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    HOGWARTS
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    [Nota. Cada Starter es un nuevo mundo. Leer ficha.]
    Hogwarts. Era una época distinta, el castillo aún no había conocido la sombra de Voldemort, pero los ecos de antiguas rebeliones de duendes, brujos caídos en el olvido y pactos quebrados pesaban en sus cimientos. Para los alumnos, seguía siendo refugio impenetrable; para los sabios, un tablero donde el equilibrio del mundo mágico se sostenía con frágil delicadeza.

    A lo lejos, una figura solitaria avanzaba por el viejo sendero de piedra. El manto negro rozaba el suelo con un murmullo grave, y el broche en forma de media luna centelleaba bajo la penumbra del crepúsculo. A su costado, el brillo acerado de una espada destacaba como un desafío, un arma que no pertenecía al mundo de varitas y grimorios.

    Se detuvo frente a los portones. Los muros, erguidos y solemnes, parecieron reconocerla. Sus ojos grises recorrieron la piedra, como quien contempla recuerdos que nadie más podría entender. Un instante de silencio pesó sobre ella, hasta que, con voz grave y controlada, habló:

    —Así que… Hogwarts. No esperaba volver a ver estas piedras.
    ════════════════════ HOGWARTS ════════════════════ [Nota. Cada Starter es un nuevo mundo. Leer ficha.] Hogwarts. Era una época distinta, el castillo aún no había conocido la sombra de Voldemort, pero los ecos de antiguas rebeliones de duendes, brujos caídos en el olvido y pactos quebrados pesaban en sus cimientos. Para los alumnos, seguía siendo refugio impenetrable; para los sabios, un tablero donde el equilibrio del mundo mágico se sostenía con frágil delicadeza. A lo lejos, una figura solitaria avanzaba por el viejo sendero de piedra. El manto negro rozaba el suelo con un murmullo grave, y el broche en forma de media luna centelleaba bajo la penumbra del crepúsculo. A su costado, el brillo acerado de una espada destacaba como un desafío, un arma que no pertenecía al mundo de varitas y grimorios. Se detuvo frente a los portones. Los muros, erguidos y solemnes, parecieron reconocerla. Sus ojos grises recorrieron la piedra, como quien contempla recuerdos que nadie más podría entender. Un instante de silencio pesó sobre ella, hasta que, con voz grave y controlada, habló: —Así que… Hogwarts. No esperaba volver a ver estas piedras.
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  • -La luz entraba en la habitación, sintiendo una mano sobre mi cuerpo, y un calor suave que no había sentido antes mi cabello estaba levemente, desordenado con mordidas y chupetones pero resaltaba la marca, de una media luna en mi cuello, la marca del alfa haciendo un lazo conmigo, me moví ligeramente en la cama con las sábanas que me abrazaban levemente, callendo de nuevo en el pecho del alfa, que tenía una marca de estrella en el cuello siendo mi marca de lazo-
    -La luz entraba en la habitación, sintiendo una mano sobre mi cuerpo, y un calor suave que no había sentido antes mi cabello estaba levemente, desordenado con mordidas y chupetones pero resaltaba la marca, de una media luna en mi cuello, la marca del alfa haciendo un lazo conmigo, me moví ligeramente en la cama con las sábanas que me abrazaban levemente, callendo de nuevo en el pecho del alfa, que tenía una marca de estrella en el cuello siendo mi marca de lazo-
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  • La noche había caído como un velo denso sobre la aldea, ocultando los caminos bajo la neblina espesa del otoño. Las hojas secas crujían con el viento, pero sobre los techos, no había sonido alguno. Solo una figura quieta, imponente, inmóvil como una estatua esculpida en la oscuridad.

    𝘼𝙠𝙖𝙯𝙖.

    De pie sobre las tejas inclinadas de una vieja casa de madera, observaba en silencio. Su mirada, dorada y penetrante, recorría las calles con una atención depredadora, como si el más leve susurro del aire pudiera delatar una presencia digna de su interés. No era la curiosidad lo que lo movía. Era la búsqueda.

