Un día con las Featherington
Han transcurrido dos semanas desde aquel lunes, finalmente Lady Bridgerton junto con el resto de sus hermanos, descubrieron la herida en su mano.
Colin y yo no hemos vuelto a vernos, a la única de la familia Bridgerton que sigo viendo es Eloise.
Desde aquel día he dejado de ir, ellos han tenido compromisos que atender. Además la semana pasada recibimos la visita de Phillipa y de su esposo, van a quedarse hasta el final de la temporada.
Según ellos están haciendo alguna que otra obra en su hogar, los suegros de Phillipa se encuentran justamente de viaje. Por ese motivo han tenido que venir a instalarse con nosotras.
Ahora Prudence vuelve a tener a su mejor confidente, así he logrado que dejé de ser de su atención y continué sus burlas, respecto a mí persona.
Al igual que madre, ahora solo ocupa todo su tiempo en buscar un adecuado esposo para ella, y también con la visita de Phillipa y su esposo.
Se encuentra bastante distraída, lo que me deja a mí total libertad y sobre todo, mucha paz.
Tranquilidad y paz.
Tranquilidad y paz es lo que nunca jamás se puede respirar en mi hogar.
Cuántas veces no he soñado con que mi familia fuera diferente, a como lo es en realidad.
Los sueños son simples ilusión que desaparecen nada más volver abrir los ojos.
Ojalá hubiera nacido en una familia donde se respirase amabilidad, cariño, amor, respeto y lealtad.
Una familia como la de...los Bridgerton.
Nuestra ama de llaves abandona el salón seguida por detrás de una criada, la cuál lleva en sus manos varios vestidos.
Desde el pasillo se pueden escuchar quejas referidas a la criada con la que me acababa de encontrar, según Phillipa no realizó con eficacia los arreglos que la pidió para sus nuevos vestidos.
Enseguida Prudence se une soltando malos comentarios hacia un miembro de nuestro servicio. Mientras madre sigue insistiendo a su cuñado a sajándolo con los mejores manjares, quiere tenerle como un rey, que se sienta mejor que cuándo vivía con sus padres.
Ninguno de los cuatro se dio cuenta de mi presencia lo que me viene bien, recuerdo que deje en el mueble de la entrada el libro que comencé a leer hace dos días.
A veces pasar desapercibida tiene sus ventajas sobre todo viviendo bajo el techo de mi familia.
-Perfecto, ahora ya nos encontramos toda la familia reunida.
Ojalá él esposo de Phillipa no hubiera girado la cabeza justo en mí dirección, habría deseado seguir siendo invisible para ellos. Tristemente no he acabado teniendo esa suerte.
Madre retiró los platos que se encuentran más cercanos a mí, aunque intentó hacerlo con disimulo, mi madre nunca ha sabido lo que es hacer las cosas con tacto y que no se noten.
-¿Quieres acompañarnos a merendar?.
-Lamentablemente Penélope se encuentra en régimen. A esté pasó pronto tendremos que contar muy pronto de nuevo con el servicio de Madame Delacroix para que le ajuste sus vestidos.
Mis hermanas disfrutan con cada una de las palabras de nuestra madre, hace ya tiempo que estoy acostumbrada a recibir ese tipo de comentarios respecto a mi pesó.
-Escuchado que la señorita Cowper y su madre son la comedilla de Lady Wisthledown.
-Después de su último número, nadie quiere acercarse a ellas. Ni siquiera las que parecían ser sus amigas, de ellas también huyen.
-Wisthledown nos ha hecho un favor, ahora habrá más posibilidades de que Prudence consiga más pretendientes.
-Por eso necesito nuevos vestidos.
-No los necesitas. No te hacen falta más vestidos, tienes que usar tus armas.
-¿Mis armas?.
-¿No aprendiste nada sobre las lecciones que te di el año pasado?.
Prudence sigue mirando a madre como si la estuviera hablando en otro idioma, en todo momento no dejó de mirar hacia la puerta. Si no fuera de mal gustó ya me habría levantado y hubiera salido cuánto antes del salón.
