• La sala de cine olía a mantequilla derretida, nostalgia y juventud. Las luces estaban bajas, la función apenas iba a empezar, y la proyección especial de películas de anime había logrado reunir un público curioso y selecto. Entre ellos, Lilith. Aunque nadie lo imaginaría.

    Ella entró envuelta en un abrigo de lana crema, con un suéter delicado de encaje y una falda plisada color vino que besaba sus muslos con cada paso. Sus labios rojos estaban perfectamente delineados, su maquillaje intacto, y su perfume a cereza amarga llenaba el aire como un secreto prohibido. Había dicho que tenía "cosas que hacer", que no iría a la fiesta esa noche. Nadie sabía que "cosas" era ir sola al cine, a ver La tumba de las luciérnagas doblada al japonés con subtítulos.

    Avanzó por la fila tres hasta llegar a su asiento. Pero antes de acomodarse, sus ojos—como si algo los guiara—se detuvieron en un chico dos asientos más allá. Lo reconoció. No por su rostro, sino por el pin de Totoro en su chaqueta y por la forma en que observaba la pantalla en negro, como si estuviera a punto de ver una constelación entera.

    Lilith entrecerró los ojos. Lo conocía… de vista. Sam, el chico que sacaba buenas notas, que se sentaba en la tercera fila del salón de historia, que a veces murmuraba cosas sobre videojuegos o mitología japonesa cuando creía que nadie lo escuchaba.

    Se sentó a su lado sin decir nada, cruzando las piernas con gracia letal, sus dedos jugueteando con una palomita de maíz entre sus uñas rojas.

    — Vaya sorpresa… —susurró, con una sonrisa torcida que no sabía si era dulce o peligrosa—. Jamás pensé encontrarte en una función como esta.

    Lo miró de reojo, sus pestañas largas proyectando sombras coquetas en su rostro perfecto. Su voz bajó un tono más, como un susurro que solo dos podían compartir.

    — No te preocupes… yo tampoco debería estar aquí.

    Le sostuvo la mirada apenas un segundo más. Luego se inclinó un poco hacia él, lo suficiente para que su perfume y su intención lo envolvieran.

    — Escuchame bien, Ray. Esto —dijo, señalando con sutileza la pantalla— No sale de esta sala. Si alguien se entera de que la reina del colegio llora con películas de anime… bueno, vas a tener que mudarte de ciudad.

    Pausa. Su sonrisa se suavizó. Un poco.

    — Pero… Si te portás bien, tal vez te deje contarme cuál es tu escena favorita.

    Y con eso, se recostó contra el asiento, mirando hacia el frente. Como si nada hubiera pasado. Como si no acabara de crear un lazo invisible entre ellos, sellado con voz baja, confianza fingida… y una chispa real.

    La pantalla aún no comenzaba. Pero el primer acto, entre ellos dos, ya estaba escrito.


    Sam Ray
    La sala de cine olía a mantequilla derretida, nostalgia y juventud. Las luces estaban bajas, la función apenas iba a empezar, y la proyección especial de películas de anime había logrado reunir un público curioso y selecto. Entre ellos, Lilith. Aunque nadie lo imaginaría. Ella entró envuelta en un abrigo de lana crema, con un suéter delicado de encaje y una falda plisada color vino que besaba sus muslos con cada paso. Sus labios rojos estaban perfectamente delineados, su maquillaje intacto, y su perfume a cereza amarga llenaba el aire como un secreto prohibido. Había dicho que tenía "cosas que hacer", que no iría a la fiesta esa noche. Nadie sabía que "cosas" era ir sola al cine, a ver La tumba de las luciérnagas doblada al japonés con subtítulos. Avanzó por la fila tres hasta llegar a su asiento. Pero antes de acomodarse, sus ojos—como si algo los guiara—se detuvieron en un chico dos asientos más allá. Lo reconoció. No por su rostro, sino por el pin de Totoro en su chaqueta y por la forma en que observaba la pantalla en negro, como si estuviera a punto de ver una constelación entera. Lilith entrecerró los ojos. Lo conocía… de vista. Sam, el chico que sacaba buenas notas, que se sentaba en la tercera fila del salón de historia, que a veces murmuraba cosas sobre videojuegos o mitología japonesa cuando creía que nadie lo escuchaba. Se sentó a su lado sin decir nada, cruzando las piernas con gracia letal, sus dedos jugueteando con una palomita de maíz entre sus uñas rojas. — Vaya sorpresa… —susurró, con una sonrisa torcida que no sabía si era dulce o peligrosa—. Jamás pensé encontrarte en una función como esta. Lo miró de reojo, sus pestañas largas proyectando sombras coquetas en su rostro perfecto. Su voz bajó un tono más, como un susurro que solo dos podían compartir. — No te preocupes… yo tampoco debería estar aquí. Le sostuvo la mirada apenas un segundo más. Luego se inclinó un poco hacia él, lo suficiente para que su perfume y su intención lo envolvieran. — Escuchame bien, Ray. Esto —dijo, señalando con sutileza la pantalla— No sale de esta sala. Si alguien se entera de que la reina del colegio llora con películas de anime… bueno, vas a tener que mudarte de ciudad. Pausa. Su sonrisa se suavizó. Un poco. — Pero… Si te portás bien, tal vez te deje contarme cuál es tu escena favorita. Y con eso, se recostó contra el asiento, mirando hacia el frente. Como si nada hubiera pasado. Como si no acabara de crear un lazo invisible entre ellos, sellado con voz baja, confianza fingida… y una chispa real. La pantalla aún no comenzaba. Pero el primer acto, entre ellos dos, ya estaba escrito. [lunar_peridot_spider_755]
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  • ⎣ Primer Contacto. ⎤

    A medio metro del suelo. Inmóvil. Enraizado contra un rincón de la habitación. Unas hebras negras salían de su espalda adhiriéndose al concreto y el ladrillo como si fueran venas.

    La criatura a la que pertenecía el rastro térmico que Viper vio, estaba ahí. Adentro de la sala al final del corredor en espiral, tal y como había dicho Ekkora.

    Viper sabía que no estaba inactiva como parecía. Su rostro vacío, literalmente, no parecía inerte. De repente, ese rostro le miró.

    Ese hueco en medio de la cabeza donde debería haber una cara, ese vacío de pareidolia que angustiaría a cualquiera. A Viper no le afectó... tanto. Su autocontrol ya estaba bien curtido.

