• 𝓨𝒐𝒖𝒓 𝒎𝒐𝒔𝒕 𝒉𝒖𝒎𝒃𝒍𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝒐𝒃𝒆𝒅𝒊𝒆𝒏𝒕 𝒔𝒆𝒓𝒗𝒂𝒏𝒕, 𝓞.𝓖
    Fandom The phantom of the opera
    Categoría Slice of Life
    Las catacumbas subterráneas de la ópera escondían su morada, el único lugar al que podía llamar un hogar. Lo había construido con sus propias manos, era suyo y estaba meticulosamente protegido por un lago artificial que solo se podía cruzar con una góndola. Conocía cada rincón de la ópera como la palma de su mano, no obstante no podía decir lo mismo de las calles de París.

    El persa, su buen, y único amigo en la ópera le había sugerido visitar un viejo teatro al final de calle. Le había dicho que allí encontraría a un sobrino suyo, un vionilista que necesitaba algunas clases extras y que el fantasma era un excelente candidato para convertirse en su maestro.

    Erik dudó un poco, pero al cabo de un momento acepto. Después de todo, era lo menos que podía hacer por él, le debía la vida, literalmente y si ayudar a su sobrino a mejorar con su instrumento lo haría feliz; no había nada más que decir.

    Se escabullo a media noche, cuando todo el personal de la opera dormía. Se cubrio con una capa y oculto su rostro debajo de un sombrero de ala ancha. No tuvo complicaciones para encontrar el teatro, era el único en esa calle y el menos agraciado.

    La puerta estaba abierta, pero no había nadie para recibirlo. Decidió encontrar al muchacho por su cuenta y avanzo por el lugar hasta llegar a los camerinos detrás del escenario. Se quito el sombrero y siguió un ruido que se asemejanba al de las ratas masticando cables, pero a medida que se acercaba encontraba familiaridad en ese sonido, rítmico y mecánico; el de una máquina de coser en funcionamiento.

    ──¿Darío? ── Lo llamó antes de asomar la cabeza en el umbral del único camerino que tenía la puerta abierta. Primer error... En lugar de ver al joven de tez morena, se encontro con una mujer que dejó de lados sus labores y alzó la cabeza para verlo.

    Los segundos que hicieron contacto visual le parecieron eternos y pensó en darse la vuelta, salir de allí lo más rápido posible pero si la mujer se asustaba y gritaba, llamaría la atención de algún otro artista que estuviera en alguna parte del teatro por lo que marcharse, no era una opcion inteligente.

    Se quedo en su sitio, abrazandose a la oscuridad que le proporcionaba el pasillo y levanto sus manos enguantadas a la altura del torso para demostrarle que no era un peligro. Un hombre que usaba la mitad de una máscara de porcelana blanca para cubrirse la mitad del rostro era algo que no se veía todos los días.

    ──Madame, no le haré daño. Estaba buscando a alguien, a un muchacho, no soy un ladrón ni nada parecido.

    Viktoria Harrow
    Las catacumbas subterráneas de la ópera escondían su morada, el único lugar al que podía llamar un hogar. Lo había construido con sus propias manos, era suyo y estaba meticulosamente protegido por un lago artificial que solo se podía cruzar con una góndola. Conocía cada rincón de la ópera como la palma de su mano, no obstante no podía decir lo mismo de las calles de París. El persa, su buen, y único amigo en la ópera le había sugerido visitar un viejo teatro al final de calle. Le había dicho que allí encontraría a un sobrino suyo, un vionilista que necesitaba algunas clases extras y que el fantasma era un excelente candidato para convertirse en su maestro. Erik dudó un poco, pero al cabo de un momento acepto. Después de todo, era lo menos que podía hacer por él, le debía la vida, literalmente y si ayudar a su sobrino a mejorar con su instrumento lo haría feliz; no había nada más que decir. Se escabullo a media noche, cuando todo el personal de la opera dormía. Se cubrio con una capa y oculto su rostro debajo de un sombrero de ala ancha. No tuvo complicaciones para encontrar el teatro, era el único en esa calle y el menos agraciado. La puerta estaba abierta, pero no había nadie para recibirlo. Decidió encontrar al muchacho por su cuenta y avanzo por el lugar hasta llegar a los camerinos detrás del escenario. Se quito el sombrero y siguió un ruido que se asemejanba al de las ratas masticando cables, pero a medida que se acercaba encontraba familiaridad en ese sonido, rítmico y mecánico; el de una máquina de coser en funcionamiento. ──¿Darío? ── Lo llamó antes de asomar la cabeza en el umbral del único camerino que tenía la puerta abierta. Primer error... En lugar de ver al joven de tez morena, se encontro con una mujer que dejó de lados sus labores y alzó la cabeza para verlo. Los segundos que hicieron contacto visual le parecieron eternos y pensó en darse la vuelta, salir de allí lo más rápido posible pero si la mujer se asustaba y gritaba, llamaría la atención de algún otro artista que estuviera en alguna parte del teatro por lo que marcharse, no era una opcion inteligente. Se quedo en su sitio, abrazandose a la oscuridad que le proporcionaba el pasillo y levanto sus manos enguantadas a la altura del torso para demostrarle que no era un peligro. Un hombre que usaba la mitad de una máscara de porcelana blanca para cubrirse la mitad del rostro era algo que no se veía todos los días. ──Madame, no le haré daño. Estaba buscando a alguien, a un muchacho, no soy un ladrón ni nada parecido. [threads.of.fate]
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  • 𝐅𝖊𝖆𝖗 𝖈𝖆𝖓 𝖙𝖚𝖗𝖓 𝖙𝖔 𝖑𝖔𝖛𝖊
    Fandom The phantom of the opera
    Categoría Slice of Life
    Después de semanas de conversaciones y debates, los señores Armand Moncharmin y Firmin Richard cansados de luchar contra algo que no podían ver, tomaron la dolorosa decisión de vender la ópera.

