ahí.
    El vapor llenaba el baño, difuminando la luz que entraba por la ventana. Margo estaba sumergida hasta los hombros, con los ojos cerrados, tratando de sacarse el peso de la noche anterior, de las imágenes que aún quemaban en su cabeza. Un golpe suave en la puerta la hizo levantar apenas la mirada. —¿Puedo? —la voz de Reid se coló por la rendija, cautelosa, como si temiera romper algo más que la puerta. Margo esbozó una sonrisa ligera, cansada, y dejó que entrara: —Sí, Spence si no te importa la humedad. Él entró, un poco nervioso, con la carpeta cerrada en las manos. La tensión del caso aún estaba marcada en su rostro, pero sus ojos brillaban con esa mezcla de curiosidad y cuidado que siempre la desconcertaba. —Pensé que tal vez querrías —titubeó— hablar del caso. O no hablar o no hacer nada en absoluto. Ella rió suavemente, dejando que su espalda se hundiera un poco más en el agua caliente. —Eso suena como un plan, Doctor Reid. Te dejo decidir cuál de las tres opciones quieres. Él se sentó en el borde de la tina, con cuidado de no salpicarla, y respiró hondo. La vio cerrar los ojos otra vez y, sin decir nada más, simplemente se quedó ahí, ofreciendo presencia, un hombro seguro, un silencio que entendía más de lo que las palabras podrían. Y en ese instante, después de un caso tan intenso, Margo se permitió sentir alivio. Porque Spencer no venía a rescatarla. Solo estaba ahí.
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  • Carta de Dante a Alastor

    Alastor…

    Nunca imaginé que tendría que escribirte una despedida. Mucho menos una que me doliera tanto que apenas pueda sostener la pluma sin que me tiemble la mano.
    Pero aquí estoy, intentando poner en palabras algo que ni siquiera sé cómo explicar.

    No te escribo para reprocharte nada. Ni para pedirte que cambies. Tú eres como eres: una tormenta elegante, un desastre vestido de sonrisa, una sombra que sabe seducir incluso mientras destruye.
    Y yo… yo fui el idiota que decidió caminar hacia ti aun sabiendo que iba a quemarme.

    Amarte fue como abrazar fuego. Dolía, pero era hermoso. Me consumía, pero me hacía sentir vivo. Y por eso me quedé tanto tiempo, aun cuando sabía que cada paso contigo era un golpe más en mis costillas, un hilo menos en mi cordura.

    No sé si alguna vez sentiste algo real por mí. No sé si fui un pasatiempo, un entretenimiento más en tu eterna búsqueda de emociones ajenas. Nunca pedí que me amaras.
    Solo quería… no sé. Tal vez una señal. Un temblor en tu voz. Un segundo de vulnerabilidad. Algo que me dijera que no estaba amando solo un fantasma.

    Pero incluso eso te quise perdonar.

    Lo que no puedo perdonar es lo que me hice a mí mismo quedándome a tu lado.

    Por eso me voy, Alastor.
    No porque no te ame… sino porque te amo tanto que seguir a tu lado sería convertirme en un reflejo roto de lo que alguna vez fui.

    Ojalá pudiera odiarte. Ojalá pudiera arrancarte de mi pecho como quien arranca una espina. Pero tú no eres una espina; eres una raíz. Te metiste en todas mis grietas y las llenaste de tu risa, de tu voz, de esa presencia que nunca pude comprender del todo.

    Qué ironía: me voy para salvarme, y al hacerlo siento que me muero un poco.

    Gracias por los momentos que sí fueron nuestros, aunque hayan sido fugaces, distorsionados o egoísticos. Gracias por hacerme sentir algo tan grande que incluso ahora, escribiendo esto, no sé cómo dejarlo ir.

    Adiós, Alastor.
    No vuelvas por mí.
    No me busques en tus sombras ni me llames desde tus radios rotas.
    Si escucho tu voz otra vez… no sabré decir que no.

    Con el corazón hecho pedazos, pero con el valor de dejarlos caer,
    Dante

    Vergil Sparda
    Sparda The King Devil

    Carta de Dante a Alastor Alastor… Nunca imaginé que tendría que escribirte una despedida. Mucho menos una que me doliera tanto que apenas pueda sostener la pluma sin que me tiemble la mano. Pero aquí estoy, intentando poner en palabras algo que ni siquiera sé cómo explicar. No te escribo para reprocharte nada. Ni para pedirte que cambies. Tú eres como eres: una tormenta elegante, un desastre vestido de sonrisa, una sombra que sabe seducir incluso mientras destruye. Y yo… yo fui el idiota que decidió caminar hacia ti aun sabiendo que iba a quemarme. Amarte fue como abrazar fuego. Dolía, pero era hermoso. Me consumía, pero me hacía sentir vivo. Y por eso me quedé tanto tiempo, aun cuando sabía que cada paso contigo era un golpe más en mis costillas, un hilo menos en mi cordura. No sé si alguna vez sentiste algo real por mí. No sé si fui un pasatiempo, un entretenimiento más en tu eterna búsqueda de emociones ajenas. Nunca pedí que me amaras. Solo quería… no sé. Tal vez una señal. Un temblor en tu voz. Un segundo de vulnerabilidad. Algo que me dijera que no estaba amando solo un fantasma. Pero incluso eso te quise perdonar. Lo que no puedo perdonar es lo que me hice a mí mismo quedándome a tu lado. Por eso me voy, Alastor. No porque no te ame… sino porque te amo tanto que seguir a tu lado sería convertirme en un reflejo roto de lo que alguna vez fui. Ojalá pudiera odiarte. Ojalá pudiera arrancarte de mi pecho como quien arranca una espina. Pero tú no eres una espina; eres una raíz. Te metiste en todas mis grietas y las llenaste de tu risa, de tu voz, de esa presencia que nunca pude comprender del todo. Qué ironía: me voy para salvarme, y al hacerlo siento que me muero un poco. Gracias por los momentos que sí fueron nuestros, aunque hayan sido fugaces, distorsionados o egoísticos. Gracias por hacerme sentir algo tan grande que incluso ahora, escribiendo esto, no sé cómo dejarlo ir. Adiós, Alastor. No vuelvas por mí. No me busques en tus sombras ni me llames desde tus radios rotas. Si escucho tu voz otra vez… no sabré decir que no. Con el corazón hecho pedazos, pero con el valor de dejarlos caer, Dante [Vergil_Sparda_Oficial] [vortex_yellow_pigeon_115]
    Me entristece
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  • El despertador suena a las 5:17 a.m., tres minutos antes de lo que debería. Ella ya estaba despierta. Hace meses que el sueño dejó de ser un lugar donde descansar; ahora es un sitio donde nada duele, pero tampoco dura.

