• 存在の癌
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro.

    Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades.

    Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar.

    Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno.

    Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas.

    En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas.

    Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban.

    El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí.

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    With
    猫又Rᴇɪ•ᴋᴏ
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro. Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades. Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar. Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno. Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas. En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas. Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban. El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí. ────────────────────── With [spooky.cat]
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  • Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin Chantle Queen Ishtar

    Una tarde de galletitas, nieve y amor

    La nieve caía lenta al otro lado de la ventana, como si también quisiera asomarse a vernos. El apartamento olía a jengibre, a canela y a hogar. Nuestro árbol de navidad brillaba con una luz suave, casi tímida, mientras las guirnaldas reflejaban los destellos cálidos de las lámparas de la cocina.

    Ryu estaba a mi lado, mi hermosa lobita de colmillitos, concentrada como si hornear fuera un arte ancestral extraño para ella. Cada vez que levantaba la vista para mirarme, me regalaba esa sonrisa ligera que me desarma por completo. Yo, con mi plato de galletas a medio decorar, simplemente me sentía completa. Como si ese instante fuese el centro de todas mis vidas.

    Chantle, con su aire travieso, había tomado el control absoluto de las decoraciones. Sus manos se movían rápido sobre los pequeños muñecos de jengibre, vistiéndolos con fondant de colores. Algunos llevaban bufanditas, otros chaquetas diminutas.

    Ryu tomó una galleta y le dio un mordisco pequeño, como si probara algo sagrado. Luego apoyó su codo en la encimera y me dedicó esa mirada lenta, enamorada, que solo ella sabe dar.

    Nos reunimos alrededor de la isla de la cocina, los tres, con tazas de leche caliente, mordiendo galletitas que parecían demasiado bonitas para comer. Afuera la nieve seguía cayendo, pero dentro… dentro era cálido, seguro, perfecto.

    En un momento, sin pensarlo, me acerqué por detrás de Ryu, abracé su cintura, y apoyé mi mejilla en su hombro.

    —Amo esto —susurré—. Amo pasar tiempo con vosotros. Amo nuestra familia. 🩷

    Ryu cubrió mi mano con la suya, suave, cálida, llena de vida.

    Chantle, siempre atento, nos miró con una sonrisa llena de orgullo y cariño. Tomó una galleta con forma de corazón y la dejó en medio de la mesa, como un pequeño símbolo silencioso.

    Así, rodeados de luces, azúcar y risas, la tarde se convirtió en uno de esos recuerdos que se guardan para siempre. Donde las galletas saben a magia, la nieve a calma, y el amor… a hogar.
    [Ryu] [frost_platinum_hare_393] Una tarde de galletitas, nieve y amor La nieve caía lenta al otro lado de la ventana, como si también quisiera asomarse a vernos. El apartamento olía a jengibre, a canela y a hogar. Nuestro árbol de navidad brillaba con una luz suave, casi tímida, mientras las guirnaldas reflejaban los destellos cálidos de las lámparas de la cocina. Ryu estaba a mi lado, mi hermosa lobita de colmillitos, concentrada como si hornear fuera un arte ancestral extraño para ella. Cada vez que levantaba la vista para mirarme, me regalaba esa sonrisa ligera que me desarma por completo. Yo, con mi plato de galletas a medio decorar, simplemente me sentía completa. Como si ese instante fuese el centro de todas mis vidas. Chantle, con su aire travieso, había tomado el control absoluto de las decoraciones. Sus manos se movían rápido sobre los pequeños muñecos de jengibre, vistiéndolos con fondant de colores. Algunos llevaban bufanditas, otros chaquetas diminutas. Ryu tomó una galleta y le dio un mordisco pequeño, como si probara algo sagrado. Luego apoyó su codo en la encimera y me dedicó esa mirada lenta, enamorada, que solo ella sabe dar. Nos reunimos alrededor de la isla de la cocina, los tres, con tazas de leche caliente, mordiendo galletitas que parecían demasiado bonitas para comer. Afuera la nieve seguía cayendo, pero dentro… dentro era cálido, seguro, perfecto. En un momento, sin pensarlo, me acerqué por detrás de Ryu, abracé su cintura, y apoyé mi mejilla en su hombro. —Amo esto —susurré—. Amo pasar tiempo con vosotros. Amo nuestra familia. 🩷 Ryu cubrió mi mano con la suya, suave, cálida, llena de vida. Chantle, siempre atento, nos miró con una sonrisa llena de orgullo y cariño. Tomó una galleta con forma de corazón y la dejó en medio de la mesa, como un pequeño símbolo silencioso. Así, rodeados de luces, azúcar y risas, la tarde se convirtió en uno de esos recuerdos que se guardan para siempre. Donde las galletas saben a magia, la nieve a calma, y el amor… a hogar.
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    La verdad enterrada bajo la Luna

    Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
    Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
    Que pisa ruinas que le hablan.

    —¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.

    Niego con la cabeza.

    Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:

    —Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
    Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.

    La imagen se forma sola en mi mente.
    Selin cayendo.
    Oz gritando.
    El caos quebrando el cielo.

    —Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
    Su unión… fue su propia sentencia.
    Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.

    —¿Ozma…? —susurro.

    —El destructor de mundos.
    Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
    Cuando la luna misma lo rechazó.
    Ese ser… fue quien destruyó este templo.
    Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.

    Trago saliva.

    —¿Peor…?

    Akane me mira fijamente.

    —La certeza de que ya no tenía nada que perder.

    El templo tiembla como si recordara.


    ---

    El Páramo Carmesí

    Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.

    Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.

    Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:

    El centro.

    Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…

    Yuna.

    Dormida.
    Quietecita.
    Como si la luna la estuviera respirando.

    Solo que su respiración no es suya.
    Lo siento.
    Lo percibo.

    Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.

    Doy un paso…

    Y entonces se materializa.


