• *jugando con la serpiente mascota de Lucifer, teniendo una mirada un tanto sería y perdida*

    Tsk que molestia siento y no es como que pueda hacer nada solo

    *Aquella serpiente se enrosca en ella como abrazándola y está solo le acaricia la cabeza*
    *jugando con la serpiente mascota de Lucifer, teniendo una mirada un tanto sería y perdida* Tsk que molestia siento y no es como que pueda hacer nada solo *Aquella serpiente se enrosca en ella como abrazándola y está solo le acaricia la cabeza*
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  • Finalmente "murió", roncando como una pequeña locomotora(?.
    Obviamente no podían faltar todos sus patitos, sus mascotas y los peluches que tenía.
    Finalmente "murió", roncando como una pequeña locomotora(?. Obviamente no podían faltar todos sus patitos, sus mascotas y los peluches que tenía.
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  • " 𝐎𝐥𝐯𝐢𝐝é 𝐥𝐨 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫𝐨𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐫𝐨𝐝𝐞𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐫𝐨𝐬𝐚𝐬, 𝐥𝐚 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐮𝐬 𝐞𝐧𝐫𝐞𝐝𝐚𝐝𝐞𝐫𝐚𝐬 𝐬𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐫𝐫𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐞𝐧 𝐦𝐢 𝐩𝐢𝐞𝐥 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐜𝐢𝐜𝐚𝐭𝐫𝐢𝐜𝐞𝐬. "




    Era un día fresco, los vientos apaciguaron el calor que el sol provocaba, junto con las sombras que los árboles daban por sus frombosas hojas.

    Ryan se encontraba sentado debajo de una árbol, fumando su tercer cigarro mirando exactamente a la nada. Su camisa era un desastre, las mangas remangadas hasta los codos, los primeros botones de su camisa abiertos, dejándolo respirar tranquilo. El blanco era reemplazado por manchas de tierra y algo de sangre que había estado saliendo de su mano a varias gotas de heridas pequeñas. Ocacionado por arrancar una rosa sin importar las espinas y las enredaderas que terminaron por lastimarlo. No era nada, terminarían por desaparecer en poco minutos.

    A solo 30 centímetros de él había un conjunto de piedritas apiladas con plantas encima de estás que crecieron con el tiempo. Un trozo de madera totalmente viejo con letra que no podía distinguir; era la tumba de su primera mascota, Bianca. La cual fue hecha cuando apenas era un "Bambino".Después de su muerte se escabulló en la noche y la enterró con sus propias manos antes de ponerse a rezar por aquel animal.

    Estaba ahí, pero no solo. Podía sentir la presencia de varios hombres vigilando lo de cerca. Pero a este punto le daba igual. Volver nuevamente a la propiedad de su padre en dónde creció, le provocaba grandes náuseas y malestares que venían de lo psicológico. Sentía que se estaba pudriendo en aquel lugar, que se estaba volviendo cada vez más loco.
    Especialmente porque se enteró la razón del porque estaba ahí: El vejete se estaba muriendo y querían que tomará el lugar de jefe de aquella mafia. Y no solo eso, tenían a su cuidadora Camile como rehen.

    — Figlio di puttana... — Volvió a tomar una colada más. La única cosa que lo mantenía quieto y no volviera a intentar a escapar con su amiga era por esa razón. Camile era la mujer más preciada para él, la única que se atrevió a cuidar de sus heridas cuando apenas era un jovencito. Las cuales sus cicatrices eran evidencias de aquellos tratos que había recibido por su padre en aquellos tratamientos para endurecer su mente.

    Pero, para poder tomar el mando, tenía también que casarse, aunque lo más conveniente era estar con alguna mujer de cualquier mafia que sea también de Italia, su padre descartó por completo esto y simplemente llamó a mujeres ricas de otros paises. No le prestó atención, en primera porque no quería tomarse a cargo de una mafia, vio a primera mano como Kiev se moría del estrés con la mafia que manejaban. Estar aquí significaba su encadenamiento a algo que realmente detestaba.

