• Hebe corría de un lado a otro, su túnica ondeando como una nube blanca mientras sus pies apenas tocaban el suelo. Hoy era un dia importante en el Olimpo: se harían ofrendas a los Dioses y todo debía estar perfecto; aunque debía terminar cada guía sencilla para los nuevos en el Olimpo. Con una sonrisa radiante, revisó cada rincón del palacio celestial, asegurándose de que los dormitorios estuvieran ordenados, que los pasillos relucieran y que las fuentes manaran néctar fresco para los visitantes. Era un trabajo que adoraba, porque nada la hacía más feliz que ver a los demás disfrutar del Olimpo en todo su esplendor.

    —¡Ah! Casi olvido dejar indicaciones en el Salón de "Banquete Divino"… ¡Algunos ni saben cómo sostener una copa correctamente! —murmuró con un pequeño puchero, mientras escribía unas notas llenas de dibujos y colores, para que hasta el más distraído entendiera las reglas.

    Pero por mucho que Hebe amara su labor, últimamente le estaba costando dormir. Se acostaba, cerraba los ojos, y su mente seguía corriendo como un riachuelo desbocado. ¿Y si mañana hacía una ceremonia de bienvenida más divertida? ¿Y si ponía guías doradas en el suelo para evitar que los recién llegados se perdieran? ¿Y si alguien se sentía solo y necesitaba compañía?

    —¡Graaah! —se revolvió entre las sábanas con frustración, hasta que un ronroneo pesado la distrajo.

    Su tigre amigo, Hikaru, enorme y majestuoso, descansaba a su lado, estirando sus patas con pereza y con una mirada profunda pareció decirle su preocupación sincera. Hebe sonrió con ternura, abrazando su suave pelaje.

    —Esa mirada, uff, tienes razón, sí que pienso demasiado —susurró, cerrando los ojos con una sonrisa traviesa—. Pero solo un ratito más… ¡Y luego dormiré, lo prometo!

    El tigre bufó, como si no le creyera, y Hebe soltó una risa juguetona. Tal vez mañana organizaría un juego para animar a los nuevos. O una pequeña competencia de danzas divinas. O… Bueno, ya lo pensaría mejor al despertar. Le dolía la cabeza, tenía hambre y su cuerpo gritaba querer dormir, Esta vez, dejaría que la brisa de la tierra la arrullara, y estar a lado de Hikaru fuera motivo de ordenarse a si misma para descansar, al menos hasta la próxima gran idea.
    Hebe corría de un lado a otro, su túnica ondeando como una nube blanca mientras sus pies apenas tocaban el suelo. Hoy era un dia importante en el Olimpo: se harían ofrendas a los Dioses y todo debía estar perfecto; aunque debía terminar cada guía sencilla para los nuevos en el Olimpo. Con una sonrisa radiante, revisó cada rincón del palacio celestial, asegurándose de que los dormitorios estuvieran ordenados, que los pasillos relucieran y que las fuentes manaran néctar fresco para los visitantes. Era un trabajo que adoraba, porque nada la hacía más feliz que ver a los demás disfrutar del Olimpo en todo su esplendor. —¡Ah! Casi olvido dejar indicaciones en el Salón de "Banquete Divino"… ¡Algunos ni saben cómo sostener una copa correctamente! —murmuró con un pequeño puchero, mientras escribía unas notas llenas de dibujos y colores, para que hasta el más distraído entendiera las reglas. Pero por mucho que Hebe amara su labor, últimamente le estaba costando dormir. Se acostaba, cerraba los ojos, y su mente seguía corriendo como un riachuelo desbocado. ¿Y si mañana hacía una ceremonia de bienvenida más divertida? ¿Y si ponía guías doradas en el suelo para evitar que los recién llegados se perdieran? ¿Y si alguien se sentía solo y necesitaba compañía? —¡Graaah! —se revolvió entre las sábanas con frustración, hasta que un ronroneo pesado la distrajo. Su tigre amigo, Hikaru, enorme y majestuoso, descansaba a su lado, estirando sus patas con pereza y con una mirada profunda pareció decirle su preocupación sincera. Hebe sonrió con ternura, abrazando su suave pelaje. —Esa mirada, uff, tienes razón, sí que pienso demasiado —susurró, cerrando los ojos con una sonrisa traviesa—. Pero solo un ratito más… ¡Y luego dormiré, lo prometo! El tigre bufó, como si no le creyera, y Hebe soltó una risa juguetona. Tal vez mañana organizaría un juego para animar a los nuevos. O una pequeña competencia de danzas divinas. O… Bueno, ya lo pensaría mejor al despertar. Le dolía la cabeza, tenía hambre y su cuerpo gritaba querer dormir, Esta vez, dejaría que la brisa de la tierra la arrullara, y estar a lado de Hikaru fuera motivo de ordenarse a si misma para descansar, al menos hasta la próxima gran idea.
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  • Luka se acomodó en su trono con la elegancia de un rey que sabe que el mundo entero le pertenece. Su mirada ardía con una chispa de diversión y superioridad mientras se observaba en la pantalla de su teléfono.