    ---

    El Yokai del Eclipse

    Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.

    Larga.
    Oscura.
    Delgada.

    La piel es más sombra que carne.
    La voz, más eco que sonido.

    Y porta una máscara.

    Una máscara idéntica a la de Ozma.

    No.
    No idéntica.

    Deformada.
    Retorcida.
    Como si fuera una burla.
    Una imitación grotesca del rey del Caos.

    El Yokai ladea la cabeza.
    Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.

    —Ni un paso más…
    Su voz es suave, casi amable.
    Peor que un grito.

    —…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
    —murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
    La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.

    Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.

    —Déjala. Ahora.

    El Yokai ríe.

    Una risa hueca.
    Una risa que suena como metal doblándose.

    —Pensé que tardaríais más.
    La sangre de la luna ya canta.
    Y ella…
    ella ya me escucha.

    Yar.
    Mi corazón se comprime.

    Porque veo a Yuna.

    Y su pecho se eleva.

    Pero no con un sueño tranquilo.

    Sino con la respiración de alguien
    que está siendo llamado
    desde otro lado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La verdad enterrada bajo la Luna Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco. Se mueve como alguien que pisa recuerdos. Que pisa ruinas que le hablan. —¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas. Niego con la cabeza. Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo: —Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura. Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna. La imagen se forma sola en mi mente. Selin cayendo. Oz gritando. El caos quebrando el cielo. —Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió. Su unión… fue su propia sentencia. Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo. —¿Ozma…? —susurro. —El destructor de mundos. Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo. Cuando la luna misma lo rechazó. Ese ser… fue quien destruyó este templo. Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos. Trago saliva. —¿Peor…? Akane me mira fijamente. —La certeza de que ya no tenía nada que perder. El templo tiembla como si recordara. --- El Páramo Carmesí Al final del corredor destruido, una luz se abre paso. Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración. Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto: El centro. Y allí, tendida en medio del círculo sangrante… Yuna. Dormida. Quietecita. Como si la luna la estuviera respirando. Solo que su respiración no es suya. Lo siento. Lo percibo. Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo. Doy un paso… Y entonces se materializa. --- El Yokai del Eclipse Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies. Larga. Oscura. Delgada. La piel es más sombra que carne. La voz, más eco que sonido. Y porta una máscara. Una máscara idéntica a la de Ozma. No. No idéntica. Deformada. Retorcida. Como si fuera una burla. Una imitación grotesca del rey del Caos. El Yokai ladea la cabeza. Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas. —Ni un paso más… Su voz es suave, casi amable. Peor que un grito. —…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”. —murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna— La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros. Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos. —Déjala. Ahora. El Yokai ríe. Una risa hueca. Una risa que suena como metal doblándose. —Pensé que tardaríais más. La sangre de la luna ya canta. Y ella… ella ya me escucha. Yar. Mi corazón se comprime. Porque veo a Yuna. Y su pecho se eleva. Pero no con un sueño tranquilo. Sino con la respiración de alguien que está siendo llamado desde otro lado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    La verdad enterrada bajo la Luna

    Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
    Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
    Que pisa ruinas que le hablan.

    —¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.

    Niego con la cabeza.

    Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:

    —Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
    Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.

    La imagen se forma sola en mi mente.
    Selin cayendo.
    Oz gritando.
    El caos quebrando el cielo.

    —Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
    Su unión… fue su propia sentencia.
    Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.

    —¿Ozma…? —susurro.

    —El destructor de mundos.
    Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
    Cuando la luna misma lo rechazó.
    Ese ser… fue quien destruyó este templo.
    Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.

    Trago saliva.

    —¿Peor…?

    Akane me mira fijamente.

    —La certeza de que ya no tenía nada que perder.

    El templo tiembla como si recordara.


    ---

    El Páramo Carmesí

    Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.

    Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.

    Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:

    El centro.

    Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…

    Yuna.

    Dormida.
    Quietecita.
    Como si la luna la estuviera respirando.

    Solo que su respiración no es suya.
    Lo siento.
    Lo percibo.

    Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.

    Doy un paso…

    Y entonces se materializa.


    ---

    El Yokai del Eclipse

    Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.

    Larga.
    Oscura.
    Delgada.

    La piel es más sombra que carne.
    La voz, más eco que sonido.

    Y porta una máscara.

    Una máscara idéntica a la de Ozma.

    No.
    No idéntica.

    Deformada.
    Retorcida.
    Como si fuera una burla.
    Una imitación grotesca del rey del Caos.

    El Yokai ladea la cabeza.
    Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.

    —Ni un paso más…
    Su voz es suave, casi amable.
    Peor que un grito.

    —…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
    —murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
    La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.

    Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.

    —Déjala. Ahora.

    El Yokai ríe.

    Una risa hueca.
    Una risa que suena como metal doblándose.

    —Pensé que tardaríais más.
    La sangre de la luna ya canta.
    Y ella…
    ella ya me escucha.

    Yar.
    Mi corazón se comprime.

    Porque veo a Yuna.

    Y su pecho se eleva.

    Pero no con un sueño tranquilo.

    Sino con la respiración de alguien
    que está siendo llamado
    desde otro lado.
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    La verdad enterrada bajo la Luna

    Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
    Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
    Que pisa ruinas que le hablan.

    —¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.

    Niego con la cabeza.

    Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:

    —Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
    Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.

    La imagen se forma sola en mi mente.
    Selin cayendo.
    Oz gritando.
    El caos quebrando el cielo.

    —Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
    Su unión… fue su propia sentencia.
    Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.

    —¿Ozma…? —susurro.

    —El destructor de mundos.
    Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
    Cuando la luna misma lo rechazó.
    Ese ser… fue quien destruyó este templo.
    Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.

    Trago saliva.

    —¿Peor…?

    Akane me mira fijamente.

    —La certeza de que ya no tenía nada que perder.

