• Cada vez que Apolo y Ellie se fundían en uno solo, el mundo dejaba de existir. No importaba el tiempo, no importaban las reglas, ni siquiera importaba el aire que llenaba sus pulmones, lo único real era el latido frenético de sus cuerpos buscándose, atrapándose, devorándose en una necesidad que jamás se extinguía.

    Apolo la amaba con un fervor que rozaba la locura. Durante el día, la adoraba como a una diosa, como a un milagro que tenía la suerte de llamar suya. La protegía, la consentía, la envolvía en su ternura infinita, dedicándole cada mirada, cada palabra, cada caricia con el respeto de un caballero que ha jurado lealtad eterna. Pero cuando la noche caía, cuando el deseo los consumía, toda esa devoción se transformaba en un hambre desmedida, salvaje, insaciable.

    Ella era su perdición, su más dulce condena. Sus labios, su piel, su voz entrecortada al susurrar su nombre… todo en ella lo volvía loco. No podía contenerse, no podía resistirse. La necesitaba con urgencia animal, con la desesperación de quien se ha convertido en esclavo del placer. Su cuerpo clamaba por ella, cada fibra de su ser ardía por hundirse en su calor, por poseerla hasta el último aliento, por reclamarla en un lenguaje sin palabras que solo ellos entendían.

    No bastaba con tocarla, con recorrer su piel como si de un tesoro se tratara. No bastaba con escuchar su jadeo tembloroso o sentirla retorcerse bajo su control. Él quería más. Quería verla perderse en él, entregarse sin reservas, suplicar por más, rogarle que no se detuviera. Quería hacerla gritar su nombre, tatuarlo en su alma, en su piel, en cada rincón de su ser, hasta que ni el tiempo ni el destino pudieran separarlos.

    Porque Ellie no solo era su mujer. Era su delirio. Su adicción. Su más oscuro y hermoso pecado. Y él jamás, jamás, se saciaría de ella.

    #SeductiveSunday
    Cada vez que Apolo y Ellie se fundían en uno solo, el mundo dejaba de existir. No importaba el tiempo, no importaban las reglas, ni siquiera importaba el aire que llenaba sus pulmones, lo único real era el latido frenético de sus cuerpos buscándose, atrapándose, devorándose en una necesidad que jamás se extinguía. Apolo la amaba con un fervor que rozaba la locura. Durante el día, la adoraba como a una diosa, como a un milagro que tenía la suerte de llamar suya. La protegía, la consentía, la envolvía en su ternura infinita, dedicándole cada mirada, cada palabra, cada caricia con el respeto de un caballero que ha jurado lealtad eterna. Pero cuando la noche caía, cuando el deseo los consumía, toda esa devoción se transformaba en un hambre desmedida, salvaje, insaciable. Ella era su perdición, su más dulce condena. Sus labios, su piel, su voz entrecortada al susurrar su nombre… todo en ella lo volvía loco. No podía contenerse, no podía resistirse. La necesitaba con urgencia animal, con la desesperación de quien se ha convertido en esclavo del placer. Su cuerpo clamaba por ella, cada fibra de su ser ardía por hundirse en su calor, por poseerla hasta el último aliento, por reclamarla en un lenguaje sin palabras que solo ellos entendían. No bastaba con tocarla, con recorrer su piel como si de un tesoro se tratara. No bastaba con escuchar su jadeo tembloroso o sentirla retorcerse bajo su control. Él quería más. Quería verla perderse en él, entregarse sin reservas, suplicar por más, rogarle que no se detuviera. Quería hacerla gritar su nombre, tatuarlo en su alma, en su piel, en cada rincón de su ser, hasta que ni el tiempo ni el destino pudieran separarlos. Porque [GIRL0FSADNESS] no solo era su mujer. Era su delirio. Su adicción. Su más oscuro y hermoso pecado. Y él jamás, jamás, se saciaría de ella. #SeductiveSunday
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  • Nica Dover miró su reloj por enésima vez mientras el conferencista continuaba hablando sobre sinapsis y neurotransmisores. Su mente ya había abandonado el salón hacía rato, pero su cuerpo seguía atrapado en esa silla incómoda. Se levantó discretamente, agradeciendo que el lugar estaba oscuro por las pantallas que proyectaban gráficos incomprensibles.

