• ˜”*°•.˜”*°• Me vendría bien una ducha en aquellas aguas termales. •°*”˜.•°*”˜
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  • Había estado toda la tarde y casi tres noches preparando esta poción mágica, ahora solo faltaba que lo prepare tal y como había investigado hacerla; uno por uno de los ingredientes para poción bebible fui mezclando en un pequeño jarron de cristal; vertí el agua traslúcida pero algo grumosa hervida de la mandrágora, también la esencia de camaleón con una cucharada sopera mezclandolo en sentido contrario a las agujas del reloj. Miré la pluma de fénix que levitaba a un lado mío y lo dirigí al jarrón, dejándolo caer; inmediatamente el fuego encendido hizo una erupción al contacto con el líquido grumoso de la mezcla.

    —Vamos bien, tiene buen color dorado rojizo... —miré en cuánto agua verdosa traslúcida se mezcló con la pluma rojiza del fénix. Caminé dos pasos hasta una mesita cercana donde se encontraba mi mortero de piedra con petalos de rosa negra machados previamente, lo tomé y volví a acercarme hacia a la poción.

    Espolvoreo el polvo de la rosa negra sobre la mezcla, volviendo el color hermoso a uno oscuro, sin embargo, agarro el siguiente polvo: obsidiana en polvo, siguiendo la técnica de mezclar ahora tres veces hacia el sentido horario con la cuchara.

    —Huele bien, a rosas... ~

    Finalmente, me miro la mano y con determinación en mi mirada de color marrón claro, saco una garra de mi lado lobuno con dificultades. Para luego dirigir esa uña directamente hacia mi muñeca y rasguñar un poco para empezar a verter mi sangre en la poción, consiguiendo cerrar el ciclo mágico de la poción.

    Inmediatamente luego de que mi sangre se vierte tal y como había memorizado la receta, esta cambia de color a una dorada intensa. Percibo un escalofrío de anticipación por toda mi espalda y nuca.

    —Espero que funcione esta poción...

    Lo miro unos instantes, río encantada. Para luego tomar el jarron y verterlo en cinco frascos. Perfecto. En cuánto guardo las otras cuatro, tomo entre mis manos el frasco que no guardé, y me lo tomo sin retrasar mas mi motivo, el líquido va cayendo por mi garganta y en cuanto termino la poción, dejandolo vacío. Algo en mi garganta y cuerpo arde y luego... ¡paft!

    El humo sale por mi nariz, orejas y boca al punto que me ciega tal y como si hubiera eructado. Pero no lo sentí como tal.

    Sin embargo...

    —¿Uh?

    «¿Porqué siento mis orejas mas sensibles?»pensé con desconcierto un momento.

    Me levantó torpemente de mi butaca y me dirijo al espejo. Quedando muda y tiesa frente a este.

    «Me siento diferente... ¡pero funcionó! Esta vez no somos una gran loba feroz en un sitio tan pequeño como este...»

    «pero mis ojos claros se fueron y los ojos de Astra se instalaron, su pelaje cambió mi cabello negro natural y corto...»pensé con una sonrisa tensa, incomoda. Realmente no me esperaba este resultado.

