• ¿Qué había pasado?
    A raíz de su declaración, Okiko comenzó a acercarse más a 𝐒𝐭𝐞𝐟𝐚𝐧𝐨 𝐂𝐨𝐫𝐥𝐞𝐨𝐧𝐞
    ¿Y por qué era eso?
    Porque había hablado o más bien, Okiko había llorado con su mamá y sus familiares, les había explicado la situación y había confesado su situación de acoso en la escuela.

    Para sorpresa de nadie, la abuela, la madre y las tías de la familia Matsunaga, todas fueron a hablar directamente con el director, Okiko era la niña más buena de todas, claro que fueron a abogar por ella y por ser dejada en paz, porque obvio, tener a 4 mujeres temperamentales no era sencillo.

    El director habló con el profesor y con el consejero, como era de esperarse....ya sabían, ya había los reportes de externos, pero "No les parecía lo suficientemente grave, si Okiko no reportaba"

    Los padres de las muchachas y muchachos fueron llamados, reportados y sobre todo, castigados.

    Ellos dos merecían paz mental, ser amigos y.....eventualmente... quererse.
    ¿Qué había pasado? A raíz de su declaración, Okiko comenzó a acercarse más a [Cor.leone] ¿Y por qué era eso? Porque había hablado o más bien, Okiko había llorado con su mamá y sus familiares, les había explicado la situación y había confesado su situación de acoso en la escuela. Para sorpresa de nadie, la abuela, la madre y las tías de la familia Matsunaga, todas fueron a hablar directamente con el director, Okiko era la niña más buena de todas, claro que fueron a abogar por ella y por ser dejada en paz, porque obvio, tener a 4 mujeres temperamentales no era sencillo. El director habló con el profesor y con el consejero, como era de esperarse....ya sabían, ya había los reportes de externos, pero "No les parecía lo suficientemente grave, si Okiko no reportaba" Los padres de las muchachas y muchachos fueron llamados, reportados y sobre todo, castigados. Ellos dos merecían paz mental, ser amigos y.....eventualmente... quererse.
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  • Escena 2: El museo de sombras
    Fandom OC
    Categoría Original
    La noche envolvía el elegante Museo de Arte Contemporáneo de Seúl como un sudario de terciopelo. Dentro, bajo la tenue luz de emergencia que parpadeaba intermitentemente, el aire estaba cargado de polvo y un silencio casi palpable. Orion se movía con la familiar desenvoltura de un depredador en su territorio, su figura oscura fundiéndose con las sombras de las esculturas abstractas.

    Su objetivo, una marchante de arte de reputación dudosa llamada Madame Evangeline Dubois, se había refugiado en la sala de exposiciones temporales, creyendo que la seguridad del museo la protegería. Craso error. Orion había desactivado las alarmas con la facilidad de un fantasma deslizando los dedos por un teclado y ahora la seguía a través de las salas laberínticas.

    Madame Dubois, una mujer corpulenta vestida con un ostentoso abrigo de piel, jadeaba con dificultad mientras se escondía detrás de una instalación de metal retorcido. Su rostro, iluminado por el tembloroso haz de su teléfono móvil, estaba pálido de terror. Sabía que su tiempo se agotaba.

    Orion la encontró fácilmente. El tenue brillo del móvil la delató como una luciérnaga en la oscuridad. Se acercó en silencio, sus pasos amortiguados por la alfombra gruesa. Madame Dubois dejó escapar un grito ahogado al verlo emerger de las sombras, la silueta amenazante de su figura recortada contra la penumbra.

    —Por favor… —suplicó en un francés entrecortado, sus ojos llenos de lágrimas—. Tengo dinero… ¡Todo el que quieras!

    Orion no respondió. El dinero no significaba nada. Su trabajo era simple: eliminar una amenaza. Y Madame Dubois, con sus tratos turbios y los secretos que guardaba, era una amenaza para su cliente.

    Sin dudarlo, Orion extrajo un cable fino y resistente de un bolsillo interior de su abrigo. En un movimiento rápido y silencioso, lo lanzó hacia adelante, enlazando el cuello de la mujer. Madame Dubois se llevó las manos a la garganta, sus ojos inyectados en sangre mientras luchaba por respirar.