    La criatura, sin embargo, ladeó la cabeza. Lo había sentido, que no visto. Pero parecía confundida, como si la reacción de Viper le desconcertara.

    — No.

    Dijo Viper. Fue una advertencia y nada más. Una que parecía carecer de sentido para la criatura. No lo comprendió, o no dio señales de ello. El naga no tenía los dotes de Ekkora para comunicarse en el idioma de las anomalías.

    Viper, que se había detenido en la puerta, echó a andar de nuevo. Sólo traía un cuchillo corriente en la mano.

    Las venas palpitaron una vez, dos veces. Describían un ritmo, un patrón... que reconoció como el de su propio corazón.

    — No ves... pero sientes.

    ¿La criatura intentaba comunicarse?
    ¿Qué estaría queriendo decirle?
    ¿Estaría analizándole?

    La última posibilidad despertó el modo defensivo en Viper. Su corazón se aceleró apenas lo suficiente como para suministrar la adrenalina de forma más eficiente.

    Eso activó a la criatura.

    Una explosión psíquica le atravesó el cráneo. Su mente, aturdida como si acabara de salir de una licuadora, batallaba por recuperar el control de sus sentidos. Viper se tambaleó y apretó los colmillos. Sintió como la criatura se desprendía entre crujidos estremecedores. Sus venas se convirtieron en rígidas lanzas. La criatura embistió con desconcertante velocidad, pero Viper evadió las lanzas rodando por el piso hacia un costado.

    Un pilar fue su refugio. Allí descubrió que le ardía el brazo, tenía una herida que sangraba sin control, como si aún hubiera carne a la que irrigar. Pero le faltaba un trozo del músculo como si nunca hubiera estado ahí, sin piel.

    Esa fue la primera vez que se enfrentó a una herida dimensional. Su cuerpo no sabía qué hacer, ni siquiera comprendía que estaba herido.

    No tuvo tiempo de pensar en ello. La criatura volvía a abalanzarse contra él con pasos que no hacían ruido. Y pudo ver que, un segundo antes de que una lanza casi le atravesara la cabeza, algo brilló en el interior que creyó vacío de la criatura.

    Un núcleo.

    Viper se alejó a trompicones, saltando de un lado a otro con improvisada torpeza. Se guardó el cuchillo, desenfundó sus espadas gemelas y buscó ponerse a cubierto.

    Otra descarga psíquica le sacudió la cabeza y supo que estaría vulnerable y expuesto por al menos un par de segundos. Sin sentidos.

    Cuando se recuperó, una punzada de dolor le atravesaba el pecho de lado a lado. La criatura estaba frente a él, sus tentáculos clavándosele en el pecho quién sabe en cuántos sitios. La frustración le inundó de pies a cabeza, pero supo que no todo estaba perdido cuando vio que la abertura brillaba.

    El núcleo estaba expuesto.

    Viper clavó la espada que sostenía con el brazo sano, la hundió presionando con fuerza en el hueco de la criatura. Y esta, desconcertada por el daño que le hacía un arma que aparentaba ser como tantas otras que no fueron efectivas, no gritó. Su desesperación fue como una onda expansiva silenciosa. Como si la gravedad se sacudiera. Cuando la criatura cayó, quemándose lentamente en su propio plano, las venas se retorcieron como gusanos en sal.

    Para cuando la paz regresó, Viper ya no estaba ahí.
    Usó su último resquicio de consciencia para teletransportarse de regreso a casa.
    ⎣ Primer Contacto. ⎤ A medio metro del suelo. Inmóvil. Enraizado contra un rincón de la habitación. Unas hebras negras salían de su espalda adhiriéndose al concreto y el ladrillo como si fueran venas. La criatura a la que pertenecía el rastro térmico que Viper vio, estaba ahí. Adentro de la sala al final del corredor en espiral, tal y como había dicho Ekkora. Viper sabía que no estaba inactiva como parecía. Su rostro vacío, literalmente, no parecía inerte. De repente, ese rostro le miró. Ese hueco en medio de la cabeza donde debería haber una cara, ese vacío de pareidolia que angustiaría a cualquiera. A Viper no le afectó... tanto. Su autocontrol ya estaba bien curtido. La criatura, sin embargo, ladeó la cabeza. Lo había sentido, que no visto. Pero parecía confundida, como si la reacción de Viper le desconcertara. — No. Dijo Viper. Fue una advertencia y nada más. Una que parecía carecer de sentido para la criatura. No lo comprendió, o no dio señales de ello. El naga no tenía los dotes de Ekkora para comunicarse en el idioma de las anomalías. Viper, que se había detenido en la puerta, echó a andar de nuevo. Sólo traía un cuchillo corriente en la mano. Las venas palpitaron una vez, dos veces. Describían un ritmo, un patrón... que reconoció como el de su propio corazón. — No ves... pero sientes. ¿La criatura intentaba comunicarse? ¿Qué estaría queriendo decirle? ¿Estaría analizándole? La última posibilidad despertó el modo defensivo en Viper. Su corazón se aceleró apenas lo suficiente como para suministrar la adrenalina de forma más eficiente. Eso activó a la criatura. Una explosión psíquica le atravesó el cráneo. Su mente, aturdida como si acabara de salir de una licuadora, batallaba por recuperar el control de sus sentidos. Viper se tambaleó y apretó los colmillos. Sintió como la criatura se desprendía entre crujidos estremecedores. Sus venas se convirtieron en rígidas lanzas. La criatura embistió con desconcertante velocidad, pero Viper evadió las lanzas rodando por el piso hacia un costado. Un pilar fue su refugio. Allí descubrió que le ardía el brazo, tenía una herida que sangraba sin control, como si aún hubiera carne a la que irrigar. Pero le faltaba un trozo del músculo como si nunca hubiera estado ahí, sin piel. Esa fue la primera vez que se enfrentó a una herida dimensional. Su cuerpo no sabía qué hacer, ni siquiera comprendía que estaba herido. No tuvo tiempo de pensar en ello. La criatura volvía a abalanzarse contra él con pasos que no hacían ruido. Y pudo ver que, un segundo antes de que una lanza casi le atravesara la cabeza, algo brilló en el interior que creyó vacío de la criatura. Un núcleo. Viper se alejó a trompicones, saltando de un lado a otro con improvisada torpeza. Se guardó el cuchillo, desenfundó sus espadas gemelas y buscó ponerse a cubierto. Otra descarga psíquica le sacudió la cabeza y supo que estaría vulnerable y expuesto por al menos un par de segundos. Sin sentidos. Cuando se recuperó, una punzada de dolor le atravesaba el pecho de lado a lado. La criatura estaba frente a él, sus tentáculos clavándosele en el pecho quién sabe en cuántos sitios. La frustración le inundó de pies a cabeza, pero supo que no todo estaba perdido cuando vio que la abertura brillaba. El núcleo estaba expuesto. Viper clavó la espada que sostenía con el brazo sano, la hundió presionando con fuerza en el hueco de la criatura. Y esta, desconcertada por el daño que le hacía un arma que aparentaba ser como tantas otras que no fueron efectivas, no gritó. Su desesperación fue como una onda expansiva silenciosa. Como si la gravedad se sacudiera. Cuando la criatura cayó, quemándose lentamente en su propio plano, las venas se retorcieron como gusanos en sal. Para cuando la paz regresó, Viper ya no estaba ahí. Usó su último resquicio de consciencia para teletransportarse de regreso a casa.
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  • #Night

