El verde impecable del campo de golf se extendía bajo el sol de la mañana. Hyeon, con su polo negro y pantalones de golf, observaba el horizonte con una mirada fría y calculadora. No estaba allí por el deporte, sino por un asunto de negocios. Se reuniría en el club de golf con alguien para cerrar un trato.
—Siempre jugando al despiste, —murmuró Hyeon, con una sonrisa fría curvando sus labios, mientras esperaba a su socio.
Su mirada se detuvo en un grupo de hombres que se acercaban al campo, sus risas y conversaciones resonaban en el aire. Hyeon los observó con interés, sin dejar de escanear el campo mientras esperaba a su socio.
—Interesante —susurró Hyeon-Seok para si mismo— un juego dentro de otro juego.
De repente, su mirada se detuvo en un hombre que se acercaba al grupo, su rostro familiar y su expresión nerviosa le causaron una sensación de disgusto. No era su socio, al que estaba esperando, era alguien más: un hombre que lo había traicionado y le había costado mucho dinero.
—Así que aquí estás —susurró Hyeon-Seok, una sonrisa fría curvando sus labios— quizás ha llegado el momento de cobrar mis deudas.
Hyeon vio como el grupo junto al hombre comenzaban a alejarse. Comenzó a caminar hacia el hombre que lo había traicionado, con paso seguro pero calmado, para no levantar sospechas. El encuentro estaba a punto de comenzar, pero de repente, una persona se atravesó en su camino, ambos chocaron hombros, desviando su atención.
—¿No ves por dónde caminas? —preguntó Hyeon, en un murmullo helado, con los ojos fijos en presencia ajena y una mirada que promete consecuencias.
—Siempre jugando al despiste, —murmuró Hyeon, con una sonrisa fría curvando sus labios, mientras esperaba a su socio.
Su mirada se detuvo en un grupo de hombres que se acercaban al campo, sus risas y conversaciones resonaban en el aire. Hyeon los observó con interés, sin dejar de escanear el campo mientras esperaba a su socio.
—Interesante —susurró Hyeon-Seok para si mismo— un juego dentro de otro juego.
De repente, su mirada se detuvo en un hombre que se acercaba al grupo, su rostro familiar y su expresión nerviosa le causaron una sensación de disgusto. No era su socio, al que estaba esperando, era alguien más: un hombre que lo había traicionado y le había costado mucho dinero.
—Así que aquí estás —susurró Hyeon-Seok, una sonrisa fría curvando sus labios— quizás ha llegado el momento de cobrar mis deudas.
Hyeon vio como el grupo junto al hombre comenzaban a alejarse. Comenzó a caminar hacia el hombre que lo había traicionado, con paso seguro pero calmado, para no levantar sospechas. El encuentro estaba a punto de comenzar, pero de repente, una persona se atravesó en su camino, ambos chocaron hombros, desviando su atención.
—¿No ves por dónde caminas? —preguntó Hyeon, en un murmullo helado, con los ojos fijos en presencia ajena y una mirada que promete consecuencias.
El verde impecable del campo de golf se extendía bajo el sol de la mañana. Hyeon, con su polo negro y pantalones de golf, observaba el horizonte con una mirada fría y calculadora. No estaba allí por el deporte, sino por un asunto de negocios. Se reuniría en el club de golf con alguien para cerrar un trato.
—Siempre jugando al despiste, —murmuró Hyeon, con una sonrisa fría curvando sus labios, mientras esperaba a su socio.
Su mirada se detuvo en un grupo de hombres que se acercaban al campo, sus risas y conversaciones resonaban en el aire. Hyeon los observó con interés, sin dejar de escanear el campo mientras esperaba a su socio.
—Interesante —susurró Hyeon-Seok para si mismo— un juego dentro de otro juego.
De repente, su mirada se detuvo en un hombre que se acercaba al grupo, su rostro familiar y su expresión nerviosa le causaron una sensación de disgusto. No era su socio, al que estaba esperando, era alguien más: un hombre que lo había traicionado y le había costado mucho dinero.
—Así que aquí estás —susurró Hyeon-Seok, una sonrisa fría curvando sus labios— quizás ha llegado el momento de cobrar mis deudas.
Hyeon vio como el grupo junto al hombre comenzaban a alejarse. Comenzó a caminar hacia el hombre que lo había traicionado, con paso seguro pero calmado, para no levantar sospechas. El encuentro estaba a punto de comenzar, pero de repente, una persona se atravesó en su camino, ambos chocaron hombros, desviando su atención.
—¿No ves por dónde caminas? —preguntó Hyeon, en un murmullo helado, con los ojos fijos en presencia ajena y una mirada que promete consecuencias.
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