    El silencio lo envolvía, pero no era ajeno al murmullo lejano del miedo humano, ni al rastro tenue del olor a sangre que a veces flotaba en el aire. La noche para él no era un velo, sino un campo de caza perfecto.

    Sus tatuajes brillaban apenas con el reflejo de la luna, y cada músculo de su cuerpo estaba en reposo, pero tenso, como la cuerda de un arco lista para romperse. No necesitaba moverse para ser peligroso. Su sola presencia pesaba.
    La noche había caído como un velo denso sobre la aldea, ocultando los caminos bajo la neblina espesa del otoño. Las hojas secas crujían con el viento, pero sobre los techos, no había sonido alguno. Solo una figura quieta, imponente, inmóvil como una estatua esculpida en la oscuridad. 𝘼𝙠𝙖𝙯𝙖. De pie sobre las tejas inclinadas de una vieja casa de madera, observaba en silencio. Su mirada, dorada y penetrante, recorría las calles con una atención depredadora, como si el más leve susurro del aire pudiera delatar una presencia digna de su interés. No era la curiosidad lo que lo movía. Era la búsqueda. El silencio lo envolvía, pero no era ajeno al murmullo lejano del miedo humano, ni al rastro tenue del olor a sangre que a veces flotaba en el aire. La noche para él no era un velo, sino un campo de caza perfecto. Sus tatuajes brillaban apenas con el reflejo de la luna, y cada músculo de su cuerpo estaba en reposo, pero tenso, como la cuerda de un arco lista para romperse. No necesitaba moverse para ser peligroso. Su sola presencia pesaba.
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  • La noche caía sobre la mansión de Yūrei, y las sombras se alargaban por los pasillos como si quisieran susurrarle secretos olvidados. Sentada frente a un antiguo escritorio de madera, sus dedos rozaban con delicadeza un pergamino amarillento, repasando los nombres y rostros de aquellos que, hace años, intentaron arrebatarle lo más sagrado que poseía: sus hijos.

    Nunca había buscado venganza, ni siquiera justicia en el sentido humano. Aquellos padres que alguna vez caminaron cerca de sus hijos pensaron que podrían manipularlos, controlarlos, o incluso destruirlos. No entendían que en Yūrei convergían fuerzas que ningún mortal podía comprender: demoníacas, celestiales, yokai y espirituales. Y cuando intentaron actuar… desaparecieron. No fue un castigo sádico, sino un acto de protección, silencioso y definitivo. Los ecos de su desaparición nunca alcanzaron la tierra humana; eran secretos que ella guardaba con el mismo cuidado con el que cuidaba los latidos de sus hijos.

    Su mirada se perdió en la ventana, donde la luz de la luna iluminaba los jardines congelados en el tiempo. Cada estrella parecía recordarle la eternidad de su existencia, y el precio que había pagado por permitir que sus hijos vivieran sin cargar con su peso completo. La furia contenida en su ser podía ser devastadora, pero siempre la contuvo, siempre la canalizó para proteger sin mostrarlo.

    —Nunca entenderán… —susurró, la voz apenas un eco en la sala—. Pero ellos… ellos viven. Y eso basta.

    El silencio de la mansión parecía responderle con complicidad. Sus hijos, lejos, seguramente dormían, ajenos a la tormenta que Yūrei había contenido por ellos desde las sombras. Y aun así, no sentía culpa, sino la certeza serena de que lo imposible podía ser protegido si uno estaba dispuesto a pagar el precio.