    Sus pensamientos cambiaron de nuevo, realmente era un poco bipolar o sólo demasiado distraído. Buscó en el navegador de internet una explicación a su inmensa duda que había tenido por muchos días.

    "¿Porqué ya no logro encontrar ninguna luciérnaga?" - Buscar.

    De nuevo, ningún resultado de búsqueda.

    — Ahh realmente quiero ver una luciérnaga, dicen que son hadas disfrazadas, tal vez por eso se ocultan...

    Se rió levemente de eso, sólo lo había escuchado por ahí, pero era cierto; encontraba extraño no verlas tan seguido como antes, aunque obviamente no creía ese mito y sólo estaba de curioso, incluso estaba dispuesto a explorar algún bosque por ahí con tal de encontrarlas.
    #Night Sus pensamientos cambiaron de nuevo, realmente era un poco bipolar o sólo demasiado distraído. Buscó en el navegador de internet una explicación a su inmensa duda que había tenido por muchos días. "¿Porqué ya no logro encontrar ninguna luciérnaga?" - Buscar. De nuevo, ningún resultado de búsqueda. — Ahh realmente quiero ver una luciérnaga, dicen que son hadas disfrazadas, tal vez por eso se ocultan... Se rió levemente de eso, sólo lo había escuchado por ahí, pero era cierto; encontraba extraño no verlas tan seguido como antes, aunque obviamente no creía ese mito y sólo estaba de curioso, incluso estaba dispuesto a explorar algún bosque por ahí con tal de encontrarlas.
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  • El llanto de la eterna
    Fandom Original
    Categoría Original
    Anyel Martnes
    Keirot Korezu
    Jasuke Sarutobi

    https://www.youtube.com/watch?v=QFZwuTOu9og

    Aethor, la voz que no perdona...

    Cuenta la leyenda que este ser fue el primer Guardián del Límite, creado por los dioses para contener el poder desmedido de los primeros vampiros reales. Pero cuando estos dioses desaparecieron, Aethor quedó atrapado entre el mundo físico y el espiritual… desfigurado por el tiempo y consumido por su deber.

    Su misión es recolectar la sangre y esencia de los vampiros que llevan linaje real, aquellos que descienden directamente de los antiguos progenitores inmortales. Su propósito es más oscuro… aún oculto incluso para los cazadores. El más mínimo roce, herida o contacto de Aethor provoca en el vampiro afectado una ruptura psíquica y biológica. La sangre dentro del vampiro se corrompe, generando un estado de sed incontrolable y locura, una especie de “fiebre de sangre”. Incluso los más disciplinados caen presa de la furia, devorando sin juicio a aliados, inocentes o enemigos por igual. Este estado puede durar días, semanas, o hasta que el vampiro es destruido… o muerde a otro, esparciendo la maldición.

    Pero hoy, por fin era el día. La había encontrado. Lyra Velvetthorn...

    El viento susurraba entre los árboles del bosque de Erelhyn, como si el mismo mundo contuviera el aliento. La luna se alzaba pálida sobre las copas negras, y Lyra avanzaba entre la maleza con la elegancia de una sombra viva, recolectando pétalos de lúgrima azul y raíces de silvo, ingredientes delicados para sus brebajes nocturnos. Una vieja costumbre que tenía.

    El silencio era profundo. Familiar. Seguro. Hasta que dejó de serlo. El aire se volvió denso. La noche se endureció, como si el bosque respirara al unísono… y luego se negara a hacerlo. Las hojas dejaron de moverse. Un escalofrío, no físico, sino ancestral, rozó la espalda de Lyra. Se irguió, alerta, sus ojos escudriñando la oscuridad.

    Y entonces lo sintió.

    No lo oyó llegar. No lo vio avanzar. Solo apareció, entre los árboles. Una figura alta, sin rostro, envuelta en una negrura tan antigua como el mundo. Sus ojos eran dos huecos de silencio. Aethor. Su mano apenas se movió, y una lanza negra cortó el aire. Lyra apenas giró cuando sintió el calor espeso de la herida en su cuello. Un hilo de sangre cayó… pero con él, cayó algo más.

    Su voluntad. Su centro. Su alma.

    Algo se desmoronó en su interior, imperceptible al principio, como una pequeña grieta en un espejo.

    El silencio viviente.
    El recolector de linajes.
    El castigo para los de sangre real.

    “No fue una herida… fue una llave.”

    Dentro de ella, algo se abrió. Y comenzó a entrar la oscuridad. La fiebre llegó como un vendaval. Su garganta ardía con una sed imposible, sus pensamientos se retorcían como insectos atrapados en ámbar caliente. Su consciencia comenzó a quebrarse, a fragmentarse como cristal golpeado desde dentro.

    "No tengo sed... no hambre... esto es otra cosa. Esto es... hueco. Es hambre de mí."

    Lyra intentó aferrarse a algo, a su nombre, a los recuerdos de quienes alguna vez amó, de las noches en las que alimentarse no era masacrar, sino ritual. Pero las memorias comenzaron a deslizarse entre sus dedos como humo frío.

    "¿Cómo sonaba la risa de Lioren...?"
    "¿Cuántos pétalos tenía la flor que planté en el umbral?"
    "¿Cuánto pesa la culpa cuando no queda alma que la cargue?"