    Sus pensamientos fueron apesiguados cuando sintió algo que jalaba su pantalón desde abajo. Sus ojos ámbar se encontraron con una conejita blanca, la cual terminó encontrandose la otra vez en el jardín. La bautizo como "La reincarnazione di Bianca" lo que básicamente era "La reencarnación de Bianca" en italiano. No tenía tanta creatividad por ahora. Por lo que solo la llamaba como "Bianca 2, la resurrección"

    — Vieni qui, carino. — Palmeo su pierna. La coneja lo miró unos segundos, quedado se totalmente quieta antes de correr hacia él saltando. Se recostó en sus piernas y se mantuvo quieta, descansando. Ryan solo acarició su lomo y las orejas.

    A lo lejos, vio como uno de los hombres de acercaba, probablemente para decirle que debía alistarse para quien sabe. Simplemente disfruto de aquellos pocos segundos antes de volver a su condena.
    " 𝐎𝐥𝐯𝐢𝐝é 𝐥𝐨 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫𝐨𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐫𝐨𝐝𝐞𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐫𝐨𝐬𝐚𝐬, 𝐥𝐚 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐮𝐬 𝐞𝐧𝐫𝐞𝐝𝐚𝐝𝐞𝐫𝐚𝐬 𝐬𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐫𝐫𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐞𝐧 𝐦𝐢 𝐩𝐢𝐞𝐥 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐜𝐢𝐜𝐚𝐭𝐫𝐢𝐜𝐞𝐬. " Era un día fresco, los vientos apaciguaron el calor que el sol provocaba, junto con las sombras que los árboles daban por sus frombosas hojas. Ryan se encontraba sentado debajo de una árbol, fumando su tercer cigarro mirando exactamente a la nada. Su camisa era un desastre, las mangas remangadas hasta los codos, los primeros botones de su camisa abiertos, dejándolo respirar tranquilo. El blanco era reemplazado por manchas de tierra y algo de sangre que había estado saliendo de su mano a varias gotas de heridas pequeñas. Ocacionado por arrancar una rosa sin importar las espinas y las enredaderas que terminaron por lastimarlo. No era nada, terminarían por desaparecer en poco minutos. A solo 30 centímetros de él había un conjunto de piedritas apiladas con plantas encima de estás que crecieron con el tiempo. Un trozo de madera totalmente viejo con letra que no podía distinguir; era la tumba de su primera mascota, Bianca. La cual fue hecha cuando apenas era un "Bambino".Después de su muerte se escabulló en la noche y la enterró con sus propias manos antes de ponerse a rezar por aquel animal. Estaba ahí, pero no solo. Podía sentir la presencia de varios hombres vigilando lo de cerca. Pero a este punto le daba igual. Volver nuevamente a la propiedad de su padre en dónde creció, le provocaba grandes náuseas y malestares que venían de lo psicológico. Sentía que se estaba pudriendo en aquel lugar, que se estaba volviendo cada vez más loco. Especialmente porque se enteró la razón del porque estaba ahí: El vejete se estaba muriendo y querían que tomará el lugar de jefe de aquella mafia. Y no solo eso, tenían a su cuidadora Camile como rehen. — Figlio di puttana... — Volvió a tomar una colada más. La única cosa que lo mantenía quieto y no volviera a intentar a escapar con su amiga era por esa razón. Camile era la mujer más preciada para él, la única que se atrevió a cuidar de sus heridas cuando apenas era un jovencito. Las cuales sus cicatrices eran evidencias de aquellos tratos que había recibido por su padre en aquellos tratamientos para endurecer su mente. Pero, para poder tomar el mando, tenía también que casarse, aunque lo más conveniente era estar con alguna mujer de cualquier mafia que sea también de Italia, su padre descartó por completo esto y simplemente llamó a mujeres ricas de otros paises. No le prestó atención, en primera porque no quería tomarse a cargo de una mafia, vio a primera mano como Kiev se moría del estrés con la mafia que manejaban. Estar aquí significaba su encadenamiento a algo que realmente detestaba. Sus pensamientos fueron apesiguados cuando sintió algo que jalaba su pantalón desde abajo. Sus ojos ámbar se encontraron con una conejita blanca, la cual terminó encontrandose la otra vez en el jardín. La bautizo como "La reincarnazione di Bianca" lo que básicamente era "La reencarnación de Bianca" en italiano. No tenía tanta creatividad por ahora. Por lo que solo la llamaba como "Bianca 2, la resurrección" — Vieni qui, carino. — Palmeo su pierna. La coneja lo miró unos segundos, quedado se totalmente quieta antes de correr hacia él saltando. Se recostó en sus piernas y se mantuvo quieta, descansando. Ryan solo acarició su lomo y las orejas. A lo lejos, vio como uno de los hombres de acercaba, probablemente para decirle que debía alistarse para quien sabe. Simplemente disfruto de aquellos pocos segundos antes de volver a su condena.
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  • Mi pequeña hermana Eurynome con Sartael (mi mascota) cuando era una adolescente.