    "¿En serio? ¿Científicos hablando de cerebros y yo aquí, atrapada?", pensó mientras caminaba hacia la puerta. La luz del pasillo la cegó por un momento, pero el aire fresco la llenó de alivio. Pasó por alto a un par de asistentes, que no parecían notar su fuga.

    Casi había llegado a la salida cuando, de repente, alguien la llamó: “¿Nica? ¿Te vas?”. Un sudor frío recorrió su espalda, pero no se detuvo. Con una sonrisa tímida, murmuró: "Necesito un descanso... o un café. Nos vemos". Y, sin mirar atrás, escapó hacia la libertad.


    Nica Dover miró su reloj por enésima vez mientras el conferencista continuaba hablando sobre sinapsis y neurotransmisores. Su mente ya había abandonado el salón hacía rato, pero su cuerpo seguía atrapado en esa silla incómoda. Se levantó discretamente, agradeciendo que el lugar estaba oscuro por las pantallas que proyectaban gráficos incomprensibles. "¿En serio? ¿Científicos hablando de cerebros y yo aquí, atrapada?", pensó mientras caminaba hacia la puerta. La luz del pasillo la cegó por un momento, pero el aire fresco la llenó de alivio. Pasó por alto a un par de asistentes, que no parecían notar su fuga. Casi había llegado a la salida cuando, de repente, alguien la llamó: “¿Nica? ¿Te vas?”. Un sudor frío recorrió su espalda, pero no se detuvo. Con una sonrisa tímida, murmuró: "Necesito un descanso... o un café. Nos vemos". Y, sin mirar atrás, escapó hacia la libertad.
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  • Café negro, oscuro abismo,
    como la sombra en que me eximo.
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  • ### **El Encuentro con Niko Tokita**

    El bosque se había convertido en su refugio. Durante días, Takeru entrenó sin descanso, endureciendo su cuerpo y despejando su mente. Sabía que una vez que el Torneo Kengan comenzara, no habría marcha atrás. Su destino se forjaría con cada golpe, con cada movimiento, y quizás… con cada vida que tomara.

    Pero el destino tenía otras pruebas para él antes de que llegara el día del torneo.

    Aquella tarde, mientras terminaba de hundir sus puños en una roca, escuchó pasos ligeros acercándose entre la maleza. Su instinto se afiló al instante. No había muchas razones para que alguien lo buscara aquí. Se giró rápidamente, adoptando una postura defensiva.

    Frente a él, de pie sobre una raíz gruesa, estaba un hombre de apariencia peculiar. Llevaba un poncho color arena que ondeaba ligeramente con la brisa, cubriendo gran parte de su cuerpo. Su cabello lacio y oscuro caía de forma desordenada, cubriendo su ojo derecho por completo, dándole un aire misterioso.

    —Vaya, pensé que me recibirías con menos hostilidad. —El hombre cruzó los brazos, evaluándolo con una mirada tranquila, pero afilada.

    Takeru no bajó la guardia.

    —¿Quién eres?

    El hombre dio un paso adelante, sin mostrar signos de amenaza.

    —Soy Niko Tokita. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza ligeramente—. Y vengo a hacerte un favor.

    Takeru frunció el ceño.

    —¿Un favor?

    Tokita señaló sus puños con un leve movimiento de cabeza.

    —Vi tu pelea contra Harold Smith. Buen boxeo. Preciso, rápido… pero también incompleto. —Su tono se volvió más serio—. Si sigues peleando solo con eso, te van a matar.

    Takeru sintió una punzada de irritación.

    —No necesito patadas ni otras tonterías.

    Tokita soltó una leve carcajada.

    —No tienes que aprender a patear si no quieres. Pero dime… —Hizo una pausa, entrecerrando los ojos—. ¿Qué harás cuando te acorralen contra una pared? ¿O cuando alguien mucho más fuerte que tú te agarre y te estrelle contra el suelo?

    Takeru apretó los dientes.

    Tokita continuó.

    —El boxeo es hermoso, pero no es suficiente en este torneo. Aquí no hay reglas, no hay árbitros, no hay segundas oportunidades. —Dio un paso más cerca, mirándolo directo a los ojos—. Si no te adaptas, morirás.

    El silencio entre ambos pesó por un momento. Takeru quería responder, quería decir que no necesitaba ayuda, pero en el fondo sabía que Tokita tenía razón.

    —Entonces… ¿qué propones? —preguntó finalmente.

    Tokita sonrió.

    —El Estilo Niko.

    Takeru levantó una ceja.

    —¿Y qué diablos es eso?