    La fuerza de Orion era implacable. Tiró del cable con firmeza, sintiendo la resistencia y luego el lento ceder. Los estertores de la mujer resonaron brevemente en el silencio del museo antes de ser sofocados. Su cuerpo cayó al suelo con un golpe sordo, el teléfono móvil rodando a su lado, la pantalla aún iluminada mostrando una llamada sin respuesta.

    Orion permaneció inmóvil durante unos segundos, asegurándose de que su objetivo estuviera neutralizado. Luego, con la misma eficiencia con la que había llegado, desapareció entre las sombras del museo, dejando tras de sí otra vida truncada en la oscuridad de la noche de Seúl.
    La noche envolvía el elegante Museo de Arte Contemporáneo de Seúl como un sudario de terciopelo. Dentro, bajo la tenue luz de emergencia que parpadeaba intermitentemente, el aire estaba cargado de polvo y un silencio casi palpable. Orion se movía con la familiar desenvoltura de un depredador en su territorio, su figura oscura fundiéndose con las sombras de las esculturas abstractas. Su objetivo, una marchante de arte de reputación dudosa llamada Madame Evangeline Dubois, se había refugiado en la sala de exposiciones temporales, creyendo que la seguridad del museo la protegería. Craso error. Orion había desactivado las alarmas con la facilidad de un fantasma deslizando los dedos por un teclado y ahora la seguía a través de las salas laberínticas. Madame Dubois, una mujer corpulenta vestida con un ostentoso abrigo de piel, jadeaba con dificultad mientras se escondía detrás de una instalación de metal retorcido. Su rostro, iluminado por el tembloroso haz de su teléfono móvil, estaba pálido de terror. Sabía que su tiempo se agotaba. Orion la encontró fácilmente. El tenue brillo del móvil la delató como una luciérnaga en la oscuridad. Se acercó en silencio, sus pasos amortiguados por la alfombra gruesa. Madame Dubois dejó escapar un grito ahogado al verlo emerger de las sombras, la silueta amenazante de su figura recortada contra la penumbra. —Por favor… —suplicó en un francés entrecortado, sus ojos llenos de lágrimas—. Tengo dinero… ¡Todo el que quieras! Orion no respondió. El dinero no significaba nada. Su trabajo era simple: eliminar una amenaza. Y Madame Dubois, con sus tratos turbios y los secretos que guardaba, era una amenaza para su cliente. Sin dudarlo, Orion extrajo un cable fino y resistente de un bolsillo interior de su abrigo. En un movimiento rápido y silencioso, lo lanzó hacia adelante, enlazando el cuello de la mujer. Madame Dubois se llevó las manos a la garganta, sus ojos inyectados en sangre mientras luchaba por respirar. La fuerza de Orion era implacable. Tiró del cable con firmeza, sintiendo la resistencia y luego el lento ceder. Los estertores de la mujer resonaron brevemente en el silencio del museo antes de ser sofocados. Su cuerpo cayó al suelo con un golpe sordo, el teléfono móvil rodando a su lado, la pantalla aún iluminada mostrando una llamada sin respuesta. Orion permaneció inmóvil durante unos segundos, asegurándose de que su objetivo estuviera neutralizado. Luego, con la misma eficiencia con la que había llegado, desapareció entre las sombras del museo, dejando tras de sí otra vida truncada en la oscuridad de la noche de Seúl.
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  • ───────────八月盆───────────


    "La tarde comenzaba a ceder su trono al crepúsculo, y el oeste se incendiaba en tonos ámbar y bermellón ante sus finas pupilas. A lo largo del río, las primeras linternas flotantes hacían su aparición, comenzando su descenso ritual, deslizándose poco a poco como luciérnagas cansadas sobre el agua, cada una cargada de plegarias, nombres que con el tiempo quedarán en el olvido y las clásicas promesas para el futuro que vendrá.
    El aire del O-Bon (お盆) siempre era denso, saturado por aquel característico aroma semi-dulzón del incienso, las notas secas del sándalo y claro, esa intensa sensación de nostalgia imposible de soportar que se cuela entre los pliegues del alma en cada festejo.

