• esta noche esto esta muy animado creo uffff.... vamos con todo vamos con todo .. ( habla en su mente mientras camina )

    --en sus pensamientos eso repite mientras va caminado por el largo pasillo hasta el cuadrilátero donde le espera su rival esta nerviosa pero al mismo tiempo ansiosa y con buena energía sabe que de esta pelea depende su asenso de categoría asique solo repite en sus pensamientos ¡¡ SI LO PUEDO HACER HOY SALDRE VICTORIOSA ¡¡ .. HA LLEGADO SUVE ASU ESQUINA ESPERA QUE EL ALBITRO LA PRESENTE Y DIGA SU FICHA MIENTRAS ENFOCA SU MIRADA ASU RIVAL...

    uff bueno aquí vamos.... ( choca sus nudillos )
    esta noche esto esta muy animado creo uffff.... vamos con todo vamos con todo .. ( habla en su mente mientras camina ) --en sus pensamientos eso repite mientras va caminado por el largo pasillo hasta el cuadrilátero donde le espera su rival esta nerviosa pero al mismo tiempo ansiosa y con buena energía sabe que de esta pelea depende su asenso de categoría asique solo repite en sus pensamientos ¡¡ SI LO PUEDO HACER HOY SALDRE VICTORIOSA ¡¡ .. HA LLEGADO SUVE ASU ESQUINA ESPERA QUE EL ALBITRO LA PRESENTE Y DIGA SU FICHA MIENTRAS ENFOCA SU MIRADA ASU RIVAL... uff bueno aquí vamos.... ( choca sus nudillos )
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  • Bien bien, creo que es suficiente descanso para esta temporada tan ajetreada que nos espera. Corte noche, y sus "invitados", la hora de volver a llegado.
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  • — Los humanos poseen cuerpos tan frágiles... tan fáciles de romper. Es algo que siempre me ha fascinado: ¿cómo lograron sobrevivir tanto tiempo? Sin embargo, algunos han llegado a ser... entretenidos y mis ojos estan posados en algun que otro mortal de vez en cuando.
    — Los humanos poseen cuerpos tan frágiles... tan fáciles de romper. Es algo que siempre me ha fascinado: ¿cómo lograron sobrevivir tanto tiempo? Sin embargo, algunos han llegado a ser... entretenidos y mis ojos estan posados en algun que otro mortal de vez en cuando.
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  • Presentando a mi pequeño amigo Limu

    Lumi, es el pequeño dragón que siempre va a mi lado el mismo es de color blanco y sus alitas tienen detalles en un tono azul claro, a pesar de que es un dragón como tal realmente es una estrella como yo solo que una mucho más pequeñita.

    Es muy travieso y juguetón, así como servicial, siempre se mantiene a mi lado y yo junto a él, por tal motivo cuando caímos por aquel portal que nos alejó de nuestros amigos Lumi fue quien termino llegado a este extraño lugar junto a mi
    Presentando a mi pequeño amigo Limu Lumi, es el pequeño dragón que siempre va a mi lado el mismo es de color blanco y sus alitas tienen detalles en un tono azul claro, a pesar de que es un dragón como tal realmente es una estrella como yo solo que una mucho más pequeñita. Es muy travieso y juguetón, así como servicial, siempre se mantiene a mi lado y yo junto a él, por tal motivo cuando caímos por aquel portal que nos alejó de nuestros amigos Lumi fue quien termino llegado a este extraño lugar junto a mi
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  • La habitación de Robin estaba bañada por la luz tenue de las estrellas que se filtraba por la ventana. Era un lugar sencillo, pero cómodo, un refugio en medio de su vida nómada entre viajes espaciales y escenarios llenos de multitudes. Sin embargo, aquella noche, la tranquilidad de su entorno no lograba calmar el remolino de pensamientos que la mantenía despierta.

    Se sentó en la cama, abrazando sus rodillas, y dejó escapar un largo suspiro. En el silencio, su mente volvió a aquel día, el caos que lo cambió todo. El recuerdo seguía fresco: gritos, el eco de explosiones, y la sensación de que el aire se hacía cada vez más pesado. Entonces, en medio de la desesperación, apareció él.