    La respuesta era nada. Estaba en la oscuridad. Porque lo que quedaba dentro de ella ya no era esencia. Era una neblina negra que se arremolinaba, y en su centro...un abismo.

    Cuando llegó al campamento, ya no era ella. Las luces tenues de las linternas colgaban de las ramas como luciérnagas dormidas. Los cuerpos humanos respiraban profundamente, ajenos a lo que los observaba entre la maleza.

    Y la voz dentro de ella, que era tan dulce pero aterradora, susurró...

    "¿Ves cómo laten...? Rómpelos. Ábrelos. Encuentra la música en sus huesos."

    Ella no quería. No realmente. Pero ya no tenía la fuerza de decidir. La decisión se había ido con su sangre. El primer grito fue el más humano. El resto fueron ahogados en sangre. Sus manos se convirtieron en garras. Su boca, en prisión de colmillos. Y todo lo que era amor, compasión, belleza… fue devorado por la sed.

    Cuando todo terminó, Lyra permaneció de pie entre los restos humeantes del campamento. Su vestido blanco goteaba sangre como si el bosque la hubiese coronado. Una reina de ceniza y gritos. Sus pies comenzaron a moverse por sí solos, rumbo al pueblo. Mientras caminaba, su mente era un campo de ruinas.
    Y su alma… apenas un eco.

    "¿Qué soy ahora...?"

    Una carcajada brotó de su garganta, ajena, rota, como si no supiera cómo reír. Pero aún dentro de ella, muy al fondo, algo lloraba.

    Una voz apagada.
    Un susurro débil.
    ¿La suya? ¿O de alguien perdido en sus memorias?

    Aethor la observaba desde los árboles. Silente. Inmóvil. La recolección había comenzado. Y el cuerpo de Lyra, el vestido carmesí, sus ojos vacíos,
    eran la prueba de que la sangre real se quiebra desde dentro.

    [Anyel01] [Keirot_Korezu] [vision_white_scorpion_304] https://www.youtube.com/watch?v=QFZwuTOu9og Aethor, la voz que no perdona... Cuenta la leyenda que este ser fue el primer Guardián del Límite, creado por los dioses para contener el poder desmedido de los primeros vampiros reales. Pero cuando estos dioses desaparecieron, Aethor quedó atrapado entre el mundo físico y el espiritual… desfigurado por el tiempo y consumido por su deber. Su misión es recolectar la sangre y esencia de los vampiros que llevan linaje real, aquellos que descienden directamente de los antiguos progenitores inmortales. Su propósito es más oscuro… aún oculto incluso para los cazadores. El más mínimo roce, herida o contacto de Aethor provoca en el vampiro afectado una ruptura psíquica y biológica. La sangre dentro del vampiro se corrompe, generando un estado de sed incontrolable y locura, una especie de “fiebre de sangre”. Incluso los más disciplinados caen presa de la furia, devorando sin juicio a aliados, inocentes o enemigos por igual. Este estado puede durar días, semanas, o hasta que el vampiro es destruido… o muerde a otro, esparciendo la maldición. Pero hoy, por fin era el día. La había encontrado. Lyra Velvetthorn... El viento susurraba entre los árboles del bosque de Erelhyn, como si el mismo mundo contuviera el aliento. La luna se alzaba pálida sobre las copas negras, y Lyra avanzaba entre la maleza con la elegancia de una sombra viva, recolectando pétalos de lúgrima azul y raíces de silvo, ingredientes delicados para sus brebajes nocturnos. Una vieja costumbre que tenía. El silencio era profundo. Familiar. Seguro. Hasta que dejó de serlo. El aire se volvió denso. La noche se endureció, como si el bosque respirara al unísono… y luego se negara a hacerlo. Las hojas dejaron de moverse. Un escalofrío, no físico, sino ancestral, rozó la espalda de Lyra. Se irguió, alerta, sus ojos escudriñando la oscuridad. Y entonces lo sintió. No lo oyó llegar. No lo vio avanzar. Solo apareció, entre los árboles. Una figura alta, sin rostro, envuelta en una negrura tan antigua como el mundo. Sus ojos eran dos huecos de silencio. Aethor. Su mano apenas se movió, y una lanza negra cortó el aire. Lyra apenas giró cuando sintió el calor espeso de la herida en su cuello. Un hilo de sangre cayó… pero con él, cayó algo más. Su voluntad. Su centro. Su alma. Algo se desmoronó en su interior, imperceptible al principio, como una pequeña grieta en un espejo. El silencio viviente. El recolector de linajes. El castigo para los de sangre real. “No fue una herida… fue una llave.” Dentro de ella, algo se abrió. Y comenzó a entrar la oscuridad. La fiebre llegó como un vendaval. Su garganta ardía con una sed imposible, sus pensamientos se retorcían como insectos atrapados en ámbar caliente. Su consciencia comenzó a quebrarse, a fragmentarse como cristal golpeado desde dentro. "No tengo sed... no hambre... esto es otra cosa. Esto es... hueco. Es hambre de mí." Lyra intentó aferrarse a algo, a su nombre, a los recuerdos de quienes alguna vez amó, de las noches en las que alimentarse no era masacrar, sino ritual. Pero las memorias comenzaron a deslizarse entre sus dedos como humo frío. "¿Cómo sonaba la risa de Lioren...?" "¿Cuántos pétalos tenía la flor que planté en el umbral?" "¿Cuánto pesa la culpa cuando no queda alma que la cargue?" La respuesta era nada. Estaba en la oscuridad. Porque lo que quedaba dentro de ella ya no era esencia. Era una neblina negra que se arremolinaba, y en su centro...un abismo. Cuando llegó al campamento, ya no era ella. Las luces tenues de las linternas colgaban de las ramas como luciérnagas dormidas. Los cuerpos humanos respiraban profundamente, ajenos a lo que los observaba entre la maleza. Y la voz dentro de ella, que era tan dulce pero aterradora, susurró... "¿Ves cómo laten...? Rómpelos. Ábrelos. Encuentra la música en sus huesos." Ella no quería. No realmente. Pero ya no tenía la fuerza de decidir. La decisión se había ido con su sangre. El primer grito fue el más humano. El resto fueron ahogados en sangre. Sus manos se convirtieron en garras. Su boca, en prisión de colmillos. Y todo lo que era amor, compasión, belleza… fue devorado por la sed. Cuando todo terminó, Lyra permaneció de pie entre los restos humeantes del campamento. Su vestido blanco goteaba sangre como si el bosque la hubiese coronado. Una reina de ceniza y gritos. Sus pies comenzaron a moverse por sí solos, rumbo al pueblo. Mientras caminaba, su mente era un campo de ruinas. Y su alma… apenas un eco. "¿Qué soy ahora...?" Una carcajada brotó de su garganta, ajena, rota, como si no supiera cómo reír. Pero aún dentro de ella, muy al fondo, algo lloraba. Una voz apagada. Un susurro débil. ¿La suya? ¿O de alguien perdido en sus memorias? Aethor la observaba desde los árboles. Silente. Inmóvil. La recolección había comenzado. Y el cuerpo de Lyra, el vestido carmesí, sus ojos vacíos, eran la prueba de que la sangre real se quiebra desde dentro.
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  • Había un balcón en su departamento. Esa fue la razón por la que lo rentó. Estaba asegurado con redes, aunque no tenía mascotas ni miedo a caer. Eran para resguardar su jardín de visitas indeseadas.

