• Adoro esa Dualidad de un ángel y un maldito demonio que podemos ser las mujeres cuando queremos
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    - Sacerdotisa Yae . Una figura misteriosa y poderosa que poseía el don de controlar sus dualidades, su lado de luz y oscuridad, pero que al llegar cierta época del año, su lado oscuro se tornaba imposible de contener.

    La kitsune, con el corazón dividido entre la bondad de un ángel misericordioso y la ferocidad de una criatura letal, prefería refugiarse en su lado más infantil y alegre. Disfrutaba sumergirse en su mundo rosa lleno de inocencia y alegría, tratando desesperadamente de encontrar el equilibrio entre sus dos facetas opuestas.

    Sin embargo, cuando la sombra se cernía sobre ella, la sacerdotisa se veía atrapada en un torbellino de emociones descontroladas y un poder temible que amenazaba con consumirla por completo. A pesar de sus esfuerzos por mantener la armonía interior, el conflicto interno la atormentaba implacablemente.Durante los períodos de turbulencia, se recluía en su santuario, alejada de todos, luchando con sus emociones desbocadas y su poder incontrolable.

    Los monjes que la conocían la respetaban y temían a partes iguales. Sabían que solo podían ayudarla a atravesar esos momentos difíciles sellando su santuario mientras ella luchaba por recuperar el equilibrio perdido

    Inmersa en un misterio que rodeaba su propio ser, Kitsune luchaba incansablemente por encontrar la calma y mantener a raya su lado oscuro. Nadie podía desentrañar el enigma que encerraba su apariencia inocente y risueña, pero todos respetaban su fuerza y temían su furia cuando la oscuridad se apoderaba de ella.

    Recitando las sabias palabras de su Sensei, -La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo-, la Kitsune se aferraba a la esperanza de hallar la paz interior que tanto anhelaba.

    En cada ciclo de luz y sombra, la sacerdotisa Kitsune se enfrentaba a su propia dualidad, buscando desentrañar el misterio que la envolvía y hallar la verdadera esencia detrás de su naturaleza única. Al final del día, en medio de la danza eterna entre la luz y la oscuridad, Kitsune descubriría que solo aceptando y abrazando ambos lados de su ser, podría alcanzar la auténtica armonía y liberar toda su potencia.
    🌸- Sacerdotisa Yae . Una figura misteriosa y poderosa que poseía el don de controlar sus dualidades, su lado de luz y oscuridad, pero que al llegar cierta época del año, su lado oscuro se tornaba imposible de contener. La kitsune, con el corazón dividido entre la bondad de un ángel misericordioso y la ferocidad de una criatura letal, prefería refugiarse en su lado más infantil y alegre. Disfrutaba sumergirse en su mundo rosa lleno de inocencia y alegría, tratando desesperadamente de encontrar el equilibrio entre sus dos facetas opuestas. Sin embargo, cuando la sombra se cernía sobre ella, la sacerdotisa se veía atrapada en un torbellino de emociones descontroladas y un poder temible que amenazaba con consumirla por completo. A pesar de sus esfuerzos por mantener la armonía interior, el conflicto interno la atormentaba implacablemente.Durante los períodos de turbulencia, se recluía en su santuario, alejada de todos, luchando con sus emociones desbocadas y su poder incontrolable. Los monjes que la conocían la respetaban y temían a partes iguales. Sabían que solo podían ayudarla a atravesar esos momentos difíciles sellando su santuario mientras ella luchaba por recuperar el equilibrio perdido Inmersa en un misterio que rodeaba su propio ser, Kitsune luchaba incansablemente por encontrar la calma y mantener a raya su lado oscuro. Nadie podía desentrañar el enigma que encerraba su apariencia inocente y risueña, pero todos respetaban su fuerza y temían su furia cuando la oscuridad se apoderaba de ella. Recitando las sabias palabras de su Sensei, -La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo-, la Kitsune se aferraba a la esperanza de hallar la paz interior que tanto anhelaba. En cada ciclo de luz y sombra, la sacerdotisa Kitsune se enfrentaba a su propia dualidad, buscando desentrañar el misterio que la envolvía y hallar la verdadera esencia detrás de su naturaleza única. Al final del día, en medio de la danza eterna entre la luz y la oscuridad, Kitsune descubriría que solo aceptando y abrazando ambos lados de su ser, podría alcanzar la auténtica armonía y liberar toda su potencia.
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  • En la penumbra de una luna nueva, cuando las sombras se alargan y el silencio se apodera del mundo, aquellos que buscan la ayuda de Lepus, la enigmática guardiana del olvido, deben seguir un antiguo ritual.