¿Y porqué no usó alguno de los nuevos vestidos de Penélope?. Seguro que Madame Delacroix puede...
-Ni hablar, no vas a tocar ninguno de esos feos vestidos.
-Nunca hubiera dado mi permiso, son míos. Además ni siquiera tenemos la misma talla, nunca te habrían válido.
-¿Tú permiso?.
Empieza a reírse en mi cara, madre está molesta por qué Prudence se haya fijado en mis vestidos. Phillipa y su esposo se mantienen en silencio, como si ellos no estuvieran en la conversación.
-Tu problema no se arregla usando los mejores vestidos, joyas o incluso los mejores aceites corporales.
-¿A qué te refieres?.
-Llevar un vestido bonito no te asegura que vayas a encontrar un esposo. Los hombres no desean mujeres sin una pizca de inteligencia.
-¿Y crees que algún hombre deseará estar con alguien como tú?.
-De lo que vamos de temporada por lo menos a mí me han sacado a bailar más veces y puedo mostrar mis tarjetas de baile o las veces que Wisthledown a hablado sobre mis logros de este año.
Mientras tú sigues manteniéndote escondida bajo las faldas de nuestra madre.
Ninguna de mis palabras les hizo gracia a ninguna de las dos, sobre todo a Prudence. La cuál sin ningún esfuerzo por mi parte, solo contando la verdad, logró dejarla sin palabras.
-¡Basta¡
Todavía recuerdo la bilis que inundó todo mi cuerpo, sigo sin poder creerme que en está ocasión no me haya quedado callada, como siempre solía hacer.
Por primera vez me he defendido del ataque de Prudence, cuándo abandoné el salón me sentí eufórica y ese sentimiento todavía me dura.
Prudence no va a dejarlo pasar al igual que madre, no me importa. No voy a volver a dejar que me traten mal, ser la victima de sus burlas y sus malos tratos.
Se acabó.
Un día con las Featherington
Han transcurrido dos semanas desde aquel lunes, finalmente Lady Bridgerton junto con el resto de sus hermanos, descubrieron la herida en su mano.
Colin y yo no hemos vuelto a vernos, a la única de la familia Bridgerton que sigo viendo es Eloise.
Desde aquel día he dejado de ir, ellos han tenido compromisos que atender. Además la semana pasada recibimos la visita de Phillipa y de su esposo, van a quedarse hasta el final de la temporada.
Según ellos están haciendo alguna que otra obra en su hogar, los suegros de Phillipa se encuentran justamente de viaje. Por ese motivo han tenido que venir a instalarse con nosotras.
Ahora Prudence vuelve a tener a su mejor confidente, así he logrado que dejé de ser de su atención y continué sus burlas, respecto a mí persona.
Al igual que madre, ahora solo ocupa todo su tiempo en buscar un adecuado esposo para ella, y también con la visita de Phillipa y su esposo.
Se encuentra bastante distraída, lo que me deja a mí total libertad y sobre todo, mucha paz.
Tranquilidad y paz.
Tranquilidad y paz es lo que nunca jamás se puede respirar en mi hogar.
Cuántas veces no he soñado con que mi familia fuera diferente, a como lo es en realidad.
Los sueños son simples ilusión que desaparecen nada más volver abrir los ojos.
Ojalá hubiera nacido en una familia donde se respirase amabilidad, cariño, amor, respeto y lealtad.
Una familia como la de...los Bridgerton.
Nuestra ama de llaves abandona el salón seguida por detrás de una criada, la cuál lleva en sus manos varios vestidos.
Desde el pasillo se pueden escuchar quejas referidas a la criada con la que me acababa de encontrar, según Phillipa no realizó con eficacia los arreglos que la pidió para sus nuevos vestidos.
Enseguida Prudence se une soltando malos comentarios hacia un miembro de nuestro servicio. Mientras madre sigue insistiendo a su cuñado a sajándolo con los mejores manjares, quiere tenerle como un rey, que se sienta mejor que cuándo vivía con sus padres.
