• Lo habían llamado hacía no mucho a un apartamento en el centro de la ciudad, una mujer que sonaba desesperada y destruida, el llanto apenas haciendo sentido a las palabras. Koda pudo sacar información suficiente como para saber a dónde tenía que dirigirse y qué pasó según la mujer.

    —Llegué a casa del... del... trabajo y... lo vi... en-en la silla y... muerto... —habló la mujer del otro lado de la línea telefónica, tratando de calmarse.

    —Está bien, voy a encontrar al culpable, señora, no se preocupe.

    —Gracias, pero tu-... tu... ¿no eres- no eres un niño? Suenas como... niño. —la pregunta le molestó al detective, haciendo que bajara sus orejas hacia atrás y se quedara en silencio por un largo rato.

    —No. —cortó de inmediato, estaba de buen humor como para dejar que alguien más lo arruinara, planeaba mantenerse así.

    -------

    En el apartamento la escena era clara y todavía fresca, aunque la pobre señora de la llamada no estaba ahí. Ni siquiera tuvo que pedir llaves o forzar la entrada porque ya estaba abierta.

    —No está forzada... no entró por aquí. —comentó para sí mismo mientras inspeccionó la puerta, después alzó bien en alto sus orejas para inspeccionar el resto del lugar.

    Lo primero que notaron sus fosas nasales fue un intenso aroma dulzón, un perfume. Por las notas juzgaba que era de mujer. ¿De quién llamó o alguien más? Tomó nota mental de eso para corroborar después.

    Se acercó a donde estaba el cuerpo, en un sofá individual en la sala de estar. La televisión aún estaba encendida con un programa de citas transcurriendo. No le prestó atención a eso, si no al cuerpo. Tenía un orificio en la frente y otro en la parte anterior de la cabeza, por supuesto que la bala atravesó el cráneo y cerebro.

    Olfateó tanto el cadáver como el ambiente. La sangre seguía fresca, el cuerpo más o menos caliente y pudo detectar, entre ese perfume horrible, un muy ligero rastro de pólvora. También había tabaco.

    —Reciente... apenas unas... ¿tres horas? Cuatro, cuanto mucho. —murmuró mientras rascó apenas su barbilla, después se fijó en la mesa al lado del sofá, allí donde se esparció la sangre, el reloj marcaba la hora y la caja de cigarrillos junto con las colillas indicaban que el hombre estuvo fumando. Lo tomaron totalmente desprevenido.

    Caminó alrededor, todavía olfateando, hasta llegar a la cómoda de la sala. Se acercó a uno de los cajones, notando algo...

    —¿Aceite industrial? Huh... De la víctima no es... ¿el culpable? —de su abrigo sacó un pañuelo y abrió el cajón para inspeccionar el interior. Estaba revuelto, algunas cajas y papeles, incluso fotos, pero nada más. Cerró el cajón—. ¿Qué estaba buscando...?

    Siguió la investigación mientras guardó el pañuelo, pasando por la cocina, también algo revuelta entre las alacenas y heladera, pero nada para tomar nota. Así, pasó por el pequeño pasillo que conectaba la sala con el baño y dos habitaciones más, pequeñas. Pero Koda se detuvo en el primer cuarto, el aire cambió.

    Empujó la puerta lo suficiente para entrar y vio, al igual que antes, todo revuelto. Lo que llamó más su atención fue la ventana del cuarto abierta. Posible entrada del culpable.

    Se acercó a olfatear y, sí, más rastro de aceite. Además, la escalera de incendios estaba cerca de ahí.

    —Pudo subir por las escaleras y entrar sin ser detectado, mh... —cruzó los brazos, pensativo, pero esto no duró mucho cuando oyó pasos. Sus orejas enseguida se voltearon en la dirección de donde provenían.

    El zorro se movió rápido hacia la entrada del apartamento.

