• La noche ya ha caído por completo, envolviendo mi hogar en su manto oscuro. Con una copa de vino en la mano. El suave sonido del líquido moviéndose en la copa es casi tan relajante como el propio sabor.

    Al llevarla a mis labios, me permito un respiro. Este vino, mi única indulgencia, es lo que me mantiene cuerdo en medio de tanta oscuridad. A veces me pregunto si, en otra vida, habría podido disfrutar de estas noches sin el peso de lo que soy. Pero eso ya no importa.
    La noche ya ha caído por completo, envolviendo mi hogar en su manto oscuro. Con una copa de vino en la mano. El suave sonido del líquido moviéndose en la copa es casi tan relajante como el propio sabor. Al llevarla a mis labios, me permito un respiro. Este vino, mi única indulgencia, es lo que me mantiene cuerdo en medio de tanta oscuridad. A veces me pregunto si, en otra vida, habría podido disfrutar de estas noches sin el peso de lo que soy. Pero eso ya no importa.
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    [ 多利安 • S͜͡ a͍ n͍ d͜͡ m͍ a͜͡ n͜͡  •
    ─ King of dreams ㅤ⬭ 𓈒♰ㅤ


    Soy la antivida, la bestia del juicio.
    Soy la oscuridad al fin de todo.
    Fin de universos, dioses, mundos...
    de todo. ¿Qué serás tú, soñador?
    ¿Esperanza?


    ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ [ 多利安 • S͜͡ a͍ n͍ d͜͡ m͍ a͜͡ n͜͡  • ─ King of dreams ㅤ⬭ 𓈒♰ㅤ Soy la antivida, la bestia del juicio. Soy la oscuridad al fin de todo. Fin de universos, dioses, mundos... de todo. ¿Qué serás tú, soñador? ¿Esperanza?
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  • — Veo que la vida no te ha tratado del todo bien, me compadezco de ti. "Conmigo" solía ser más o menos igual, hasta que un día tome el control de todo, ha sido una experiencia enriquecedora dentro de tanta sombra, aunque las sombras y la oscuridad siempre van a estar ahí, después de todo reflejan lo que soy.
    — Veo que la vida no te ha tratado del todo bien, me compadezco de ti. "Conmigo" solía ser más o menos igual, hasta que un día tome el control de todo, ha sido una experiencia enriquecedora dentro de tanta sombra, aunque las sombras y la oscuridad siempre van a estar ahí, después de todo reflejan lo que soy.
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    - Sacerdotisa Yae . Una figura misteriosa y poderosa que poseía el don de controlar sus dualidades, su lado de luz y oscuridad, pero que al llegar cierta época del año, su lado oscuro se tornaba imposible de contener.

    La kitsune, con el corazón dividido entre la bondad de un ángel misericordioso y la ferocidad de una criatura letal, prefería refugiarse en su lado más infantil y alegre. Disfrutaba sumergirse en su mundo rosa lleno de inocencia y alegría, tratando desesperadamente de encontrar el equilibrio entre sus dos facetas opuestas.

    Sin embargo, cuando la sombra se cernía sobre ella, la sacerdotisa se veía atrapada en un torbellino de emociones descontroladas y un poder temible que amenazaba con consumirla por completo. A pesar de sus esfuerzos por mantener la armonía interior, el conflicto interno la atormentaba implacablemente.Durante los períodos de turbulencia, se recluía en su santuario, alejada de todos, luchando con sus emociones desbocadas y su poder incontrolable.

    Los monjes que la conocían la respetaban y temían a partes iguales. Sabían que solo podían ayudarla a atravesar esos momentos difíciles sellando su santuario mientras ella luchaba por recuperar el equilibrio perdido

    Inmersa en un misterio que rodeaba su propio ser, Kitsune luchaba incansablemente por encontrar la calma y mantener a raya su lado oscuro. Nadie podía desentrañar el enigma que encerraba su apariencia inocente y risueña, pero todos respetaban su fuerza y temían su furia cuando la oscuridad se apoderaba de ella.

