• ━━━━━━━━ En medio de la oscuridad de su situación, Hope se aferraba a los recuerdos felices con Dean como si fueran un faro en la noche. Recordaba sus risas compartidas en el bunker, las noches de estudio que se convertían en charlas interminables bajo la luz de una lámpara de mesa, y el calor de su mano cuando la tomaba para consolarla. Esos momentos eran su ancla, su esperanza de que todo volvería a estar bien.

    "Dean debe estar buscándome", se repetía como un mantra. "Él no me dejaría atrás." Pero la duda se colaba entre sus pensamientos como una corriente de aire frío. ¿Y si no sabía que ella estaba atrapada? ¿Y si pensaba que había desaparecido para siempre?

    Con cada recuerdo, Hope encontraba un poco de fuerza. Imaginaba a Dean revisando libros antiguos, buscando hechizos o pistas que pudieran llevarlo hacia ella. La imagen de él, con su ceño fruncido por la determinación, le daba un ápice de calma. "Él me encontrará", pensó con una mezcla de fe y desesperación. "Porque sin él, sin esos recuerdos, estar aquí sería demasiado insoportable."

    Así, en ese cuerpo que no era el suyo, Hope Mikaelson se mantenía viva a través de la memoria, esperando, confiando, que pronto volvería a estar donde pertenecía, al lado de Dean en el bunker, donde cada sombra y cada rincón le recordaban lo que era ser amada y protegida.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Monorol #Escena #Winchelson
    ━━━━━━━━ En medio de la oscuridad de su situación, Hope se aferraba a los recuerdos felices con Dean como si fueran un faro en la noche. Recordaba sus risas compartidas en el bunker, las noches de estudio que se convertían en charlas interminables bajo la luz de una lámpara de mesa, y el calor de su mano cuando la tomaba para consolarla. Esos momentos eran su ancla, su esperanza de que todo volvería a estar bien. "Dean debe estar buscándome", se repetía como un mantra. "Él no me dejaría atrás." Pero la duda se colaba entre sus pensamientos como una corriente de aire frío. ¿Y si no sabía que ella estaba atrapada? ¿Y si pensaba que había desaparecido para siempre? Con cada recuerdo, Hope encontraba un poco de fuerza. Imaginaba a Dean revisando libros antiguos, buscando hechizos o pistas que pudieran llevarlo hacia ella. La imagen de él, con su ceño fruncido por la determinación, le daba un ápice de calma. "Él me encontrará", pensó con una mezcla de fe y desesperación. "Porque sin él, sin esos recuerdos, estar aquí sería demasiado insoportable." Así, en ese cuerpo que no era el suyo, Hope Mikaelson se mantenía viva a través de la memoria, esperando, confiando, que pronto volvería a estar donde pertenecía, al lado de Dean en el bunker, donde cada sombra y cada rincón le recordaban lo que era ser amada y protegida. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Monorol #Escena #Winchelson
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  • Ammm bueno... Me gaste mi dinerito obsequiandole cosas a la gente (no sabia que ficrol cambiaria el sistema de puntos y que al poner no nsfw perdería "amigos" para rolear en público)
    Asi que mientras sigo acomulando puntos y conociendo gente y creando escenas ....
    Feliz navidad chocolatito y galletas hechos por mi para ustedes
    Con Amorcito Tenebre
    Ammm bueno... Me gaste mi dinerito obsequiandole cosas a la gente (no sabia que ficrol cambiaria el sistema de puntos y que al poner no nsfw perdería "amigos" para rolear en público) Asi que mientras sigo acomulando puntos y conociendo gente y creando escenas .... 🫂 Feliz navidad 🎄 chocolatito y galletas hechos por mi para ustedes 🎆 Con Amorcito Tenebre :STK-13:
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  • Sunday
    Las fiestas de fin de año son un gran acontecimiento en cualquier rincón del universo, y para Robin no eran la excepción. Como cantante, siempre se aseguraba de cerrar sus fechas y conciertos con suficiente antelación para poder regresar a tiempo al lado de su querido hermano, Sunday. Después de todo, él era su familia, su refugio, su lugar feliz. Volver junto a él valía cualquier esfuerzo, incluso si el costo era alto, y no solo en términos económicos.

