• "Las cosas que perdemos"
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Drama
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⤷ㅤ𝑁𝘜𝐸𝘝𝑂 𝑆𝘛𝐴𝘙𝑇𝘌𝑅
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Kate Blake
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤDespués de aquel día todo fue bien. La relacion de Daryl y Kate volvio a florecer de nuevo, como si aquellos dias distanciados los hubieran hecho mucho más fuertes. Hershel había podido ocuparse de la fea herida en el brazo de Kate. Y, aunque no pudo reconstruir perfectamente el tatuaje de su brazo, lo cierto era que fue un milagro que aquella herida cicatrizara tan bien a pesar de no contar con demasiados avances médicos en aquel lugar.

    Una vez que Kate estuvo recuperada y Hershel le dio el visto bueno, la ex – sargento y Daryl salían muy a menudo de la prisión en busca del Gobernador. Michonne tambien. A veces iban en equipo, a veces se dividían. En tres meses barrieron todos los pueblos a la redonda en un margen de treinta kilómetros. Pero nunca había pistas. Daryl sabía que Kate no estaba demasiado convencida con aquellas salidas, que lo hacía únicamente por pasar tiempo con él y por “proteger su trasero”. Y entonces, un día, dejaron de salir. Dejaron de querer estar en otro sitio. Dejaron de perder su vida por encontrar a aquel cabrón asesino.

    Y la vida continuó. Daryl y Kate se asentaron como figuras de confianza para las personas de la prisión: formaban parte del consejo, salían a cazar juntos, hacían juntos las vigilancias. Eran un equipo imparable. Mientras Rick descansaba y se dedicaba a la vida en el campo y a volver a sintonizar consigo mismo, la gente en la prisión salía adelante gracias a la estupenda organización del Consejo.

    Hershel, Carol, Sasha, Daryl, Glenn, Kate… Todos ellos trabajando como uno solo para el bienestar de todos. Todo se sometía a votación, todo se evaluaba en grupo. Se habían reforzado vallas, las puertas, las entradas… Fueron seis meses de absoluta calma… hasta que llegó el desastre.

    Un brote de gripe arrasó la prisión llevándose consigo a un tercio de la población de aquella pequeña comunidad, obligando a Daryl, Kate, Bob, Michonne y Tyresse a salir a buscar medicamentos para los enfermos… Cuando regresaron y trataron a los enfermos pareció que lo peor había pasado hasta que…

    Él regresó.

    El Gobernador se presentó con más de una veintena de hombres y mujeres armados y un tanque totalmente armado, como pudieron comprobar. Había capturado a Hershel y Michonne y amenazó con matarlos a todos y destruir la prisión si Rick no claudicaba y abandonaban el recinto. El ex – líder trató de hacer entrar en razon al Gobernador pero aquellas palabras de Rick se saldaron con la muerte fría y cruel de Hershel. Y entonces… se desató el horror.

    Daryl había repartido armas para Beth, Maggie, Carl y Kate. Una mirada le bastó para pedirle de forma silenciosa que tuviera cuidado, que siguiera “el plan”. En cuanto el cuerpo de Hershel cayó al suelo las balas comenzaron a llover por todas partes. El tanque entró en el recinto tirando las vallas. La prisión estaba perdida, ya resultaba del todo inútil… Sin las vallas que contenían a los muertos ese lugar no valía de absolutamente nada.

    Durante el tiroteo y mientras peleaban en medio de la contienda, Daryl perdió de vista a Kate. Y temió perderla tambien a ella. Igual que habían perdido a Hershel, igual que habían perdido la prisión…

    Y aquel pensamiento fue el que lo llevó a matar por primera vez a sangre fría. Tras colar una granada de mano dentro del cañón del tanque y alejarse para verlo explotar pudo observar como el artillero salía de este un segundo antes de la explosión. Y allí, de pie frente a un hombre desarmado, Daryl disparó su ballesta. La flecha se clavó en el pecho de aquel tipo y Daryl lo vio caer. No sentía nada. Nada más que rabia y un profundo rencor hacia si mismo por haberse rendido tan pronto. Por haber dejado de buscar…

    -¡Hay que llevar a los niños al autobús! - Beth llegó corriendo hasta él. Lo agarró del brazo y tiró de este.

    -Tenemos que irnos… ¿Has visto a Kate? -preguntó, con cierto deje entre destrozado y preocupado en la voz.

    -Iba detrás de Maggie. Querían sacar a Glenn…-explicó Beth. Daryl tuvo el impulso de correr hacia el interior del pabellón donde sabía que se encontraba Glenn pero un monton de caminantes le cortaron el paso.

    Daryl aguardó unos segundos esperando a ver aparecer a Kate por alguna parte, alzó su rostro y se puso de puntillas para ver por encima de las cabezas de los muertos. Pero no la veia. Beth tenía razón, tenían que largarse. Si se quedaban allí morirían. Echó a correr con la rubia sin más armas ni protección que su ballesta y el rifle de asalto de Beth.

    -Joder.. -miró un momento atrás al llegar a un agujero en la valla. No veia nada más allá del humo y caminantes. No veia a Rick, no veia a Michonne, ni Maggie… Ni Kate- Hay que irse… -dijo, intentando parecer más entero de lo que realmente se sentía.

    Pero, aunque sus palabras eran de aliento, animando a la joven Greene a seguir adelante, lo cierto era que Daryl no pudo evitar darse la vuelta una vez más esperando ver a Kate llegar corriendo hacia él. Y una parte de sí mismo, en su fuero interno, se sintió tentado de regresar, de liarse a tiros con todo lo que encontrase y de revisar cada centímetro de aquel lugar perdido hasta que encontrara a la morena. Pero sabía que Beth moriría sin él. La chica era dura, pero no estaba acostumbrada a sobrevivir sola ahí afuera.

    Unos cuantos disparos resonaron desde el interior de la prisión, esa que habían dejado atrás hacia varios metros y cuando la voz preocupada de Beth sugirió que, tal vez, se tratase de Maggie, Daryl le impidió regresar.

    -Se acabó -dijo- Corre.

    -Pero… ¡son nuestros amigos! ¡Quizás quede alguien! ¡Rick! ¡Carl! ¡Maggie! ¡Kate! -le espetó Beth intentando regresar, pero Daryl, estático, le agarró del brazo de forma firme.

    -Se acabó. Estamos solos -dijo Daryl, con crudeza.