    El templo tiembla como si recordara.


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    El Páramo Carmesí

    Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.

    Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.

    Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:

    El centro.

    Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…

    Yuna.

    Dormida.
    Quietecita.
    Como si la luna la estuviera respirando.

    Solo que su respiración no es suya.
    Lo siento.
    Lo percibo.

    Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.

    Doy un paso…

    Y entonces se materializa.


    ---

    El Yokai del Eclipse

    Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.

    Larga.
    Oscura.
    Delgada.

    La piel es más sombra que carne.
    La voz, más eco que sonido.

    Y porta una máscara.

    Una máscara idéntica a la de Ozma.

    No.
    No idéntica.

    Deformada.
    Retorcida.
    Como si fuera una burla.
    Una imitación grotesca del rey del Caos.

    El Yokai ladea la cabeza.
    Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.

    —Ni un paso más…
    Su voz es suave, casi amable.
    Peor que un grito.

    —…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
    —murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
    La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.

    Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.

    —Déjala. Ahora.

    El Yokai ríe.

    Una risa hueca.
    Una risa que suena como metal doblándose.

    —Pensé que tardaríais más.
    La sangre de la luna ya canta.
    Y ella…
    ella ya me escucha.

    Yar.
    Mi corazón se comprime.

    Porque veo a Yuna.

    Y su pecho se eleva.

    Pero no con un sueño tranquilo.

    Sino con la respiración de alguien
    que está siendo llamado
    desde otro lado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La verdad enterrada bajo la Luna Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco. Se mueve como alguien que pisa recuerdos. Que pisa ruinas que le hablan. —¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas. Niego con la cabeza. Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo: —Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura. Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna. La imagen se forma sola en mi mente. Selin cayendo. Oz gritando. El caos quebrando el cielo. —Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió. Su unión… fue su propia sentencia. Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo. —¿Ozma…? —susurro. —El destructor de mundos. Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo. Cuando la luna misma lo rechazó. Ese ser… fue quien destruyó este templo. Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos. Trago saliva. —¿Peor…? Akane me mira fijamente. —La certeza de que ya no tenía nada que perder. El templo tiembla como si recordara. --- El Páramo Carmesí Al final del corredor destruido, una luz se abre paso. Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración. Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto: El centro. Y allí, tendida en medio del círculo sangrante… Yuna. Dormida. Quietecita. Como si la luna la estuviera respirando. Solo que su respiración no es suya. Lo siento. Lo percibo. Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo. Doy un paso… Y entonces se materializa. --- El Yokai del Eclipse Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies. Larga. Oscura. Delgada. La piel es más sombra que carne. La voz, más eco que sonido. Y porta una máscara. Una máscara idéntica a la de Ozma. No. No idéntica. Deformada. Retorcida. Como si fuera una burla. Una imitación grotesca del rey del Caos. El Yokai ladea la cabeza. Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas. —Ni un paso más… Su voz es suave, casi amable. Peor que un grito. —…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”. —murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna— La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros. Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos. —Déjala. Ahora. El Yokai ríe. Una risa hueca. Una risa que suena como metal doblándose. —Pensé que tardaríais más. La sangre de la luna ya canta. Y ella… ella ya me escucha. Yar. Mi corazón se comprime. Porque veo a Yuna. Y su pecho se eleva. Pero no con un sueño tranquilo. Sino con la respiración de alguien que está siendo llamado desde otro lado.
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  • A Dream... I remember my Dream...
    Fandom Stranger Things
    Categoría Romance
    STARTER PARA [eclipse_platinum_elephant_535]

    Hubiera jurado y proclamado a los cuatro vientos que ella, Allyson Johnson, jamás podría fijarse en un tipo como él.

    Tal vez, si hubiera podido anticiparse, si aquello no hubiera sucedido de la noche a la mañana, habría hecho algo para impedirlo. Porque sí, Ally era de esas personas convencidas de que los sentimientos sí podían controlarse. Más aún si eras plenamente consciente de los tuyos. Y ella lo era. O le gustaba creer que lo era.

    Ally había tenido que crecer demasiado pronto. Su cabeza corría siempre un par de pasos por delante del resto: pensaba demasiado, analizaba todo, le dedicaba tiempo a cada gesto, a cada palabra, a cada silencio incómodo. Necesitaba comprenderlo todo, tenerlo bajo control, ordenar el mundo en cajitas mentales donde nada se saliera del guion.

    Pero una cosa había aprendido con los años —a fuerza de golpes que aún le dolían en rincones de la memoria que prefería no mirar—: no se puede tener todo bajo control.

    Y, mucho menos, los sueños.

    ________________________________________

    Había visto a ese tío, Eddie Munson, subido sobre una mesa del comedor del instituto, desgañitándose delante de todo el mundo como si la cafetería fuera su maldito escenario privado. Recorría los tablones con las botas mientras gritaba algo sobre ovejas, ovejeros y Hellfire, ganándose miradas de asco, risas y un par de “otra vez el puto Munson” susurrados entre bandejas grasientas.

    Ally recordaba haber rodado los ojos, apoyando el codo en la mesa.

    "¿Qué demonios hace? Menudo ridículo."

    Su ceño se arrugó, el labio se le frunció con esa expresión suya de juicio silencioso. Todo en su cuerpo decía “qué vergüenza ajena”. Y sin embargo, no consiguió apartar la mirada. Se quedó mirándolo, atrapada en una mezcla rara de rechazo y fascinación, como cuando no puedes dejar de mirar un accidente aunque sepas que te va a impresionar.

    El resto del día transcurrió con normalidad. Quedó con Ashley Thompson, su mejor amiga, hablaron de tonterías y deberes, y luego se fue a casa a estudiar. O a intentarlo.
    Nada fuera de lo habitual.