    (Lucifer está desempolvando sus recuerdos déjenlo ser.)
    Mi pequeña hermana Eurynome con Sartael (mi mascota) cuando era una adolescente. (Lucifer está desempolvando sus recuerdos déjenlo ser.)
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  • “ 𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐣𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐮 … ¿𝐃𝐞𝐛𝐞𝐫í𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐫𝐭𝐞? ”







    Su primera mascota fue un conejo blanco. Para un niño de apenas ocho años, aquel animal era el regalo perfecto, el símbolo de una inocencia que aún no había aprendido a temer. Pero también sería la última.

    No entendía del todo a su madre; a menudo, sus ojos lo atravesaban con odio, desprecio y asco. Sin embargo, en la soledad de la noche, lejos de miradas ajenas, ella dejaba dulces y pequeños obsequios acompañados de notas cariñosas.

    En esas notas, le aseguraba que lo amaba, pero que su afecto debía mantenerse en secreto. Decía que era un "juego" y que, al final, habría una gran recompensa. El pequeño niño rubio se aferraba a esas palabras como un náufrago a una tabla, ignorando la confusión que su joven corazón albergaba. Porque, aunque lo emocionaban los gestos de su madre, le dolía la frialdad que mostraba ante los demás. Su padre tampoco era un refugio; lo obligaba a cumplir órdenes que él no entendía ni quería ejecutar.

    Ojalá hubiera sabido que, aquellas notas, nunca fueron escritas por su madre, sino, por su cuidadora Camile.

    Fue una tarde cuando su madre tomo el conejo, se lo arrebato de sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, vio cómo el animal era lanzado al patio, directo al territorio de los perros.

    Los gritos desesperados del niño llenaron el aire. Intentó correr tras Bianca, pero un tirón fuerte en su brazo lo detuvo. Sus pequeños ojos dorados miraron a su madre buscando alguna clase de explicación. Pero en cambio ella lo alzó como si fuera un muñeco de trapo y, sosteniéndolo con fuerza, lo obligó a mirar.

    —No apartes la vista — Las palabras de ella eran frías mientras lo forzaba a presenciar cómo los perros se abalanzaban sobre el pequeño cuerpo del conejo.

    El pequeño niño sollozaba, retorciéndose en un intento inútil por liberarse. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras su voz se quebraba en súplicas. Pero su madre no cedió, sujetándolo con fuerza para que viera el cruel espectáculo hasta el final.

    Cuando los perros se dispersaron, lo dejaron acercarse. Con las manos temblorosas, recogió lo que quedaba de Bianca. Su pequeño cuerpo temblaba, incapaz de articular palabra. Solo el temblor de su labio inferior hablaba de su terror y de la angustia que lo ahogaba.

    Desde lejos, su padre observaba la escena con indiferencia, pero pronto una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios.
    La familia Conti había construido su legado sobre la frialdad, sobre una indiferencia brutal hacia los lazos de sangre. En sus ojos, endurecer la mente de un niño no era cruel; era necesario. Y Alessandro, apenas consciente de lo que significaba llevar ese apellido, estaba a punto de descubrirlo.

    . . .