    Aun así, paradójicamente el santuario entero palpitaba con vida en cada dirección. Familias enteras se reunían en sus yukatas coloridos de algodón fino, los niños correteaban entre la multitud disfrazados con máscaras de Tengu y Kitsune artesanales, los puestos de comida chisporroteaban entre las incesantes risas y el sonido de los alimentos cociéndose, mientras que los enormes tambores Taiko marcaban con entusiasmo el ritmo lento de lo que parecía ser un corazón colectivo.
    El mundo de los vivos se esforzaba por parecer alegre, como si la oscuridad no estuviera acechando desde cada rincón.

    Y como cada año, Reiko estaba allí.

    No le hacía falta anunciarse, después de todo estaba en “su hogar”.
    A su paso, las multitudes parecían abrirse con una reverencia involuntaria, como si sus cuerpos recordaran algo que sus mentes habían olvidado. Vestía un kimono tradicional de tonos rojos profundos y dorados apagados, con patrones antiguos de crisantemos marchitos y dragones que parecían danzar por voluntad propia bajo la luz temblorosa de las linternas. Su cabello, recogido en un elaborado moño ceremonial, estaba adornado con peinetas de hueso pulido y cintas rojas que sujetaban flores, entre ellas, colgaban adornos metálicos que tintineaban con un sonido hueco, como pequeñas campanas de templo llamando a los difuntos.
    Sus ojos cortaban la penumbra como dagas envainadas en miel. Su mirada pasaba por encima del borde de su abanico que con delicada gracia femenina ocultaba su rostro, no buscaba; elegía.

    Nadie osaba interponerse en su camino, ni siquiera “los suyos” y aunque su intensión era pasar "desapercibida" algunos residentes, como ya era usual, empezaban a murmurar sobre su posible procedencia, unos afirmaban que era una sacerdotisa enviada de algún santuario cercano. Otros rumoraban que se trataba de una poderosa médium errante, incluso llegaron a bautizarla como “la dama que no envejece".


    Para los vivos, el O-bon es una celebración de memoria, un acto de amor, un llamado a los espíritus ancestrales. Pero para Reiko, era otra cosa. Una oportunidad.

    Porque donde los humanos recuerdan… ella recoge.

    Es durante estas noches de Agosto, cuando los inocentes claman por señales de sus antepasados y seres amados, donde ella ofrece las más tiernas y convincentes mentiras. Envolviendo a los dolientes en un dulce y cálido consuelo que finalmente los deja más vacíos que antes.

    Y así, cada verano, mientras el mundo honra a sus muertos…

    Ella se alimenta de ellos."