    ¿Quién iba a decirle que esa misma noche soñaría con el tipo que había caminado sobre la mesa como si fuera suya?
    ¿Y que al despertar, algo en ella ya no estaría en el mismo sitio?

    ________________________________________

    Al principio no entendió qué pasaba.

    Lo supo de verdad al volver a verlo, a la mañana siguiente, en clase de ciencias.
    Él llegó tarde, cómo no: la puerta se abrió con un golpe seco, el profesor hizo ese suspiro de resignación de siempre, y el murmullo de la clase se cortó un segundo.

    Allí estaba otra vez. Chaqueta de cuero, parches, pelo rizado cayéndole por la cara, el walkman colgando, esa sonrisa que siempre parecía ir a decir algo que no tocaba. El maldito Eddie Munson.

    El corazón de Ally reaccionó antes que su cabeza. Un latido seco, distinto, como si hubiera un eco. Como si algo se hubiera movido dentro de ella la noche anterior y solo ahora se estuviera despertando. Hubo un momento en el que sintió que se le aflojaban los dedos del bolígrafo. Y entonces, como un flash, como una diapositiva, el sueño regresó de golpe.

    Eddie.

    El mismo Eddie que en la vida real era exactamente el tipo de tío que Ally decía detestar: ruidoso, caótico, sin filtro, con fama de rarito y de fracasado repetidor. Todo lo que ella había aprendido a evitar.

    ¿Entonces por qué se le calentaban las mejillas ahora, sentada en su pupitre, cuando él cruzó la clase con total descaro?

    ¿Por qué sus piernas, siempre cruzadas bajo la mesa, se descruzaron inquietas, los pies tamborileando contra el suelo?

    Se apartó el pelo de la oreja en un gesto automático y dejó caer la melena rubia hacia delante, ocultando parte de su rostro, en un intento desesperado por esconderse. Desde allí, donde él estaba, si se giraba, podría verla de perfil. Y ella no estaba preparada para sostenerle la mirada sabiendo lo que había soñado.

    ________________________________________

    Ally no era una chica cualquiera. Al menos no por dentro.

    A simple vista, en Hawkins, era una buena alumna, pocas palabras, mirada que lo observa todo. El tipo de chica a la que nadie se atrevería a llamar friki, pero que tampoco encajaba con las animadoras. Un punto medio.

    Lo que nadie allí sabía es que aquel no era el único lugar raro en el que ella había estado.

    Antes de Hawkins hubo otro sitio.

    Derry, Maine.

    Un nombre que a veces le venía a la cabeza como una mancha y del que enseguida se olvidaba, como cuando intentabas recordar una palabra en otro idioma y se escapaba justo en el último segundo. Sabía que había vivido allí. Sabía que algo importante había pasado. Pero cuanto más intentaba reconstruirlo, más se desdibujaban los recuerdos.

    Recordaba cosas sueltas, fragmentos, sensaciones que no encajaban con nada que pudiera llamar “normal”.

    Un payaso en un desagüe, la voz de alguien susurrándole que fuera a bailar, el olor a óxido y alcantarilla mezclado con algo dulzón y nauseabundo.

    Flashes: Un globo rojo flotando donde no debería, una escalera hacia un sótano…

    Y luego estaban ellos.

    Un grupo de chicos y una chica pelirroja.

    Bicicletas. Un pequeño claro en el bosque que olía a verano, a barro y a sangre seca. Una caseta improvisada bajo tierra, llena de cómics, revistas viejas y botellas de refresco vacías…

    “Beep beep, Richie.”

    Recordaba una voz concreta, aguda y rápida, disparando chistes. Unas gafas enormes. Una camiseta siempre arrugada.

    Pero nunca conseguía ver bien su cara. Cuando intentaba enfocarla, el recuerdo se difuminaba. Solo quedaba la sensación: aquel cosquilleo caliente en el estómago, la mezcla rara entre el miedo, el deseo y la seguridad.

    Pero Ally decidió que todo aquello solo fueron pesadillas de cría y una imaginación demasiado activa. Era más fácil así. Más cómodo.

    Todo eso… había quedado atrás…

    ________________________________________

    Ahora, sentada en aquel pupitre, podía escuchar cómo el profesor empezaba a escribir fórmulas en la pizarra, agradeciendo que nadie pudiera escuchar sus pensamientos.

    Se obligó a mirar al frente. A copiar el título en el cuaderno. A tomar apuntes como si todo fuera normal. Como si el corazón no le estuviera golpeando las costillas cada vez que él se movía, cada vez que sus botas chocaban contra la pata de su silla.

    Intentó convencerse:
    Es solo un chico. Un chico que no te gusta. Alguien que representa todo lo que no quieres en tu vida. Punto.

    Pero el sueño volvía. Cada noche. Cada día.

    ________________________________________

    Al día siguiente, ella volvía a estar sentada en aquel pupitre.

    El profesor llegó, dejó la carpeta sobre la mesa y saludó a los alumnos.

    —Muy bien, clase. Antes de empezar —anunció, ajustándose las gafas—, os recuerdo que hoy se publican las parejas para el trabajo trimestral. Como sabéis, es obligatorio, cuenta el treinta por ciento de la nota final y tendrá que entregarse en dos semanas.

    Quejas, risas… Todos sabían que aquel trabajo era un suplicio.

    Ally sintió un nudo en el estómago.

    No era buena trabajando con otros. Nunca lo había sido. Prefería controlar cada detalle, cada página, cada palabra. Y la idea de depender de alguien le incomodaba más que cualquier examen.

    El profesor empezó a leer la lista.

    Apellidos, nombres. Alumnos que chocaban las manos cuando les tocaban con sus amigos. Otros que resoplaban resignados…

    Y entonces, llegó el momento.

    —Munson, Edward.

    Ally no respiró.

    —Johnson, Allyson.

    Lo escuchó antes de procesarlo.