    Songster.

    Había llegado como un espectro entre las sombras, eliminando amenazas con una precisión aterradora. Lo último que Robin recordó antes de desmayarse fue sentir cómo unos brazos fuertes la sujetaban y la sacaban de aquel infierno. Desde entonces, él había estado a su lado, protegiéndola sin descanso.

    Robin apartó la mirada de la ventana y la dirigió hacia la puerta cerrada. Sabía que Songster estaba ahí, del otro lado, tan vigilante como siempre. No llevaban mucho tiempo juntos, pero su presencia ya se había convertido en una constante, algo que inconscientemente buscaba en los momentos de calma y peligro por igual.

    Había algo en él que la desconcertaba. Su carácter reservado y distante era tan distinto al de ella, siempre efusiva y sociable. Pero, a pesar de las diferencias, Robin había comenzado a notar lo mucho que dependía de esa figura silenciosa. Y no era solo por la seguridad que él le proporcionaba; había algo más. Algo que crecía con cada gesto contenido, con cada mirada que él le dirigía cuando creía que ella no se daba cuenta.

    Robin se dejó caer hacia atrás, hundiendo la cabeza en las almohadas. Cerró los ojos y habló en un susurro, casi para sí misma:

    —Gracias por estar aquí… siempre.

    El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. Al contrario, era una respuesta que, de algún modo, ella esperaba. Sin embargo, el leve sonido de un movimiento al otro lado de la puerta llegó a sus oídos. Apenas perceptible, pero suficiente para que Robin supiera que él la había escuchado.

    Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras abrazaba la manta con más fuerza. No necesitaba palabras. En el mutismo de Songster había algo reconfortante, algo que hablaba más fuerte que cualquier respuesta.

    Aquella noche, Robin se permitió sentirse verdaderamente a salvo.
    La habitación de Robin estaba bañada por la luz tenue de las estrellas que se filtraba por la ventana. Era un lugar sencillo, pero cómodo, un refugio en medio de su vida nómada entre viajes espaciales y escenarios llenos de multitudes. Sin embargo, aquella noche, la tranquilidad de su entorno no lograba calmar el remolino de pensamientos que la mantenía despierta. Se sentó en la cama, abrazando sus rodillas, y dejó escapar un largo suspiro. En el silencio, su mente volvió a aquel día, el caos que lo cambió todo. El recuerdo seguía fresco: gritos, el eco de explosiones, y la sensación de que el aire se hacía cada vez más pesado. Entonces, en medio de la desesperación, apareció él. Songster. Había llegado como un espectro entre las sombras, eliminando amenazas con una precisión aterradora. Lo último que Robin recordó antes de desmayarse fue sentir cómo unos brazos fuertes la sujetaban y la sacaban de aquel infierno. Desde entonces, él había estado a su lado, protegiéndola sin descanso. Robin apartó la mirada de la ventana y la dirigió hacia la puerta cerrada. Sabía que Songster estaba ahí, del otro lado, tan vigilante como siempre. No llevaban mucho tiempo juntos, pero su presencia ya se había convertido en una constante, algo que inconscientemente buscaba en los momentos de calma y peligro por igual. Había algo en él que la desconcertaba. Su carácter reservado y distante era tan distinto al de ella, siempre efusiva y sociable. Pero, a pesar de las diferencias, Robin había comenzado a notar lo mucho que dependía de esa figura silenciosa. Y no era solo por la seguridad que él le proporcionaba; había algo más. Algo que crecía con cada gesto contenido, con cada mirada que él le dirigía cuando creía que ella no se daba cuenta. Robin se dejó caer hacia atrás, hundiendo la cabeza en las almohadas. Cerró los ojos y habló en un susurro, casi para sí misma: —Gracias por estar aquí… siempre. El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. Al contrario, era una respuesta que, de algún modo, ella esperaba. Sin embargo, el leve sonido de un movimiento al otro lado de la puerta llegó a sus oídos. Apenas perceptible, pero suficiente para que Robin supiera que él la había escuchado. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras abrazaba la manta con más fuerza. No necesitaba palabras. En el mutismo de Songster había algo reconfortante, algo que hablaba más fuerte que cualquier respuesta. Aquella noche, Robin se permitió sentirse verdaderamente a salvo.
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  • La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus.


    Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio.

    Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior.

    Apolo (gritando al cielo):
    “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!”

    La venganza.

    Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas.

    Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia.
    • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno.
    • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida.
    • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores.

    Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza.


    Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más.

    Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina.

    La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus. Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio. Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior. Apolo (gritando al cielo): “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!” La venganza. Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas. Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia. • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno. • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida. • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores. Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza. Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más. Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina. La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
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  • ⚔︎—La mujer, con su belleza radiante, había llegado al restaurante con una mezcla de ansiedad y curiosidad. Se había arreglado con esmero, prestando atención a cada detalle, desde el brillo de sus ojos hasta el suave rizo de su cabello. Pero, no podía evitar sentir una punzada de inquietud en el estómago.
    La persona que la acompañaría esa noche era un misterio para ella, un extraño que la habia contactado por las redes e invitado a compartir una velada juntos.
    Su nube de pensamientos se disolvió en el aire con la presencia de aquel ser misterioso, quien parecia sentirse con confianza.
    La joven de cabellos oscuros, sonrio y pronuncio con un tono de voz dulce.—

    "Un gusto, ¿Tú eres...?"
    —Dejó la pregunta en el aire, esperando a que la figura se presentara —
    ⚔︎—La mujer, con su belleza radiante, había llegado al restaurante con una mezcla de ansiedad y curiosidad. Se había arreglado con esmero, prestando atención a cada detalle, desde el brillo de sus ojos hasta el suave rizo de su cabello. Pero, no podía evitar sentir una punzada de inquietud en el estómago. La persona que la acompañaría esa noche era un misterio para ella, un extraño que la habia contactado por las redes e invitado a compartir una velada juntos. Su nube de pensamientos se disolvió en el aire con la presencia de aquel ser misterioso, quien parecia sentirse con confianza. La joven de cabellos oscuros, sonrio y pronuncio con un tono de voz dulce.— "Un gusto, ¿Tú eres...?" —Dejó la pregunta en el aire, esperando a que la figura se presentara —
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  • 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝
    𝘌𝘭 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳.

    El letargo era un refugio y una prisión. En la vasta oscuridad de su interior, Zaryna flotaba, como una hoja atrapada en aguas quietas, incapaz de moverse hacia la superficie. Había cedido, no por cobardía, sino por necesidad. La chispa de humanidad que aún ardía en su corazón estaba al borde de extinguirse, y su última acción antes de entregarse al sueño fue protegerla, ocultándola tras las garras de Myrrh, su padre y protector, ahora tan contaminado como ella.

    —Dormiré... —Se había dicho entonces.— ...Hasta que la escarcha en mi alma vuelva a sentir algo más que este vacío. —Pero el vacío no se llenó, ni la calma llegó con el sueño. A través del letargo, Zaryna era una sombra atrapada en su propio ser, observando con horror cómo Myrrh desataba su furia en el castillo que había sido su cárcel. Las llamas de su corrupción y su dolor consumieron las paredes y las almas que una vez la atormentaron. Había justicia en ese caos, pero también había desesperación.

    Meses, o quizá años, pasaron sin medida mientras Myrrh caminaba entre los escombros humeantes, portando el cuerpo de Zaryna como una armadura fracturada. Las huellas que dejaban eran tanto suyas como de él, marcadas por escamas quebradas y ceniza que caía como polvo en un paisaje de ruinas. Y aunque la libertad era dulce, sabía que también era incompleta. La corrupción era una jaula que ni siquiera el caos de Myrrh podía romper.

    Fue entonces, cuando el tiempo había perdido su forma y los ecos del castillo destruido eran un susurro lejano, que algo la despertó. Al principio, fue un tirón en su conciencia, como un leve movimiento en un lago helado. Una voz, ajena y desconocida, atravesó la neblina. No era una llamada brusca ni un grito, sino un murmullo cargado de intención.