    Recitando las sabias palabras de su Sensei, -La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo-, la Kitsune se aferraba a la esperanza de hallar la paz interior que tanto anhelaba.

    En cada ciclo de luz y sombra, la sacerdotisa Kitsune se enfrentaba a su propia dualidad, buscando desentrañar el misterio que la envolvía y hallar la verdadera esencia detrás de su naturaleza única. Al final del día, en medio de la danza eterna entre la luz y la oscuridad, Kitsune descubriría que solo aceptando y abrazando ambos lados de su ser, podría alcanzar la auténtica armonía y liberar toda su potencia.
    🌸- Sacerdotisa Yae . Una figura misteriosa y poderosa que poseía el don de controlar sus dualidades, su lado de luz y oscuridad, pero que al llegar cierta época del año, su lado oscuro se tornaba imposible de contener. La kitsune, con el corazón dividido entre la bondad de un ángel misericordioso y la ferocidad de una criatura letal, prefería refugiarse en su lado más infantil y alegre. Disfrutaba sumergirse en su mundo rosa lleno de inocencia y alegría, tratando desesperadamente de encontrar el equilibrio entre sus dos facetas opuestas. Sin embargo, cuando la sombra se cernía sobre ella, la sacerdotisa se veía atrapada en un torbellino de emociones descontroladas y un poder temible que amenazaba con consumirla por completo. A pesar de sus esfuerzos por mantener la armonía interior, el conflicto interno la atormentaba implacablemente.Durante los períodos de turbulencia, se recluía en su santuario, alejada de todos, luchando con sus emociones desbocadas y su poder incontrolable. Los monjes que la conocían la respetaban y temían a partes iguales. Sabían que solo podían ayudarla a atravesar esos momentos difíciles sellando su santuario mientras ella luchaba por recuperar el equilibrio perdido Inmersa en un misterio que rodeaba su propio ser, Kitsune luchaba incansablemente por encontrar la calma y mantener a raya su lado oscuro. Nadie podía desentrañar el enigma que encerraba su apariencia inocente y risueña, pero todos respetaban su fuerza y temían su furia cuando la oscuridad se apoderaba de ella. Recitando las sabias palabras de su Sensei, -La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo-, la Kitsune se aferraba a la esperanza de hallar la paz interior que tanto anhelaba. En cada ciclo de luz y sombra, la sacerdotisa Kitsune se enfrentaba a su propia dualidad, buscando desentrañar el misterio que la envolvía y hallar la verdadera esencia detrás de su naturaleza única. Al final del día, en medio de la danza eterna entre la luz y la oscuridad, Kitsune descubriría que solo aceptando y abrazando ambos lados de su ser, podría alcanzar la auténtica armonía y liberar toda su potencia.
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  • Mientras caminabas por el bosque escuchaste un Crack, de algo rompiéndose, al poner atención te encontraste con Bloom quitándose la cabeza y de forma inmediata millones de mariposas saliendo de su cuello cercenado -mmh? A perdón no pensé que hubiera alguien más aquí, las mariposas? Bueno conoces el efecto mariposa? Pues eso son estás pequeñas, sus alas hacen la realidad visible, y por qué salen d emi cuerpo? Gracias a mi maldición que me hace hueco como muñeca de porcelana, se formó un hábitat perfecto para que estás mariposas crecieran y se reproducieran y ahora cada tanto debo liberarlas- los ojos de la cabeza de Bloom estaban cerrados, aún estado cortada su boca se seguía moviendo al hablar, solo podías hacer escuchar su voz al mismo tiempo que ver su cuerpo sentado sobre sus piernas y su cabeza reposando a un lado mientras aquella parada de mariposas salían en la oscuridad del bosque
    Mientras caminabas por el bosque escuchaste un Crack, de algo rompiéndose, al poner atención te encontraste con Bloom quitándose la cabeza y de forma inmediata millones de mariposas saliendo de su cuello cercenado -mmh? A perdón no pensé que hubiera alguien más aquí, las mariposas? Bueno conoces el efecto mariposa? Pues eso son estás pequeñas, sus alas hacen la realidad visible, y por qué salen d emi cuerpo? Gracias a mi maldición que me hace hueco como muñeca de porcelana, se formó un hábitat perfecto para que estás mariposas crecieran y se reproducieran y ahora cada tanto debo liberarlas- los ojos de la cabeza de Bloom estaban cerrados, aún estado cortada su boca se seguía moviendo al hablar, solo podías hacer escuchar su voz al mismo tiempo que ver su cuerpo sentado sobre sus piernas y su cabeza reposando a un lado mientras aquella parada de mariposas salían en la oscuridad del bosque
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    "La confianza que nace cuando alguien roto te entrega sus pedazos es un lazo invisible, tejido con dolor, pero también con la esperanza de que, en tus manos, su historia encontrará refugio y la promesa de que no caminará solo en su oscuridad."

