• La luna llena se alzaba imponente en el cielo despejado, su luz plateada bañando el bosque en una quietud aterradora. Bipper lo sentía en lo más profundo de su ser, una energía latente que se acumulaba lentamente desde el primer destello de la luna. Sabía lo que venía. Cada fibra de su cuerpo lo advertía, y aunque lo había vivido antes, el terror de perderse una vez más ante la bestia nunca desaparecía. Su respiración se volvía más pesada, su corazón martilleaba en sus oídos, y una sensación de urgencia lo envolvía mientras caminaba entre los árboles.

    El bosque parecía mantener el aliento, las hojas inmóviles bajo la brisa gélida de la noche. Bipper avanzaba, sus pasos tambaleantes, como si algo dentro de él comenzara a luchar por el control. Era cuestión de tiempo. Un dolor sordo se instaló en su pecho, extendiéndose hacia sus extremidades. El sudor cubría su frente, a pesar del aire frío que lo rodeaba. Con un jadeo, cayó de rodillas.

    El primer latigazo de dolor lo atravesó, arrancándole un grito ahogado. La transformación había comenzado. Sentía sus huesos retorciéndose, alargándose y rompiéndose bajo su piel. Sus músculos se hinchaban, las garras emergían lentamente de sus dedos, desgarrando la tierra bajo sus manos. Su piel se estremecía mientras las venas se marcaban como líneas oscuras. Los colmillos brotaban de su mandíbula, afilados y amenazantes. Los ojos, que alguna vez fueron de un azul profundo, comenzaron a cambiar. Un resplandor rojo, como brasas encendidas, reemplazó el azul mientras la conciencia de Bipper se desvanecía, ahogada por el rugido de la bestia.

    Las runas, siempre presentes bajo su piel, se encendieron con un fulgor carmesí, como si respondieran al llamado de la luna llena. Ya no era Bipper. La criatura que ahora se alzaba era mucho más antigua, más salvaje. El Gran Alfa había despertado. Su cuerpo enorme y monstruoso respiraba poder y furia desatada. Las garras se enterraron en la tierra mientras sus ojos rojos, brillantes como brasas, escaneaban el entorno.

    El bosque lo sentía. Los animales, conscientes de su presencia, huían en silencio. Los sonidos nocturnos, el viento susurrante, el crujir de las hojas, todo se volvía más agudo, más penetrante. Pero la bestia no prestaba atención. No esta vez. Había algo más, una urgencia distinta, un vacío en su pecho que lo empujaba a buscar. La necesidad de encontrar algo, alguien, lo impulsaba en cada luna llena. Y esta noche no sería diferente.

    El aroma de la noche lo inundaba, los olores del bosque se mezclaban con el viento. Pero había un olor distinto, algo que despertaba un instinto más profundo. Era una atracción ineludible, una llamada que no podía ignorar. El Gran Alfa tensó sus músculos, sus garras apretaron el suelo, y con un rugido ensordecedor, se lanzó en busca de esa fuente, de esa necesidad que lo consumía.

    Pero no sabía qué era. No sabía a quién buscaba.

    El impulso lo arrastraba, como siempre, hacia lo desconocido. La bestia, salvaje e indomable, se movía con precisión letal, pero el vacío seguía allí, profundo y constante, como una herida que no sanaba. Cada luna llena lo arrastraba más cerca de esa verdad que no lograba comprender, una verdad que se escapaba de sus garras cada vez.

    Y cuando finalmente el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, el Gran Alfa se detuvo. Su cuerpo, que había sido tan inmenso y poderoso, comenzó a encogerse. Las garras desaparecieron, los colmillos se retrajeron, y los ojos rojos se apagaron lentamente, volviendo a ser el azul profundo de siempre. Las runas dejaron de brillar, desvaneciéndose bajo la piel ahora humana.

    Bipper cayó de rodillas nuevamente, cubierto de sudor y tierra. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras su mente se nublaba. No recordaba nada. Como siempre.