    El lugar era lúgubre, saturado por los gritos desesperados de personas y las órdenes ásperas de otros. Ryan fijó la vista en la pared de piedra caliza frente a él, manchada de sangre y salpicada de trozos de carne. Su espalda descansaba contra la superficie fría mientras tarareaba una canción, indiferente al caos que lo rodeaba. Su ropa estaba desgarrada y cubierta de suciedad; las heridas en sus piernas palpitaban y una quemadura fresca en su espalda le recordaba lo mal que había terminado el intento de escape.


    Lentamente, sus ojos ámbar se posaron en el cadáver de un hombre corpulento, tendido en un charco de sangre con la cabeza hecha pedazos. A su lado, un martillo, el arma usada para dejarlo sin vida. Una sonrisa torcida apareció en sus labios. Ese hombre no era otro que el primer ex-prometido de su compañera. Había tantos secretos que ella había ocultado, sorpresitas que terminó descubriendo.

    Killman había atacado sin previo aviso, rompiendo el tratado con su padre. Aunque fue su culpa, era su intención después de todo. Solo basto decirle que "Vanya es muy bonita, tanto que la hice mi novia" "Oye, ¿Te gustaria ser el padrino de bodas?" y ese bastardo perdio la cabeza por completo. Obviamente todo era mentira, ella no era nada mas que su amiga, pero sabia donde golpear para que un hombre perdiera la cabeza. Golpear su orgullo. "Ella si se quiere casar conmigo, al menos podremos tener hijos bonitos ¿No lo crees?"

    Volvio a reir al solo recordar aquello. Risa que no duro mucho.

    — Creo que ya vienen por nosotros —murmuró al escuchar pasos apresurados acercándose.

    Su tono tranquilo y sereno tenía algo profundamente inquietante.

    — Nos van a llevar a una de las propiedades de Fabrizio —añadió.

    Esperó, pero no obtuvo respuesta. Su mirada se desvió hacia su compañera, quien yacía inmóvil a su lado. Ryan tomó su mano, notándola helada, sin vida. Sin embargo, no parecía alarmado. Solo tenía que esperar unos minutos.

    — Será mejor que despiertes. Te cargaría, pero mi espalda aún duele. La quemadura sigue latiendo, y tengo suerte de que mis pulmones no hayan explotado.

    Hizo una pausa, sus labios curvándose en una sonrisa casi divertida, no pudo evitar reír un poco.

    — Tenemos que volver con los chicos. Kiev y Rubí estarán molestos si seguimos aquí. Vayamos con Fabrizio y, una vez recompuestos, busquemos cómo volver a huir.

    Le dio unas suaves palmaditas en la mejilla. En ese momento, la puerta metálica se abrió de golpe. La luz de las linternas lo obligó a cerrar los ojos un instante mientras se acostumbraba al resplandor. Unos hombres armados entraron, soltando suspiros de alivio al ver que el hijo de su jefe seguía con vida. Fue entonces cuando el cuerpo de su compañera comenzó a moverse.

    . . .

    La mansión de los Conti permanecía oculta tras un extenso bosque, con altos muros que separaban la naturaleza salvaje de la fría opulencia de la propiedad. Era un lugar diseñado tanto para proteger como para encerrar.

    Estaba en el jardín, bebiendo té mientras miraba las murallas. La pelinegra estaba en una de las habitaciones.

    — Esto me trae recuerdos... —murmuró con una sonrisa —. Cuando tenía doce años, mi madre me lanzó a los lobos para matarme. Mi padre lo sabía y decidió usarlo como una lección.

    Bebió un sorbo de té antes de añadir con tono casual.

    — Así que la usé de carnada y corrí de vuelta mientras ellos se la comían. Lindos recuerdos.

    Sonrió aunque no pudo evitar reír ante lo recordado, la servidumbre permanecía inmóvil, escuchando la retorcida historia. Ryan volteo a mirarlos unos segundos, antes de volver su mirada en su zapato, habia un conejito ahi. No dijo nada, pero si le parecio curioso. — ¿Bianca? — Sabia que no era ella, pero era tan idéntica, bueno, era un simple conejo blanco.