    Tokita no respondió con palabras. En su lugar, inhaló profundamente y cambió su postura. Su expresión serena desapareció, dando paso a una mirada afilada, como la de un depredador que acaba de encontrar a su presa.

    Luego, se movió.

    En un abrir y cerrar de ojos, Tokita se deslizó hacia él con una velocidad aterradora. Takeru intentó reaccionar, pero antes de que pudiera siquiera levantar los puños, una ráfaga de movimientos cayó sobre él.

    Un golpe de palma dirigido a su rostro que desvió por puro instinto. Un giro fluido que lo desbalanceó con un barrido sutil. Un codazo que se detuvo a centímetros de su sien.

    Y en menos de dos segundos, estaba en el suelo.

    Tokita se quedó de pie, su poncho ondeando levemente con la brisa. Su sonrisa confiada no se había desvanecido.

    —Esto es el Estilo Niko. Una combinación de técnicas que te permitirá adaptarte a cualquier situación. —Extendió una mano para ayudarlo a levantarse—. No te pido que renuncies a tu boxeo… solo que amplíes tu arsenal.

    Takeru respiró hondo, su mente procesando lo que acababa de pasar.

    Sabía que ese hombre tenía razón. Si quería sobrevivir… tenía que evolucionar.

    Apretó la mano de Tokita y se puso de pie.

    —Está bien. Enséñame.
    ### **El Encuentro con Niko Tokita** El bosque se había convertido en su refugio. Durante días, Takeru entrenó sin descanso, endureciendo su cuerpo y despejando su mente. Sabía que una vez que el Torneo Kengan comenzara, no habría marcha atrás. Su destino se forjaría con cada golpe, con cada movimiento, y quizás… con cada vida que tomara. Pero el destino tenía otras pruebas para él antes de que llegara el día del torneo. Aquella tarde, mientras terminaba de hundir sus puños en una roca, escuchó pasos ligeros acercándose entre la maleza. Su instinto se afiló al instante. No había muchas razones para que alguien lo buscara aquí. Se giró rápidamente, adoptando una postura defensiva. Frente a él, de pie sobre una raíz gruesa, estaba un hombre de apariencia peculiar. Llevaba un poncho color arena que ondeaba ligeramente con la brisa, cubriendo gran parte de su cuerpo. Su cabello lacio y oscuro caía de forma desordenada, cubriendo su ojo derecho por completo, dándole un aire misterioso. —Vaya, pensé que me recibirías con menos hostilidad. —El hombre cruzó los brazos, evaluándolo con una mirada tranquila, pero afilada. Takeru no bajó la guardia. —¿Quién eres? El hombre dio un paso adelante, sin mostrar signos de amenaza. —Soy Niko Tokita. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza ligeramente—. Y vengo a hacerte un favor. Takeru frunció el ceño. —¿Un favor? Tokita señaló sus puños con un leve movimiento de cabeza. —Vi tu pelea contra Harold Smith. Buen boxeo. Preciso, rápido… pero también incompleto. —Su tono se volvió más serio—. Si sigues peleando solo con eso, te van a matar. Takeru sintió una punzada de irritación. —No necesito patadas ni otras tonterías. Tokita soltó una leve carcajada. —No tienes que aprender a patear si no quieres. Pero dime… —Hizo una pausa, entrecerrando los ojos—. ¿Qué harás cuando te acorralen contra una pared? ¿O cuando alguien mucho más fuerte que tú te agarre y te estrelle contra el suelo? Takeru apretó los dientes. Tokita continuó. —El boxeo es hermoso, pero no es suficiente en este torneo. Aquí no hay reglas, no hay árbitros, no hay segundas oportunidades. —Dio un paso más cerca, mirándolo directo a los ojos—. Si no te adaptas, morirás. El silencio entre ambos pesó por un momento. Takeru quería responder, quería decir que no necesitaba ayuda, pero en el fondo sabía que Tokita tenía razón. —Entonces… ¿qué propones? —preguntó finalmente. Tokita sonrió. —El Estilo Niko. Takeru levantó una ceja. —¿Y qué diablos es eso? Tokita no respondió con palabras. En su lugar, inhaló profundamente y cambió su postura. Su expresión serena desapareció, dando paso a una mirada afilada, como la de un depredador que acaba de encontrar a su presa. Luego, se movió. En un abrir y cerrar de ojos, Tokita se deslizó hacia él con una velocidad aterradora. Takeru intentó reaccionar, pero antes de que pudiera siquiera levantar los puños, una ráfaga de movimientos cayó sobre él. Un golpe de palma dirigido a su rostro que desvió por puro instinto. Un giro fluido que lo desbalanceó con un barrido sutil. Un codazo que se detuvo a centímetros de su sien. Y en menos de dos segundos, estaba en el suelo. Tokita se quedó de pie, su poncho ondeando levemente con la brisa. Su sonrisa confiada no se había desvanecido. —Esto es el Estilo Niko. Una combinación de técnicas que te permitirá adaptarte a cualquier situación. —Extendió una mano para ayudarlo a levantarse—. No te pido que renuncies a tu boxeo… solo que amplíes tu arsenal. Takeru respiró hondo, su mente procesando lo que acababa de pasar. Sabía que ese hombre tenía razón. Si quería sobrevivir… tenía que evolucionar. Apretó la mano de Tokita y se puso de pie. —Está bien. Enséñame.
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  • 3 a 16 líneas por Día
    Fandom
    Sabori / OC
    Búsqueda de
    Personaje
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    Disponible
    Buenas, no sé bien cómo funciona esto, pero vamos a intentar. (?)