    La luna llena había pasado, pero el vacío en su pecho seguía presente, esperando la próxima noche en que la bestia volvería a reclamarlo.
    La luna llena se alzaba imponente en el cielo despejado, su luz plateada bañando el bosque en una quietud aterradora. Bipper lo sentía en lo más profundo de su ser, una energía latente que se acumulaba lentamente desde el primer destello de la luna. Sabía lo que venía. Cada fibra de su cuerpo lo advertía, y aunque lo había vivido antes, el terror de perderse una vez más ante la bestia nunca desaparecía. Su respiración se volvía más pesada, su corazón martilleaba en sus oídos, y una sensación de urgencia lo envolvía mientras caminaba entre los árboles. El bosque parecía mantener el aliento, las hojas inmóviles bajo la brisa gélida de la noche. Bipper avanzaba, sus pasos tambaleantes, como si algo dentro de él comenzara a luchar por el control. Era cuestión de tiempo. Un dolor sordo se instaló en su pecho, extendiéndose hacia sus extremidades. El sudor cubría su frente, a pesar del aire frío que lo rodeaba. Con un jadeo, cayó de rodillas. El primer latigazo de dolor lo atravesó, arrancándole un grito ahogado. La transformación había comenzado. Sentía sus huesos retorciéndose, alargándose y rompiéndose bajo su piel. Sus músculos se hinchaban, las garras emergían lentamente de sus dedos, desgarrando la tierra bajo sus manos. Su piel se estremecía mientras las venas se marcaban como líneas oscuras. Los colmillos brotaban de su mandíbula, afilados y amenazantes. Los ojos, que alguna vez fueron de un azul profundo, comenzaron a cambiar. Un resplandor rojo, como brasas encendidas, reemplazó el azul mientras la conciencia de Bipper se desvanecía, ahogada por el rugido de la bestia. Las runas, siempre presentes bajo su piel, se encendieron con un fulgor carmesí, como si respondieran al llamado de la luna llena. Ya no era Bipper. La criatura que ahora se alzaba era mucho más antigua, más salvaje. El Gran Alfa había despertado. Su cuerpo enorme y monstruoso respiraba poder y furia desatada. Las garras se enterraron en la tierra mientras sus ojos rojos, brillantes como brasas, escaneaban el entorno. El bosque lo sentía. Los animales, conscientes de su presencia, huían en silencio. Los sonidos nocturnos, el viento susurrante, el crujir de las hojas, todo se volvía más agudo, más penetrante. Pero la bestia no prestaba atención. No esta vez. Había algo más, una urgencia distinta, un vacío en su pecho que lo empujaba a buscar. La necesidad de encontrar algo, alguien, lo impulsaba en cada luna llena. Y esta noche no sería diferente. El aroma de la noche lo inundaba, los olores del bosque se mezclaban con el viento. Pero había un olor distinto, algo que despertaba un instinto más profundo. Era una atracción ineludible, una llamada que no podía ignorar. El Gran Alfa tensó sus músculos, sus garras apretaron el suelo, y con un rugido ensordecedor, se lanzó en busca de esa fuente, de esa necesidad que lo consumía. Pero no sabía qué era. No sabía a quién buscaba. El impulso lo arrastraba, como siempre, hacia lo desconocido. La bestia, salvaje e indomable, se movía con precisión letal, pero el vacío seguía allí, profundo y constante, como una herida que no sanaba. Cada luna llena lo arrastraba más cerca de esa verdad que no lograba comprender, una verdad que se escapaba de sus garras cada vez. Y cuando finalmente el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, el Gran Alfa se detuvo. Su cuerpo, que había sido tan inmenso y poderoso, comenzó a encogerse. Las garras desaparecieron, los colmillos se retrajeron, y los ojos rojos se apagaron lentamente, volviendo a ser el azul profundo de siempre. Las runas dejaron de brillar, desvaneciéndose bajo la piel ahora humana. Bipper cayó de rodillas nuevamente, cubierto de sudor y tierra. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras su mente se nublaba. No recordaba nada. Como siempre. La luna llena había pasado, pero el vacío en su pecho seguía presente, esperando la próxima noche en que la bestia volvería a reclamarlo.
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  • > Aquel parque se volvió su lugar favorito; su lugar seguro. Estando ahí, los males que lo agobiaban se desvencían, como si existiese un campo invisible que repele sus lamentos y los mantiene lejos del castaño. Desde años visitaba el parque, ¿por qué ahora se volvió tan especial? Atribuía a eso, no las bellas mariposas, el encuentro con su amigo. La ilusión de verlo, incluso en las mañanas con el sol radiante, era demasiada; sabía perfectamente que si se reencontraban en ese campo, correría a abrazarlo, sin importarle nada ni nadie más. Suspiró cabizbajo mientras se acercaba a ese arbusto repleto de mariposas; las mismas al escuchar los pasos del cachorro, salieron de entre sus hojas y revolotearon a su alrededor. Una de ellas se posó en la palma del cachorro, haciéndolo sonreír un poco.

