• 📍 Club Eclipse — Salón VIP 🕯️ Medianoche, lluvia golpeando los ventanales 🎙️ Starter Individual a Sunoo Min
    Fandom OC
    Categoría Drama
    No todos los días terminaban sobre un escenario.
    Algunas noches, incluso el eco de las canciones debía silenciarse.

    La lluvia trazaba surcos irregulares en los ventanales, y el incienso colgaba en el aire, denso como los pensamientos que BLUEVEIL no compartía con nadie.

    Estaba allí, reclinado en el sillón de terciopelo, la mirada perdida en el reflejo distorsionado que devolvía el vidrio empañado.
    Un vaso intacto frente a él.
    Un abrigo deshecho sobre los hombros.
    La soledad era su única compañía habitual, y él no la discutía.

    Hasta que la puerta se abrió.

    No alzó la mirada de inmediato.
    No hacía falta.

    No lo conocía en persona.
    No habían cruzado palabra alguna.
    Pero lo había visto en todos los lugares donde su propio nombre no aparecía.

    Éxito fácil.
    Reconocimiento inmediato.
    Luces que parecían gravitar solas hacia quienes ni siquiera debían luchar por mantenerlas encendidas.

    Cerró los dedos alrededor de su vaso vacío con una lentitud medida.
    Cuando alzó finalmente la mirada, sus ojos se fijaron en el rostro del recién llegado.

    Y entonces habló, su voz baja, pulida, cortante como el filo oculto en un cumplido envenenado.

    —No pensé que las estrellas bajaran tan bajo.

    Se incorporó ligeramente, apoyando un codo en el reposabrazos, sin apartar los ojos de él.
    Hubiera sido descortés no presentarse, y él no era un hombre sin modales, aunque pocas veces le importara ejercerlos.

    —mi nombre es BLUEVEIL...

    Se presentó, breve, contenido, como quien ofrece un apretón de manos sin extenderla realmente

    —Supongo que no has oído hablar de mí. No te culpo. El ruido suele tapar los susurros.

    El vaso seguía intacto.
    La tormenta seguía golpeando los cristales.
    Y esa noche, BLUEVEIL no esperaba ser recordado.
    Solo necesitaba recordar a otros por qué había aprendido a vivir en silencio.
    No todos los días terminaban sobre un escenario. Algunas noches, incluso el eco de las canciones debía silenciarse. La lluvia trazaba surcos irregulares en los ventanales, y el incienso colgaba en el aire, denso como los pensamientos que BLUEVEIL no compartía con nadie. Estaba allí, reclinado en el sillón de terciopelo, la mirada perdida en el reflejo distorsionado que devolvía el vidrio empañado. Un vaso intacto frente a él. Un abrigo deshecho sobre los hombros. La soledad era su única compañía habitual, y él no la discutía. Hasta que la puerta se abrió. No alzó la mirada de inmediato. No hacía falta. No lo conocía en persona. No habían cruzado palabra alguna. Pero lo había visto en todos los lugares donde su propio nombre no aparecía. Éxito fácil. Reconocimiento inmediato. Luces que parecían gravitar solas hacia quienes ni siquiera debían luchar por mantenerlas encendidas. Cerró los dedos alrededor de su vaso vacío con una lentitud medida. Cuando alzó finalmente la mirada, sus ojos se fijaron en el rostro del recién llegado. Y entonces habló, su voz baja, pulida, cortante como el filo oculto en un cumplido envenenado. —No pensé que las estrellas bajaran tan bajo. Se incorporó ligeramente, apoyando un codo en el reposabrazos, sin apartar los ojos de él. Hubiera sido descortés no presentarse, y él no era un hombre sin modales, aunque pocas veces le importara ejercerlos. —mi nombre es BLUEVEIL... Se presentó, breve, contenido, como quien ofrece un apretón de manos sin extenderla realmente —Supongo que no has oído hablar de mí. No te culpo. El ruido suele tapar los susurros. El vaso seguía intacto. La tormenta seguía golpeando los cristales. Y esa noche, BLUEVEIL no esperaba ser recordado. Solo necesitaba recordar a otros por qué había aprendido a vivir en silencio.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
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  • Toda mi vida me dijeron "Aprende a ser una dama, ningún hombre se fijará en tí."
    A ellos les respondo,
    " Bien, yo quiero que se fijen las mujeres en mi. "
    Toda mi vida me dijeron "Aprende a ser una dama, ningún hombre se fijará en tí." A ellos les respondo, " Bien, yo quiero que se fijen las mujeres en mi. "
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  • —Hoy ha sido... un día interesante. No fue tan divertido como otros dias, pero tampoco fue aburrido. No estuvo ni bien ni mal, solo... fue un lunes. Sin más.