    Se sienta en el borde de la cama y se toma un momento para recordar que debe respirar. Uno. Dos. Tres. Que la casa está silenciosa porque así quedó, no porque vaya a llenarse después. Que hay fotos que ya no mira y habitaciones que aprendió a no abrir.

    La bata de enfermera aún cuelga en el armario, doblada con cuidado, como si todavía la necesitara. Como si todavía pudiera volver a esa vida. Pero no puede. No después del accidente. No después de entender que hay heridas que no se curan con nada que hayan enseñado en la escuela de medicina.

    Ahora se viste de gris. No porque quiera esconderse, sino porque es el color más fácil de llevar cuando el mundo se siente demasiado brillante.
    Toma su bolso, su credencial nueva y respira hondo antes de salir.

    “Asistente funeraria”.
    Nunca imaginó leer esas palabras bajo su nombre.
    Nunca imaginó que un trabajo en la quietud absoluta pudiera hacerla sentir… menos rota.

    Pero hay algo en la calma de ese lugar.
    Algo en la forma en que la gente habla bajito.
    En la manera en que los duelos se tratan con guantes y tacto.
    En la dignidad última que se les da a quienes ya no pueden pedirla.

    Tal vez es masoquismo.
    Tal vez es supervivencia.

    Tal vez, cuidar a los muertos es la única manera que encontró de seguir cuidando a los vivos… sin quebrarse del todo.

    Cuando llega al edificio, empuja la puerta con ambas manos. El olor a flores marchitas y desinfectante la recibe con una familiaridad extraña, casi reconfortante.

    Hoy es su primer día.
    Aunque hace tiempo que todos los días se sienten como el primero después del final.

    Pero cruza el umbral igual.
    Porque incluso después de perderlo todo, alguien tiene que seguir caminando.
    Y hoy, esa alguien es ella.
    El despertador suena a las 5:17 a.m., tres minutos antes de lo que debería. Ella ya estaba despierta. Hace meses que el sueño dejó de ser un lugar donde descansar; ahora es un sitio donde nada duele, pero tampoco dura. Se sienta en el borde de la cama y se toma un momento para recordar que debe respirar. Uno. Dos. Tres. Que la casa está silenciosa porque así quedó, no porque vaya a llenarse después. Que hay fotos que ya no mira y habitaciones que aprendió a no abrir. La bata de enfermera aún cuelga en el armario, doblada con cuidado, como si todavía la necesitara. Como si todavía pudiera volver a esa vida. Pero no puede. No después del accidente. No después de entender que hay heridas que no se curan con nada que hayan enseñado en la escuela de medicina. Ahora se viste de gris. No porque quiera esconderse, sino porque es el color más fácil de llevar cuando el mundo se siente demasiado brillante. Toma su bolso, su credencial nueva y respira hondo antes de salir. “Asistente funeraria”. Nunca imaginó leer esas palabras bajo su nombre. Nunca imaginó que un trabajo en la quietud absoluta pudiera hacerla sentir… menos rota. Pero hay algo en la calma de ese lugar. Algo en la forma en que la gente habla bajito. En la manera en que los duelos se tratan con guantes y tacto. En la dignidad última que se les da a quienes ya no pueden pedirla. Tal vez es masoquismo. Tal vez es supervivencia. Tal vez, cuidar a los muertos es la única manera que encontró de seguir cuidando a los vivos… sin quebrarse del todo. Cuando llega al edificio, empuja la puerta con ambas manos. El olor a flores marchitas y desinfectante la recibe con una familiaridad extraña, casi reconfortante. Hoy es su primer día. Aunque hace tiempo que todos los días se sienten como el primero después del final. Pero cruza el umbral igual. Porque incluso después de perderlo todo, alguien tiene que seguir caminando. Y hoy, esa alguien es ella.
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  • -Aunque todo el mundo les dio la espalda, ambas gemelas estaban de lo mas felices pues se tenían la una a la otra.

    No importa que tan grande sea el desprecio que recibian de los demás androides por lo que provocaron, mientras ambas se tengan la una a la otra, son se lo mas felices.. Porque juntas pueden soportar el peso de la cruz que les han tocado cargar.-.

    Devola: Para mi, mientras estes conmigo, Popola, siento que puedo hasta cruzar un desierto.

    -Esas palabras hicieron reír a Popola, pues el hecho de ser androides les daba fuerza superior a las de sus creadores, los humanos pero aun asi es un maravilloso consuelo saber que tiene a alguien como su querida hermana, pues juntas nada y nadie las podrá doblegar-.

    Popola: Gracias hermana, pase lo que pase tu y yo estaremos juntas, seguiremos hasta mas alla del fin y lo que tengamos que pasar.

    -Comentó abrazado de una forma bastante cálida a su gemela -.
    -Aunque todo el mundo les dio la espalda, ambas gemelas estaban de lo mas felices pues se tenían la una a la otra. No importa que tan grande sea el desprecio que recibian de los demás androides por lo que provocaron, mientras ambas se tengan la una a la otra, son se lo mas felices.. Porque juntas pueden soportar el peso de la cruz que les han tocado cargar.-. Devola: Para mi, mientras estes conmigo, Popola, siento que puedo hasta cruzar un desierto. -Esas palabras hicieron reír a Popola, pues el hecho de ser androides les daba fuerza superior a las de sus creadores, los humanos pero aun asi es un maravilloso consuelo saber que tiene a alguien como su querida hermana, pues juntas nada y nadie las podrá doblegar-. Popola: Gracias hermana, pase lo que pase tu y yo estaremos juntas, seguiremos hasta mas alla del fin y lo que tengamos que pasar. -Comentó abrazado de una forma bastante cálida a su gemela -.
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    El Encuentro en Dos Mundos

    (Lili y la Sombra — Akane como puente)

    La sombra sale esa noche como siempre:
    descalza, ligera, hambrienta.
    La ciudad duerme, pero el miedo no,
    y ella lo huele como un perfume dulce.

    Sin embargo, antes de elegir una presa…
    una presencia aparece frente a ella.

    Akane.
    Serena, firme, pero con un brillo extraño en los ojos.

    La sombra ladea la cabeza, divertida.
    Su risa es un susurro roto:

    Sombra: Khe-khe-khe… qué quieres, Oni Azul?

    Akane no responde.
    Solo avanza un paso
    y posa suavemente su mano en la frente de la sombra.