    Busco a alguien que interprete a la pareja de mi personaje, o bien, alguien con un personaje similar para trama de romance GL (girl love/yuri).

    Características del personaje que busco (o que alguien quiera crearse, dado caso):
    - Estudiante
    - Cabello rojo, oscuro o castaño cobrizo
    - Mujer, obviamente (?)
    - Carácter dulce pero decidido, con aire de confusión por sentirse atraída por primera vez a otra mujer

    Lo que ofrezco:
    - Si se crean al personaje que busco, yo me creo uno para ustedes en alguna trama que lo necesiten
    - Respuestas diarias y extensas
    - Variedad de tramas para mantener el rol interesante
    - Mucho amor y cosas bonitas
    - Personalmente prefiero la exclusividad, pero si quieren ser libres, se puede llegar a un acuerdo
    - Muchos dulces ricos
    Buenas, no sé bien cómo funciona esto, pero vamos a intentar. (?) Busco a alguien que interprete a la pareja de mi personaje, o bien, alguien con un personaje similar para trama de romance GL (girl love/yuri). Características del personaje que busco (o que alguien quiera crearse, dado caso): - Estudiante - Cabello rojo, oscuro o castaño cobrizo - Mujer, obviamente (?) - Carácter dulce pero decidido, con aire de confusión por sentirse atraída por primera vez a otra mujer Lo que ofrezco: - Si se crean al personaje que busco, yo me creo uno para ustedes en alguna trama que lo necesiten - Respuestas diarias y extensas - Variedad de tramas para mantener el rol interesante - Mucho amor y cosas bonitas - Personalmente prefiero la exclusividad, pero si quieren ser libres, se puede llegar a un acuerdo - Muchos dulces ricos
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  • El Señor Tenebroso no descansa
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    En la penumbra de una mansión abandonada, donde el polvo y las telarañas se arremolinaban en los rincones, Tom Riddle, conocido ahora por todos como Lord Voldemort, se encontraba en su estudio. Sus cuarenta años no habían marcado su rostro de la manera que lo hace el tiempo con los mortales comunes; más bien, su apariencia se mantenía intemporal, una máscara de palidez y poder.

    Sus ojos observaban la noche a través de una ventana rota, como si pudiera ver más allá del mundo físico, en busca de su siguiente víctima o de un nuevo secreto oscuro para desentrañar. Su varita, siempre a su lado, parecía vibrar con un deseo de caos y destrucción, un reflejo de su propio corazón.

    El silencio del lugar era roto únicamente por el sonido de su respiración, profunda y controlada, mientras su mente daba vueltas a planes de conquista y control del Mundo Mágico.

    Un susurro, apenas audible, escapaba de sus labios, una promesa de dominio sobre todos los magos y brujas, sobre el mundo mágico y, quizás, más allá.