    Annabeth miraba más allá, como si fijara sus ojos en algo invisible, o quizá en sus pensamientos, que no eran del todo invisible.
    —Hoy ha sido... un día interesante. No fue tan divertido como otros dias, pero tampoco fue aburrido. No estuvo ni bien ni mal, solo... fue un lunes. Sin más. Annabeth miraba más allá, como si fijara sus ojos en algo invisible, o quizá en sus pensamientos, que no eran del todo invisible.
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  • 𝕃𝕒 𝕞𝕚𝕤𝕚ó𝕟 𝕔𝕠𝕟𝕥𝕚𝕟ú𝕒.


    El camino a casa estuvo silencioso por parte de Niko, solamente hablando para dar indicaciones a dónde debería girar Lucan. Después de eso solo miraba por la ventanilla. Siemrpe creyó que la noche era tranquila y se podía disfrutar mejor que el día, ahora ya no estaba tan seguro. Eso le causaba un ligero fastidio.

    Unas cuadras antes de llegar a casa comenzó a sentirse incómodo de repente aunque no hubo razón para ello. Se movió un poco mientras frunció el ceño y pasó una mano por su cuello para tranquilizarse. Parte de esa sensación se sentía ajena, no supo con qué palabras describirlo.

    Trató de ignorarlo una vez vio su edificio, acercándose un poco más a la puerta.

    -Aquí es. -esperó a que el coche se detuviera para abrir la puerta, pero no se bajó. ¿Debería decirles que lo acompañaran o mejor se quedaran en el coche? Lo pensó más de la cuenta antes de negar un poco con la cabeza. -Ya vuelvo.

    Bajó y cerró la puerta con cuidado, yendo directo a la entrada del edificio mientras sacó las llaves de su mochila. Entró rápido y fue hasta su piso por las escaleras, el ascensor hace rato dejó de funcionar y si lo hacía podía quedarse atascado, no pretendía quedarse atrapado ahí.

    Una vez en el apartamento pensó bien en qué llevarse. Su mochila no estaba llena así que podía colocar allí las cosas. Empezó con algo de ropa, doblándola de manera que cupiera lo más posible en el interior de la mochila. Después se encargó de otras cosas como su cepillo de dientes, el cargador de su teléfono, algunas ligas para el cabello... eso sería todo. Serían unos días nada más.

    Cerró la mochila y la cargó de nuevo a sus hombros, apagando las luces que fue prendiendo a su paso y asegurándose que todo estuviera en orden antes de salir y cerrar con llave, regresando hacia el exterior, directo al vehículo.

    ———

    Por otro lado, mientras Starling se hizo paso entre la multitud terminó dando al área de los baños. Si se pensaba de manera objetiva, quizás hubo alguna prlea ahí, podría suceder, en especial en el estado en que se encontraban las personas ahí. Sin embargo, no se podía descartar nada en ese momento, debían ser minuciosos.

    En especial cuando se dio cuenta que el aroma venía del baño de mujeres. Quedó parado frente a la puerta y tragó. No podía pasar, sería extraño y quizás iban a sacarlo a gritos de haber alguien ahí dentro. Claro que, cuando vio a 𝔇𝔞𝔫𝔱𝔢 𝔑𝔢𝔯𝔦 acercarse, tuvo que tragarse la vergüenza porque estuvo seguro que el pelinegro no iba a querer perder el tiempo. Más aún cuando la el olor de sangre era más intenso.