    —Tan solo espero que haya hecho todo correcto con la poción y mañana en la noche vuelva a ser yo....
    Había estado toda la tarde y casi tres noches preparando esta poción mágica, ahora solo faltaba que lo prepare tal y como había investigado hacerla; uno por uno de los ingredientes para poción bebible fui mezclando en un pequeño jarron de cristal; vertí el agua traslúcida pero algo grumosa hervida de la mandrágora, también la esencia de camaleón con una cucharada sopera mezclandolo en sentido contrario a las agujas del reloj. Miré la pluma de fénix que levitaba a un lado mío y lo dirigí al jarrón, dejándolo caer; inmediatamente el fuego encendido hizo una erupción al contacto con el líquido grumoso de la mezcla. —Vamos bien, tiene buen color dorado rojizo... —miré en cuánto agua verdosa traslúcida se mezcló con la pluma rojiza del fénix. Caminé dos pasos hasta una mesita cercana donde se encontraba mi mortero de piedra con petalos de rosa negra machados previamente, lo tomé y volví a acercarme hacia a la poción. Espolvoreo el polvo de la rosa negra sobre la mezcla, volviendo el color hermoso a uno oscuro, sin embargo, agarro el siguiente polvo: obsidiana en polvo, siguiendo la técnica de mezclar ahora tres veces hacia el sentido horario con la cuchara. —Huele bien, a rosas... ~ Finalmente, me miro la mano y con determinación en mi mirada de color marrón claro, saco una garra de mi lado lobuno con dificultades. Para luego dirigir esa uña directamente hacia mi muñeca y rasguñar un poco para empezar a verter mi sangre en la poción, consiguiendo cerrar el ciclo mágico de la poción. Inmediatamente luego de que mi sangre se vierte tal y como había memorizado la receta, esta cambia de color a una dorada intensa. Percibo un escalofrío de anticipación por toda mi espalda y nuca. —Espero que funcione esta poción... Lo miro unos instantes, río encantada. Para luego tomar el jarron y verterlo en cinco frascos. Perfecto. En cuánto guardo las otras cuatro, tomo entre mis manos el frasco que no guardé, y me lo tomo sin retrasar mas mi motivo, el líquido va cayendo por mi garganta y en cuanto termino la poción, dejandolo vacío. Algo en mi garganta y cuerpo arde y luego... ¡paft! El humo sale por mi nariz, orejas y boca al punto que me ciega tal y como si hubiera eructado. Pero no lo sentí como tal. Sin embargo... —¿Uh? «¿Porqué siento mis orejas mas sensibles?»pensé con desconcierto un momento. Me levantó torpemente de mi butaca y me dirijo al espejo. Quedando muda y tiesa frente a este. «Me siento diferente... ¡pero funcionó! Esta vez no somos una gran loba feroz en un sitio tan pequeño como este...» «pero mis ojos claros se fueron y los ojos de Astra se instalaron, su pelaje cambió mi cabello negro natural y corto...»pensé con una sonrisa tensa, incomoda. Realmente no me esperaba este resultado. —Tan solo espero que haya hecho todo correcto con la poción y mañana en la noche vuelva a ser yo....
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  • Siempre estaba atento. Al contrario que él, nada pasaba desapercibido en su bosque. Los ojos del zorro eran capaces de ver más allá de la maleza de los árboles, sus oídos escuchar como cae una hoja en algún lugar, y su olfato capaz de percibir el olor de un alumbre montaña arriba .

    Por alguna razón aquella noche se sentía inquieto. Como si algo fuera a pasar en cualquier momento. No necesariamente malo ni bueno. Era una sensación que no percibía son sus sentidos, de momento, si no más bien en el alma.

    Subido a aquella rama, mientras comía una manzana, escudriñaba con sus ojos color zafiro la oscuridad. Lo único que podría delatar su presencia eran aquellas don cuencas azules, que a luz de la luna, tomaban brillo propio.
    Siempre estaba atento. Al contrario que él, nada pasaba desapercibido en su bosque. Los ojos del zorro eran capaces de ver más allá de la maleza de los árboles, sus oídos escuchar como cae una hoja en algún lugar, y su olfato capaz de percibir el olor de un alumbre montaña arriba . Por alguna razón aquella noche se sentía inquieto. Como si algo fuera a pasar en cualquier momento. No necesariamente malo ni bueno. Era una sensación que no percibía son sus sentidos, de momento, si no más bien en el alma. Subido a aquella rama, mientras comía una manzana, escudriñaba con sus ojos color zafiro la oscuridad. Lo único que podría delatar su presencia eran aquellas don cuencas azules, que a luz de la luna, tomaban brillo propio.
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  • -desliza los dedos acariciando las cuerdas de una guitarra soltando una que otra nota mientras observa desde la lejanía al hombre para el que fue creada junto a la verdadera mujer que debería estar con el "Lilith" mientras ella es acompañada por dos animales que la siguieron pese a ser expulsada del Edén-

    Pato- Que es lo que tiene esa malcriada que tu no lo tengas.

    Loba-Lo bello de tu risa no se puede
    comparar.

    Eva- (Pero es igual a el),
    Pato- Valorado sin
    razón.
    Loba-Excesivo.
    Pato- Sin Valor.

    Ambos- Si él pudiera conocerte mejor ~

    Loba- Y el anillo no lo lleva donde
    debería estar.

    Pato- Ni siquiera toca piano,
    mucho menos cantar, no se puede
    comparar ...