    Porque si se permitía pensar en todo lo que había perdido aquel día se sentía morir. Porque sabía que había sido culpa suya. Porque había perdido a su familia. Porque la había perdido a ella. No volvería a ver a Kate. A abrazarla. A escucharla reírse con uno de sus comentarios de mierda. La había perdido. Otra vez.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⤷ㅤ𝑁𝘜𝐸𝘝𝑂 𝑆𝘛𝐴𝘙𝑇𝘌𝑅 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [KateBlake] ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤDespués de aquel día todo fue bien. La relacion de Daryl y Kate volvio a florecer de nuevo, como si aquellos dias distanciados los hubieran hecho mucho más fuertes. Hershel había podido ocuparse de la fea herida en el brazo de Kate. Y, aunque no pudo reconstruir perfectamente el tatuaje de su brazo, lo cierto era que fue un milagro que aquella herida cicatrizara tan bien a pesar de no contar con demasiados avances médicos en aquel lugar. Una vez que Kate estuvo recuperada y Hershel le dio el visto bueno, la ex – sargento y Daryl salían muy a menudo de la prisión en busca del Gobernador. Michonne tambien. A veces iban en equipo, a veces se dividían. En tres meses barrieron todos los pueblos a la redonda en un margen de treinta kilómetros. Pero nunca había pistas. Daryl sabía que Kate no estaba demasiado convencida con aquellas salidas, que lo hacía únicamente por pasar tiempo con él y por “proteger su trasero”. Y entonces, un día, dejaron de salir. Dejaron de querer estar en otro sitio. Dejaron de perder su vida por encontrar a aquel cabrón asesino. Y la vida continuó. Daryl y Kate se asentaron como figuras de confianza para las personas de la prisión: formaban parte del consejo, salían a cazar juntos, hacían juntos las vigilancias. Eran un equipo imparable. Mientras Rick descansaba y se dedicaba a la vida en el campo y a volver a sintonizar consigo mismo, la gente en la prisión salía adelante gracias a la estupenda organización del Consejo. Hershel, Carol, Sasha, Daryl, Glenn, Kate… Todos ellos trabajando como uno solo para el bienestar de todos. Todo se sometía a votación, todo se evaluaba en grupo. Se habían reforzado vallas, las puertas, las entradas… Fueron seis meses de absoluta calma… hasta que llegó el desastre. Un brote de gripe arrasó la prisión llevándose consigo a un tercio de la población de aquella pequeña comunidad, obligando a Daryl, Kate, Bob, Michonne y Tyresse a salir a buscar medicamentos para los enfermos… Cuando regresaron y trataron a los enfermos pareció que lo peor había pasado hasta que… Él regresó. El Gobernador se presentó con más de una veintena de hombres y mujeres armados y un tanque totalmente armado, como pudieron comprobar. Había capturado a Hershel y Michonne y amenazó con matarlos a todos y destruir la prisión si Rick no claudicaba y abandonaban el recinto. El ex – líder trató de hacer entrar en razon al Gobernador pero aquellas palabras de Rick se saldaron con la muerte fría y cruel de Hershel. Y entonces… se desató el horror. Daryl había repartido armas para Beth, Maggie, Carl y Kate. Una mirada le bastó para pedirle de forma silenciosa que tuviera cuidado, que siguiera “el plan”. En cuanto el cuerpo de Hershel cayó al suelo las balas comenzaron a llover por todas partes. El tanque entró en el recinto tirando las vallas. La prisión estaba perdida, ya resultaba del todo inútil… Sin las vallas que contenían a los muertos ese lugar no valía de absolutamente nada. Durante el tiroteo y mientras peleaban en medio de la contienda, Daryl perdió de vista a Kate. Y temió perderla tambien a ella. Igual que habían perdido a Hershel, igual que habían perdido la prisión… Y aquel pensamiento fue el que lo llevó a matar por primera vez a sangre fría. Tras colar una granada de mano dentro del cañón del tanque y alejarse para verlo explotar pudo observar como el artillero salía de este un segundo antes de la explosión. Y allí, de pie frente a un hombre desarmado, Daryl disparó su ballesta. La flecha se clavó en el pecho de aquel tipo y Daryl lo vio caer. No sentía nada. Nada más que rabia y un profundo rencor hacia si mismo por haberse rendido tan pronto. Por haber dejado de buscar… -¡Hay que llevar a los niños al autobús! - Beth llegó corriendo hasta él. Lo agarró del brazo y tiró de este. -Tenemos que irnos… ¿Has visto a Kate? -preguntó, con cierto deje entre destrozado y preocupado en la voz. -Iba detrás de Maggie. Querían sacar a Glenn…-explicó Beth. Daryl tuvo el impulso de correr hacia el interior del pabellón donde sabía que se encontraba Glenn pero un monton de caminantes le cortaron el paso. Daryl aguardó unos segundos esperando a ver aparecer a Kate por alguna parte, alzó su rostro y se puso de puntillas para ver por encima de las cabezas de los muertos. Pero no la veia. Beth tenía razón, tenían que largarse. Si se quedaban allí morirían. Echó a correr con la rubia sin más armas ni protección que su ballesta y el rifle de asalto de Beth. -Joder.. -miró un momento atrás al llegar a un agujero en la valla. No veia nada más allá del humo y caminantes. No veia a Rick, no veia a Michonne, ni Maggie… Ni Kate- Hay que irse… -dijo, intentando parecer más entero de lo que realmente se sentía. Pero, aunque sus palabras eran de aliento, animando a la joven Greene a seguir adelante, lo cierto era que Daryl no pudo evitar darse la vuelta una vez más esperando ver a Kate llegar corriendo hacia él. Y una parte de sí mismo, en su fuero interno, se sintió tentado de regresar, de liarse a tiros con todo lo que encontrase y de revisar cada centímetro de aquel lugar perdido hasta que encontrara a la morena. Pero sabía que Beth moriría sin él. La chica era dura, pero no estaba acostumbrada a sobrevivir sola ahí afuera. Unos cuantos disparos resonaron desde el interior de la prisión, esa que habían dejado atrás hacia varios metros y cuando la voz preocupada de Beth sugirió que, tal vez, se tratase de Maggie, Daryl le impidió regresar. -Se acabó -dijo- Corre. -Pero… ¡son nuestros amigos! ¡Quizás quede alguien! ¡Rick! ¡Carl! ¡Maggie! ¡Kate! -le espetó Beth intentando regresar, pero Daryl, estático, le agarró del brazo de forma firme. -Se acabó. Estamos solos -dijo Daryl, con crudeza. Porque si se permitía pensar en todo lo que había perdido aquel día se sentía morir. Porque sabía que había sido culpa suya. Porque había perdido a su familia. Porque la había perdido a ella. No volvería a ver a Kate. A abrazarla. A escucharla reírse con uno de sus comentarios de mierda. La había perdido. Otra vez. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
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  • — El muelle es bastante bonito cuando es de noche, ¿No lo crees? Se puede sentir el relajante sonido de las olas. —
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  • Solo es una manzana… roja, brillante, inocente a primera vista, dulce al tocar los labios, hecha para que confíes sin pensar en lo que ocurre después, en cómo la lengua empieza a dormirse, el pulso se vuelve lento y el cuerpo entiende demasiado tarde que algo no encaja.
    Solo es una manzana… roja, brillante, inocente a primera vista, dulce al tocar los labios, hecha para que confíes sin pensar en lo que ocurre después, en cómo la lengua empieza a dormirse, el pulso se vuelve lento y el cuerpo entiende demasiado tarde que algo no encaja.
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  • El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando la pequeño adulta puercoespín, acurrucaa dentro de un tonel lleno de papas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus oscuros ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver una isla desconocida, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían susurrarle viento.

    —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un gran salto. Rodó al caer en la arena y corrió rapidamente hacia un mundo desconocido.

    Pronto encontró una aldea sencilla, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, la recibieron con calidez.

    —¡Son tan amables conmigo! —decía la dulce y tida mientras giraba sobre sí misma.

    Pero la alegría se rompió de pronto.

    Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: demonios híbridos", retorcidos, con cuerpos intimidantes.

    —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los demonios. Algunos, sin suerte, eran asesinados frente a sus ojos.