    —Despierta.

    La palabra penetró las capas de su letargo, reverberando como una campana en un sueño profundo. Al principio, Zaryna resistió. Volver significaba enfrentar el dolor que había tratado de enterrar. Significaba abrir los ojos a un mundo que ya no podía reconocer y a una versión de sí misma que no quería aceptar.

    —Despierta. —Insistió la voz, más firme esta vez, pero sin perder la calma.

    Finalmente, fue Myrrh quien cedió primero. La presencia del dragón se retiró como una tormenta apaciguándose, dejando espacio para que Zaryna emergiera. Su despertar fue lento y doloroso, como el hielo resquebrajándose tras un invierno interminable. Sintio primero el peso de su cuerpo, luego el aire pesado y cargado de ceniza, y finalmente la conciencia completa. Sus ojos, rojos como brasas dormidas, se abrieron con dificultad.

    La figura ante ella era desconocida, una silueta envuelta en una capa de sombras que parecía casi un espectro entre las ruinas.

    —Eres tú. —Dijo la figura, su voz cargada de significado que Zaryna no podía descifrar de inmediato.

    Ella no respondió de inmediato. Todavía estaba reuniendo los fragmentos de su ser, intentando comprender dónde terminaba ella y comenzaba la corrupción que había impregnado cada parte de su alma.

    —¿Por qué? —Fue todo lo que logró decir, su voz ronca, como si hubiera olvidado cómo hablar.

    La figura no respondió, al menos no con palabras. Extendieron una mano hacia ella, un gesto que no era de mando ni de amenaza, sino de algo más profundo: comprensión. En ese instante, Zaryna sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: duda, no sobre sí misma, sino sobre el mundo a su alrededor. Quién era esta figura y por qué había llegado hasta ella era un misterio que no sabía si queria resolver.