    Eva (Y qué sigue siendo su destinada).

    -es jalada por el par de animales que la sientan sobre un trono de flores y ramas similar a un nido -

    Ambos- ¿Y qué?
    Pato- Lo importante.
    Excesivo. Sin Valor.

    Ambos- Si solo viera lo
    especial que puede ser.

    Si él pudiera conocerte mejor ... ~

    -eva suspiro sin poder evitar observar a aquella pareja sabiendo que solo existe por un capricho y que realmente no debería de existir. Jamás fue planeada y los angeles de Dios se encargan de hacerle recordar que no vale nada si no fuera por Adán ... Bueno sepa Dios que sería de ella -

    Eva- no soy como ellos, soy solo un error, con un cuerpo tan frágil solo traigo dolor ...

    Y su corazón palpita y yo muerta se que estoy
    y el dolor que siento en mí,
    anda y dime no es real.

    Pero aún tengo una lágrima ... que dar.

    -lleva la mano a su corazón, se pone de pie dándole la espalda a aquella imagen de Adán y Lilith-

    Pato- Lo único exclusivo que tiene algún sentido es que es idéntica a él.
    Loba- Excesivo.
    Pato- Sin valor.

    Loba- Pasajero es ese estado todos
    sabemos muy bien y tú no te comparas con el error de aquella mujer

    Pato-¿Y qué?. Lo importante.
    Loba- Excesivo.
    Pato-Sin valor.
    Loba- Si solo viera lo
    especial que puedes ser.

    Ambos- Si él pudiera conocerte mejor... ~

    -suspiro caminando entre los arbustos acariciando el follaje verde de aquellos -

    no soy como ellos, soy solo un error, con un cuerpo tan frágil solo traigo dolor ...

    Y mi corazón me duele, aunque no palpite siempre
    y el dolor que tengo aquí,
    anda y dime no es real.

    Y yo muerta se que estoy
    pero aún tengo una lágrima
    que dar.

    -cerro las manos en puños destrozando los arbustos y aunque se acababa de enterrar astillas y ramas en las manos no podía dejar de ver a Lilith con un nuevo sentimiento que sentía por primera vez en su existencia "envidia" -


    //No es el origen del pecado de la envidia pero es el motivo por el que consideraron a Eva para volverla el pecado de la envidia
    -desliza los dedos acariciando las cuerdas de una guitarra soltando una que otra nota mientras observa desde la lejanía al hombre para el que fue creada junto a la verdadera mujer que debería estar con el "Lilith" mientras ella es acompañada por dos animales que la siguieron pese a ser expulsada del Edén- Pato- Que es lo que tiene esa malcriada que tu no lo tengas. Loba-Lo bello de tu risa no se puede comparar. Eva- (Pero es igual a el), Pato- Valorado sin razón. Loba-Excesivo. Pato- Sin Valor. Ambos- Si él pudiera conocerte mejor ~ Loba- Y el anillo no lo lleva donde debería estar. Pato- Ni siquiera toca piano, mucho menos cantar, no se puede comparar ... Eva (Y qué sigue siendo su destinada). -es jalada por el par de animales que la sientan sobre un trono de flores y ramas similar a un nido - Ambos- ¿Y qué? Pato- Lo importante. Excesivo. Sin Valor. Ambos- Si solo viera lo especial que puede ser. Si él pudiera conocerte mejor ... ~ -eva suspiro sin poder evitar observar a aquella pareja sabiendo que solo existe por un capricho y que realmente no debería de existir. Jamás fue planeada y los angeles de Dios se encargan de hacerle recordar que no vale nada si no fuera por Adán ... Bueno sepa Dios que sería de ella - Eva- no soy como ellos, soy solo un error, con un cuerpo tan frágil solo traigo dolor ... Y su corazón palpita y yo muerta se que estoy y el dolor que siento en mí, anda y dime no es real. Pero aún tengo una lágrima ... que dar. -lleva la mano a su corazón, se pone de pie dándole la espalda a aquella imagen de Adán y Lilith- Pato- Lo único exclusivo que tiene algún sentido es que es idéntica a él. Loba- Excesivo. Pato- Sin valor. Loba- Pasajero es ese estado todos sabemos muy bien y tú no te comparas con el error de aquella mujer Pato-¿Y qué?. Lo importante. Loba- Excesivo. Pato-Sin valor. Loba- Si solo viera lo especial que puedes ser. Ambos- Si él pudiera conocerte mejor... ~ -suspiro caminando entre los arbustos acariciando el follaje verde de aquellos - no soy como ellos, soy solo un error, con un cuerpo tan frágil solo traigo dolor ... Y mi corazón me duele, aunque no palpite siempre y el dolor que tengo aquí, anda y dime no es real. Y yo muerta se que estoy pero aún tengo una lágrima que dar. -cerro las manos en puños destrozando los arbustos y aunque se acababa de enterrar astillas y ramas en las manos no podía dejar de ver a Lilith con un nuevo sentimiento que sentía por primera vez en su existencia "envidia" - //No es el origen del pecado de la envidia pero es el motivo por el que consideraron a Eva para volverla el pecado de la envidia
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || ¡Hola! Soy nueva en esta plataforma y aún estoy haciéndome a la idea para entender todo bien.