    La situación en el teatro era insostenible, habían perdido todas y cada una de las batallas contra el hombre que se proclamaba amo y señor del lugar, pero la gota que revalso el vaso fue la caída del contrapeso de la lámpara de araña durante la última función.

    El accidente «obra del fantasma» le causo la muerte a una persona e hirió a otras más, empujandolos a tomar la decisión de dar un paso al costado y entregarles esa batalla a alguien más. Por fortuna «o desgracia para los nuevos compradores», la ópera abriría sus puertas al día siguiente con dos nuevos directores, el señor Lambert y su socio, el señor Lefebvre.

    No obstante, antes firmar para concretar la venta, les han advertido sobre la existencia del fantasma. Explicandoles lo que hace y enseñandoles las cartas que les envía con sus exigencias, omitiendo contar que por si todo eso no fuera poco, exige un salario a cambio de darles un cronograma con las funciones del mes como si ninguna otra persona tuviera derecho a escoger que obras incluir y cuales no.

    Pero, al igual que ellos con sus predecesores... el señor Debienne y el señor Poligny, que también trataron de advertirles de lo que ocurria en el teatro; los nuevos directores no le dieron mayor importancia y tomaron el asunto como una broma de mal gusto.

    Al día siguiente, los cuatro hombres reunieron a todo el personal de la ópera para darles la noticia de la venta y presentarles a sus nuevos jefes. El encuentro fue breve, algunos artistas propusieron ciertas cuestiones a mejorar en el teatro y al finalizar la reunión los actuales directores se quedaron a ver los ensayos, ajenos a los ojos que los observaban desde el punte de luces por encima del escenario.

    Las únicas personas que se percataron de la presencia del fantasma en las alturas fueron Madame Giry, y Christine Daae pero ninguna dio señales de ello. La maestra de Ballet lo hizo por lealtad y la joven soprano por amor, pero no hacía él sino hacia Raoul, su primer amor.

    𝐌𝐞𝐫𝐞𝐝𝐢𝐭𝐡 𝐋𝐚𝐦𝐛𝐞𝐫𝐭
    Después de semanas de conversaciones y debates, los señores Armand Moncharmin y Firmin Richard cansados de luchar contra algo que no podían ver, tomaron la dolorosa decisión de vender la ópera. La situación en el teatro era insostenible, habían perdido todas y cada una de las batallas contra el hombre que se proclamaba amo y señor del lugar, pero la gota que revalso el vaso fue la caída del contrapeso de la lámpara de araña durante la última función. El accidente «obra del fantasma» le causo la muerte a una persona e hirió a otras más, empujandolos a tomar la decisión de dar un paso al costado y entregarles esa batalla a alguien más. Por fortuna «o desgracia para los nuevos compradores», la ópera abriría sus puertas al día siguiente con dos nuevos directores, el señor Lambert y su socio, el señor Lefebvre. No obstante, antes firmar para concretar la venta, les han advertido sobre la existencia del fantasma. Explicandoles lo que hace y enseñandoles las cartas que les envía con sus exigencias, omitiendo contar que por si todo eso no fuera poco, exige un salario a cambio de darles un cronograma con las funciones del mes como si ninguna otra persona tuviera derecho a escoger que obras incluir y cuales no. Pero, al igual que ellos con sus predecesores... el señor Debienne y el señor Poligny, que también trataron de advertirles de lo que ocurria en el teatro; los nuevos directores no le dieron mayor importancia y tomaron el asunto como una broma de mal gusto. Al día siguiente, los cuatro hombres reunieron a todo el personal de la ópera para darles la noticia de la venta y presentarles a sus nuevos jefes. El encuentro fue breve, algunos artistas propusieron ciertas cuestiones a mejorar en el teatro y al finalizar la reunión los actuales directores se quedaron a ver los ensayos, ajenos a los ojos que los observaban desde el punte de luces por encima del escenario. Las únicas personas que se percataron de la presencia del fantasma en las alturas fueron Madame Giry, y Christine Daae pero ninguna dio señales de ello. La maestra de Ballet lo hizo por lealtad y la joven soprano por amor, pero no hacía él sino hacia Raoul, su primer amor. [ASH4DOW]
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    — ​El aire de la noche sobre el Gran Santuario Narukami era fresco, pero los pétalos de cerezo que cubrían el estanque privado no se movían, inmovilizados en un silencio melancólico. Una única linterna de piedra luchaba por iluminar las sombras.