    Primero, encuentra un rincón apartado de la ciudad, un lugar donde la naturaleza aún respire a través de las grietas del concreto. Allí, bajo la noche estrellada, dibuja un círculo con sal negra y coloca en su centro una máscara de conejo hecha de madera tallada. A su alrededor, dispón flores de dahlia negras y blancas, representando la dualidad de la vida y la muerte, y enciende tres velas: una blanca, una negra y una roja.

    Con las velas encendidas, toma un trozo de pergamino y escribe con tinta plateada las palabras: "Lepus, guardiana del olvido, ven a mi llamado". Coloca el pergamino dentro del círculo y, con voz suave pero firme, repite la invocación tres veces.

    Si tu deseo es puro y tu corazón está alineado con las fuerzas del universo, una brisa fría recorrerá el lugar, apagando las velas una a una. Es entonces cuando Lepus aparecerá, envuelta en sombras, con ojos turquesa que brillan como estrellas lejanas. Su deber es eliminar las memorias que deben ser olvidadas, aquellas que pesan sobre el alma y corrompen el espíritu.

    Pero recuerda, su presencia es efímera, y una vez que Lepus cumpla su tarea, las memorias borradas desaparecerán no solo de tu mente, sino de toda existencia con la llegada de los primeros rayos de sol. El precio de su ayuda es el silencio, pues al amanecer, la memoria de su encuentro se desvanecerá como un sueño olvidado. Nunca reveles su intervención, o arriesgarás traer de vuelta aquello que debía ser olvidado.
    En la penumbra de una luna nueva, cuando las sombras se alargan y el silencio se apodera del mundo, aquellos que buscan la ayuda de Lepus, la enigmática guardiana del olvido, deben seguir un antiguo ritual. Primero, encuentra un rincón apartado de la ciudad, un lugar donde la naturaleza aún respire a través de las grietas del concreto. Allí, bajo la noche estrellada, dibuja un círculo con sal negra y coloca en su centro una máscara de conejo hecha de madera tallada. A su alrededor, dispón flores de dahlia negras y blancas, representando la dualidad de la vida y la muerte, y enciende tres velas: una blanca, una negra y una roja. Con las velas encendidas, toma un trozo de pergamino y escribe con tinta plateada las palabras: "Lepus, guardiana del olvido, ven a mi llamado". Coloca el pergamino dentro del círculo y, con voz suave pero firme, repite la invocación tres veces. Si tu deseo es puro y tu corazón está alineado con las fuerzas del universo, una brisa fría recorrerá el lugar, apagando las velas una a una. Es entonces cuando Lepus aparecerá, envuelta en sombras, con ojos turquesa que brillan como estrellas lejanas. Su deber es eliminar las memorias que deben ser olvidadas, aquellas que pesan sobre el alma y corrompen el espíritu. Pero recuerda, su presencia es efímera, y una vez que Lepus cumpla su tarea, las memorias borradas desaparecerán no solo de tu mente, sino de toda existencia con la llegada de los primeros rayos de sol. El precio de su ayuda es el silencio, pues al amanecer, la memoria de su encuentro se desvanecerá como un sueño olvidado. Nunca reveles su intervención, o arriesgarás traer de vuelta aquello que debía ser olvidado.
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  • En aquellos días, cuando el peso del mundo parecía algo lejano y las sombras del futuro aún no se cernían sobre ellos, Shoko Ieiri se encontraba a menudo observando a Suguru Geto. Había algo en él, una mezcla de serenidad y fuerza, que la fascinaba profundamente. Suguru tenía una presencia que irradiaba confianza, pero también una tristeza silenciosa que pocas veces se permitía mostrar. Para Shoko, esa dualidad en su carácter era lo que lo hacía tan especial.

    Cuando Suguru hablaba, sus palabras siempre eran reflexivas, cargadas de una sabiduría que iba más allá de su edad. A menudo, Shoko se preguntaba cómo alguien tan joven podía tener una visión tan clara del mundo y, a la vez, cargar con un peso tan invisible. Ella veía en Suguru un espíritu noble, alguien que siempre buscaba lo mejor para los demás, incluso si eso significaba sacrificarse a sí mismo. En él, Shoko encontraba una bondad que era rara en su entorno, un sentido de justicia que iba más allá de las normas impuestas por la sociedad.

    A medida que pasaba el tiempo, Shoko no podía evitar notar cómo Suguru comenzaba a distanciarse poco a poco. Había algo que lo estaba consumiendo por dentro, una lucha interna que él nunca compartió con los demás. A veces, en los momentos de calma, Shoko se encontraba deseando poder aliviar ese dolor, ser quien lo ayudara a encontrar la paz que tanto necesitaba. Quizás, en el fondo, una parte de ella ansiaba ser más que una amiga para él, deseaba ser alguien en quien él pudiera confiar completamente.

