• Carmina estaba detrás del mostrador de su pequeña tienda de conveniencia, revisando las fechas de caducidad de los productos en los estantes. Era una mañana tranquila, y el suave zumbido de las luces fluorescentes llenaba el espacio con un ruido de fondo constante. La mayoría de los clientes aún no llegaban, lo que le daba tiempo para organizar y limpiar.

    Mientras acomodaba los frascos de café instantáneo, un recuerdo cálido se abrió paso en su mente. La cocina de su abuelo Pietro siempre olía a café recién molido. Incluso en esta época, cuando las máquinas de cápsulas y los baristas dominaban el panorama, él insistía en usar su viejo molinillo manual cada mañana. "El café sabe mejor cuando lo haces con tus propias manos," solía decirle, con una sonrisa llena de sabiduría. Carmina podía casi escuchar el sonido del molinillo y ver la expresión de concentración en su rostro mientras giraba la manivela con calma.

    Se dirigió al área de productos frescos, donde empezó a revisar la sección de frutas y verduras. Mientras elegía cuáles desechar, recordó cómo Pietro la llevaba al mercado los fines de semana. Siempre seleccionaba las hierbas y especias con cuidado, diciendo que cada ingrediente tenía una historia y un propósito. "Tienes que saber escuchar lo que la tierra te ofrece," le explicaba mientras le mostraba cómo diferenciar el romero fresco del que había perdido su fragancia. Aunque ahora Carmina no vendía hierbas en su tienda, esa lección se quedó con ella, enseñándole a valorar la calidad y la esencia de las cosas, incluso en un lugar tan moderno y ajetreado como su tienda.

    Pasó un paño por las superficies del mostrador, sus pensamientos aún sumidos en esos días. Aunque la tienda estaba lejos de la acogedora botica de su abuelo, donde las plantas secas colgaban del techo y el olor a hierbas impregnaba el aire, ella había intentado conservar algo de esa calidez. Pietro siempre decía que un negocio era más que una transacción; era un intercambio de energía y un lugar donde las personas se encontraban para conectar, aunque solo fuera por un breve momento.

    Carmina ajustó la pequeña planta de lavanda que tenía junto a la caja registradora, un guiño a los días pasados. Pietro solía tener plantas por toda la casa, cada una con un propósito. La lavanda, decía, era para la calma y el equilibrio. "Las personas están tan ocupadas hoy en día que a veces se olvidan de respirar," le había dicho una vez mientras arreglaba unas macetas en la ventana. "Pero un pequeño toque de naturaleza siempre puede ayudar."

    El sonido de la puerta automática interrumpió sus pensamientos cuando un cliente entró. Carmina saludó con una sonrisa y lo ayudó a encontrar lo que buscaba. Al finalizar la transacción, el cliente se marchó con un agradecimiento, y Carmina se quedó un momento mirando la puerta cerrarse. Quizás su tienda no tenía la magia antigua de la botica de Pietro, pero aún era un lugar donde podía poner en práctica lo que él le había enseñado: la importancia de los pequeños gestos y de hacer sentir a las personas bienvenidas.

    Terminó de acomodar la caja de barras energéticas en el estante y se permitió una pequeña sonrisa. Su abuelo le había dejado más que recuerdos; le había dejado un legado de conexión y cuidado, algo que intentaba honrar cada día, incluso en una simple tienda de conveniencia en plena ciudad.