    El proceso no era sencillo. Planificar las últimas presentaciones del año, coordinar los viajes y cumplir con los compromisos laborales requería una organización meticulosa. Había ocasiones en las que terminaba su último concierto casi al borde del agotamiento, pero nada le importaba más que estar al lado de su hermano para las celebraciones.

    Cuando finalmente llegaba, el cansancio desaparecía al ser recibida por el abrazo cálido de Sunday. Para ella, esos momentos compartidos eran más valiosos que cualquier escenario o aplauso, un recordatorio de que siempre habría un lugar donde sentirse en casa. — Feliz navidad, hermano. —
    [SundayHSR1] Las fiestas de fin de año son un gran acontecimiento en cualquier rincón del universo, y para Robin no eran la excepción. Como cantante, siempre se aseguraba de cerrar sus fechas y conciertos con suficiente antelación para poder regresar a tiempo al lado de su querido hermano, Sunday. Después de todo, él era su familia, su refugio, su lugar feliz. Volver junto a él valía cualquier esfuerzo, incluso si el costo era alto, y no solo en términos económicos. El proceso no era sencillo. Planificar las últimas presentaciones del año, coordinar los viajes y cumplir con los compromisos laborales requería una organización meticulosa. Había ocasiones en las que terminaba su último concierto casi al borde del agotamiento, pero nada le importaba más que estar al lado de su hermano para las celebraciones. Cuando finalmente llegaba, el cansancio desaparecía al ser recibida por el abrazo cálido de Sunday. Para ella, esos momentos compartidos eran más valiosos que cualquier escenario o aplauso, un recordatorio de que siempre habría un lugar donde sentirse en casa. — Feliz navidad, hermano. —
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  • La escena que se repite nuevamente a donde sea que me dirija.. Otro mundo envuelto en caos, cuyo fin esta cerca...
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  • — ¡Ah!, la angustia de permanecer en el anonimato entre los inmortales nunca fue peor para mí, para el monstruo ávido de nuevas sensaciones que soy. El suave murmullo de las voces sobrenaturales no es capaz de apartar de mí esa angustia. El sabor del reconocimiento mortal fue demasiado seductor, los discos en los escaparates, mis fans saltando y aplaudiendo frente al escenario. No importa que no creyeran de veras que era un vampiro; en aquellos instantes, estábamos juntos. ¡Aclamaban mi nombre! —
    — ¡Ah!, la angustia de permanecer en el anonimato entre los inmortales nunca fue peor para mí, para el monstruo ávido de nuevas sensaciones que soy. El suave murmullo de las voces sobrenaturales no es capaz de apartar de mí esa angustia. El sabor del reconocimiento mortal fue demasiado seductor, los discos en los escaparates, mis fans saltando y aplaudiendo frente al escenario. No importa que no creyeran de veras que era un vampiro; en aquellos instantes, estábamos juntos. ¡Aclamaban mi nombre! —
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  • «No contactes este número de nuevo. Estás muerto para mí».

    Ocho años desde entonces. ¿O son diez? Ah, no importa. Nada importa. Recordar es un fastidio.

    El mensaje es corto y contundente, hacía más fáciles las cosas. Casi catártico, como eso que se siente al sacarse una astilla de madera.

    "Sawajiri, la ceremonia ya casi empieza. ¿Qué pasa? ¿Tus padres no vienen?"

    ¿Cuánto tiempo se había quedado ahí parado viendo el mensaje? Y no, por supuesto que no van a venir. Hacía falta una mentira. Están de viaje, la tía Akane se volvió a caer de la escalera, no importa. Nada importa.

    Qué fastidio son las ceremonias de graduación. ¿Usar una toga? Fastidio. ¿Estar sentado por horas? Fastidio. ¿Escuchar al director hablar como si los graduados fueran superhéroes? Fas. Ti. Dio.