    Con una sonrisa que no tocaba sus ojos, Lord Voldemort se levantó. Había mucho por hacer; el poder no se conquista con la paciencia, sino con la acción. Y él, a sus cuarenta años, estaba más dispuesto que nunca a reclamar lo que consideraba suyo por derecho.
    En la penumbra de una mansión abandonada, donde el polvo y las telarañas se arremolinaban en los rincones, Tom Riddle, conocido ahora por todos como Lord Voldemort, se encontraba en su estudio. Sus cuarenta años no habían marcado su rostro de la manera que lo hace el tiempo con los mortales comunes; más bien, su apariencia se mantenía intemporal, una máscara de palidez y poder. Sus ojos observaban la noche a través de una ventana rota, como si pudiera ver más allá del mundo físico, en busca de su siguiente víctima o de un nuevo secreto oscuro para desentrañar. Su varita, siempre a su lado, parecía vibrar con un deseo de caos y destrucción, un reflejo de su propio corazón. El silencio del lugar era roto únicamente por el sonido de su respiración, profunda y controlada, mientras su mente daba vueltas a planes de conquista y control del Mundo Mágico. Un susurro, apenas audible, escapaba de sus labios, una promesa de dominio sobre todos los magos y brujas, sobre el mundo mágico y, quizás, más allá. Con una sonrisa que no tocaba sus ojos, Lord Voldemort se levantó. Había mucho por hacer; el poder no se conquista con la paciencia, sino con la acción. Y él, a sus cuarenta años, estaba más dispuesto que nunca a reclamar lo que consideraba suyo por derecho.
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  • Poco a poco abria los ojos, estaba en un lugar oscuro que no conocia. Poco a poco se comenzaba a levantar. Viendo a su alrededor se da cuenta que estaba en alguna clase de edificio abandonado. Un almacen por la cantidad de cajas de varios tamaños

    —Que clase de lugar es este...— Se dijo asi misma. Poco a poco su memoria comenzaba a volver. Se habia quedado sin energia. Llegando al interior de ese almacen donde habia entrado en suspension hasta que recobrara su energia —Uh es cierto me habia quedado sin energia. Tengo que encontrar a las demas— Con eso en mente salio del lugar, comenzando a recorrer una ciudad que no conocia

    Elizabeth Rose Bloodflame
    Poco a poco abria los ojos, estaba en un lugar oscuro que no conocia. Poco a poco se comenzaba a levantar. Viendo a su alrededor se da cuenta que estaba en alguna clase de edificio abandonado. Un almacen por la cantidad de cajas de varios tamaños —Que clase de lugar es este...— Se dijo asi misma. Poco a poco su memoria comenzaba a volver. Se habia quedado sin energia. Llegando al interior de ese almacen donde habia entrado en suspension hasta que recobrara su energia —Uh es cierto me habia quedado sin energia. Tengo que encontrar a las demas— Con eso en mente salio del lugar, comenzando a recorrer una ciudad que no conocia [stellar_turquoise_horse_232]
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  • Más víctimas
    Fandom V:LM, Varios
    Categoría Suspenso
    [Para responder quien guste.]


    Los casos iban en aumento cada noche. Primero empezaron como asesinatos esparcidos cada cierto tiempo alrededor de la ciudad, luego se hicieron progresivamente más constantes. No solo eso, sino que también aumentaban en número de víctimas. Sin importar si eran hombres, mujeres, niños o ancianos, todos terminaban igual: en callejones oscuros, casi sin una gota de sangre en el cuerpo, aunque sí podía encontrarse en algunas partes del callejón. Tenían las yugulares abiertas de par en par y, algunos de ellos, las mandíbulas destrozadas o directamente sin ellas.

    Mikha se encontraba en uno de los últimos callejones donde se encontraron los cuerpos. Era medianoche, pero ella iba con un paraguas consigo, cubriéndola de la lluvia. Frunció el ceño, aún podía notar el aroma a sangre allí, y también algo más.

    𝘔𝘢𝘭𝘬𝘢𝘷𝘪𝘢𝘯.

    Era la única respuesta, esos vampiros (bestias, más bien) eran erráticos, descontrolados. Sin embargo, nunca antes habían sido tan obvios en grandes ciudades, sobre todo porque otros clanes también trataban de mantenerlos a raya.

    A los asesinatos se lo atribuían a alguien despiadado, un mismo asesino o pequeño grupo de ellos que iban en conjunto. El problema era que, sabiendo cómo operaban, la vampiresa tenía la certeza que los ataques iban a volverse cada vez más brutales. A más investigación, más sospecha y, por ende, terminarían afectando a los chupasangre en general. Eso no podía ocurrir.

    Los pasos de la pelinegra resonaban en el callejón oscuro a medida que avanzó hasta el punto donde se encontraron tres cuerpos de unas adolescentes durante la mañana, observó y olfateó con sutileza intentando dar con un rastro.

