Los periódicos, con su acostumbrado y repugnante afán de sensacionalismo, no tardarán en relatar el suceso con la vulgaridad que les caracteriza:
"Masacre! Nos arrebatan de nuestras estrellas!"
“Un hombre desata el infierno en un exclusivo establecimiento nocturno.”
Seguido de fotografías con lujo de morbo y sangre de aquellos que se creyeron libres de cualquier castigo.
Nadie sabrá de los oscuros meses de meticulosa preparación que precedieron aquel caos, de la sutil y macabra coreografía, las mentiras y traiciones que permitieron, reunir a tantas almas soberbias y viles en un mismo lugar.
Una danza de sombras orquestada con precisión por un ser que no pertenece al plano terrenal; nadie entenderá cómo fue que el asesino desapareció en la nada en frente de las cámaras. Las autoridades, incapaces de comprender lo que hay en el más allá, se hundirán en la desesperación mientras las sombras de lo imposible se ciernen sobre ellos.
Pero cuando crean que todo ha terminado, las verdades más atroces serán reveladas. La evidencia en su terrible magnificencia; todo saldrá a la luz como un sacramento oscuro.
Las manos manchadas de aquellos a quienes el pueblo había venerado, aquellos que se creían mártires, serán expuestas ante los ojos del mundo como lo que siempre fueron: criaturas impías, caníbales de almas inocentes, pedófilos desalmados, zánganos que fueron protegidos y guiados por el brillo seductor del lucero de la mañana, pero con la misma facilidad que fueron protegidos, también fueron borrados para el castigo eterno.
Las puertas del infierno, que aquellos creyeron tener prohibidas, se abrirán en su totalidad, mostrando en su interior el abismo de su condena eterna. Ahora sus gritos se elevarán como ecos malditos en un coro de desesperación y condena eterna.
"Masacre! Nos arrebatan de nuestras estrellas!"
“Un hombre desata el infierno en un exclusivo establecimiento nocturno.”
Seguido de fotografías con lujo de morbo y sangre de aquellos que se creyeron libres de cualquier castigo.
Nadie sabrá de los oscuros meses de meticulosa preparación que precedieron aquel caos, de la sutil y macabra coreografía, las mentiras y traiciones que permitieron, reunir a tantas almas soberbias y viles en un mismo lugar.
Una danza de sombras orquestada con precisión por un ser que no pertenece al plano terrenal; nadie entenderá cómo fue que el asesino desapareció en la nada en frente de las cámaras. Las autoridades, incapaces de comprender lo que hay en el más allá, se hundirán en la desesperación mientras las sombras de lo imposible se ciernen sobre ellos.
Pero cuando crean que todo ha terminado, las verdades más atroces serán reveladas. La evidencia en su terrible magnificencia; todo saldrá a la luz como un sacramento oscuro.
Las manos manchadas de aquellos a quienes el pueblo había venerado, aquellos que se creían mártires, serán expuestas ante los ojos del mundo como lo que siempre fueron: criaturas impías, caníbales de almas inocentes, pedófilos desalmados, zánganos que fueron protegidos y guiados por el brillo seductor del lucero de la mañana, pero con la misma facilidad que fueron protegidos, también fueron borrados para el castigo eterno.
Las puertas del infierno, que aquellos creyeron tener prohibidas, se abrirán en su totalidad, mostrando en su interior el abismo de su condena eterna. Ahora sus gritos se elevarán como ecos malditos en un coro de desesperación y condena eterna.
Los periódicos, con su acostumbrado y repugnante afán de sensacionalismo, no tardarán en relatar el suceso con la vulgaridad que les caracteriza:
"Masacre! Nos arrebatan de nuestras estrellas!"
“Un hombre desata el infierno en un exclusivo establecimiento nocturno.”
Seguido de fotografías con lujo de morbo y sangre de aquellos que se creyeron libres de cualquier castigo.
Nadie sabrá de los oscuros meses de meticulosa preparación que precedieron aquel caos, de la sutil y macabra coreografía, las mentiras y traiciones que permitieron, reunir a tantas almas soberbias y viles en un mismo lugar.
Una danza de sombras orquestada con precisión por un ser que no pertenece al plano terrenal; nadie entenderá cómo fue que el asesino desapareció en la nada en frente de las cámaras. Las autoridades, incapaces de comprender lo que hay en el más allá, se hundirán en la desesperación mientras las sombras de lo imposible se ciernen sobre ellos.
Pero cuando crean que todo ha terminado, las verdades más atroces serán reveladas. La evidencia en su terrible magnificencia; todo saldrá a la luz como un sacramento oscuro.
Las manos manchadas de aquellos a quienes el pueblo había venerado, aquellos que se creían mártires, serán expuestas ante los ojos del mundo como lo que siempre fueron: criaturas impías, caníbales de almas inocentes, pedófilos desalmados, zánganos que fueron protegidos y guiados por el brillo seductor del lucero de la mañana, pero con la misma facilidad que fueron protegidos, también fueron borrados para el castigo eterno.
Las puertas del infierno, que aquellos creyeron tener prohibidas, se abrirán en su totalidad, mostrando en su interior el abismo de su condena eterna. Ahora sus gritos se elevarán como ecos malditos en un coro de desesperación y condena eterna.