    Carmina estaba detrás del mostrador de su pequeña tienda de conveniencia, revisando las fechas de caducidad de los productos en los estantes. Era una mañana tranquila, y el suave zumbido de las luces fluorescentes llenaba el espacio con un ruido de fondo constante. La mayoría de los clientes aún no llegaban, lo que le daba tiempo para organizar y limpiar. Mientras acomodaba los frascos de café instantáneo, un recuerdo cálido se abrió paso en su mente. La cocina de su abuelo Pietro siempre olía a café recién molido. Incluso en esta época, cuando las máquinas de cápsulas y los baristas dominaban el panorama, él insistía en usar su viejo molinillo manual cada mañana. "El café sabe mejor cuando lo haces con tus propias manos," solía decirle, con una sonrisa llena de sabiduría. Carmina podía casi escuchar el sonido del molinillo y ver la expresión de concentración en su rostro mientras giraba la manivela con calma. Se dirigió al área de productos frescos, donde empezó a revisar la sección de frutas y verduras. Mientras elegía cuáles desechar, recordó cómo Pietro la llevaba al mercado los fines de semana. Siempre seleccionaba las hierbas y especias con cuidado, diciendo que cada ingrediente tenía una historia y un propósito. "Tienes que saber escuchar lo que la tierra te ofrece," le explicaba mientras le mostraba cómo diferenciar el romero fresco del que había perdido su fragancia. Aunque ahora Carmina no vendía hierbas en su tienda, esa lección se quedó con ella, enseñándole a valorar la calidad y la esencia de las cosas, incluso en un lugar tan moderno y ajetreado como su tienda. Pasó un paño por las superficies del mostrador, sus pensamientos aún sumidos en esos días. Aunque la tienda estaba lejos de la acogedora botica de su abuelo, donde las plantas secas colgaban del techo y el olor a hierbas impregnaba el aire, ella había intentado conservar algo de esa calidez. Pietro siempre decía que un negocio era más que una transacción; era un intercambio de energía y un lugar donde las personas se encontraban para conectar, aunque solo fuera por un breve momento. Carmina ajustó la pequeña planta de lavanda que tenía junto a la caja registradora, un guiño a los días pasados. Pietro solía tener plantas por toda la casa, cada una con un propósito. La lavanda, decía, era para la calma y el equilibrio. "Las personas están tan ocupadas hoy en día que a veces se olvidan de respirar," le había dicho una vez mientras arreglaba unas macetas en la ventana. "Pero un pequeño toque de naturaleza siempre puede ayudar." El sonido de la puerta automática interrumpió sus pensamientos cuando un cliente entró. Carmina saludó con una sonrisa y lo ayudó a encontrar lo que buscaba. Al finalizar la transacción, el cliente se marchó con un agradecimiento, y Carmina se quedó un momento mirando la puerta cerrarse. Quizás su tienda no tenía la magia antigua de la botica de Pietro, pero aún era un lugar donde podía poner en práctica lo que él le había enseñado: la importancia de los pequeños gestos y de hacer sentir a las personas bienvenidas. Terminó de acomodar la caja de barras energéticas en el estante y se permitió una pequeña sonrisa. Su abuelo le había dejado más que recuerdos; le había dejado un legado de conexión y cuidado, algo que intentaba honrar cada día, incluso en una simple tienda de conveniencia en plena ciudad.
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  • Los copos de nieve que caían a su alrededor se congelaban en el aire, suspendidos como estrellas atrapadas en el éter, y los árboles viejos, retorcidos y sin hojas, parecían lentamente volver a ser jóvenes. No recordaba de dónde venía, ni cómo había llegado a ese lugar desolado. Sus recuerdos eran como fragmentos de un espejo roto, reflejando nada más que oscuridad. Era una criatura sin historia, una sombra sin forma ni propósito, perdida en la inmensidad de su propio olvido.

    Entre la nieve, se quedó observando una flor entre sus dedos, sin comprender la dulzura del momento, sin poder experimentar la nostalgia de lo que alguna vez pudo haber sido. El viento volvió a soplar, acariciando su piel sin despertar en ella ningún estremecimiento, y la flor, pequeña y frágil, se marchitó en sus manos como un susurro de vida desvaneciéndose en el vacío.