    —Siempre dejan algo... No pueden ocultarse tan bien. —habló para sí misma, pensando que estaba completamente sola. Después de todo, estaba enfocada en otra cosa y ese callejón era por completo desolado.
    [Para responder quien guste.] Los casos iban en aumento cada noche. Primero empezaron como asesinatos esparcidos cada cierto tiempo alrededor de la ciudad, luego se hicieron progresivamente más constantes. No solo eso, sino que también aumentaban en número de víctimas. Sin importar si eran hombres, mujeres, niños o ancianos, todos terminaban igual: en callejones oscuros, casi sin una gota de sangre en el cuerpo, aunque sí podía encontrarse en algunas partes del callejón. Tenían las yugulares abiertas de par en par y, algunos de ellos, las mandíbulas destrozadas o directamente sin ellas. Mikha se encontraba en uno de los últimos callejones donde se encontraron los cuerpos. Era medianoche, pero ella iba con un paraguas consigo, cubriéndola de la lluvia. Frunció el ceño, aún podía notar el aroma a sangre allí, y también algo más. 𝘔𝘢𝘭𝘬𝘢𝘷𝘪𝘢𝘯. Era la única respuesta, esos vampiros (bestias, más bien) eran erráticos, descontrolados. Sin embargo, nunca antes habían sido tan obvios en grandes ciudades, sobre todo porque otros clanes también trataban de mantenerlos a raya. A los asesinatos se lo atribuían a alguien despiadado, un mismo asesino o pequeño grupo de ellos que iban en conjunto. El problema era que, sabiendo cómo operaban, la vampiresa tenía la certeza que los ataques iban a volverse cada vez más brutales. A más investigación, más sospecha y, por ende, terminarían afectando a los chupasangre en general. Eso no podía ocurrir. Los pasos de la pelinegra resonaban en el callejón oscuro a medida que avanzó hasta el punto donde se encontraron tres cuerpos de unas adolescentes durante la mañana, observó y olfateó con sutileza intentando dar con un rastro. —Siempre dejan algo... No pueden ocultarse tan bien. —habló para sí misma, pensando que estaba completamente sola. Después de todo, estaba enfocada en otra cosa y ese callejón era por completo desolado.
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  • Jamás volveré a la habitación del silencio!!!
    Escucharon " jamás!!

    Se mete bajo una cama, aunque esté oscuro, no volverá a salir solo si su esposo se lo pide.*
    Jamás volveré a la habitación del silencio!!! Escucharon " jamás!! Se mete bajo una cama, aunque esté oscuro, no volverá a salir solo si su esposo se lo pide.*
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  • PERSECUCIÓN EN LA CIUDAD
    Fandom OC
    Categoría Acción
    El viento helado le cortaba la piel mientras corría. Sus patas—no, sus pies—golpeaban el asfalto mojado, dejando huellas irregulares de sangre en su carrera desesperada por las calles iluminadas por farolas parpadeantes.

    La ciudad era un laberinto de edificios altos, callejones estrechos y luces de neón vibrando en la niebla. El caos de las sirenas y los motores rugía a su alrededor, pero Eon-9 solo escuchaba una cosa:

    Los cazadores venían por él.

    —¡Ahí está! ¡No lo pierdan!

    El grito rasgó el aire, seguido por el sonido de botas golpeando el suelo con una precisión militar. Los agentes del laboratorio se movían como depredadores, coordinados, disciplinados. Sabían lo que buscaban. Sabían lo que era él.

    Y no podían permitirse perderlo.

    Un zumbido agudo le hizo girar en el último segundo. El dardo tranquilizante pasó a centímetros de su oreja. No se detuvo. No podía detenerse.

    Saltó sobre un contenedor de basura, usándolo como impulso para trepar un muro de ladrillo viejo. Sus dedos ensangrentados resbalaron, pero se aferró. Sentía los músculos quemar, el cuerpo al borde del colapso.

    —¡Flanqueen el perímetro! ¡Que no llegue a la avenida!

    Un destello de luz roja. Láseres de escáner. Querían fijar su posición. Quería desaparecer.

    Rodó por el otro lado del muro y aterrizó en un callejón oscuro. El hedor a humedad y a desechos se pegó a su nariz. Perfecto.

    Agazapado tras una fila de cajas rotas, intentó controlar su respiración. Pero su corazón latía como un tambor de guerra.