    Y en ese instante, la madre de lo imposible volvió a cerrar los ojos, dejando que la eternidad de su existencia se entrelazara con la seguridad silenciosa de quienes más amaba.
    La noche caía sobre la mansión de Yūrei, y las sombras se alargaban por los pasillos como si quisieran susurrarle secretos olvidados. Sentada frente a un antiguo escritorio de madera, sus dedos rozaban con delicadeza un pergamino amarillento, repasando los nombres y rostros de aquellos que, hace años, intentaron arrebatarle lo más sagrado que poseía: sus hijos. Nunca había buscado venganza, ni siquiera justicia en el sentido humano. Aquellos padres que alguna vez caminaron cerca de sus hijos pensaron que podrían manipularlos, controlarlos, o incluso destruirlos. No entendían que en Yūrei convergían fuerzas que ningún mortal podía comprender: demoníacas, celestiales, yokai y espirituales. Y cuando intentaron actuar… desaparecieron. No fue un castigo sádico, sino un acto de protección, silencioso y definitivo. Los ecos de su desaparición nunca alcanzaron la tierra humana; eran secretos que ella guardaba con el mismo cuidado con el que cuidaba los latidos de sus hijos. Su mirada se perdió en la ventana, donde la luz de la luna iluminaba los jardines congelados en el tiempo. Cada estrella parecía recordarle la eternidad de su existencia, y el precio que había pagado por permitir que sus hijos vivieran sin cargar con su peso completo. La furia contenida en su ser podía ser devastadora, pero siempre la contuvo, siempre la canalizó para proteger sin mostrarlo. —Nunca entenderán… —susurró, la voz apenas un eco en la sala—. Pero ellos… ellos viven. Y eso basta. El silencio de la mansión parecía responderle con complicidad. Sus hijos, lejos, seguramente dormían, ajenos a la tormenta que Yūrei había contenido por ellos desde las sombras. Y aun así, no sentía culpa, sino la certeza serena de que lo imposible podía ser protegido si uno estaba dispuesto a pagar el precio. Y en ese instante, la madre de lo imposible volvió a cerrar los ojos, dejando que la eternidad de su existencia se entrelazara con la seguridad silenciosa de quienes más amaba.
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  • Ryu リュウ・イシュタル Ishtar

    Me acerqué despacito, notando la tensión en su cuerpo y esas ojeras que la luna resaltaba como si fueran heridas de la noche. Sus ojos aún estaban abiertos, aunque cansados, buscando sin encontrar descanso.

    —Ryuu… —susurré bajito, con cuidado de no romper la frágil calma que había en la habitación.

    Sin pedir permiso, me acomodé a su lado, rodeándola con mis brazos, atrayéndola contra mi pecho. Su calor era suave, tímido, como si no estuviera acostumbrada a ser sostenida. Apoyé mi mentón sobre su cabello, cerrando los ojos.

    —Shhh… ya no estás sola… —murmuré, mientras mis dedos dibujaban caricias lentas en su espalda.

    Empecé a tararear una melodía sin nombre, un arrullo improvisado que nació en mi corazón. No hacía falta letra, solo un hilo de voz que se meciera con el silencio, como un río calmado. Poco a poco, su respiración se acompasó con la mía, y el peso de su cansancio se fue rindiendo.