    Su primera reacción fue automática: apretar los muslos bajo la mesa, esconder la cara tras el pelo, bajar la vista a la madera gastada del pupitre.

    Pero el profesor continuó, sin detenerse. Sin darles opción a negarse.

    —Los trabajos deberán tener una parte teórica y otra práctica. Podéis elegir temática dentro del temario de este trimestre. No se permiten cambios de pareja. Y, por favor… evitad copiaros entre vosotros; lo sabré.

    Hubo risas por detrás. Alguno soltó un comentario que no alcanzó a escuchar.

    —Al igual que sabré si el trabajo sólo lo hace uno de vosotros. ¿Entendido?

    Ella seguía petrificada. No quería mirarlo, pero acabó haciéndolo, y se encontró que él… ya la estaba mirando.

    Ally tragó saliva.

    Toda la sangre derramándosele a los pies.

    El sueño volvió como un latigazo.

    La sensación de haber cruzado un límite que ni siquiera comprendía.

    El profesor siguió hablando, dando instrucciones, detallando fechas, insistiendo en la importancia del trabajo. Pero ella apenas oía nada.

    “Trabajo en pareja.”
    “Dos semanas.”
    “Munson y Johnson.”

    Cuando por fin llegó el momento, cuando los demás empezaron a moverse para buscar a sus compañeros, Ally permaneció quieta, como si el asiento la estuviera aprisionando.

    Supo que debía mirarlo, que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero fue incapaz.

    Giró la cabeza apenas unos centímetros.
    Y lo encontró. Ahí.
    Codo apoyado en la mesa, cuerpo ladeado hacia ella, mirada paciente. Como si estuviera esperando que reaccionara.