    ​La sacerdotisa se sentaba en el borde de granito pulido, un contraste de carne pálida y kimono rojo y blanco contra la oscuridad circundante. Sus pies, delicados y sin adorno, apenas rozaban la superficie del agua quieta. El reflejo de la luna en la poza se distorsionaba sutilmente con el roce de sus dedos.

    ​Llevaba un pétalo de sakura entre el pulgar y el índice, examinándolo con una intensidad inapropiada para un objeto tan efímero. Sus ojos, normalmente llenos de picardía y calculada astucia, estaban velados por una quietud que no era paz, sino represión.

    ​—Estos pétalos... se aferran a la rama hasta que el viento se los lleva—murmuró, su voz suave y plana, desprovista del habitual timbre melifluo. —Es la naturaleza de las cosas, supongo. Y sin embargo...—
    ​Ella giró el diminuto fragmento floral, la luz de la linterna capturando por un instante el brillo solitario de sus ojos. Había una punzada de amargura que apenas lograba contener.

    ​—Uno pensaría que, siendo un ser de esta longevidad y posición, estaría por encima de la simple esperanza. Una quimera, en el mejor de los casos. La certeza es una comodidad tan vulgar. Y la decepción... es simplemente la consecuencia lógica de haber albergado una fantasía, ¿no es así?—
    ​Cerró los ojos, no por consuelo, sino como si intentara bloquear una visión persistente. Cuando los abrió, su mirada se perdió en el agua, buscando sin éxito el consuelo de las estrellas. La persona que había partido no estaba aquí, pero su ausencia se sentía como un peso tangible sobre los hombros de Miko.

    ​—Me pregunto si el recuerdo de esta estúpida orilla tiene el mismo peso para ella que lo tiene para mí,—continuó, su tono volviéndose ligeramente más frío, más aislador. —Probablemente no. La distancia difumina los colores, y con el tiempo, hasta la imagen más vívida se convierte en una simple anécdota. Una lección para la zorra sabia, supongo.—

    ​Dejó caer el pétalo en el agua. La onda mínima que creó fue la única perturbación en el estanque. Miko retiró sus pies, secándolos con lentitud metódica, y luego se abrazó con un brazo, un gesto instintivo que inmediatamente corrigió, volviendo a su postura habitual de elegante desinterés. Estaba tratando de convencerse a sí misma de que su aislamiento era un acto de voluntad, no una consecuencia de un dolor.
    ​—No es tristeza. Es... una irritación calculada,— declaró al aire vacío. —Como una historia con un final que ya conocías, pero que aun así te molesta. Mi papel es aquí, inamovible, como este Santuario. El suyo es seguir. No es que esperara... otra cosa.—
    ​Se puso de pie, su vestimenta ondeando con el movimiento, y miró hacia el cielo. El cariño, para ella, era una carga, un lastre que ahora se resentía de llevar sola.
    ​—El cariño es un ancla con una cadena demasiado larga. Te crees libre hasta que el otro zarpa y sientes el tirón. Reprimida, sí. Aislada, por elección. Porque, francamente, tener un corazón que se siente... decepcionado... es una debilidad impropia de una Sacerdotisa Principal. Mañana, seré de nuevo solo la Gran Sacerdotisa Yae Miko. Ahora... solo soy yo.—
    🌸— ​El aire de la noche sobre el Gran Santuario Narukami era fresco, pero los pétalos de cerezo que cubrían el estanque privado no se movían, inmovilizados en un silencio melancólico. Una única linterna de piedra luchaba por iluminar las sombras. ​La sacerdotisa se sentaba en el borde de granito pulido, un contraste de carne pálida y kimono rojo y blanco contra la oscuridad circundante. Sus pies, delicados y sin adorno, apenas rozaban la superficie del agua quieta. El reflejo de la luna en la poza se distorsionaba sutilmente con el roce de sus dedos. ​Llevaba un pétalo de sakura entre el pulgar y el índice, examinándolo con una intensidad inapropiada para un objeto tan efímero. Sus ojos, normalmente llenos de picardía y calculada astucia, estaban velados por una quietud que no era paz, sino represión. ​—Estos pétalos... se aferran a la rama hasta que el viento se los lleva—murmuró, su voz suave y plana, desprovista del habitual timbre melifluo. —Es la naturaleza de las cosas, supongo. Y sin embargo...— ​Ella giró el diminuto fragmento floral, la luz de la linterna capturando por un instante el brillo solitario de sus ojos. Había una punzada de amargura que apenas lograba contener. ​—Uno pensaría que, siendo un ser de esta longevidad y posición, estaría por encima de la simple esperanza. Una quimera, en el mejor de los casos. La certeza es una comodidad tan vulgar. Y la decepción... es simplemente la consecuencia lógica de haber albergado una fantasía, ¿no es así?— ​Cerró los ojos, no por consuelo, sino como si intentara bloquear una visión persistente. Cuando los abrió, su mirada se perdió en el agua, buscando sin éxito el consuelo de las estrellas. La persona que había partido no estaba aquí, pero su ausencia se sentía como un peso tangible sobre los hombros de Miko. ​—Me pregunto si el recuerdo de esta estúpida orilla tiene el mismo peso para ella que lo tiene para mí,—continuó, su tono volviéndose ligeramente más frío, más aislador. —Probablemente no. La distancia difumina los colores, y con el tiempo, hasta la imagen más vívida se convierte en una simple anécdota. Una lección para la zorra sabia, supongo.— ​Dejó caer el pétalo en el agua. La onda mínima que creó fue la única perturbación en el estanque. Miko retiró sus pies, secándolos con lentitud metódica, y luego se abrazó con un brazo, un gesto instintivo que inmediatamente corrigió, volviendo a su postura habitual de elegante desinterés. Estaba tratando de convencerse a sí misma de que su aislamiento era un acto de voluntad, no una consecuencia de un dolor. ​—No es tristeza. Es... una irritación calculada,— declaró al aire vacío. —Como una historia con un final que ya conocías, pero que aun así te molesta. Mi papel es aquí, inamovible, como este Santuario. El suyo es seguir. No es que esperara... otra cosa.— ​Se puso de pie, su vestimenta ondeando con el movimiento, y miró hacia el cielo. El cariño, para ella, era una carga, un lastre que ahora se resentía de llevar sola. ​—El cariño es un ancla con una cadena demasiado larga. Te crees libre hasta que el otro zarpa y sientes el tirón. Reprimida, sí. Aislada, por elección. Porque, francamente, tener un corazón que se siente... decepcionado... es una debilidad impropia de una Sacerdotisa Principal. Mañana, seré de nuevo solo la Gran Sacerdotisa Yae Miko. Ahora... solo soy yo.—
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    //Yo no roleaba sex rol hasta que me agarraron Lu y Husk por banda. Ahora mismo tengo varios roles que están los.personajes frutifantastiqueandose
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  • 𝑹𝑬𝑻𝑼𝑹𝑵𝑰𝑵𝑮 𝑻𝑶 𝑯𝑶𝑮𝑾𝑨𝑹𝑻𝑺
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    Últimamente la mansión de los Malfoy parecía haberse convertido en un hotel de tantas visitas e invitados que tenían. Los únicos rostros conocidos qué Draco había visto durante el verano eran los de sus amigos y el de los padres de sus amigos.