    Y el mayor fastidio de todos era tener que decir el discurso de cierre. Sí, por alguna razón que encontraba inexplicable, él tenía que hacerlo.

    Oh, no, ya estaba tras el micrófono. ¿Qué se supone que debía decir? Ni siquiera quería ser profesor, eligió la carrera al azar. Literalmente al azar, lanzó un dardo a la página con la oferta curricular. Lo que sea para no darle gusto al viejo.

    —Yo...

    ¿Por qué carajo lo miraban tanto?

    —...te odio.

    ¿Qué fue lo que dijo?

    —Te odio. Me alegra estar muerto para ti.

    Confusión, murmullos, cabezas siendo rascadas y entrecejos levantándose. Usual.

    —Estar muerto es mejor que tener que soportarte. Tampoco es que haya mucha diferencia. Aunque debería preguntarme de qué vida se supone que morí. Yo nunca tuve una vida propia, tenía que ser una jodida copia tuya. ¿Estoy muerto para ti? ¿Cuándo estuve vivo para ti?

    Ya varios de sus compañeros estaban de pie. No importa. Nada importa. Dos sillas vacías había en medio del caos. Siempre vacías.

    —Jódete.

    Bajó del escenario, caminó justo por el centro de la multitud. Se habrían alejado menos de un leproso.

    Pero no importa. Nada importa. Qué fastidio.
    «No contactes este número de nuevo. Estás muerto para mí». Ocho años desde entonces. ¿O son diez? Ah, no importa. Nada importa. Recordar es un fastidio. El mensaje es corto y contundente, hacía más fáciles las cosas. Casi catártico, como eso que se siente al sacarse una astilla de madera. "Sawajiri, la ceremonia ya casi empieza. ¿Qué pasa? ¿Tus padres no vienen?" ¿Cuánto tiempo se había quedado ahí parado viendo el mensaje? Y no, por supuesto que no van a venir. Hacía falta una mentira. Están de viaje, la tía Akane se volvió a caer de la escalera, no importa. Nada importa. Qué fastidio son las ceremonias de graduación. ¿Usar una toga? Fastidio. ¿Estar sentado por horas? Fastidio. ¿Escuchar al director hablar como si los graduados fueran superhéroes? Fas. Ti. Dio. Y el mayor fastidio de todos era tener que decir el discurso de cierre. Sí, por alguna razón que encontraba inexplicable, él tenía que hacerlo. Oh, no, ya estaba tras el micrófono. ¿Qué se supone que debía decir? Ni siquiera quería ser profesor, eligió la carrera al azar. Literalmente al azar, lanzó un dardo a la página con la oferta curricular. Lo que sea para no darle gusto al viejo. —Yo... ¿Por qué carajo lo miraban tanto? —...te odio. ¿Qué fue lo que dijo? —Te odio. Me alegra estar muerto para ti. Confusión, murmullos, cabezas siendo rascadas y entrecejos levantándose. Usual. —Estar muerto es mejor que tener que soportarte. Tampoco es que haya mucha diferencia. Aunque debería preguntarme de qué vida se supone que morí. Yo nunca tuve una vida propia, tenía que ser una jodida copia tuya. ¿Estoy muerto para ti? ¿Cuándo estuve vivo para ti? Ya varios de sus compañeros estaban de pie. No importa. Nada importa. Dos sillas vacías había en medio del caos. Siempre vacías. —Jódete. Bajó del escenario, caminó justo por el centro de la multitud. Se habrían alejado menos de un leproso. Pero no importa. Nada importa. Qué fastidio.
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  • — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz?

    Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas.

    Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta.

    — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha?

    Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos.

    — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan?

    Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma.

    — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más.

    « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor.

    "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico."

    Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo.

    " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba".

    Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor.

    — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta.

    « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
    — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz? Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas. Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta. — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha? Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos. — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan? Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma. — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más. « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor. "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico." Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo. " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba". Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor. — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta. « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
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    Busco a alguien afín a mis gustos, el dark romance, temáticas ligadas al horror, a su vez los temas en los que este puede desglosarse y son de mi particular interés; canibalismo, obsesión, juegos psicológicos, manipulación, terror analógico, etc.

    No soy de poner requisitos, pues e cuanto a líneas me dan igual siempre y cuando sean de aporte al desarrollo del rp mismo, la única aclaración que creo es importante es que no soy una persona paciente, decir que puedo esperar un día o dos por una respuesta sería mentira, comprendo los tiempos de todos y que sus vidas van más allá, pero por lo mismo busco a quien valore también mi tiempo

    Por mi parte ofrezco lo que pido y un detallito más, lineas coherentes qué aporten a la trama, buena memoria, buena disponibilidad, buena comunicación y si me da la inspiración una qué otra escena dibujada (me gusta dibujar y no se me dan tan mal, so) :>

    Eso sería todo, cualquier interesado porfavor de señal de vida o no c, que me tire un camarón aunque sea xd
    Busco a alguien afín a mis gustos, el dark romance, temáticas ligadas al horror, a su vez los temas en los que este puede desglosarse y son de mi particular interés; canibalismo, obsesión, juegos psicológicos, manipulación, terror analógico, etc. No soy de poner requisitos, pues e cuanto a líneas me dan igual siempre y cuando sean de aporte al desarrollo del rp mismo, la única aclaración que creo es importante es que no soy una persona paciente, decir que puedo esperar un día o dos por una respuesta sería mentira, comprendo los tiempos de todos y que sus vidas van más allá, pero por lo mismo busco a quien valore también mi tiempo Por mi parte ofrezco lo que pido y un detallito más, lineas coherentes qué aporten a la trama, buena memoria, buena disponibilidad, buena comunicación y si me da la inspiración una qué otra escena dibujada (me gusta dibujar y no se me dan tan mal, so) :> Eso sería todo, cualquier interesado porfavor de señal de vida o no c, que me tire un camarón aunque sea xd
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    𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠

    Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma.

    —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio.

    Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura.

    —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina.

    Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban.

    —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día?

    El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros.

    —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar.

    Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo.

    —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros.

    El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar.

    —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora?

    Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto.

    —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá.

    —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente.

    Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez.

    Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte.

    —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores.

    Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo.

    —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra.

    —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto.

    El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices.

    Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
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    𝐅𝐨𝐭𝐨𝐠𝐫𝐚𝐟𝐢́𝐚𝐬, 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐫𝐞𝐩𝐞𝐭𝐢𝐫.

    𝐂𝐚𝐧𝐨𝐧

    Cuando el joven Maximillian escapó de su hogar, apenas tuvo tiempo de reunir unas pocas pertenencias. Entre armas viejas y harapos desgastados, rescató lo único que realmente importaba: una fotografía. A primera vista, era apenas un papel gastado y descolorido, con los bordes maltratados por el tiempo y los viajes. Pero para Maximillian, aquella imagen era un ancla, un pedazo irremplazable de su historia.

    En la fotografía aparecía él, un niño pequeño de rostro marcado por el polvo y las lágrimas, abrazado por la única figura que había sido su refugio: su abuelo. Era más joven en esa imagen, aunque ya portaba su imponente cabellera plateada y aquella mirada severa, pero bondadosa. El día capturado en esa instantánea fue un momento donde todo pudo haber terminado: un Maximillian demasiado curioso y torpe había terminado en un aprieto mortal, pero su abuelo llegó justo a tiempo para salvarlo. La escena quedó sellada en esa foto, que luego conservaron como una especie de chiste familiar, un símbolo de la cercanía que los unía.

    Pero ahora, ya no quedaban más bromas. El abuelo había caído tiempo después, arrebatado por el consulado en un acto de traición que dejó a Maximillian con lágrimas en los ojos y el corazón endurecido. Aquel último recuerdo feliz —un rescate, una sonrisa, y una mano fuerte que lo sostenía— era todo lo que le quedaba.