    —¡Esto es la escena de un crimen, no puedes estar aquí! ¡No, no! ¡Nada te incumbe así que lárgate! ¡Vas a terminar contaminando la escena! —su voz se alzó en volumen contra aquella persona, pero sonaba algo cómico por el hecho que tenía una voz juvenil. Incluso eso cambió además de su apariencia. Una desdicha—. Anda, vete ya, no me obligues a sacarte.

    A nadie intimidaba con la baja estatura.


    [Cualquiera puede responder si gusta.]
    Lo habían llamado hacía no mucho a un apartamento en el centro de la ciudad, una mujer que sonaba desesperada y destruida, el llanto apenas haciendo sentido a las palabras. Koda pudo sacar información suficiente como para saber a dónde tenía que dirigirse y qué pasó según la mujer. —Llegué a casa del... del... trabajo y... lo vi... en-en la silla y... muerto... —habló la mujer del otro lado de la línea telefónica, tratando de calmarse. —Está bien, voy a encontrar al culpable, señora, no se preocupe. —Gracias, pero tu-... tu... ¿no eres- no eres un niño? Suenas como... niño. —la pregunta le molestó al detective, haciendo que bajara sus orejas hacia atrás y se quedara en silencio por un largo rato. —No. —cortó de inmediato, estaba de buen humor como para dejar que alguien más lo arruinara, planeaba mantenerse así. ------- En el apartamento la escena era clara y todavía fresca, aunque la pobre señora de la llamada no estaba ahí. Ni siquiera tuvo que pedir llaves o forzar la entrada porque ya estaba abierta. —No está forzada... no entró por aquí. —comentó para sí mismo mientras inspeccionó la puerta, después alzó bien en alto sus orejas para inspeccionar el resto del lugar. Lo primero que notaron sus fosas nasales fue un intenso aroma dulzón, un perfume. Por las notas juzgaba que era de mujer. ¿De quién llamó o alguien más? Tomó nota mental de eso para corroborar después. Se acercó a donde estaba el cuerpo, en un sofá individual en la sala de estar. La televisión aún estaba encendida con un programa de citas transcurriendo. No le prestó atención a eso, si no al cuerpo. Tenía un orificio en la frente y otro en la parte anterior de la cabeza, por supuesto que la bala atravesó el cráneo y cerebro. Olfateó tanto el cadáver como el ambiente. La sangre seguía fresca, el cuerpo más o menos caliente y pudo detectar, entre ese perfume horrible, un muy ligero rastro de pólvora. También había tabaco. —Reciente... apenas unas... ¿tres horas? Cuatro, cuanto mucho. —murmuró mientras rascó apenas su barbilla, después se fijó en la mesa al lado del sofá, allí donde se esparció la sangre, el reloj marcaba la hora y la caja de cigarrillos junto con las colillas indicaban que el hombre estuvo fumando. Lo tomaron totalmente desprevenido. Caminó alrededor, todavía olfateando, hasta llegar a la cómoda de la sala. Se acercó a uno de los cajones, notando algo... —¿Aceite industrial? Huh... De la víctima no es... ¿el culpable? —de su abrigo sacó un pañuelo y abrió el cajón para inspeccionar el interior. Estaba revuelto, algunas cajas y papeles, incluso fotos, pero nada más. Cerró el cajón—. ¿Qué estaba buscando...? Siguió la investigación mientras guardó el pañuelo, pasando por la cocina, también algo revuelta entre las alacenas y heladera, pero nada para tomar nota. Así, pasó por el pequeño pasillo que conectaba la sala con el baño y dos habitaciones más, pequeñas. Pero Koda se detuvo en el primer cuarto, el aire cambió. Empujó la puerta lo suficiente para entrar y vio, al igual que antes, todo revuelto. Lo que llamó más su atención fue la ventana del cuarto abierta. Posible entrada del culpable. Se acercó a olfatear y, sí, más rastro de aceite. Además, la escalera de incendios estaba cerca de ahí. —Pudo subir por las escaleras y entrar sin ser detectado, mh... —cruzó los brazos, pensativo, pero esto no duró mucho cuando oyó pasos. Sus orejas enseguida se voltearon en la dirección de donde provenían. El zorro se movió rápido hacia la entrada del apartamento. —¡Esto es la escena de un crimen, no puedes estar aquí! ¡No, no! ¡Nada te incumbe así que lárgate! ¡Vas a terminar contaminando la escena! —su voz se alzó en volumen contra aquella persona, pero sonaba algo cómico por el hecho que tenía una voz juvenil. Incluso eso cambió además de su apariencia. Una desdicha—. Anda, vete ya, no me obligues a sacarte. A nadie intimidaba con la baja estatura. [Cualquiera puede responder si gusta.]
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  • -la orden a Sido cuidarlos mientras duerme pero jamás que no se moviera de dónde estaba. Transformado en can tomo con cuidado a koto, ron y jaken recostandolos sobre su lomo para mantenerlos cuidados.
    Cuando se aseguro que no se caerían por más que se moviera se puso de pie pegando la nariz al piso en busca de lo primero que se le cruce en el camino y le de la atención que merece un lord como el. Para su suerte o desgracia no tardó en toparse con un humano pero no reaccionó con violencia se sentó olfateando al costal de carne ante el buscando sus intenciones -
    -la orden a Sido cuidarlos mientras duerme pero jamás que no se moviera de dónde estaba. Transformado en can tomo con cuidado a koto, ron y jaken recostandolos sobre su lomo para mantenerlos cuidados. Cuando se aseguro que no se caerían por más que se moviera se puso de pie pegando la nariz al piso en busca de lo primero que se le cruce en el camino y le de la atención que merece un lord como el. Para su suerte o desgracia no tardó en toparse con un humano pero no reaccionó con violencia se sentó olfateando al costal de carne ante el buscando sus intenciones -
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  • El sol entraba con una luz más suave de lo habitual cuando Isla despertó, algo desorientada. Parpadeó un par de veces antes de mirar el reloj, y su sorpresa fue inmediata.
    —¿Media tarde…? —susurró, incorporándose con lentitud.