    Entonces, con la misma calma inerte que la había guiado hasta allí, se levantó, dejando que los fragmentos de la flor cayeran, y continuó su silenciosa existencia.
    Los copos de nieve que caían a su alrededor se congelaban en el aire, suspendidos como estrellas atrapadas en el éter, y los árboles viejos, retorcidos y sin hojas, parecían lentamente volver a ser jóvenes. No recordaba de dónde venía, ni cómo había llegado a ese lugar desolado. Sus recuerdos eran como fragmentos de un espejo roto, reflejando nada más que oscuridad. Era una criatura sin historia, una sombra sin forma ni propósito, perdida en la inmensidad de su propio olvido. Entre la nieve, se quedó observando una flor entre sus dedos, sin comprender la dulzura del momento, sin poder experimentar la nostalgia de lo que alguna vez pudo haber sido. El viento volvió a soplar, acariciando su piel sin despertar en ella ningún estremecimiento, y la flor, pequeña y frágil, se marchitó en sus manos como un susurro de vida desvaneciéndose en el vacío. Entonces, con la misma calma inerte que la había guiado hasta allí, se levantó, dejando que los fragmentos de la flor cayeran, y continuó su silenciosa existencia.
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  • El sol apenas asoma tras las ventanas destrozadas mientras Sora, la doncella armada, yace en el suelo con una sonrisa confiada. Su vestido rasgado y el revólver humeante en su mano son las únicas pruebas de la batalla que acaba de librar. A su alrededor, los casquillos vacíos y las manchas de sangre revelan que no fue una pelea fácil. Aún respirando con dificultad, mira al techo, sabiendo que la verdadera amenaza aún no ha llegado...
    El sol apenas asoma tras las ventanas destrozadas mientras Sora, la doncella armada, yace en el suelo con una sonrisa confiada. Su vestido rasgado y el revólver humeante en su mano son las únicas pruebas de la batalla que acaba de librar. A su alrededor, los casquillos vacíos y las manchas de sangre revelan que no fue una pelea fácil. Aún respirando con dificultad, mira al techo, sabiendo que la verdadera amenaza aún no ha llegado...
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  • {Habia llegado a una nueva ciudad. Con los ahorros que tenia durante su tiempo trabajando en el disco. Emocionada con la idea de lo que podria pasar ahora. Era el inicio de una nueva aventura. La mas emocionante de su vida hasta ahora. Lo primero que hizo fue buscar una posada / taverna donde pudiera comer algo}
    {Habia llegado a una nueva ciudad. Con los ahorros que tenia durante su tiempo trabajando en el disco. Emocionada con la idea de lo que podria pasar ahora. Era el inicio de una nueva aventura. La mas emocionante de su vida hasta ahora. Lo primero que hizo fue buscar una posada / taverna donde pudiera comer algo}
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  • -La demonio caminaba con paso ligero por el sendero de madera, dejando que el viento otoñal acariciara su rostro y despeinara levemente su cabello corto. El susurro del viento se mezclaba con el crujido de las hojas bajo sus botas, mientras pequeños remolinos de colores revoloteaban a su alrededor. Cada hoja caída era un recordatorio de la estación de cambios, de finales y nuevos comienzos.-

    "Qué bosque tan bonito y tranquilo…"

    -murmuró para sí misma, su voz suave apenas audible entre el murmullo del viento-

    "Tuve que viajar al menos dos horas lejos de la ciudad, pero valió totalmente la pena."

    - Los cuernos verdes que adornaban su cabeza brillaban con destellos de luz al contacto con los suaves rayos del sol, que se colaban entre las ramas de los árboles. Su cola, se balanceaba de un lado a otro con un ritmo despreocupado, reflejando su tranquilidad. Mientras avanzaba, el entorno natural parecía recibirla con una calidez reconfortante, un contraste radical con el ajetreo y caos de su vida cotidiana.
    Al llegar al otro extremo del puente, Star detuvo su marcha, tomando una pausa. Sus ojos se fijaron en el río que fluía con suavidad bajo sus pies. El sonido del agua, claro y constante, le proporcionaba una paz que pocas veces encontraba en la ciudad.-

    "Este lugar es tan tranquilo que incluso me hizo olvidar lo problemática que era la ciudad"

    -Comentó en voz baja, casi como si le hablara al río mismo, su mente vagando entre recuerdos recientes y antiguos-

    "¿Por qué no me vine a vivir a un lugar lejos de lo urbano?"

    -Se giró lentamente hacia el barandal del puente, apoyando ambos brazos sobre la madera ligeramente gastada, dejando caer su peso con un suspiro relajado. Sus dedos tamborileaban suavemente sobre la superficie, mientras su mirada se perdía en la corriente del río. Observaba cómo los peces nadaban contra el flujo del agua, pequeños destellos plateados que brillaban bajo el reflejo del sol.-

    "Aunque… si no hubiese llegado hasta allí, no hubiese conocido a la gente que quiero"

    -susurró para sí misma, su tono más suave ahora, casi melancólico-

    "Quizás por algo llegué ahí, ¿no?"