    Desde entonces, Maximillian nunca partía sin observar aquella fotografía una vez más. Cada arruga y mancha le devolvía las palabras de su abuelo:
    —“Nunca te perderás mientras puedas recordar de dónde vienes.”

    Ahora, bajo el nombre de Corvus, el narrador de historias y maestro de ilusiones, aquella fotografía seguía con él. Antes de subir al escenario, donde las luces y sombras daban forma a su magia, la sacaba con cuidado. La mirada de su abuelo en la imagen seguía dándole fuerzas, como si lo alentara a seguir adelante.

    Los espectadores lo veían como un cuentacuentos excéntrico, un ilusionista astuto que podía hechizarlos con una sonrisa enigmática y relatos que parecían demasiado reales. Pero cuando las cortinas caían y la audiencia se desvanecía en la noche, Corvus volvía a sostener aquella fotografía, sus dedos recorriendo con ternura la imagen del hombre que le enseñó a sobrevivir.

    Porque aquella foto no era solo un recuerdo; era su promesa. Una promesa de que seguiría contando historias, seguiría sobreviviendo y que, de algún modo, el abuelo seguiría vivo en cada palabra que él susurrara al viento.
    𝐅𝐨𝐭𝐨𝐠𝐫𝐚𝐟𝐢́𝐚𝐬, 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐫𝐞𝐩𝐞𝐭𝐢𝐫. 𝐂𝐚𝐧𝐨𝐧 Cuando el joven Maximillian escapó de su hogar, apenas tuvo tiempo de reunir unas pocas pertenencias. Entre armas viejas y harapos desgastados, rescató lo único que realmente importaba: una fotografía. A primera vista, era apenas un papel gastado y descolorido, con los bordes maltratados por el tiempo y los viajes. Pero para Maximillian, aquella imagen era un ancla, un pedazo irremplazable de su historia. En la fotografía aparecía él, un niño pequeño de rostro marcado por el polvo y las lágrimas, abrazado por la única figura que había sido su refugio: su abuelo. Era más joven en esa imagen, aunque ya portaba su imponente cabellera plateada y aquella mirada severa, pero bondadosa. El día capturado en esa instantánea fue un momento donde todo pudo haber terminado: un Maximillian demasiado curioso y torpe había terminado en un aprieto mortal, pero su abuelo llegó justo a tiempo para salvarlo. La escena quedó sellada en esa foto, que luego conservaron como una especie de chiste familiar, un símbolo de la cercanía que los unía. Pero ahora, ya no quedaban más bromas. El abuelo había caído tiempo después, arrebatado por el consulado en un acto de traición que dejó a Maximillian con lágrimas en los ojos y el corazón endurecido. Aquel último recuerdo feliz —un rescate, una sonrisa, y una mano fuerte que lo sostenía— era todo lo que le quedaba. Desde entonces, Maximillian nunca partía sin observar aquella fotografía una vez más. Cada arruga y mancha le devolvía las palabras de su abuelo: —“Nunca te perderás mientras puedas recordar de dónde vienes.” Ahora, bajo el nombre de Corvus, el narrador de historias y maestro de ilusiones, aquella fotografía seguía con él. Antes de subir al escenario, donde las luces y sombras daban forma a su magia, la sacaba con cuidado. La mirada de su abuelo en la imagen seguía dándole fuerzas, como si lo alentara a seguir adelante. Los espectadores lo veían como un cuentacuentos excéntrico, un ilusionista astuto que podía hechizarlos con una sonrisa enigmática y relatos que parecían demasiado reales. Pero cuando las cortinas caían y la audiencia se desvanecía en la noche, Corvus volvía a sostener aquella fotografía, sus dedos recorriendo con ternura la imagen del hombre que le enseñó a sobrevivir. Porque aquella foto no era solo un recuerdo; era su promesa. Una promesa de que seguiría contando historias, seguiría sobreviviendo y que, de algún modo, el abuelo seguiría vivo en cada palabra que él susurrara al viento.
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