    Y entonces
    su poder se hunde dentro de ella
    como una aguja de luz
    abriendo un hueco,
    un… acceso.


    ---

    En el Jardín de Sombras

    Yo me miro en el lago.
    No sé por qué me acerco.
    El agua siempre me ha dado miedo desde que estoy aquí;
    los reflejos cambian, se deforman.

    Pero hoy…
    algo brilla.

    En el agua aparece Akane,
    como si estuviera al otro lado de un cristal infinito.

    No está transformada,
    no está combatiendo,
    no está enfadada.

    Solo me mira
    como si por fin me hubiera encontrado.

    Mi corazón late.
    Me ve.
    Alguien por fin ve a Lili, no a la sombra.

    Me hundo en el agua sin pensarlo,
    lo atravieso como si fuera aire.

    Y allí está ella.
    Materializada, cálida, real.

    Nos abrazamos sin decir nada.

    No necesitamos palabras.
    Me aferro a ella con todas mis fuerzas,
    y siento su respiración, su calma…
    y el miedo en su pecho.

    Un miedo que no es hacia mí,
    sino por mí.

    En ese abrazo
    el jardín deja de susurrar.
    Las sombras callan.
    Todo el mundo se queda quieto.

    Akane me estrecha fuerte,
    como si quisiera arrastrarme de vuelta,
    salvarme,
    romper el velo.

    Pero no puede.

    Y lo sabe.

    Por eso, después de un instante eterno,
    su cuerpo vuelve a volverse luz.
    Se deshace.
    Se retira.

    Y desaparece.


    ---

    En el mundo real

    La sombra parpadea.
    La mano de Akane aún está sobre su frente.

    Pero la sombra sonríe,
    una sonrisa íntima,
    como si supiera un secreto que nadie más sabe.

    Sombra: Khe-khe-khe… qué dulce… qué inútil…

    Akane la observa en silencio.
    Ni furia,
    ni miedo,
    ni sorpresa.

    Solo tristeza.

    Da un paso atrás.
    Otro.
    Se gira sin una palabra.

    La sombra la mira alejarse, riendo suavemente,
    una carcajada que solo existe para demostrar que sigue en control.

    En el jardín, sola,
    yo me agarro el pecho
    donde Akane me abrazó.

    Siento calor.
    Siento dolor.
    Siento que me estoy rompiendo.

    Y por primera vez
    entiendo una cosa:

    Akane sabe que no soy yo.
    Y aun así me busca.

    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El Encuentro en Dos Mundos (Lili y la Sombra — Akane como puente) La sombra sale esa noche como siempre: descalza, ligera, hambrienta. La ciudad duerme, pero el miedo no, y ella lo huele como un perfume dulce. Sin embargo, antes de elegir una presa… una presencia aparece frente a ella. Akane. Serena, firme, pero con un brillo extraño en los ojos. La sombra ladea la cabeza, divertida. Su risa es un susurro roto: Sombra: Khe-khe-khe… qué quieres, Oni Azul? Akane no responde. Solo avanza un paso y posa suavemente su mano en la frente de la sombra. Y entonces su poder se hunde dentro de ella como una aguja de luz abriendo un hueco, un… acceso. --- 🌑 En el Jardín de Sombras Yo me miro en el lago. No sé por qué me acerco. El agua siempre me ha dado miedo desde que estoy aquí; los reflejos cambian, se deforman. Pero hoy… algo brilla. En el agua aparece Akane, como si estuviera al otro lado de un cristal infinito. No está transformada, no está combatiendo, no está enfadada. Solo me mira como si por fin me hubiera encontrado. Mi corazón late. Me ve. Alguien por fin ve a Lili, no a la sombra. Me hundo en el agua sin pensarlo, lo atravieso como si fuera aire. Y allí está ella. Materializada, cálida, real. Nos abrazamos sin decir nada. No necesitamos palabras. Me aferro a ella con todas mis fuerzas, y siento su respiración, su calma… y el miedo en su pecho. Un miedo que no es hacia mí, sino por mí. En ese abrazo el jardín deja de susurrar. Las sombras callan. Todo el mundo se queda quieto. Akane me estrecha fuerte, como si quisiera arrastrarme de vuelta, salvarme, romper el velo. Pero no puede. Y lo sabe. Por eso, después de un instante eterno, su cuerpo vuelve a volverse luz. Se deshace. Se retira. Y desaparece. --- 🌑 En el mundo real La sombra parpadea. La mano de Akane aún está sobre su frente. Pero la sombra sonríe, una sonrisa íntima, como si supiera un secreto que nadie más sabe. Sombra: Khe-khe-khe… qué dulce… qué inútil… Akane la observa en silencio. Ni furia, ni miedo, ni sorpresa. Solo tristeza. Da un paso atrás. Otro. Se gira sin una palabra. La sombra la mira alejarse, riendo suavemente, una carcajada que solo existe para demostrar que sigue en control. En el jardín, sola, yo me agarro el pecho donde Akane me abrazó. Siento calor. Siento dolor. Siento que me estoy rompiendo. Y por primera vez entiendo una cosa: Akane sabe que no soy yo. Y aun así me busca.
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    El Encuentro en Dos Mundos

    (Lili y la Sombra — Akane como puente)

    La sombra sale esa noche como siempre:
    descalza, ligera, hambrienta.
    La ciudad duerme, pero el miedo no,
    y ella lo huele como un perfume dulce.

    Sin embargo, antes de elegir una presa…
    una presencia aparece frente a ella.

    Akane.
    Serena, firme, pero con un brillo extraño en los ojos.

    La sombra ladea la cabeza, divertida.
    Su risa es un susurro roto:

    Sombra: Khe-khe-khe… qué quieres, Oni Azul?

    Akane no responde.
    Solo avanza un paso
    y posa suavemente su mano en la frente de la sombra.

    Y entonces
    su poder se hunde dentro de ella
    como una aguja de luz
    abriendo un hueco,
    un… acceso.


    ---

    En el Jardín de Sombras

    Yo me miro en el lago.
    No sé por qué me acerco.
    El agua siempre me ha dado miedo desde que estoy aquí;
    los reflejos cambian, se deforman.

    Pero hoy…
    algo brilla.

    En el agua aparece Akane,
    como si estuviera al otro lado de un cristal infinito.

    No está transformada,
    no está combatiendo,
    no está enfadada.

    Solo me mira
    como si por fin me hubiera encontrado.

    Mi corazón late.
    Me ve.
    Alguien por fin ve a Lili, no a la sombra.