    STARTER PARA [eclipse_platinum_elephant_535] Hubiera jurado y proclamado a los cuatro vientos que ella, Allyson Johnson, jamás podría fijarse en un tipo como él. Tal vez, si hubiera podido anticiparse, si aquello no hubiera sucedido de la noche a la mañana, habría hecho algo para impedirlo. Porque sí, Ally era de esas personas convencidas de que los sentimientos sí podían controlarse. Más aún si eras plenamente consciente de los tuyos. Y ella lo era. O le gustaba creer que lo era. Ally había tenido que crecer demasiado pronto. Su cabeza corría siempre un par de pasos por delante del resto: pensaba demasiado, analizaba todo, le dedicaba tiempo a cada gesto, a cada palabra, a cada silencio incómodo. Necesitaba comprenderlo todo, tenerlo bajo control, ordenar el mundo en cajitas mentales donde nada se saliera del guion. Pero una cosa había aprendido con los años —a fuerza de golpes que aún le dolían en rincones de la memoria que prefería no mirar—: no se puede tener todo bajo control. Y, mucho menos, los sueños. ________________________________________ Había visto a ese tío, Eddie Munson, subido sobre una mesa del comedor del instituto, desgañitándose delante de todo el mundo como si la cafetería fuera su maldito escenario privado. Recorría los tablones con las botas mientras gritaba algo sobre ovejas, ovejeros y Hellfire, ganándose miradas de asco, risas y un par de “otra vez el puto Munson” susurrados entre bandejas grasientas. Ally recordaba haber rodado los ojos, apoyando el codo en la mesa. "¿Qué demonios hace? Menudo ridículo." Su ceño se arrugó, el labio se le frunció con esa expresión suya de juicio silencioso. Todo en su cuerpo decía “qué vergüenza ajena”. Y sin embargo, no consiguió apartar la mirada. Se quedó mirándolo, atrapada en una mezcla rara de rechazo y fascinación, como cuando no puedes dejar de mirar un accidente aunque sepas que te va a impresionar. El resto del día transcurrió con normalidad. Quedó con Ashley Thompson, su mejor amiga, hablaron de tonterías y deberes, y luego se fue a casa a estudiar. O a intentarlo. Nada fuera de lo habitual. ¿Quién iba a decirle que esa misma noche soñaría con el tipo que había caminado sobre la mesa como si fuera suya? ¿Y que al despertar, algo en ella ya no estaría en el mismo sitio? ________________________________________ Al principio no entendió qué pasaba. Lo supo de verdad al volver a verlo, a la mañana siguiente, en clase de ciencias. Él llegó tarde, cómo no: la puerta se abrió con un golpe seco, el profesor hizo ese suspiro de resignación de siempre, y el murmullo de la clase se cortó un segundo. Allí estaba otra vez. Chaqueta de cuero, parches, pelo rizado cayéndole por la cara, el walkman colgando, esa sonrisa que siempre parecía ir a decir algo que no tocaba. El maldito Eddie Munson. El corazón de Ally reaccionó antes que su cabeza. Un latido seco, distinto, como si hubiera un eco. Como si algo se hubiera movido dentro de ella la noche anterior y solo ahora se estuviera despertando. Hubo un momento en el que sintió que se le aflojaban los dedos del bolígrafo. Y entonces, como un flash, como una diapositiva, el sueño regresó de golpe. Eddie. El mismo Eddie que en la vida real era exactamente el tipo de tío que Ally decía detestar: ruidoso, caótico, sin filtro, con fama de rarito y de fracasado repetidor. Todo lo que ella había aprendido a evitar. ¿Entonces por qué se le calentaban las mejillas ahora, sentada en su pupitre, cuando él cruzó la clase con total descaro? ¿Por qué sus piernas, siempre cruzadas bajo la mesa, se descruzaron inquietas, los pies tamborileando contra el suelo? Se apartó el pelo de la oreja en un gesto automático y dejó caer la melena rubia hacia delante, ocultando parte de su rostro, en un intento desesperado por esconderse. Desde allí, donde él estaba, si se giraba, podría verla de perfil. Y ella no estaba preparada para sostenerle la mirada sabiendo lo que había soñado. ________________________________________ Ally no era una chica cualquiera. Al menos no por dentro. A simple vista, en Hawkins, era una buena alumna, pocas palabras, mirada que lo observa todo. El tipo de chica a la que nadie se atrevería a llamar friki, pero que tampoco encajaba con las animadoras. Un punto medio. Lo que nadie allí sabía es que aquel no era el único lugar raro en el que ella había estado. Antes de Hawkins hubo otro sitio. Derry, Maine. Un nombre que a veces le venía a la cabeza como una mancha y del que enseguida se olvidaba, como cuando intentabas recordar una palabra en otro idioma y se escapaba justo en el último segundo. Sabía que había vivido allí. Sabía que algo importante había pasado. Pero cuanto más intentaba reconstruirlo, más se desdibujaban los recuerdos. Recordaba cosas sueltas, fragmentos, sensaciones que no encajaban con nada que pudiera llamar “normal”. Un payaso en un desagüe, la voz de alguien susurrándole que fuera a bailar, el olor a óxido y alcantarilla mezclado con algo dulzón y nauseabundo. Flashes: Un globo rojo flotando donde no debería, una escalera hacia un sótano… Y luego estaban ellos. Un grupo de chicos y una chica pelirroja. Bicicletas. Un pequeño claro en el bosque que olía a verano, a barro y a sangre seca. Una caseta improvisada bajo tierra, llena de cómics, revistas viejas y botellas de refresco vacías… “Beep beep, Richie.” Recordaba una voz concreta, aguda y rápida, disparando chistes. Unas gafas enormes. Una camiseta siempre arrugada. Pero nunca conseguía ver bien su cara. Cuando intentaba enfocarla, el recuerdo se difuminaba. Solo quedaba la sensación: aquel cosquilleo caliente en el estómago, la mezcla rara entre el miedo, el deseo y la seguridad. Pero Ally decidió que todo aquello solo fueron pesadillas de cría y una imaginación demasiado activa. Era más fácil así. Más cómodo. Todo eso… había quedado atrás… ________________________________________ Ahora, sentada en aquel pupitre, podía escuchar cómo el profesor empezaba a escribir fórmulas en la pizarra, agradeciendo que nadie pudiera escuchar sus pensamientos. Se obligó a mirar al frente. A copiar el título en el cuaderno. A tomar apuntes como si todo fuera normal. Como si el corazón no le estuviera golpeando las costillas cada vez que él se movía, cada vez que sus botas chocaban contra la pata de su silla. Intentó convencerse: Es solo un chico. Un chico que no te gusta. Alguien que representa todo lo que no quieres en tu vida. Punto. Pero el sueño volvía. Cada noche. Cada día. ________________________________________ Al día siguiente, ella volvía a estar sentada en aquel pupitre. El profesor llegó, dejó la carpeta sobre la mesa y saludó a los alumnos. —Muy bien, clase. Antes de empezar —anunció, ajustándose las gafas—, os recuerdo que hoy se publican las parejas para el trabajo trimestral. Como sabéis, es obligatorio, cuenta el treinta por ciento de la nota final y tendrá que entregarse en dos semanas. Quejas, risas… Todos sabían que aquel trabajo era un suplicio. Ally sintió un nudo en el estómago. No era buena trabajando con otros. Nunca lo había sido. Prefería controlar cada detalle, cada página, cada palabra. Y la idea de depender de alguien le incomodaba más que cualquier examen. El profesor empezó a leer la lista. Apellidos, nombres. Alumnos que chocaban las manos cuando les tocaban con sus amigos. Otros que resoplaban resignados… Y entonces, llegó el momento. —Munson, Edward. Ally no respiró. —Johnson, Allyson. Lo escuchó antes de procesarlo. Su primera reacción fue automática: apretar los muslos bajo la mesa, esconder la cara tras el pelo, bajar la vista a la madera gastada del pupitre. Pero el profesor continuó, sin detenerse. Sin darles opción a negarse. —Los trabajos deberán tener una parte teórica y otra práctica. Podéis elegir temática dentro del temario de este trimestre. No se permiten cambios de pareja. Y, por favor… evitad copiaros entre vosotros; lo sabré. Hubo risas por detrás. Alguno soltó un comentario que no alcanzó a escuchar. —Al igual que sabré si el trabajo sólo lo hace uno de vosotros. ¿Entendido? Ella seguía petrificada. No quería mirarlo, pero acabó haciéndolo, y se encontró que él… ya la estaba mirando. Ally tragó saliva. Toda la sangre derramándosele a los pies. El sueño volvió como un latigazo. La sensación de haber cruzado un límite que ni siquiera comprendía. El profesor siguió hablando, dando instrucciones, detallando fechas, insistiendo en la importancia del trabajo. Pero ella apenas oía nada. “Trabajo en pareja.” “Dos semanas.” “Munson y Johnson.” Cuando por fin llegó el momento, cuando los demás empezaron a moverse para buscar a sus compañeros, Ally permaneció quieta, como si el asiento la estuviera aprisionando. Supo que debía mirarlo, que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero fue incapaz. Giró la cabeza apenas unos centímetros. Y lo encontró. Ahí. Codo apoyado en la mesa, cuerpo ladeado hacia ella, mirada paciente. Como si estuviera esperando que reaccionara.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
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    Busco un Hugo para shipp amor-Odio con Belle, las tramas será creadas por mi, ya que no eh jugado ZZZ, solo eh visto algunos game play, si deseas buenas historias se las puedo ofrecer, también estoy abierta a roles con otros.