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ SOLDIER BOY


    ㅤㅤㅤㅤㅤ #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    "La confianza que nace cuando alguien roto te entrega sus pedazos es un lazo invisible, tejido con dolor, pero también con la esperanza de que, en tus manos, su historia encontrará refugio y la promesa de que no caminará solo en su oscuridad." ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [D0NTUSEDRUGS] ㅤㅤㅤㅤㅤ #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • Fui creado en las aguas más profundas. Mis creaciones son mi regalo y mi maldición....
    Vivo en la sombra porque la oscuridad comprende mi naturaleza
    Fui creado en las aguas más profundas. Mis creaciones son mi regalo y mi maldición.... Vivo en la sombra porque la oscuridad comprende mi naturaleza
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  • Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias.

    Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición.

    Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro.

    El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste?

    Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta.

    Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante.

    En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos.

    Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.

    Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias. Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición. Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro. El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste? Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta. Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante. En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos. Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.
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  • [ Dedicado a 伏黒恵 ᴹᵉᵍᵘᵐᶤ ᶠᵘˢʰᶤᵍᵘʳᵒ ]

    En la enfermería de la escuela se encontraba Shoko, en su refugio habitual, donde el olor a desinfectante y el sonido del reloj de pared eran sus constantes compañeras. Sostenía una taza de café, enfriándose en sus manos, mientras su mirada se perdía en la ventana que daba al patio de entrenamiento. Había estado pensando en Megumi Fushiguro, el chico de ojos serios y semblante siempre alerta. Desde hace un tiempo, se encontraba pensando más en él de lo que solía permitirse con los estudiantes.

    No era propio de ella preocuparse. Siempre había mantenido una distancia segura, lo suficiente como para remendar sus heridas y asegurarse de que regresaran a las peleas con la menor cantidad de cicatrices posible. Pero Megumi... Megumi tenía esa forma de llevar el peso del mundo en sus hombros, de esa manera que la hacía recordar a alguien de su pasado. Alguien que también había llevado una carga demasiado pesada para su edad.

    Shoko apretó un poco la taza. Sabía reconocer ese tipo de mirada, la del que ha visto demasiado, la del que siente que debe cargar con más de lo que le corresponde. En Megumi, veía destellos de una lucha interna, una batalla que no siempre era visible a simple vista. Él no hablaba mucho sobre ello, pero Shoko podía sentirlo. Era esa soledad autoimpuesta, ese miedo a dejar que otros lo vieran vulnerable.

    La verdad era que le preocupaba. Le preocupaba que Megumi terminara aislándose, que sus silencios se convirtieran en muros infranqueables. Había una dureza en él que le recordaba a los que se habían perdido en su propio poder, en la oscuridad de sus propios pensamientos. No podía evitar pensar en Suguru, aunque Megumi no era igual, ni seguiría el mismo camino. Pero había un peligro en llevar tanto peso solo, en sentirse responsable de todo y de todos.