    En un costado, el menos soleado y el más húmedo, estaban sus orquídeas. Las había de varios tonos de violeta, su color favorito.

    También había una gran maceta que parecía contener nada. Pero era musgo, otra de sus plantas favoritas.

    No habían rosas. No le gustaban. Tampoco había margaritas, tulipanes ni claveles. Nada de eso.

    En la parte más alta de una estantería había una mimosa. Jamás la tocaba. Y ahora, junto a ella, habría una carnívora.

    — Me dijeron que floreciste por estrés...

    El naga hablaba con la planta tal y como Tobias le había pedido que hiciera y, de paso, como era su costumbre.

    — No voy a estresarte. No me importa si no floreces. Al fin y al cabo, dejar descendencia en este mundo... no es tan importante.
    Había un balcón en su departamento. Esa fue la razón por la que lo rentó. Estaba asegurado con redes, aunque no tenía mascotas ni miedo a caer. Eran para resguardar su jardín de visitas indeseadas. En un costado, el menos soleado y el más húmedo, estaban sus orquídeas. Las había de varios tonos de violeta, su color favorito. También había una gran maceta que parecía contener nada. Pero era musgo, otra de sus plantas favoritas. No habían rosas. No le gustaban. Tampoco había margaritas, tulipanes ni claveles. Nada de eso. En la parte más alta de una estantería había una mimosa. Jamás la tocaba. Y ahora, junto a ella, habría una carnívora. — Me dijeron que floreciste por estrés... El naga hablaba con la planta tal y como Tobias le había pedido que hiciera y, de paso, como era su costumbre. — No voy a estresarte. No me importa si no floreces. Al fin y al cabo, dejar descendencia en este mundo... no es tan importante.
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  • **La noche había caído como un suspiro sobre el bosque.**

    Las estrellas, tímidas y distantes, parpadeaban sobre un cielo limpio, mientras la luna colgaba alta como un ojo sereno. En lo más alto de un gran árbol —un gigante de ramas viejas y corteza sabia— se encontraba **Naru Saigo**, inmóvil, en postura de meditación.

    Su figura era apenas una sombra entre las hojas, una silueta recortada contra la luz plateada. No había ruido, salvo el susurro del viento. Pero en su interior, Naru sentía el universo.

    Pequeñas chispas de **Wakfu** azul se agitaban suavemente a su alrededor, como luciérnagas obedientes. Fluían por su cuerpo con calma, cruzando sus brazos, acariciando su espalda, rodeando sus ojos como una neblina tranquila. Sus alas de energía —esas que sobresalían discretas desde su cabeza— brillaban con un fulgor tenue, como si respiraran junto a él.

    Estaba en paz.

    Y no porque el mundo lo estuviera.

    Estaba en paz **a pesar** del mundo.

    —Aquí —susurró, sin abrir los labios del todo—, aquí los árboles me hablan… y las voces de los árboles me ayudan a meditar.

    El tronco debajo suyo crujió suavemente, como si le respondiera. Las ramas se mecieron como un arrullo. Para otros, eran sonidos del bosque; para él, eran palabras.

    Palabras sin idioma.

    Palabras de vida.

    Cerró los ojos.

    El Wakfu se alineó con su alma. Su respiración se volvió parte del viento. Y por unos minutos… Naru dejó de ser un héroe errante. No había bandidos. No había fuegos. No había guerras.

    Solo un ser. Y un bosque. Y una noche hermosa.
    **La noche había caído como un suspiro sobre el bosque.** Las estrellas, tímidas y distantes, parpadeaban sobre un cielo limpio, mientras la luna colgaba alta como un ojo sereno. En lo más alto de un gran árbol —un gigante de ramas viejas y corteza sabia— se encontraba **Naru Saigo**, inmóvil, en postura de meditación. Su figura era apenas una sombra entre las hojas, una silueta recortada contra la luz plateada. No había ruido, salvo el susurro del viento. Pero en su interior, Naru sentía el universo. Pequeñas chispas de **Wakfu** azul se agitaban suavemente a su alrededor, como luciérnagas obedientes. Fluían por su cuerpo con calma, cruzando sus brazos, acariciando su espalda, rodeando sus ojos como una neblina tranquila. Sus alas de energía —esas que sobresalían discretas desde su cabeza— brillaban con un fulgor tenue, como si respiraran junto a él. Estaba en paz. Y no porque el mundo lo estuviera. Estaba en paz **a pesar** del mundo. —Aquí —susurró, sin abrir los labios del todo—, aquí los árboles me hablan… y las voces de los árboles me ayudan a meditar. El tronco debajo suyo crujió suavemente, como si le respondiera. Las ramas se mecieron como un arrullo. Para otros, eran sonidos del bosque; para él, eran palabras. Palabras sin idioma. Palabras de vida. Cerró los ojos. El Wakfu se alineó con su alma. Su respiración se volvió parte del viento. Y por unos minutos… Naru dejó de ser un héroe errante. No había bandidos. No había fuegos. No había guerras. Solo un ser. Y un bosque. Y una noche hermosa.
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  • Observaba sonriente las luciérnagas que le rodeaban e iluminaban su rostro.
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  • Ñom ñom a Luciérnaga ñom ñom...