    — ¿Sentiste mi tristeza y quisiste hacerme compañía? Que dulce eres. Pequeña, ¿lo has visto? Sé que viene aquí por las noches; si lo ves de nuevo, ¿le das mis saludos? A tu manera, sé que no hablas.
    > Aquel parque se volvió su lugar favorito; su lugar seguro. Estando ahí, los males que lo agobiaban se desvencían, como si existiese un campo invisible que repele sus lamentos y los mantiene lejos del castaño. Desde años visitaba el parque, ¿por qué ahora se volvió tan especial? Atribuía a eso, no las bellas mariposas, el encuentro con su amigo. La ilusión de verlo, incluso en las mañanas con el sol radiante, era demasiada; sabía perfectamente que si se reencontraban en ese campo, correría a abrazarlo, sin importarle nada ni nadie más. Suspiró cabizbajo mientras se acercaba a ese arbusto repleto de mariposas; las mismas al escuchar los pasos del cachorro, salieron de entre sus hojas y revolotearon a su alrededor. Una de ellas se posó en la palma del cachorro, haciéndolo sonreír un poco. — ¿Sentiste mi tristeza y quisiste hacerme compañía? Que dulce eres. Pequeña, ¿lo has visto? Sé que viene aquí por las noches; si lo ves de nuevo, ¿le das mis saludos? A tu manera, sé que no hablas.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    OOC: Estas son las dos formas que puede adoptar Lucifer cuando no está en su forma humana, lo que lo distingue de otros animales es el color rojo intenso de sus ojos. No puede hablar, de hecho maulla o grazna.
    OOC: Estas son las dos formas que puede adoptar Lucifer cuando no está en su forma humana, lo que lo distingue de otros animales es el color rojo intenso de sus ojos. No puede hablar, de hecho maulla o grazna.
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  • Tras una larga noche entre la fiebre y el reposo, salió de cama sintiéndose un poco mejor, al menos aquel baño helado le había logrado calmar el malestar, aunque suspiraba aún incómodo pues apenas era su cuarto día de celo y quedaba semana y media.

    —Tengo que hacer algo o voy a volverme loco otra vez...
    Tras una larga noche entre la fiebre y el reposo, salió de cama sintiéndose un poco mejor, al menos aquel baño helado le había logrado calmar el malestar, aunque suspiraba aún incómodo pues apenas era su cuarto día de celo y quedaba semana y media. —Tengo que hacer algo o voy a volverme loco otra vez...
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  • Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias.

    Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición.

    Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro.

    El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste?

    Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta.

    Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante.

    En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos.

    Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.

    Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias. Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición. Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro. El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste? Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta. Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante. En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos. Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.
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  • ¿Por qué todo el mundo se está comportando hoy como animales en celo? Eso es algo que nunca entenderé, y mira que yo suelo estar siempre cachondo. O bueno, en este caso y por un tiempo limitado, cachonda.
    ¿Por qué todo el mundo se está comportando hoy como animales en celo? Eso es algo que nunca entenderé, y mira que yo suelo estar siempre cachondo. O bueno, en este caso y por un tiempo limitado, cachonda.
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  • " 𝐋𝐚 𝐜𝐮𝐜𝐚𝐫𝐚𝐜𝐡𝐚... 𝐘𝐚 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐚𝐫... 𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐟𝐚𝐥𝐭𝐚, 𝐮𝐧 𝐞𝐬𝐩í𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐫í𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐚𝐫"






    Cantaba relajado y burlón. Hace unas horas, descubrió que cierta persona vigilaba a las personas que trabajaban para él, a él no le gustaban esa clase de juegos sucios. No no no, si bien era el jefe, y tenía otras personas que podían hacer el trabajo sucio, a él le encantaba hacerlo personalmente, cuidaba mucho a su gente.

