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    // La user pecó de buscar sol y le dió insolación ante el frío que hace. Así que, si notan a Hebe ida o rara. ¡Mea culpa! XD me fui sentarme bajo un árbol con apenas sombra y sol muy intenso, habiendo estado antes en una sombra muy húmeda y muy fría. Muy mala elección de descanso(?
    Peeeero, sigo viva. @-@
    :STK-95: // La user pecó de buscar sol y le dió insolación ante el frío que hace. Así que, si notan a Hebe ida o rara. ¡Mea culpa! XD me fui sentarme bajo un árbol con apenas sombra y sol muy intenso, habiendo estado antes en una sombra muy húmeda y muy fría. Muy mala elección de descanso(? Peeeero, sigo viva. @-@
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  • Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal.

    Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud.

    —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico.

    Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad.

    —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos.

    Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida.

    Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito.

    —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca.

    Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros.

    —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.

    Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal. Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud. —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico. Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad. —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos. Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida. Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito. —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca. Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros. —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.
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  • Hipnos, con tanta tranquilidad, llegó hasta sus reinos, protegido por la diosa Nyx, donde incluso, Zeus, Dios del cielo, temía. Los actos de Hebe habían despertado la cólera del Dios del sueño.

    A pesar de su castigo. Tenía la suficiente fuerza para derramar su maldición entre los Dioses y los humanos.

    Primero vinieron las sombras sin párpado, criaturas que Hipnos envió a los hombres que no dormían. Se arrastraban por los techos, murmuraban en los oídos, haciendo que las mentes se fragmentaran entre la vigilia y la pesadilla. Los insomnes comenzaron a ver cosas que no existían, a olvidar sus propios nombres, a temer cerrar los ojos porque lo que veían con ellos abiertos era peor.

    Los que no soñaban fueron los siguientes. A sus camas llegaban los Ladrones de Sueños, sirvientes silenciosos que robaban la posibilidad misma de imaginar. Sin sueños, los humanos se volvieron grises, mecánicos, atrapados en un presente eterno, sin esperanza ni inspiración. Las musas huyeron de la tierra.

    Los Dioses del Olimpo tampoco están exentos, el castigo por la insolencia de Hebe, le costaría el sueño. Mientras más pase el tiempo, su cansancio será mayor. Y no podrán dormir. 

    —  Olvidaron que el sueño es el otro lado de la vida. Sin él, se pudre el alma. Yo no soy el enemigo del día, sino su sombra sagrada. Y ahora... nos recordarán. —
     
    Hipnos, con tanta tranquilidad, llegó hasta sus reinos, protegido por la diosa Nyx, donde incluso, Zeus, Dios del cielo, temía. Los actos de Hebe habían despertado la cólera del Dios del sueño. A pesar de su castigo. Tenía la suficiente fuerza para derramar su maldición entre los Dioses y los humanos. Primero vinieron las sombras sin párpado, criaturas que Hipnos envió a los hombres que no dormían. Se arrastraban por los techos, murmuraban en los oídos, haciendo que las mentes se fragmentaran entre la vigilia y la pesadilla. Los insomnes comenzaron a ver cosas que no existían, a olvidar sus propios nombres, a temer cerrar los ojos porque lo que veían con ellos abiertos era peor. Los que no soñaban fueron los siguientes. A sus camas llegaban los Ladrones de Sueños, sirvientes silenciosos que robaban la posibilidad misma de imaginar. Sin sueños, los humanos se volvieron grises, mecánicos, atrapados en un presente eterno, sin esperanza ni inspiración. Las musas huyeron de la tierra. Los Dioses del Olimpo tampoco están exentos, el castigo por la insolencia de Hebe, le costaría el sueño. Mientras más pase el tiempo, su cansancio será mayor. Y no podrán dormir.  —  Olvidaron que el sueño es el otro lado de la vida. Sin él, se pudre el alma. Yo no soy el enemigo del día, sino su sombra sagrada. Y ahora... nos recordarán. —  
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    Por milenios, había sido un espíritu distante, abstraído en su tarea de crear realidades efímeras para los mortales. No sentía apego por nada de lo que soñaba, porque sabía que al despertar, todo desaparecería. Era su maldición y su don: todo lo que amaba solo existía en el espacio entre un latido y otro.