    —Ah… qué tragedia debe ser existir sin ser yo —musitó con una sonrisa de medio lado, moviendo sus dedos cubiertos de anillos como si tejiera el destino con un simple chasquido.

    No necesitaba ser cantante, guerrero o hechicero para dominar a quienes lo rodeaban. Su presencia bastaba para que todos sintieran el peso de su magnificencia. Donde él caminaba, el aire se volvía más pesado, las sombras más profundas y la realidad misma se inclinaba a su favor.

    —Los dioses juegan con el destino… —susurró, reclinándose aún más en su asiento— pero yo… yo juego con los dioses.

    Con un movimiento perezoso, se ajustó la máscara y entrecerró los ojos, disfrutando del reflejo de su propia perfección. Porque Luka no solo existía… Luka era la razón por la que la existencia valía la pena.
    Luka se acomodó en su trono con la elegancia de un rey que sabe que el mundo entero le pertenece. Su mirada ardía con una chispa de diversión y superioridad mientras se observaba en la pantalla de su teléfono. —Ah… qué tragedia debe ser existir sin ser yo —musitó con una sonrisa de medio lado, moviendo sus dedos cubiertos de anillos como si tejiera el destino con un simple chasquido. No necesitaba ser cantante, guerrero o hechicero para dominar a quienes lo rodeaban. Su presencia bastaba para que todos sintieran el peso de su magnificencia. Donde él caminaba, el aire se volvía más pesado, las sombras más profundas y la realidad misma se inclinaba a su favor. —Los dioses juegan con el destino… —susurró, reclinándose aún más en su asiento— pero yo… yo juego con los dioses. Con un movimiento perezoso, se ajustó la máscara y entrecerró los ojos, disfrutando del reflejo de su propia perfección. Porque Luka no solo existía… Luka era la razón por la que la existencia valía la pena.
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  • — Dicen algunas brillantes mentes que el universo es un juego de azar de los dioses, pero yo creo que más bien es una pista de baile.
    — Dicen algunas brillantes mentes que el universo es un juego de azar de los dioses, pero yo creo que más bien es una pista de baile.
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  • Hebe giró sobre sus talones, con una risa traviesa en los labios y los ojos chispeantes de travesura. Alzó su copa dorada y, con voz cantarina, dejó escapar su profecía criptica como quien juega a las adivinanzas:

    —¡Oh, grandes dioses del Olimpo, escuchad mi juego de palabras! Cuando la cuna de Gaia tiemble y las estrellas tracen un camino de colas y garras, los tronos tendrán guardianes que caminen en cuatro patas y hablen dando compañía. Un cazador dormirá con la astucia de su presa, el trueno tendrá pezuñas que no dejan rastro, y la luna se verá reflejada en ojos que nunca cierran. Pero cuidado, pues si los dioses olvidan dar pan a sus sombras, estas buscarán su festín en sus propios sueños.