    Cuando el auto bajo su ritmo a uno más lento, bajo la ventana y tiró aquel maletín en la cerca de aquella mansión. No bastaba decir que, ahí, se encontraba uno de aquellos espías, rompió cada pierna y luego cada hueso. Bueno, espero que le sirva de de lección por querer envenenar a su mano derecha y a su principal asesina.




    Edit: No se cómo diablos eliminé está cosa(?)
    " 𝐋𝐚 𝐜𝐮𝐜𝐚𝐫𝐚𝐜𝐡𝐚... 𝐘𝐚 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐚𝐫... 𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐟𝐚𝐥𝐭𝐚, 𝐮𝐧 𝐞𝐬𝐩í𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐫í𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐚𝐫" Cantaba relajado y burlón. Hace unas horas, descubrió que cierta persona vigilaba a las personas que trabajaban para él, a él no le gustaban esa clase de juegos sucios. No no no, si bien era el jefe, y tenía otras personas que podían hacer el trabajo sucio, a él le encantaba hacerlo personalmente, cuidaba mucho a su gente. Cuando el auto bajo su ritmo a uno más lento, bajo la ventana y tiró aquel maletín en la cerca de aquella mansión. No bastaba decir que, ahí, se encontraba uno de aquellos espías, rompió cada pierna y luego cada hueso. Bueno, espero que le sirva de de lección por querer envenenar a su mano derecha y a su principal asesina. Edit: No se cómo diablos eliminé está cosa(?)
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ❒; Voy a salirme de personaje completamente. Pero esto es necesario. Quiero dar las gracias públicamente a nuestra RolSage Caroline Forbes, aunque ya se las di por interno, por su excelente mediación y ayuda para solucionar un problema que hubo entre mi expartner y yo. Gracias a ella, 𝙳𝙴𝙰𝙽 𝚆𝙸𝙽𝙲𝙷𝙴𝚂𝚃𝙴𝚁 y yo hemos vuelto a hablar y hemos arreglado los malentendidos. Asi que gracias, Caroline. De verdad
    ❒; Voy a salirme de personaje completamente. Pero esto es necesario. Quiero dar las gracias públicamente a nuestra RolSage [CarolineForbes], aunque ya se las di por interno, por su excelente mediación y ayuda para solucionar un problema que hubo entre mi expartner y yo. Gracias a ella, [IMPALA67] y yo hemos vuelto a hablar y hemos arreglado los malentendidos. Asi que gracias, Caroline. De verdad 💙💛💜
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  • *-el camaleon se quedo dormido mientras leía un libro-*
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  • {Desde que se habia unido al circo su vida era mucho mas divertida. Cada dia era una aventura. Y aunque ganaban lo suficiente para vivir no contaba con muchos lujos. Tampoco era que le hicieran falta. Pero su nueva vida la expuso a la gente del pueblo y sus realidades. Algo que jamas habria experimentado si hubiera continuado su vida como miembro de la nobleza}

    {Vivir entre la gente de bajos recursos le abrio los ojos a lo injusta que era la sociedad. Con criminales que asaltaban a la gente. Policias ineficientes o muchas veces corruptos. Muchas fueron las veces donde deseo el poder hacer algo al respecto. Concentrando sus esfuerzos en traer sonrisas a la gente durante sus shows}

    {Sin embargo, esto cambiaria unos años despues. Una tarde en la que se dirigia al hogar que compartia con sus amigos y amigas del circo algo llamo su atencion. Un ruido que provenia de un callejon, algo que desperto su curiosidad y la llevo a investigar que pasaba. Ahi encontro a un hombre sentado contra la pared, con una profunda herida en el vientre y sangrando demasiado. Estaba sujetando un pequeño maletin}