    La apreté un poco más fuerte contra mí, como si con ese abrazo pudiera resguardar sus sueños. Y entre suspiro y suspiro, deseé que esa noche, al menos esa, pudiera dormir en paz.
    [Ryu] Me acerqué despacito, notando la tensión en su cuerpo y esas ojeras que la luna resaltaba como si fueran heridas de la noche. Sus ojos aún estaban abiertos, aunque cansados, buscando sin encontrar descanso. —Ryuu… —susurré bajito, con cuidado de no romper la frágil calma que había en la habitación. Sin pedir permiso, me acomodé a su lado, rodeándola con mis brazos, atrayéndola contra mi pecho. Su calor era suave, tímido, como si no estuviera acostumbrada a ser sostenida. Apoyé mi mentón sobre su cabello, cerrando los ojos. —Shhh… ya no estás sola… —murmuré, mientras mis dedos dibujaban caricias lentas en su espalda. Empecé a tararear una melodía sin nombre, un arrullo improvisado que nació en mi corazón. No hacía falta letra, solo un hilo de voz que se meciera con el silencio, como un río calmado. Poco a poco, su respiración se acompasó con la mía, y el peso de su cansancio se fue rindiendo. La apreté un poco más fuerte contra mí, como si con ese abrazo pudiera resguardar sus sueños. Y entre suspiro y suspiro, deseé que esa noche, al menos esa, pudiera dormir en paz.
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  • La bruma flotaba sobre la superficie del lago, difuminando la línea entre el agua y el cielo. La luz de la luna se reflejaba en las aguas tranquilas, creando destellos dorados que parecían danzar al ritmo de una música silenciosa. Allí, sobre una roca cercana a la orilla, se encontraba Lysander Elion Veyrith, conocido entre mortales como Lysander, aunque su verdadero nombre resonaba como un eco celestial: Elion.

    Sus alas negras con reflejos dorados descansaban parcialmente plegadas, y un suspiro del viento hizo ondear su cabello azabache con reflejos plateados. Sus ojos dorados captaban cada movimiento a su alrededor, percibiendo presencias invisibles y ecos de emociones que el agua misma parecía reflejar. La corriente susurraba secretos que sólo él podía entender, y sus labios se movieron apenas, murmurando:
    “바람이言하는 것을 들을 수 있어야 한다.”
    "Debes escuchar lo que el viento susurra."

    Elion no estaba allí por casualidad. Cada piedra, cada brisa, cada reflejo sobre la superficie del lago era parte de su estudio y su vigilancia. Los artefactos antiguos y reliquias que recolectaba tenían que permanecer protegidos, y el mundo humano necesitaba que él observara desde la distancia, sin intervenir… al menos por ahora.

    Se inclinó ligeramente sobre el agua, sus dedos rozando la superficie, creando ondas que se extendían suavemente. Allí, entre el reflejo de la luna y la bruma que abrazaba el lago, Lysander parecía suspendido entre mundos: humano y divino, luz y sombra, visible y etéreo. La tranquilidad del lugar contrastaba con el poder que emanaba de su figura, un recordatorio silencioso de que incluso el viento más suave puede ocultar una tormenta devastadora.

    Y mientras la noche continuaba, Lysander permaneció allí, observando, escuchando, esperando. Un guardián en silencio, el hermano menor de Viktor y Noah, cuya influencia se extendía más allá de lo que los ojos mortales podían comprender. El río sagrado no solo reflejaba la luz de la luna; reflejaba la presencia de un ser cuya historia apenas comenzaba a desplegarse entre la bruma y el viento.
    La bruma flotaba sobre la superficie del lago, difuminando la línea entre el agua y el cielo. La luz de la luna se reflejaba en las aguas tranquilas, creando destellos dorados que parecían danzar al ritmo de una música silenciosa. Allí, sobre una roca cercana a la orilla, se encontraba Lysander Elion Veyrith, conocido entre mortales como Lysander, aunque su verdadero nombre resonaba como un eco celestial: Elion. Sus alas negras con reflejos dorados descansaban parcialmente plegadas, y un suspiro del viento hizo ondear su cabello azabache con reflejos plateados. Sus ojos dorados captaban cada movimiento a su alrededor, percibiendo presencias invisibles y ecos de emociones que el agua misma parecía reflejar. La corriente susurraba secretos que sólo él podía entender, y sus labios se movieron apenas, murmurando: “바람이言하는 것을 들을 수 있어야 한다.” "Debes escuchar lo que el viento susurra." Elion no estaba allí por casualidad. Cada piedra, cada brisa, cada reflejo sobre la superficie del lago era parte de su estudio y su vigilancia. Los artefactos antiguos y reliquias que recolectaba tenían que permanecer protegidos, y el mundo humano necesitaba que él observara desde la distancia, sin intervenir… al menos por ahora. Se inclinó ligeramente sobre el agua, sus dedos rozando la superficie, creando ondas que se extendían suavemente. Allí, entre el reflejo de la luna y la bruma que abrazaba el lago, Lysander parecía suspendido entre mundos: humano y divino, luz y sombra, visible y etéreo. La tranquilidad del lugar contrastaba con el poder que emanaba de su figura, un recordatorio silencioso de que incluso el viento más suave puede ocultar una tormenta devastadora. Y mientras la noche continuaba, Lysander permaneció allí, observando, escuchando, esperando. Un guardián en silencio, el hermano menor de Viktor y Noah, cuya influencia se extendía más allá de lo que los ojos mortales podían comprender. El río sagrado no solo reflejaba la luz de la luna; reflejaba la presencia de un ser cuya historia apenas comenzaba a desplegarse entre la bruma y el viento.
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  • La nieve se ve hermosa con la luna