    “ 𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐣𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐮 … ¿𝐃𝐞𝐛𝐞𝐫í𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐫𝐭𝐞? ” Su primera mascota fue un conejo blanco. Para un niño de apenas ocho años, aquel animal era el regalo perfecto, el símbolo de una inocencia que aún no había aprendido a temer. Pero también sería la última. No entendía del todo a su madre; a menudo, sus ojos lo atravesaban con odio, desprecio y asco. Sin embargo, en la soledad de la noche, lejos de miradas ajenas, ella dejaba dulces y pequeños obsequios acompañados de notas cariñosas. En esas notas, le aseguraba que lo amaba, pero que su afecto debía mantenerse en secreto. Decía que era un "juego" y que, al final, habría una gran recompensa. El pequeño niño rubio se aferraba a esas palabras como un náufrago a una tabla, ignorando la confusión que su joven corazón albergaba. Porque, aunque lo emocionaban los gestos de su madre, le dolía la frialdad que mostraba ante los demás. Su padre tampoco era un refugio; lo obligaba a cumplir órdenes que él no entendía ni quería ejecutar. Ojalá hubiera sabido que, aquellas notas, nunca fueron escritas por su madre, sino, por su cuidadora Camile. Fue una tarde cuando su madre tomo el conejo, se lo arrebato de sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, vio cómo el animal era lanzado al patio, directo al territorio de los perros. Los gritos desesperados del niño llenaron el aire. Intentó correr tras Bianca, pero un tirón fuerte en su brazo lo detuvo. Sus pequeños ojos dorados miraron a su madre buscando alguna clase de explicación. Pero en cambio ella lo alzó como si fuera un muñeco de trapo y, sosteniéndolo con fuerza, lo obligó a mirar. —No apartes la vista — Las palabras de ella eran frías mientras lo forzaba a presenciar cómo los perros se abalanzaban sobre el pequeño cuerpo del conejo. El pequeño niño sollozaba, retorciéndose en un intento inútil por liberarse. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras su voz se quebraba en súplicas. Pero su madre no cedió, sujetándolo con fuerza para que viera el cruel espectáculo hasta el final. Cuando los perros se dispersaron, lo dejaron acercarse. Con las manos temblorosas, recogió lo que quedaba de Bianca. Su pequeño cuerpo temblaba, incapaz de articular palabra. Solo el temblor de su labio inferior hablaba de su terror y de la angustia que lo ahogaba. Desde lejos, su padre observaba la escena con indiferencia, pero pronto una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios. La familia Conti había construido su legado sobre la frialdad, sobre una indiferencia brutal hacia los lazos de sangre. En sus ojos, endurecer la mente de un niño no era cruel; era necesario. Y Alessandro, apenas consciente de lo que significaba llevar ese apellido, estaba a punto de descubrirlo. . . . El lugar era lúgubre, saturado por los gritos desesperados de personas y las órdenes ásperas de otros. Ryan fijó la vista en la pared de piedra caliza frente a él, manchada de sangre y salpicada de trozos de carne. Su espalda descansaba contra la superficie fría mientras tarareaba una canción, indiferente al caos que lo rodeaba. Su ropa estaba desgarrada y cubierta de suciedad; las heridas en sus piernas palpitaban y una quemadura fresca en su espalda le recordaba lo mal que había terminado el intento de escape. Lentamente, sus ojos ámbar se posaron en el cadáver de un hombre corpulento, tendido en un charco de sangre con la cabeza hecha pedazos. A su lado, un martillo, el arma usada para dejarlo sin vida. Una sonrisa torcida apareció en sus labios. Ese hombre no era otro que el primer ex-prometido de su compañera. Había tantos secretos que ella había ocultado, sorpresitas que terminó descubriendo. Killman había atacado sin previo aviso, rompiendo el tratado con su padre. Aunque fue su culpa, era su intención después de todo. Solo basto decirle que "Vanya es muy bonita, tanto que la hice mi novia" "Oye, ¿Te gustaria ser el padrino de bodas?" y ese bastardo perdio la cabeza por completo. Obviamente todo era mentira, ella no era nada mas que su amiga, pero sabia donde golpear para que un hombre perdiera la cabeza. Golpear su orgullo. "Ella si se quiere casar conmigo, al menos podremos tener hijos bonitos ¿No lo crees?" Volvio a reir al solo recordar aquello. Risa que no duro mucho. — Creo que ya vienen por nosotros —murmuró al escuchar pasos apresurados acercándose. Su tono tranquilo y sereno tenía algo profundamente inquietante. — Nos van a llevar a una de las propiedades de Fabrizio —añadió. Esperó, pero no obtuvo respuesta. Su mirada se desvió hacia su compañera, quien yacía inmóvil a su lado. Ryan tomó su mano, notándola helada, sin vida. Sin embargo, no parecía alarmado. Solo tenía que esperar unos minutos. — Será mejor que despiertes. Te cargaría, pero mi espalda aún duele. La quemadura sigue latiendo, y tengo suerte de que mis pulmones no hayan explotado. Hizo una pausa, sus labios curvándose en una sonrisa casi divertida, no pudo evitar reír un poco. — Tenemos que volver con los chicos. Kiev y Rubí estarán molestos si seguimos aquí. Vayamos con Fabrizio y, una vez recompuestos, busquemos cómo volver a huir. Le dio unas suaves palmaditas en la mejilla. En ese momento, la puerta metálica se abrió de golpe. La luz de las linternas lo obligó a cerrar los ojos un instante mientras se acostumbraba al resplandor. Unos hombres armados entraron, soltando suspiros de alivio al ver que el hijo de su jefe seguía con vida. Fue entonces cuando el cuerpo de su compañera comenzó a moverse. . . . La mansión de los Conti permanecía oculta tras un extenso bosque, con altos muros que separaban la naturaleza salvaje de la fría opulencia de la propiedad. Era un lugar diseñado tanto para proteger como para encerrar. Estaba en el jardín, bebiendo té mientras miraba las murallas. La pelinegra estaba en una de las habitaciones. — Esto me trae recuerdos... —murmuró con una sonrisa —. Cuando tenía doce años, mi madre me lanzó a los lobos para matarme. Mi padre lo sabía y decidió usarlo como una lección. Bebió un sorbo de té antes de añadir con tono casual. — Así que la usé de carnada y corrí de vuelta mientras ellos se la comían. Lindos recuerdos. Sonrió aunque no pudo evitar reír ante lo recordado, la servidumbre permanecía inmóvil, escuchando la retorcida historia. Ryan volteo a mirarlos unos segundos, antes de volver su mirada en su zapato, habia un conejito ahi. No dijo nada, pero si le parecio curioso. — ¿Bianca? — Sabia que no era ella, pero era tan idéntica, bueno, era un simple conejo blanco.
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  • Descansando felizmente en casa con mi amiguito, no sé cómo es que no se lo han comido las mascotas de mi hermana...
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  • —Uno de los recuerdos de su dificil niñez era cuando unos pocos dias despues de conocer a Pochita,unos niños le arrojaron piedras a su "amigo/mascota",cosa que no le gusto nada y trato de defenderlo como pudo,pero recibio una buena paliza por parte de los demas niños,cuando al fin terminaron con el,Pochita se acerco a el y se acosto cerca suyo,Denji solo lo abrazo y lo acarcio—