    Me hundo en el agua sin pensarlo,
    lo atravieso como si fuera aire.

    Y allí está ella.
    Materializada, cálida, real.

    Nos abrazamos sin decir nada.

    No necesitamos palabras.
    Me aferro a ella con todas mis fuerzas,
    y siento su respiración, su calma…
    y el miedo en su pecho.

    Un miedo que no es hacia mí,
    sino por mí.

    En ese abrazo
    el jardín deja de susurrar.
    Las sombras callan.
    Todo el mundo se queda quieto.

    Akane me estrecha fuerte,
    como si quisiera arrastrarme de vuelta,
    salvarme,
    romper el velo.

    Pero no puede.

    Y lo sabe.

    Por eso, después de un instante eterno,
    su cuerpo vuelve a volverse luz.
    Se deshace.
    Se retira.

    Y desaparece.


    ---

    En el mundo real

    La sombra parpadea.
    La mano de Akane aún está sobre su frente.

    Pero la sombra sonríe,
    una sonrisa íntima,
    como si supiera un secreto que nadie más sabe.

    Sombra: Khe-khe-khe… qué dulce… qué inútil…

    Akane la observa en silencio.
    Ni furia,
    ni miedo,
    ni sorpresa.

    Solo tristeza.

    Da un paso atrás.
    Otro.
    Se gira sin una palabra.

    La sombra la mira alejarse, riendo suavemente,
    una carcajada que solo existe para demostrar que sigue en control.

    En el jardín, sola,
    yo me agarro el pecho
    donde Akane me abrazó.

    Siento calor.
    Siento dolor.
    Siento que me estoy rompiendo.

    Y por primera vez
    entiendo una cosa:

    Akane sabe que no soy yo.
    Y aun así me busca.

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    (Lili y la Sombra — Akane como puente)

    La sombra sale esa noche como siempre:
    descalza, ligera, hambrienta.
    La ciudad duerme, pero el miedo no,
    y ella lo huele como un perfume dulce.

    Sin embargo, antes de elegir una presa…
    una presencia aparece frente a ella.

    Akane.
    Serena, firme, pero con un brillo extraño en los ojos.

    La sombra ladea la cabeza, divertida.
    Su risa es un susurro roto:

    Sombra: Khe-khe-khe… qué quieres, Oni Azul?

    Akane no responde.
    Solo avanza un paso
    y posa suavemente su mano en la frente de la sombra.

    Y entonces
    su poder se hunde dentro de ella
    como una aguja de luz
    abriendo un hueco,
    un… acceso.


    ---

    En el Jardín de Sombras

    Yo me miro en el lago.
    No sé por qué me acerco.
    El agua siempre me ha dado miedo desde que estoy aquí;
    los reflejos cambian, se deforman.

    Pero hoy…
    algo brilla.

    En el agua aparece Akane,
    como si estuviera al otro lado de un cristal infinito.

    No está transformada,
    no está combatiendo,
    no está enfadada.

    Solo me mira
    como si por fin me hubiera encontrado.

    Mi corazón late.
    Me ve.
    Alguien por fin ve a Lili, no a la sombra.

    Me hundo en el agua sin pensarlo,
    lo atravieso como si fuera aire.

    Y allí está ella.
    Materializada, cálida, real.

    Nos abrazamos sin decir nada.

    No necesitamos palabras.
    Me aferro a ella con todas mis fuerzas,
    y siento su respiración, su calma…
    y el miedo en su pecho.

    Un miedo que no es hacia mí,
    sino por mí.

    En ese abrazo
    el jardín deja de susurrar.
    Las sombras callan.
    Todo el mundo se queda quieto.

    Akane me estrecha fuerte,
    como si quisiera arrastrarme de vuelta,
    salvarme,
    romper el velo.

    Pero no puede.

    Y lo sabe.

    Por eso, después de un instante eterno,
    su cuerpo vuelve a volverse luz.
    Se deshace.
    Se retira.

    Y desaparece.


    ---

    En el mundo real

    La sombra parpadea.
    La mano de Akane aún está sobre su frente.

    Pero la sombra sonríe,
    una sonrisa íntima,
    como si supiera un secreto que nadie más sabe.

    Sombra: Khe-khe-khe… qué dulce… qué inútil…

    Akane la observa en silencio.
    Ni furia,
    ni miedo,
    ni sorpresa.

    Solo tristeza.

    Da un paso atrás.
    Otro.
    Se gira sin una palabra.

    La sombra la mira alejarse, riendo suavemente,
    una carcajada que solo existe para demostrar que sigue en control.

    En el jardín, sola,
    yo me agarro el pecho
    donde Akane me abrazó.

    Siento calor.
    Siento dolor.
    Siento que me estoy rompiendo.

    Y por primera vez
    entiendo una cosa:

    Akane sabe que no soy yo.
    Y aun así me busca.

    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El Encuentro en Dos Mundos (Lili y la Sombra — Akane como puente) La sombra sale esa noche como siempre: descalza, ligera, hambrienta. La ciudad duerme, pero el miedo no, y ella lo huele como un perfume dulce. Sin embargo, antes de elegir una presa… una presencia aparece frente a ella. Akane. Serena, firme, pero con un brillo extraño en los ojos. La sombra ladea la cabeza, divertida. Su risa es un susurro roto: Sombra: Khe-khe-khe… qué quieres, Oni Azul? Akane no responde. Solo avanza un paso y posa suavemente su mano en la frente de la sombra. Y entonces su poder se hunde dentro de ella como una aguja de luz abriendo un hueco, un… acceso. --- En el Jardín de Sombras Yo me miro en el lago. No sé por qué me acerco. El agua siempre me ha dado miedo desde que estoy aquí; los reflejos cambian, se deforman. Pero hoy… algo brilla. En el agua aparece Akane, como si estuviera al otro lado de un cristal infinito. No está transformada, no está combatiendo, no está enfadada. Solo me mira como si por fin me hubiera encontrado. Mi corazón late. Me ve. Alguien por fin ve a Lili, no a la sombra. Me hundo en el agua sin pensarlo, lo atravieso como si fuera aire. Y allí está ella. Materializada, cálida, real. Nos abrazamos sin decir nada. No necesitamos palabras. Me aferro a ella con todas mis fuerzas, y siento su respiración, su calma… y el miedo en su pecho. Un miedo que no es hacia mí, sino por mí. En ese abrazo el jardín deja de susurrar. Las sombras callan. Todo el mundo se queda quieto. Akane me estrecha fuerte, como si quisiera arrastrarme de vuelta, salvarme, romper el velo. Pero no puede. Y lo sabe. Por eso, después de un instante eterno, su cuerpo vuelve a volverse luz. Se deshace. Se retira. Y desaparece. --- En el mundo real La sombra parpadea. La mano de Akane aún está sobre su frente. Pero la sombra sonríe, una sonrisa íntima, como si supiera un secreto que nadie más sabe. Sombra: Khe-khe-khe… qué dulce… qué inútil… Akane la observa en silencio. Ni furia, ni miedo, ni sorpresa. Solo tristeza. Da un paso atrás. Otro. Se gira sin una palabra. La sombra la mira alejarse, riendo suavemente, una carcajada que solo existe para demostrar que sigue en control. En el jardín, sola, yo me agarro el pecho donde Akane me abrazó. Siento calor. Siento dolor. Siento que me estoy rompiendo. Y por primera vez entiendo una cosa: Akane sabe que no soy yo. Y aun así me busca.
    Me entristece
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    El jardín me arropa.