    Mi personaje es multifandom así que seguiré a todo sin importar de que temática sea. Suelo rolear medio extenso, dependiendo del rol y cuanto me de para extender la respuesta. La temática de los roles varían desde los divertidos, planes normales a roles de temática sensible como traumas, la muerte, sangre, etc.

    Invito a que si quieren tramar algo con mi personaje reaccionéis aquí y me paso a dm para planear algo.

    Muchísimas gracias 🫶🏻
    || ¡Hola! Soy nueva en esta plataforma y aún estoy haciéndome a la idea para entender todo bien. Mi personaje es multifandom así que seguiré a todo sin importar de que temática sea. Suelo rolear medio extenso, dependiendo del rol y cuanto me de para extender la respuesta. La temática de los roles varían desde los divertidos, planes normales a roles de temática sensible como traumas, la muerte, sangre, etc. Invito a que si quieren tramar algo con mi personaje reaccionéis aquí y me paso a dm para planear algo. Muchísimas gracias 🫶🏻
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  • Las termales son deliciosas, me relaje un buen.
    Las termales son deliciosas, me relaje un buen.
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  • Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas.

    Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros.

    “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar.

    Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado.

    Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar.

    Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru.

    La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él.

    Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo.

    “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse.

    Tocó dos veces.
    Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas:

    — Quiero que me beses. —

    El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru.

    Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas.
    Suguru Geto
    Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas. Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros. “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar. Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado. Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar. Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru. La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él. Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo. “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse. Tocó dos veces. Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas: — Quiero que me beses. — El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru. Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas. [Suguru.Geto]
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  • —Como si hubiese sido obra y mano del destino, como si los astros se hubiesen alineado de forma transversal, aunque inocua e imperceptible para el simple ojo humano, un sin fin de relámpagos y truenos se veían y escuchaban en la lejanía del cielo nocturno aquella noche. La bruma había salido de los callejones y escondrijos de mafiosos y maleantes que dominaban los barrios periféricos de aquel "Reino"; algunos pequeños roedores y animales cuadrúpedos escapaban de los refulgentes destellos en medio de la tormenta que se avecinaba; las gotas cayeron frente a las calles de los suburbios mientras los pocos transeúntes circulaban en medio de las luces y vapores entre asfalto y enrejados.

    Un grupo de bienaventurados y desprevenidos jóvenes habían tenido la mala suerte de toparse con unos degenerados rufianes que los estaban torturando a base de golpes, patadas, incluso algunos tajos producidos por las armas punzantes que traían los infelices, obligando a las pobres almas de esos civiles a soltar gemidos de dolor y chillidos; para la mirada ajena, las caras de esos mafiosos eran como demonios salidos del peor averno imaginable.

    Entre risas y la lluvia que había comenzado a empapar la escena, se comenzaron a oír pasos salidos de un callejón no muy lejos de donde ocurría la acción. A pesar de no poseer talentos ni sentidos mágicos, muchos de los malhechores sintieron un escalofrío de pies a cabeza que los obligó a virar la vista hacia la silueta oscura que salía de entre las sombras.

    Era un sujeto fornido y atlético de grandes dimensiones, unos ojos serpenteantes y amarillos que inundaban de terror a todo aquel que tuviera contacto directo con esas endemoniadas perlas, sumado a las gotas de la lluvia que obligaban a su cabello a ceder ante la gravedad dando un aspecto más tenebroso.