    Hasta que la vio a ella.

    Ella no aparecía en los sueños, porque su esencia no podía ser contenida por lo onírico. Era vida pura, juventud perpetua, energía renovada. Su risa no se disolvía al amanecer. Sus pasos no se desvanecían al abrir los ojos. Ella era real, y eso le dolía a Morfeo de una manera que nunca antes había sentido.

    Este día, como castigo por su padre, dormía, y soñaba.


    >> Comienzo del sueño:

    Todo comenzaba en la casa de los dios, la observó en el Olimpo sirviendo néctar a los dioses, su andar despreocupado, su voz que parecía despertar incluso a las estatuas dormidas. No era solo su belleza, sino la forma en que existía: sin miedo al tiempo, sin miedo al error. Ella era todo lo que los sueños no eran... ella era presente.

    Sin previo aviso, ella lo miró.

    —¿Tú... eres Morfeo? —le preguntó Hebe con una mezcla de sorpresa y ternura.

    Él titubeó. Acostumbrado a ser visto solo en sueños, sentirse mirado en la vigilia lo desarmó.

    —Lo soy. —respondió con voz baja, como si temiera despertar de ella.

    Hebe sonrió, esa sonrisa suya que parecía un amanecer recién inventado.

    —Pensé que solo aparecías cuando uno dormía... Pero creo que te soñé despierta.—

    Fue entonces cuando algo cambió. Morfeo, por primera vez en toda su eternidad, sintió que él era el sueño de alguien más. No un capricho pasajero, sino una ilusión con sentido.

    Ella le enseñaba a reír sin temor al ridículo. Él le mostraba paisajes imposibles, estrellas que bailaban con el mar, cielos que se desbordaban en flores. Morfeo no sabía si estaba robando instantes al destino o si el destino finalmente le estaba sonriendo.

    Y se enamoró. Como solo un dios que nunca había amado puede hacerlo. Sin medida, sin defensa, sin lógica.

    Pero sabía también que Hebe no era suya. No podía encerrarla en un sueño, no podía darle cadenas de eternidad disfrazadas de caricias. Hebe pertenecía a la vida, al ahora, al correr del tiempo que no toca a los dioses, pero que ella hacía danzar a su antojo.

    Fin del sueño <<

    Por milenios, había sido un espíritu distante, abstraído en su tarea de crear realidades efímeras para los mortales. No sentía apego por nada de lo que soñaba, porque sabía que al despertar, todo desaparecería. Era su maldición y su don: todo lo que amaba solo existía en el espacio entre un latido y otro. Hasta que la vio a ella. Ella no aparecía en los sueños, porque su esencia no podía ser contenida por lo onírico. Era vida pura, juventud perpetua, energía renovada. Su risa no se disolvía al amanecer. Sus pasos no se desvanecían al abrir los ojos. Ella era real, y eso le dolía a Morfeo de una manera que nunca antes había sentido. Este día, como castigo por su padre, dormía, y soñaba. >> Comienzo del sueño: Todo comenzaba en la casa de los dios, la observó en el Olimpo sirviendo néctar a los dioses, su andar despreocupado, su voz que parecía despertar incluso a las estatuas dormidas. No era solo su belleza, sino la forma en que existía: sin miedo al tiempo, sin miedo al error. Ella era todo lo que los sueños no eran... ella era presente. Sin previo aviso, ella lo miró. —¿Tú... eres Morfeo? —le preguntó Hebe con una mezcla de sorpresa y ternura. Él titubeó. Acostumbrado a ser visto solo en sueños, sentirse mirado en la vigilia lo desarmó. —Lo soy. —respondió con voz baja, como si temiera despertar de ella. Hebe sonrió, esa sonrisa suya que parecía un amanecer recién inventado. —Pensé que solo aparecías cuando uno dormía... Pero creo que te soñé despierta.— Fue entonces cuando algo cambió. Morfeo, por primera vez en toda su eternidad, sintió que él era el sueño de alguien más. No un capricho pasajero, sino una ilusión con sentido. Ella le enseñaba a reír sin temor al ridículo. Él le mostraba paisajes imposibles, estrellas que bailaban con el mar, cielos que se desbordaban en flores. Morfeo no sabía si estaba robando instantes al destino o si el destino finalmente le estaba sonriendo. Y se enamoró. Como solo un dios que nunca había amado puede hacerlo. Sin medida, sin defensa, sin lógica. Pero sabía también que Hebe no era suya. No podía encerrarla en un sueño, no podía darle cadenas de eternidad disfrazadas de caricias. Hebe pertenecía a la vida, al ahora, al correr del tiempo que no toca a los dioses, pero que ella hacía danzar a su antojo. Fin del sueño <<
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  • Aunque le daba dolor de cabeza llegar hasta Hipnos, se quedó varada en su propio sueño. Rememorando un poco, ella no podía ir donde Hipnos estaba, eso suponía tener un encuentro disgustante, no por el Dios, sino porque se podría cruzar con su primo idiota. Por lo que se sentó en una roca pensativa, en su propio sueño.