    Hebe rió entre dientes y dio un sorbo a su néctar, dejando tras de sí un eco de confusión y curiosidad. Pero luego recordó que si toma, luego borracha y con jaqueca quedará. Enseguida sus mejillas se tornaron rojas como si ya estuviera bajo los efectos de la embriaguez. Y así era. Su risa hizo vibrar los corazones de todo joven a la redonda y luego su mirada traviesa se posó en el primero que pudo ver en ese estado.
    Hebe giró sobre sus talones, con una risa traviesa en los labios y los ojos chispeantes de travesura. Alzó su copa dorada y, con voz cantarina, dejó escapar su profecía criptica como quien juega a las adivinanzas: —¡Oh, grandes dioses del Olimpo, escuchad mi juego de palabras! Cuando la cuna de Gaia tiemble y las estrellas tracen un camino de colas y garras, los tronos tendrán guardianes que caminen en cuatro patas y hablen dando compañía. Un cazador dormirá con la astucia de su presa, el trueno tendrá pezuñas que no dejan rastro, y la luna se verá reflejada en ojos que nunca cierran. Pero cuidado, pues si los dioses olvidan dar pan a sus sombras, estas buscarán su festín en sus propios sueños. Hebe rió entre dientes y dio un sorbo a su néctar, dejando tras de sí un eco de confusión y curiosidad. Pero luego recordó que si toma, luego borracha y con jaqueca quedará. Enseguida sus mejillas se tornaron rojas como si ya estuviera bajo los efectos de la embriaguez. Y así era. Su risa hizo vibrar los corazones de todo joven a la redonda y luego su mirada traviesa se posó en el primero que pudo ver en ese estado.
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  • Desde su atalaya celeste, Zeus observaba sin ser visto. El Olimpo, a pesar de su esplendor, se había convertido en un teatro de escándalos y excesos. Entre columnas de mármol y jardines colgantes, jóvenes dioses y diosas se entregaban a juegos amorosos sin pudor alguno. Besos robados, caricias descaradas y promesas susurradas llenaban cada rincón de los pasillos, incluso ante la vista de los mortales que osaban asomarse a las nubes.

    Zeus, rey de dioses, no podía evitar sentir una mezcla de fastidio y humillación. ¿Acaso el Olimpo no era un símbolo de poder y respeto? ¿Qué pensarían los héroes, los reyes y hasta los titanes cautivos, al ver que el sagrado hogar de los inmortales parecía una comedia romántica sin control?

    Fue entonces, tras una reunión silenciosa en su propio pensamiento, que decretó con voz firme y trueno estruendoso

    — ¡Desde hoy, ningún dios o diosa osará besarse fuera de sus aposentos! El amor no será prohibido, pero el descaro sí.—

    La orden resonó por todo el Olimpo como un rayo partiendo la montaña. Desde entonces, los jardines se volvieron más sobrios, las columnas dejaron de ser testigos de besos furtivos y, aunque muchos dioses susurraban entre dientes sobre la dureza de Zeus, nadie se atrevía a desobedecerlo... al menos no cuando él miraba.

    En secreto, claro, todos sabían que el primero en romper la regla sería el propio Zeus.