    La Puercoespín con púas llenas de caspa tembló y se esconde dentro de un árbol hueco, tapandose los oídos para ignorar los gritos desgarradores de los aldeanos.
    El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando la pequeño adulta puercoespín, acurrucaa dentro de un tonel lleno de papas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus oscuros ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver una isla desconocida, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían susurrarle viento. —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un gran salto. Rodó al caer en la arena y corrió rapidamente hacia un mundo desconocido. Pronto encontró una aldea sencilla, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, la recibieron con calidez. —¡Son tan amables conmigo! —decía la dulce y tida mientras giraba sobre sí misma. Pero la alegría se rompió de pronto. Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: demonios híbridos", retorcidos, con cuerpos intimidantes. —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los demonios. Algunos, sin suerte, eran asesinados frente a sus ojos. La Puercoespín con púas llenas de caspa tembló y se esconde dentro de un árbol hueco, tapandose los oídos para ignorar los gritos desgarradores de los aldeanos.
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  • Hmm hacia años que no veía a nadie conocido
    Hmm hacia años que no veía a nadie conocido
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Termine llorando por un video que hasta se me salieron los mocos Dx
    Termine llorando por un video que hasta se me salieron los mocos Dx
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  • Feliz cumpleaños !!
    Fandom Cualquiera
    Categoría Otros
    Lee 이 Wong 王黃

    La música comenzó a sonar justo cuando las luces se apagaron. Dante, vestida con un elegante traje carmesí que resaltaba su sonrisa confiada, observó el reloj por última vez antes de chasquear los dedos. En un instante, el salón se llenó de luces, risas y decoraciones improvisadas.
    —Sorpresa —dijo, alzando su copa con picardía mientras miraba hacia la entrada—. No todos los días se celebra que un amigo siga con vida… y de buen humor.
    El ambiente vibraba de emoción, y Dante no pudo evitar reír, satisfecha. Aquella noche no era de batallas ni de demonios; era para brindar, recordar viejos tiempos y, sobre todo, hacer sentir especial a alguien que realmente lo merecía.
    [Lee_wong] La música comenzó a sonar justo cuando las luces se apagaron. Dante, vestida con un elegante traje carmesí que resaltaba su sonrisa confiada, observó el reloj por última vez antes de chasquear los dedos. En un instante, el salón se llenó de luces, risas y decoraciones improvisadas. —Sorpresa —dijo, alzando su copa con picardía mientras miraba hacia la entrada—. No todos los días se celebra que un amigo siga con vida… y de buen humor. El ambiente vibraba de emoción, y Dante no pudo evitar reír, satisfecha. Aquella noche no era de batallas ni de demonios; era para brindar, recordar viejos tiempos y, sobre todo, hacer sentir especial a alguien que realmente lo merecía.
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  • Do you remember me? Remember all of that?
    Fandom IT
    Categoría Terror
    Los Ángeles, 2016.

    Aquel fin de semana no pudo ir a visitar a Nathan, estaba demasiado ocupada, su agenda estaba completa. Su teléfono no dejaba de sonar, Alice, su representante, estaba concertándole mil y una citas con agencias de actores, muchas ellas estaban buscando gente para micro teatros, otras para anuncios, y las que más le importaban a ella: las películas y las series. Llevaba años persiguiendo el papel de protagonista y hasta ahora no había pasado ninguno de los castings a los que se había presentado. ¿Tendría tal vez algo que ver con que ella jamás se marchó de Derry? ¿No del todo? Ese sitio te ataba, te estancaba, te hacía miserable en la vida. Si Ally hubiera coincidido con los que fueron en su día sus amigos, “los perdedores”, se hubiera asombrado de ver que cada uno de ellos había obtenido la fama y el trabajo de sus sueños. Sin embargo, ahí estaba ella, persiguiendo un sueño que parecía jamás lograr alcanzar. Alice le había conseguido, además de un casting como antagonista en una película de terror (de la cual aún no sabía el nombre), un piso en el centro a un buen precio.

    Las mudanzas nunca le habían gustado, y de no ser porque no tenía demasiadas cosas que transportar, se hubiera negado en rotundo, y hubiera continuado viviendo en ese cuchitril asqueroso al que llamaba casa.

    Eso le recordaba a Neibolt Street, a la casa de su hermano. Ella había pasado un año entero durmiendo en un sótano acondicionado como habitación, estaba acostumbrada al olor a humedad, a las telarañas… A todo eso que cualquiera que viviera en Los Ángeles detestaría.

    Ese día fue un día de lo más estresante: tuvo dos entrevistas de trabajo, tres castings y la dichosa mudanza. No le importaba que no le escogieran en ninguno de los dos ámbitos porque tanto los trabajos como los proyectos asignados a esos castings, eran aburridos, más de lo mismo que había hecho durante toda su vida; dependienta de una tienda de telefonía, y canguro. ¿Y más obras de teatro sobre la edad media? Estaba muy cansada de aquello. Necesitaba algo nuevo, romper con lo cuotidiano, salirse de su zona de confort.

    Lo que Ally no sabía, es que ese día, unos minutos antes de llegar al paseo de la fama, encontraría su respuesta en uno de los carteles del Hollywood Pantages Theatre. Llevaba consigo una de las últimas cajas de la mudanza, pues el apartamento estaba a unos 10 minutos desde allí, y menos mal que en el interior de ésta no había cosas demasiado pesadas, porque ésta se le cayó sobre los pies cuando vio aquello:

    LA DIVERSIÓN ACABA DE EMPEZAR, CON RICHIE TOZIER.
    ESTA NOCHE A LAS 22:00, EN EL PANTAGES THEATRE.

    La muchacha, en cuanto vio aquel nombre en pantalla y la foto que identificaba al protagonista de ese número, sintió cómo todo su cuerpo se tensaba. Pudo notar el corazón bombeándole en el interior del pecho con tanta intensidad, que incluso se preocupó. Una alerta en su reloj inteligente vibró en su muñeca: “Frecuencia cardiaca alta, date un respiro.”