    -Una sonrisa ligera y casi imperceptible se dibujó en sus labios. Aunque la ciudad y todo lo que implicaba había sido un torbellino de problemas y desafíos, también le había dado conexiones importantes. Personas a las que ahora valoraba y amaba profundamente-

    //Me dio un leve subidon de inspiración, banda. YIPPIE!
    -La demonio caminaba con paso ligero por el sendero de madera, dejando que el viento otoñal acariciara su rostro y despeinara levemente su cabello corto. El susurro del viento se mezclaba con el crujido de las hojas bajo sus botas, mientras pequeños remolinos de colores revoloteaban a su alrededor. Cada hoja caída era un recordatorio de la estación de cambios, de finales y nuevos comienzos.- "Qué bosque tan bonito y tranquilo…" -murmuró para sí misma, su voz suave apenas audible entre el murmullo del viento- "Tuve que viajar al menos dos horas lejos de la ciudad, pero valió totalmente la pena." - Los cuernos verdes que adornaban su cabeza brillaban con destellos de luz al contacto con los suaves rayos del sol, que se colaban entre las ramas de los árboles. Su cola, se balanceaba de un lado a otro con un ritmo despreocupado, reflejando su tranquilidad. Mientras avanzaba, el entorno natural parecía recibirla con una calidez reconfortante, un contraste radical con el ajetreo y caos de su vida cotidiana. Al llegar al otro extremo del puente, Star detuvo su marcha, tomando una pausa. Sus ojos se fijaron en el río que fluía con suavidad bajo sus pies. El sonido del agua, claro y constante, le proporcionaba una paz que pocas veces encontraba en la ciudad.- "Este lugar es tan tranquilo que incluso me hizo olvidar lo problemática que era la ciudad" -Comentó en voz baja, casi como si le hablara al río mismo, su mente vagando entre recuerdos recientes y antiguos- "¿Por qué no me vine a vivir a un lugar lejos de lo urbano?" -Se giró lentamente hacia el barandal del puente, apoyando ambos brazos sobre la madera ligeramente gastada, dejando caer su peso con un suspiro relajado. Sus dedos tamborileaban suavemente sobre la superficie, mientras su mirada se perdía en la corriente del río. Observaba cómo los peces nadaban contra el flujo del agua, pequeños destellos plateados que brillaban bajo el reflejo del sol.- "Aunque… si no hubiese llegado hasta allí, no hubiese conocido a la gente que quiero" -susurró para sí misma, su tono más suave ahora, casi melancólico- "Quizás por algo llegué ahí, ¿no?" -Una sonrisa ligera y casi imperceptible se dibujó en sus labios. Aunque la ciudad y todo lo que implicaba había sido un torbellino de problemas y desafíos, también le había dado conexiones importantes. Personas a las que ahora valoraba y amaba profundamente- //Me dio un leve subidon de inspiración, banda. YIPPIE!
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    //No son ni las 00:00!pero, desde que he llegado a la casa nueva no he dormido, así que aprovecharé que mañana estará todo tranquilo para descansar está noche.
    //No son ni las 00:00!pero, desde que he llegado a la casa nueva no he dormido, así que aprovecharé que mañana estará todo tranquilo para descansar está noche. :STK-23:
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  • —Entra alegremente en la comisaría y, ya que con el paso de aquellas semanas habia llegado a sembrar amistades en el local, la vampira no necesita decirle a Susan (la recepcionista) cual es su cometido allí. La saluda con una encantadora sonrisa y continua su camino hacia el despacho de Jordan como si la bolsa que llevaba en la mano fuera lo mas liviano del mundo.