    El resto de los invitados eran conocidos de sus padres, sobre todo de Lucius quien solía mantenerlo alejado de la sala principal de la casa cuando se reunían allí. Nunca se lo había pedido directamente, pero hacia todo lo posible para evitar que estuviera presente cuando ocurrian, incluso le compro una escoba nueva a él y a sus amigos para que se pasaran el día entero practicando y jugando quidditch lejos de la mansión.

    Al principio no le dio importancia, como hijo único, recibir atención y una extensa variedad de regalos era algo normal. Lo habían acostumbrado a eso y era lo que creía hasta que la noche previa a su regreso a clases encontro a un par de elfos domésticos hablando en un corredor sobre lo crueles que eran los magos de rostro plateado que estaban de visita esa noche, fue todo lo que pudo oír porque al acercarse fingieron estar hablando de otra cosa, tampoco le parecio sensato interrogarlos, podría meterse el problemas con su padre solo por dirigirle la palabra a la servidumbre.

    Sin embargo, esa misma noche no pudo dormir. No era imbécil pero se sintió como uno al entender, algo tarde, lo que ocurria en su casa. Los elfos habían hecho una descripción muy boba pero los había entendido, antes de que lo vieran llegar habían estado hablando sobre mortifagos que mientras él trataba de dormir, ellos estaban en la sala. Lucius le había dicho que pronto llegaría el momento en el que sería invitado a esas reuniones y que el señor tenebroso estaba ansioso por conocerlo.

    Draco esperaba que ese momento no llegase nunca, no quería ser parte de lo que fuera que estaban tramando pero su voluntad y palabra nunca habían tenido peso en su hogar. No supo en que momento amanecio o si llego a dormir si quiera que apenas tuvo tiempo de organizar su día.

    Un par de horas después estaba saludando a su madre en la puerta de la mansión, resignandose a que su padre no iba a despedirse de él.

    ──Me asegurare de que tu padre te escriba cuando tenga un descanso── Le dijo ella mientras que los elfos cargaban las pesadas maletas por la escalinata de la entrada. El menor de los Malfoy sabía que eso no iba a suceder, pero no dijo nada, solo asintió para contentar a su madre y se despidió de ella con un fugaz beso en la mejilla.

    Lo único que le agradaba de regresar a Hogwarts era la oportunidad de "huir" de su hogar, aunque eso no le aseguraba que tuviera mejor suerte que en aquel lugar. Le basto con poner un pie dentro del tren para que Blaise Zabini se le acercara corriendo con la el rostro tan desencajado que parecía haber visto el fantasma del mismísimo Salazar Slytherin.