    El lado de la cama donde dormía su marido estaba vacío, y desde la cocina llegaba el sonido de algo moviéndose. Supuso que Darküs estaría allí, como siempre, inquieto cuando ella dormía demasiado. Se estiró, pero al hacerlo notó una sensación extraña, húmeda, cálida… y el corazón le dio un vuelco.

    El olor en la habitación también era distinto. No era sudor, ni el aroma de otras noches, sino algo completamente nuevo.

    Darküs apareció justo entonces, con una sonrisa distraída.
    —¿No tienes boca para llamarme? —bromeó, acercándose a ella.

    Isla se llevó una mano al pecho, sobresaltada.
    —¡Me vas a matar del susto! —exhaló, entre risas nerviosas—. Dormí casi todo el día, ya no podía seguir acostada…

    Él frunció el ceño y olfateó el aire.
    —¿A qué huele…? —preguntó, curioso.

    Isla giró la cabeza hacia la cama, y en cuanto vio el gran círculo húmedo sobre las sábanas, todo encajó. Sus ojos se abrieron de golpe.
    —Mierda… —murmuró, y lo miró con la respiración entrecortada—. Cielo, no te pongas nervioso, pero creo que Brianna ya viene.

    —¡Has roto aguas! —exclamó él, golpeándose la frente antes de sonreír con nerviosismo. No perdió ni un segundo: la tomó de la mano y en un abrir y cerrar de ojos desapareció, regresando con el médico a su lado.

    El doctor llegó aún en bañador, sorprendido pero eficiente, y enseguida se puso manos a la obra. Carmen llegó poco después, lista para ayudar. Isla, sentada en la cama, apenas podía controlar sus respiraciones. Darküs se arrodilló a su lado y le tomó la mano.