    ──────────────────────────
    #Minirol♥.
    ───────────八月盆─────────── "La tarde comenzaba a ceder su trono al crepúsculo, y el oeste se incendiaba en tonos ámbar y bermellón ante sus finas pupilas. A lo largo del río, las primeras linternas flotantes hacían su aparición, comenzando su descenso ritual, deslizándose poco a poco como luciérnagas cansadas sobre el agua, cada una cargada de plegarias, nombres que con el tiempo quedarán en el olvido y las clásicas promesas para el futuro que vendrá. El aire del O-Bon (お盆) siempre era denso, saturado por aquel característico aroma semi-dulzón del incienso, las notas secas del sándalo y claro, esa intensa sensación de nostalgia imposible de soportar que se cuela entre los pliegues del alma en cada festejo. Aun así, paradójicamente el santuario entero palpitaba con vida en cada dirección. Familias enteras se reunían en sus yukatas coloridos de algodón fino, los niños correteaban entre la multitud disfrazados con máscaras de Tengu y Kitsune artesanales, los puestos de comida chisporroteaban entre las incesantes risas y el sonido de los alimentos cociéndose, mientras que los enormes tambores Taiko marcaban con entusiasmo el ritmo lento de lo que parecía ser un corazón colectivo. El mundo de los vivos se esforzaba por parecer alegre, como si la oscuridad no estuviera acechando desde cada rincón. Y como cada año, Reiko estaba allí. No le hacía falta anunciarse, después de todo estaba en “su hogar”. A su paso, las multitudes parecían abrirse con una reverencia involuntaria, como si sus cuerpos recordaran algo que sus mentes habían olvidado. Vestía un kimono tradicional de tonos rojos profundos y dorados apagados, con patrones antiguos de crisantemos marchitos y dragones que parecían danzar por voluntad propia bajo la luz temblorosa de las linternas. Su cabello, recogido en un elaborado moño ceremonial, estaba adornado con peinetas de hueso pulido y cintas rojas que sujetaban flores, entre ellas, colgaban adornos metálicos que tintineaban con un sonido hueco, como pequeñas campanas de templo llamando a los difuntos. Sus ojos cortaban la penumbra como dagas envainadas en miel. Su mirada pasaba por encima del borde de su abanico que con delicada gracia femenina ocultaba su rostro, no buscaba; elegía. Nadie osaba interponerse en su camino, ni siquiera “los suyos” y aunque su intensión era pasar "desapercibida" algunos residentes, como ya era usual, empezaban a murmurar sobre su posible procedencia, unos afirmaban que era una sacerdotisa enviada de algún santuario cercano. Otros rumoraban que se trataba de una poderosa médium errante, incluso llegaron a bautizarla como “la dama que no envejece". Para los vivos, el O-bon es una celebración de memoria, un acto de amor, un llamado a los espíritus ancestrales. Pero para Reiko, era otra cosa. Una oportunidad. Porque donde los humanos recuerdan… ella recoge. Es durante estas noches de Agosto, cuando los inocentes claman por señales de sus antepasados y seres amados, donde ella ofrece las más tiernas y convincentes mentiras. Envolviendo a los dolientes en un dulce y cálido consuelo que finalmente los deja más vacíos que antes. Y así, cada verano, mientras el mundo honra a sus muertos… Ella se alimenta de ellos." ────────────────────────── #Minirol♥.
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  • @Kayn Luna Sangrienta

    —El aire del bosque se espesa. Las luciérnagas lilas flotan inmóviles, como si temieran acercarse. Mis ojos no se apartan de la hoja clavada, del latido rojo que amenaza con tragárselo todo. Respiro despacio… una vez… dos… y entonces hablo.—

    No lo toques… aberración.

    —Con una pausa, mi voz és un filo invisible en el aire.—

    Que nadie recuerde cómo matar a un Darkin… no significa que yo no pueda hacerlo. No es una advertencia…

    —Un paso hacia adelante, la kama en alto.—

    …es la única verdad que oirás antes de morir.

    No mancilles este bosque con tu hambre. No tomes un alma que no es tuya…

    —Con la voz baja, casi un susurro que corta más que un grito.—

    …y que nunca lo será.
    @[Kayn_blood_moon] —El aire del bosque se espesa. Las luciérnagas lilas flotan inmóviles, como si temieran acercarse. Mis ojos no se apartan de la hoja clavada, del latido rojo que amenaza con tragárselo todo. Respiro despacio… una vez… dos… y entonces hablo.— No lo toques… aberración. —Con una pausa, mi voz és un filo invisible en el aire.— Que nadie recuerde cómo matar a un Darkin… no significa que yo no pueda hacerlo. No es una advertencia… —Un paso hacia adelante, la kama en alto.— …es la única verdad que oirás antes de morir. No mancilles este bosque con tu hambre. No tomes un alma que no es tuya… —Con la voz baja, casi un susurro que corta más que un grito.— …y que nunca lo será.
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  • Era un día de celebración. Pero no cualquier día de celebración, el cumpleaños de [fusion_ruby_horse_283] ni más ni menos. Por lo que todo debía ser perfecto... Romántico y perfecto. La perfecta combinación.

    Por supuesto, no lo había hecho solo. No podía sino pedir a los pequeños, e inteligentes animalitos, que lo ayudaran. Implorando que la intuición de la elfa no la hiciera sospechar de sus planes, le habría pedido a Stella que la mantuviera ocupada el suficiente tiempo para que él pudiera preparar todo.