    ──Crei que no vendrías. Pensé que ibas a pedirle a tu padre que hablara con Dumbledore... ── Se lo veía inquieto, incómodo, como si no supiera como decir lo que tenia en mente. ──Es que acabo de pasar por el vagon, allí estan todos y en vistas de que has llegado sobre la hora, te asignaron con ella. Es obvio que nadie quiere soportarla todo el camino, ni siquiera la comadreja, creo que discutieron antes pero no estoy seguro ── Zabini hablaba sin parar, apenas respiraba lo suficiente para no desmayarse por la falta de oxígeno.

    Impaciente por no comprenderlo del todo, Draco lo tomo por los hombros y lo sacudió una sola vez para hacerlo callar.

    ──¿De que diablos estas hablando? ¿Por que mi padre tendría que hablar con el lunático de Dumbledore? ── Los ojos grises del Slytherin buscaban una respuesta a todo ese parloteo pero lo único que veían era una mezcla entre asombro y desagrado. Los alumnos que subían tenían que esquivarlos, estaban ocupando el centro del corredor principal, cerca de los primeros vagones aunque aun faltaban los de primero que eran los últimos en subir.

    ──Te lo dije, tienen que cambiar de lechuza y lamento ser quien te lo diga, pero te nombraron prefecto y por si eso no fuera suficiente castigo, tienes que compartir uno de los vagones para prefectos con la sangre sucia── Lo último lo dijo en voz baja, lo que menos necesitaban en ese momento era empezar el año con algún llamado de atención.

    Malfoy se tomo un momento para procesar que lo había oído y sin más, soltó a su amigo con un empujón para quitarlo de su camino. Avanzó con su equipaje de mano por el corredor, esquivando a otros estudiantes y mirando hacia el interior de cada vagon para dar con el que le correspondía. Era uno de los últimos, un vagón especial para prefectos y el único que no tenía la cortinilla baja en el cristal de la puerta.

    Se detuvo un instante a observar a través del cristal. Sentada a un lado de la ventanilla estaba Hermione, con su clásico cabello alborotado aunque no tanto como años anteriores, y a su lado estaba ese gato naranja que la seguía a todas partes y que al verlo, le bufo enseñado los colmillos.

    Entró sin mucho ánimo, cerrando la puerta tras de si y bajando la cortina. Suponía que iba a tener que ponerse al tanto de lo que habían hablado en la reunión con los Premios Anuales y que iba a tener que esperar a llegar al colegio para exigir cualquier cambio.

    ──Sé que te la dieron a ti. Entregame la estúpida insignia y se breve con lo que tengas que decirme, Granger ── Extendió la palma de la mano en su dirección, pero antes de que pudiera recibir cualquier cosa Crookshanks, el gato mitad kneazle trato de arañarle la mano. El slytherin lo esquivo por poco, de no ser por sus reflejos como buscador en el equipo de quidditch, estaría lamentando una herida.

    ──Y controla a tu bola de pelos deforme o lo voy convertir en una exótica alfombra para el baño de prefectos.