    #MisionEspecial

    Desde su atalaya celeste, Zeus observaba sin ser visto. El Olimpo, a pesar de su esplendor, se había convertido en un teatro de escándalos y excesos. Entre columnas de mármol y jardines colgantes, jóvenes dioses y diosas se entregaban a juegos amorosos sin pudor alguno. Besos robados, caricias descaradas y promesas susurradas llenaban cada rincón de los pasillos, incluso ante la vista de los mortales que osaban asomarse a las nubes. Zeus, rey de dioses, no podía evitar sentir una mezcla de fastidio y humillación. ¿Acaso el Olimpo no era un símbolo de poder y respeto? ¿Qué pensarían los héroes, los reyes y hasta los titanes cautivos, al ver que el sagrado hogar de los inmortales parecía una comedia romántica sin control? Fue entonces, tras una reunión silenciosa en su propio pensamiento, que decretó con voz firme y trueno estruendoso — ¡Desde hoy, ningún dios o diosa osará besarse fuera de sus aposentos! El amor no será prohibido, pero el descaro sí.— La orden resonó por todo el Olimpo como un rayo partiendo la montaña. Desde entonces, los jardines se volvieron más sobrios, las columnas dejaron de ser testigos de besos furtivos y, aunque muchos dioses susurraban entre dientes sobre la dureza de Zeus, nadie se atrevía a desobedecerlo... al menos no cuando él miraba. En secreto, claro, todos sabían que el primero en romper la regla sería el propio Zeus. #MisionEspecial
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  • #escenadebatalla #desafiodiarioolimpico
    #desafiodivino #DiosesdelOlimpo

    Hebe se escondió tras una columna de mármol, temblando de emoción contenida mientras se tapaba la boca con ambas manos. Su corazoncito latía como un tambor alegre. «¡Oh, oh… creo que me pasé un poquitín!»pensó, conteniendo una risita traviesa.

    Todo había comenzado con la brillante idea de usar su 'Chrysós Dólos', su linda hondita dorada, para hacer volar la copa de néctar de Hefesto. Solo un jueguito inocente, nada más. Pero su balín de goma, en lugar de derramar el néctar, había impactado con un sonoro *¡Paf!* en la nuca de su padre, Zeus.

    El Olimpo se quedó en silencio.

    Zeus se volteó con el ceño fruncido, y sus rayos centellearon al ver a Hefesto con su copa intacta en la mano.

    —¡¿Tú te atreves?!—tronó la voz DEL rey del Olimpo.

    —¿Eh?! ¡Pero si yo ni hice na—!

    Demasiado tarde. Un relámpago y una llamarada chocaron en el aire, desatando el caos. Dioses corriendo, mesas volando, el néctar derramado.

    Hebe, acurrucada tras la columna, se mordió el labio, temblando de emoción. «Bueno… al menos no fui yo.» Y con una risita silenciosa, disfrutó el espectáculo.

    #escenadebatalla #desafiodiarioolimpico #desafiodivino #DiosesdelOlimpo Hebe se escondió tras una columna de mármol, temblando de emoción contenida mientras se tapaba la boca con ambas manos. Su corazoncito latía como un tambor alegre. «¡Oh, oh… creo que me pasé un poquitín!»pensó, conteniendo una risita traviesa. Todo había comenzado con la brillante idea de usar su 'Chrysós Dólos', su linda hondita dorada, para hacer volar la copa de néctar de Hefesto. Solo un jueguito inocente, nada más. Pero su balín de goma, en lugar de derramar el néctar, había impactado con un sonoro *¡Paf!* en la nuca de su padre, Zeus. El Olimpo se quedó en silencio. Zeus se volteó con el ceño fruncido, y sus rayos centellearon al ver a Hefesto con su copa intacta en la mano. —¡¿Tú te atreves?!—tronó la voz DEL rey del Olimpo. —¿Eh?! ¡Pero si yo ni hice na—! Demasiado tarde. Un relámpago y una llamarada chocaron en el aire, desatando el caos. Dioses corriendo, mesas volando, el néctar derramado. Hebe, acurrucada tras la columna, se mordió el labio, temblando de emoción. «Bueno… al menos no fui yo.» Y con una risita silenciosa, disfrutó el espectáculo.
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  • Aquella noche de invierno Kazuo salió al exterior del templo. A pesar del frío y la nieve este caminó descalzo hasta llegar a un pequeño llano.

    El Yōkai se puso de rodillas y del interior de su Haori sacó algunos hojas de papel.

    Estos eran oraciones. Peticiones de personas de corazón noble que merecían ser escuchadas por los dioses. Kazuo como mensajero era quien se encargaba de que estas llegasen hasta Inari.