    —Unidad Beta, escaneen esta zona. No puede haber ido lejos.

    Los pasos se acercaban. Eon-9 sintió el pulso en sus oídos, la presión en su pecho.

    ¿Era esto todo?

    ¿Volver a la jaula? Volver a las agujas, a las voces frías, a los bisturíes cortando su carne como si no doliera…?

    No.

    NO.

    Se impulsó con toda la energía que le quedaba y se lanzó a la calle principal. Un coche casi lo atropella. Frenó con un chirrido, el conductor gritando insultos. No importaba. Los agentes abrieron fuego.

    Chispas saltaron del asfalto cuando las balas impactaron el suelo.

    Esquivó, rodó, giró bruscamente hacia un mercado nocturno lleno de gente. Gritos. Bolsas cayendo. Platos rompiéndose.

    —¡Mierda, se metió entre la multitud!

    —¡No disparen! ¡Demasiados civiles!

    Oportunidad.

    Saltó sobre un puesto, impulsándose con las manos. Su cuerpo ya no respondía bien, pero la adrenalina lo mantenía en movimiento.

    Dos calles más. Un giro brusco. Un túnel subterráneo.

    La oscuridad lo envolvió cuando se dejó caer en las sombras. Los pasos de sus perseguidores se volvieron más distantes.

    Silencio.

    Respiró hondo. El hedor a alcantarilla quemó su nariz.

    No importaba. Seguía vivo.

    Por ahora.
    El viento helado le cortaba la piel mientras corría. Sus patas—no, sus pies—golpeaban el asfalto mojado, dejando huellas irregulares de sangre en su carrera desesperada por las calles iluminadas por farolas parpadeantes. La ciudad era un laberinto de edificios altos, callejones estrechos y luces de neón vibrando en la niebla. El caos de las sirenas y los motores rugía a su alrededor, pero Eon-9 solo escuchaba una cosa: Los cazadores venían por él. —¡Ahí está! ¡No lo pierdan! El grito rasgó el aire, seguido por el sonido de botas golpeando el suelo con una precisión militar. Los agentes del laboratorio se movían como depredadores, coordinados, disciplinados. Sabían lo que buscaban. Sabían lo que era él. Y no podían permitirse perderlo. Un zumbido agudo le hizo girar en el último segundo. El dardo tranquilizante pasó a centímetros de su oreja. No se detuvo. No podía detenerse. Saltó sobre un contenedor de basura, usándolo como impulso para trepar un muro de ladrillo viejo. Sus dedos ensangrentados resbalaron, pero se aferró. Sentía los músculos quemar, el cuerpo al borde del colapso. —¡Flanqueen el perímetro! ¡Que no llegue a la avenida! Un destello de luz roja. Láseres de escáner. Querían fijar su posición. Quería desaparecer. Rodó por el otro lado del muro y aterrizó en un callejón oscuro. El hedor a humedad y a desechos se pegó a su nariz. Perfecto. Agazapado tras una fila de cajas rotas, intentó controlar su respiración. Pero su corazón latía como un tambor de guerra. —Unidad Beta, escaneen esta zona. No puede haber ido lejos. Los pasos se acercaban. Eon-9 sintió el pulso en sus oídos, la presión en su pecho. ¿Era esto todo? ¿Volver a la jaula? Volver a las agujas, a las voces frías, a los bisturíes cortando su carne como si no doliera…? No. NO. Se impulsó con toda la energía que le quedaba y se lanzó a la calle principal. Un coche casi lo atropella. Frenó con un chirrido, el conductor gritando insultos. No importaba. Los agentes abrieron fuego. Chispas saltaron del asfalto cuando las balas impactaron el suelo. Esquivó, rodó, giró bruscamente hacia un mercado nocturno lleno de gente. Gritos. Bolsas cayendo. Platos rompiéndose. —¡Mierda, se metió entre la multitud! —¡No disparen! ¡Demasiados civiles! Oportunidad. Saltó sobre un puesto, impulsándose con las manos. Su cuerpo ya no respondía bien, pero la adrenalina lo mantenía en movimiento. Dos calles más. Un giro brusco. Un túnel subterráneo. La oscuridad lo envolvió cuando se dejó caer en las sombras. Los pasos de sus perseguidores se volvieron más distantes. Silencio. Respiró hondo. El hedor a alcantarilla quemó su nariz. No importaba. Seguía vivo. Por ahora.
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