    -la joven se puso a pensar aquellos días , de que era una jovencita diosa que solía jugar en la nieve juntos sus padres .-
    La nieve se ve hermosa con la luna -la joven se puso a pensar aquellos días , de que era una jovencita diosa que solía jugar en la nieve juntos sus padres .-
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  • Cuando el dios del sol me eligió, vio en mí algo que no tienen los demás, un lobo nacido de la sombra con un corazón de luz. El blanco de mi pelaje no es belleza ni pureza, es contradicción, es el equilibrio imposible entre la bestia y la divinidad.

    Mientras otros licántropos se esconden bajo el gris o el negro de la oscuridad, yo brillo como un reflejo lunar que no puede ignorarse. En la batalla, mi pelaje me distingue, me convierte en un faro que despierta miedo en mis enemigos y esperanza en los pocos que merecen mi protección.

    No soy como otras manadas, soy el lobo que camina en solitario, el que Apolo marcó con su luz para cazar a las criaturas de la sombra. Mi blanco no es debilidad… es el peligro de que, cuando me muestro, la oscuridad no tiene dónde ocultarse, mis ojos plateados son el sello de esa verdad, una mirada que desnuda el alma, que intimida, que no permite mentiras, veo la verdad
    Cuando el dios del sol me eligió, vio en mí algo que no tienen los demás, un lobo nacido de la sombra con un corazón de luz. El blanco de mi pelaje no es belleza ni pureza, es contradicción, es el equilibrio imposible entre la bestia y la divinidad. Mientras otros licántropos se esconden bajo el gris o el negro de la oscuridad, yo brillo como un reflejo lunar que no puede ignorarse. En la batalla, mi pelaje me distingue, me convierte en un faro que despierta miedo en mis enemigos y esperanza en los pocos que merecen mi protección. No soy como otras manadas, soy el lobo que camina en solitario, el que Apolo marcó con su luz para cazar a las criaturas de la sombra. Mi blanco no es debilidad… es el peligro de que, cuando me muestro, la oscuridad no tiene dónde ocultarse, mis ojos plateados son el sello de esa verdad, una mirada que desnuda el alma, que intimida, que no permite mentiras, veo la verdad
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  • Hoy no se ve la luna porque hay tormenta, lo cual también es sumamente desagradable y perfecto.
    Hoy no se ve la luna porque hay tormenta, lo cual también es sumamente desagradable y perfecto.
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  • - sentada en la ventana la luna afuera , como si la estaba viendola
    Habían pasado tiempo Pero su pensamiento, estaban confundiendo mientras miraba aquel anillo que sotenia en su mano .-

    > Olvidar quien soy , solo quiero olvidarme de el? <
    - sentada en la ventana la luna afuera , como si la estaba viendola Habían pasado tiempo Pero su pensamiento, estaban confundiendo mientras miraba aquel anillo que sotenia en su mano .- > Olvidar quien soy , solo quiero olvidarme de el? <
    Me entristece
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