    —Todo va a salir bien, mi amor —susurró, acariciándole la mejilla—. Respira conmigo, ¿sí?

    Ella asintió, apretando sus dedos con fuerza. El primer empujón la hizo gritar, y las lágrimas se mezclaron con el sudor que perlaba su frente.
    —¡Dios, duele tanto…!

    —Ya casi, ya casi, Isla. Eres la mujer más fuerte que conozco. —Darküs no se apartaba, sus ojos brillaban entre el miedo y la ternura.

    Carmen refrescó la frente de Isla con una toalla húmeda mientras el médico daba las últimas indicaciones.
    —Muy bien, empuja una vez más. Ya se ve la cabecita…

    Darküs se asomó, conteniendo el aliento.
    —La veo… —dijo con la voz quebrada—. Amor, la veo. Es nuestra niña…

    Con el último esfuerzo, un pequeño llanto llenó la habitación. Isla soltó el aire entre sollozos, exhausta. El médico colocó a la bebé sobre su pecho, y en cuanto la sintió, la niña se calmó, buscando instintivamente el calor de su madre.

    Isla la miró, temblorosa, con lágrimas cayendo sin control.
    —Es tan pequeñita… —susurró, acariciando su cabecita—. Hola, mi amor…

    Darküs apenas podía hablar. Con los ojos húmedos, besó la frente de Isla y cortó el cordón umbilical con manos temblorosas.
    —Es perfecta… igual que tú —murmuró, dejando caer una lágrima sobre su mejilla.

    Cuando el médico y Carmen terminaron de limpiar y ordenar todo, los dejaron a solas. La habitación se llenó de silencio, solo roto por los suaves ruiditos de Brianna mamando el pecho de su madre. Isla, aún conmovida, levantó la vista hacia su esposo y rozó sus labios con un beso suave.
    —Te amo —dijo apenas en un suspiro.

    Darküs la miró, completamente rendido.
    —Y yo a ti. Gracias por esto… por las dos.

    Se quedaron así, juntos, mientras el atardecer cubría la habitación con tonos dorados. Brianna dormía sobre el pecho de su madre, y Darküs, con la mano sobre ambas, sonrió sabiendo que aquel era el principio de todo.