    Tragó saliva, poniéndose nerviosa. En seguida se paró a recoger todo lo que se le había caído al suelo, sin mirar siquiera el interior de la caja, o si se dejaba algo sobre el suelo. No le importó, no podía dejar de mirar la enorme pantalla, con el rostro de su amigo. Corrió hacia la taquilla, ésta estaba a punto de cerrar, de hecho, la muchacha del interior, bajó la persiana delante de sus narices.
    —H-hola —dijo la chica, nerviosa, sintiendo que perdería aquella oportunidad—. Q-quería una entrada para —alzó la cabeza hacia la plantilla con todos los shows, para recordar el nombre—. La diversión ac-
    Pero la taquillera le interrumpió, con un tono borde y desganado. Se notaba que se había memorizado aquella frase, porque la dictaba como un robot.
    —Está cerrado. Abrimos de 10:00 a 14:00 y de 19:00 a 20:00 antes de la función. Gracias.
    —¡Eh! ¡Espera! Por favor, es un amigo mío.
    La muchacha de la cabina rodó los ojos.
    —Te pagaré la entrada doble, quédate con el resto, por favor…
    —Está cerrado, vuelva más tarde.
    —Escucha… Puedo pagarte una entrada y darte a ti el equivalente a tres entradas más. Tú te lo quedas, nadie se entera, y todos felices. ¿Qué me dices?
    —Abrimos de 19:00-
    Ally la interrumpió:
    —¡OH, POR FAVOR! ¡Ya sé a qué hora abrís, te estoy pidiendo por favor que-
    Pero la contraria cerró por completo la persiana, y la chica se quedó con la palabra en la boca.
    En aquel momento la hubiera estrangulado con sus propias manos. Ally era una persona impaciente, alguien que quería algo YA si se le antojaba.
    Acababa de encontrarle, a él, en Los Ángeles, después de 25 años sin verle. Al terminar con Eso, en agosto, Ally volvió con su familia a Ludlow, y no volvió hasta unos años más tarde, cuando Richie había dejado la ciudad de Derry, junto a sus padres. Desde entonces, Ally solo volvía para pasar fines de semana con su hermano, o alguna que otra festividad. Y ahora, después de tanto tiempo, la casualidad de la que hablaba cuando eran niños, la había llevado hasta allí.
    —Mira, entiendo lo que es que alguien venga a molestarte fuera de tu horario laboral, créeme… Pero de verdad que necesito esas entradas. Te daré lo que me pidas, de verdad.
    No supo cómo, pero la convenció. La muchacha del interior de la cabina tecleó en su ordenador dispuesta a imprimirle las entradas.
    —¿Asiento?
    —¡Gracias!... ¡Gracias! El que sea, de verdad que no me importa.
    —¿Hora?
    Ally frunció el ceño, confusa, y revisó de nuevo el cartel en el que aparecían los horarios de la función.
    —Solo hay un espectáculo…
    —¿Qué espectáculo desea ver? —realmente la voz cortante e inapetente de la contraria, la hacía parecer una máquina, un robot en el cuerpo de un humano.
    Ally chasqueó la lengua, molesta por tener que volver a revisar el título del show.
    —La diversión acaba de empezar.
    Después de un par de segundos, la chica respondió:
    —No quedan entradas para esta noche a la función de “La diversión acaba de empezar.”
    —¿Qué? Me tienes que estar tomando el pelo…
    —¿Quiere comprar una entrada para mañana?
    —C-claro… —respondió dubitativa. Ella no quería ir al día siguiente, quería verlo ese mismo día. Ya le iba a costar esperar 8 horas, como para esperar 32.
    —¿A qué hora?
    —A la… única maldita hora que hay —masculló entre dientes, esa mujer estaba acabando con su paciencia.
    —De acuerdo. Mañana a las 22:00 “La diversión acaba de empezar” —dijo antes de confirmar la compra.
    —Sí —respondió, hastiada.
    —Lo siento, no quedan entradas. ¿Quiere comprar una para pasado mañana?
    Ally soltó todo el aire de sus pulmones, completamente irritada.
    —No, déjalo. No importa.
    —De acuerdo, que tenga un buen día.
    Y una vez más la persiana volvió a cerrarse frente a ella.
    No podía tener tan mala suerte. O sí… Sí, por supuesto que podía.
    —¡EH! ¡OIGA! ¡VUELVA AQUÍ, SEÑOR!
    Cuando pensabas que las cosas no podían irte peor, era sin duda porque las cosas podían irte muchísimo peor. La caja de ropa que había dejado a un lado de la taquilla había desaparecido, y ahora estaba en los brazos de un anciano que no dejaba de correr, como si tuviera 15 años. Intentó ir tras él, pero estaba tan furiosa, que, en lugar de eso, se rindió, sentándose sobre los escalones que daban paso a la puerta del teatro.
    —Por dios, pero qué te he hecho… —preguntó mirando al cielo—. Dame una tregua, vamos…
    El teléfono sonó en el interior de su bolsillo, y sobre su muñeca, la pantalla del reloj se iluminó con el nombre de Alice. Ally se sacó el teléfono del bolsillo, deslizó el dedo hacia la derecha y contestó.
    —Alice, no es un buen momento.
    —Claro que lo es. Me han llamado del Journal para hacerte una entrevista.
    —¿Una entrevista? ¿En el Journal? ¿Necesitan secretaria? —preguntó con un tono sarcástico.
    —No, idiota. Quieren hacerte una prueba, un casting.
    —Joder, Alice, pues di las cosas bien si quieres que te entiendan a la primera. ¿Sobre qué es?
    —Te quieren como protagonista para una serie —dijo con ilusión la voz tras el teléfono.
    —¿De verdad?... —preguntó Ally, relajándose por fin.
    —¡Sí! Aún no sé cuál es la trama, pero pinta muy bien. Netflix ha comprado los derechos, ¡estarás en mil pantallas!
    —Eso si me cogen.
    —Ey, ¿qué te pasa? Acabo de conseguirte la entrevista de tu vida y estás con ese tonito todo el rato.
    —No es un buen momento…
    —¿Qué ha pasado?
    —¿Podemos vernos? Es demasiado fuerte como para contártelo por teléfono —dijo la chica, observando con admiración el rostro de su amigo en la gran pantalla sobre el teatro.

    3 horas después, en el Holly West Restaurant.

    —¡¿Qué?!
    —Baja la voz… —le pidió Ally, pero Alice no pudo contener la sorpresa ante lo que acababa de escuchar—.Y es una mierda porque no he conseguido entradas para verle. Era la única forma que tenía de volver a hablar con él, ¿sino cómo? Ahora que es famoso a poca gente le dejará acercarse.
    —¿Y cómo pensabas hacerlo si conseguías las entradas?
    —Conozco el Hollywood Pantages como la palma de mi mano. He hecho ahí unas cuantas obras, sé por dónde salen los actores.
    —¿Y por qué no le esperas a la entrada en lugar de a la salida?
    —No quiero ponerle nervioso antes del espectáculo. ¿Sabes cómo se pondrá cuando me vea? Hace 25 años que no le veo, los dos hemos cambiado.
    —Espera un segundo… ¿Has dicho que actúa en el Pantages?
    —Sí.
    —¿Esta noche?
    —¿Conoces a alguien que me pueda colar sin que nadie se entere? —preguntó con una sonrisa fingida, pues sabía que las cosas no serían tan sencillas como lo esperaba. ¿O sí?
    —¿Cómo se llama?
    —Richie. Richie Tozier —jamás olvidaría ese nombre.
    —No. Él no. Su show.
    —Ah. Oh… La diversión acaba de empezar.
    Alice sacó su teléfono, con el entrecejo fruncido, como si buscara algo.
    —No las vas a conseguir, yo también las he buscado pensando que esa zorra de la taquilla me la tenía jurada… —espetó Ally, dándole un sorbo a la coca-cola, sintiendo cómo el hielo le adormecía el labio superior. Pero cuando su amiga le mostró su correo en la pantalla, y en éste aparecieron las entradas, no logró contener el líquido en su boca, escupiéndoselo en la cara sin poder evitarlo, ante la sorpresa—. ¡Oh, joder! Mierda, lo siento, ¿estás bien? ¿Te he dado en el ojo?
    Alice apretó los ojos, cerrándolos con fuerza para que no le entrara el líquido y le provocara una tremenda irritación, limpiándose los restos de refresco y saliva, con la servilleta sobre la mesa.
    —¿Cómo cojones las has conseguido?
    —Sam…
    Sam era el tipo que estaba empezando a conocer, el mismo que Ally días antes había estado criticando, y no era porque el chico no fuera una buena persona, lo poco que le había contado de él era suficiente para saber que era un buen tío. Lo que verdaderamente le sucedió para detestarlo tanto, es que sabía que si Alice conseguía un novio, dejaría de tenerla disponible las 24 horas, así que, egoístamente, lo hizo por eso.
    —¡Sam! —dijo de pronto, como si le hubiera recordado— .¡Sam, claro! ¡Ese gran tipo! ¿Por qué nunca me lo has presentado?
    —Te lo presenté, y le llamaste raro a la cara…
    —¿Qué? ¿De verdad? Por dios, no me acuerdo de haber hecho eso, pero ya sabes que soy una bocazas, no me lo tomes en cuenta, sabes que me encanta ese chico —mintió.
    —Le detestas. Siempre me dices que lo mande a la mierda.
    —¡Yo nunca he dicho eso!
    —Si querías las entradas no hacía falta que me mintieras, sabes que te basta con pedírmelas.
    Ally subió los codos sobre le mesa, juntó sus manos, entrelazando sus dedos y le suplicó inclinándose hacia ella.
    —Por favor, necesito esa entrada…
    Alice suspiró, mirándola como una madre miraría a su hija, una mirada que decía: “no tiene remedio”. El único inconveniente era que Alice tenía 23 años, y Ally 38, así que nunca podría ser su madre.