    —No dejare que nada te pase...Nunca...
    —Uno de los recuerdos de su dificil niñez era cuando unos pocos dias despues de conocer a Pochita,unos niños le arrojaron piedras a su "amigo/mascota",cosa que no le gusto nada y trato de defenderlo como pudo,pero recibio una buena paliza por parte de los demas niños,cuando al fin terminaron con el,Pochita se acerco a el y se acosto cerca suyo,Denji solo lo abrazo y lo acarcio— —No dejare que nada te pase...Nunca...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    ||¿Y si Lucifer se volviera la mascota por unos cuantos días?
    ¿Recibiría todo el amor, cuidados y atención que procura darle a los demás siempre o sería el típico gatito abandonado de la calle?

    No quiero ser el rey que siempre tiene que andar pendiente de todos, viendo por ellos y tratando de ser un soporte, al menos en unos días.
    Lucifer también importa ¿No?
    ||¿Y si Lucifer se volviera la mascota por unos cuantos días? ¿Recibiría todo el amor, cuidados y atención que procura darle a los demás siempre o sería el típico gatito abandonado de la calle? No quiero ser el rey que siempre tiene que andar pendiente de todos, viendo por ellos y tratando de ser un soporte, al menos en unos días. Lucifer también importa ¿No?
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  • Una salida inesperada.