    Hermione Granger
    Últimamente la mansión de los Malfoy parecía haberse convertido en un hotel de tantas visitas e invitados que tenían. Los únicos rostros conocidos qué Draco había visto durante el verano eran los de sus amigos y el de los padres de sus amigos. El resto de los invitados eran conocidos de sus padres, sobre todo de Lucius quien solía mantenerlo alejado de la sala principal de la casa cuando se reunían allí. Nunca se lo había pedido directamente, pero hacia todo lo posible para evitar que estuviera presente cuando ocurrian, incluso le compro una escoba nueva a él y a sus amigos para que se pasaran el día entero practicando y jugando quidditch lejos de la mansión. Al principio no le dio importancia, como hijo único, recibir atención y una extensa variedad de regalos era algo normal. Lo habían acostumbrado a eso y era lo que creía hasta que la noche previa a su regreso a clases encontro a un par de elfos domésticos hablando en un corredor sobre lo crueles que eran los magos de rostro plateado que estaban de visita esa noche, fue todo lo que pudo oír porque al acercarse fingieron estar hablando de otra cosa, tampoco le parecio sensato interrogarlos, podría meterse el problemas con su padre solo por dirigirle la palabra a la servidumbre. Sin embargo, esa misma noche no pudo dormir. No era imbécil pero se sintió como uno al entender, algo tarde, lo que ocurria en su casa. Los elfos habían hecho una descripción muy boba pero los había entendido, antes de que lo vieran llegar habían estado hablando sobre mortifagos que mientras él trataba de dormir, ellos estaban en la sala. Lucius le había dicho que pronto llegaría el momento en el que sería invitado a esas reuniones y que el señor tenebroso estaba ansioso por conocerlo. Draco esperaba que ese momento no llegase nunca, no quería ser parte de lo que fuera que estaban tramando pero su voluntad y palabra nunca habían tenido peso en su hogar. No supo en que momento amanecio o si llego a dormir si quiera que apenas tuvo tiempo de organizar su día. Un par de horas después estaba saludando a su madre en la puerta de la mansión, resignandose a que su padre no iba a despedirse de él. ──Me asegurare de que tu padre te escriba cuando tenga un descanso── Le dijo ella mientras que los elfos cargaban las pesadas maletas por la escalinata de la entrada. El menor de los Malfoy sabía que eso no iba a suceder, pero no dijo nada, solo asintió para contentar a su madre y se despidió de ella con un fugaz beso en la mejilla. Lo único que le agradaba de regresar a Hogwarts era la oportunidad de "huir" de su hogar, aunque eso no le aseguraba que tuviera mejor suerte que en aquel lugar. Le basto con poner un pie dentro del tren para que Blaise Zabini se le acercara corriendo con la el rostro tan desencajado que parecía haber visto el fantasma del mismísimo Salazar Slytherin. ──Crei que no vendrías. Pensé que ibas a pedirle a tu padre que hablara con Dumbledore... ── Se lo veía inquieto, incómodo, como si no supiera como decir lo que tenia en mente. ──Es que acabo de pasar por el vagon, allí estan todos y en vistas de que has llegado sobre la hora, te asignaron con ella. Es obvio que nadie quiere soportarla todo el camino, ni siquiera la comadreja, creo que discutieron antes pero no estoy seguro ── Zabini hablaba sin parar, apenas respiraba lo suficiente para no desmayarse por la falta de oxígeno. Impaciente por no comprenderlo del todo, Draco lo tomo por los hombros y lo sacudió una sola vez para hacerlo callar. ──¿De que diablos estas hablando? ¿Por que mi padre tendría que hablar con el lunático de Dumbledore? ── Los ojos grises del Slytherin buscaban una respuesta a todo ese parloteo pero lo único que veían era una mezcla entre asombro y desagrado. Los alumnos que subían tenían que esquivarlos, estaban ocupando el centro del corredor principal, cerca de los primeros vagones aunque aun faltaban los de primero que eran los últimos en subir. ──Te lo dije, tienen que cambiar de lechuza y lamento ser quien te lo diga, pero te nombraron prefecto y por si eso no fuera suficiente castigo, tienes que compartir uno de los vagones para prefectos con la sangre sucia── Lo último lo dijo en voz baja, lo que menos necesitaban en ese momento era empezar el año con algún llamado de atención. Malfoy se tomo un momento para procesar que lo había oído y sin más, soltó a su amigo con un empujón para quitarlo de su camino. Avanzó con su equipaje de mano por el corredor, esquivando a otros estudiantes y mirando hacia el interior de cada vagon para dar con el que le correspondía. Era uno de los últimos, un vagón especial para prefectos y el único que no tenía la cortinilla baja en el cristal de la puerta. Se detuvo un instante a observar a través del cristal. Sentada a un lado de la ventanilla estaba Hermione, con su clásico cabello alborotado aunque no tanto como años anteriores, y a su lado estaba ese gato naranja que la seguía a todas partes y que al verlo, le bufo enseñado los colmillos. Entró sin mucho ánimo, cerrando la puerta tras de si y bajando la cortina. Suponía que iba a tener que ponerse al tanto de lo que habían hablado en la reunión con los Premios Anuales y que iba a tener que esperar a llegar al colegio para exigir cualquier cambio. ──Sé que te la dieron a ti. Entregame la estúpida insignia y se breve con lo que tengas que decirme, Granger ── Extendió la palma de la mano en su dirección, pero antes de que pudiera recibir cualquier cosa Crookshanks, el gato mitad kneazle trato de arañarle la mano. El slytherin lo esquivo por poco, de no ser por sus reflejos como buscador en el equipo de quidditch, estaría lamentando una herida. ──Y controla a tu bola de pelos deforme o lo voy convertir en una exótica alfombra para el baño de prefectos. [cozygryffindor93]
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    ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte!

    Hoy damos la bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡ ࣪ 𝐄𝐑𝐈𝐊 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐋𝐄𝐑!
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Humano
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤFandom: El fantasma de la ópera
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Arquitecto, mago, compositor

    ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo.

    Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!

    Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie:

    Normas básicas del de la plataforma:
    https://ficrol.com/static/guidelines

    Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí:
    https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS

    Grupo exclusivo para Personajes 3D:
    https://ficrol.com/groups/Personajes3D

    Directorios para encontrar personajes y fandoms afines
    Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS
    Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL

    ¿Quieres mejorar tu escritura o narración?
    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor


    ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol!

    #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte! 🎉 Hoy damos la bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[OPERAGH0ST]! ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ🧬 Raza: Humano ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ👾Fandom: El fantasma de la ópera ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ💼 Arquitecto, mago, compositor 👋 ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie: 📌 Normas básicas del de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines 👩‍🏫 Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 👥 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar personajes y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS 🔗 Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 📝 ¿Quieres mejorar tu escritura o narración? 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol! 🚀🔥 #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
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  • •Rol:libre•

    Ella yacía frente a la chimenea del salón privado del "Kiss Paradise", el club clandestino más exclusivo y temido de la ciudad.
    La luz del fuego delineaba cada curva de su figura, envuelta en un vestido blanco demasiado delicado para un lugar donde la traición era la moneda de cambio. Su presencia no pasaba desapercibida: era hermosa, sí, pero también inquietante. En ese club, la belleza nunca venía sin un precio.