    Sin embargo, Shoko sabía que el mundo en el que vivían no permitía tales sueños. La vida de un hechicero estaba llena de peligros, y el camino que Suguru comenzaba a recorrer lo alejaba cada vez más de ella. Pero incluso mientras su amistad se mantenía, y las barreras entre ellos crecían, Shoko no podía evitar sentir un profundo cariño por su compañero. Tal vez no era amor en el sentido tradicional, pero había algo en su corazón que latía con fuerza cada vez que pensaba en él. Un deseo silencioso de verlo feliz, de ver brillar nuevamente la luz en sus ojos.

    En su juventud, Shoko nunca llegó a expresar esos sentimientos, ni siquiera a sí misma. Pero en su corazón, sabía que había visto lo mejor en él. Había visto su bondad, su amor por los demás, y su dolor. Y aunque el tiempo y las circunstancias los llevaron por caminos diferentes, Shoko siempre guardó en su memoria la imagen de un joven que, a pesar de todo, había sido capaz de iluminar su mundo.
    En aquellos días, cuando el peso del mundo parecía algo lejano y las sombras del futuro aún no se cernían sobre ellos, Shoko Ieiri se encontraba a menudo observando a Suguru Geto. Había algo en él, una mezcla de serenidad y fuerza, que la fascinaba profundamente. Suguru tenía una presencia que irradiaba confianza, pero también una tristeza silenciosa que pocas veces se permitía mostrar. Para Shoko, esa dualidad en su carácter era lo que lo hacía tan especial. Cuando Suguru hablaba, sus palabras siempre eran reflexivas, cargadas de una sabiduría que iba más allá de su edad. A menudo, Shoko se preguntaba cómo alguien tan joven podía tener una visión tan clara del mundo y, a la vez, cargar con un peso tan invisible. Ella veía en Suguru un espíritu noble, alguien que siempre buscaba lo mejor para los demás, incluso si eso significaba sacrificarse a sí mismo. En él, Shoko encontraba una bondad que era rara en su entorno, un sentido de justicia que iba más allá de las normas impuestas por la sociedad. A medida que pasaba el tiempo, Shoko no podía evitar notar cómo Suguru comenzaba a distanciarse poco a poco. Había algo que lo estaba consumiendo por dentro, una lucha interna que él nunca compartió con los demás. A veces, en los momentos de calma, Shoko se encontraba deseando poder aliviar ese dolor, ser quien lo ayudara a encontrar la paz que tanto necesitaba. Quizás, en el fondo, una parte de ella ansiaba ser más que una amiga para él, deseaba ser alguien en quien él pudiera confiar completamente. Sin embargo, Shoko sabía que el mundo en el que vivían no permitía tales sueños. La vida de un hechicero estaba llena de peligros, y el camino que Suguru comenzaba a recorrer lo alejaba cada vez más de ella. Pero incluso mientras su amistad se mantenía, y las barreras entre ellos crecían, Shoko no podía evitar sentir un profundo cariño por su compañero. Tal vez no era amor en el sentido tradicional, pero había algo en su corazón que latía con fuerza cada vez que pensaba en él. Un deseo silencioso de verlo feliz, de ver brillar nuevamente la luz en sus ojos. En su juventud, Shoko nunca llegó a expresar esos sentimientos, ni siquiera a sí misma. Pero en su corazón, sabía que había visto lo mejor en él. Había visto su bondad, su amor por los demás, y su dolor. Y aunque el tiempo y las circunstancias los llevaron por caminos diferentes, Shoko siempre guardó en su memoria la imagen de un joven que, a pesar de todo, había sido capaz de iluminar su mundo.
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  • [• Da un sorbo leve a su té negro combinado con alcohol. Mientras miraba unas revistas, ve el cuerpo de una mujer con poca ropa. Se queda mirándola por unos segundos hasta que escucha a un compañero hacerle una breve broma. Tras un breve instante de reflexión, que para él pareció durar minutos, llega a una leve conclusión. •]

    —Oye, amigo... ¿Te has puesto a pensar en cómo la lujuria humana, con su búsqueda de placer y conexión, expone una dualidad intrínseca? Por un lado, está el impulso biológico y, por otro, la confrontación con un vacío existencial. Mientras promete satisfacción momentánea, a menudo deja una sensación de insatisfacción y vacío. Distorsiona nuestras prioridades y relaciones. La verdadera tristeza de la lujuria radica en cómo puede llevarnos a perder de vista la empatía y el amor genuino. Revela nuestra vulnerabilidad y nuestra lucha constante por encontrar un equilibrio entre el deseo y el significado.