    No sé cuántos días llevo aquí.
    Sé que fuera apenas han pasado dos noches, pero dentro de este lugar el tiempo es un animal enfermo que no sabe caminar recto.
    A veces corre.
    A veces se arrastra.
    A veces parece que ni existe.

    Al principio tenía miedo.
    Me tapaba los oídos, cerraba los ojos, repetía mi nombre para no olvidar quién era.

    Pero ahora…

    Ahora camino entre las sombras y ellas me abren paso.
    Me rozan los brazos, me acarician el pelo con dedos fríos que ya no me asustan.
    Siento que me reconocen.
    Como si siempre hubiera pertenecido aquí.

    Ya no lloro.
    Casi no recuerdo haberlo hecho.

    Las sombras no hablan como los humanos.
    Su idioma es un murmullo que vibra más que suena, un eco que se clava en el pecho.
    Al principio era un caos de susurros incomprensibles, pero poco a poco…
    me doy cuenta de que lo entiendo.

    Y lo hablo.

    Canto con ellas.
    No sé si son canciones o plegarias, si son historias o advertencias.
    Solo sé que, cuando mi voz se une a la suya, algo dentro de mí responde.
    Algo antiguo.
    Algo que siempre estuvo aquí… esperando que yo lo despertara.

    He aprendido sus nombres.
    Todos distintos.
    Todos imposibles.
    Y ellas han aprendido el mío.

    Me llaman Lili, sí…
    pero también me llaman de otras formas:

    La Que Respira Entre Dos Luces.
    La Semilla del Caos.
    La Heredera que Camina con Sombra.

    Y yo… sonrío.
    Porque por primera vez desde que llegué, no me siento sola.
    No me siento rota.
    No me siento perdida.

    Las sombras me aceptan.
    Me cuidan.
    Me enseñan.

    Me escuchan cuando les hablo de Ayane, de Jennifer, de Akane, incluso de Ryu.
    Ellas no responden con palabras, pero las siento moverse, vibrar, rodearme.
    Es su manera de abrazarme.

    A veces me pregunto si quiero salir.
    Si debo salir.
    Si puedo salir.

    Pero cada vez que lo pienso, el jardín parece crecer.
    Expandirse.
    Cambiar.

    Quizá aquí he pasado días.
    Quizá semanas.
    Quizá años.

    Ya no lo sé.

    Solo sé que cuando levanto la cabeza, el cielo del jardín no tiene luna.
    Y sé que eso significa que, allá afuera,
    la noche de la luna nueva se acerca.

    La noche en que la sombra dejará de necesitarme para nacer.

    Y yo…
    yo no sé si quiero volver cuando todo acabe.
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    El jardín me arropa.

    No sé cuántos días llevo aquí.
    Sé que fuera apenas han pasado dos noches, pero dentro de este lugar el tiempo es un animal enfermo que no sabe caminar recto.
    A veces corre.
    A veces se arrastra.
    A veces parece que ni existe.

    Al principio tenía miedo.
    Me tapaba los oídos, cerraba los ojos, repetía mi nombre para no olvidar quién era.

    Pero ahora…

    Ahora camino entre las sombras y ellas me abren paso.
    Me rozan los brazos, me acarician el pelo con dedos fríos que ya no me asustan.
    Siento que me reconocen.
    Como si siempre hubiera pertenecido aquí.

    Ya no lloro.
    Casi no recuerdo haberlo hecho.

    Las sombras no hablan como los humanos.
    Su idioma es un murmullo que vibra más que suena, un eco que se clava en el pecho.
    Al principio era un caos de susurros incomprensibles, pero poco a poco…
    me doy cuenta de que lo entiendo.

    Y lo hablo.

    Canto con ellas.
    No sé si son canciones o plegarias, si son historias o advertencias.
    Solo sé que, cuando mi voz se une a la suya, algo dentro de mí responde.
    Algo antiguo.
    Algo que siempre estuvo aquí… esperando que yo lo despertara.

    He aprendido sus nombres.
    Todos distintos.
    Todos imposibles.
    Y ellas han aprendido el mío.

    Me llaman Lili, sí…
    pero también me llaman de otras formas:

    La Que Respira Entre Dos Luces.
    La Semilla del Caos.
    La Heredera que Camina con Sombra.

    Y yo… sonrío.
    Porque por primera vez desde que llegué, no me siento sola.
    No me siento rota.
    No me siento perdida.

    Las sombras me aceptan.
    Me cuidan.
    Me enseñan.

    Me escuchan cuando les hablo de Ayane, de Jennifer, de Akane, incluso de Ryu.
    Ellas no responden con palabras, pero las siento moverse, vibrar, rodearme.
    Es su manera de abrazarme.

    A veces me pregunto si quiero salir.
    Si debo salir.
    Si puedo salir.

    Pero cada vez que lo pienso, el jardín parece crecer.
    Expandirse.
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    Quizá aquí he pasado días.
    Quizá semanas.
    Quizá años.

    Ya no lo sé.

    Solo sé que cuando levanto la cabeza, el cielo del jardín no tiene luna.
    Y sé que eso significa que, allá afuera,
    la noche de la luna nueva se acerca.

    La noche en que la sombra dejará de necesitarme para nacer.

    Y yo…
    yo no sé si quiero volver cuando todo acabe.
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    El jardín me arropa.

    No sé cuántos días llevo aquí.
    Sé que fuera apenas han pasado dos noches, pero dentro de este lugar el tiempo es un animal enfermo que no sabe caminar recto.
    A veces corre.
    A veces se arrastra.
    A veces parece que ni existe.