    Ante la mirada de terror de los torturadores y las víctimas, el humanoide jadeante frente a ellos con mirada gélida y a la vez llena de furia emitió solo una frase antes de arremeter contra aquel pequeño ejército.-

    Parece que la muerte no me sienta tan bien, creo que ya es tiempo de regresar ~
    —Como si hubiese sido obra y mano del destino, como si los astros se hubiesen alineado de forma transversal, aunque inocua e imperceptible para el simple ojo humano, un sin fin de relámpagos y truenos se veían y escuchaban en la lejanía del cielo nocturno aquella noche. La bruma había salido de los callejones y escondrijos de mafiosos y maleantes que dominaban los barrios periféricos de aquel "Reino"; algunos pequeños roedores y animales cuadrúpedos escapaban de los refulgentes destellos en medio de la tormenta que se avecinaba; las gotas cayeron frente a las calles de los suburbios mientras los pocos transeúntes circulaban en medio de las luces y vapores entre asfalto y enrejados. Un grupo de bienaventurados y desprevenidos jóvenes habían tenido la mala suerte de toparse con unos degenerados rufianes que los estaban torturando a base de golpes, patadas, incluso algunos tajos producidos por las armas punzantes que traían los infelices, obligando a las pobres almas de esos civiles a soltar gemidos de dolor y chillidos; para la mirada ajena, las caras de esos mafiosos eran como demonios salidos del peor averno imaginable. Entre risas y la lluvia que había comenzado a empapar la escena, se comenzaron a oír pasos salidos de un callejón no muy lejos de donde ocurría la acción. A pesar de no poseer talentos ni sentidos mágicos, muchos de los malhechores sintieron un escalofrío de pies a cabeza que los obligó a virar la vista hacia la silueta oscura que salía de entre las sombras. Era un sujeto fornido y atlético de grandes dimensiones, unos ojos serpenteantes y amarillos que inundaban de terror a todo aquel que tuviera contacto directo con esas endemoniadas perlas, sumado a las gotas de la lluvia que obligaban a su cabello a ceder ante la gravedad dando un aspecto más tenebroso. Ante la mirada de terror de los torturadores y las víctimas, el humanoide jadeante frente a ellos con mirada gélida y a la vez llena de furia emitió solo una frase antes de arremeter contra aquel pequeño ejército.- Parece que la muerte no me sienta tan bien, creo que ya es tiempo de regresar ~
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  • La sala de tratamiento estaba en silencio, salvo por el tenue zumbido de los tubos fluorescentes. Shoko se inclinaba sobre una camilla vacía, limpiando las manchas de sangre seca en las sábanas con movimientos metódicos. No le gustaba dejar el trabajo a medias, aunque odiaba admitir que aquello le daba cierto sentido de control. El olor metálico de la sangre persistía, mezclándose con el desinfectante que había usado momentos antes.

    Se enderezó, encendiendo un cigarrillo con el encendedor desgastado que siempre llevaba en el bolsillo. Dio una larga calada, dejando que el humo llenara sus pulmones y luego se disipara en el aire. Miró el reloj en la pared: las tres de la madrugada. Esa era la hora en la que todo parecía más crudo, más honesto. La hora donde los pensamientos no pedían permiso para invadirla.

    Shoko caminó hacia la ventana abierta. Afuera, la luna bañaba el patio en una luz tenue y fría. El viento helado rozó su rostro, pero no hizo ningún intento por cerrarla. Era extraño cómo aquella brisa nocturna parecía ser lo único que le recordaba que aún estaba viva, que aún existía más allá de las sombras de los demás.

    Pensó en todo lo que había visto ese día: maldiciones que apenas lograron ser exorcizadas, estudiantes heridos que le pedían que no dejara de curarlos, aunque apenas podían hablar del dolor. Se había acostumbrado al trabajo, al horror constante. Pero a veces, como ahora, la acumulación de esas imágenes se filtraba en su mente, quedándose atrapadas en un rincón donde ni el humo podía alcanzarlas.

    Dejó escapar una risa seca. Había tenido la oportunidad de escoger una vida más sencilla. Podría haber sido médica en cualquier hospital ordinario, tratando enfermedades normales y lidiando con problemas humanos. Pero no, había elegido esto: sangre, maldiciones y cicatrices que nadie más podía ver.