    Dejó la taza a un lado y suspiró, pasando una mano por su cabello. No era alguien que ofreciera consuelo con facilidad; sus palabras siempre habían sido prácticas, directas al grano. Pero con Megumi sentía esa necesidad de estar ahí, de alguna forma. No para darle discursos ni consejos que no pediría, sino simplemente para que supiera que no estaba solo. Que, aunque no se diera cuenta, tenía gente a su alrededor que lo vigilaría, que lo recogería si llegaba a caer.

    No podía cambiar lo que Megumi había vivido ni lo que enfrentaría en el futuro, pero podía estar ahí, en segundo plano. Era su forma de preocuparse, de demostrar que le importaba, aunque las palabras nunca llegaran a salir. Megumi merecía eso, un recordatorio silencioso de que no siempre tendría que ser fuerte, que no siempre tendría que enfrentar todo por sí mismo. Y si alguna vez llegaba el momento en que él necesitara alguien que lo entendiera, Shoko estaría allí, en su propio y discreto modo, para recoger los pedazos y ayudarlo a seguir adelante.
    [ Dedicado a [Ten_Shadows] 🖤 ] En la enfermería de la escuela se encontraba Shoko, en su refugio habitual, donde el olor a desinfectante y el sonido del reloj de pared eran sus constantes compañeras. Sostenía una taza de café, enfriándose en sus manos, mientras su mirada se perdía en la ventana que daba al patio de entrenamiento. Había estado pensando en Megumi Fushiguro, el chico de ojos serios y semblante siempre alerta. Desde hace un tiempo, se encontraba pensando más en él de lo que solía permitirse con los estudiantes. No era propio de ella preocuparse. Siempre había mantenido una distancia segura, lo suficiente como para remendar sus heridas y asegurarse de que regresaran a las peleas con la menor cantidad de cicatrices posible. Pero Megumi... Megumi tenía esa forma de llevar el peso del mundo en sus hombros, de esa manera que la hacía recordar a alguien de su pasado. Alguien que también había llevado una carga demasiado pesada para su edad. Shoko apretó un poco la taza. Sabía reconocer ese tipo de mirada, la del que ha visto demasiado, la del que siente que debe cargar con más de lo que le corresponde. En Megumi, veía destellos de una lucha interna, una batalla que no siempre era visible a simple vista. Él no hablaba mucho sobre ello, pero Shoko podía sentirlo. Era esa soledad autoimpuesta, ese miedo a dejar que otros lo vieran vulnerable. La verdad era que le preocupaba. Le preocupaba que Megumi terminara aislándose, que sus silencios se convirtieran en muros infranqueables. Había una dureza en él que le recordaba a los que se habían perdido en su propio poder, en la oscuridad de sus propios pensamientos. No podía evitar pensar en Suguru, aunque Megumi no era igual, ni seguiría el mismo camino. Pero había un peligro en llevar tanto peso solo, en sentirse responsable de todo y de todos. Dejó la taza a un lado y suspiró, pasando una mano por su cabello. No era alguien que ofreciera consuelo con facilidad; sus palabras siempre habían sido prácticas, directas al grano. Pero con Megumi sentía esa necesidad de estar ahí, de alguna forma. No para darle discursos ni consejos que no pediría, sino simplemente para que supiera que no estaba solo. Que, aunque no se diera cuenta, tenía gente a su alrededor que lo vigilaría, que lo recogería si llegaba a caer. No podía cambiar lo que Megumi había vivido ni lo que enfrentaría en el futuro, pero podía estar ahí, en segundo plano. Era su forma de preocuparse, de demostrar que le importaba, aunque las palabras nunca llegaran a salir. Megumi merecía eso, un recordatorio silencioso de que no siempre tendría que ser fuerte, que no siempre tendría que enfrentar todo por sí mismo. Y si alguna vez llegaba el momento en que él necesitara alguien que lo entendiera, Shoko estaría allí, en su propio y discreto modo, para recoger los pedazos y ayudarlo a seguir adelante.
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  • A pesar de la oscuridad que rodeaba la vida de Sofía, su espíritu de lucha no se apagó. Con cada día que pasaba, observaba a Daniel, estudiando sus rutinas, sus puntos débiles, y esperando una oportunidad. Sabía que debía actuar con inteligencia, pues cualquier error podía costarle caro.