    {Al ver el rostro del hombre le reconocio casi de inmediato. Era un inventor reconocido dueño de un taller. Lucia tan palido que sabia que no iba a sobrevivir. Aun asi el inventor alzo la vista y con lo que parecia sus ultimas fuerzas presiono su maletin hacia ella pidiendole que se llevara el contenido y no dejara que los hombres que estaban buscandolo pudieran obtenerlo}

    {Al inicio no supo que hacer pero termino aceptando. Al menos queria darle algo de paz a aquel hombre que iba a fallecer. Y se mantuvo a su lado un par de minutos hasta vio sus ojos cerrarse por ultima vez. Poco despues abrio el maletin para ver el contenido. Que podria ser que le habia costado la vida a alguien? Lo que encontro dentro fue un par de guantes negros. Al inicio no entendio que tenian de especial hasta decidio ponerselos}

    {En cuanto se habia puesto ambos escucho un sonido casi como una alerta que venian de los mismos guantes. Y un momento despues comenzaron a cambiar convirtiendose en dos grandes guanteletes de metal. Que a pesar de su tamaño y material por alguna razon no le resultaban pesados en absoluto. Vio esto con asombro, y tan rapido como aparecieron volvieron a cambiar en 2 guantes negros. Tenia tantas preguntas pero al oir una serie de pasos acercandose al callejon decidio irse de ahi rapidamente}
    {Desde que se habia unido al circo su vida era mucho mas divertida. Cada dia era una aventura. Y aunque ganaban lo suficiente para vivir no contaba con muchos lujos. Tampoco era que le hicieran falta. Pero su nueva vida la expuso a la gente del pueblo y sus realidades. Algo que jamas habria experimentado si hubiera continuado su vida como miembro de la nobleza} {Vivir entre la gente de bajos recursos le abrio los ojos a lo injusta que era la sociedad. Con criminales que asaltaban a la gente. Policias ineficientes o muchas veces corruptos. Muchas fueron las veces donde deseo el poder hacer algo al respecto. Concentrando sus esfuerzos en traer sonrisas a la gente durante sus shows} {Sin embargo, esto cambiaria unos años despues. Una tarde en la que se dirigia al hogar que compartia con sus amigos y amigas del circo algo llamo su atencion. Un ruido que provenia de un callejon, algo que desperto su curiosidad y la llevo a investigar que pasaba. Ahi encontro a un hombre sentado contra la pared, con una profunda herida en el vientre y sangrando demasiado. Estaba sujetando un pequeño maletin} {Al ver el rostro del hombre le reconocio casi de inmediato. Era un inventor reconocido dueño de un taller. Lucia tan palido que sabia que no iba a sobrevivir. Aun asi el inventor alzo la vista y con lo que parecia sus ultimas fuerzas presiono su maletin hacia ella pidiendole que se llevara el contenido y no dejara que los hombres que estaban buscandolo pudieran obtenerlo} {Al inicio no supo que hacer pero termino aceptando. Al menos queria darle algo de paz a aquel hombre que iba a fallecer. Y se mantuvo a su lado un par de minutos hasta vio sus ojos cerrarse por ultima vez. Poco despues abrio el maletin para ver el contenido. Que podria ser que le habia costado la vida a alguien? Lo que encontro dentro fue un par de guantes negros. Al inicio no entendio que tenian de especial hasta decidio ponerselos} {En cuanto se habia puesto ambos escucho un sonido casi como una alerta que venian de los mismos guantes. Y un momento despues comenzaron a cambiar convirtiendose en dos grandes guanteletes de metal. Que a pesar de su tamaño y material por alguna razon no le resultaban pesados en absoluto. Vio esto con asombro, y tan rapido como aparecieron volvieron a cambiar en 2 guantes negros. Tenia tantas preguntas pero al oir una serie de pasos acercandose al callejon decidio irse de ahi rapidamente}
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