    -La pobre amiga de Robin, tratado de escapar de ella -
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  • — Me gustan las estrellas. Es la ilusión de la permanencia, creo. Quiero decir, siempre están brillando y colapsando y apagándose. Pero desde aquí, puedo fingir. Puedo fingir que las cosas duran. Puedo fingir que las vidas duran más que los momentos. Los dioses vienen y los dioses van. Los mortales parpadean, brillan y se desvanecen. Los mundos no duran y las estrellas y las galaxias son cosas transitorias, fugaces que brillan como luciérnagas y se desvanecen en frío y polvo. Pero puedo fingir.
    — Me gustan las estrellas. Es la ilusión de la permanencia, creo. Quiero decir, siempre están brillando y colapsando y apagándose. Pero desde aquí, puedo fingir. Puedo fingir que las cosas duran. Puedo fingir que las vidas duran más que los momentos. Los dioses vienen y los dioses van. Los mortales parpadean, brillan y se desvanecen. Los mundos no duran y las estrellas y las galaxias son cosas transitorias, fugaces que brillan como luciérnagas y se desvanecen en frío y polvo. Pero puedo fingir.
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  • ㅤㅤㅤㅤㅤ[ 多幸感 | 𝕴 𝖘𝖆𝖎𝖉 "𝖙𝖍𝖊 𝖈𝖎𝖙ꪗ 𝖎𝖘 𝖒𝖎𝖓𝖊"]

    —¿Qué putas? ¿Voy a morirme llorando por esta industria de mierda?

    ㅤSus ojos rojos y más pequeños de lo normal volvieron a enfocar a la ciudad y esa mueca de asco y rabia volvió a aparecer. Solo que esta vez su reacción fue diferente.

    ㅤBobby escupió hacia un lado, sacó el celular y escribió:

    𝘽𝘽: X?
    :???
    : 𝘗𝘦𝘯𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰!! 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘢𝘴?
    𝘽𝘽: 𝘯𝘰 𝘴𝘦𝘢𝘴 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰. 𝙪𝙣𝙖. 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘢𝘲𝘶𝘪...[𝘔𝘪𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳 𝘛𝘸𝘪𝘯 𝘗𝘦𝘢𝘬𝘴]
    : 𝘑𝘢𝘫𝘢𝘫𝘢 𝘦𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰. 𝘗𝘰𝘱𝘱𝘦𝘳??
    𝘽𝘽: 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘭𝘭𝘢𝘳𝘭𝘢, 𝘴í.

    ㅤZorro, como lo conocía Bobby, llegó mejor vestido y alimentado que la última vez que se habían visto un par de años atrás y claro, con el pedido: un frasco de popper y una píldora de éxtasis con la palabra 𝙛𝙪𝙘𝙠 prensada contra el químico. Se la tragó, dejándole un sabor amargo y hablaron sobre cómo había terminado todo, aunque a Bobby le dio la impresión de que Zorro andaba en algo mucho más turbio que en aquel entonces pero ese no era su problema.

    ㅤPara cuando terminaron de hablar, media hora después, Bobby ya sentía las náuseas y la ansiedad del primer subidón. Tenía el corazón acelerado.

    ♪♩ᵍᵒᵗ ᵐᵉ ˡᵒˢⁱⁿᵍ ᵐʸ ᵐⁱⁿᵈ. ⁱ ˢᵃⁱᵈ ᵗʰᵉ ᶜⁱᵗʸ ⁱˢ ᵐⁱⁿᵉ♪♩
    [https://youtu.be/Zf1d8SGuxfs?si=P5u2yaliTFit0hm-]

    ㅤDesde su auto, mientras bajaba del mirador, la ciudad parecía un mar de luciérnagas brillantes y parpadeantes. Era una clara señal del efecto del químico. Las luces siempre parecían ser más brillantes y llamativas. Dentro del auto apenas podía mantenerse quieto. Llevaba la música con el volumen 100 con las ventanas abajo y humeantes por el último porro que le quedaba para fumar. Necesitaba quemar toda esa energía o sentiría que iba a explotar.

    ㅤBobby se había quedado con la imagen de que la ciudad era pequeña y le debía todo, y él lo iba a recuperar. Era libre y ya no tenía nada que perder. 𝘖𝘩, 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘨𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘥𝘳𝘰𝘨𝘢𝘴. Sacudió el Popper, en realidad no sabía si tenía que hacerlo o no, así le habían enseñado y así había aprendido… 𝘺 𝘢𝘴í 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘣í𝘢 𝘪𝘯𝘩𝘢𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰.

    —Fuck it —Pensó con desdén y 𝘢𝘭𝘦𝘨𝘳í𝘢.

    ㅤY ya no hubo ansiedad. Euforia sí, mas no preocupación, y Bobby se sentía 𝘭𝘪𝘨𝘦𝘳𝘰. Totalmente ligero.

    ㅤEl motor rugió y llegó a una discoteca llamada Fyah Riddim. Bobby, con lentes negros en la noche para esconder los ojos, solo tuvo que sonreírle a los tipos de la entrada y parecieron reconocerlo porque se hicieron a un lado para dejarlo entrar.

    ㅤLa música lo envolvió apenas cruzó la puerta y lo inundaron las ganas de bailar, tenía los sentidos afilados. Adentro, las luces parpadeantes parecían más brillantes y placenteras de ver que de costumbre. Todo era calor y los cuerpos se movían y le rozaban mientras él pasaba sonriente como dándole la bienvenida. El éxtasis empezaba a abrirle el pecho como una flor y él estaba dispuesto a recibir a quien se acercara.

    ㅤPero él sabía hacia dónde iba: a cazar al dueño del club. 𝘰𝘩, 𝘴𝘪. Era un moreno alto que lo recibió con una sonrisa grande y de sorpresa tras varios años sin verlo. "El viejo Bobby", le había dicho mientras lo abrazaba.

    —¿Qué quieres tomar? —Le preguntó soltando la carcajada antes de acabar la frase.

    —Agua —Respondió el de lentes con la boca seca como papel.

    —¿Agua o... 𝙖𝙜𝙪𝙖? —Se refería a agua con MD pero Bobby respondió bajándose los lentes oscuros, revelando sus ojos rojos y pupilas grandes como luna llena.

    ㅤSe rieron los dos y se entendieron sin tener que cruzar más palabras. El tipo le puso una botella en la mano y le prometió mantenerlo hidratado para después presentarlo con los demás asistentes en la mesa. A pesar de que el efecto del éxtasis fuera hacerte sentir confiado y en buena sintonía con todos, Bobby sabía que el contrario era genuino.