    Cuando él cruzó la puerta, se detuvo por un instante. No era fácil sorprenderlo —no en un ambiente donde había visto de todo—, pero ella tenía una forma de dominar la habitación sin siquiera moverse. Nadie sabía quién era realmente. Su nombre cambiaba según a quién se lo dijera, y aun así, todos coincidían en una cosa: había que tenerle miedo.

    Ella alzó la mirada hacia él, como si supiera exactamente en qué segundo aparecería.
    No sonrió. No hizo falta.

    —Llegas tarde —dijo con una voz suave, aunque cargada de un peso que solo tienen los secretos.

    Él se tensó. Su nombre, en ese lugar, debía ser un fantasma, pero ella lo pronunció como si lo hubiera guardado muy cerca del corazón… o muy cerca del arma adecuada.

    Ella se incorporó lentamente, dejando que el vestido blanco cayese a su alrededor como una lágrima de seda.
    —Tenemos un trato pendiente —continuó, con esa calma peligrosa que solo tienen quienes conocen el valor exacto de la información—. Y en este club… la casa nunca pierde.

    Él entendió entonces que no era solo una mujer misteriosa recostada frente al fuego. Era una encrucijada. Una puerta. Una promesa de salvación… o una sentencia disfrazada de deseo.

    Y mientras la veía acercarse, él comprendió algo con absoluta claridad: ya había apostado por ella. Y en el "Kiss Paradis", las apuestas siempre tienen un precio.
    •Rol:libre• Ella yacía frente a la chimenea del salón privado del "Kiss Paradise", el club clandestino más exclusivo y temido de la ciudad. La luz del fuego delineaba cada curva de su figura, envuelta en un vestido blanco demasiado delicado para un lugar donde la traición era la moneda de cambio. Su presencia no pasaba desapercibida: era hermosa, sí, pero también inquietante. En ese club, la belleza nunca venía sin un precio. Cuando él cruzó la puerta, se detuvo por un instante. No era fácil sorprenderlo —no en un ambiente donde había visto de todo—, pero ella tenía una forma de dominar la habitación sin siquiera moverse. Nadie sabía quién era realmente. Su nombre cambiaba según a quién se lo dijera, y aun así, todos coincidían en una cosa: había que tenerle miedo. Ella alzó la mirada hacia él, como si supiera exactamente en qué segundo aparecería. No sonrió. No hizo falta. —Llegas tarde —dijo con una voz suave, aunque cargada de un peso que solo tienen los secretos. Él se tensó. Su nombre, en ese lugar, debía ser un fantasma, pero ella lo pronunció como si lo hubiera guardado muy cerca del corazón… o muy cerca del arma adecuada. Ella se incorporó lentamente, dejando que el vestido blanco cayese a su alrededor como una lágrima de seda. —Tenemos un trato pendiente —continuó, con esa calma peligrosa que solo tienen quienes conocen el valor exacto de la información—. Y en este club… la casa nunca pierde. Él entendió entonces que no era solo una mujer misteriosa recostada frente al fuego. Era una encrucijada. Una puerta. Una promesa de salvación… o una sentencia disfrazada de deseo. Y mientras la veía acercarse, él comprendió algo con absoluta claridad: ya había apostado por ella. Y en el "Kiss Paradis", las apuestas siempre tienen un precio.
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  • —·♦·— La fantasía solo puede sobrevivir con una realidad subyacente. La realidad es la quietud que se esconde bajo la ilusión. Esto es la eternidad
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  • EL ECO DE LA DEUDA ANTIGUA

    *Hice sonar mi laud haciendo vibrar las cuerdas *

    —El junco tiembla sin viento en la orilla del lago,
    ¿Qué mano invisible tejió esta densa niebla?
    Hay un sendero que se pierde, incierto, en la montaña,
    Cada paso es un eco de un juramento olvidado.
    No hay mapa para el alma, solo el camino andado.
    La linterna tiembla en la ventana, un secreto a media luz;
    ¿Es el fantasma del ayer quien acecha o soy yo mismo?
    El destino se presenta con un rostro de doble máscara,
    Ni el sabio conoce la suma de las cosechas del pasado.
    Solo el corazón presiente la inminente balanza.
    El río fluye sin cesar, llevando agua que ya pasó,
    Y cada gota regresa, transformada en rocío o tempestad.
    Lo que se dio en silencio, hoy se pide con estruendo.
    Si siembras pena, el fruto amargo ha de ser cosechado,
    Pues el Cielo, aunque mudo, lleva eterna cuenta.—
    🌙 EL ECO DE LA DEUDA ANTIGUA 🌙 *Hice sonar mi laud haciendo vibrar las cuerdas * —El junco tiembla sin viento en la orilla del lago, ¿Qué mano invisible tejió esta densa niebla? Hay un sendero que se pierde, incierto, en la montaña, Cada paso es un eco de un juramento olvidado. No hay mapa para el alma, solo el camino andado. La linterna tiembla en la ventana, un secreto a media luz; ¿Es el fantasma del ayer quien acecha o soy yo mismo? El destino se presenta con un rostro de doble máscara, Ni el sabio conoce la suma de las cosechas del pasado. Solo el corazón presiente la inminente balanza. El río fluye sin cesar, llevando agua que ya pasó, Y cada gota regresa, transformada en rocío o tempestad. Lo que se dio en silencio, hoy se pide con estruendo. Si siembras pena, el fruto amargo ha de ser cosechado, Pues el Cielo, aunque mudo, lleva eterna cuenta.—
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  • JAPON 11.11.2025