    Las páginas comentaron a deshacerse, transformándose en motas doradas que se alzaban al cielo. Ni siquiera el viento era capaz de arrastrarlas, puesto que estas tenían un destino fijo.

    Poco a poco las manos del zorro quedarían vacías, dando por finalizado su cometido como mensajero.
    Aquella noche de invierno Kazuo salió al exterior del templo. A pesar del frío y la nieve este caminó descalzo hasta llegar a un pequeño llano. El Yōkai se puso de rodillas y del interior de su Haori sacó algunos hojas de papel. Estos eran oraciones. Peticiones de personas de corazón noble que merecían ser escuchadas por los dioses. Kazuo como mensajero era quien se encargaba de que estas llegasen hasta Inari. Las páginas comentaron a deshacerse, transformándose en motas doradas que se alzaban al cielo. Ni siquiera el viento era capaz de arrastrarlas, puesto que estas tenían un destino fijo. Poco a poco las manos del zorro quedarían vacías, dando por finalizado su cometido como mensajero.
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  • RETO DIVINO DE EL FANDOM: LOS DIOSES GRIEGOS
    - sé que no soy popular, te diré quién soy: ...-

    Me llamo Hestia, soy la diosa del hogar y la familia, mi dominio es simple pero muy importante. un hogar es un refugio seguro donde vive una familia, y una familia es un matrimonio de un hombre con una mujer teniendo como fruto de su unión a sus hijos con amor y responsabilidad. Esta es una fórmula simple pero inmutable, si alguno de esos factores se altera simplemente ya no es un hogar verdadero, un hogar verdadero es la base de cualquier civilización, el hogar de un hombre, su mujer y sus hijos es el modelo de familia real no existen otras variables, es el único que garantiza estabilidad y continuidad.

    El hombre es el proveedor. Su deber es salir al mundo, trabajar y traer el sustento para su familia. Es el pilar que protege y da seguridad, asegurándose de que su esposa y sus hijos nunca carezcan de nada. Su fuerza y ​​determinación sostienen el hogar, y su esfuerzo es el reflejo de su amor y compromiso con su familia.

    Nosotras las mujeres somos el corazón del hogar. Nuestra labor es cuidar de los hijos, enseñarles con paciencia y ternura, mantener la casa en armonía y atender a nuestros esposos en todas sus necesidades, de día ... Y de noche, nos aseguramos de que ellos este satisfechos y felices con nosotras, los hombres regresan del trabajo esperando un refugio de paz. Su presencia llena la casa de calidez, la dedicación de el hombre y la mujer en complementación y equilibrio mantiene el orden, y su amor une a todos los miembros de la familia. Sin eso, el hogar carece de vida.