    «Si soy una Diosa menor, pero de una generación antes que ellos, podría intentar llamar al Dios Hipnos para habalr... Después de todo será una disculpa totalmente propia, no tengo miedo de pedir disculpas, pero si me enojo, uff.. no quiero ni pebsar que catastrofe puedo hacer; pero si es en son de paz»pendó fuertemente, plasmando sus intenciones.

    Porque estaba claro que tal vez le negarían a Morfeo que llegara hasta ella, esa noche.

    «DIOS DEL SUEÑO, HIPNOS, he aquí Hebe, desea con las mas puras intenciones hablar con usted, por favor, si escucha mi llamado.»pensó adormilada, si se quedaba profundamente dormida, estaba segura que el Dios no saldría de su cabeza hasta que ella le hablase, despues de todo, no iba a sobrevivir en este propio mundo de ensueño de su cabeza
    Aunque le daba dolor de cabeza llegar hasta Hipnos, se quedó varada en su propio sueño. Rememorando un poco, ella no podía ir donde Hipnos estaba, eso suponía tener un encuentro disgustante, no por el Dios, sino porque se podría cruzar con su primo idiota. Por lo que se sentó en una roca pensativa, en su propio sueño. «Si soy una Diosa menor, pero de una generación antes que ellos, podría intentar llamar al Dios Hipnos para habalr... Después de todo será una disculpa totalmente propia, no tengo miedo de pedir disculpas, pero si me enojo, uff.. no quiero ni pebsar que catastrofe puedo hacer; pero si es en son de paz»pendó fuertemente, plasmando sus intenciones. Porque estaba claro que tal vez le negarían a Morfeo que llegara hasta ella, esa noche. «DIOS DEL SUEÑO, HIPNOS, he aquí Hebe, desea con las mas puras intenciones hablar con usted, por favor, si escucha mi llamado.»pensó adormilada, si se quedaba profundamente dormida, estaba segura que el Dios no saldría de su cabeza hasta que ella le hablase, despues de todo, no iba a sobrevivir en este propio mundo de ensueño de su cabeza
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  • La vibra de vitalidad fluyó mucho más fuerte que cualquier otra luciérnaga cercana a ella, mortal, criatura salvaje, bicho, planta... todo lo que la rodeaba fue desplazada a segundo plano, cuando sus ojos celestes como el cielo fueron reemplazados con unos preciosos ojos dorados como el nectar, pudiendo notar ese hilo particular que siempre danzaba flojita en la vida eterna divina. Era ese hilo vital, de Morfeo, que siempre lo vió gris... un color ni malo ni bueno, pero si le dolía el corazón ver...

    ¡Por fin vibró!, cobró sentido, tembló como una gota de lluvia que se fusiona con un charco, con el mar, con la vida.

    Ella sonrió.

    Sin poder siquiera despertar del todo, soltó una risa plena, una risa de travesura y rebeldía, una risa de encanto y admiración.

    Abrió los brazos en cuánto salió al hermoso prado verde, fuera de la casa, y volvió a tararear su melodía. La melodía creada para Morfeo.

    Danzando por el pasto, con una sonrisa de dicha.