    Me desplomé entre los estantes de cereales y sopas instantáneas irónico que cayera justo en el pasillo más colorido de toda la pequeña tienda de conveniencia, podía sentir la sangre caer por mi brazo rasguños provocados por la explosión de un vidrio, el olor metálico de mi sangre mezclándose con el detergente barato del pasillo de un lado. La herida en mi hombro seguía sangrando, pero no lo suficiente como para justificar el temblor en mis manos. No era el dolor físico.
    Hace mucho que no siento eso.
    Era la descarga de la misión. El vacío que llega cuando sobrevives a poco centímetros de la muerte .

    El chaleco táctico aún pesaba sobre mi pecho como plomo, como una condena. Me lo quité con rabia, aventando aún lado. La empleada del turno nocturno me miró desde la caja registradora, demasiado asustada para acercarse, demasiado curiosa para mirar hacia otro lado, talvez sería lo único de lo que hablaría un par de días.

    La operación había sido declarada un fracaso: el objetivo escapó, la extracción de los rehenes se retrasó, y dos agentes inactivos. Pero yo sabía la verdad, una verdad que ellos odiaban admitir, el cargamento nunca llegó a manos del comprador. El intercambio se rompió. La red que financiaba a medio Oriente quedó expuesta. Y era un éxito que se pagaba con cicatrices y silencio, con papeleo por 2 días y regaños por parte de "superiores" que solo hablan y regañan como si ellos fueran quienes arriesgan la vida aquí.

    Llegué a aquella pequeña tienda porque era el único lugar abierto en las afueras, el único sitio donde podía desaparecer entre luces fluorescentes y pasillos llenos de comida empaquetada. El punto de extracción estaba comprometido, y la ciudad aún ardía con patrullas buscando fantasmas. Yo era uno de ellos. Necesitaba agua, necesitaba tiempo, necesitaba un rincón donde mi cuerpo pudiera recordar que seguía vivo y la adrenalina bajara tanto que el dolor se comenzará a hacer presente.

    Me quedé allí, jadeando, con los nudillos rotos y la mandíbula entumecida. No por la pelea. Por lo que siempre viene después. Porque en este trabajo apuestas la vida.
    JAPON 11.11.2025 Me desplomé entre los estantes de cereales y sopas instantáneas irónico que cayera justo en el pasillo más colorido de toda la pequeña tienda de conveniencia, podía sentir la sangre caer por mi brazo rasguños provocados por la explosión de un vidrio, el olor metálico de mi sangre mezclándose con el detergente barato del pasillo de un lado. La herida en mi hombro seguía sangrando, pero no lo suficiente como para justificar el temblor en mis manos. No era el dolor físico. Hace mucho que no siento eso. Era la descarga de la misión. El vacío que llega cuando sobrevives a poco centímetros de la muerte . El chaleco táctico aún pesaba sobre mi pecho como plomo, como una condena. Me lo quité con rabia, aventando aún lado. La empleada del turno nocturno me miró desde la caja registradora, demasiado asustada para acercarse, demasiado curiosa para mirar hacia otro lado, talvez sería lo único de lo que hablaría un par de días. La operación había sido declarada un fracaso: el objetivo escapó, la extracción de los rehenes se retrasó, y dos agentes inactivos. Pero yo sabía la verdad, una verdad que ellos odiaban admitir, el cargamento nunca llegó a manos del comprador. El intercambio se rompió. La red que financiaba a medio Oriente quedó expuesta. Y era un éxito que se pagaba con cicatrices y silencio, con papeleo por 2 días y regaños por parte de "superiores" que solo hablan y regañan como si ellos fueran quienes arriesgan la vida aquí. Llegué a aquella pequeña tienda porque era el único lugar abierto en las afueras, el único sitio donde podía desaparecer entre luces fluorescentes y pasillos llenos de comida empaquetada. El punto de extracción estaba comprometido, y la ciudad aún ardía con patrullas buscando fantasmas. Yo era uno de ellos. Necesitaba agua, necesitaba tiempo, necesitaba un rincón donde mi cuerpo pudiera recordar que seguía vivo y la adrenalina bajara tanto que el dolor se comenzará a hacer presente. Me quedé allí, jadeando, con los nudillos rotos y la mandíbula entumecida. No por la pelea. Por lo que siempre viene después. Porque en este trabajo apuestas la vida.
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