    Extendió una mano hacia la puerta y la empujó con cuidado hacia el interior sel baño para echar un vistazo. Afortunadamente no había mujeres allí, así que se adentró, inspeccionando todo con la mirada antes de fijarse en los cubículos. Fue empujando las puertas que estaban a medio cerrar, la mayoría no reveló nada salvo los excusados, algunos hechos un desastre que el policía no quiso ver demasiado. Entonces, el ante último dio vistazo a una joven, sentada en el excusado, su ropa a medio hacer, cuerpo hacia atrás, cabeza apoyada contra la pared y mirada perdida, apagada.

    Frunció el ceño, no por ese estado, si no porque había una mordida en el cuello que se veía extremadamente descuidada, como si en vez de morderla le arrancaron un pedazo primero. Ni hablar de la sangre que caía. No era suficiente para armar un charco, pero sí como para manchar parte del cuerpo.

    Bueno, fue algo rápido hacer tal descubrimiento. El problema, ¿qué ocurrió y quién fue?

    -Esto se ve reciente... no creo que quien lo haya hecho haya ido muy lejos. -miró a Dante, si se trataba de un renegado él sabría mejor el actuar de estos.
    𝕃𝕒 𝕞𝕚𝕤𝕚ó𝕟 𝕔𝕠𝕟𝕥𝕚𝕟ú𝕒. El camino a casa estuvo silencioso por parte de Niko, solamente hablando para dar indicaciones a dónde debería girar Lucan. Después de eso solo miraba por la ventanilla. Siemrpe creyó que la noche era tranquila y se podía disfrutar mejor que el día, ahora ya no estaba tan seguro. Eso le causaba un ligero fastidio. Unas cuadras antes de llegar a casa comenzó a sentirse incómodo de repente aunque no hubo razón para ello. Se movió un poco mientras frunció el ceño y pasó una mano por su cuello para tranquilizarse. Parte de esa sensación se sentía ajena, no supo con qué palabras describirlo. Trató de ignorarlo una vez vio su edificio, acercándose un poco más a la puerta. -Aquí es. -esperó a que el coche se detuviera para abrir la puerta, pero no se bajó. ¿Debería decirles que lo acompañaran o mejor se quedaran en el coche? Lo pensó más de la cuenta antes de negar un poco con la cabeza. -Ya vuelvo. Bajó y cerró la puerta con cuidado, yendo directo a la entrada del edificio mientras sacó las llaves de su mochila. Entró rápido y fue hasta su piso por las escaleras, el ascensor hace rato dejó de funcionar y si lo hacía podía quedarse atascado, no pretendía quedarse atrapado ahí. Una vez en el apartamento pensó bien en qué llevarse. Su mochila no estaba llena así que podía colocar allí las cosas. Empezó con algo de ropa, doblándola de manera que cupiera lo más posible en el interior de la mochila. Después se encargó de otras cosas como su cepillo de dientes, el cargador de su teléfono, algunas ligas para el cabello... eso sería todo. Serían unos días nada más. Cerró la mochila y la cargó de nuevo a sus hombros, apagando las luces que fue prendiendo a su paso y asegurándose que todo estuviera en orden antes de salir y cerrar con llave, regresando hacia el exterior, directo al vehículo. ——— Por otro lado, mientras Starling se hizo paso entre la multitud terminó dando al área de los baños. Si se pensaba de manera objetiva, quizás hubo alguna prlea ahí, podría suceder, en especial en el estado en que se encontraban las personas ahí. Sin embargo, no se podía descartar nada en ese momento, debían ser minuciosos. En especial cuando se dio cuenta que el aroma venía del baño de mujeres. Quedó parado frente a la puerta y tragó. No podía pasar, sería extraño y quizás iban a sacarlo a gritos de haber alguien ahí dentro. Claro que, cuando vio a [danteneri123] acercarse, tuvo que tragarse la vergüenza porque estuvo seguro que el pelinegro no iba a querer perder el tiempo. Más aún cuando la el olor de sangre era más intenso. Extendió una mano hacia la puerta y la empujó con cuidado hacia el interior sel baño para echar un vistazo. Afortunadamente no había mujeres allí, así que se adentró, inspeccionando todo con la mirada antes de fijarse en los cubículos. Fue empujando las puertas que estaban a medio cerrar, la mayoría no reveló nada salvo los excusados, algunos hechos un desastre que el policía no quiso ver demasiado. Entonces, el ante último dio vistazo a una joven, sentada en el excusado, su ropa a medio hacer, cuerpo hacia atrás, cabeza apoyada contra la pared y mirada perdida, apagada. Frunció el ceño, no por ese estado, si no porque había una mordida en el cuello que se veía extremadamente descuidada, como si en vez de morderla le arrancaron un pedazo primero. Ni hablar de la sangre que caía. No era suficiente para armar un charco, pero sí como para manchar parte del cuerpo. Bueno, fue algo rápido hacer tal descubrimiento. El problema, ¿qué ocurrió y quién fue? -Esto se ve reciente... no creo que quien lo haya hecho haya ido muy lejos. -miró a Dante, si se trataba de un renegado él sabría mejor el actuar de estos.
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  • Aunque te pienso y te extraño no te pienso buscar ángel caído mi error fue pensar que te fijarias en una híbrida como yo
    Aunque te pienso y te extraño no te pienso buscar ángel caído mi error fue pensar que te fijarias en una híbrida como yo
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    Y de nuevo este es mi mood, cuando me sienta asi fijare esta publicacion porque obvio no me desahogare con lo que me pasa, para ello tengo una amiga [Fourththroneguardian71] (Perdon amiga por usarte TT)
    Y de nuevo este es mi mood, cuando me sienta asi fijare esta publicacion porque obvio no me desahogare con lo que me pasa, para ello tengo una amiga [Fourththroneguardian71] (Perdon amiga por usarte TT)
    Y... por otro lado... si no quieren leer esto pasenlo porque desahogare mis ganas... Deseo tanto matar a alguien con mis propias manos, quitarle el corazon, quemarlo, hacerlo pedacitos con mi espada, y darselo a los demonios para que desaparezca, deseo tanto eso, porque en este momento mi cabeza esta echando humo
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  • "Descanso Pendiente".