    Por el camino saluda a un par de agentes más, los cuales le dedican calurosas y alegres palabras de saludo. Sus pasos la llevan hasta la puerta abierta del despacho del sheriff a la cual da dos golpecitos con dos de sus nudillos y cuando tiene la atención del sheriff, Jᴏʀᴅᴀɴ Bᴇʀɢᴍᴀɴ, entra tranquilamente en la comisaria para poner sobre la mesa la gran bolsa de papel. —

    ¡Felicidades, guapetón! Ser el mejor sheriff del país y el más guapo del mundo tiene su recompensa... ¿A qué esperas? ¡Ábrelo!


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    —Entra alegremente en la comisaría y, ya que con el paso de aquellas semanas habia llegado a sembrar amistades en el local, la vampira no necesita decirle a Susan (la recepcionista) cual es su cometido allí. La saluda con una encantadora sonrisa y continua su camino hacia el despacho de Jordan como si la bolsa que llevaba en la mano fuera lo mas liviano del mundo. Por el camino saluda a un par de agentes más, los cuales le dedican calurosas y alegres palabras de saludo. Sus pasos la llevan hasta la puerta abierta del despacho del sheriff a la cual da dos golpecitos con dos de sus nudillos y cuando tiene la atención del sheriff, [JrdnBrgnn], entra tranquilamente en la comisaria para poner sobre la mesa la gran bolsa de papel. — ¡Felicidades, guapetón! Ser el mejor sheriff del país y el más guapo del mundo tiene su recompensa... ¿A qué esperas? ¡Ábrelo! #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • - había llegado a un lugar castillo abandonado o eso parecía , estaba lesionado y hacia demaciado frío pero seguramente aquí encontrá aquello , su mente.-

    > Por qué? , había aquello aquí un lugar como este?! <

    - en se momento escucho un ruido que venía , de unos de los pasillos se preguntó quién podría ser así que su curiosidad le ganó y fue a ver .-

    ¿Quien eres?
    - había llegado a un lugar castillo abandonado o eso parecía , estaba lesionado y hacia demaciado frío pero seguramente aquí encontrá aquello , su mente.- > Por qué? , había aquello aquí un lugar como este?! < - en se momento escucho un ruido que venía , de unos de los pasillos se preguntó quién podría ser así que su curiosidad le ganó y fue a ver .- ¿Quien eres?
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  • ¿Qué es lo que realmente cuenta en un enfrentamiento de vaqueros? ¿Es la rapidez? ¿Es el talento innato? ¿O quizás la técnica depurada? En mi juventud, hubiera respondido que todo ello es crucial. Pero, tras años de vivencias, he llegado a la conclusión de que lo más valioso no es ninguna de esas cualidades... es la experiencia.

    ¿Eres alguien que carece de experiencia? Todos hemos comenzado desde cero en algún momento. Yo mismo fui un novato, dando mis primeros pasos, y con el paso del tiempo, aquí estoy: reconocido como "el más formidable duelista del viejo oeste", o al menos así me apodan algunos.

    La travesía ha sido larga y llena de desafíos, pero cada duelo, cada encuentro, ha forjado mi carácter y habilidad. Recuerda, en este vasto desierto de la vida, la experiencia es el verdadero oro que se encuentra en el polvo.

    -Ryder aconsejando a un novato antes de un duelo.
    ¿Qué es lo que realmente cuenta en un enfrentamiento de vaqueros? ¿Es la rapidez? ¿Es el talento innato? ¿O quizás la técnica depurada? En mi juventud, hubiera respondido que todo ello es crucial. Pero, tras años de vivencias, he llegado a la conclusión de que lo más valioso no es ninguna de esas cualidades... es la experiencia. ¿Eres alguien que carece de experiencia? Todos hemos comenzado desde cero en algún momento. Yo mismo fui un novato, dando mis primeros pasos, y con el paso del tiempo, aquí estoy: reconocido como "el más formidable duelista del viejo oeste", o al menos así me apodan algunos. La travesía ha sido larga y llena de desafíos, pero cada duelo, cada encuentro, ha forjado mi carácter y habilidad. Recuerda, en este vasto desierto de la vida, la experiencia es el verdadero oro que se encuentra en el polvo. -Ryder aconsejando a un novato antes de un duelo.
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  • El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados.

    Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí.

    Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender.

    Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio.

    "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable?

    Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era.

    Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
    El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados. Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí. Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender. Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio. "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable? Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era. Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
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