    ㅤBobby bailaba con todos los sentidos a flor de piel, sumergido en la música y ahora masticaba chicle. No sabía de dónde mierda había salido, pero joder, sí que ayudaba a no apretar los dientes y quedar en evidencia.

    ㅤAlguien se acercó, era un cuerpo femenino y pegó su espalda contra el torso de Bobby al ritmo de la música. Era una chica con el cabello corto, ondulado y negro. Olía muy bien. Sus caderas buscaron la pelvis de Bobby y él respondió con naturalidad, como si se hubiera montado en un tren en movimiento y empujó su cuerpo contra el de ella.

    ♪♩ᵀᵉˡˡ ᵐᵉ ᶠᵃⁿᵗᵃˢᵗⁱᶜ…♪♩
    [https://youtu.be/Tha00F7qCew?si=N-52Ud_TncUR3cbb]

    ㅤEl tema que sonaba parecía escrito para esa escena y ninguno de los dos hablaba, solo bailaban y se comunicaban con el roce de sus cuerpos despreocupados. Bobby, sintiéndose como una estrella que giraba, le ofreció popper. Ella aceptó con una sonrisa. Primero las damas, claro, y luego él. El olor químico se esparció por todo el lugar y el éxtasis estalló llevándolo en una ola fresca de ritmo y música sensual y excitante. En momentos como estos tenía sentido que la llamaran 𝘭𝘢 𝘥𝘳𝘰𝘨𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳. La música y el calor de sus cuerpos juntos le invadían los oídos, el cerebro, los sentidos, el cuerpo, el corazón. 𝙏𝙊𝘿𝙊.

    ㅤAhora estaban frente a frente, no solo eran sus respiraciones las que se rozaban, eran sus muslos los que se entrelazaban y se tocaban al ritmo de la voz grave de Shaggy. Bobby la acercaba a él mientras le sujetaba las caderas firmemente y ella lo abrazaba atrapando su cuello entre sus brazos.

    ㅤDespués vino el beso.
    ㅤNo fue torpe sino que tuvo la más perfecta sincronía de todas. Lengua, 𝘧𝘳𝘢𝘤𝘵𝘢𝘭𝘦𝘴, humedad, calor, éxtasis, manos. Piel.

    ㅤLas texturas eran adictivas, sobre todo la de su piel suave, tersa y… ¡𝒃𝒓𝒊𝒍𝒍𝒂𝒏𝒕𝒆! De una forma que Bobby no podía explicar. Los labios carnosos y suaves de la chica sabían a sudor dulce y cerveza. Era simplemente adictiva. Excitante. Y él sentía que se hundía y flotaba al mismo tiempo. Bobby con los ojos cerrados podía ver fractales de todos los colores que se acercaban y alejaban acorde a los estímulos que entraban por su boca, su lengua y su tacto. Si pudiera describirlo con un color, sería 𝘳𝘰𝘴𝘢𝘥𝘰. No pregunten por qué.

    ㅤSiguieron bailando y compartiendo canciones toda la noche, entre abrazos, roces, besos y dedos que se entrelazaban y no se cansaban de tocarse. Nunca supo su nombre y a ninguno de los dos pareció importarles lo suficiente como para preguntarlo.

    ㅤDe hecho, a Bobby ya no le importaba nada, solo sentía... y se sentía muy, 𝘮𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯.

    ㅤY pensar que solo 5 horas atrás había terminado su primer y único álbum en solitario y después había destrozado todo el estudio casero en un ataque de ira y frustración.