    Por fin la suerte estaba de su parte, había conseguido la maldita entrada y ya tenía su plan bien detallado mentalmente. Disfrutaría de ver a su amigo hacer lo que mejor se le daba; hacer reír a la gente. Lo esperaría en el parking de coches, donde se situaba la puerta de la salida de los camerinos, perfectamente disimulada con un cartel que el bar de enfrente les había prestado, en el que podía leerse: SALA DE CONTADORES.
    A nadie le hubiera interesado entrar en una sala de contadores, así que era un buen método para mantener a los fans alejados. Ella en cambio, siempre habría deseado salir de allí después de un estreno y encontrarse a millones de personas esperándola, pidiéndole autógrafos y fotos que después publicarían en sus redes sociales. Pero ese día aún no había llegado, la gente no le reconocía por la calle, y con esa suerte, seguramente nunca lo harían.

    El tiempo pasó lento, despacio, excepto cuando tuvo que escoger qué ropa ponerse y de qué color pintar sus labios, en ese momento el reloj corrió dando la vuelta por completo. Había perdido una hora en arreglarse, y poco era para el reencuentro que estaría a punto de vivir…
    Al final se decantó por una blusa blanca, con un escote que dejaba apreciar su esternón y una pequeña parte de la curvatura de sus pechos, descotados. En la parte inferior de su cintura llevaba unos pantalones negros, pitillos, junto con unas converse de color negro y blanco. No se había cargado de maquillaje, únicamente había usado su lápiz de ojos negro, marcando la línea inferior de su párpado, un poco de rímel para acentuar sus pestañas, y un pintalabios rojo oscuro, de esos que aguantaban toda la noche y que luego te costaba quitarte.
    El cuchitril en el que vivía, de momento, quedaba a más de una hora de allí, y ya eran las 20:30, así que se dio prisa en llamar a un taxi.
    Para cuando éste la dejó en la puerta del Hollywood Pantages, eran las 21:40. El maldito tráfico de L.A.

    Estuvo a punto de llegar tarde, a punto de que le cerraran la puerta en las narices, pero al no tratarse de una obra como tal, al ser un espectáculo de humor, algo que en esos sitios infravaloraban muchísimo, la dejaron pasar. Su asiento estaba situado en Platea B, justo la zona superior derecha frente al escenario, la parte alta de las butacas. No era un mal sitio, mejor que haber estado en primera fila, pues no quería sorprenderle en mitad de un número, quería verle la cara de cerca, saber cuáles eran sus pensamientos, sus sensaciones…
    Estaba nerviosa, casi como si la que tuviera que subirse al escenario fuera ella. Cuando su nombre resonó en los altavoces de la sala, sintió un hormigueo en el estómago, la emoción apoderándose de ella. Y al verle… al contemplar cómo salía, con qué andares y qué seguridad se acercaba al centro del escenario, se sintió temblar sobre el asiento.
    Los recuerdos la bombardearon, y no solo lloró de la risa por sus comentarios jocosos y sus chistes durante todo el espectáculo, sino que lo hizo por la emoción, la ilusión de ese reencuentro, de verle una vez más, de encontrarse después de tantos años. Él había cambiado físicamente, pero sus rasgos eran los mismos, y su personalidad no había cambiado en absoluto. Seguía haciendo ese tipo de comentarios subiditos de tono…
    El sexo siempre había sido un tema que él trataba con humor, tal vez porque esa era su forma de normalizar algo que con el resto de sus amigos no tenía en común.