    [• Mira a su compañero, ahora confundido. Luego le entrega la revista, vuelve a mirar al frente y sigue tomando su té. •]

    - Quédatelo... Es un regalo por parte mía.
    [• Da un sorbo leve a su té negro combinado con alcohol. Mientras miraba unas revistas, ve el cuerpo de una mujer con poca ropa. Se queda mirándola por unos segundos hasta que escucha a un compañero hacerle una breve broma. Tras un breve instante de reflexión, que para él pareció durar minutos, llega a una leve conclusión. •] —Oye, amigo... ¿Te has puesto a pensar en cómo la lujuria humana, con su búsqueda de placer y conexión, expone una dualidad intrínseca? Por un lado, está el impulso biológico y, por otro, la confrontación con un vacío existencial. Mientras promete satisfacción momentánea, a menudo deja una sensación de insatisfacción y vacío. Distorsiona nuestras prioridades y relaciones. La verdadera tristeza de la lujuria radica en cómo puede llevarnos a perder de vista la empatía y el amor genuino. Revela nuestra vulnerabilidad y nuestra lucha constante por encontrar un equilibrio entre el deseo y el significado. [• Mira a su compañero, ahora confundido. Luego le entrega la revista, vuelve a mirar al frente y sigue tomando su té. •] - Quédatelo... Es un regalo por parte mía.
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  • Valerian situó su hogar en un lugar donde siempre está nublado, un paraje remoto y melancólico que se ajusta perfectamente a su naturaleza sombría y a su deseo de aislamiento. Esta región, conocida como Ciel Gris, se encuentra en una costa escarpada y rocosa, donde las olas del mar golpean con fuerza constante contra los acantilados. La perpetua neblina y la falta de luz solar directa crean un ambiente inquietante y enigmático, ideal para un ser de su naturaleza.

    En lo alto de un risco, con una vista impresionante del mar embravecido, se alza la mansión de Valerian. La edificación, que parece tallada directamente en la roca, combina la belleza clásica con todas las comodidades modernas. A primera vista, su estructura parece una reliquia de tiempos pasados, con detalles arquitectónicos que evocan la elegancia de una época antigua.

    Es más que un hogar; es un reflejo de su propia dualidad, un lugar donde la belleza clásica y la modernidad se encuentran, donde la opulencia y la oscuridad coexisten en perfecta armonía. Este refugio apartado le proporciona no solo comodidad y lujo, sino también el aislamiento y la seguridad que necesita para vivir según sus propios términos, alejado de un mundo que ya no le ofrece el mismo atractivo que una vez tuvo.
    Valerian situó su hogar en un lugar donde siempre está nublado, un paraje remoto y melancólico que se ajusta perfectamente a su naturaleza sombría y a su deseo de aislamiento. Esta región, conocida como Ciel Gris, se encuentra en una costa escarpada y rocosa, donde las olas del mar golpean con fuerza constante contra los acantilados. La perpetua neblina y la falta de luz solar directa crean un ambiente inquietante y enigmático, ideal para un ser de su naturaleza. En lo alto de un risco, con una vista impresionante del mar embravecido, se alza la mansión de Valerian. La edificación, que parece tallada directamente en la roca, combina la belleza clásica con todas las comodidades modernas. A primera vista, su estructura parece una reliquia de tiempos pasados, con detalles arquitectónicos que evocan la elegancia de una época antigua. Es más que un hogar; es un reflejo de su propia dualidad, un lugar donde la belleza clásica y la modernidad se encuentran, donde la opulencia y la oscuridad coexisten en perfecta armonía. Este refugio apartado le proporciona no solo comodidad y lujo, sino también el aislamiento y la seguridad que necesita para vivir según sus propios términos, alejado de un mundo que ya no le ofrece el mismo atractivo que una vez tuvo.
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    //La dualidad entre lo que respondo con Ángel y lo que respondo con Vox.
    //La dualidad entre lo que respondo con Ángel y lo que respondo con Vox.
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  • Cargar con esta dualidad en mi cuerpo es más complicado de lo que pude en algún momento haber pensado...antes de haberme metido en todo este lio...

    ???: Son los pequeños precios a pagar...
    Cargar con esta dualidad en mi cuerpo es más complicado de lo que pude en algún momento haber pensado...antes de haberme metido en todo este lio... ???: Son los pequeños precios a pagar...
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    //Me encanta como en el rol "canon" Ángel está prácticamente tirándose sobre Husk y en el AU que estamos haciendo, se están desafiando mutuamente. La dualidad.
    //Me encanta como en el rol "canon" Ángel está prácticamente tirándose sobre [barcat75] y en el AU que estamos haciendo, se están desafiando mutuamente. La dualidad.
    Me enjaja
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  • Anhk... La Cruz Egipcia de la Inmortalidad. El hombre y la mujer... La dualidad en su máxima expresión.
    Anhk... La Cruz Egipcia de la Inmortalidad. El hombre y la mujer... La dualidad en su máxima expresión.
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