    "¿Por qué lo hago?" murmuró en voz baja, dirigiéndose al reflejo borroso de su rostro en el vidrio de la ventana. "¿Por qué sigo aquí?"

    La respuesta no llegó. Nunca llegaba. Tal vez no existía.

    Apagó el cigarrillo contra el borde de la ventana y dejó que la colilla cayera al suelo del patio. Volvió a la sala de tratamiento, recogiendo las herramientas que había usado y guardándolas con precisión casi ritual. Cada objeto tenía su lugar, y esa rutina era lo único que le daba estructura a su caos interno.

    Finalmente, se sentó en la silla giratoria junto al escritorio, encendiendo otra vez su encendedor sin intención de usarlo. La llama bailaba delante de sus ojos, proyectando sombras que parecían figuras familiares: rostros de amigos que ya no estaban, de estudiantes que se habían marchado demasiado pronto. Cerró el encendedor con un chasquido y apoyó la cabeza entre las manos.

    El amanecer no estaba lejos, pero Shoko sabía que esa noche, como tantas otras, no dormiría. No porque no pudiera, sino porque no quería.
    La sala de tratamiento estaba en silencio, salvo por el tenue zumbido de los tubos fluorescentes. Shoko se inclinaba sobre una camilla vacía, limpiando las manchas de sangre seca en las sábanas con movimientos metódicos. No le gustaba dejar el trabajo a medias, aunque odiaba admitir que aquello le daba cierto sentido de control. El olor metálico de la sangre persistía, mezclándose con el desinfectante que había usado momentos antes. Se enderezó, encendiendo un cigarrillo con el encendedor desgastado que siempre llevaba en el bolsillo. Dio una larga calada, dejando que el humo llenara sus pulmones y luego se disipara en el aire. Miró el reloj en la pared: las tres de la madrugada. Esa era la hora en la que todo parecía más crudo, más honesto. La hora donde los pensamientos no pedían permiso para invadirla. Shoko caminó hacia la ventana abierta. Afuera, la luna bañaba el patio en una luz tenue y fría. El viento helado rozó su rostro, pero no hizo ningún intento por cerrarla. Era extraño cómo aquella brisa nocturna parecía ser lo único que le recordaba que aún estaba viva, que aún existía más allá de las sombras de los demás. Pensó en todo lo que había visto ese día: maldiciones que apenas lograron ser exorcizadas, estudiantes heridos que le pedían que no dejara de curarlos, aunque apenas podían hablar del dolor. Se había acostumbrado al trabajo, al horror constante. Pero a veces, como ahora, la acumulación de esas imágenes se filtraba en su mente, quedándose atrapadas en un rincón donde ni el humo podía alcanzarlas. Dejó escapar una risa seca. Había tenido la oportunidad de escoger una vida más sencilla. Podría haber sido médica en cualquier hospital ordinario, tratando enfermedades normales y lidiando con problemas humanos. Pero no, había elegido esto: sangre, maldiciones y cicatrices que nadie más podía ver. "¿Por qué lo hago?" murmuró en voz baja, dirigiéndose al reflejo borroso de su rostro en el vidrio de la ventana. "¿Por qué sigo aquí?" La respuesta no llegó. Nunca llegaba. Tal vez no existía. Apagó el cigarrillo contra el borde de la ventana y dejó que la colilla cayera al suelo del patio. Volvió a la sala de tratamiento, recogiendo las herramientas que había usado y guardándolas con precisión casi ritual. Cada objeto tenía su lugar, y esa rutina era lo único que le daba estructura a su caos interno. Finalmente, se sentó en la silla giratoria junto al escritorio, encendiendo otra vez su encendedor sin intención de usarlo. La llama bailaba delante de sus ojos, proyectando sombras que parecían figuras familiares: rostros de amigos que ya no estaban, de estudiantes que se habían marchado demasiado pronto. Cerró el encendedor con un chasquido y apoyó la cabeza entre las manos. El amanecer no estaba lejos, pero Shoko sabía que esa noche, como tantas otras, no dormiría. No porque no pudiera, sino porque no quería.
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  • — ¿Tratar de corromperme con "todos los males del mundo"? ¿Realmente creiste que una tonteria asi seria capaz de afectarme?
    — ¿Tratar de corromperme con "todos los males del mundo"? ¿Realmente creiste que una tonteria asi seria capaz de afectarme?
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