    La gente lo adoraba, aplaudían, reían, gritaban, era todo un ídolo allí. Y aquello la enorgulleció, la hizo sentir feliz del hombre en el que se había convertido, sobre todo por haber podido llegar hasta allí, cumpliendo su sueño, eso que tanto quería; hacer reír al mundo entero. Ally esperó impaciente a que terminara el espectáculo, no por aburrimiento, sino porque no aguantaba más tiempo allí sentada, imaginándose cómo sería el reencuentro. Necesitaba tenerle ya delante, y cuando eso sucedió… cuando divisó que la puerta del cartel de la sala de contadores falsa, se abría, viéndolo, saliendo de allí encendiéndose el cigarro con el mechero, se deshizo por dentro. Se sintió como una de esas adolescentes que acampaban en las entradas de los conciertos días y días, esperando ver únicamente el coche en el que iban montados sus ídolos, con los cristales tintados. Era absurdo, ¿verdad? Sí, por supuesto que lo era, al igual que esos estúpidos nervios que estaba sintiendo, ese temblor en sus piernas. Necesitaba acabar ya con ese momento de tensión. Richie se quedó ahí de pie, abrazando con la palma de su mano el cigarro y la llama, evitando así que el viento la apagara. Ally se acercó, despacio. Lo único que los alumbraba era una farola en medio de aquella calle, que daba al patio trasero del edificio, cerca del parking de coches.
    Cuando estaba lo suficientemente cerca, musitó:
    —Hola, Richie.
    —¡OH, MIERDA! — masculló con el tabaco entre los labios. Sobresaltándose tanto, que por poco se tragó el cigarro, cayéndoseles éste junto con mechero. En seguida se puso en posición de defensa, con las palmas de las manos por delante, y los brazos estirados hacia la chica—. ¿Quién coño eres? —le preguntó con cierta sospecha. Era habitual últimamente que la gente lo acosara, muchos de sus fans incluso habían averiguado dónde vivía, y su última experiencia con una fan loca dejó mucho que desear.
    —¿No te acuerdas de mí?...
    Richie miró hacia todas partes, por si aquella tía venía acompañada de sus amiguitas las locas. Se separó, poniéndose a andar, con las manos en los bolsillos, alejándose de ella.
    —No te conozco de nada, lo siento —le dijo, ceñudo.
    —Pues yo a ti sí que te conozco —respondió ella, desde donde estaba. No se había movido, pero sí había alzado el tono para qué este le escuchara.
    —Todas me conocéis demasiado —murmuró él entre dientes, sacando las llaves de su Mustang Cabrío, de color burdeos. La luz del vehículo parpadeó dos veces, haciéndose ver entre el resto. Era un cochazo, desde luego.
    —Jamás podría olvidar al chico que me salvó de una paliza —dijo entonces ella, esperando que él recordaba aquello.
    Richie se detuvo en seco, con el ceño fruncido, dándole aún la espalda.
    —Al chico que me llevó en su bicicleta hasta su casa, porque yo estaba aterrorizada…
    Los Ángeles, 2016. Aquel fin de semana no pudo ir a visitar a Nathan, estaba demasiado ocupada, su agenda estaba completa. Su teléfono no dejaba de sonar, Alice, su representante, estaba concertándole mil y una citas con agencias de actores, muchas ellas estaban buscando gente para micro teatros, otras para anuncios, y las que más le importaban a ella: las películas y las series. Llevaba años persiguiendo el papel de protagonista y hasta ahora no había pasado ninguno de los castings a los que se había presentado. ¿Tendría tal vez algo que ver con que ella jamás se marchó de Derry? ¿No del todo? Ese sitio te ataba, te estancaba, te hacía miserable en la vida. Si Ally hubiera coincidido con los que fueron en su día sus amigos, “los perdedores”, se hubiera asombrado de ver que cada uno de ellos había obtenido la fama y el trabajo de sus sueños. Sin embargo, ahí estaba ella, persiguiendo un sueño que parecía jamás lograr alcanzar. Alice le había conseguido, además de un casting como antagonista en una película de terror (de la cual aún no sabía el nombre), un piso en el centro a un buen precio. Las mudanzas nunca le habían gustado, y de no ser porque no tenía demasiadas cosas que transportar, se hubiera negado en rotundo, y hubiera continuado viviendo en ese cuchitril asqueroso al que llamaba casa. Eso le recordaba a Neibolt Street, a la casa de su hermano. Ella había pasado un año entero durmiendo en un sótano acondicionado como habitación, estaba acostumbrada al olor a humedad, a las telarañas… A todo eso que cualquiera que viviera en Los Ángeles detestaría. Ese día fue un día de lo más estresante: tuvo dos entrevistas de trabajo, tres castings y la dichosa mudanza. No le importaba que no le escogieran en ninguno de los dos ámbitos porque tanto los trabajos como los proyectos asignados a esos castings, eran aburridos, más de lo mismo que había hecho durante toda su vida; dependienta de una tienda de telefonía, y canguro. ¿Y más obras de teatro sobre la edad media? Estaba muy cansada de aquello. Necesitaba algo nuevo, romper con lo cuotidiano, salirse de su zona de confort. Lo que Ally no sabía, es que ese día, unos minutos antes de llegar al paseo de la fama, encontraría su respuesta en uno de los carteles del Hollywood Pantages Theatre. Llevaba consigo una de las últimas cajas de la mudanza, pues el apartamento estaba a unos 10 minutos desde allí, y menos mal que en el interior de ésta no había cosas demasiado pesadas, porque ésta se le cayó sobre los pies cuando vio aquello: LA DIVERSIÓN ACABA DE EMPEZAR, CON RICHIE TOZIER. ESTA NOCHE A LAS 22:00, EN EL PANTAGES THEATRE. La muchacha, en cuanto vio aquel nombre en pantalla y la foto que identificaba al protagonista de ese número, sintió cómo todo su cuerpo se tensaba. Pudo notar el corazón bombeándole en el interior del pecho con tanta intensidad, que incluso se preocupó. Una alerta en su reloj inteligente vibró en su muñeca: “Frecuencia cardiaca alta, date un respiro.” Tragó saliva, poniéndose nerviosa. En seguida se paró a recoger todo lo que se le había caído al suelo, sin mirar siquiera el interior de la caja, o si se dejaba algo sobre el suelo. No le importó, no podía dejar de mirar la enorme pantalla, con el rostro de su amigo. Corrió hacia la taquilla, ésta estaba a punto de cerrar, de hecho, la muchacha del interior, bajó la persiana delante de sus narices. —H-hola —dijo la chica, nerviosa, sintiendo que perdería aquella oportunidad—. Q-quería una entrada para —alzó la cabeza hacia la plantilla con todos los shows, para recordar el nombre—. La diversión ac- Pero la taquillera le interrumpió, con un tono borde y desganado. Se notaba que se había memorizado aquella frase, porque la dictaba como un robot. —Está cerrado. Abrimos de 10:00 a 14:00 y de 19:00 a 20:00 antes de la función. Gracias. —¡Eh! ¡Espera! Por favor, es un amigo mío. La muchacha de la cabina rodó los ojos. —Te pagaré la entrada doble, quédate con el resto, por favor… —Está cerrado, vuelva más tarde. —Escucha… Puedo pagarte una entrada y darte a ti el equivalente a tres entradas más. Tú te lo quedas, nadie se entera, y todos felices. ¿Qué me dices? —Abrimos de 19:00- Ally la interrumpió: —¡OH, POR FAVOR! ¡Ya sé a qué hora abrís, te estoy pidiendo por favor que- Pero la contraria cerró por completo la persiana, y la chica se quedó con la palabra en la boca. En aquel momento la hubiera estrangulado con sus propias manos. Ally era una persona impaciente, alguien que quería algo YA si se le antojaba. Acababa de encontrarle, a él, en Los Ángeles, después de 25 años sin verle. Al terminar con Eso, en agosto, Ally volvió con su familia a Ludlow, y no volvió hasta unos años más tarde, cuando Richie había dejado la ciudad de Derry, junto a sus padres. Desde entonces, Ally solo volvía para pasar fines de semana con su hermano, o alguna que otra festividad. Y ahora, después de tanto tiempo, la casualidad de la que hablaba cuando eran niños, la había llevado hasta allí. —Mira, entiendo lo que es que alguien venga a molestarte fuera de tu horario laboral, créeme… Pero de verdad que necesito esas entradas. Te daré lo que me pidas, de verdad. No supo cómo, pero la convenció. La muchacha del interior de la cabina tecleó en su ordenador dispuesta a imprimirle las entradas. —¿Asiento? —¡Gracias!... ¡Gracias! El que sea, de verdad que no me importa. —¿Hora? Ally frunció el ceño, confusa, y revisó de nuevo el cartel en el que aparecían los horarios de la función. —Solo hay un espectáculo… —¿Qué espectáculo desea ver? —realmente la voz cortante e inapetente de la contraria, la hacía parecer una máquina, un robot en el cuerpo de un humano. Ally chasqueó la lengua, molesta por tener que volver a revisar el título del show. —La diversión acaba de empezar. Después de un par de segundos, la chica respondió: —No quedan entradas para esta noche a la función de “La diversión acaba de empezar.” —¿Qué? Me tienes que estar tomando el pelo… —¿Quiere comprar una entrada para mañana? —C-claro… —respondió dubitativa. Ella no quería ir al día siguiente, quería verlo ese mismo día. Ya le iba a costar esperar 8 horas, como para esperar 32. —¿A qué hora? —A la… única maldita hora que hay —masculló entre dientes, esa mujer estaba acabando con su paciencia. —De acuerdo. Mañana a las 22:00 “La diversión acaba de empezar” —dijo antes de confirmar la compra. —Sí —respondió, hastiada. —Lo siento, no quedan entradas. ¿Quiere comprar una para pasado mañana? Ally soltó todo el aire de sus pulmones, completamente irritada. —No, déjalo. No importa. —De acuerdo, que tenga un buen día. Y una vez más la persiana volvió a cerrarse frente a ella. No podía tener tan mala suerte. O sí… Sí, por supuesto que podía. —¡EH! ¡OIGA! ¡VUELVA AQUÍ, SEÑOR! Cuando pensabas que las cosas no podían irte peor, era sin duda porque las cosas podían irte muchísimo peor. La caja de ropa que había dejado a un lado de la taquilla había desaparecido, y ahora estaba en los brazos de un anciano que no dejaba de correr, como si tuviera 15 años. Intentó ir tras él, pero estaba tan furiosa, que, en lugar de eso, se rindió, sentándose sobre los escalones que daban paso a la puerta del teatro. —Por dios, pero qué te he hecho… —preguntó mirando al cielo—. Dame una tregua, vamos… El teléfono sonó en el interior de su bolsillo, y sobre su muñeca, la pantalla del reloj se iluminó con el nombre de Alice. Ally se sacó el teléfono del bolsillo, deslizó el dedo hacia la derecha y contestó. —Alice, no es un buen momento. —Claro que lo es. Me han llamado del Journal para hacerte una entrevista. —¿Una entrevista? ¿En el Journal? ¿Necesitan secretaria? —preguntó con un tono sarcástico. —No, idiota. Quieren hacerte una prueba, un casting. —Joder, Alice, pues di las cosas bien si quieres que te entiendan a la primera. ¿Sobre qué es? —Te quieren como protagonista para una serie —dijo con ilusión la voz tras el teléfono. —¿De verdad?... —preguntó Ally, relajándose por fin. —¡Sí! Aún no sé cuál es la trama, pero pinta muy bien. Netflix ha comprado los derechos, ¡estarás en mil pantallas! —Eso si me cogen. —Ey, ¿qué te pasa? Acabo de conseguirte la entrevista de tu vida y estás con ese tonito todo el rato. —No es un buen momento… —¿Qué ha pasado? —¿Podemos vernos? Es demasiado fuerte como para contártelo por teléfono —dijo la chica, observando con admiración el rostro de su amigo en la gran pantalla sobre el teatro. 