    Por ahora, el letargo había terminado, y con ello, el comienzo de algo nuevo, incierto y cargado de posibilidades que no estaba segura de querer enfrentar. Pero no había otra opción. La chispa de humanidad en su interior había parpadeado, y aunque débil, aún ardía.
    𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𝘌𝘭 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳. El letargo era un refugio y una prisión. En la vasta oscuridad de su interior, Zaryna flotaba, como una hoja atrapada en aguas quietas, incapaz de moverse hacia la superficie. Había cedido, no por cobardía, sino por necesidad. La chispa de humanidad que aún ardía en su corazón estaba al borde de extinguirse, y su última acción antes de entregarse al sueño fue protegerla, ocultándola tras las garras de Myrrh, su padre y protector, ahora tan contaminado como ella. —Dormiré... —Se había dicho entonces.— ...Hasta que la escarcha en mi alma vuelva a sentir algo más que este vacío. —Pero el vacío no se llenó, ni la calma llegó con el sueño. A través del letargo, Zaryna era una sombra atrapada en su propio ser, observando con horror cómo Myrrh desataba su furia en el castillo que había sido su cárcel. Las llamas de su corrupción y su dolor consumieron las paredes y las almas que una vez la atormentaron. Había justicia en ese caos, pero también había desesperación. Meses, o quizá años, pasaron sin medida mientras Myrrh caminaba entre los escombros humeantes, portando el cuerpo de Zaryna como una armadura fracturada. Las huellas que dejaban eran tanto suyas como de él, marcadas por escamas quebradas y ceniza que caía como polvo en un paisaje de ruinas. Y aunque la libertad era dulce, sabía que también era incompleta. La corrupción era una jaula que ni siquiera el caos de Myrrh podía romper. Fue entonces, cuando el tiempo había perdido su forma y los ecos del castillo destruido eran un susurro lejano, que algo la despertó. Al principio, fue un tirón en su conciencia, como un leve movimiento en un lago helado. Una voz, ajena y desconocida, atravesó la neblina. No era una llamada brusca ni un grito, sino un murmullo cargado de intención. —Despierta. La palabra penetró las capas de su letargo, reverberando como una campana en un sueño profundo. Al principio, Zaryna resistió. Volver significaba enfrentar el dolor que había tratado de enterrar. Significaba abrir los ojos a un mundo que ya no podía reconocer y a una versión de sí misma que no quería aceptar. —Despierta. —Insistió la voz, más firme esta vez, pero sin perder la calma. Finalmente, fue Myrrh quien cedió primero. La presencia del dragón se retiró como una tormenta apaciguándose, dejando espacio para que Zaryna emergiera. Su despertar fue lento y doloroso, como el hielo resquebrajándose tras un invierno interminable. Sintio primero el peso de su cuerpo, luego el aire pesado y cargado de ceniza, y finalmente la conciencia completa. Sus ojos, rojos como brasas dormidas, se abrieron con dificultad. La figura ante ella era desconocida, una silueta envuelta en una capa de sombras que parecía casi un espectro entre las ruinas. —Eres tú. —Dijo la figura, su voz cargada de significado que Zaryna no podía descifrar de inmediato. Ella no respondió de inmediato. Todavía estaba reuniendo los fragmentos de su ser, intentando comprender dónde terminaba ella y comenzaba la corrupción que había impregnado cada parte de su alma. —¿Por qué? —Fue todo lo que logró decir, su voz ronca, como si hubiera olvidado cómo hablar. La figura no respondió, al menos no con palabras. Extendieron una mano hacia ella, un gesto que no era de mando ni de amenaza, sino de algo más profundo: comprensión. En ese instante, Zaryna sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: duda, no sobre sí misma, sino sobre el mundo a su alrededor. Quién era esta figura y por qué había llegado hasta ella era un misterio que no sabía si queria resolver. Por ahora, el letargo había terminado, y con ello, el comienzo de algo nuevo, incierto y cargado de posibilidades que no estaba segura de querer enfrentar. Pero no había otra opción. La chispa de humanidad en su interior había parpadeado, y aunque débil, aún ardía.
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  • Abro la ventanilla de mi antiguo coche para sacar el humo del cigarro que encendí antes de arrancar el coche.
    Todavía me quedan un par de encargos que mi querida jefa me envió en su último correo.
    En ese momento un repartidor del mundo mágico ya habrá llegado al apartamento de mi novio, para hacerle entrega de mi paquete.


    𝐏𝐢𝐬𝐚 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞

    I. S
    Abro la ventanilla de mi antiguo coche para sacar el humo del cigarro que encendí antes de arrancar el coche. Todavía me quedan un par de encargos que mi querida jefa me envió en su último correo. En ese momento un repartidor del mundo mágico ya habrá llegado al apartamento de mi novio, para hacerle entrega de mi paquete. “ 𝐏𝐢𝐬𝐚 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞 I. S
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  • ⚔︎—Al caer la noche, se vistió con ropas cómodas y se sentó ante la luz tenue de su lámpara. Tomó sus lentes y encendió el artefacto mágico que le permitía comunicarse con los sabios de la tierra.—

    "Muy bien... ha llegado la hora de buscar sabiduría"— se dijo a sí misma. — "Preguntaré a los sabios cuál es su género de lectura favorito y por qué les atrae. ¿Qué misterio les hace sentir parte de ese mundo?"

    —Así que, con dedos ágiles, escribió su pregunta en el pergamino mágico de "reddit", y esperó la respuesta de los sabios.—
    ⚔︎—Al caer la noche, se vistió con ropas cómodas y se sentó ante la luz tenue de su lámpara. Tomó sus lentes y encendió el artefacto mágico que le permitía comunicarse con los sabios de la tierra.— "Muy bien... ha llegado la hora de buscar sabiduría"— se dijo a sí misma. — "Preguntaré a los sabios cuál es su género de lectura favorito y por qué les atrae. ¿Qué misterio les hace sentir parte de ese mundo?" —Así que, con dedos ágiles, escribió su pregunta en el pergamino mágico de "reddit", y esperó la respuesta de los sabios.—
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