    Al principio tenía miedo.
    Me tapaba los oídos, cerraba los ojos, repetía mi nombre para no olvidar quién era.

    Pero ahora…

    Ahora camino entre las sombras y ellas me abren paso.
    Me rozan los brazos, me acarician el pelo con dedos fríos que ya no me asustan.
    Siento que me reconocen.
    Como si siempre hubiera pertenecido aquí.

    Ya no lloro.
    Casi no recuerdo haberlo hecho.

    Las sombras no hablan como los humanos.
    Su idioma es un murmullo que vibra más que suena, un eco que se clava en el pecho.
    Al principio era un caos de susurros incomprensibles, pero poco a poco…
    me doy cuenta de que lo entiendo.

    Y lo hablo.

    Canto con ellas.
    No sé si son canciones o plegarias, si son historias o advertencias.
    Solo sé que, cuando mi voz se une a la suya, algo dentro de mí responde.
    Algo antiguo.
    Algo que siempre estuvo aquí… esperando que yo lo despertara.

    He aprendido sus nombres.
    Todos distintos.
    Todos imposibles.
    Y ellas han aprendido el mío.

    Me llaman Lili, sí…
    pero también me llaman de otras formas:

    La Que Respira Entre Dos Luces.
    La Semilla del Caos.
    La Heredera que Camina con Sombra.

    Y yo… sonrío.
    Porque por primera vez desde que llegué, no me siento sola.
    No me siento rota.
    No me siento perdida.

    Las sombras me aceptan.
    Me cuidan.
    Me enseñan.

    Me escuchan cuando les hablo de Ayane, de Jennifer, de Akane, incluso de Ryu.
    Ellas no responden con palabras, pero las siento moverse, vibrar, rodearme.
    Es su manera de abrazarme.

    A veces me pregunto si quiero salir.
    Si debo salir.
    Si puedo salir.

    Pero cada vez que lo pienso, el jardín parece crecer.
    Expandirse.
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    Quizá aquí he pasado días.
    Quizá semanas.
    Quizá años.

    Ya no lo sé.

    Solo sé que cuando levanto la cabeza, el cielo del jardín no tiene luna.
    Y sé que eso significa que, allá afuera,
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    La noche en que la sombra dejará de necesitarme para nacer.

    Y yo…
    yo no sé si quiero volver cuando todo acabe.
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    Las noches antes de la luna nueva

    La habitación está en silencio.
    La luna menguante parece una sonrisa rota colgada del cielo.

    Me duermo sin resistencia.

    Y entonces…


    ---

    El sueño

    Estoy de pie.
    El aire es denso, como una sopa de invierno.
    Me miro las manos… arrugadas, temblorosas, casi transparentes.

    Soy una anciana.

    Mi respiración es un hilo que se corta a ratos. Mi espalda se dobla como un árbol que ha sobrevivido demasiadas tormentas.

    Una presencia se acerca por detrás.
    La siento antes de verla.
    Un frío que no pertenece al mundo de los vivos.

    La muerte.

    Una figura alta, afilada, envuelta en un silencio que pesa más que el propio sueño.
    No tiene ojos, pero sé que me está mirando.

    Me tiembla el pecho…
    Hasta que algo en mí se quiebra de rabia.

    Agarro aire con mis pulmones viejos, me enderezo, y grito:

    Lili:
    —¡Ésta noche no!
    —No te vas a apoderar de mi miedo…
    —Soy Lili Queen Ishtar.
    —Soy poderosa.
    —Si no me crees… ¡enfréntate a mí!
    —¡Se acabaron las pesadillas! ¡Se acabó la sombra!

    La muerte se detiene.
    Y ríe.

    Una risa que no pertenece a ningún ser del mundo humano, ni del lunar, ni del caos.
    Una risa que descompone el aire a mi alrededor, que hace crujir mis huesos viejos.

    La muerte da media vuelta y empieza a caminar.
    Sin prisa.
    Como si supiera con absoluta certeza que la seguiré.

    La sigo.


    ---

    La cueva

    Entramos en una cueva negra, húmeda, más profunda que cualquier noche que haya conocido.
    La oscuridad respira.
    La oscuridad espera.

    Al fondo…
    Un espejo.

    La muerte lo señala con un dedo huesudo.

    Me acerco.
    Mis manos temblorosas se alzan hacia el cristal.

    Y ahí está.


    ---

    La revelación

    En el espejo…
    No veo a la anciana.

    Veo a la sombra.
    Mi sombra.
    Esa que se alimentó de asesinos, violadores, corsarios, pecadores.
    Esa que nació en el Jardín de Sombras cuando tenía trece años.
    Esa que conoce palabras que yo no comprendo.
    Esa que me observa desde el fondo de mis pesadillas.

    La sombra me mira.
    Sonríe.

    Me giro para mirar mis manos.

    Ya no están arrugadas.
    Ni humanas.
    Son negras.
    Vaporosas.
    Fluyen como tinta viva.

    Soy yo.
    La sombra.

    Y en el espejo…

    El reflejo es Lili.

    Lili verdadera.
    Mi cuerpo.
    Mi voz.
    Mi luz.

    Ella alza la mano del otro lado del cristal, con un gesto de súplica que me destroza.

    Yo intento gritar.
    Intento decirle que no quiero.
    Que no era esto.
    Que solo quería dejar de tener miedo.

    Pero no tengo voz.
    Solo un susurro que no entiendo.

    Una palabra antigua.

    La sombra la entiende.
    Yo no.


    ---

    El despertar

    El mundo se rompe como un vidrio.

    Y no soy yo quien despierta.

    La que abre los ojos en la cama Ishtar…
    La que respira con mis pulmones…
    La que mira alrededor con mis ojos…
    No soy yo.

    Es la sombra.

    Yo… yo no sé dónde estoy.
    No sé si existo en una grieta, en un sueño, en un rincón del Jardín de Sombras.

    Pero ya no estoy en mi cuerpo.