    Un día, mientras Daniel salía a abastecerse de provisiones, Sofía descubrió una pequeña ventana en la parte trasera de la cabaña que había estado bloqueada por años de polvo y madera. Con esfuerzo, logró aflojar las viejas tablas que la cubrían y, usando una pieza de metal oxidada que había encontrado en el sótano, las terminó de quitar poco a poco, sin hacer ruido.

    Cuando Daniel regresó, todo parecía normal. Pero Sofía ya tenía un plan: fingiría estar más débil y sumisa, ganándose su confianza para que bajara la guardia. Con el paso de los días, su actuación surtió efecto. Daniel comenzó a relajarse, creyendo que Sofía finalmente había aceptado su destino. Una noche, cuando él bebió más de la cuenta, cayó profundamente dormido.

    Aprovechando ese momento, Sofía tomó las llaves que él siempre mantenía consigo. Corrió hacia la puerta principal, pero en el último segundo, cambió de rumbo y fue hacia la ventana trasera que había preparado. Escapó por allí, deslizándose con sigilo hacia el bosque. Corrió durante horas, sin mirar atrás, guiándose por la luna y el sonido de un río cercano que había escuchado en varias ocasiones.

    Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, encontró un pequeño pueblo. Exhausta, cubierta de barro y casi sin aliento, entró en una comisaría local. Al ver su estado, los oficiales la creyeron al instante. Sofía estaba libre. Daniel fue arrestado poco después, incapaz de escapar de las consecuencias de sus acciones.

    Aunque el trauma la marcó profundamente, Sofía renació con su libertad, lista para empezar una nueva vida con su bebe, lejos de la sombra de su captor.

    A pesar de la oscuridad que rodeaba la vida de Sofía, su espíritu de lucha no se apagó. Con cada día que pasaba, observaba a Daniel, estudiando sus rutinas, sus puntos débiles, y esperando una oportunidad. Sabía que debía actuar con inteligencia, pues cualquier error podía costarle caro. Un día, mientras Daniel salía a abastecerse de provisiones, Sofía descubrió una pequeña ventana en la parte trasera de la cabaña que había estado bloqueada por años de polvo y madera. Con esfuerzo, logró aflojar las viejas tablas que la cubrían y, usando una pieza de metal oxidada que había encontrado en el sótano, las terminó de quitar poco a poco, sin hacer ruido. Cuando Daniel regresó, todo parecía normal. Pero Sofía ya tenía un plan: fingiría estar más débil y sumisa, ganándose su confianza para que bajara la guardia. Con el paso de los días, su actuación surtió efecto. Daniel comenzó a relajarse, creyendo que Sofía finalmente había aceptado su destino. Una noche, cuando él bebió más de la cuenta, cayó profundamente dormido. Aprovechando ese momento, Sofía tomó las llaves que él siempre mantenía consigo. Corrió hacia la puerta principal, pero en el último segundo, cambió de rumbo y fue hacia la ventana trasera que había preparado. Escapó por allí, deslizándose con sigilo hacia el bosque. Corrió durante horas, sin mirar atrás, guiándose por la luna y el sonido de un río cercano que había escuchado en varias ocasiones. Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, encontró un pequeño pueblo. Exhausta, cubierta de barro y casi sin aliento, entró en una comisaría local. Al ver su estado, los oficiales la creyeron al instante. Sofía estaba libre. Daniel fue arrestado poco después, incapaz de escapar de las consecuencias de sus acciones. Aunque el trauma la marcó profundamente, Sofía renació con su libertad, lista para empezar una nueva vida con su bebe, lejos de la sombra de su captor.
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