    Tal vez no era nada, para ningún Dios, tal vez no era siquiera nada para nadie. Pero para ella, Hebe, la Diosa de la vitalidad, saber que había conseguido un instante de vitalidad y luz para quien si merecía tenerlo, era bello, la verdadera luz de esperanza.

    Su corazón y emociones la estaban asfixiando en la garganta, lo sentía como un pelotón de sonidos fuertes alocar su inocente corazón.

    Sus ojos dorados, sus verdaderos ojos, brillaron, desplegando sus eternas vibras de energía, danzarinas, la felicidad de compartir su luz ... Era más de lo que su propio corazón latiente podía manejar, ella no arrebató vitalidad como era el miedo común en mortales...

    Esta vez había conseguido dar, lo que por tanto tiempo esperó obsequiar.

    Porque si, ella siempre tuvo miedo de que los mortales olvidaran a Morfeo, de que no lo vieran, de que por su culpa, alguien tan especial se perdiera.

    Porque perderse para alguien eterno, no era la muerte. Perderse era no saber si realmente existes, no saber si eres una marioneta del destino, o no saber si siquiera eres... simplemente un hilo más donde las Moiras juegan en contra de la propia voluntad de uno mismo...

    —¡Hoy si me merezco comer mucho helado!~ —exclamó entre risas, mientras seguía danzando para calmar a su tonto corazón.

    La felicidad era sencilla de conseguir...
    O tal vez ella era fácil de hacer feliz.
    La vibra de vitalidad fluyó mucho más fuerte que cualquier otra luciérnaga cercana a ella, mortal, criatura salvaje, bicho, planta... todo lo que la rodeaba fue desplazada a segundo plano, cuando sus ojos celestes como el cielo fueron reemplazados con unos preciosos ojos dorados como el nectar, pudiendo notar ese hilo particular que siempre danzaba flojita en la vida eterna divina. Era ese hilo vital, de Morfeo, que siempre lo vió gris... un color ni malo ni bueno, pero si le dolía el corazón ver... ¡Por fin vibró!, cobró sentido, tembló como una gota de lluvia que se fusiona con un charco, con el mar, con la vida. Ella sonrió. Sin poder siquiera despertar del todo, soltó una risa plena, una risa de travesura y rebeldía, una risa de encanto y admiración. Abrió los brazos en cuánto salió al hermoso prado verde, fuera de la casa, y volvió a tararear su melodía. La melodía creada para Morfeo. Danzando por el pasto, con una sonrisa de dicha. Tal vez no era nada, para ningún Dios, tal vez no era siquiera nada para nadie. Pero para ella, Hebe, la Diosa de la vitalidad, saber que había conseguido un instante de vitalidad y luz para quien si merecía tenerlo, era bello, la verdadera luz de esperanza. Su corazón y emociones la estaban asfixiando en la garganta, lo sentía como un pelotón de sonidos fuertes alocar su inocente corazón. Sus ojos dorados, sus verdaderos ojos, brillaron, desplegando sus eternas vibras de energía, danzarinas, la felicidad de compartir su luz ... Era más de lo que su propio corazón latiente podía manejar, ella no arrebató vitalidad como era el miedo común en mortales... Esta vez había conseguido dar, lo que por tanto tiempo esperó obsequiar. Porque si, ella siempre tuvo miedo de que los mortales olvidaran a Morfeo, de que no lo vieran, de que por su culpa, alguien tan especial se perdiera. Porque perderse para alguien eterno, no era la muerte. Perderse era no saber si realmente existes, no saber si eres una marioneta del destino, o no saber si siquiera eres... simplemente un hilo más donde las Moiras juegan en contra de la propia voluntad de uno mismo... —¡Hoy si me merezco comer mucho helado!~ —exclamó entre risas, mientras seguía danzando para calmar a su tonto corazón. La felicidad era sencilla de conseguir... O tal vez ella era fácil de hacer feliz.
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  • https://suno.com/song/7609d936-eaf7-475d-9c75-6571ce285861?sh=IvYLELe8aAIIx8ov