    Pero solo rol amor-odio que incluye hasta lemon, será con Hugo del ZZZ
    Busco un Hugo para shipp amor-Odio con Belle, las tramas será creadas por mi, ya que no eh jugado ZZZ, solo eh visto algunos game play, si deseas buenas historias se las puedo ofrecer, también estoy abierta a roles con otros. Pero solo rol amor-odio que incluye hasta lemon, será con Hugo del ZZZ
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  • “Ahora que lo pienso, en mi antigua vida, cuando aún era un mortal, nunca quise aferrarme a la creencia de un Dios. Negué su existencia, resté importancia al concepto que representan, hasta que los conocí de verdad. Pero aun así me rehusé a venerarlos, lo cual muchas veces puede conllevar un castigo, algunos peores que otros.

    Los humanos… No, los mortales… En su mayoría se aferran a sus deidades bondadosas, otros lo hacen con sus “deidades más siniestras”. Pero nunca piensan en la posibilidad de que tal vez su Dios no los aprecie. De que nunca los quiso y que incluso los odie.

    La diferencia entre un Dios y un mortal con poder no es tan distinta cuando ambos comparten la posibilidad de ver a los más débiles como nada más que herramientas, juguetes o un simple objeto para señalar y burlarse, matándose a carcajadas.”
    “Ahora que lo pienso, en mi antigua vida, cuando aún era un mortal, nunca quise aferrarme a la creencia de un Dios. Negué su existencia, resté importancia al concepto que representan, hasta que los conocí de verdad. Pero aun así me rehusé a venerarlos, lo cual muchas veces puede conllevar un castigo, algunos peores que otros. Los humanos… No, los mortales… En su mayoría se aferran a sus deidades bondadosas, otros lo hacen con sus “deidades más siniestras”. Pero nunca piensan en la posibilidad de que tal vez su Dios no los aprecie. De que nunca los quiso y que incluso los odie. La diferencia entre un Dios y un mortal con poder no es tan distinta cuando ambos comparten la posibilidad de ver a los más débiles como nada más que herramientas, juguetes o un simple objeto para señalar y burlarse, matándose a carcajadas.”
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  • Ver tus ojos.

    Me pone tan nerviosa, me hace sentir tan débil y vulnerable.

    La noche que me encontraste, no supe cómo reaccionar.
    No sé qué pensaste, pero sé lo que sentía al volver a mirar tus ojos.

    Me di cuenta que al no habernos uno del otro en esta vida, en otra nos amamos profundamente.

    El despedirnos fue así, tan corto, y pase a lado de ti, fingiendo que no me importaba.

    Pero no es así, miraba tu espalda, pensando, en qué estabas pensando tú en ese momento.

    Hasta que miraste atrás, y ese mismo echo, ese mismo mirar desbarató mi alma.

    "¿Por qué Diosa? ... ¿Porqué has permitido que nuevamente nos encontremos, para vernos así?"

    Pensaba, con el alma en mi pecho y sentimientos que dominaban mi mirar, aquellos que se delataban en mis pupilas y el sentimiento en el aire que hacía notar al mundo ajeno sobre nosotros.

    Si no merecía ni siquiera tu mirar, tus encantos estaban en aquel silencio que me mataba por dentro.
    Aquel que me volvía loca por tanto pensar si, era lo correcto lo que estábamos haciendo.

    Y al voltearte a mi, ni siquiera sonreí. porque sabía que te había decepcionado ya dos veces y en una de ellas había roto una promesa.

    Una promesa que aún no me e perdonado.

    Tu mirar no solo delataba ese amor nunca entregado, si no el juicio de mi error, clavándome en el pecho y alma como a una estaca enorme clavada hasta el subsuelo.

    Cómo a la lanza de un angel cósmico que me obligaba a ser conciente del amor que perdí por haber decepcionado mis sentimientos.

    Y tú mirar, que en mi sin ninguna palabra tuya, delataba tu sentir.
    Inundaba mi alma en tu bondad, en palabras que no escucho pero que quisiera oír.

    Hombre!...
    Tú tienes el poder y tú lo sabes.

    Y yo soy el castigo en vida por no poder tenerte y respetar el límite de tu partida, cuidando tu amor.
    Cuidándote de mi,
    una mujer peligrosa que podría arrebatarte de los brazos de otra mujer.

    Pero no soy así, no puedo... Te ame tanto en otra vida, y te amo tanto, que tú felicidad es lo mejor para mi.

    Por eso ambos no nos acercamos, porque sabemos que es peligroso hacerlo así.
    Tú, hombre divino, hombre fiel... Yo, pecadora de un amor no correspondido a morir por su propia mano a sus mismos pecados.