    Y algo —alguien—
    está caminando con mis pies.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Las noches antes de la luna nueva La habitación está en silencio. La luna menguante parece una sonrisa rota colgada del cielo. Me duermo sin resistencia. Y entonces… --- El sueño Estoy de pie. El aire es denso, como una sopa de invierno. Me miro las manos… arrugadas, temblorosas, casi transparentes. Soy una anciana. Mi respiración es un hilo que se corta a ratos. Mi espalda se dobla como un árbol que ha sobrevivido demasiadas tormentas. Una presencia se acerca por detrás. La siento antes de verla. Un frío que no pertenece al mundo de los vivos. La muerte. Una figura alta, afilada, envuelta en un silencio que pesa más que el propio sueño. No tiene ojos, pero sé que me está mirando. Me tiembla el pecho… Hasta que algo en mí se quiebra de rabia. Agarro aire con mis pulmones viejos, me enderezo, y grito: Lili: —¡Ésta noche no! —No te vas a apoderar de mi miedo… —Soy Lili Queen Ishtar. —Soy poderosa. —Si no me crees… ¡enfréntate a mí! —¡Se acabaron las pesadillas! ¡Se acabó la sombra! La muerte se detiene. Y ríe. Una risa que no pertenece a ningún ser del mundo humano, ni del lunar, ni del caos. Una risa que descompone el aire a mi alrededor, que hace crujir mis huesos viejos. La muerte da media vuelta y empieza a caminar. Sin prisa. Como si supiera con absoluta certeza que la seguiré. La sigo. --- La cueva Entramos en una cueva negra, húmeda, más profunda que cualquier noche que haya conocido. La oscuridad respira. La oscuridad espera. Al fondo… Un espejo. La muerte lo señala con un dedo huesudo. Me acerco. Mis manos temblorosas se alzan hacia el cristal. Y ahí está. --- La revelación En el espejo… No veo a la anciana. Veo a la sombra. Mi sombra. Esa que se alimentó de asesinos, violadores, corsarios, pecadores. Esa que nació en el Jardín de Sombras cuando tenía trece años. Esa que conoce palabras que yo no comprendo. Esa que me observa desde el fondo de mis pesadillas. La sombra me mira. Sonríe. Me giro para mirar mis manos. Ya no están arrugadas. Ni humanas. Son negras. Vaporosas. Fluyen como tinta viva. Soy yo. La sombra. Y en el espejo… El reflejo es Lili. Lili verdadera. Mi cuerpo. Mi voz. Mi luz. Ella alza la mano del otro lado del cristal, con un gesto de súplica que me destroza. Yo intento gritar. Intento decirle que no quiero. Que no era esto. Que solo quería dejar de tener miedo. Pero no tengo voz. Solo un susurro que no entiendo. Una palabra antigua. La sombra la entiende. Yo no. --- El despertar El mundo se rompe como un vidrio. Y no soy yo quien despierta. La que abre los ojos en la cama Ishtar… La que respira con mis pulmones… La que mira alrededor con mis ojos… No soy yo. Es la sombra. Yo… yo no sé dónde estoy. No sé si existo en una grieta, en un sueño, en un rincón del Jardín de Sombras. Pero ya no estoy en mi cuerpo. Y algo —alguien— está caminando con mis pies.
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    Las noches antes de la luna nueva

    La habitación está en silencio.
    La luna menguante parece una sonrisa rota colgada del cielo.

    Me duermo sin resistencia.

    Y entonces…


    ---

    El sueño

    Estoy de pie.
    El aire es denso, como una sopa de invierno.
    Me miro las manos… arrugadas, temblorosas, casi transparentes.

    Soy una anciana.

    Mi respiración es un hilo que se corta a ratos. Mi espalda se dobla como un árbol que ha sobrevivido demasiadas tormentas.

    Una presencia se acerca por detrás.
    La siento antes de verla.
    Un frío que no pertenece al mundo de los vivos.

    La muerte.

    Una figura alta, afilada, envuelta en un silencio que pesa más que el propio sueño.
    No tiene ojos, pero sé que me está mirando.

    Me tiembla el pecho…
    Hasta que algo en mí se quiebra de rabia.

    Agarro aire con mis pulmones viejos, me enderezo, y grito:

    Lili:
    —¡Ésta noche no!
    —No te vas a apoderar de mi miedo…
    —Soy Lili Queen Ishtar.
    —Soy poderosa.
    —Si no me crees… ¡enfréntate a mí!
    —¡Se acabaron las pesadillas! ¡Se acabó la sombra!

    La muerte se detiene.
    Y ríe.

    Una risa que no pertenece a ningún ser del mundo humano, ni del lunar, ni del caos.
    Una risa que descompone el aire a mi alrededor, que hace crujir mis huesos viejos.

    La muerte da media vuelta y empieza a caminar.
    Sin prisa.
    Como si supiera con absoluta certeza que la seguiré.

    La sigo.


    ---

    La cueva

    Entramos en una cueva negra, húmeda, más profunda que cualquier noche que haya conocido.
    La oscuridad respira.
    La oscuridad espera.

    Al fondo…
    Un espejo.

    La muerte lo señala con un dedo huesudo.

    Me acerco.
    Mis manos temblorosas se alzan hacia el cristal.

    Y ahí está.


    ---

    La revelación

    En el espejo…
    No veo a la anciana.

    Veo a la sombra.
    Mi sombra.
    Esa que se alimentó de asesinos, violadores, corsarios, pecadores.
    Esa que nació en el Jardín de Sombras cuando tenía trece años.
    Esa que conoce palabras que yo no comprendo.
    Esa que me observa desde el fondo de mis pesadillas.

    La sombra me mira.
    Sonríe.

    Me giro para mirar mis manos.

    Ya no están arrugadas.
    Ni humanas.
    Son negras.
    Vaporosas.
    Fluyen como tinta viva.

    Soy yo.
    La sombra.

    Y en el espejo…

    El reflejo es Lili.

    Lili verdadera.
    Mi cuerpo.
    Mi voz.
    Mi luz.

    Ella alza la mano del otro lado del cristal, con un gesto de súplica que me destroza.

    Yo intento gritar.
    Intento decirle que no quiero.
    Que no era esto.
    Que solo quería dejar de tener miedo.

    Pero no tengo voz.
    Solo un susurro que no entiendo.

    Una palabra antigua.

    La sombra la entiende.
    Yo no.


    ---

    El despertar

    El mundo se rompe como un vidrio.

    Y no soy yo quien despierta.

    La que abre los ojos en la cama Ishtar…
    La que respira con mis pulmones…
    La que mira alrededor con mis ojos…
    No soy yo.

    Es la sombra.

    Yo… yo no sé dónde estoy.
    No sé si existo en una grieta, en un sueño, en un rincón del Jardín de Sombras.

    Pero ya no estoy en mi cuerpo.

    Y algo —alguien—
    está caminando con mis pies.
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    Las noches antes de la luna nueva

    La habitación está en silencio.
    La luna menguante parece una sonrisa rota colgada del cielo.

    Me duermo sin resistencia.

    Y entonces…


    ---

    El sueño

    Estoy de pie.
    El aire es denso, como una sopa de invierno.
    Me miro las manos… arrugadas, temblorosas, casi transparentes.