3 horas después, en el Holly West Restaurant. —¡¿Qué?! —Baja la voz… —le pidió Ally, pero Alice no pudo contener la sorpresa ante lo que acababa de escuchar—.Y es una mierda porque no he conseguido entradas para verle. Era la única forma que tenía de volver a hablar con él, ¿sino cómo? Ahora que es famoso a poca gente le dejará acercarse. —¿Y cómo pensabas hacerlo si conseguías las entradas? —Conozco el Hollywood Pantages como la palma de mi mano. He hecho ahí unas cuantas obras, sé por dónde salen los actores. —¿Y por qué no le esperas a la entrada en lugar de a la salida? —No quiero ponerle nervioso antes del espectáculo. ¿Sabes cómo se pondrá cuando me vea? Hace 25 años que no le veo, los dos hemos cambiado. —Espera un segundo… ¿Has dicho que actúa en el Pantages? —Sí. —¿Esta noche? —¿Conoces a alguien que me pueda colar sin que nadie se entere? —preguntó con una sonrisa fingida, pues sabía que las cosas no serían tan sencillas como lo esperaba. ¿O sí? —¿Cómo se llama? —Richie. Richie Tozier —jamás olvidaría ese nombre. —No. Él no. Su show. —Ah. Oh… La diversión acaba de empezar. Alice sacó su teléfono, con el entrecejo fruncido, como si buscara algo. —No las vas a conseguir, yo también las he buscado pensando que esa zorra de la taquilla me la tenía jurada… —espetó Ally, dándole un sorbo a la coca-cola, sintiendo cómo el hielo le adormecía el labio superior. Pero cuando su amiga le mostró su correo en la pantalla, y en éste aparecieron las entradas, no logró contener el líquido en su boca, escupiéndoselo en la cara sin poder evitarlo, ante la sorpresa—. ¡Oh, joder! Mierda, lo siento, ¿estás bien? ¿Te he dado en el ojo? Alice apretó los ojos, cerrándolos con fuerza para que no le entrara el líquido y le provocara una tremenda irritación, limpiándose los restos de refresco y saliva, con la servilleta sobre la mesa. —¿Cómo cojones las has conseguido? —Sam… Sam era el tipo que estaba empezando a conocer, el mismo que Ally días antes había estado criticando, y no era porque el chico no fuera una buena persona, lo poco que le había contado de él era suficiente para saber que era un buen tío. Lo que verdaderamente le sucedió para detestarlo tanto, es que sabía que si Alice conseguía un novio, dejaría de tenerla disponible las 24 horas, así que, egoístamente, lo hizo por eso. —¡Sam! —dijo de pronto, como si le hubiera recordado— .¡Sam, claro! ¡Ese gran tipo! ¿Por qué nunca me lo has presentado? —Te lo presenté, y le llamaste raro a la cara… —¿Qué? ¿De verdad? Por dios, no me acuerdo de haber hecho eso, pero ya sabes que soy una bocazas, no me lo tomes en cuenta, sabes que me encanta ese chico —mintió. —Le detestas. Siempre me dices que lo mande a la mierda. —¡Yo nunca he dicho eso! —Si querías las entradas no hacía falta que me mintieras, sabes que te basta con pedírmelas. Ally subió los codos sobre le mesa, juntó sus manos, entrelazando sus dedos y le suplicó inclinándose hacia ella. —Por favor, necesito esa entrada… Alice suspiró, mirándola como una madre miraría a su hija, una mirada que decía: “no tiene remedio”. El único inconveniente era que Alice tenía 23 años, y Ally 38, así que nunca podría ser su madre. Por fin la suerte estaba de su parte, había conseguido la maldita entrada y ya tenía su plan bien detallado mentalmente. Disfrutaría de ver a su amigo hacer lo que mejor se le daba; hacer reír a la gente. Lo esperaría en el parking de coches, donde se situaba la puerta de la salida de los camerinos, perfectamente disimulada con un cartel que el bar de enfrente les había prestado, en el que podía leerse: SALA DE CONTADORES. A nadie le hubiera interesado entrar en una sala de contadores, así que era un buen método para mantener a los fans alejados. Ella en cambio, siempre habría deseado salir de allí después de un estreno y encontrarse a millones de personas esperándola, pidiéndole autógrafos y fotos que después publicarían en sus redes sociales. Pero ese día aún no había llegado, la gente no le reconocía por la calle, y con esa suerte, seguramente nunca lo harían. El tiempo pasó lento, despacio, excepto cuando tuvo que escoger qué ropa ponerse y de qué color pintar sus labios, en ese momento el reloj corrió dando la vuelta por completo. Había perdido una hora en arreglarse, y poco era para el reencuentro que estaría a punto de vivir… Al final se decantó por una blusa blanca, con un escote que dejaba apreciar su esternón y una pequeña parte de la curvatura de sus pechos, descotados. En la parte inferior de su cintura llevaba unos pantalones negros, pitillos, junto con unas converse de color negro y blanco. No se había cargado de maquillaje, únicamente había usado su lápiz de ojos negro, marcando la línea inferior de su párpado, un poco de rímel para acentuar sus pestañas, y un pintalabios rojo oscuro, de esos que aguantaban toda la noche y que luego te costaba quitarte. El cuchitril en el que vivía, de momento, quedaba a más de una hora de allí, y ya eran las 20:30, así que se dio prisa en llamar a un taxi. Para cuando éste la dejó en la puerta del Hollywood Pantages, eran las 21:40. El maldito tráfico de L.A. Estuvo a punto de llegar tarde, a punto de que le cerraran la puerta en las narices, pero al no tratarse de una obra como tal, al ser un espectáculo de humor, algo que en esos sitios infravaloraban muchísimo, la dejaron pasar. Su asiento estaba situado en Platea B, justo la zona superior derecha frente al escenario, la parte alta de las butacas. No era un mal sitio, mejor que haber estado en primera fila, pues no quería sorprenderle en mitad de un número, quería verle la cara de cerca, saber cuáles eran sus pensamientos, sus sensaciones… Estaba nerviosa, casi como si la que tuviera que subirse al escenario fuera ella. Cuando su nombre resonó en los altavoces de la sala, sintió un hormigueo en el estómago, la emoción apoderándose de ella. Y al verle… al contemplar cómo salía, con qué andares y qué seguridad se acercaba al centro del escenario, se sintió temblar sobre el asiento. Los recuerdos la bombardearon, y no solo lloró de la risa por sus comentarios jocosos y sus chistes durante todo el espectáculo, sino que lo hizo por la emoción, la ilusión de ese reencuentro, de verle una vez más, de encontrarse después de tantos años. Él había cambiado físicamente, pero sus rasgos eran los mismos, y su personalidad no había cambiado en absoluto. Seguía haciendo ese tipo de comentarios subiditos de tono… El sexo siempre había sido un tema que él trataba con humor, tal vez porque esa era su forma de normalizar algo que con el resto de sus amigos no tenía en común. La gente lo adoraba, aplaudían, reían, gritaban, era todo un ídolo allí. Y aquello la enorgulleció, la hizo sentir feliz del hombre en el que se había convertido, sobre todo por haber podido llegar hasta allí, cumpliendo su sueño, eso que tanto quería; hacer reír al mundo entero. Ally esperó impaciente a que terminara el espectáculo, no por aburrimiento, sino porque no aguantaba más tiempo allí sentada, imaginándose cómo sería el reencuentro. Necesitaba tenerle ya delante, y cuando eso sucedió… cuando divisó que la puerta del cartel de la sala de contadores falsa, se abría, viéndolo, saliendo de allí encendiéndose el cigarro con el mechero, se deshizo por dentro. Se sintió como una de esas adolescentes que acampaban en las entradas de los conciertos días y días, esperando ver únicamente el coche en el que iban montados sus ídolos, con los cristales tintados. Era absurdo, ¿verdad? Sí, por supuesto que lo era, al igual que esos estúpidos nervios que estaba sintiendo, ese temblor en sus piernas. Necesitaba acabar ya con ese momento de tensión. Richie se quedó ahí de pie, abrazando con la palma de su mano el cigarro y la llama, evitando así que el viento la apagara. Ally se acercó, despacio. Lo único que los alumbraba era una farola en medio de aquella calle, que daba al patio trasero del edificio, cerca del parking de coches. Cuando estaba lo suficientemente cerca, musitó: —Hola, Richie. —¡OH, MIERDA! — masculló con el tabaco entre los labios. Sobresaltándose tanto, que por poco se tragó el cigarro, cayéndoseles éste junto con mechero. En seguida se puso en posición de defensa, con las palmas de las manos por delante, y los brazos estirados hacia la chica—. ¿Quién coño eres? —le preguntó con cierta sospecha. Era habitual últimamente que la gente lo acosara, muchos de sus fans incluso habían averiguado dónde vivía, y su última experiencia con una fan loca dejó mucho que desear. —¿No te acuerdas de mí?... Richie miró hacia todas partes, por si aquella tía venía acompañada de sus amiguitas las locas. Se separó, poniéndose a andar, con las manos en los bolsillos, alejándose de ella. —No te conozco de nada, lo siento —le dijo, ceñudo. —Pues yo a ti sí que te conozco —respondió ella, desde donde estaba. No se había movido, pero sí había alzado el tono para qué este le escuchara. —Todas me conocéis demasiado —murmuró él entre dientes, sacando las llaves de su Mustang Cabrío, de color burdeos. La luz del vehículo parpadeó dos veces, haciéndose ver entre el resto. Era un cochazo, desde luego. —Jamás podría olvidar al chico que me salvó de una paliza —dijo entonces ella, esperando que él recordaba aquello. Richie se detuvo en seco, con el ceño fruncido, dándole aún la espalda. —Al chico que me llevó en su bicicleta hasta su casa, porque yo estaba aterrorizada…
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
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    Disponible
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  • Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    Camino sola.
    O eso aparento.