    La canción de esta historia es aquel al cual bailo a solas... Porque sigo danzando en este camino con amor a mi, amor a ti... Amor a lo que nunca existió, nunca se vivió ,pero se pudo sentir.
    Ver tus ojos. Me pone tan nerviosa, me hace sentir tan débil y vulnerable. La noche que me encontraste, no supe cómo reaccionar. No sé qué pensaste, pero sé lo que sentía al volver a mirar tus ojos. Me di cuenta que al no habernos uno del otro en esta vida, en otra nos amamos profundamente. El despedirnos fue así, tan corto, y pase a lado de ti, fingiendo que no me importaba. Pero no es así, miraba tu espalda, pensando, en qué estabas pensando tú en ese momento. Hasta que miraste atrás, y ese mismo echo, ese mismo mirar desbarató mi alma. "¿Por qué Diosa? ... ¿Porqué has permitido que nuevamente nos encontremos, para vernos así?" Pensaba, con el alma en mi pecho y sentimientos que dominaban mi mirar, aquellos que se delataban en mis pupilas y el sentimiento en el aire que hacía notar al mundo ajeno sobre nosotros. Si no merecía ni siquiera tu mirar, tus encantos estaban en aquel silencio que me mataba por dentro. Aquel que me volvía loca por tanto pensar si, era lo correcto lo que estábamos haciendo. Y al voltearte a mi, ni siquiera sonreí. porque sabía que te había decepcionado ya dos veces y en una de ellas había roto una promesa. Una promesa que aún no me e perdonado. Tu mirar no solo delataba ese amor nunca entregado, si no el juicio de mi error, clavándome en el pecho y alma como a una estaca enorme clavada hasta el subsuelo. Cómo a la lanza de un angel cósmico que me obligaba a ser conciente del amor que perdí por haber decepcionado mis sentimientos. Y tú mirar, que en mi sin ninguna palabra tuya, delataba tu sentir. Inundaba mi alma en tu bondad, en palabras que no escucho pero que quisiera oír. Hombre!... Tú tienes el poder y tú lo sabes. Y yo soy el castigo en vida por no poder tenerte y respetar el límite de tu partida, cuidando tu amor. Cuidándote de mi, una mujer peligrosa que podría arrebatarte de los brazos de otra mujer. Pero no soy así, no puedo... Te ame tanto en otra vida, y te amo tanto, que tú felicidad es lo mejor para mi. Por eso ambos no nos acercamos, porque sabemos que es peligroso hacerlo así. Tú, hombre divino, hombre fiel... Yo, pecadora de un amor no correspondido a morir por su propia mano a sus mismos pecados. La canción de esta historia es aquel al cual bailo a solas... Porque sigo danzando en este camino con amor a mi, amor a ti... Amor a lo que nunca existió, nunca se vivió ,pero se pudo sentir.
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  • El sol caía sobre su piel como un abrazo tibio, pero ella no lo sentía...

    Narelle permanecía apoyada contra la estructura amarilla, los brazos sueltos a los costados, los ojos entrecerrados. De tanto en tanto, los humanos pasaban junto a ella, riendo, apresurados, viviendo sin darse cuenta de nada. Ese mundo seguía latiendo, aunque el suyo hacía tiempo que había dejado de hacerlo.

    Una mueca apenas perceptible tensó sus labios, le dolía. Todo. Siempre... El murmullo de la ciudad le rozaba los oídos, pero dentro de su pecho solo había un eco... Un vacío hondo donde antes había agua, hogar, calor...

    -"Ojalá pudiera dejar de sentir." El pensamiento la atravesó con la misma suavidad con la que el viento movió su cabello, una ironía amarga...sentir demasiado fue lo que la había deshecho… y aun así... y aun asi no podía apagarlo.

    Vio a una madre tomar la mano de su hijo para cruzar la calle, algo tan simple.... pero que le arrancó un latido doloroso que no pidió.

    Narelle desvió la mirada incomoda con lo que se removió dentro de ella
    -Amé así… tan fuerte que me rompí...Quise protegerlo todo… hasta que no quedó nada que me protegiera a mí- murmuró a la nada, su mirada se alzó al cielo... y aunque era completamente soleado... sabía que ella estaba ahí, observándola... aún podía sentirla... y quiso gritar, preguntarle el porqué la había enviado ahí... ella no era la culpable de las decisiones de otros.. ella solo quería un hogar, ella había pertenecido a un firmamento... y eso incluso parecia una vida de fantasía para ese maldito momento.

    Cerró los ojos un instante. El sol seguía calentándola, pero su cuerpo permanecía frío... helado...Como si hubiera sido hecha para ver, pero no para pertenecer.
    El sol caía sobre su piel como un abrazo tibio, pero ella no lo sentía... Narelle permanecía apoyada contra la estructura amarilla, los brazos sueltos a los costados, los ojos entrecerrados. De tanto en tanto, los humanos pasaban junto a ella, riendo, apresurados, viviendo sin darse cuenta de nada. Ese mundo seguía latiendo, aunque el suyo hacía tiempo que había dejado de hacerlo. Una mueca apenas perceptible tensó sus labios, le dolía. Todo. Siempre... El murmullo de la ciudad le rozaba los oídos, pero dentro de su pecho solo había un eco... Un vacío hondo donde antes había agua, hogar, calor... -"Ojalá pudiera dejar de sentir." El pensamiento la atravesó con la misma suavidad con la que el viento movió su cabello, una ironía amarga...sentir demasiado fue lo que la había deshecho… y aun así... y aun asi no podía apagarlo. Vio a una madre tomar la mano de su hijo para cruzar la calle, algo tan simple.... pero que le arrancó un latido doloroso que no pidió. Narelle desvió la mirada incomoda con lo que se removió dentro de ella -Amé así… tan fuerte que me rompí...Quise protegerlo todo… hasta que no quedó nada que me protegiera a mí- murmuró a la nada, su mirada se alzó al cielo... y aunque era completamente soleado... sabía que ella estaba ahí, observándola... aún podía sentirla... y quiso gritar, preguntarle el porqué la había enviado ahí... ella no era la culpable de las decisiones de otros.. ella solo quería un hogar, ella había pertenecido a un firmamento... y eso incluso parecia una vida de fantasía para ese maldito momento. Cerró los ojos un instante. El sol seguía calentándola, pero su cuerpo permanecía frío... helado...Como si hubiera sido hecha para ver, pero no para pertenecer.
    Me entristece
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  • 𝗡𝗶𝗸𝗹𝗮𝘂𝘀 𝗠𝗶𝗸𝗮𝗲𝗹𝘀𝗼𝗻




    En todo momento existe una elección. Podemos aferrarnos al pasado o abrazar la inevitabilidad del cambio y permitir que se desarrolle un futuro más brillante ante nosotros.
    𝗡𝗶𝗸𝗹𝗮𝘂𝘀 𝗠𝗶𝗸𝗮𝗲𝗹𝘀𝗼𝗻 “ En todo momento existe una elección. Podemos aferrarnos al pasado o abrazar la inevitabilidad del cambio y permitir que se desarrolle un futuro más brillante ante nosotros.
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