    El sonido del reloj de pared marcaba un ritmo monótono en la habitación de Carmina. Cada tic-tac parecía burlarse de su agotamiento, recordándole que la vida seguía, aunque su cuerpo solo pidiera descanso. Estaba acostada boca arriba en su cama, los pies aún colgando del borde, demasiado cansada para hacer el esfuerzo de acomodarse bien.

    La temporada alta en la tienda había sido brutal. Clientes entrando y saliendo sin descanso, estanterías que apenas tenía tiempo de reabastecer antes de que volvieran a quedar vacías, noches en las que caía rendida en la cama sin siquiera cambiarse de ropa. Lucia le decía que debía tomarse las cosas con más calma, que no todo tenía que hacerlo ella sola, pero Carmina solo respondía con una sonrisa cansada y un "Tranquila, nonna, puedo con esto."

    Ahora, tumbada en su habitación, sentía que ya no podía con nada.

    Giró la cabeza hacia la puerta, escuchando los sonidos familiares de su abuela en la cocina. Seguramente estaba preparando algo caliente, como siempre hacía cuando veía a Carmina agotada. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Su nonna siempre sabía cómo cuidarla, incluso cuando ella misma olvidaba hacerlo.

    Sus ojos recorrieron el techo, y luego se fijaron en su maleta empolvada en un rincón. ¿Hace cuánto que no la usaba? Mucho. Demasiado.

    —Necesito vacaciones —murmuró para sí misma.

    Tal vez un viaje corto, un par de días lejos de la tienda, lejos de las preocupaciones. Un pueblito costero, un lugar donde el único ruido fuera el de las olas y no el de la caja registradora.

    Su cuerpo protestó cuando intentó moverse, así que se rindió y cerró los ojos. Mañana lo pensaría con más calma. Mañana hablaría con Lucia. Mañana… mañana haría algo al respecto.