    Darküs Volkøv
    El sol entraba con una luz más suave de lo habitual cuando Isla despertó, algo desorientada. Parpadeó un par de veces antes de mirar el reloj, y su sorpresa fue inmediata. —¿Media tarde…? —susurró, incorporándose con lentitud. El lado de la cama donde dormía su marido estaba vacío, y desde la cocina llegaba el sonido de algo moviéndose. Supuso que Darküs estaría allí, como siempre, inquieto cuando ella dormía demasiado. Se estiró, pero al hacerlo notó una sensación extraña, húmeda, cálida… y el corazón le dio un vuelco. El olor en la habitación también era distinto. No era sudor, ni el aroma de otras noches, sino algo completamente nuevo. Darküs apareció justo entonces, con una sonrisa distraída. —¿No tienes boca para llamarme? —bromeó, acercándose a ella. Isla se llevó una mano al pecho, sobresaltada. —¡Me vas a matar del susto! —exhaló, entre risas nerviosas—. Dormí casi todo el día, ya no podía seguir acostada… Él frunció el ceño y olfateó el aire. —¿A qué huele…? —preguntó, curioso. Isla giró la cabeza hacia la cama, y en cuanto vio el gran círculo húmedo sobre las sábanas, todo encajó. Sus ojos se abrieron de golpe. —Mierda… —murmuró, y lo miró con la respiración entrecortada—. Cielo, no te pongas nervioso, pero creo que Brianna ya viene. —¡Has roto aguas! —exclamó él, golpeándose la frente antes de sonreír con nerviosismo. No perdió ni un segundo: la tomó de la mano y en un abrir y cerrar de ojos desapareció, regresando con el médico a su lado. El doctor llegó aún en bañador, sorprendido pero eficiente, y enseguida se puso manos a la obra. Carmen llegó poco después, lista para ayudar. Isla, sentada en la cama, apenas podía controlar sus respiraciones. Darküs se arrodilló a su lado y le tomó la mano. —Todo va a salir bien, mi amor —susurró, acariciándole la mejilla—. Respira conmigo, ¿sí? Ella asintió, apretando sus dedos con fuerza. El primer empujón la hizo gritar, y las lágrimas se mezclaron con el sudor que perlaba su frente. —¡Dios, duele tanto…! —Ya casi, ya casi, Isla. Eres la mujer más fuerte que conozco. —Darküs no se apartaba, sus ojos brillaban entre el miedo y la ternura. Carmen refrescó la frente de Isla con una toalla húmeda mientras el médico daba las últimas indicaciones. —Muy bien, empuja una vez más. Ya se ve la cabecita… Darküs se asomó, conteniendo el aliento. —La veo… —dijo con la voz quebrada—. Amor, la veo. Es nuestra niña… Con el último esfuerzo, un pequeño llanto llenó la habitación. Isla soltó el aire entre sollozos, exhausta. El médico colocó a la bebé sobre su pecho, y en cuanto la sintió, la niña se calmó, buscando instintivamente el calor de su madre. Isla la miró, temblorosa, con lágrimas cayendo sin control. —Es tan pequeñita… —susurró, acariciando su cabecita—. Hola, mi amor… Darküs apenas podía hablar. Con los ojos húmedos, besó la frente de Isla y cortó el cordón umbilical con manos temblorosas. —Es perfecta… igual que tú —murmuró, dejando caer una lágrima sobre su mejilla. Cuando el médico y Carmen terminaron de limpiar y ordenar todo, los dejaron a solas. La habitación se llenó de silencio, solo roto por los suaves ruiditos de Brianna mamando el pecho de su madre. Isla, aún conmovida, levantó la vista hacia su esposo y rozó sus labios con un beso suave. —Te amo —dijo apenas en un suspiro. Darküs la miró, completamente rendido. —Y yo a ti. Gracias por esto… por las dos. Se quedaron así, juntos, mientras el atardecer cubría la habitación con tonos dorados. Brianna dormía sobre el pecho de su madre, y Darküs, con la mano sobre ambas, sonrió sabiendo que aquel era el principio de todo. [Darkus]
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  • El chico lobo se encontraba en el lago detrás de Mondstadt, había ido a bañarse y a probar una barra blanca que le había dicho que hacía burbujas con agua, jabón. El olor le llamaba la atención pues a pesar de no oler a comida olía ciertamente agradable.

    -Oler...a sniff...sniff...-olfateó la barra de jabó-... Así oler Hermana Lisa...a veces...

    Dijo mientras se metía al lago. El agua estaba fresca, cómoda para él. Después de mojarse el cuerpo dijo lo que le dijeron, metió la barra al agua y comenzó a revolver con las manos, en poco tiempo el agua comenzó a hacerse jabonosa y a levantar espuma.

    -Oh...funciona...funciona..

    Dijo animado mientras se enjabonaba la cabeza y su largo cabello blanco, como era de esperarse el jabón creció y le picó en los ojos haciéndolo que los cerrara mientras agitaba la cabeza de lado a lado a la par que se tallaba los ojos con las manos.

    -¡Ah!..¡Jabón malo!...¡Pica...pica!..