    Ahí se encontraba Hebe, curando un daño que jamás había visto. La tierra que estaba descubriendo, cada día conocía cosas mas graves de los que pudiera haber visto en el Olimpo. Su ceño fruncido, y aspecto violaceo empezó a cantar para sanar al herido a su cuidado.
    https://suno.com/song/7609d936-eaf7-475d-9c75-6571ce285861?sh=IvYLELe8aAIIx8ov Ahí se encontraba Hebe, curando un daño que jamás había visto. La tierra que estaba descubriendo, cada día conocía cosas mas graves de los que pudiera haber visto en el Olimpo. Su ceño fruncido, y aspecto violaceo empezó a cantar para sanar al herido a su cuidado.
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  • «Espero que hikaru no se asuste ante el cambio de color en mi, pero es necesario si debo hacer una curación seria. Espero todo lo que haga, algún día tenga la recompensa de ver a este polluelo que curo en un radiante Alcón fuerte y lejos de locuras masoquistas....»piensa con algo de sueño, hubiera querido seguir durmiendo a lado de Hikaru, pero la sanación que haría no era para estarlo haciendo de forma espiritual.

    Hebe había dejado atrás su cabello albino por su color original, su cabello violeta. Sus ojos celestes por el dorado nectar o como la propia eternidad. Y ahora solo se materializó a auxiliar al malherido.
    «Espero que hikaru no se asuste ante el cambio de color en mi, pero es necesario si debo hacer una curación seria. Espero todo lo que haga, algún día tenga la recompensa de ver a este polluelo que curo en un radiante Alcón fuerte y lejos de locuras masoquistas....»piensa con algo de sueño, hubiera querido seguir durmiendo a lado de Hikaru, pero la sanación que haría no era para estarlo haciendo de forma espiritual. Hebe había dejado atrás su cabello albino por su color original, su cabello violeta. Sus ojos celestes por el dorado nectar o como la propia eternidad. Y ahora solo se materializó a auxiliar al malherido.
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  • «Es hora, ahorita me toca a mi. ¡ah! Pero mi corazon esta loquito otra vez, ¡Por Zeus que no me muerda la lengua! Non, ¡Por Athena, bendiceme con tu sabiduría!»pensó antes de que Hikaru escuchara su respuesta. Todo estaba dicho sin palabras, pero ella ansiaba darle algo justo aunque no sabía como decirle todo lo que su corazón y alma significaba para todo lo dicho por él.

    Se rascó la nuca con nervios, desordenando con frustracion su larga melena blanca. «¡debo! ¡yo debo ser valiente también! ¡vamos, Hebe! ¡que la juventud nos ilumine que hoy para mi misma debo sacar vitalidad!»se echó ánimos a sí misma.
    «Es hora, ahorita me toca a mi. ¡ah! Pero mi corazon esta loquito otra vez, ¡Por Zeus que no me muerda la lengua! Non, ¡Por Athena, bendiceme con tu sabiduría!»pensó antes de que Hikaru escuchara su respuesta. Todo estaba dicho sin palabras, pero ella ansiaba darle algo justo aunque no sabía como decirle todo lo que su corazón y alma significaba para todo lo dicho por él. Se rascó la nuca con nervios, desordenando con frustracion su larga melena blanca. «¡debo! ¡yo debo ser valiente también! ¡vamos, Hebe! ¡que la juventud nos ilumine que hoy para mi misma debo sacar vitalidad!»se echó ánimos a sí misma. :STK-26:
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  • Tal vez sus palabras no estaban contestando a nada, pero muy fuera de la casa, una gran oleada de aurora boreal de colores iluminó los cielos. Mientras destellos dorados caen a la tierra, cayendo sobre todos una lluvia de euforia, alegría y vitalidad. Pues la Diosa Hebe, estaba sintiendo su primer gran explosión monumental de colores y luces a raíz de su estado emocional. Al estar con Hikaru.
    Tal vez sus palabras no estaban contestando a nada, pero muy fuera de la casa, una gran oleada de aurora boreal de colores iluminó los cielos. Mientras destellos dorados caen a la tierra, cayendo sobre todos una lluvia de euforia, alegría y vitalidad. Pues la Diosa Hebe, estaba sintiendo su primer gran explosión monumental de colores y luces a raíz de su estado emocional. Al estar con Hikaru.
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