    Pero por ahora, solo quería quedarse ahí, en silencio, disfrutando del único lujo que podía permitirse esta noche: un respiro.
    "Descanso Pendiente". El sonido del reloj de pared marcaba un ritmo monótono en la habitación de Carmina. Cada tic-tac parecía burlarse de su agotamiento, recordándole que la vida seguía, aunque su cuerpo solo pidiera descanso. Estaba acostada boca arriba en su cama, los pies aún colgando del borde, demasiado cansada para hacer el esfuerzo de acomodarse bien. La temporada alta en la tienda había sido brutal. Clientes entrando y saliendo sin descanso, estanterías que apenas tenía tiempo de reabastecer antes de que volvieran a quedar vacías, noches en las que caía rendida en la cama sin siquiera cambiarse de ropa. Lucia le decía que debía tomarse las cosas con más calma, que no todo tenía que hacerlo ella sola, pero Carmina solo respondía con una sonrisa cansada y un "Tranquila, nonna, puedo con esto." Ahora, tumbada en su habitación, sentía que ya no podía con nada. Giró la cabeza hacia la puerta, escuchando los sonidos familiares de su abuela en la cocina. Seguramente estaba preparando algo caliente, como siempre hacía cuando veía a Carmina agotada. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Su nonna siempre sabía cómo cuidarla, incluso cuando ella misma olvidaba hacerlo. Sus ojos recorrieron el techo, y luego se fijaron en su maleta empolvada en un rincón. ¿Hace cuánto que no la usaba? Mucho. Demasiado. —Necesito vacaciones —murmuró para sí misma. Tal vez un viaje corto, un par de días lejos de la tienda, lejos de las preocupaciones. Un pueblito costero, un lugar donde el único ruido fuera el de las olas y no el de la caja registradora. Su cuerpo protestó cuando intentó moverse, así que se rindió y cerró los ojos. Mañana lo pensaría con más calma. Mañana hablaría con Lucia. Mañana… mañana haría algo al respecto. Pero por ahora, solo quería quedarse ahí, en silencio, disfrutando del único lujo que podía permitirse esta noche: un respiro.
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  • Tener un poco de tiempo para si mismo no es un problema, solo unos minutos, solo unas horas y cada amigo cercano desaparece de la vista, como la neblina junto al río al amanecer, como la espuma luego de un tiempo, muy lentamente, su vitalidad desciende hasta solo quedar un tenue recuerdo de su vida, bien o mal vivida, es un suspiro de lo que nunca se puede experimentar en la carne de un inmortal. Aceptarlo fue fácil, una o dos décadas bastan para entender que los rasgos distintivos y habilidades misteriosas son sinónimo de larga vida  '¡Que gran regalo! Uno que brindan los cielos' pero la realidad es mas cruel y dolorosa de la que los celestiales quisieran siquiera proveer '¡Demonio de las profundidades!' Las palabras correctas para describir a un brujo, mitad de algo, mitad del demonio, mayor o menor no quita ser descendencia de un ser de entre las dimensiones. Vaya soledad, es pesada, triste, sin fin, ojalá termine pronto, ojalá no termine nunca... que perdido puede encontrarse uno con tantas personas vivas alrededor para aferrarse y perderse, fijarse a la tierra, observando el tiempo pasar.
    Tener un poco de tiempo para si mismo no es un problema, solo unos minutos, solo unas horas y cada amigo cercano desaparece de la vista, como la neblina junto al río al amanecer, como la espuma luego de un tiempo, muy lentamente, su vitalidad desciende hasta solo quedar un tenue recuerdo de su vida, bien o mal vivida, es un suspiro de lo que nunca se puede experimentar en la carne de un inmortal. Aceptarlo fue fácil, una o dos décadas bastan para entender que los rasgos distintivos y habilidades misteriosas son sinónimo de larga vida  '¡Que gran regalo! Uno que brindan los cielos' pero la realidad es mas cruel y dolorosa de la que los celestiales quisieran siquiera proveer '¡Demonio de las profundidades!' Las palabras correctas para describir a un brujo, mitad de algo, mitad del demonio, mayor o menor no quita ser descendencia de un ser de entre las dimensiones. Vaya soledad, es pesada, triste, sin fin, ojalá termine pronto, ojalá no termine nunca... que perdido puede encontrarse uno con tantas personas vivas alrededor para aferrarse y perderse, fijarse a la tierra, observando el tiempo pasar.
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  • ⋆Cerrado⋆ | The Death of Icarus by Alexandre Cabanel

    El museo estaba en silencio. Un contraste brutal en comparación al mundo exterior. Bobby recorrió despacio los pasillos amplios, saltando de una pieza de arte a otra. Ahí fue cuando sus ojos se fijaron en una pintura. Su primera impresión era la de un ángel caído pero al acercarse, la placa leía: La muerte de Ícaro de Alexandre Cabanel.