    — Rayla!

    La llamaría al ir donde ella, con una amplia sonrisa sobre sus labios.

    — ¿Crees que podrías acompañarme un momento? Ah, ah! Pero, con los ojos vendados. Confía en mi

    Casi que le haría ojitos de cachorro para convencerla. Nada demasiado producido como pequeño obsequio de cumpleaños. Solo unas vistas espléndidas al atradecer sobre alguna colina cercana, acompañado por alguna manta acomodada meticulosamente en el suelo junto a algunas velas, quisas algunas luciérnagas que parecían imitar a Cebo que no paraba de brillar con su mala cara, y aperitivos que acompañaran el momento.
    Era un día de celebración. Pero no cualquier día de celebración, el cumpleaños de [fusion_ruby_horse_283] ni más ni menos. Por lo que todo debía ser perfecto... Romántico y perfecto. La perfecta combinación. Por supuesto, no lo había hecho solo. No podía sino pedir a los pequeños, e inteligentes animalitos, que lo ayudaran. Implorando que la intuición de la elfa no la hiciera sospechar de sus planes, le habría pedido a Stella que la mantuviera ocupada el suficiente tiempo para que él pudiera preparar todo. — Rayla! La llamaría al ir donde ella, con una amplia sonrisa sobre sus labios. — ¿Crees que podrías acompañarme un momento? Ah, ah! Pero, con los ojos vendados. Confía en mi Casi que le haría ojitos de cachorro para convencerla. Nada demasiado producido como pequeño obsequio de cumpleaños. Solo unas vistas espléndidas al atradecer sobre alguna colina cercana, acompañado por alguna manta acomodada meticulosamente en el suelo junto a algunas velas, quisas algunas luciérnagas que parecían imitar a Cebo que no paraba de brillar con su mala cara, y aperitivos que acompañaran el momento.
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  • “Hasta que las estrellas caigan”
    Luna se quedó quieta en medio del estudio, con los dedos acariciando una caja pequeña de terciopelo blanco. Dentro, las dos argollas descansaban aún, como si el tiempo no hubiera podido marchitarlas.

    "La derecha fue la suya..." —pensó, mientras su pulgar rozaba el metal templado con un temblor involuntario.

    En su mente, todo regresó de golpe.

    La terraza del salón flotaba sobre un lago de cristal. Las luces tenues colgaban como luciérnagas eternas, y las flores blancas parecían susurrar entre sí.
    Elian le sostenía la mano por debajo de la mesa, justo como en la foto que aún guardaba.
    Ella, vestida de marfil, con los hombros descubiertos y el corazón lleno.
    Él, en traje oscuro, con los ojos encendidos solo para ella.

    —“Luna,” —le había susurrado al oído, con una sonrisa cálida—
    “si alguna vez me olvidas... prométeme que al menos recordarás cómo te temblaba el alma cuando dijiste ‘sí’.”

    Y tembló.

    Tembló cuando él la miró como si los dioses no importaran, como si la maldición no existiera. Tembló cuando sus tres caras dejaron de luchar entre sí, y por primera vez, fue solo una: la mujer enamorada.

    Volvieron a su mesa, donde compartieron una cena sencilla, las manos entrelazadas bajo el mantel. Fue un instante fugaz, robado al universo.

    Ahora, años después, Luna sentía esas mismas manos ausentes y tibias en la piel de su memoria. Su vestido dormía en el fondo de un armario. La copa que usó él aún estaba guardada, como una reliquia.
    Y el juramento…
    el juramento aún ardía en su pecho.

    —“Hasta que las estrellas caigan...” —murmuró Luna al aire vacío—
    —“...y aún así, te buscaré en cada sombra.”