    Ese día se había levantado muy temprano, tenía que estar en su apartamento ya que la Mansión había quedado hecha un desastre. Tuvo que salir corriendo, agarrada como un saco de patatas por Ryo Kenji. Le gritó con todas sus fuerzas que tenían que volver para salvar a los demás. Le dio patadas y golpes con sus puños pero nada, hasta cree que le dio algún que otro mordisco en el trasero de él (eso le pasa por llevarla de ese modo) pero ese hombre era más cabezota que ella.

    Salvaron a las mascotas, Leo, estaba aun dormido en su cama a pierna suelta. Haciendo que esbozara una sonrisa al ver como dormía el cachorro. Se fue para la cocina para prepararse un desayuno, pensando que había mucho que arreglar ya que había quedado todo destruido. Llevaba varios días sin hablar ni ver a Ryo, estaba enfadada con él.

    Estaba apoyada en la repisa de la cocina pensando cuando escuchó tras ella la puerta de su apartamento abrirse, levantó la ceja ya que muy pocos sabían dicha dirección. Dejó la taza con mucho cuidado y tomo entre sus manos una sartén. Se iba a defender con uñas y dientes.

    Se puso a andar con mucho cuidado intentando ser sigilosa. Para golpear al intruso.

    -Salga de mi casa, voy armada. Si no se va, se va arrepentir. Soy una arma letal.

    Cerró los ojos para golpear a la persona cuando algo o alguien la agarró de la cintura y la tumbó hacia un lado. Provocando que abriera los ojos como platos por una gran sorpresa.

    -¿Qué? ¿Cómo diablos has entrado aquí? ¿Quién te lo ha dicho?

    Percatándose de que estaba con un pijama de dos piezas, mostrando su cintura. Sonrojándose aun más.
    Una salida inesperada. Ese día se había levantado muy temprano, tenía que estar en su apartamento ya que la Mansión había quedado hecha un desastre. Tuvo que salir corriendo, agarrada como un saco de patatas por [Ryu_Kenji]. Le gritó con todas sus fuerzas que tenían que volver para salvar a los demás. Le dio patadas y golpes con sus puños pero nada, hasta cree que le dio algún que otro mordisco en el trasero de él (eso le pasa por llevarla de ese modo) pero ese hombre era más cabezota que ella. Salvaron a las mascotas, Leo, estaba aun dormido en su cama a pierna suelta. Haciendo que esbozara una sonrisa al ver como dormía el cachorro. Se fue para la cocina para prepararse un desayuno, pensando que había mucho que arreglar ya que había quedado todo destruido. Llevaba varios días sin hablar ni ver a Ryo, estaba enfadada con él. Estaba apoyada en la repisa de la cocina pensando cuando escuchó tras ella la puerta de su apartamento abrirse, levantó la ceja ya que muy pocos sabían dicha dirección. Dejó la taza con mucho cuidado y tomo entre sus manos una sartén. Se iba a defender con uñas y dientes. Se puso a andar con mucho cuidado intentando ser sigilosa. Para golpear al intruso. -Salga de mi casa, voy armada. Si no se va, se va arrepentir. Soy una arma letal. Cerró los ojos para golpear a la persona cuando algo o alguien la agarró de la cintura y la tumbó hacia un lado. Provocando que abriera los ojos como platos por una gran sorpresa. -¿Qué? ¿Cómo diablos has entrado aquí? ¿Quién te lo ha dicho? Percatándose de que estaba con un pijama de dos piezas, mostrando su cintura. Sonrojándose aun más.
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  • ── Lo único malo de la soledad, es que se vuelve un amante muy difícil de reemplazar.
    No, no quiero un gato, no me gustan las mascotas.
    ── Lo único malo de la soledad, es que se vuelve un amante muy difícil de reemplazar. No, no quiero un gato, no me gustan las mascotas.
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