    —Ícaro... —Se dijo a sí mismo volviendo la mirada hacia la pintura. Ese que había volado demasiado cerca al sol y había terminado con las alas derretidas.

    El cuerpo del joven derrotado y el rostro triste enterrado en la arena le provocó un nudo en la garganta. Se sintió identificado. ¡Oh, la magia del arte y la forma en la que te habla! Sentía que era como ver una versión antigua de sí mismo... vieja y trágica. Como Ícaro, ahora se daba cuenta de que él también había sido ambicioso y no le salió bien.

    Bobby se quedó parado con las manos en los bolsillos y los dientes apretados. inmóvil. No podía despegar la mirada del cuadro pero entonces hubo un pensamiento sorpresivamente liberador: no recordaba cómo terminaba la historia de Ícaro y sus alas de cera, ¿había vivido o se lo habían llevado las olas del mar que veía en la pieza?

    Apartó la mirada con disgusto pero con la certeza de que no sería cómo Ícaro nuevamente. Alzaría el vuelo otra vez pero con alas reales, esta vez no se quemaría y de eso se iba a asegurar. Se sacudió todas esas ideas de la cabeza y siguió su camino. No le había gustado ese cuadro.
    ⋆Cerrado⋆ | The Death of Icarus by Alexandre Cabanel El museo estaba en silencio. Un contraste brutal en comparación al mundo exterior. Bobby recorrió despacio los pasillos amplios, saltando de una pieza de arte a otra. Ahí fue cuando sus ojos se fijaron en una pintura. Su primera impresión era la de un ángel caído pero al acercarse, la placa leía: La muerte de Ícaro de Alexandre Cabanel. —Ícaro... —Se dijo a sí mismo volviendo la mirada hacia la pintura. Ese que había volado demasiado cerca al sol y había terminado con las alas derretidas. El cuerpo del joven derrotado y el rostro triste enterrado en la arena le provocó un nudo en la garganta. Se sintió identificado. ¡Oh, la magia del arte y la forma en la que te habla! Sentía que era como ver una versión antigua de sí mismo... vieja y trágica. Como Ícaro, ahora se daba cuenta de que él también había sido ambicioso y no le salió bien. Bobby se quedó parado con las manos en los bolsillos y los dientes apretados. inmóvil. No podía despegar la mirada del cuadro pero entonces hubo un pensamiento sorpresivamente liberador: no recordaba cómo terminaba la historia de Ícaro y sus alas de cera, ¿había vivido o se lo habían llevado las olas del mar que veía en la pieza? Apartó la mirada con disgusto pero con la certeza de que no sería cómo Ícaro nuevamente. Alzaría el vuelo otra vez pero con alas reales, esta vez no se quemaría y de eso se iba a asegurar. Se sacudió todas esas ideas de la cabeza y siguió su camino. No le había gustado ese cuadro.
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  • La noche se extendía sobre el mundo como un manto rasgado, sus hilos de plata temblando entre las copas de los árboles. A lo lejos, los cuervos trazaban sombras en el cielo, pero su voz se apagaba aquí, donde solo la brisa y el crujir de las hojas susurraban secretos olvidados.

    Me detuve en el claro, sintiendo la humedad de la tierra bajo mis pies. El humo que escapaba de mi máscara se mezclaba con la niebla que reptaba sobre el suelo, enredándose en las raíces y en los troncos retorcidos de los árboles centenarios. Cerré los ojos un instante. El silencio tenía peso aquí. Y en ese silencio, escuché el deslizamiento casi imperceptible sobre la hojarasca.

    Ahí estaba ella.