    Los hijos crecen en este equilibrio, aprendiendo de su padre la fortaleza y de su madre la ternura. Con la influencia de las figuras paterna y materna en conjunto se forman seres humanos realmente sanos mental , física y espiritualmente , No hay otrs formula. Así ha sido desde el principio de los tiempos, y así será por siempre.
    RETO DIVINO DE EL FANDOM: LOS DIOSES GRIEGOS - sé que no soy popular, te diré quién soy: ...- Me llamo Hestia, soy la diosa del hogar y la familia, mi dominio es simple pero muy importante. un hogar es un refugio seguro donde vive una familia, y una familia es un matrimonio de un hombre con una mujer teniendo como fruto de su unión a sus hijos con amor y responsabilidad. Esta es una fórmula simple pero inmutable, si alguno de esos factores se altera simplemente ya no es un hogar verdadero, un hogar verdadero es la base de cualquier civilización, el hogar de un hombre, su mujer y sus hijos es el modelo de familia real no existen otras variables, es el único que garantiza estabilidad y continuidad. El hombre es el proveedor. Su deber es salir al mundo, trabajar y traer el sustento para su familia. Es el pilar que protege y da seguridad, asegurándose de que su esposa y sus hijos nunca carezcan de nada. Su fuerza y ​​determinación sostienen el hogar, y su esfuerzo es el reflejo de su amor y compromiso con su familia. Nosotras las mujeres somos el corazón del hogar. Nuestra labor es cuidar de los hijos, enseñarles con paciencia y ternura, mantener la casa en armonía y atender a nuestros esposos en todas sus necesidades, de día ... Y de noche, nos aseguramos de que ellos este satisfechos y felices con nosotras, los hombres regresan del trabajo esperando un refugio de paz. Su presencia llena la casa de calidez, la dedicación de el hombre y la mujer en complementación y equilibrio mantiene el orden, y su amor une a todos los miembros de la familia. Sin eso, el hogar carece de vida. Los hijos crecen en este equilibrio, aprendiendo de su padre la fortaleza y de su madre la ternura. Con la influencia de las figuras paterna y materna en conjunto se forman seres humanos realmente sanos mental , física y espiritualmente , No hay otrs formula. Así ha sido desde el principio de los tiempos, y así será por siempre.
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  • Alexa recordaba a la perfección las historias que su abuela le contaba cuando era niña cada vez que visitaba su casa, le resultaba imposible separarse de ella. Su abuela era una mujer hermosa, con cabello platinado y ojos de un azul profundo. Siempre, antes de dormir, le relataba las leyendas de su pueblo. Para los humanos, quizá eran simples cuentos de hadas; otros podrían pensar que eran fantasías, mitos o leyendas. Pero para la gente de Alexa, esas historias eran el pilar de todo lo que creían. Su abuela le hablaba de los dioses, pero sus favoritas siempre eran las leyendas sobre la diosa de la luna.

    En el pueblo, la conocían como la guardiana de las escrituras sagradas, y sus padres siempre decían que era la mejor sanadora de la aldea. Alexa, en ese entonces, no comprendía la posición social de su familia ni sabía que formaban parte de la nobleza del reino fae. Para ella, su abuela era simplemente la mujer más divertida e inteligente del mundo. Aunque solo era una niña de cuatro o cinco años, con el tiempo entendió que aquellas palabras no eran simples historias para dormir, cada palabra cobró significado y se reveló como una verdad indiscutible.

    Cuando su abuela hablaba, parecía recitar las historias directamente de un libro que llevaba en su mente. En alguna ocasión, Alexa visitó la biblioteca de su hogar, llena de libros en miles de idiomas, de diferentes culturas, todos hablando sobre los mismos dioses, aunque con diferentes nombres. Aún recordaba la historia favorita de su abuela, que también se convirtió en su preferida. La primera vez que se la contó fue cuando Alexa llegó llorando a casa porque unos niños, hijos de otros nobles, le dijeron que su cabello blanco y su piel pálida eran horribles. Alexa, desesperada, suplicó a su abuela que cambiara su cabello, que ya no quería tenerlo blanco, la mujer la sentó en su regazo, acariciando su cabello con ternura. Con una voz llena de amor, le explicó que su apariencia era una bendición de la madre luna, tomó un libro de portada azul con grabados plateados, cuyas ilustraciones parecían mágicas, como si las fases lunares y la silueta de una bella mujer se movieran. El libro, claramente viejo y valioso, estaba lleno de notas, recortes, dibujos e imágenes. En sus primeras páginas, estaba escrita una historia sobre la creación del mundo. Su abuela comenzó a leer:

    "Verás, mi niña, al principio todo era vacío, pero de repente surgió la luz, la vida, la creación. Sin embargo, todo debe tener equilibrio, así que junto a ellos nació la oscuridad, la muerte y la destrucción. Hermanos de una misma energía, se convirtieron en seres de infinito poder. Juntos, crearon cada cosa que existe en el mundo: el cielo, nacido de la luz y la oscuridad; la tierra, el mar, los animales, todos creados por la vida y destinados a la muerte cuando llegara su momento. Los años pasaron, y nuevas deidades nacieron, uniéndose al resto. El cielo tuvo tres hijos a quienes les dieron sus propias tareas: el sol, la luna y las estrellas. Selene, hija del cielo y diosa de la luna, encargada de velar por las noches, vio cómo los humanos comenzaron a rendirle culto y los bendijo con habilidades mágicas, naciendo así las hadas y elfos de luna. Un día, al descender a la tierra y ver que carecían de guía y protección, decidió darles una parte de ella, enviando a sus hijos con la misión de guiar, proteger y cuidar al pueblo de la luna. Con habilidades superiores, de cabello platinado, ojos azules y piel blanca como la nieve, eran inconfundibles entre otros seguidores de la luna. Como todos los hijos de dioses, se unieron a mortales, dando lugar al linaje de la luna. Pero solo algunos fueron bendecidos con las habilidades y características físicas de la diosa; a estos se les llamó hijos de la luna. Algunos creen que los dioses unen las almas de unos pocos elegidos para encontrarse en la tierra. No era de extrañar que siempre dos hijos de la luna terminaran enamorados, enviados del cielo y elegidos por la madre luna para estar juntos, con un amor inquebrantable y puro, capaz de vencer cualquier adversidad."

    Al terminar la historia, Alexa quedó fascinada. Su abuela, entonces, la miró con seriedad y le dijo con firmeza: "Jamás reniegues de tu aspecto, cariño. Es una bendición. Nuestra madre te eligió como una digna hija suya y te bendijo con habilidades inigualables. Viniste a este mundo con un propósito, una misión, y quién sabe, tal vez también te eligió un compañero."

    Esa historia se la repitió tantas veces que Alexa comenzó a anhelar descubrir cuál sería la misión que la madre luna tenía reservada para ella. Jamás pensó que dicha misión la llevaría a la mayor batalla que los siete reinos habían presenciado jamás, y que el hombre al que tendría que enfrentarse sería, nada más y nada menos, que el compañero que la luna había elegido para ella.