    Era limpio, se bañaba a diario en el río o en el lago, pero el jabón era relativamente nuevo para él.
    El chico lobo se encontraba en el lago detrás de Mondstadt, había ido a bañarse y a probar una barra blanca que le había dicho que hacía burbujas con agua, jabón. El olor le llamaba la atención pues a pesar de no oler a comida olía ciertamente agradable. -Oler...a sniff...sniff...-olfateó la barra de jabó-... Así oler Hermana Lisa...a veces... Dijo mientras se metía al lago. El agua estaba fresca, cómoda para él. Después de mojarse el cuerpo dijo lo que le dijeron, metió la barra al agua y comenzó a revolver con las manos, en poco tiempo el agua comenzó a hacerse jabonosa y a levantar espuma. -Oh...funciona...funciona.. Dijo animado mientras se enjabonaba la cabeza y su largo cabello blanco, como era de esperarse el jabón creció y le picó en los ojos haciéndolo que los cerrara mientras agitaba la cabeza de lado a lado a la par que se tallaba los ojos con las manos. -¡Ah!..¡Jabón malo!...¡Pica...pica!.. Era limpio, se bañaba a diario en el río o en el lago, pero el jabón era relativamente nuevo para él.
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  • "A fate for the fateless and a future for us both".
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  • El Comienzo de Tarzán

    La selva no olvida.
    Entre el rugido de los ríos y el canto perpetuo de las cigarras, la jungla guarda los ecos de una historia que nació entre raíces y sangre.

    Tarzán vino al mundo en el corazón verde de África, allí donde el sol apenas toca el suelo y los árboles se alzan como columnas que sostienen el cielo. Su primer llanto no fue escuchado por los hombres, sino por los gorilas, los monos y las aves que custodiaban la espesura. La madre, débil por la travesía, apenas tuvo fuerzas para abrazarlo una vez antes de que la selva reclamara su vida. El padre, un hombre civilizado, luchó contra la locura del aislamiento, contra la humedad y la fiebre… pero la selva siempre gana.

    Cuando los cuerpos quedaron inertes en aquella cabaña improvisada, el destino se detuvo un instante. De entre la niebla apareció una sombra: una hembra de gorila, de ojos tristes y corazón roto por la pérdida de su propia cría. Se acercó al pequeño humano, lo olfateó con curiosidad, con dolor… y decidió que sería suyo.
    Así, la selva le dio un nuevo nombre: Tarzán —el hijo de la selva, el que no pertenece ni al cielo ni a la tierra de los hombres.

    Creció entre rugidos y golpes de pecho, aprendiendo a correr con los simios, a escuchar lo que el viento decía, a distinguir el lenguaje de cada criatura. Su cuerpo se volvió fuerte, rápido, flexible; su mente, curiosa y salvaje. No conocía la vergüenza, ni el miedo, ni la palabra “imposible”.
    La selva era su madre, los árboles su hogar, el aire su voz. Y aunque aún no lo sabía, su destino aguardaba más allá de las lianas: en los ojos de una mujer que un día cambiaría todo su mundo.

    Pero antes de conocerla, Tarzán fue solo un nombre susurrado entre las ramas, una sombra que los cazadores temían, una leyenda con alma de hombre y corazón de bestia.
    El Comienzo de Tarzán La selva no olvida. Entre el rugido de los ríos y el canto perpetuo de las cigarras, la jungla guarda los ecos de una historia que nació entre raíces y sangre. Tarzán vino al mundo en el corazón verde de África, allí donde el sol apenas toca el suelo y los árboles se alzan como columnas que sostienen el cielo. Su primer llanto no fue escuchado por los hombres, sino por los gorilas, los monos y las aves que custodiaban la espesura. La madre, débil por la travesía, apenas tuvo fuerzas para abrazarlo una vez antes de que la selva reclamara su vida. El padre, un hombre civilizado, luchó contra la locura del aislamiento, contra la humedad y la fiebre… pero la selva siempre gana. Cuando los cuerpos quedaron inertes en aquella cabaña improvisada, el destino se detuvo un instante. De entre la niebla apareció una sombra: una hembra de gorila, de ojos tristes y corazón roto por la pérdida de su propia cría. Se acercó al pequeño humano, lo olfateó con curiosidad, con dolor… y decidió que sería suyo. Así, la selva le dio un nuevo nombre: Tarzán —el hijo de la selva, el que no pertenece ni al cielo ni a la tierra de los hombres. Creció entre rugidos y golpes de pecho, aprendiendo a correr con los simios, a escuchar lo que el viento decía, a distinguir el lenguaje de cada criatura. Su cuerpo se volvió fuerte, rápido, flexible; su mente, curiosa y salvaje. No conocía la vergüenza, ni el miedo, ni la palabra “imposible”. La selva era su madre, los árboles su hogar, el aire su voz. Y aunque aún no lo sabía, su destino aguardaba más allá de las lianas: en los ojos de una mujer que un día cambiaría todo su mundo. Pero antes de conocerla, Tarzán fue solo un nombre susurrado entre las ramas, una sombra que los cazadores temían, una leyenda con alma de hombre y corazón de bestia.
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  • –¡Groar!