    Emergió de la penumbra como un hilo de sombra líquida, su cuerpo ondulando con una gracia inhumana. Su piel era oscura y brillante como la obsidiana, y sus ojos, dos esferas de ámbar incandescente, se fijaron en mí con una calma absoluta. No hubo miedo en su mirada, solo un entendimiento antiguo, profundo.

    —Te esperaba. —Murmuré, aunque no supe por qué.

    La serpiente alzó la cabeza, su lengua hendida probando el aire. Parecía saber algo que yo aún no comprendía.

    —Vienes de lejos. —Dije, observando la cicatriz pálida que surcaba su lomo, una herida vieja, sanada con el tiempo pero nunca olvidada.

    Ella no respondió, pero no necesitaba hacerlo. La historia estaba en su piel, en la forma en que su cuerpo se movía con cautela, en la manera en que su mirada no titubeaba. Había sobrevivido a algo. A alguien.

    La entendí.

    Porque yo también había sido herida. Yo también había deslizado mi cuerpo por la noche, lejos de manos que intentaban atraparme, de cuchillas que buscaban partirme en dos. Yo también había aprendido a moverse en la penumbra, a esperar el momento exacto para morder.

    Un cuervo graznó en la distancia. La serpiente parpadeó lentamente y, con la misma quietud con la que había llegado, comenzó a alejarse.

    —No... —Quise decir. Quédate. Enséñame qué hacer con las cicatrices. Enséñame a recordar sin convertirme en lo que me hirió.

    Pero las serpientes no enseñan con palabras. Enseñan con su existencia, con la forma en que continúan deslizándose, con la certeza de que la piel rota se abandona y una nueva emerge en su lugar.

    La observé desaparecer entre las raíces, su silueta fundiéndose con la tierra.
    La noche se extendía sobre el mundo como un manto rasgado, sus hilos de plata temblando entre las copas de los árboles. A lo lejos, los cuervos trazaban sombras en el cielo, pero su voz se apagaba aquí, donde solo la brisa y el crujir de las hojas susurraban secretos olvidados. Me detuve en el claro, sintiendo la humedad de la tierra bajo mis pies. El humo que escapaba de mi máscara se mezclaba con la niebla que reptaba sobre el suelo, enredándose en las raíces y en los troncos retorcidos de los árboles centenarios. Cerré los ojos un instante. El silencio tenía peso aquí. Y en ese silencio, escuché el deslizamiento casi imperceptible sobre la hojarasca. Ahí estaba ella. Emergió de la penumbra como un hilo de sombra líquida, su cuerpo ondulando con una gracia inhumana. Su piel era oscura y brillante como la obsidiana, y sus ojos, dos esferas de ámbar incandescente, se fijaron en mí con una calma absoluta. No hubo miedo en su mirada, solo un entendimiento antiguo, profundo. —Te esperaba. —Murmuré, aunque no supe por qué. La serpiente alzó la cabeza, su lengua hendida probando el aire. Parecía saber algo que yo aún no comprendía. —Vienes de lejos. —Dije, observando la cicatriz pálida que surcaba su lomo, una herida vieja, sanada con el tiempo pero nunca olvidada. Ella no respondió, pero no necesitaba hacerlo. La historia estaba en su piel, en la forma en que su cuerpo se movía con cautela, en la manera en que su mirada no titubeaba. Había sobrevivido a algo. A alguien. La entendí. Porque yo también había sido herida. Yo también había deslizado mi cuerpo por la noche, lejos de manos que intentaban atraparme, de cuchillas que buscaban partirme en dos. Yo también había aprendido a moverse en la penumbra, a esperar el momento exacto para morder. Un cuervo graznó en la distancia. La serpiente parpadeó lentamente y, con la misma quietud con la que había llegado, comenzó a alejarse. —No... —Quise decir. Quédate. Enséñame qué hacer con las cicatrices. Enséñame a recordar sin convertirme en lo que me hirió. Pero las serpientes no enseñan con palabras. Enseñan con su existencia, con la forma en que continúan deslizándose, con la certeza de que la piel rota se abandona y una nueva emerge en su lugar. La observé desaparecer entre las raíces, su silueta fundiéndose con la tierra.
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