    Porque ese día, aunque breve, fue su eternidad.
    “Hasta que las estrellas caigan” Luna se quedó quieta en medio del estudio, con los dedos acariciando una caja pequeña de terciopelo blanco. Dentro, las dos argollas descansaban aún, como si el tiempo no hubiera podido marchitarlas. "La derecha fue la suya..." —pensó, mientras su pulgar rozaba el metal templado con un temblor involuntario. En su mente, todo regresó de golpe. 🌸 La terraza del salón flotaba sobre un lago de cristal. Las luces tenues colgaban como luciérnagas eternas, y las flores blancas parecían susurrar entre sí. Elian le sostenía la mano por debajo de la mesa, justo como en la foto que aún guardaba. Ella, vestida de marfil, con los hombros descubiertos y el corazón lleno. Él, en traje oscuro, con los ojos encendidos solo para ella. —“Luna,” —le había susurrado al oído, con una sonrisa cálida— “si alguna vez me olvidas... prométeme que al menos recordarás cómo te temblaba el alma cuando dijiste ‘sí’.” Y tembló. Tembló cuando él la miró como si los dioses no importaran, como si la maldición no existiera. Tembló cuando sus tres caras dejaron de luchar entre sí, y por primera vez, fue solo una: la mujer enamorada. Volvieron a su mesa, donde compartieron una cena sencilla, las manos entrelazadas bajo el mantel. Fue un instante fugaz, robado al universo. Ahora, años después, Luna sentía esas mismas manos ausentes y tibias en la piel de su memoria. Su vestido dormía en el fondo de un armario. La copa que usó él aún estaba guardada, como una reliquia. Y el juramento… el juramento aún ardía en su pecho. —“Hasta que las estrellas caigan...” —murmuró Luna al aire vacío— —“...y aún así, te buscaré en cada sombra.” Porque ese día, aunque breve, fue su eternidad.
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  • -No quiso dormir sola, asi que se fue con su amiga, Luciérnaga.
    Para pasar la noche -
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
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    ¿Porque la mayoría de shipp de Robin de honkai star rail, son lesbicas?
    Y solo 3 hetero (y uno de esos la ponen norteña)

    Osea Robin con Luciérnaga, Robin con Jade, Robin con Sparkle, Robin con Rappa, Robin con Stelle.

    No mamen :v
    ¿Porque la mayoría de shipp de Robin de honkai star rail, son lesbicas? Y solo 3 hetero (y uno de esos la ponen norteña) Osea Robin con Luciérnaga, Robin con Jade, Robin con Sparkle, Robin con Rappa, Robin con Stelle. No mamen :v
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  • Durante las noches las luciérnagas pintan el cielo azul conjunto las estrellas y el olor de las flores inunda el ambiente.

    La joven se encontraba en aquel hermoso lugar, disfrutando de la plenitud.
    Durante las noches las luciérnagas pintan el cielo azul conjunto las estrellas y el olor de las flores inunda el ambiente. La joven se encontraba en aquel hermoso lugar, disfrutando de la plenitud.
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  • El timbre sonó.

    "Alejandro está esperándote con tu pedido", decía la notificación en la app.

    Le gustaba pedir comida de vez en cuando, sólo para apoyar a los muchachos del delivery.

    — Don't call my name, don't call my name~

    El naga puso el videojuego en pausa y se levantó del sofá. Dejó el mando y los auriculares en la mesita de café. Caminó hacia la salida de su apartamento, tendría que bajar varios pisos. Lo haría a pie, por las escaleras de emergencia, para llegar más rápido que en el elevador.

    Tan pronto como abrió la puerta, un duro golpe en la frente le recibió.

    La visión se le fue a negro.
    Todo se apagó.
    El timbre sonó. "Alejandro está esperándote con tu pedido", decía la notificación en la app. Le gustaba pedir comida de vez en cuando, sólo para apoyar a los muchachos del delivery. — Don't call my name, don't call my name~ El naga puso el videojuego en pausa y se levantó del sofá. Dejó el mando y los auriculares en la mesita de café. Caminó hacia la salida de su apartamento, tendría que bajar varios pisos. Lo haría a pie, por las escaleras de emergencia, para llegar más rápido que en el elevador. Tan pronto como abrió la puerta, un duro golpe en la frente le recibió. La visión se le fue a negro. Todo se apagó.
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