Ninguno de los cuatro se dio cuenta de mi presencia lo que me viene bien, recuerdo que deje en el mueble de la entrada el libro que comencé a leer hace dos días.
A veces pasar desapercibida tiene sus ventajas sobre todo viviendo bajo el techo de mi familia.
-Perfecto, ahora ya nos encontramos toda la familia reunida.
Ojalá él esposo de Phillipa no hubiera girado la cabeza justo en mí dirección, habría deseado seguir siendo invisible para ellos. Tristemente no he acabado teniendo esa suerte.
Madre retiró los platos que se encuentran más cercanos a mí, aunque intentó hacerlo con disimulo, mi madre nunca ha sabido lo que es hacer las cosas con tacto y que no se noten.
-¿Quieres acompañarnos a merendar?.
-Lamentablemente Penélope se encuentra en régimen. A esté pasó pronto tendremos que contar muy pronto de nuevo con el servicio de Madame Delacroix para que le ajuste sus vestidos.
Mis hermanas disfrutan con cada una de las palabras de nuestra madre, hace ya tiempo que estoy acostumbrada a recibir ese tipo de comentarios respecto a mi pesó.
-Escuchado que la señorita Cowper y su madre son la comedilla de Lady Wisthledown.
-Después de su último número, nadie quiere acercarse a ellas. Ni siquiera las que parecían ser sus amigas, de ellas también huyen.
-Wisthledown nos ha hecho un favor, ahora habrá más posibilidades de que Prudence consiga más pretendientes.
-Por eso necesito nuevos vestidos.
-No los necesitas. No te hacen falta más vestidos, tienes que usar tus armas.
-¿Mis armas?.
-¿No aprendiste nada sobre las lecciones que te di el año pasado?.
Prudence sigue mirando a madre como si la estuviera hablando en otro idioma, en todo momento no dejó de mirar hacia la puerta. Si no fuera de mal gustó ya me habría levantado y hubiera salido cuánto antes del salón.
¿Y porqué no usó alguno de los nuevos vestidos de Penélope?. Seguro que Madame Delacroix puede...
-Ni hablar, no vas a tocar ninguno de esos feos vestidos.
-Nunca hubiera dado mi permiso, son míos. Además ni siquiera tenemos la misma talla, nunca te habrían válido.
-¿Tú permiso?.
Empieza a reírse en mi cara, madre está molesta por qué Prudence se haya fijado en mis vestidos. Phillipa y su esposo se mantienen en silencio, como si ellos no estuvieran en la conversación.
-Tu problema no se arregla usando los mejores vestidos, joyas o incluso los mejores aceites corporales.
-¿A qué te refieres?.
-Llevar un vestido bonito no te asegura que vayas a encontrar un esposo. Los hombres no desean mujeres sin una pizca de inteligencia.
-¿Y crees que algún hombre deseará estar con alguien como tú?.
-De lo que vamos de temporada por lo menos a mí me han sacado a bailar más veces y puedo mostrar mis tarjetas de baile o las veces que Wisthledown a hablado sobre mis logros de este año.
Mientras tú sigues manteniéndote escondida bajo las faldas de nuestra madre.
Ninguna de mis palabras les hizo gracia a ninguna de las dos, sobre todo a Prudence. La cuál sin ningún esfuerzo por mi parte, solo contando la verdad, logró dejarla sin palabras.
-¡Basta¡
Todavía recuerdo la bilis que inundó todo mi cuerpo, sigo sin poder creerme que en está ocasión no me haya quedado callada, como siempre solía hacer.
Por primera vez me he defendido del ataque de Prudence, cuándo abandoné el salón me sentí eufórica y ese sentimiento todavía me dura.
Prudence no va a dejarlo pasar al igual que madre, no me importa. No voy a volver a dejar que me traten mal, ser la victima de sus burlas y sus malos tratos.
Se acabó.