    ㅤ"¿𝘠 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘲𝘶é?" Se había preguntado y luego había lanzado el primer puño contra la consola como un cavernícola aplastando un insecto.
    ㅤㅤㅤㅤㅤ[ 多幸感 | 𝕴 𝖘𝖆𝖎𝖉 "𝖙𝖍𝖊 𝖈𝖎𝖙ꪗ 𝖎𝖘 𝖒𝖎𝖓𝖊"] —¿Qué putas? ¿Voy a morirme llorando por esta industria de mierda? ㅤSus ojos rojos y más pequeños de lo normal volvieron a enfocar a la ciudad y esa mueca de asco y rabia volvió a aparecer. Solo que esta vez su reacción fue diferente. ㅤBobby escupió hacia un lado, sacó el celular y escribió: 𝘽𝘽: X? 🦊:??? 🦊: 𝘗𝘦𝘯𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰!! 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘢𝘴? 𝘽𝘽: 𝘯𝘰 𝘴𝘦𝘢𝘴 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰. 𝙪𝙣𝙖. 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘢𝘲𝘶𝘪...📍[𝘔𝘪𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳 𝘛𝘸𝘪𝘯 𝘗𝘦𝘢𝘬𝘴] 🦊: 𝘑𝘢𝘫𝘢𝘫𝘢 𝘦𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰. 𝘗𝘰𝘱𝘱𝘦𝘳?? 𝘽𝘽: 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘭𝘭𝘢𝘳𝘭𝘢, 𝘴í. ㅤZorro, como lo conocía Bobby, llegó mejor vestido y alimentado que la última vez que se habían visto un par de años atrás y claro, con el pedido: un frasco de popper y una píldora de éxtasis con la palabra 𝙛𝙪𝙘𝙠 prensada contra el químico. Se la tragó, dejándole un sabor amargo y hablaron sobre cómo había terminado todo, aunque a Bobby le dio la impresión de que Zorro andaba en algo mucho más turbio que en aquel entonces pero ese no era su problema. ㅤPara cuando terminaron de hablar, media hora después, Bobby ya sentía las náuseas y la ansiedad del primer subidón. Tenía el corazón acelerado. ♪♩ᵍᵒᵗ ᵐᵉ ˡᵒˢⁱⁿᵍ ᵐʸ ᵐⁱⁿᵈ. ⁱ ˢᵃⁱᵈ ᵗʰᵉ ᶜⁱᵗʸ ⁱˢ ᵐⁱⁿᵉ♪♩ [https://youtu.be/Zf1d8SGuxfs?si=P5u2yaliTFit0hm-] ㅤDesde su auto, mientras bajaba del mirador, la ciudad parecía un mar de luciérnagas brillantes y parpadeantes. Era una clara señal del efecto del químico. Las luces siempre parecían ser más brillantes y llamativas. Dentro del auto apenas podía mantenerse quieto. Llevaba la música con el volumen 100 con las ventanas abajo y humeantes por el último porro que le quedaba para fumar. Necesitaba quemar toda esa energía o sentiría que iba a explotar. ㅤBobby se había quedado con la imagen de que la ciudad era pequeña y le debía todo, y él lo iba a recuperar. Era libre y ya no tenía nada que perder. 𝘖𝘩, 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘨𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘥𝘳𝘰𝘨𝘢𝘴. Sacudió el Popper, en realidad no sabía si tenía que hacerlo o no, así le habían enseñado y así había aprendido… 𝘺 𝘢𝘴í 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘣í𝘢 𝘪𝘯𝘩𝘢𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. —Fuck it —Pensó con desdén y 𝘢𝘭𝘦𝘨𝘳í𝘢. ㅤY ya no hubo ansiedad. Euforia sí, mas no preocupación, y Bobby se sentía 𝘭𝘪𝘨𝘦𝘳𝘰. Totalmente ligero. ㅤEl motor rugió y llegó a una discoteca llamada Fyah Riddim. Bobby, con lentes negros en la noche para esconder los ojos, solo tuvo que sonreírle a los tipos de la entrada y parecieron reconocerlo porque se hicieron a un lado para dejarlo entrar. ㅤLa música lo envolvió apenas cruzó la puerta y lo inundaron las ganas de bailar, tenía los sentidos afilados. Adentro, las luces parpadeantes parecían más brillantes y placenteras de ver que de costumbre. Todo era calor y los cuerpos se movían y le rozaban mientras él pasaba sonriente como dándole la bienvenida. El éxtasis empezaba a abrirle el pecho como una flor y él estaba dispuesto a recibir a quien se acercara. ㅤPero él sabía hacia dónde iba: a cazar al dueño del club. 𝘰𝘩, 𝘴𝘪. Era un moreno alto que lo recibió con una sonrisa grande y de sorpresa tras varios años sin verlo. "El viejo Bobby", le había dicho mientras lo abrazaba. —¿Qué quieres tomar? —Le preguntó soltando la carcajada antes de acabar la frase. —Agua —Respondió el de lentes con la boca seca como papel. —¿Agua o... 𝙖𝙜𝙪𝙖? —Se refería a agua con MD pero Bobby respondió bajándose los lentes oscuros, revelando sus ojos rojos y pupilas grandes como luna llena. ㅤSe rieron los dos y se entendieron sin tener que cruzar más palabras. El tipo le puso una botella en la mano y le prometió mantenerlo hidratado para después presentarlo con los demás asistentes en la mesa. A pesar de que el efecto del éxtasis fuera hacerte sentir confiado y en buena sintonía con todos, Bobby sabía que el contrario era genuino. ㅤBobby bailaba con todos los sentidos a flor de piel, sumergido en la música y ahora masticaba chicle. No sabía de dónde mierda había salido, pero joder, sí que ayudaba a no apretar los dientes y quedar en evidencia. ㅤAlguien se acercó, era un cuerpo femenino y pegó su espalda contra el torso de Bobby al ritmo de la música. Era una chica con el cabello corto, ondulado y negro. Olía muy bien. Sus caderas buscaron la pelvis de Bobby y él respondió con naturalidad, como si se hubiera montado en un tren en movimiento y empujó su cuerpo contra el de ella. ♪♩ᵀᵉˡˡ ᵐᵉ ᶠᵃⁿᵗᵃˢᵗⁱᶜ…♪♩ [https://youtu.be/Tha00F7qCew?si=N-52Ud_TncUR3cbb] ㅤEl tema que sonaba parecía escrito para esa escena y ninguno de los dos hablaba, solo bailaban y se comunicaban con el roce de sus cuerpos despreocupados. Bobby, sintiéndose como una estrella que giraba, le ofreció popper. Ella aceptó con una sonrisa. Primero las damas, claro, y luego él. El olor químico se esparció por todo el lugar y el éxtasis estalló llevándolo en una ola fresca de ritmo y música sensual y excitante. En momentos como estos tenía sentido que la llamaran 𝘭𝘢 𝘥𝘳𝘰𝘨𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳. La música y el calor de sus cuerpos juntos le invadían los oídos, el cerebro, los sentidos, el cuerpo, el corazón. 𝙏𝙊𝘿𝙊. ㅤAhora estaban frente a frente, no solo eran sus respiraciones las que se rozaban, eran sus muslos los que se entrelazaban y se tocaban al ritmo de la voz grave de Shaggy. Bobby la acercaba a él mientras le sujetaba las caderas firmemente y ella lo abrazaba atrapando su cuello entre sus brazos. ㅤDespués vino el beso. ㅤNo fue torpe sino que tuvo la más perfecta sincronía de todas. Lengua, 𝘧𝘳𝘢𝘤𝘵𝘢𝘭𝘦𝘴, humedad, calor, éxtasis, manos. Piel. ㅤLas texturas eran adictivas, sobre todo la de su piel suave, tersa y… ¡𝒃𝒓𝒊𝒍𝒍𝒂𝒏𝒕𝒆! De una forma que Bobby no podía explicar. Los labios carnosos y suaves de la chica sabían a sudor dulce y cerveza. Era simplemente adictiva. Excitante. Y él sentía que se hundía y flotaba al mismo tiempo. Bobby con los ojos cerrados podía ver fractales de todos los colores que se acercaban y alejaban acorde a los estímulos que entraban por su boca, su lengua y su tacto. Si pudiera describirlo con un color, sería 𝘳𝘰𝘴𝘢𝘥𝘰. No pregunten por qué. ㅤSiguieron bailando y compartiendo canciones toda la noche, entre abrazos, roces, besos y dedos que se entrelazaban y no se cansaban de tocarse. Nunca supo su nombre y a ninguno de los dos pareció importarles lo suficiente como para preguntarlo. ㅤDe hecho, a Bobby ya no le importaba nada, solo sentía... y se sentía muy, 𝘮𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯. ㅤY pensar que solo 5 horas atrás había terminado su primer y único álbum en solitario y después había destrozado todo el estudio casero en un ataque de ira y frustración. ㅤ"¿𝘠 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘲𝘶é?" Se había preguntado y luego había lanzado el primer puño contra la consola como un cavernícola aplastando un insecto.
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