    Soy una anciana.

    Mi respiración es un hilo que se corta a ratos. Mi espalda se dobla como un árbol que ha sobrevivido demasiadas tormentas.

    Una presencia se acerca por detrás.
    La siento antes de verla.
    Un frío que no pertenece al mundo de los vivos.

    La muerte.

    Una figura alta, afilada, envuelta en un silencio que pesa más que el propio sueño.
    No tiene ojos, pero sé que me está mirando.

    Me tiembla el pecho…
    Hasta que algo en mí se quiebra de rabia.

    Agarro aire con mis pulmones viejos, me enderezo, y grito:

    Lili:
    —¡Ésta noche no!
    —No te vas a apoderar de mi miedo…
    —Soy Lili Queen Ishtar.
    —Soy poderosa.
    —Si no me crees… ¡enfréntate a mí!
    —¡Se acabaron las pesadillas! ¡Se acabó la sombra!

    La muerte se detiene.
    Y ríe.

    Una risa que no pertenece a ningún ser del mundo humano, ni del lunar, ni del caos.
    Una risa que descompone el aire a mi alrededor, que hace crujir mis huesos viejos.

    La muerte da media vuelta y empieza a caminar.
    Sin prisa.
    Como si supiera con absoluta certeza que la seguiré.

    La sigo.


    ---

    La cueva

    Entramos en una cueva negra, húmeda, más profunda que cualquier noche que haya conocido.
    La oscuridad respira.
    La oscuridad espera.

    Al fondo…
    Un espejo.

    La muerte lo señala con un dedo huesudo.

    Me acerco.
    Mis manos temblorosas se alzan hacia el cristal.

    Y ahí está.


    ---

    La revelación

    En el espejo…
    No veo a la anciana.

    Veo a la sombra.
    Mi sombra.
    Esa que se alimentó de asesinos, violadores, corsarios, pecadores.
    Esa que nació en el Jardín de Sombras cuando tenía trece años.
    Esa que conoce palabras que yo no comprendo.
    Esa que me observa desde el fondo de mis pesadillas.

    La sombra me mira.
    Sonríe.

    Me giro para mirar mis manos.

    Ya no están arrugadas.
    Ni humanas.
    Son negras.
    Vaporosas.
    Fluyen como tinta viva.

    Soy yo.
    La sombra.

    Y en el espejo…

    El reflejo es Lili.

    Lili verdadera.
    Mi cuerpo.
    Mi voz.
    Mi luz.

    Ella alza la mano del otro lado del cristal, con un gesto de súplica que me destroza.

    Yo intento gritar.
    Intento decirle que no quiero.
    Que no era esto.
    Que solo quería dejar de tener miedo.

    Pero no tengo voz.
    Solo un susurro que no entiendo.

    Una palabra antigua.

    La sombra la entiende.
    Yo no.


    ---

    El despertar

    El mundo se rompe como un vidrio.

    Y no soy yo quien despierta.

    La que abre los ojos en la cama Ishtar…
    La que respira con mis pulmones…
    La que mira alrededor con mis ojos…
    No soy yo.

    Es la sombra.

    Yo… yo no sé dónde estoy.
    No sé si existo en una grieta, en un sueño, en un rincón del Jardín de Sombras.

    Pero ya no estoy en mi cuerpo.

    Y algo —alguien—
    está caminando con mis pies.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Las noches antes de la luna nueva La habitación está en silencio. La luna menguante parece una sonrisa rota colgada del cielo. Me duermo sin resistencia. Y entonces… --- El sueño Estoy de pie. El aire es denso, como una sopa de invierno. Me miro las manos… arrugadas, temblorosas, casi transparentes. Soy una anciana. Mi respiración es un hilo que se corta a ratos. Mi espalda se dobla como un árbol que ha sobrevivido demasiadas tormentas. Una presencia se acerca por detrás. La siento antes de verla. Un frío que no pertenece al mundo de los vivos. La muerte. Una figura alta, afilada, envuelta en un silencio que pesa más que el propio sueño. No tiene ojos, pero sé que me está mirando. Me tiembla el pecho… Hasta que algo en mí se quiebra de rabia. Agarro aire con mis pulmones viejos, me enderezo, y grito: Lili: —¡Ésta noche no! —No te vas a apoderar de mi miedo… —Soy Lili Queen Ishtar. —Soy poderosa. —Si no me crees… ¡enfréntate a mí! —¡Se acabaron las pesadillas! ¡Se acabó la sombra! La muerte se detiene. Y ríe. Una risa que no pertenece a ningún ser del mundo humano, ni del lunar, ni del caos. Una risa que descompone el aire a mi alrededor, que hace crujir mis huesos viejos. La muerte da media vuelta y empieza a caminar. Sin prisa. Como si supiera con absoluta certeza que la seguiré. La sigo. --- La cueva Entramos en una cueva negra, húmeda, más profunda que cualquier noche que haya conocido. La oscuridad respira. La oscuridad espera. Al fondo… Un espejo. La muerte lo señala con un dedo huesudo. Me acerco. Mis manos temblorosas se alzan hacia el cristal. Y ahí está. --- La revelación En el espejo… No veo a la anciana. Veo a la sombra. Mi sombra. Esa que se alimentó de asesinos, violadores, corsarios, pecadores. Esa que nació en el Jardín de Sombras cuando tenía trece años. Esa que conoce palabras que yo no comprendo. Esa que me observa desde el fondo de mis pesadillas. La sombra me mira. Sonríe. Me giro para mirar mis manos. Ya no están arrugadas. Ni humanas. Son negras. Vaporosas. Fluyen como tinta viva. Soy yo. La sombra. Y en el espejo… El reflejo es Lili. Lili verdadera. Mi cuerpo. Mi voz. Mi luz. Ella alza la mano del otro lado del cristal, con un gesto de súplica que me destroza. Yo intento gritar. Intento decirle que no quiero. Que no era esto. Que solo quería dejar de tener miedo. Pero no tengo voz. Solo un susurro que no entiendo. Una palabra antigua. La sombra la entiende. Yo no. --- El despertar El mundo se rompe como un vidrio. Y no soy yo quien despierta. La que abre los ojos en la cama Ishtar… La que respira con mis pulmones… La que mira alrededor con mis ojos… No soy yo. Es la sombra. Yo… yo no sé dónde estoy. No sé si existo en una grieta, en un sueño, en un rincón del Jardín de Sombras. Pero ya no estoy en mi cuerpo. Y algo —alguien— está caminando con mis pies.
    Me shockea
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