    Veythra camina conmigo, pero ya no proyecta su sombra; se repliega, se disuelve en lo más hondo de mi alma, como una bestia cansada que acepta el silencio. Soy yo, Lili, quien avanza hacia el templo de Yue, o hacia lo que queda de él: ruinas plateadas, heridas abiertas en la memoria del mundo.

    Mis pasos son firmes, aunque mi cuerpo no lo esté.
    El sello Qadistu me devora despacio. No hay disfraz, no hay glamour de reina ni caricia de magia. Mi piel muestra la corrupción, las grietas del sacrificio, el precio de haber sido usada como vasija, como semilla de un ejército que yo pedí. Camino así, expuesta, porque no me queda nada que ocultar.

    Las ruinas me ven.
    Y responden.

    La plata se alza, se recompone, canta. El templo me reconoce. No como diosa, no como monstruo, sino como hija. Me aceptan… me reclaman. Las columnas resurgen como huesos que recuerdan su forma original, y el aire vibra con una devoción antigua.

    A mi lado, 001 observa en silencio. Sus ojos no juzgan. Aprende. Una niña entendiendo, poco a poco, cuál es su lugar en un mundo que nació roto.

    El caldero plateado me espera.
    Bebo un solo sorbo.

    El dolor retrocede. Mi cuerpo vuelve a su forma conocida, no porque esté curado, sino porque el templo me concede un respiro. Me siento en el trono. La piedra es fría. Justa. 001 se coloca de pie a mi lado, recta, atenta, como si ese gesto ya estuviera escrito en su destino.

    Y entonces… solo queda un nombre.

    Ryu.

    ¿Estás aullando a la luna, lobita mía?
    ¿Me aúllas a mí… o a lo que hice?
    ¿A lo que permití que hicieran conmigo?

    Vendí mi cuerpo al caos para crear monstruos, sí.
    Pero nunca vendí mi corazón.
    Ese sigue latiendo, herido, obstinado, aferrado a tu recuerdo.

    Dime…
    ¿Aún me amas más de lo que me odias?

    Porque esto —todo esto— es lo único que me queda.

    No el trono.
    No el poder.
    No el ejército.

    Mi corazón.

    Y aun roto, aun temblando…
    te lo entrego.
    Mi amor.
    [Ryu] Camino sola. O eso aparento. Veythra camina conmigo, pero ya no proyecta su sombra; se repliega, se disuelve en lo más hondo de mi alma, como una bestia cansada que acepta el silencio. Soy yo, Lili, quien avanza hacia el templo de Yue, o hacia lo que queda de él: ruinas plateadas, heridas abiertas en la memoria del mundo. Mis pasos son firmes, aunque mi cuerpo no lo esté. El sello Qadistu me devora despacio. No hay disfraz, no hay glamour de reina ni caricia de magia. Mi piel muestra la corrupción, las grietas del sacrificio, el precio de haber sido usada como vasija, como semilla de un ejército que yo pedí. Camino así, expuesta, porque no me queda nada que ocultar. Las ruinas me ven. Y responden. La plata se alza, se recompone, canta. El templo me reconoce. No como diosa, no como monstruo, sino como hija. Me aceptan… me reclaman. Las columnas resurgen como huesos que recuerdan su forma original, y el aire vibra con una devoción antigua. A mi lado, 001 observa en silencio. Sus ojos no juzgan. Aprende. Una niña entendiendo, poco a poco, cuál es su lugar en un mundo que nació roto. El caldero plateado me espera. Bebo un solo sorbo. El dolor retrocede. Mi cuerpo vuelve a su forma conocida, no porque esté curado, sino porque el templo me concede un respiro. Me siento en el trono. La piedra es fría. Justa. 001 se coloca de pie a mi lado, recta, atenta, como si ese gesto ya estuviera escrito en su destino. Y entonces… solo queda un nombre. Ryu. ¿Estás aullando a la luna, lobita mía? ¿Me aúllas a mí… o a lo que hice? ¿A lo que permití que hicieran conmigo? Vendí mi cuerpo al caos para crear monstruos, sí. Pero nunca vendí mi corazón. Ese sigue latiendo, herido, obstinado, aferrado a tu recuerdo. Dime… ¿Aún me amas más de lo que me odias? Porque esto —todo esto— es lo único que me queda. No el trono. No el poder. No el ejército. Mi corazón. Y aun roto, aun temblando… te lo entrego. Mi amor.
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    ¡Hola, FicRolers! ¿Alguna vez han sentido que sus historias necesitan un espacio sin restricciones para explorar su lado más atrevido? Tenemos una noticia que va a encender la chispa de su creatividad. Les presentamos LemonRol.com, un proyecto hermano de FicRol diseñado exclusivamente para quienes disfrutan del rol narrativo erótico. Queremos crear el refugio...
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