    Alexa recordaba a la perfección las historias que su abuela le contaba cuando era niña cada vez que visitaba su casa, le resultaba imposible separarse de ella. Su abuela era una mujer hermosa, con cabello platinado y ojos de un azul profundo. Siempre, antes de dormir, le relataba las leyendas de su pueblo. Para los humanos, quizá eran simples cuentos de hadas; otros podrían pensar que eran fantasías, mitos o leyendas. Pero para la gente de Alexa, esas historias eran el pilar de todo lo que creían. Su abuela le hablaba de los dioses, pero sus favoritas siempre eran las leyendas sobre la diosa de la luna. En el pueblo, la conocían como la guardiana de las escrituras sagradas, y sus padres siempre decían que era la mejor sanadora de la aldea. Alexa, en ese entonces, no comprendía la posición social de su familia ni sabía que formaban parte de la nobleza del reino fae. Para ella, su abuela era simplemente la mujer más divertida e inteligente del mundo. Aunque solo era una niña de cuatro o cinco años, con el tiempo entendió que aquellas palabras no eran simples historias para dormir, cada palabra cobró significado y se reveló como una verdad indiscutible. Cuando su abuela hablaba, parecía recitar las historias directamente de un libro que llevaba en su mente. En alguna ocasión, Alexa visitó la biblioteca de su hogar, llena de libros en miles de idiomas, de diferentes culturas, todos hablando sobre los mismos dioses, aunque con diferentes nombres. Aún recordaba la historia favorita de su abuela, que también se convirtió en su preferida. La primera vez que se la contó fue cuando Alexa llegó llorando a casa porque unos niños, hijos de otros nobles, le dijeron que su cabello blanco y su piel pálida eran horribles. Alexa, desesperada, suplicó a su abuela que cambiara su cabello, que ya no quería tenerlo blanco, la mujer la sentó en su regazo, acariciando su cabello con ternura. Con una voz llena de amor, le explicó que su apariencia era una bendición de la madre luna, tomó un libro de portada azul con grabados plateados, cuyas ilustraciones parecían mágicas, como si las fases lunares y la silueta de una bella mujer se movieran. El libro, claramente viejo y valioso, estaba lleno de notas, recortes, dibujos e imágenes. En sus primeras páginas, estaba escrita una historia sobre la creación del mundo. Su abuela comenzó a leer: "Verás, mi niña, al principio todo era vacío, pero de repente surgió la luz, la vida, la creación. Sin embargo, todo debe tener equilibrio, así que junto a ellos nació la oscuridad, la muerte y la destrucción. Hermanos de una misma energía, se convirtieron en seres de infinito poder. Juntos, crearon cada cosa que existe en el mundo: el cielo, nacido de la luz y la oscuridad; la tierra, el mar, los animales, todos creados por la vida y destinados a la muerte cuando llegara su momento. Los años pasaron, y nuevas deidades nacieron, uniéndose al resto. El cielo tuvo tres hijos a quienes les dieron sus propias tareas: el sol, la luna y las estrellas. Selene, hija del cielo y diosa de la luna, encargada de velar por las noches, vio cómo los humanos comenzaron a rendirle culto y los bendijo con habilidades mágicas, naciendo así las hadas y elfos de luna. Un día, al descender a la tierra y ver que carecían de guía y protección, decidió darles una parte de ella, enviando a sus hijos con la misión de guiar, proteger y cuidar al pueblo de la luna. Con habilidades superiores, de cabello platinado, ojos azules y piel blanca como la nieve, eran inconfundibles entre otros seguidores de la luna. Como todos los hijos de dioses, se unieron a mortales, dando lugar al linaje de la luna. Pero solo algunos fueron bendecidos con las habilidades y características físicas de la diosa; a estos se les llamó hijos de la luna. Algunos creen que los dioses unen las almas de unos pocos elegidos para encontrarse en la tierra. No era de extrañar que siempre dos hijos de la luna terminaran enamorados, enviados del cielo y elegidos por la madre luna para estar juntos, con un amor inquebrantable y puro, capaz de vencer cualquier adversidad." Al terminar la historia, Alexa quedó fascinada. Su abuela, entonces, la miró con seriedad y le dijo con firmeza: "Jamás reniegues de tu aspecto, cariño. Es una bendición. Nuestra madre te eligió como una digna hija suya y te bendijo con habilidades inigualables. Viniste a este mundo con un propósito, una misión, y quién sabe, tal vez también te eligió un compañero." Esa historia se la repitió tantas veces que Alexa comenzó a anhelar descubrir cuál sería la misión que la madre luna tenía reservada para ella. Jamás pensó que dicha misión la llevaría a la mayor batalla que los siete reinos habían presenciado jamás, y que el hombre al que tendría que enfrentarse sería, nada más y nada menos, que el compañero que la luna había elegido para ella.
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  • Hoy no recibí visita pero si un bicho con plumas me estuvo molestando todo el día, hasta que logre atraparlo...

    - Teniendo al ave atado con un lazo esta volvió a intentar picotear el cabello de aquel hombre

    ...O algo asi, porque en vez de un ave no viene un gato o algo dócil, deben ser artimañas de los dioses

    - Suspiró y tapó el pico de aquel animal con el lazo y lo dejó libre

    Si intenta hacerme algo de nuevo lo cocinaré (Mentira solo como peces porque es mi comida habitual)
    Hoy no recibí visita pero si un bicho con plumas me estuvo molestando todo el día, hasta que logre atraparlo... - Teniendo al ave atado con un lazo esta volvió a intentar picotear el cabello de aquel hombre ...O algo asi, porque en vez de un ave no viene un gato o algo dócil, deben ser artimañas de los dioses - Suspiró y tapó el pico de aquel animal con el lazo y lo dejó libre Si intenta hacerme algo de nuevo lo cocinaré (Mentira solo como peces porque es mi comida habitual)
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