    Exhala líneas de fuego contratadas para iniciar un pequeño incendio y confirmar las sospechas que lleva arrastrando desde olfateo ese segmento del camino.

    Algunos árboles comienzan a arder, el primer síntoma, ausencia de animales, pasan los minutos ni siquiera plumíferos ni peludos, nada.
    –¡Groar! Exhala líneas de fuego contratadas para iniciar un pequeño incendio y confirmar las sospechas que lleva arrastrando desde olfateo ese segmento del camino. Algunos árboles comienzan a arder, el primer síntoma, ausencia de animales, pasan los minutos ni siquiera plumíferos ni peludos, nada.
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  • me da tanto gusto poder volver aqui... hace tanto que no entraba de nuevo, es bueno estar de vuelta. (pdta supuestamente no tenia cuenta asi que me cree esta nueva. )

    - apenas estaria caminando con algo de emocion al regresar al lugar donde estaba residido desde su antigua carpa. los bastos y pesados materiales que estaba hecha su carpa era algo que aún le mantenia con firmeza mientaas estaba olfateando con nostalgia.-

    ah--- hogar dulce hogar... que bueno que se me ha ocurrido enterrar las cosas que no podia llevar... seria una lastima que alguien las robase.. aun asi no tendrian uso importante para ninguno...
    me da tanto gusto poder volver aqui... hace tanto que no entraba de nuevo, es bueno estar de vuelta. (pdta supuestamente no tenia cuenta asi que me cree esta nueva. ) - apenas estaria caminando con algo de emocion al regresar al lugar donde estaba residido desde su antigua carpa. los bastos y pesados materiales que estaba hecha su carpa era algo que aún le mantenia con firmeza mientaas estaba olfateando con nostalgia.- ah--- hogar dulce hogar... que bueno que se me ha ocurrido enterrar las cosas que no podia llevar... seria una lastima que alguien las robase.. aun asi no tendrian uso importante para ninguno...
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  • -Ya que no podía cazar, se sentía desmotivado, hasta que olfateó un aroma que abre mi apetito. Guiado por el aroma, veo en la mesa de la cocina el cuerpo de un ciervo recién cazado. Sin pensarlo, me abalancé al cuerpo, empezando a devorarlo. Ya saciado su hambre y su instinto de caza, se puso a pensar en cómo premiar a sus esposos por consentirlo. Mientras lamía mis garras, todo el lugar estaba hecho un desastre. -
    -Ya que no podía cazar, se sentía desmotivado, hasta que olfateó un aroma que abre mi apetito. Guiado por el aroma, veo en la mesa de la cocina el cuerpo de un ciervo recién cazado. Sin pensarlo, me abalancé al cuerpo, empezando a devorarlo. Ya saciado su hambre y su instinto de caza, se puso a pensar en cómo premiar a sus esposos por consentirlo. Mientras lamía mis garras, todo el lugar estaba hecho un desastre. -
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  • Vamos Saber, dámelo..

    #FateStarNight #Colaboracion #FateHonkai
    Vamos Saber, dámelo.. #FateStarNight #Colaboracion #FateHonkai
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